María Auxiliadora es la madre de los momentos difíciles. Atenta a las necesidades de sus hijos, pone particular atención en aquellos sucesos que requieren una asistencia extrema de Dios. Es verdad y está comprobado, en María Auxiliadora, eso de que, cuando un hijo sufre, los brazos de una madre se vuelven fuertes.
Don Bosco probó a la Divina providencia, de manos de la intercesión de María Auxiliadora, en medio de las dificultades que provoca “meterse” con centenares de muchachos muertos de hambre, sin padres, sin estudio y sin futuro asegurado. Una madre que debe lidiar con esta porción de hijos entiende que la vida de estos, sin su ayuda, no será fácil.
En esta devoción a la Auxiliadora, es clara la acción particular de los que están apurados por obtener la intervención de Dios. Por eso, Don Bosco se remitía siempre a la Madre Auxiliadora.
La Iglesia es la esposa de Cristo, por lo tanto, también tiene como Madre a la Auxiliadora que es protectora celosa de su hija. Ha salido a rescatar a sus hijos de los momentos más duros en el marco de la historia política que persiguió a las instituciones eclesiales.
Se la llama Auxiliadora de la Iglesia y de los cristianos porque ella la protegió de los ataques de quienes querían vencer el bien con el imperio de la soberbia. Auxiliadora de la Iglesia, debido a que, a pesar de las persecuciones, las incautaciones de todos sus bienes temporales, el cierre de seminarios, las expulsiones de religiosos, la dispersión de jóvenes sacerdotes y el intento de poner al mundo entero en contra de Dios, la Madre siempre estuvo allí, intacta, presente, firme. La Auxiliadora es verdaderamente la Madre de los tiempos difíciles.
María Auxiliadora es la Madre de los jóvenes, sobre todo, en riesgo, en dificultad y que no tienen a nadie. Ella convierte en incluidos a los que están excluidos. Como toda buena madre, aunque su hijo haya cometido el peor error, no le cierra la puerta. Ella es Madre, siempre madre, aun de sus hijos más lejanos, más pecadores, más rebeldes, más imperfectos. ¿Qué madre puede llamarse tal, si le cierra la puerta a su hijo? ¿Qué clase de madre es la que abandona? ¿De qué madre hablan cuando no se conmueve con el llanto de sus hijos? ¿Qué clase de madre es la que no saca a su hijo del pozo? La clase de madre que hace todo esto y mucho más se llama María Auxiliadora.
Ella es la madre del corazón limpio para amar a todos sin estructuras, ni leyes, ni demasiada falsa expectativa. Es la madre que da la libertad que sus hijos necesitan para sentirse amados. Es la madre realmente buena, atenta, sencilla, virgen, paciente, Madre honrosa de Dios y de los hombres.
La devoción mariana de Don Bosco se origina en la fe sencilla que le transmitió su madre Margarita y su fe juvenil a la Virgen de las Gracias, del Rosario y de la Consolata. A la luz de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, se entregó completamente a este título y se lo concedió a los chicos del Oratorio. La madre Inmaculada iba transformando alegremente los corazones adolescentes santos como Miguel Magone y Domingo Savio. El 8 de diciembre de 1854 se proclama el dogma, y la devoción crece en la casa de Don Bosco.
El ambiente de cariño a la Virgen Inmaculada por la proclamación del dogma y el título de Auxiliadora, por la asistencia especial de María al Papa y a la Iglesia, crean, en Don Bosco, la necesidad de unirse a esta mirada de una madre que nunca abandona, ni siquiera en los momentos de mayor peligro.
Don Bosco reconoció, en María Auxiliadora, la presencia cercana y materna de una madre, y mandó pintar un cuadro de manos de Tomás Lorenzone. En la majestuosa pintura, expuesta en la Basílica de Turín (4), se encuentra la Auxiliadora circundada de Apóstoles y Evangelistas. La Madre de los tiempos difíciles le había demostrado a Don Bosco que siempre que se confía en la Divina Providencia, esta nunca falla. Hoy, María Auxiliadora sigue sembrando la fe en aquellos hijos más humildes y prestos a hacerse pequeños para recibir, de sus manos, los favores que, a veces, parecen imposibles. Ella es la Madre de los tiempos difíciles. Entonces, es momento para confiar en ella.
escrito por Germán Díaz
Religioso Salesiano. Lic. en Comunicación Social
(fuente: www.san-pablo.com.ar)
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