Celebrar a los santos no menoscaba la Gloria de Dios, por el contrario, exalta la obra de la Santa Trinidad que ha querido hacer partícipes a los hombres de su propia santidad.
El culto a los santos es un tema que despierta dudas tanto dentro como fuera de la comunidad de creyentes. La pregunta es simple ¿Por qué si Dios es Único y fuente de toda salvación se rinde culto a seres humanos? ¿Dios necesita intermediarios para prodigar sus gracias a los hombres?
Efectivamente no es una cuestió menor. Católicos y ortodoxos han celebrado por siglos fiestas dedicadas a los santos. Por el contrario, los cristianos de las iglesias de la reforma, han visto en ello una práctica que no responde al Evangelio.
Es cierto que las expresiones populares de veneración a los santos (tan ricas y variadas en diferentes partes del mundo) pueden ser exageradas o estar mestizadas con elementos ajenos al Evangelio. Sin embargo, detrás de esas costumbres que -tal vez- deban ser purificadas, se encuentra la certeza que brinda la Fe de que el Misterio de Dios se refleja en sus santos.
Para poner en claro lo que estamos diciendo, veamos cómo celebra la Iglesia la Eucaristía. A continuación reproducimos el texto del prefacio de santos I (la oración que reza el sacerdote al principio de la plegaria eucarística):
"En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se marchita, por Cristo, Señor nuestro. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, cantamos sin cesar el himno de alabanza"
En esta oración, en cierta medida, se condensa toda la teología y el sentido del culto que la Iglesia rinde a los santos.
Se glorifica al Padre, Santo y fuente de toda santidad. Esa santidad se manifiesta en los santos, personas que han vivido su vida cristiana hasta un grado heroico, que han respondido con su libertad a la sobreabundante Gracia de Dios. Son hombres y mujeres que han hecho de su existencia una verdadera alabanza a la Santísima Trinidad. Nos referimos tanto a aquellos que son reconocidos públicamente por medio de una canonización como a la muchedumbre de santos "anónimos" que viven en Dios (1).
Ciertamente que la gloria de Dios se manifiesta en toda la creación, pero en los hombres cobra una relevancia especial, pues la creación y redención de la humanidad es la coronación de su obra. Resplandece entonces en las santos la Gloria de Dios, se refleja en ellos como la luz del sol en la superficie de la Luna.
Al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Hay realmente mérito en la persona que ha abierto su corazón a la Gracia de Dios, que ha sido rescatada y elevada en Cristo. Sí, porque la libertad humana nunca queda abolida, por el contrario, la Gracia restaura una libertad oscurecida por el pecado y la plenifica, Por ello mismo, reconocer los méritos de los santos no disminuye la obra de Dios, la exalta. "Todo es Gracia", afirmaba San Agustín, incluso la libertad.
La Iglesia, Cuerpo de Cristo, es una unidad espiritual donde los santos constituyen aquella porción que ya goza de la plenitud de la salvación. Pero unidos a todos los que formamos parte de ese Cuerpo (Que vive únicamente de Cristo, su Cabeza), los santos son verdaderos ejemplos de vida y santidad para los creyentes; alaban a Dios en su gloria unidos a la Iglesia terrena y así como aquí pedimos en nuestras oraciones por otras personas, los santos interceden por quienes aún peregrinamos en este mundo. Además son un estímulo para alcanzar las promesas de Dios pues ellos han recorrido con éxito el camino estrecho que conduce a la "Vida".
Grande es el Misterio de la Redención, por el que La Santísima Trinidad ha querido hacernos partícipes de su gloria, los santos son la primicia de lo que espera a quienes- en palabras del apóstol Pablo- concluyen su carrera y conservan la Fe.
Por eso la oración que continúa al prefacio es un himno de alabanza al Único Dios, fuente de toda santidad, un himno con el que la Iglesia terrena suma su voz a la iglesia celestial:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
M.N. © Yo Creo
(1) En la fiesta de Todos los Santos se celebra tanto a los reconocidos por la iglesia, como a los hombres y mujeres que han vivido santamente y ya gozan de la presencia de Dios aunque sus nombres sean desconocidos para nosotros.
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