(Jn. 14,15-16.23b-26)
Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado. Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes. En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
“Se llenaron todos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar maravillas de Dios” (Hch. 2,4.11)
He aquí el bello aniversario del día en que el Espíritu Santo fue enviado a los santos discípulos y a todos aquellos que estaban reunidos con ellos, del día en el que se nos dio el bello tesoro que los engaños del Enemigo y la imperfección humana nos habían hecho perder en el Paraíso terrestre...
Y esto llegó de una manera increíblemente externa; en cuanto al misterio escondido y oculto sobre estas maravillas, no existía razón alguna, ningún pensamiento, ninguna criatura sabía sobre ello, ni lo concebía, ni sabía cómo nombrarlo. El Espíritu Santo es una inmensidad de inconmensurable grandeza y tan dulce como todas las grandezas e inmensidades que la razón misma pueda concebir... nada al lado de esta. Comparado con ella, el cielo, la tierra, y todo aquello que podamos comprender no es nada... He ahí por qué el Espíritu Santo debe, él mismo, preparar el lugar donde debe ser recibido, trabajar él mismo para hacer que el hombre sea capaz de recibirlo...; es el abismo inexplicable de Dios que debe ser él mismo... su lugar y su capacidad de recepción.
“La casa se llenó por completo” (Hch. 2,2)... Esta casa simboliza, para empezar, la santa Iglesia, que es la obra de Dios, pero también simboliza a cada hombre habitado por el Espíritu Santo. Una casa tiene muchas estancias, habitaciones, y en el hombre existen muchas facultades, sentidos y energías diferentes: el Espíritu Santo las visita todas, de una manera especial. Desde que llega, presiona, excita al hombre, despierta en él ciertas inclinaciones, trabaja con él y lo aclara. Esta visita y estas acciones interiores no son sentidas de la misma manera por todos los hombres. El Espíritu Santo está en todas las personas valientes, pero el que quiera tener conciencia de su acción, sentir y disfrutar de su presencia debe recogerse en sí mismo... en la calma y el silencio... Cuanto más se entregue a su propio recogimiento, más conciencia tendrá de esta manifestación interior y siempre creciente del Espíritu Santo, que siempre se da desde el principio.
escrito por Juan Taulero (c 1300-1361),
dominico en Estrasburgo
Sermón 26, 2º para Pentecostés
(fuente: www.evangeliodeldia.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario