La última petición del Padrenuestro tiene una segunda mitad. San Agustín la entendió como una petición en sí y con ello se llega a siete peticiones en esta oración. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”, decimos. La expresión“Líbranos del mal” encierra toda una petición.
Siete es el número de la transformación. Por medio del Padrenuestro queremos ser transformados cada vez más en la persona de Jesús y queremos llenarnos de su Espíritu. En su interpretación, San Agustín se remite a la versión latina del Padrenuestro: libéranos del malo, sálvanos, líbranos de las desgracias. Malum puede significar también mal; pero en la tradición latina se refiere a todas las desgracias con las que nos encontramos en el camino de la vida. Sobre ello, dice Agustín, con líbranos de las desgracias nos recordamos a nosotros mismos que todavía no hemos alcanzado aquella meta en la que ya no habrá más desgracias.
Esta conclusión de la oración del Señor es tan profunda que en cualquier preocupación el cristiano expresa con estas palabras su necesidad más honda y derrama sus lágrimas. De este pensamiento parte la oración, en él se detiene, en él termina: líbranos del mal.
¿Cuáles son las amenazas que rodean mi vida, qué mal me amenaza y por ello le pido a Dios que me libre? ¿El mal en la salud, en los vínculos rotos y distantes? ¿Oscuridad interior y sinsentido?
Liberarnos de los males económicos, por exceso o por defecto, por superabundancia o por carestía; de los males sociales, de confrontación, de violencia verbal y física. Librarnos de los males de la amenaza de la guerra y de la destrucción, del crimen organizado en el mundo. Del flagelo de la droga entre los jóvenes: de la más barata, el vino; y de las más elaboradas, como la cocaína; y de todo tipo de estupefacientes que impiden ser dueños de nuestros propios actos. Librarnos Dios de la ignorancia. Líbranos del mal.
El Padrenuestro es para San Agustín una oración muy emocionada. Pensemos en todo el mal y en todas las desgracias que encontramos en el mundo; y nos volveremos a Dios llenos de lágrimas y de deseos de que sea Él quien nos libre, nos proteja, nos saque de aquellas acechanzas. Que Él nos libre del mundo malvado y nos guarde en el mundo por medio de su amor.
Los exégetas han discutido acerca de qué se quiere decir con el mal: ¿el diablo o el mal en conjunto? Hoy la mayoría de los estudiosos de las Sagradas Escrituras abogan por entenderlo como el mal en conjunto, los malos pensamientos, los encuentros engañosos, los sufrimientos sin sentido, las penas, las personas malvadas, y las malas inclinaciones que hay en nuestro corazón.
Es igual que querramos decir el mal o el malvado. El mal está en el mundo y no es tan inofensivo que podamos limitarlo solo a malos pensamientos. Hay un abismo de profundidad que debemos aprender a dimensionar. Cuando la Biblia habla de Satanás o del diablo nos pone en guardia, puesto que debemos estar atentos a su presencia que ronda buscando a quien devorar. La teología explica que esta persona, esta fuerza, tiene poder de dañar y hasta de destruir nuestro ser. Por eso nosotros le pedimos a Dios que nos libre del mal en todas sus formas, y del malo en particular. El mal no sale al encuentro porque sí: está buscando un modo de estructurar con una serie de acciones, una presencia que oprima.
La teología social ve al mal en las estructuras del mundo. Las estructuras injustas solidifican la fuerza del mal, de modo que hay estructuras del mal que dominan y determinan al individuo, a los grupos y a las sociedades. Se denominan “estructuras de pecado”. Le pedimos al Señor que nos libre de estas estructuras del mal.
Dice Anselm Grüm: la sicología nos confirma el poder de la fuerza del mal. El mal muchas veces se ha grabado tanto en el inconciente que apenas podemos distanciarnos de él. A menudo, es un poder que determina nuestro pensamiento y nuestro comportamiento. Con frecuencia está en las heridas de la infancia y porque no encontramos ninguna posibilidad de curar esas heridas, las vivimos hacia fuera, hiriendo así a otros, pasando la violencia que hemos experimentado. Por eso le pedimos a Dios que nos libre de las fuerzas del mal.
En el texto griego original, la expresión del Padrenuestro significa arráncanos del mal, arrebátanos del mal. El latín ha traducido aquí como libéranos, líbranos del mal, haznos libres de las ataduras del mal.
En esta petición debemos pensar en las implicaciones personales del mal, pero también en las estructuras del mal. Se ve al mundo con realismo, con dureza, con verdad. El mal es una realidad y por eso le pedimos a Dios que nos salve, que nos proteja del poder del mal y del maligno.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos" (cf RP 16).
2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
2852 "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19).”
“2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno.”
escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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