El espacio fue creado hace 10 años por Cáritas Bahía Blanca con el objetivo de ofrecer a los jóvenes de la ciudad y alrededores un lugar de participación, proyección laboral y crecimiento personal y grupal. A partir de diversas estrategias educativas integrales se trabaja sobre la organización grupal y participación en la toma de desiciones.
El trabajo de los participantes de la Granja se planifica en dos etapas, una primera de formación que tiene como prioridades el aprendizaje y la integración grupal. Y una segunda, de producción, en la que son protagonistas los jóvenes con intenciones de conformar un emprendimiento asociativo basado en las producciones propias del lugar.Además, Los Tamariscos tiene un espacio de fortalecimiento escolar, capacitación técnica para el manejo y gestión de las producciones, talleres de artesanías, espacios de reflexión y debate.
Este año Los Tamariscos festeja su décimo aniversario valorando los logros obtenidos: “Este espacio permitió en todo este tiempo la conformación de grupos de pertenencia, que se sostienen en el tiempo. Hubo casos en los que sirvió de motivación para que muchos jóvenes finalizarán los estudios secundarios y para otros fue una posibilidad de adquirir conocimientos relacionados con la educación formal, a pesar de no estar insertos en el sistema educativo formal”, detallan desde la coordinación.
“El trabajo en la Granja les permite a los chicos generar capacidades para la gestión de emprendimientos productivos y amplia el abanico de posibilidades de desarrollo laboral a futuro. Además, construyen una alternativa laboral en el marco de la Economía Solidaria que produce un ingreso económico digno y respeta las condiciones de trabajo. Estos fueron logros muy importantes en el ámbito social”, añaden desde la coordinación.
“Además, a nivel económico comercializan los productos en el marco de la Economía Solidaria, lo cual es un ingreso para ellos al mismo tiempo que se evidencia la posibilidad de producción agro-ecológica en forma sustentable”, concluyen.
Mucho más que un ingeniero
Pablo García tiene 35 años, es coordinador de la Granja Agro-ecológica Los Tamariscos y vicedirector de Cáritas Bahía Blanca.
En 2003 surgió el proyecto de la Granja en respuesta a diversas problemáticas de jóvenes, en ese entonces la propuesta de la coordinación le llegó a Pablo: “Yo no estaba en Bahía, estaba trabajando afuera cuando desde Cáritas me convocaron porque muchos me conocían y suponían que yo podría aportar a esta iniciativa. Y así me sumé, para empezar a darle forma a esto”, recuerda.
“Yo soy ingeniero agrónomo, terminé justo en ese tiempo, antes de arrancar acá. Para mí fue un poco la posibilidad de laburar en algo que a mí siempre me interesó y que era poder sintetizar lo profesional de la agronomía, de lo técnico, duro, con el aspecto social Fue un desafío durante toda la carrera, pensar cómo insertarse laboralmente relacionando estas dos cosas: lo social y las necesidades de la gente con lo técnico. No quería desempeñarme como ingeniero agrónomo en una empresa o en cualquier sector productivo”, explica.
“Para mí, la granja, en lo personal, es la síntesis de eso: de lo profesional, lo social, el rol, el deber como ciudadano y es una opción, permanentemente. Porque no es que haya habido ofertas laborales, pero uno podría elegir lo laboral por el lado de lo económico solamente, que no es mi caso”, sostiene.
“Hay un desafío muy grande, una opción que no es solamente trabajar por el salario, sino por la construcción en sí mismo y que a partir de la formación de una familia, también uno pone esos valores sobre la mesa de la familia. Laburar en esto tiene estas cosas, no nos vamos a llenar de plata, pero hacemos lo que creemos que tenemos que hacer”, asegura.
El camino hacia la granja
Carlos Garner coordina junto con Pablo García la Granja Agro-ecológica Los Tamariscos, que Cáritas desarrolla hace 10 años en Bahía Blanca.
Acostumbrado a vivir en zonas rurales, Carlos se siente muy familiarizado con su lugar de trabajo. “Mi familia es y vive en Viedma, Provincia de Río Negro, yo me vine con mi novia y vivimos y trabajamos acá; ella como docente y yo en la Granja”, explica.
Desde joven Carlos participó de diferentes espacios comunitarios de Cáritas: “Estuve en grupos juveniles, en barrios, haciendo oratorios con los salesianos y haciendo la Colecta, visitando las casas. Más adelante, colaboraba en algunos proyectos, convocaban jóvenes para trabajar en algún lado, para ayudar a alguna familia que tenían alguna dificultad e íbamos ahí”, recuerda.
“A medida que más participaba más conocía de Cáritas, ahí conocí que Cáritas no era solamente una vez al año, con la Colecta, sino además durante el año con actividades, mucha gente que colaboraba en los talleres, los roperos, la comida que se daba en las parroquias y casas”, asegura.
“Así – continúa - mi relación con Cáritas fue creciendo y al día de hoy trabajando justamente en un proyecto de Cáritas que no pensé nunca. Me lo propusieron hace bastante tiempo pero por cuestiones de la vida no se dio, me puse a estudiar y a trabajar. Y ahora, que terminé mis estudios se dio nuevamente cuando nos vinimos a vivir con mi novia a Bahía. Y acá estoy, acompañando a los jóvenes de la granja en su proceso y aprendiendo junto con ellos”, describe.
Pensar de otra forma
Joel Rivas vive con sus padres y sus tres hermanos en Villa Serra, Bahía Blanca. Desde hace tres años, participa en la Granja Agroecológica Los Tamariscos que Cáritas desarrolla hace ya 10 años.
“Mi mamá es ama de casa y también limpia en otros lugares, mi papá es perito recibidor de grano, trabaja en la planta. Sería como una parada de ómnibus, donde pasan los camiones a verificar que el maíz esté todo bien, después eso va para el puerto”, describe.
“Cuando yo estaba en la escuela tenía de compañero a Emanuel (Onoratto) quién me hizo entrar en la granja, un día me preguntó y dije bueno vamos a ver cómo es. Así vine y acá me quedé porque me gustó mucho”, expresa.
“La Granja ayudó mucho en varios aspectos, a estudiar porque nos traen una maestra para que nos ayude y por si te llevas alguna materia. Yo tuve que dejar la escuela pero tengo pensado retomarla y terminar los dos o tres años que me faltan. También me ayudó a no estar tanto en la calle ni en otras cosas, en ese sentido tuvo mucho que ver y me ayudó a cambiar, a pensar de otra forma”, comparte.
“Nos llevamos todos bien, con todos los compañeros, con los coordinadores y además tenemos contacto con otra Granja. Arrancamos tempranito, nos reunimos compartimos un rato y luego nos dividimos las tareas. Y al medio día terminamos algunos días, otros nos quedamos hasta la tarde. Esos días a las cinco y media terminamos y nos queda tiempo para estudiar o compartir con la familia”, afirma.
Joel realiza diversas tareas en La Granja: “le damos comida y atendemos a los animales, hacemos limpieza, desinfección, arreglamos alguna cosa que haya rota, y otras actividades que van surgiendo”, detalla Joel y agrega: “Antes hacíamos pan y se va a volver a implementar, nos turnábamos y todos los lunes una pareja diferente era la encargada de elaborarlo”.
Un Angelito en la granja
Ángel Cejas es participante del proyecto productivo y educativo que Cáritas Bahía Blanca desarrolla a través de la Granja Agroecológica Los Tamariscos. Vive con su madre y su hermana, en Villa Sierra. “Vivimos solitos, mi mamá trabaja de noche, en un geriátrico entonces yo cuido a mi hermanita”, describe.
Todas las mañanas, Ángel va a la Granja, donde realiza diversas tareas de huerta y cuidado de animales. “Los chanchos son lo que más me gusta, darles de comer, cuidarlos. Esa es mi actividad preferida, me gusta ir y hablarles, a algunos les pongo nombre. A una chancha le digo Juana, por Juana la Loca, la otra se llama Rosa”, comparte divertido.
Ángel llegó a la Granja hace un año y medio. “Mi abuela le preguntaba a Pablo – coordinador - si me podía hacer entrar. Pablo les preguntó a los chicos cómo era yo, a ver si me conocían pero con ellos no estaba todo bien. Además, los que ya estaban eran todos amigos entre sí y yo llegué solito y me fui ganando la amistad acá”, recuerda.
“Cuando entré fue lo mejor que me pasó. Empecé y me hice amigo de todos y la granja me gustó porque vengo acá y me olvido de todo. Trabajo, tomamos unos mates, charlamos de todo y nos hacemos amigos. Al día de hoy, los amigos que tengo los hice acá. Quiero seguir estando acá porque estoy bien y me gusta. Venís, estás re tranquilo, te alejás de todo, está bueno”, resalta.
“Todo lo posible lo hice y lo puse en este lugar y esta re bueno porque estar acá te ayuda. Yo cambié mucho estando acá. Además, a mi mamá también le gusta, ella sabe que esto me cambió un montón, me dijo que tengo otra forma de pensar de lo que era antes, que me formó más”, destaca.
“Antes andaba en la calle todo el día, ahora vengo acá, termino cansado, voy a mi casa, me baño, como algo y por ahí a veces salgo a buscar a los amigos. Y como que pienso más las cosas antes de hacerlas y si digo las hago sé lo que estoy haciendo, como que me doy cuenta de las cosas”, compara.
(fuente: www.caritas.org.ar)
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