Es una antigua tradición de la Iglesia el bendecir pero no solo de la Iglesia Católica, de la Iglesia cristiana en general, de otras religiones también, en ritos, gestos, en palabras y actitudes que acompañan la vida fraterna, la vida de hermanos, el camino recorrido juntos, en nombre del Altísimo se bendice y decimos bien lo que para el otro deseamos. Por eso Jesús hoy en el Evangelio nos dice: no maldigan, digan bien y decir bien en términos de Cristo es decir desde el amor. No se bendice de cualquier manera con palabras vanas, con un gesto reiterativo, ritual, marcado por el sesgo de una costumbre buena pero a veces vacía de contenido cuando no va acompañada de ésta presencia de amor que resignifica el acto de bendecir.
Cuando bendecimos en el amor de Dios verdaderamente en el gesto de amor de bendecir lo que hacemos es transformar la vida del hermano, recrearla, permitirle al otro, al que bendecimos, comenzar a ser de una forma nueva. Es como volver al origen, es repetir el acto creador cuando Dios nos creó por amor nos bendecía. Es decir pronunciaba bien nuestro nombre, el que después nos pusieron nuestros padres, con el que nos marcaron en el camino de la vida, en el contenido profundo con el amor con que fuimos creados por Dios y coparticipados por nuestros padres en el acto creador fuimos pensados. Y si eso no ocurrió porque posiblemente ellos no hayan estado a la altura de aquel acto creador genuino, único por parte de Dios. En El, en Dios, si ha estado y entonces lo que haya que reparar de lo que no fue del todo saludable en el acto creador primero de nuestro ser personal en el amor co participado de nuestros padres nosotros hoy entre todos queremos rescatarlo con un gesto de bendición. Extendemos nuestras manos cuando oramos bendición que es como decir que estamos cerca del otro, que es como decir que desde nuestro corazón va el gesto de la mano que se ofrece y se abre para hacerse compañera de camino para expresar la presencia de Dios en ese acto de bendecir, de decir bien, de decir como Dios quiere que digamos las cosas en su nombre. Decir las cosas en el nombre de Dios es pronunciarlas con el gesto de amor con que Dios pronuncia nuestro nombre siempre, sin cansarse, como reenamorándose a cada instante de nosotros y de nuestra frágil condición de barro donde va el tesoro inmenso de la fuerza de su amor. Dios nos bendice, nos invita a bendecirnos entre nosotros, nos pide que bendigamos su nombre para que en nombre de El podamos bendecirnos mutuamente como un gesto de amor fraterno donde la vida es recreada a cada instante.
Cuando Dios nos bendice no es tomarse para si un acto posesivo. Es un acto profundamente liberador. En ese sentido cuando Dios nos consagra, nos hace cosa suya lejos de esclavizarnos en el acto de consagración por ejemplo en el don bautismal Dios obra liberación en el acto creador porque ser de Dios supone tener abierto el camino de la libertad con la que Dios nos quiere viviendo según el nombre que El pronuncia de cada uno de nosotros. Dios da libertad infinita cuando bendice. Cuando nosotros bendecimos y somos bendecidos en realidad lo que recibimos es una profunda Gracia de liberación. A lo largo de todo el Antiguo Testamento encontramos muchas citas que mencionan ésta particular cultura, multisecular costumbre de bendecir , de decir para el otro lo mejor en Dios.
Dios bendice a las personas y las personas también bendicen de alguna manera a Dios, dicen lo mejor de Dios, lo alaban y lo bendicen. La bendición y la alabanza es la mejor manera de pronunciar el nombre de Dios que de alguna manera se hace inefable en la expresión pero que de alguna manera en el acto de bendecir como acto de amor nosotros podemos asemejarnos al modo como Dios nos trata. En los Evangelios nos encontramos con Jesús bendiciendo a los niños mientras pone sus manos sobre ellos, bendiciendo el pan en la última cena, bendiciendo a los discípulos, alzando las manos en los momentos previos a la Ascensión y con el mensaje de Ir por todo el mundo. El verbo barac ha sido traducido, es el verbo bendecir en el Antiguo Testamento en hebreo por el griego cuyo significado clásico no era estrictamente el de desear el bien sino el de decir bien que en griego específicamente quiere decir hablar con propiedad, con elegancia. El euloguein griego se tradujo al latín por la palabra bendecire que tiene un significado similar. Es hablar bien pero no en un sentido estilístico del lenguaje sino hablar bien de algo, de alguien y en éste sentido nosotros hoy hemos tomado el acto de bendecir como un acto coparticipado de Dios que nos bendice, que nos permite bendecirnos mutuamente, que es como repetir su presencia de amor en medio de nosotros haciéndonos bien entre osotros bendiciéndonos. El que bendice hace la vez de Cristo. Hace tanto bien bendecir a los hijos. Cuando uno bendice a su hijo lo que hace es decirle en nombre de Dios, ponerse en sintonía con Dios y decirle lo que Dios le quisiera decir y un padre, una madre tiene dentro suyo el código genético divino que le permite en sintonía con el creador, con el Redentor pronunciar para su hijo las mejores palabras, mucho mejores que las que le salen cuando no está el papá, la mamá en Dios. Es actualizar la presencia creadora de Dios el acto de bendecir, el gesto de bendecir. Bendigamos en nombre de Dios y seguramente haremos mucho bien.
Cuesta es la pregunta que nos hacemos en éste punto de nuestra reflexión en la catequesis Que pasa cuando bendecimos?
Hay que distinguir entre bendición de personas y bendición de objetos. Aunque en los dos casos cabe el mismo interrogante. Que realidad nueva le otorga una bendición al objeto o la persona bendecida?
Objetivamente confiere una particularidad por el acto de bendición. Depende desde donde estemos parados para bendecir. Desde una saludable costumbre no hace mal pero la bendición es más que una saludable costumbre. Es un saludable modo en Dios de pronunciar el nombre a la que bendecimos o del objeto bendecido para que en Dios adquiera una significación, una relevancia, importancia,valor diverso,distinto. Este en El cualificado, iluminado, protegido, sostenido, recreado. Bendecirnos, bendecir un viaje, un comienzo de jornada, la propia casa, a los seres queridos, a un enfermo, a un amigo lo podemos hacer en todo momento de cara a la persona u objeto o sin eso sencillamente con el deseo profundo en el corazón, en Dios que aquello que bendecimos lleque a ella la presencia de Dios.
Bendecir es decir bien y en el acto primero de creación es lo que ocurre. Dios dijo. Cuando Dios dijo lo que dijo ocurrió. El acto bendecido de Dios hace que las cosas que no eran comiencen a ser. Cuando Diosa se hace presente en una persona, en un lugar esa persona, lugar adquiere una luminosidad diversa, comienza a ser de una forma distinta. Cuando pedimos una bendición, cuando bendecimos a alguien estamos entrando en un cono de luz y de presencia de Gracia que hace que lo acontecido en ese acto de bendición en Dios por una presencia de amor de El que nos impulsa a la bendición adquiera una unción, un sentido, una presencia.
Que pasa cuando pedimos y damos una bendición En realidad lo que recibimos y lo que damos es una mirada de Dios sobre lo bendecido Recibimos una mirada de Dios que nos bendice. Cuando Dios mira, mira con amor. Entonces cuando pedimos y damos una bendición lo que comunicamos es presencia de una mirada de Dios que con su amor orienta las cosas en un sentido ordenado, sobrenaturalmente elevado, sanante, transformador. Es volver al origen, es poner las cosas en su lugar. Cuando bendecimos es poner las cosas donde Dios quiere ponerlas como El las pensó, como El las mira, las contempla, las ama. Es ponernos en el proyecto, es decir es un acto muy importante, clave. Que hace el que bendice cuando bendice.
El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice en el número 1671: toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. Podríamos decirlo así: cuando bendecimos hacemos presente la gloria de Dios, su nombre, que es mucho más que una expresión semántica. En el nombre viene el contenido del que es nombrado. Cuando a Dios lo nombramos viene el contenido fundamental que representa, que hace presente, que identifica a Dios. Cuando bendecimos en el nombre de Dios hacemos presente el amor con mayúscula, el único capaz de transformar lo que hay que transformar.
escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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