Nació en Antioquía, hoy el sur de Turquía, probablemente en el año 349. En los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa. Estudió retórica y filosofía con eminentes maestros paganos. Luego, por recomendación de su obispo Meletio, comenzó sus estudios teológicos con Diódoro de Tarso. Cuando murió su madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante 6 años. De allí, por problemas de salud, regresó a la ciudad de Antioquía y fue ordenado diácono, y después de 5 años fue ordenado sacerdote, convirtiéndose en un celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia de Antioquía.
La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por sus cualidades oratorias y su profunda cultura, de allí el sobrenombre de Crisóstomo, es decir “boca de oro”, que le fue dado después por los bizantinos. Fue llamado a suceder al patriarca Netario en la cátedra de Constantinopla. Emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscitó admiración y desconcierto. Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático, y por eso no se cuidó de las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudósia; inmediatamente después fue llamado por el emperador Arcadio, pero luego de dos meses fue nuevamente desterrado. Durante este último viaje, el 14 de septiembre del año 407, murió. De sus numerosos escritos, de los cuales se conservan 17 tratados y más de 700 homilías, se tiene un pequeño volumen sobre el sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.
Revisemos ahora algunas de las características principales del carisma de San Juan Crisóstomo que unifican su vida en la coherencia de doctrina y en acciones.
Vida contemplativa y acción social en armonía
Desde muy joven, Juan se sintió movido a la vida ascética en el desierto. Se integró a una comunidad de monjes, en la que meditó “las leyes de Cristo” en el Evangelio. La vida contemplativa le hacía sentirse en plenitud, pero pronto tuvo que regresar a la ciudad y enfrentar la vida de pastor. ¿Sería ésta una ocasión de oponer con violencia ambos tipos de vida: el monástico y el pastoral? No. Juan supo sacar la sabiduría de sus años como monje y la compartió para el bien de sus fieles. Por tanto, podemos decir que, dentro de los méritos atribuibles a este obispo de Constantinopla está el principio que armoniza la vida contemplativa con la pastoral: “Contemplar para dar lo contemplado”
Al respecto, Benedicto XVI comenta un pasaje de la vida del Crisóstomo: ” En efecto, escribirá él mismo que, ante la alternativa de elegir entre las vicisitudes del gobierno de la Iglesia y la tranquilidad de la vida monástica, preferiría mil veces el servicio pastoral (Cfr. Sobre el sacerdocio, 6, 7): precisamente a este servicio se sentía llamado san Juan Crisóstomo. Y aquí se realiza el giro decisivo de la historia de su vocación: pastor de almas a tiempo completo. La intimidad con la palabra de Dios cultivada durante los años de vida eremítica, había madurado en él la urgencia irresistible de predicar el Evangelio, de dar a los demás lo que él había recibido en los años de meditación. El ideal misionero lo impulsó así, alma de fuego, a la solicitud pastoral.” ( 2 Benedicto XVI)
La Predicación, el eje de la vida pastoral
Crisóstomo significa “boca de oro” en lengua griega. Debido a sus grandes habilidades en oratoria y retórica, Juan recibió este sobrenombre. Aprendió Juan elementos de retórica y oratoria desde su juventud. Si bien, durante su etapa monástica no potencializó estas habilidades, de vuelta a la ciudad de Antioquía le sirvieron para volver muchas almas al camino de Cristo. Como pastor, Juan fue un solícito educador. Compartía su sabiduría con los fieles a través de las predicaciones que tomaban lugar en el seno de la reunión comunitaria. De este modo, Juan actuaba como un padre que educa a sus hijos y los insta a tomar la virtud para ser óptimos.
“La predicación de san Juan Crisóstomo se desarrollaba habitualmente durante la liturgia. “lugar” en el que la comunidad se construye con la Palabra y la Eucaristía. Aquí la asamblea reunida expresa la única Iglesia (Homilía 8,7 sobre la carta a los Romanos); en todo lugar la misma palabra se dirige a todos (Homilía 24, 2 sobre la Primera Carta a los Corintios) y la comunión eucarística se convierte en signo eficaz de unidad (Homilía 32, 7 sobre el Evangelio de San Mateo)
La vida social es coherente con la Palabra recibida
Sobre la vida social, Benedicto XVI sigue al Crisóstomo, diciendo queque “en alguna medida cada uno es responsable de la salvación de los demás” (2) ¿A qué se refiere cuando habla de salvación? Sin duda a la optimación en Dios en la aceptación de su gracia, pero también a la mejoría de las condiciones materiales de la vida terrena. Al respecto mencionemos que para Juan Crisóstomo, el sacramento del bautismo nos convierte en reyes, sacerdotes y profetas. “De aquí brota el deber fundamental de la misión, porque cada uno en aluna medida e responsable de la salvación de los demás: “Este es el principio de nuestra vida social, no interesarnos sólo por nosotros mismos” “ (Homilía 9,2 sobre el Génesis)
Siguiendo esta línea, en la que la vida de caridad se hace acción concreta que sigue la Palabra de Cristo, el Crisóstomo se convirtió en un solícito benefactor de los pobres. Por ello recibió el apodo de “el limosnero”. En sus sermones hizo énfasis en el compartimiento de la riqueza, por lo que instó a sus fieles a compartir sus bienes para reparar las necesidades de los pobres no gastando en lujos. Él mismo llevó en su palacio una vida austera, que fue imitada por sacerdotes, religiosos, monjas, nobles y ciudadanos.
Bibliografía:
(1) BENEDICTO XVI “San Juan Crisóstomo” en Los Padres de la Iglesia, Buena Prensa, México, 2009. pp. 115-126.
(2) Ibíd. P. 120. SALESMAN,E, “San Juan Crisóstomo” en Vidas de Santos, Tomo IV, Apostolado Bíblico Católico, Bogotá, 1994,pp. 428-435.
(fuente: www.encuentra.com)
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