Y más adelante (nº 635): 'Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte para que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan. Jesús, el Príncipe de la vida (Hch 3,15), aniquiló mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud (Hb 2,14-15). En adelante, Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades (Ap 1,18) y al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Flp 2,10)'
El catecismo de Trento, promulgado después del Concilio de Trento, al explicar los lugares donde están detenidas después de la muerte las almas privadas de gloria, enseña que 'hay una tercera clase de cavidad, en donde residían las almas de los Santos antes de la venida de Cristo Señor Nuestro, en donde, sin sentir dolor alguno, sostenidos con la esperanza dichosa de la redención, disfrutaban de pacífica morada. A estas almas piadosas que estaban esperando al Salvador en el seno de Abraham, libertó Cristo Nuestro Señor al bajar a los infiernos' (Catecismo de Trento, parte 1, cap. 6, n. 3).
En la literatura más reciente se emplea esta palabra para indicar el lugar y la situación en que se encuentran los niños y quienes se les equiparan, que mueren sin haber recibido el sacramento del bautismo: 'el limbo de los niños'. Este problema de quienes mueren sin haber llegado al uso de razón y sin haber sido bautizados ha dado lugar a diversas teorías:
-Sauras afirma que obtienen la gloria por el voto real del bautismo;
-Boudes también lo afirma, pero en razón de la solidaridad con Cristo;
-Héris y antiguamente Cayetano, creen que se salvan por la fe de los padres.
-Laurenge opina lo mismo pero en razón de una opción personal después de la muerte.
-García-Plaza supone una iluminación extraordinaria que les hace hacer un acto de caridad perfecta.
-Schell cree que se les computa la propia muerte como martirio, etc.
A falta de datos escriturísticos es necesario recurrir al pensamiento de los Santos Padres. Éstos han afirmado claramente la existencia del limbo (cf. por ejemplo, San Gregorio Nacianceno, PG 36,385-390; San Agustín, PL 40,275). En general los Padres y teólogos han afirmado la existencia del limbo como lugar y estado de aquellos que habiendo muerto antes de llegar al uso de razón y sin bautismo, y por tanto con pecado original pero sólo con él, son privados de la visión de Dios, que es don gratuito y personal, aunque no sean castigados con penas aflictivas, sino que pueden gozar de una felicidad natural.
El Magisterio no se ha expedido nunca sobre esta cuestión, aunque tenemos un par de datos debidos al magisterio de Juan Pablo II:
-el primero se refiere a los que mueren en razón del aborto; de ellos dice el Papa escribiendo a las madres que han realizado el aborto: 'Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor.' (Evangelium vitae, 99);
-el segundo está en el Catecismo: 'En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo' (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1261).
(fuente: www.churchforum.org.mx)
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