Además, por si fuera poco, siempre parece otear en el horizonte el anuncio amenazante de más crisis, más recortes, más medidas, más y más,…ya sea para la semana que viene, o el mes que viene, o el año que viene,… ¡Venga ya!
A nivel personal se impone, es cuestión de supervivencia, afrontar el temporal con optimismo, y plantar cara a los problemas con decisión, con coraje,… Sin embargo, a veces nos sentimos tan arropados por las dificultades que, sencillamente, nos desinflamos.
Descubrimos que no basta con ser simplemente optimistas para que las cosas mejoren. En ocasiones, recibimos tal decepción que nos sentimos hundidos y deprimidos.
Considero que más peligroso que un pesimista, es un optimista ingenuo, que piensa que las cosas van a marchar bien porque sí, aunque su creencia no tenga asidero en la realidad.
Algunos postulan, en contrapartida, un optimismo realista, es decir, tener una actitud básicamente positiva frente a la vida, sin despegar los pies de la realidad que siempre es tozuda, y se impone a todos nos guste o no.
En lenguaje bíblico se habla no tanto de optimismo sino de esperanza, una de las virtudes teologales que junto con la fe y el amor, infunde Dios en nosotros el día de nuestro bautismo.
La esperanza cristiana no sufre los vaivenes del optimismo ciego porque tiene su fundamento en Dios mismo quien, como dice Santa Teresa de Jesús, no se muda, siempre permanece igual.
Pues bien, para atravesar los valles oscuros de esta crisis no basta el optimismo, ni el realista ni mucho menos el ingenuo, necesitamos la virtud grandota de la esperanza, que es gracia de Dios infundida por el Espíritu Santo en nosotros.
¿En qué se fundamenta la esperanza? ¿Cuáles son las razones que la sostienen en medio de las pruebas y los sufrimientos que la vida nos depara? Llevo un tiempo buscando respuestas a estas preguntas, que me tocan muy de cerca, y aunque nunca se deja de preguntar y de buscar, he querido compartir aquí esos motivos que en mi camino de fe han mantenido, y mantienen, a veces en medio de la noche, mi esperanza en el Señor.
Estas son, pues, las 5 razones de mi esperanza:
1. La fidelidad de Dios: Dios nunca se desdice de su voluntad de bendecirnos y de comunicarnos su amor salvador, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables (Rom. 11, 29). Es más, aunque seamos infieles, él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim. 2, 13)
2. Dios todo lo dispone para nuestro bien: En todas las cosas interviene Dios para el mayor bien de sus hijos (Rom. 8, 28). No hay que preguntarse por qué esto, o por qué aquello, pues incluso los momentos de sufrimiento y angustia el Señor los permite para nuestro bien (Gen. 50, 20). Él lleva contados los cabellos de nuestras cabezas (Mt. 10, 30), y guarda nuestras entradas y salidas, ahora y por siempre. Amén (Sal. 120)
3. Dios nunca permite una prueba que no podamos superar: Porque Dios es fiel no consiente que soportemos una tribulación que supere nuestras fuerzas, antes bien con la misma prueba, dispone los medios y los caminos para que podamos vencer, y salir airosos del problema (1 Cor. 10, 13) Esta es nuestra confianza, pues nos basta su gracia, ya que su fuerza actúa en la debilidad, de allí que se nos invite a gloriarnos incluso en las necesidades y en las angustias, para que se cumpla en nosotros la paradoja cristiana: cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Cor. 12, 9-10).
4. La misericordia de Dios: Dios cuida de nuestra vida con su amor providente no porque lo merezcamos o porque seamos buenos, sino porque es misericordioso, y su misericordia desborda siempre nuestros méritos (Lc. 15, 1-31). Esa misericordia de Dios es del tamaño de su grandeza (Ecl. 2, 18), es decir, infinita. La Regla de San Benito, nos aconseja jamás desesperar de la misericordia divina. No hay problema ni situación de nuestra vida, por más insalvable que pueda parecer, que escape de la misericordia del Señor, pues no tiene medida, y se renueva para ti y para mi cada mañana (Lam. 3, 22-23)
5. Dios está siempre con nosotros: Llueva a cantaros, o salga el sol, el Señor camina con nosotros, él nunca nos abandona (Mt. 28, 20), en él hallamos todas las gracias que necesitamos, el amor, el consuelo, la fortaleza (Ef. 1, 3)… Es sabio consejero en la toma de decisiones (Sal. 33, 5), y amigo verdadero para las horas de soledad (Jn. 15, 15) No enfrentamos los molinos de viento de la vida solos, contigo y conmigo camina siempre el Señor: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios” (Is. 41, 19).
“Espera en el Señor, sé valiente, te ánimo, espera en el Señor” (Sal. 26, 14)
(fuente: librosyvideoscristianos.blogspot.com.ar)
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