Si es posible que la redención esté en medio nuestro con el mensaje de buena noticia y la actualización del misterio de la Alianza, ya ahora definitivo en Cristo, es porque María dijo que sí, dijo: “Hágase en mí, según tu palabra”.
Al anuncio de que Ella dará a luz al hijo del altísimo, sin conocer varón, por obra del Espíritu Santo, María respondió por la obediencia de la fe, según la expresión de Romanos 1, 5. Segura de que nada hay imposible para Dios. Y por eso ha dicho con toda verdad, “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” y así dando Ella su consentimiento, a la palabra de Dios, llegó ser Madre de Jesús. Aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera. Se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su hijo para servir en su dependencia y con Él, por la gracia de Dios, al misterio de la redención. Ella, como dice San Ideneo, por su obediencia, fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano y agrega, por eso no pocos padres antiguos en su predicación, coincidieron con afirmar: “El mundo, de la desobediencia de Eva, lo desató la obediencia de María”. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen por su fe.
Y en esto de atar y desatar, nosotros nos detenemos junto a la devoción de la Desatanudos, a la cual le confiamos nuestra red para que en cada corazón de los oyentes se desate por un sí renovado, lo que aparece tan enredado en el camino de la vida, vínculos, relaciones, situaciones laborales, estado de ánimos. Realidad de un mundo complejo que pide un nuevo horizonte, pero que está como empantanado en sí mismo.
Echando una mirada en la Desatanudos, en la catequesis de hoy, quisiéramos renovar nuestro sí de confianza en Dios, pidiéndole que nos lleva hasta donde nos quiera conducir y desate los enredos que el mal espíritu obra en el corazón mismo, de cada uno de nosotros, de los ambientes en donde nos movemos, para que se haga luz y por el sí de María se desaten los nudos que la desobediencia ató en medio nuestro.
Hoy te invitamos a compartir: Qué situaciones de la vida necesitas dejar en el corazón de María, para que por su sí y su mediación se desaten.
Cuando María visitó a Isabel, ésta la recibió con gran alegría y llena del Espíritu Santo, exclamó: “Dichosa la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas departe del Señor. Lucas, se sirve del episodio de la visitación, para sacar a la luz lo que había realizado en el secreto de Nazaret el mismo Dios y que solamente en el diálogo con una interlocutora podía ser manifestado y asumir un carácter objetivo y público. Lo que de extraordinario ocurrió en Nazaret, después del saludo del Ángel, es que María creyó, convirtiéndose así en Madre del Señor.
No hay duda de que en éste haber creído, se refiere a la respuesta que María da al Ángel. “Aquí está, la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra”.
Tal vez la manera de salir de las situaciones más enredadas, engorrosas, difíciles, empantanadas, sea decirle a Dios que en medio de las sombras, las oscuridades, los sin sentidos, creemos de que Él tiene para nosotros un camino.
Como dice Ignacio de Loyola, cuando estamos en desolación pensemos que pronto estaremos consolados y que allí donde estamos tentados o viviendo situaciones complejas, difíciles de resolver, Dios nos da la gracia suficiente para salir adelante, éste espíritu creyente, ese que nos trae María en la catequesis de hoy, para enseñarnos con su Sí, a decir sí en medio de nuestras sombras.
El Sí de María, el Sí profundo de su corazón que es como una tabla en blanco donde se escribe el plan de Dios, es el acto de fe, el acto de comportamiento religioso más elevado. La disponibilidad pasiva, unida a la prontitud activa, el vacío más profundo que acompaña a las más grandes de las plenitudes y compromisos. Con su respuesta, María, dice Orígenes, es como si dijese a Dios: “Aquí estoy yo, una página en blanco, escriba el escritor lo que quiera, hágase de mí aquello que el Señor quiera”. Ojalá también nosotros podamos decir lo mismo, que en nuestro sí, en nuestro amén de hoy, se escriba la página que el cielo tenía prevista para que el guión eterno, encuentre en nosotros su mejor rodaje.
Lo importante es ofrecerse desde lo más profundo, al estilo de María, y confiar en la fe, en medio también de las sombras y de los enredos con los que nos podemos encontrar, de que Dios abre camino donde no lo hay. Ella, que es una prudente servidora del Señor, pregunta “¿Cómo va a ser esto?, yo no conozco varón”. Su pregunta en realidad es una pregunta que no duda, no es una pregunta que esté marcada por, digámoslo así, la duda que pudiera haber en su corazón, es una pregunta que se abre a lo que Dios quiera. El Fiat de María sigue siendo pleno y sin condiciones, surge espontáneo. La comparación de este Fiat pronunciado por María, con el Sí que resuena en otros momentos cruciales de la historia de la salvación, el Sí de Dios al comienzo de la creación, “Hágase la luz” y el Sí de Jesús, “Que se haga en mí según tu voluntad Padre y no la mía”, en Getsemaní, los tres Sí, el de la voluntad creadora, el de la voluntad redentora de Jesús y el de la voluntad colaborativa con la redención de María, son tres sí que marcan la historia.
También nuestro sí, en medio del camino, y en el momento en el que nos encontramos, marca un rumbo distinto para los tiempos que Dios tiene preparado para nosotros. Digamos nuestro amén junto a María.
En un instante, decía Ranner, que ya nunca declinará y que permanece válido para toda la eternidad, la palabra de María, fue la palabra de toda la humanidad, y su Sí el amén de toda la creación al Sí de Dios. En Ella es como si Dios interpelase nuevamente la libertad creada, ofreciéndose y ofreciendo una posibilidad de rescate. Se trata entonces de leer el querer de Dios y decirle que sí. En el proceso de lectura a la voluntad Divina, sin duda la gracia de la discreción de Espíritu, es clave, es decir, preguntarnos y buscando la voluntad de Dios, ¿Qué quiere Dios? Y hallarla. Y habiéndola encontrado, descubrir que nos alcanza con la gracia suficiente que Dios nos regala a cada paso para responder que sí, no desde cualquier lugar, ni en cualquier momento, sino, en el aquí y el ahora, en el presente donde se juega la gracia de nuestra plenitud, porque el pasado está en la misericordia de Dios y el futuro será su providencia. El presente, el hoy, es el tiempo de la salvación. Que sea Sí, en cada segundo de este 7 de mayo del 2012, y que sea consciente, que sea luminoso, que sea descubriendo en humildad y sencillez, el querer de Dios. Que nuestro amén, se una al de María, para que se haga luz de redención también en estos tiempos y se desenrede aquella madeja de dificultades con las que a veces sentimos nos enredan para no poder avanzar.
Dice un padre de la iglesia, Eva cuando aún era virgen, concibió la palabra que dijo a la serpiente y lo que trajo a la luz fue la desobediencia y lo que generó como fruto fue la muerte. María, la virgen, habiendo concebido fe y alegría al darle al ángel la Buena Nueva respondió:”Hágase en mí según tu palabra”. Lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, lo desató María por la fe.
De las palabras de Santa Isabel, “Dichosa la que ha creído”, se ve como ya en el evangelio la maternidad divina de María, no se entiende solamente como maternidad física sino sobre todo como maternidad espiritual, fundamentada en la fe. Nosotros que nos sentimos partícipes y colaboradores del proyecto de Dios para un mundo nuevo, sabemos que engendrar este mundo nuevo, es un parto que supone una acogida de vida nueva en nosotros. Lo hacemos también desde la fe, junto a María, la Madre del hombre nuevo y del mundo nuevo.
Que allí en el silencio y en la oscuridad, en la sencillez, brote nuestro sí frente a una humanidad que necesita nacer de nuevo, que aún cuando no veamos el horizonte con el que Dios nos invita a verdaderamente creer que es posible un tiempo nuevo, digamos que sí. También en la oscuridad sabiendo que en la noche, en el silencio y en lo sencillo, cómo en María, se gesta la vida.
El acto de fe de María, a simple vista parece un gesto fácil, sencillo, simple, incluso que uno daría por descontado de que así tenía que ser, convertirse en Madre de un Rey que había reinado eternamente sobre la casa de Jacob, madre del Mesías. Era esto con lo que cualquier muchacha de su tiempo podría soñar, pero es esto una manera de razonar muy nuestro, demasiado humano o carnal. La verdadera fe no es nunca un privilegio o un honor sino que siempre significa una pascua, un morir y así fue sobre todo la fe de María en este momento. Ante todo Dios nunca engaña, nunca arranca a las criaturas su consentimiento furtivamente, escondiéndoles las consecuencias que devienen después del el encuentro. Podemos ver en todas las grandes llamadas de Dios. A Jeremías le anuncia “Te harán la guerra”, y a Ananías le dice de Pablo “Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”. ¿Habría actuado Dios de una forma distinta con María, para una misión como la suya? En la luz del Espíritu Santo que acompaña la llamada de Dios, Ella ha percibido ciertamente que tampoco su camino será distinto de los demás llamados. Por otra parte bien pronto Simeón dará expresión a este presentimiento mariano cuando le diga: “Una espada traspasará tu corazón”.
escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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