La Presentación de la Santísima Virgen María
En este día en que se recuerda la dedicación, en el año 543 de la Iglesia de Sta. María la Nueva, construída cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la Iglesia Oriental, la “dedicación” que María hizo de Sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su Concepción inmaculada.
Este es un día dedicado a honrar a María, a quien alaban las liturgias de los diferentes ritos, en el lugar más venerable de la Cristiandad.
El día de hoy debemos implorar de María la paz en favor de los pueblos judío y árabe, reunidos al pie de esta iglesia, en Jerusalén, aún con las armas en la mano. Debemos meditar, además, que María es el templo perfecto del Nuevo Testamento. “La Casa de Oro”, donde Dios se dignó preparar su morada.
Es un día de admiración para todos los hombres de buena voluntad, ya que Dios adornó a esta niña, desde su Concepción inmaculada en el seno de Ana y durante todo el tiempo de su niñez y juventud, con prerrogativas tan extraordinarias, que se convirtió en la segunda Eva.
Por el “Fiat” -”Hágase en mí tu Voluntad”-, ella ofreció una libre y total obediencia a los designios de Dios. Desde ese momento, cesaron ante Dios los ritos exteriores del Antiguo templo y Jesucristo comenzó, en el mismo seno de María, a ofrecerse como el único y eterno Sacerdote: como la única ofrenda grata a Dios por todos los hombres.
La razón principal de este hecho reside en la persona de la Virgen Niña, aquella concebida sin pecado. El Arcángel San Gabriel la llama llena de gracia. Por tanto, se comprende que, como algo espontáneo, al no haber estorbo alguno que lo impidiera, se lanzaría intrépida hacia el Señor, como hacia un imán irresistible. Cuando María contesta al ángel “¿cómo puede ser esto, pues no conozco varón?”, da a entender su consagración virginal.
Hay un lienzo de Murillo con una linda escena. Santa Ana está enseñando a leer a la Niña. Y lo hace con la Sagrada Escritura. María sabría muy bien el salmo 15: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. ¡Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad!”.
No dejemos de poner en manos de Nuestra Madre Santísima cada día, entregándonos como ella lo hizo, con esa fidelidad y desapego, al Señor.
Oh Dios, que quisiste que en este día fuese presentada en el templo la Santísima Virgen María, morada del Espíritu Santo: suplicámoste por su intercesión nos concedas merecer ser presentados en el templo de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
(fuente: www.encuentra.com)
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