La corona de Adviento es una forma visible de vivir y celebrar nuestra espera del Hijo de Dios, en templos y capillas de parroquias y comunidades, también en nuestros hogares. Se construye con ramas verdes y en ella se insertan cuatro velas (para unirse al tiempo litúrgico, se sugiere que tres sean moradas y una rosada) que se van encendiendo, una a una, a partir del primer domingo de Adviento. La proclamación del Evangelio es un momento propicio para encender cada vela en la iglesia, lo que se puede replicar en casa junto a una oración o canto en el almuerzo o cena familiar del respectivo domingo. La vela rosada se reserva para el tercer domingo y representa el gozo que nos anticipa la venida del Salvador.
La corona de Adviento tiene forma circular, en señal del amor de Dios que no tiene principio ni fin. La forman ramas verdes que reflejan esperanza y vida. Las cuatro velas nos evocan el camino que recorrió el pueblo de Israel en espera de la Tierra Prometida, una iluminación progresiva desde la primera tiniebla del pecado hasta el día gozoso en que “el pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz” (Is 9,2).
Bendición de la Corona de Adviento
Infunde, Señor, tu Gracia en nuestros corazones y derrama tu bendición sobre esta Corona de Adviento, humilde ofrenda de ramas y cirios que acompaña el caminar de tu Iglesia en la espera de la venida de Tu Hijo, Luz de Vida y Salvación para el mundo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Área Pastoral de Comunicaciones
Conferencia Episcopal de Chile
(fuente: www.iglesia.cl)
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