Conocí a mucha gente que busca a Dios. Pero me quiero centrar en aquellos que realmente han logrado avances impresionantes. Los que me enseñan a buscar su Rostro día a día. Esos hombres y mujeres que viven entregando su vida al Señor.
No sé en otros casos, pero en estas personas que yo conozco bien, el miedo al castigo no existe. Es decir, ellos no siguen a Dios porque temen el infierno. Ni tampoco porque esperan una recompensa de Él. No lo siguen para que “los mande al Cielo”.
Pido que se me entienda bien: sí esperan vivir con Dios por siempre en el Paraíso, pero no lo siguen por eso. Y también son conscientes de sus pecados. Pero no temen al infierno; confían en la Misericordia del Señor (Mt 12. 7).
Entonces, ¿para qué siguen a Dios estas personas? Bien, hay sólo una respuesta: están enamorados de Dios. Lo aman de tal manera que no desean sino seguirlo. A tal punto es esto cierto (maravilla de maravillas), que dan toda su vida por Él, por su Reino. Esto se plasma en el mandamiento de Jesús: amar a Dios y al prójimo (Mt 22. 35-40). Son personas resplandecientes de vida, transparentes. Llenas de amor y misericordia. Son los de corazón puro que habla Jesús en las Bienaventuranzas (Mt 5. 3-12).
No deja de sorprenderme la forma en que estas personas aman al Señor y la increíble gratitud de sus corazones para con ÉL. Son gente alegre, agradecida con la vida regalada por Dios. Son personas que viven una comunión sublime con el que ellos llaman su Padre Dios. ¡Saben que Dios es su papá!
Y no pueden ocultar semejante plenitud. En ellos veo lo que dice Jesús cuando enseña que sus discípulos son la sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5. 13-14). Van impregnando de luz todos los lugares que habitan. Y esto se nota. Mucho.
Ojalá podamos nosotros también llegar a esta plenitud de gracia. A este amor por Dios tan grande, que nos lleve la vida entera. No creo que exista algo tan increíble, tan magnánimo. Y ojalá recordemos también que todos estamos llamados a vivir así. A vivir esa vida plena de luz.
Y entonces comprenderemos las escrituras, cuando nos enseñan: “Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman.” (1 Cor 2. 9) ¡Ojalá respondamos al llamado!
(fuente: caminoaldiosvivo.wordpress.com)
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