La observación de algunos itinerarios de formación de catequistas nos dejan ver que se da mucho espacio al estudio de la Biblia, pero no se favorece suficientemente la experiencia de Dios. En nuestros encuentros de catequesis muchas veces leemos la Biblia con el supuesto de que la Palabra de Dios es comprendida por su sola enunciación.
¿Cuál es el lugar de la Biblia con respecto a la catequesis? ¿Antes, durante o después? “Siempre”. Efectivamente, así como los documentos recomiendan el puesto central de la Palabra de Dios en toda la vida de la Iglesia, de modo que no haya una pastoral bíblica yuxtapuesta a las otras pastorales, sino una animación bíblica de toda la pastoral. Siguiendo esta línea podemos hablar de la animación bíblica de la catequesis.
Nos preguntamos cómo se ubica la Palabra de Dios en el encuentro catequístico: a veces como una expresión de deseo o como un “deber ser”= hay que proclamarla; a veces como simple ilustración o como un relato; a veces como oración al final del encuentro (esto ocurre por ejemplo cuando se le dedica demasiado tiempo a la experiencia humana, que se resuelve a través de lo que aporta cada uno desde su propia experiencia y/o de la enseñanza moralizante del catequista y finalmente se proclama la Palabra de Dios).
En más de una oportunidad, los catequistas proclamamos el texto bíblico en un momento del encuentro, tal como hemos aprendido metodológicamente. Pero rápidamente nos embarcamos en cuestiones filosóficas y doctrinales que no favorecen la experiencia de Dios, sino que muestran a un Dios del cual es difícil hacer experiencia. Entonces, no se lo encuentra en la Palabra y, casi podríamos decir, que seguimos haciendo catequesis sin Palabra de Dios, aunque hayamos proclamado el texto bíblico en el momento indicado por la metodología catequística. Por ejemplo, cuando nuestros encuentros se refieren al dolor humano, muchas veces caemos en reflexiones doctrinales o filosóficas acerca del dolor y no ayudamos a descubrir a Dios en el dolor, dicho de otra manera, no ayudamos a hacer la experiencia de Dios que está en el dolor.
Creemos que una catequesis centrada en la Palabra de Dios, en cambio, es la que provoca un auténtico diálogo entre Jesús y los miembros del grupo. El texto de los discípulos de Emaús, representa en cierto sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la explicación de las Escrituras, que sólo Cristo es capaz de dar, mostrando en sí mismo su cumplimiento.
El texto bíblico es Palabra de Dios cuando salva, no cuando amenaza, asusta o condena. La catequesis deberá provocar la experiencia de Dios que salva. Deberá ayudar a descubrir la presencia de Dios en la Palabra.
Gentileza del equipo de ISCA: Instituto Superior Nacional de Catequética Agentino,
cuya finalidad se inscribe en el ámbito de la investigación y de la formación de formadores.
(fuente: www.iglesia.org)
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