Tú nos llamas a vivir de fe,
a caminar con esa luz y guía
que arde en el interior.
Nos invitas
a confiar plenamente en Ti,
en tu Plan amoroso
para cada uno/a de nosotros/as.
Tu deseo
es que nos abandonemos en tus brazos.
“Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias”
(Carlos de Foucauld).
Gracias, Padre
por este nuevo día
que regalas
me invitas a vivir bajo tu mirada bondadosa.
“Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya,
Señor te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú,
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro” (Sal 138).
Te alabo y te bendigo
porque nos comunicas tu vida.
Señor Jesús,
gracias por tu Salvación, por tu Palabra.
Gracias por caminar con y junto a nosotros/as.
Tú eres nuestra fe.
Tú eres nuestra Luz.
Espíritu Santo,
gracias porque nos guías hasta la verdad completa
y nos ayudas a creer,
nos dispones a confiar plenamente en un Dios Padre-Madre
que nos ama con locura.
Amén.
(fuente: www.cipecar.org)
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