escrito por Monseñor Jorge Mario Bergoglio,
Arzobispo de Buenos Aires
Una cosa que quiero decirles y que quizá pueda servirles y que es el carácter explosivo de las cosas de Dios. Esta reunión es un puchito para que se vayan encontrando hasta desembocar con los miles y miles que van caminando Luján.
Las cosas de Dios son levadura, son mucha gracia. Cada uno de los que están aquí ponen su experiencia, su deseo, su organización, su trabajo, sus grupos y estos se van multiplicando de manera muy misteriosa.
Se da una convocatoria que trasciende la mera organización en equipo, eso es constatado en todos los ámbitos. El equipo organiza, prepara todo, pero la convocatoria esta más allá. Quien convoca no nos pertenece. Nosotros somos parte de los convocados. Esto es claro, es importante, hay un peregrinar. Y un peregrinar que se multiplica. Un peregrinar que pone primero el camino. Si uno peregrina, camina. Como el que camina la vida. Dios quiso que su pueblo caminara. Dios no hizo la cosa, “ bueno, ya está, pum!“ y se hizo . La fe se fue gestando en un largo camino. En lo personal también, cada uno de nosotros tiene sus hitos irreversibles, en la vida de ustedes, que los fueron marcando, los fueron sellando.
Es el caminar que Dios quiere para su pueblo, con los momentos importantes del camino
Peregrinar supone tener conciencia que la fe se da en un camino Cuando uno deja de caminar, como que la fe queda clausurada, encapsulada.
Pero pensemos en el día de Luján en la fe del pueblo de Dios que está caminando. Pero significa, no solo como signo, sino como hecho real. Son momentos privilegiados de ese pueblo de Dios que camina.
Y también, peregrinar, significa Visita. Caminamos hacia, para visitar, para ver a alguien. Pero la peregrinación culmina con un encuentro con la. Madre, en el descanso, nos vamos a encontrar con Ella, nos esta esperando, la vamos visitar.
En esencia el tercer rasgo de peregrinar supone encuentro También la visita es un encuentro. Encontrarse con otros, es como nos encontramos en el camino, como pueblo caminando, unos con otros.
Pero no se trata solamente que yo me voy a encontrar, porque quizá lo principal es que yo me tengo que dejar encontrar.
Cuando voy en peregrinación, cuando voy caminando para visitar, mi corazón tiene que estar dispuesto para la sorpresa y sino la peregrinación puede ser una huida. Una huida de lo específico Dios: la sorpresa. Ese Dios que viene de manera sorprendente cuando me haga más falta. Pensemos por ejemplo la escena de los discípulos de Emaus, ellos caminaban para visitar, pero estaban huyendo de Dios, estaban huyendo del misterio. No tenían la más mínima intención de dejarse encontrar.
Ahora, este dejarse encontrar, tiene un peso en algo que salió recién, lo diría así: cuando yo voy con mi Parroquia, con mi grupo, con la gente que conozco, me dejo encontrar por la gente que va sola? Me integro con ella? Me integro a su caminar solo? Es apertura de los límites meramente parroquiales, de los movimientos, grupales de la gente que se conoce.
Si no corremos el riesgo de abrirnos al camino, pero cerrados en nosotros mismos. De ir a encontrar a la Virgen pero no dejarnos encontrar con Ella. De encontrar al Pueblo de Dios, ahí porque lo estamos viendo, pero no dejarnos encontrar con el Santo Pueblo fiel de Dios, que tiene algo que decir. Y mucha gente va convocada por la Virgen. Una de las noches en que yo estuve confesando en Luján, noche de la peregrinación, le preguntaba a la gente con quien había venido, a la gente que se confesaba. Y calculo que alrededor del treinta por ciento me dijo vine solo. Eso es lo que constate ahí, no se que valor general tenga. Hay un buen porcentaje que va convocado, si hay quien convoca, convoca la Virgen.
Entonces es importante en el encuentro, donde supone peregrinar, es dejarme encontrar por la sorpresa de Dios en el camino, - que es mi hermano que va solo, que es mi hermano del grupo de otra parroquia, que es mi hermano a quien yo no conozco y yo me dejo integrar a él y lo integro a mi grupo. Eso es comunicación del pueblo, eso es auténtica solidaridad, caminar en conjunto con un vecino común de salvación. Entonces, como resumiendo, peregrinar supone caminar pero en compañía del pueblo de Dios, supone visitar a alguien, supone encontrarme con alguien y dejarme encontrar. Corazón abierto para dejarme encontrar.
El cristiano que no aprende a dejarse encontrar por Jesucristo, con su Santísima Madre, con la Virgen y a dejarse encontrar con el hermano, le falta cinco para el peso, no termina de ser cristiano.
Es como esa parte del Evangelio en que Dios viene y a uno le cambia a la vida. Cuando San Mateo estaba ahí cambiando monedas y cobrando impuestos en la entrada del pueblo, el no lo encontró a Jesús, él se dejó encontrar por Jesús. Entonces ustedes déjense encontrar por toda la gente que no conocen en el camino, entonces se van a sentir mas pueblo de Dios. Menos yo y más nosotros.
Después está el hecho del camino. En el camino hay dos cosas que hay que tener en cuenta: No se camina mirando al suelo, se camina mirando lo que pasa, mirando la realidad, es un símbolo. En el camino tenemos que ir con las cosas que están pasando, por mi corazón, por mi vida, por mi barrio, por mi parroquia, por mi patria, por mi pueblo. El cristiano es siempre el dialogo con la realidad, no es un caminar puramente ascético, así, descarnado... Y es por eso que en el camino entran las preocupaciones, entran los problemas. Que tienen curiosamente su símbolo más cercano en las limitaciones fisicazo de cansancio, o de depre, que le va agarrando a uno cuando ya se hace pesado el camino. Con realidades cercanas que nos tienen que representar a. esas realidades de impotencia, de cansancio, de sufrimiento de nuestro pueblo.
Y a la vez las realidades de alegría, de la frescura que es la gratuidad de Dios. Que a partir de las cosas que vamos viendo allí, que ustedes mencionaron: la realidad de cómo hay que acercarse, si hay que acercarse, por los robos y el alcohol. 0 sea, que de alguna manera, eso coyuntural que no tendría que pasar, parecería, y pasa, no es más que un aspecto de una realidad de nuestro pueblo de Dios, que somos pecadores. La realidad del pecado que tenemos que acompañar, la realidad de la rapiña, la realidad del vicio fácil y cercano.
Se camina en medio de las realidades, nunca ensimismado, sino no es camino cristiano. Y qué es lo que me tira caminar en medio de las realidades?, es la esperanza, o sea siempre se camina en esperanza. Es curioso, en el camino nadie empuja, sino que alguien atrae Acuérdense de la imagen de la esperanza en los primeros cristianos, la esperanza ellos la dibujaban como un ancla. El ancla. Cuando uno está en medio del río, la tira a la orilla, se clava y entonces con la soga vamos acercando la canoa. La esperanza la tenemos clavada mas allá y nosotros tenemos que tener la soga bien agarrada e ir tirando. No vemos quizá. la otra orilla, no la pisamos, pero tenemos la soga y nuestro corazón anclado en la esperanza.
En el camino, uno a Luján lo tiene ya anclado en la esperanza y esto es un signo de lo que es el caminar cristiano. El corazón anclado en lo que está más allá, sin negar lo que está más acá, o sea asumiendo todo esto que acabo de decir: la realidad del pueblo, que es uno mismo. Y nadie puede separarse de su pueblo, uno es en la medida que pertenece a un pueblo, sino no es. El cristianismo de probeta no existe todavía y cuando empiece a ser de probeta deja de ser cristiano.
Y en ese caminar las personas se unen, uno tiene la experiencia de que hay una unidad siempre que nos trasciende: a la pequeña unidad familiar, social Que la unidad misteriosa en la cual estamos reunidos por el Bautismo en Jesucristo, es mucho más grande y ahí debemos estar.
Finalmente hoy tenia ganas de tocar un puntito “el regreso", la capacidad de regresar de la peregrinación. Uno peregrina y después tiene que empezar a actuar eso que es fruto del hombre y la mujer maduros: la capacidad de regresar, de alguna manera, el camino andado, para reconciliarse con las realidades de cada día, para reconciliarse con el pueblo que encontró en el camino y con el cual se dejo encontrar. Para reconciliarse con el pueblo al que pertenece, para reconciliarse con los dolores de ese pueblo, para reconciliarse con las dificultades y las alegrías, para reconciliarse con lo que dejo el pecado, lo cual se da en Jesucristo.
Es propio de la madurez de hombres y mujeres, la capacidad de regresarse. En toda peregrinación, de alguna manera surge como un regreso de la peregrinación. Tenemos momentos en la peregrinación, donde el físico se cansa., hasta parece que uno se deprime: es el regreso.
El regreso a lo habitual, pero con una comprensión nueva de todo lo que hemos vivido hasta antes de la peregrinación Y de ahí seguir caminando sin tener controlado el camino, el camino nunca se controla, el camino nos controla a nosotros. Estas cosas nos pueden servir para ir haciendo el camino a Lujan.
(Fuente: www.peregrinacionlujan.org.ar)
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