Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 18, 33-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:” ¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó:” ¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío?”. Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contesto:” Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo:” ¿Conque tú eres rey? ” Jesús le contestó:” Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
1. INVOCA
Nos preparamos para entrar a la escucha de la Palabra que el Señor nos quiere trasmitir. Hacemos el silencio exterior e interior. Procuramos concentrarnos en lo que vamos a realizar en estos momentos importantes del día.
Orar es: estar convencido de que una sola cosa es necesaria (Lc 10, 41-42). Orar es: aprender a vivir desde una sola cosa es necesaria y para esa cosa tan necesaria. Orar es: aprender a experimentar que quien posee tal cosa necesaria es dueño de sí mismo y está en posesión de la llave, que le permite entrar en la profundidad del Amor. Invocamos al Espíritu. Él nos hace entrar en la intimidad de la Trinidad: Veni, Sancte Spiritus:
Ven, Espíritu Santo, te abro la puerta, entra en la celda pequeña de mi propio corazón, llena de luz y de fuego mis entrañas, como un rayo láser opérame de cataratas, quema la escoria de mis ojos que no me deja ver tu luz.
Ven. Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos. No me dejes solo en esta aventura, por este sendero. Quiero que tú seas mi guía y mi aliento, mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz. Te necesito en mi noche como una gran tea luminosa y ardiente que me ayude a escudriñar las Escrituras.
Tú que eres viento, sopla el rescoldo y enciende el fuego. Que arda la lumbre sin llamas ni calor. Tengo la vida acostumbrada y aburrida. Tengo las respuestas rutinarias, mecánicas, aprendidas. Tú que eres viento, enciende la llama que engendra la luz. Tú que eres viento, empuja mi barquilla en esta aventura apasionante de leer tu Palabra, de encontrar a Dios en la Palabra, de encontrarme a mí mismo en la lectura.
Oxigena mi sangre al ritmo de la Palabra para que no me muera de aburrimiento. Sopla fuerte, limpia el polvo, llévate lejos todas las hojas secas y todas las flores marchitas de mi propio corazón.
Ven, Espíritu Santo, acompáñame en esta aventura y que se renueve la cara de mi vida ante el espejo de tu Palabra. Agua, fuego, viento, luz. Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza)
2. LEE LA PALABRA DE DIOS Jn 18, 33-37 (Qué dice la Palabra de Dios)
- Contexto litúrgico: Celebramos hoy, último domingo del año litúrgico, la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. El próximo domingo iniciaremos el Tiempo de Adviento.
- Contexto bíblico: A lo largo de los Evangelios aparece claramente que el mensaje central de Jesús es el Reino de Dios. Alrededor de 120 veces escriben los evangelistas la expresión Reino de Dios (Marcos y Lucas) o Reino de los cielos (Mateo). Y alrededor de 70 veces tal expresión la ponen en boca de Jesús. Esto nos hace pensar sobre la importancia que Jesús da a establecer el Reinado de Dios entre los hombres. En el texto de hoy vemos a Jesús ante Pilato expresar claramente su misión: Soy Rey.
1. ¿Eres tú el rey de los judíos? (v. 33)
Jesús responde a la pregunta de Pilato con otra pregunta que inquieta al procurador romano: ¿Dices eso por ti mismo o te lo han dicho otros de mí? (v. 34). La respuesta de Pilato, dada con arrogancia, no intimida a Jesús que le responde claramente: Soy rey (v. 37).
Jesús afirma ante la autoridad romana (representante del imperio y del mundo pagano) su misión de ser Mesías y Rey. Para los judíos el Mesías era también el Rey que esperaban, a fin de liberarse del dominio político de los romanos y establecer el propio reino de Israel. Así lo entendieron y anhelaron incluso sus mismos discípulos. Pero, una vez más, Jesús tratará de explicar el sentido en que Él entiende su misión.
La realeza de Jesús se identifica con su servicio desinteresado y gratuito a favor de los más débiles y de los más desprotegidos. Porque cura a los enfermos, perdona a los pecadores, practica el servicio, da testimonio de la verdad, desenmascara a los doctores de la ley y fariseos e identifica el amor a Dios con el amor al prójimo.
2. Mi reino no es de este mundo (v. 36)
Esta frase se ha interpretado de modo espiritualista a lo largo de la historia de la Iglesia. Como si los cristianos tuvieran que estar al margen de los problemas de la sociedad y dedicarse solamente a las cosas espirituales, como rezar y ocuparse exclusivamente en las cosas internas de la Iglesia.
Jesús no proclama un Evangelio de evasión de la realidad de este mundo, sino que predica y realiza una nueva situación de: respeto, justicia, igualdad, servicio y amor. Por defender a los marginados Jesús fue sentenciado a muerte. Por esclarecer la verdad sobre Dios como "Padre" y sobre los hombres como "hermanos" sufrió el martirio de la cruz.
Jesús quiere decir que su actuación no es "al estilo de este mundo". Es decir, con dominio, superioridad y poder y marcando la distancia entre unos y otros. Jesús se ha presentado entre nosotros "como el que sirve". Él, siendo Maestro (en su condición humana) y Señor (en su condición divina), se pone a lavar los pies de los discípulos (Jn 13, 13-14). Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes (Jn 13, 15).
La Iglesia, la comunidad cristiana, ha de ser la "servidora" de la sociedad. Debe estar atenta a tomar distancia de los poderes influyentes (partidos políticos) y a no caer en la falsa ilusión de fortalecer el Reino con diplomacias, poderes y dinero...
3. Yo he venido para ser testigo de la verdad (v. 37)
La vocación de Jesús como Mesías es trasmitir la verdad del Padre. Él es el Testigo fiel (Ap 1, 5 y 3, 14), que nos manifiesta el plan de Dios: Ámense unos a otros como yo los he amado (Jn 13, 34), porque Dios es amor (1 Jn 4, 8 y 16).
El cristiano ha de ser el misionero del Amor de Dios, para aquellos que creen y también para aquellos que quieren construir la sociedad a base de injusticia, desigualdad y corrupción.
Jesús manifiesta su condición de Rey en circunstancias dramáticas e increíbles. Él había huido de la multitud que quería proclamarlo Rey (Jn 6, 15). Ahora, ante Pilato representante del imperio romano, Jesús, como víctima y condenado a muerte, se proclama Rey. El Reino de Dios no se basa en el poderío humano y social.
3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
Jesús se entrega a la condena y a la muerte para enseñarnos que la verdad está en el amor, en el perdón, en la comprensión, en el servicio y en la solidaridad.
Éste es el Reinado de Jesús. Y este estilo y modos hemos de aprender sus seguidores. Jesús es un Rey crucificado. Y su poder está en la entrega de sí mismo para la salvación de todos. Así nos enseña la inversión de valores, en contra de lo que la sociedad nos pregona y nos enseña.
Es necesario entrar en este estilo de Jesús, aunque lo veamos difícil. Pero, es el único camino de colaborar con Él y de tener el gozo de realizar nuestra vocación de servicio por amor.
4. ORA (Qué le respondo al Señor)
Jesús, Tú te proclamas Rey cuando todos te acusan y quieren enviarte a la muerte. Tú huiste de la multitud cuando querían proclamarte Rey, porque les habías saciado el hambre con el pan multiplicado milagrosamente. Así nos enseñas claramente que "servir es reinar", y que amando es como entendemos tu Evangelio y sirviendo es como nos identificamos contigo y con tu misión. Señor, que entendamos este modo tuyo de actuar, aunque nos cueste.
5. CONTEMPLA
A Jesús, ante Pilato, proclamando que es Rey al servicio de la verdad y del amor. A ti mismo, a veces tan engreído y buscando admiración y aplauso. A ti mismo, para que hagas el plan de tu vida de servicio y de amor.
6. ACTÚA
Trataré de entender mi vida como acto de servicio por amor. Repetiré: Hazme, Señor, instrumento de tu paz. Donde haya ofensa, ponga yo perdón...
(fuente: es.catholic.net)
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