· La presencia de Dios en todas las cosas
Uno de los atributos divinos, esto es, una de sus características esenciales es la Inmensidad. Por la inmensidad, Dios esta presente en todas partes sin que pueda existir criatura o lugar alguno donde no se encuentre Dios.
La Sagrada Escritura nos enseña esto, particularmente el salmo 138,7 “¿Adonde iré Señor que me esconda de tu espíritu? ¿Adonde huir para escapar de tu mirada? Si me remonto hasta los cielos, allí estas Tú, si desciendo a la morada de los muertos también estas allí.” Es lo que hace decir a San Pablo en el Areópago “Dios que creo el mundo y es Señor del cielo y de la tierra….no está lejos de cada uno de nosotros, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos.”(Hch 17,28).
Dios en efecto, lo ve todo, conserva todas las cosas en su existencia e inclina a cada criatura a los actos que le convienen. Es Él, el foco de donde dimana la vida de la creación y la energía central que todo lo que atrae hacia Sí.
· La Eucaristía
De todos los ejercicios y practicas de piedad ninguno hay cuya eficacia santificadora pueda compararse a la digna recepción del sacramento de la Eucaristía. Es Cristo mismo quien viene a nosotros con su Cuerpo, Alma y Divinidad. Pero a diferencia del alimento material que consumimos ordinariamente, en este caso no somos nosotros los que asimilamos a Cristo, sino que es Él quien nos diviniza y transforma en Sí mismo. En la Eucaristía alcanza el cristiano su máxima cristificación.
Y he aquí uno de los misterios más grandes del amor de Dios a los hombres. Dios se hospeda en nuestra alma. Así es, el Divino Rey viene con su corte al palacio de nuestra de alma y vive en ella.
Dice santa Teresa, donde esta Dios, ahí esta el cielo, pues los ángeles no pueden dejar de alabarle donde quiera que este. En esos instantes que la Eucaristía está en mi cuerpo, todo el cielo lo está. El cielo esta en mí!!! Que milagro del amor de Dios. Por eso debemos preparar nuestra alma correctamente antes de comulgar para recibir a la corte celestial en un palacio digno.
· La Inhabitación Trinitaria
La Inhabitación Trinitaria es la presencia especial de Dios en un alma en estado de gracia. Jesús nos dice: “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, y mi padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Nos dice: Vendremos ¿Quiénes son los que vendrán? El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo que jamás se separa de ellos. Y agrega el Señor: Y haremos morada en él. O sea, no es que vienen y se van, sino que permanecen en nosotros mientras cumplamos la palabra de Dios, esto es, miestras no pequemos mortalmente y conservemos el estado de Gracia.
La presencia intima de Dios Uno y Trino como padre y como amigo, constituye la esencia misma de la Inhabitación Trinitaria en el alma. Es el gran regalo de Dios, pues nos da una posesión real y verdadera del mismo ser infinito de Dios. Es como la encarnación o inserción en nuestras almas de lo absolutamente divino: el mismo ser de Dios tal y como es en Sí mismo Uno en esencia y Trino en personas. Santa Isabel de la Trinidad explica la presencia de Dios en el alma con palabras llenas de su experiencia mística y con una profundidad magistral. “Dios esta en nosotros si estamos en gracia, el cielo es Dios, por tanto, el cielo está en nosotros”
A veces las preocupaciones del mundo hacen que olvidemos estos regalos maravillosos de Dios. Vaya regalo, el cielo mismo, el trono de Dios está en nuestra alma. Por eso si estas mal en tu vida, alejado de Dios, o es tu cumpleaños quizá o un día especial. Si sientes que los problemas te agobian o si estas bien pero no lo considerabas, te invito a meditar sobre esto y llenar tu vida con el gozo que da el ser amados por Dios, porque EL CIELO ESTA EN NOSOTROS.
(Fuente: Nelson Ortega para Yo Creo ®)
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