CIUDAD DEL VATICANO, jueves 20 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aprobó esta mañana la promulgación del decreto sobre el milagro atribuído al venerable José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote cordobés que vivió entre 1840 y 1914. Con ello, se abre la vía a la beatificación, que se espera tenga lugar hacia fines de 2013.
La noticia se dio a conocer tras recibir el santo padre en audiencia al cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Durante la mañana, el papa aprobó también la promulgación del decreto sobre las virtudes del papa Pablo VI, Giovanni Battista Montini. En el mismo documento se aprueban los martirios y milagros atribuidos a diversos cristianos ya elevados a la gloria de los altares o en camino a la canonización.
El proceso de canonización del conocido popularmente como "cura Brochero" se inició en la década de los 60 del siglo XX. La certeza de la beatificación quedó sellada despues que una junta médica convocada por el Vaticano llegara a la conclusión que la recuperación de un niño, tras un accidente de tráfico, excedió la explicación científica. "Siete médicos dijeron que la curación del nene fue milagrosa", explicó en una entrevista monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y delegado episcopal para las Causas de los Santos en la Argentina.
Tras conocer el informe de los profesionales de la salud, los teólogos de la Santa Sede votaron en forma positiva, sin elevar objeción al presunto milagro. Así, la Congregación de las Causas de los Santos entregó meses atrás su veredicto al Papa, a la espera de la firma del decreto de beatificación.
Brochero, discípulo misionero de Jesucristo
Nació el 16 de Marzo de 1840 en un paraje llamado “Carreta Quemada” en las cercanías de Santa Rosa del Río Primero, provincia de Córdoba, siendo bautizado al otro día de su nacimiento en la parroquia de Santa Rosa. A los 16 años entró en el Seminario Mayor de Córdoba “Nuestra Señora de Loreto”, donde recibió su formación sacerdotal, y en las aulas de la Universidad de Córdoba cursó sus estudios filosóficos y teológicos. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el obispo José Vicente Ramírez de Arellano y dijo su Primera Misa en la Capilla del Seminario en la festividad de Nuestra Señora de Loreto. Fue nombrado prefecto de Estudios del Seminario e inició su vida pastoral en la catedral de Córdoba. En 1869, se recibió de Maestro en Filosofía por la Universidad y en noviembre de 1869 el obispo lo destinó a Traslasierra a hacerse cargo del Curato de San Alberto. Más tarde es nombrado Párroco de Villa del Tránsito, actualmente Villa Cura Brochero, desde donde desplegó su intenso ministerio pastoral. Murió leproso y ciego en esa Villa el 26 de enero 1914, a los 74 años de edad.
Un rasgo típico de su vida sacerdotal fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios no de forma general y abstracta sino aplicada a las circunstancias concretas de la vida. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y que luego se expande en la acción apostólica. Convencido de que los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola eran un medio excelente para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios en donde llegaron a darse tandas hasta de 800 participantes cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres. Estos "baños del alma", como denominaba a los Ejercicios Espirituales ignacianos, le llevó a predicarlos también en otras partes del país (Santiago del Estero, Tucumán) y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba.
En cada una de las etapas de su vida sacerdotal, el Cura Brochero se interesó también por el desarrollo socioeconómico de sus fieles, la enseñanza, los caminos, el ferrocarril. Su corazón sacerdotal se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana. Sus gestos sacerdotales procedían del amor de Cristo Pastor que busca al hombre necesitado de paz y de perdón, de justicia, de verdad. Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio". Brochero conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril) y finalmente, su lepra.
Mirando su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Ya lo señalaba un periodista en un artículo escrito en un diario cordobés en 1887: "Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio... ¡y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero".
Otro rasgo de su estilo sacerdotal fue la clara conciencia de que Dios es la fuente auténtica de la dignidad humana y por tanto predicar a Cristo es llevar a todo hombre a una vida más digna y humana. Esta convicción lo llevaba a que en su acción pastoral siempre estuvieran unidos vida en Dios y vida humana más plena. En su mente y corazón de pastor, evangelización y promoción humana formaban un binomio inseparable. A diferencia de muchos sacerdotes de su época, entendió su misión de manera amplia, integral, sin limitarse a lo sacramental, llegando a alcanzar horizontes que aún hoy sorprenden por su audacia, intensidad y amplitud. Su celo evangelizador lo llevó a mejorar las condiciones de vida de sus feligreses: telégrafos, correos, escuelas públicas, caminos, tramitación para conseguir el ferrocarril, promoción del turismo en la zona, proyectos de construcción de un dique, cultivo de peces para alimento de su gente, educación de la mujer a través de la fundación del colegio de niñas con la invalorable cooperación de las Esclavas del Corazón de Jesús.
El Episcopado Argentino en enero de 1964 --en pleno Concilio Vaticano II- expresó a través del cardenal Antonio Caggiano su adhesión a la figura de Brochero: “Como todos los grandes hombres, Brochero fue un ‘precursor’. Se adelantó a las ideas de su tiempo y a los métodos pastorales y misioneros de entonces, buscando nuevas maneras de transmitir íntegramente el mensaje cristiano. De un humilde pueblo de escasa vida espiritual, hizo una auténtica parroquia cuya irradiación espiritual todavía hoy continúa en toda la provincia de Córdoba. Se ocupó tanto del ‘cuerpo de su parroquia’ (cuidados a los necesitados, obras de caridad y misericordia, mejoras materiales en iglesias, caminos, proyecto de ferrocarril, etc.) como del ‘alma’ de la misma (enseñando, predicando, orando, convirtiendo con la palabra y el ejemplo). Amó a su parroquia hasta el fin y dio su vida por ella. Dios quiso que se inmolara en el más doloroso sacrificio, contrayendo la más penosa de las enfermedades: la lepra, en el decurso de las tareas apostólicas. Pero ni esta enfermedad ni la pérdida de la vista que la siguiera, fueron obstáculo para que el Cura Brochero fuera ‘cura hasta el final’, edificando su parroquia hasta el último día de su vida, con su oración, su Misa, su ejemplo, su caridad”.
Por todo esto, los obispos de la provincia de Córdoba afirman que la beatificación del Padre José Gabriel Brochero "es una gracia también para toda la Iglesia que está en la Argentina y para la Iglesia Católica toda. En el misterio de la comunión de los santos, todos crecemos en la Iglesia cuando alguien como el Cura Brochero, vive en plenitud el Evangelio de Jesucristo. En esta espiritualidad de comunión la Iglesia se convierte en testimonio viviente de la Pascua de Cristo".
"Quiera Dios concedernos que todos en la Iglesia --y de manera especial los sacerdotes- recibamos a través de este hecho de gracia que será la Beatificación de Brochero, una profunda invitación a la santidad a la que la vida de Brochero ciertamente nos interpela a través del ejemplo de su vida entregada", añaden.
"Ponemos estos deseos en las manos de nuestra Madre Purísima, a la que tanto amó y veneró José Gabriel del Rosario Brochero", concluyen.
Para más información se puede visitar www.curabrochero.org.ar.
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