He comprobado que a veces se asimila la resurrección de Jesús a las resurrecciones que el mismo Señor ha obrado, como la de Lázaro, la de la hijita de Jairo, la del hijo de la viuda de Naim, o resurrecciones que han ocurrido milagrosamente por intervención de los santos en el curso de la historia cristiana. Pero no es lo mismo.
Esas resurrecciones de muertos han sido el volver de ellos a la vida que anteriormente llevaban. La resurrección de Jesús, en cambio no es la mera reanimación del cadáver de Jesús. Es un hecho absolutamente nuevo. Es la humanidad de Jesús que pasa a una dimensión definitiva de la vida en Dios. Ha vencido a la muerte para siempre.
¿Cómo lo podemos explicar esto con un lenguaje más o menos científico y cercano a la sensibilidad actual?.
El Papa Benedicto XVI, en la Homilía de Pascua de 2006, utilizó el lenguaje de la teoría de la evolución.
Les leo simplemente un fragmento. Hablando de la resurrección de Jesús dice: “es la más grande «mutación», el salto absolutamente más decisivo hacia una dimensión totalmente nueva que en la larga historia de la vida y de sus desarrollos jamás había ocurrido. Es un salto a un orden completamente nuevo, que nos concierne a nosotros y concierne a toda la historia.
Estas expresiones “mutación” y “salto”, tienen que ver precisamente con la teoría de la evolución.
Hoy día se habla frecuentemente del Big Bang. ¿Qué es el Big Bang? Es esa explosión de la materia creada por Dios, con la cual comienza el desarrollo y el ordenamiento del cosmos. Pero hay que decir que luego hay otros Big Bang. Por ejemplo la aparición de la vida. No es homogénea la aparición de la vida al período anterior de la evolución; allí hay un salto creativo nuevo, una intervención de Dios.
Y luego hay un tercer Big Bang que es cuando aparece la racionalidad humana, el alma espiritual. Ahí también, en esa hipótesis evolucionista, hay un salto cualitativo que solo puede explicarse por una intervención de Dios creador, ya que el espíritu no puede salir de la materia.
Algo análogo es la Resurrección de Cristo, pero mucho más y en cierto modo diferente, porque es el paso a la vida eterna, a la vida de Dios. Es decir, ahora, a partir de la mañana de Pascua, en el seno de la Santísima Trinidad hay una naturaleza humana, la de Jesús.
Benedicto XVI decía que la resurrección de Cristo nos concierne a nosotros y concierne a toda la historia. Que concierne a la historia lo vemos en esta perspectiva de la teoría de la evolución. ¿Por qué a cada uno de nosotros? Porque la dimensión definitiva que alcanzó Cristo Resucitado es ya una realidad para nosotros en la iniciación cristiana, en el bautismo.
¿Qué pasa cuando a uno lo bautizan? Uno entra a participar, con todas las limitaciones de la vida terrena, en esa vida eterna que goza la humanidad de Jesús. Porque la gracia de Dios, la gracia de ser cristiano, la participación en la vida divina, nos viene a través de la humanidad de Jesús.
La Resurrección de Jesús es el punto clave de toda la historia humana y de toda la evolución del cosmos. Es el anticipo de lo que será el fin de los fines. Cuando, como dice el apóstol San Pablo, Dios sea todo en todos, o sea cuando la creación haya alcanzado su pleno y definitivo desarrollo. Eso es posible porque Jesús es el hijo eterno de Dios que se hizo hombre y se introdujo en el torrente de la historia humana para transformarla desde adentro. Esa transformación comienza a ser eficaz el día de Pascua, con la Resurrección.
Evidentemente eso es distinto de un simple volver a la vida. No es volver a la vida, sino que es pasar a la dimensión absolutamente, definitiva de la vida, de la plena perfección. La creación entera alcanzó su máxima perfección ya en la Resurrección de Jesucristo. ¿Y ahora que esperamos? Esperamos participar plenamente de esa Resurrección.
San Pablo dice también en la Carta a los Romanos que no solamente el hombre, el cristiano que tiene la gracia del Espíritu Santo, aspira a la liberación plena de todas las limitaciones terrestres, a superar la muerte participando de la Resurrección de Cristo, sino que el cosmos, la creación inferior, todo el mundo visible, aspira también a superar la situación de menoscabo a que la somete el pecado del hombre para participar de la gloria que esperan los hijos de Dios.
“Entonces, más allá de todas las expectativas, las esperanzas halagüeñas que podemos desearnos en estos días, nuestra esperanza tiene una meta más alta. Es eso lo que nos deseamos los cristianos cuando nos saludamos, como yo los saludo a todos ustedes ahora, diciendo Felices Pascuas.
Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata,
en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (30 de marzo de 2013)
en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (30 de marzo de 2013)
(fuente: www.aica.org)
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