1.- El celibato reafirma el matrimonio.
Vivimos en una sociedad que está totalmente saturada de sexualidad, los sacerdotes son la prueba viviente de que las necesidades sexuales pueden ser controladas y encaminadas de una manera positiva. El celibato reconoce la bondad del sexo solamente dentro del matrimonio, ofreciéndolo como sacrificio a Dios. Si se ve simplemente como una válvula de escape del impulso sexual, el matrimonio se prostituye. Como cristianos entendemos que el matrimonio es un compromiso inviolable entre un hombre y una mujer, que se aman y honran mutuamente. De igual forma, un sacerdote ofrece un compromiso de amor a la iglesia; un vínculo que no puede romperse y que es tratado con el mismo respeto y gravedad que en el matrimonio.
2.- En la Sagrada Escritura está el celibato.
Los fundamentalistas suelen argumentar que el celibato no cuenta con bases bíblicas afirmando que según las Escrituras, los cristianos están llamados a ser fructíferos y a multiplicarse (Génesis 1-28). Este mandato habla a la humanidad en general, pasando por alto muchos pasajes bíblicos que apoyan el celibato. Por ejemplo, en la Primera carta a los Corintios, Pablo apoya la vida célibe: ¿No están unido a mujer? No la busques El no casado se preocupará de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo de cómo agradar a su mujer, está por tanto dividido. (7, 27-34) Esto no implica que todos los hombres deban ser célibes; Pablo explica que el celibato es un llamado para algunas personas y para oros no, al decir. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; más cada cual tiene de Dios y su gracia particular, unos de una manera, otros de otra. (7,7).
En Mateo 19,11-12, Jesús mismo habla del celibato: Pero él les dijo: No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha permitido. Porque hay eunucos hechos por los hombres y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda. Otra vez, el énfasis está puesto en la naturaleza especial del celibato, para lo que muchos hombres no son aptos, pero que de todas maneras da gloria al reino de Dios:
En la Sagrada Escritura podemos encontrar la mejor evidencia, y es que el mismo Jesús practicó el celibato.
3.- El Celibato es una práctica histórica.
La sociedad asume que el celibato es una conveniencia introducida por la Iglesia algo tarde en la historia. Por el contrario, hay evidencia de que los primeros Padres de la Iglesia como San Agustín, San Jerónimo y San Cirilo apoyaron el celibato. En un concilio general de Occidente, se presentó la legislación prohibiendo a los obispos, sacerdotes y diáconos tener relaciones conyugales con sus esposas, siendo penados con la exclusión del clero si esto ocurría. En el año 385, el Papa Silicio emitió el primer decreto papal acerca del tema, expresando que la abstinencia clerical era una tradición que se remontaba a los tiempos apostólicos.
La promulgación definitiva del celibato vino en el Segundo Concilio de Letrán en 1139 con el Papa Gregorio VII. Lejos de ser una ley impuesta al sacerdocio medieval, fue la aceptación del celibato sacerdotal siglos antes y se llevó, en carácter de universal, hasta el siglo XII.
4.- El celibato enfatiza el único rol del sacerdocio.
Como representante de Cristo, el sacerdote entiende su identidad en el seguimiento del modelo impuesto por Jesús; un hombre que vivió su vida en perfecta castidad y consagración a Dios. El Arzobispo Crescenzio Sepe de Grado dice: El ser y el actuar de un sacerdote debe ser como Cristo: indivisible. Por lo tanto el sacerdocio sacramental es sagrado, algo separado del resto del mundo. Cristo sacrificó su vida por su esposa, la Santa Iglesia, y el sacerdote ofrece su vida por el bien del pueblo de Cristo.
5.- El celibato permite a los sacerdotes tener como prioridad a la iglesia.
Para describir el rol de los sacerdotes utilizamos la imagen del matrimonio. Tal como el matrimonio es la donación total de una persona al otro, el sacerdocio requiere la total donación a la Iglesia. El primer deber de un sacerdote es hacia su rebaño, mientras que el primer deber de un esposo es a su esposa. Un sacerdote célibe dedica todo su tiempo a los feligreses sin la responsabilidad de atender a su familia. También siempre están disponibles para ir donde sea cuando es necesario, aunque tengan que trasladarse a una nueva parroquia o atendiendo a sus feligreses durante la noche.
(fuente: www.churchforum.org.mx)
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