La esperanza es la actitud del hombre que confía en que Dios cumplirá sus promesas de paz y felicidad sembradas a lo largo de la historia.
La historia de la salvación que se encuentra en la Biblia, es una historia de confianza y esperanza. Dios prometió a Adán la venida de un Salvador para liberar al hombre de su pecado; y desde entonces el hombre ha venido confiando en Dios. Todas esas promesas y alianzas hechas entre Dios y el hombre, nombradas en el Antiguo Testamento, vienen a dar cumplimiento en Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo carne gracias al “sí” de María, un sí lleno de sencillez, fe y confianza.
Fe y esperanza son dos virtudes que están estrechamente unidas, porque quien cree en Dios confía y se abandona a Él; así como un niño cree en el amor y bondad de su madre porque lo cuida y lo trata con amor, y por lo tanto se confía al cuidado maternal de ella, así es para todos nosotros la fe y la esperanza.
Nosotros creemos en Dios porque ante nuestros ojos vemos sus obras, como la creación, la bondad del hombre y, porque creemos en Él, nos abandonamos a su amor, a su bondad y misericordia. Ése es el verdadero sentido que debemos darle en nuestra vida a estas virtudes y para esto contamos con el ejemplo y apoyo de María como nuestra Madre.
María fue una mujer de esperanza y confianza en Dios, porque ante toda prueba o dificultad, su fe permanecía firme, su fe era una roca, sólida, estable, porque su fe estaba fundamentada y sostenida por su amor a Dios. Las dificultades para María eran una oportunidad para demostrarle a Dios que le amaba y que creía en Él y por lo tanto se confiaba a los planes que Dios le mandaba por medio de su Providencia. Un ejemplo de su vida lo podemos ver claramente en el pasaje evangélico de la huida a Egipto. En ese momento María actuó su fe, creyendo que Dios en medio de esos planes “ilógicos” le seguía manifestando su amor, fe que se hizo obras llevándose a Jesús a Egipto, ¿a quien conocían en Egipto? ¿Cómo y con quien iban a vivir? Eran preguntas que no tenían tanta importancia en la vida de María.
Ella no se preocupa por las cosas materiales, porque cree en Dios y su fe le lleva a dar el paso de la confianza y abandono en Él. “Si Dios lo quiere, yo lo quiero, si Dios pensó esto para mí, yo lo acepto, y me pongo en manos de Dios”.
Qué ejemplo de esperanza el de María; ejemplo que nos debe llevar a cambiar en nuestra vidas haciendo un acto de abandono en Dios Nuestro Señor, y un acto de confianza en las pruebas que se nos van presentando en nuestra vida cotidiana, por ejemplo, ante las enfermedades, dificultades económicas, cuando los planes se vienen abajo, cuando tenemos problemas, enfermedades, discusiones con nuestros padres o con nuestros hijos.
Ahí, en esos momentos, es cuando la confianza se hace viva, cuando la fe empieza a hacerse obras, y cuando nosotros actuamos por amor a Dios, no por lógica humana. Debemos aprender a abandonarnos a los planes de Dios.
para reflexionar: ¿Cómo es mi confianza en Dios? ¿Confío sin pedirle pruebas? ¿O confío más en mí mismo y en mis planes? ¿Qué me dice a mí el ejemplo de María?
(fuente: www.virgenperegrina.es)
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