Que el Señor nos regale la gracia de poder encontrar la fuerza que necesitamos para dar los pasos hacia donde él nos guía con la certeza absoluta que es él el gran protagonista de la historia y nuestra historia en él se hace historia de salvación.
En torno a esto vamos a estar compartiendo el camino de la mañana. Una historia con Jesús, una historia con el Señor, uno la descubre a la luz de algunos acontecimientos que le hacen ver hacia atrás y hacia adelante, que las cosas no ocurren porque sí, que los acontecimientos no son fortuitos, que todo tiene un hilo que lo conduce que hay una presencia que guía y que acompaña el camino, que Dios es el gran protagonista de la historia y de nuestra historia.
La historia de la salvación por etapas.
En este Dios que obra en gestos y palabras que se explican mutuamente unas a otras, ahí vamos a concentrar nuestra mirada siguiendo las enseñanzas que nos deja el catecismo de la Iglesia Católica, te recuerdo que estamos en la primera parte de la profesión de la fe, Primera Sección: Creo, Creemos, en el capítulo II. Ayer abordábamos la posibilidad de que el hombre acceda a Dios a través del conocimiento, de la razón de la inferencia que hace la contemplación de todos los vestigios de la presencia del paso de Dios en lo creado y descubrir que alguien superior ha dejado tanta belleza y tanta bondad, tanta belleza y tanta luz entre todo lo que nos ofrece la creación apenas abrimos nuestros ojos, pero además veíamos como este Dios sale a nuestro encuentro, Dios que se da a conocer a sí mismo y la plenitud de ese conocimientos llega a través de la revelación que nos hace el Verbo en la palabra que se hace carne en medio de nosotros.
Hoy queremos descubrir cómo el acontecimiento de Jesús de Nazaret fue preparado por Dios en distintas etapas y cómo en la centralidad de la historia de la humanidad, y en la historia de cada uno de nosotros, la presencia de Jesús nos marca un antes y un después. Qué interesante poder hacer un relato de nuestra propia historia, reconocer los hitos más importantes de la historia en la que Dios fue escribiendo tu propia historia, hay momentos nucleares para percibir el antes y lo que vendrá, hay momentos que son reveladores en sí mismos. El pueblo de Dios, cuando sale de Egipto y comienza a recorrer el camino que lo llevará a la liberación y a la tierra prometida, descubre que hubo un antes donde Dios ya desde la creación estuvo presente y habrá un mañana de promesas infinitas por cumplirse en las que Dios seguirá siendo protagonista, pero hubo un momento donde se abrió el camino. Esos momentos que descubren y redescubren el conocimiento de Dios en la historia es muy bueno poder hacer un relato de la historia.
La consigna de hoy consiste en descubrir, a través de lo que vamos a ir viendo en la catequesis, momentos claves donde uno pueda hacer el relato de la propia historia como historia de salvación.
Se trata de descubrir que en un momento la luz llegó a nuestra mirada y todo lo que nos parecía oscuro pasó a tener un sentido, cada momento comenzamos a vivirlo en plenitud y con intensidad porque allí se jugaba la vida. Para llegar a eso tuvo que haber un momento revelador en la propia vida, y si no lo hubo, está por llegar.
Abrite a la posibilidad de que todo en la vida tiene un entretejido donde Dios forma parte central del armado de la propia historia como historia de la salvación.
"Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo" Palabra de Dios
En el número 54 del catecismo de la Iglesia Católica comienza a desarrollarse lo que nos plantea como etapas del camino de la manifestación de Dios, desde el origen Dios se ha dado a conocer.
La manifestación de Dios no fue interrumpida ni por la fuerza destructora del pecado, porque Dios es más que nuestras infidelidades, que nuestras rebeldías, Dios es más.
Después de nuestras caídas nos alienta a la esperanza de la salvación con la promesa de la Redención y con cuidados sale al encuentro de nuestra frágil humanidad para darle la vida en abundancia.
Nos busca a todos con un gesto, con una presencia de rescate, lo hace con un obrar contundente, revelador en sí mismo, Dios está, Dios que se muestra, Dios que se hace presente. Dios que se muestra como historia de revelación.
Cuando el corazón del hombre se encuentra descubierto por la presencia de un Dios - que lejos de romper con él cuando el rompió con Dios - Dios toma la decisión de salir al encuentro de la humanidad a través de una serie de etapas, de preparar el camino que hace que el hombre pueda recorrer el regreso al encuentro con lo que perdió.
Así la alianza con Noé después del diluvio, expresa el principio de esta bonhomía divina con todas las naciones es decir con los hombres agrupados según países, cada uno según su lengua, según su clan, según su propia identidad, Dios que se da cuenta que el género humano necesita de su presencia adecuada a su realidad. Este orden cósmico social y religioso de la pluralidad de las naciones, está destinado a limitar el orgullo de una humanidad que cayó, que unánime en su perversidad quisiera hacer por sí misma su identidad y que en Babel dice, podemos olvidarnos de Dios.
Hoy en un mundo global que cree que lo puede todo por sí mismo, independientemente de Dios, el hombre siempre corre riesgos de que en la falta de respeto al orden establecido y por el deseo de querer constituirse en Dios, terminar con todo.
Esto es tan antiguo como el texto del Génesis 11, 4-6 donde los hombres alrededor de la torre de Babel decidieron construir un edificio que alcanzara el cielo y que pudieran tener una misma lengua y entenderse todos y al mismo tiempo podrían auto determinarse así mismos.
Este es el sentido del pecado, de la idolatría, de la soberbia humana que no termina de descubrir cuál es su lugar. Quien es su verdadero sentido y razón de ser. Cuando todo esto ocurre, Dios no abandona su lugar, el hombre se corre de su lugar, Dios no, Dios siempre busca la forma de volver al hombre, a su propio lugar, al vínculo de alianza con él.
Con Noé Dios permanece en la búsqueda de que el hombre vuelva a su lugar, y después de esa situación de ruptura relatada bajo la figura de Babel, bajo la figura de Noé, Dios quiere construir una alianza rescatando lo que queda de todo lo que el hombre rompió.
A partir de allí las sagradas escrituras comienzan a relatar la figura de algunas grandes personalidades que Dios elige para llevar adelante su plan: Abel el justo, el rey sacerdote Melquisedec, hasta el mismo Noé, Daniel, Job, de esta manera las escrituras expresan que altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza que Dios establece bajo la presencia de Noé, en la espera de la llegada de Jesús.
Él reúne en uno a todos los hijos de Dios dispersos, dice Juan 11, 52 en ese sentido la presencia anticipada en el antiguo testamento y definitiva en la plenitud de los tiempos, de Jesús, es una recapitulación del proyecto humano.
En Cristo Jesús, Dios ha elegido un proyecto integral e integrador de vida que hace que todo lo humano pueda ubicarse en su verdadera dimensión, por eso te invitamos a descubrir a este Cristo que quiere revelarse en tu historia para demostrarte que nada se escapa de su mirada.
Estamos escritos en la palma de la mano de Dios.
Dios que desde su mano generosa busca reunir a los que nos hemos dispersado eligió a Abrám para que se fuera de su patria para hacer de él a Abraham, el padre de una multitud de naciones.
Desde siempre el proyecto de Dios se orienta a todos.
Dios encuentra algunos corazones en los cuales depositar su promesa y además de declararle su amor a las personas y a los pueblos, Dios extiende su mirada a la humanidad toda, por eso cuando uno piensa el encuentro con Dios, para evitar ese intimismo que nos encierra, uno tiene que haberse visto junto a otros, y la pertenencia a un pueblo es lo que nos permite descubrir esa dimensión de pluralidad.
Esta conciencia de ser con otros es la que Dios despierta en el corazón para devolverle ese vinculo de alianza que se rompió cuando el pecado ganó el corazón de la humanidad y los hombres comenzaron a separarse, desde los orígenes hasta el hoy. Es gracia de alianza la que Dios siembra desde el momento que el hombre rompió con el pacto que Dios había celebrado en el corazón.
El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo llamado a preparar la reunión de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia, ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes. Y eso que ocurrió con Israel, ocurre con cada elección personal comunitaria que Dios hace, pone fundamento de humanidad en comunión y bajo el signo de la fraternidad.
Es bueno descubrir siempre esto, Dios se hace inclusivo por su modo de obrar cuando particularmente se detiene delante de tu puerta para escucharle y para darle la bienvenida a esa presencia de amor que le da sentido a la vida, la pacífica. En ese momento en que todo parece copado por la presencia de este Dios parece que todo está hecho y en realidad todo comienza a rehacerse. Este es el camino que recorrieron los patriarcas y los profetas que han sido y serán venerados como santos en todas las expresiones litúrgicas de la Iglesia. Dios los puso en marcha para la reconstrucción que en Cristo tenía preparada para toda la humanidad.
Después de la historia de los patriarcas en la historia de la salvación, Dios le construyó su pueblo, rescatándolo de la esclavitud de Egipto y estableció una alianza en el Sinaí y un decálogo para que la ley se estableciera, Dios fue un padre providente, un padre justo que invitaba a esperar en un tiempo de aún mayor bendición, Israel es el pueblo del Señor, es el pueblo de aquellos a quienes Dios habló primero, el pueblo de los hermanos mayores, Dios formó a este pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una nueva alianza, una eterna alianza destinada a todos y que va a estar grabada en el corazón de todos.
Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades, una salvación que va a incluir todas las naciones, será sobre todos los que reciban en esperanza esta invitación. Las mujeres santas como Rebeca, Sara, Raquel, Myriam, Deborah, Ana y Esther conservaron viva esta esperanza de que Dios iba a obrar con poder sobre Israel para todas las naciones, y de ellas la figura más pura y excelsa es la que Dios se preparó para obrar con poder la redención, María es la madre del Señor.
Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo"
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad, dice San Juan de la Cruz.
A veces la aspiración de recibir de Dios mas, es un mas que no está centrado en Jesús sino en los dones que Dios nos regala en Cristo. Juan de la Cruz dice atención porque lo que Dios nos quiere decir y lo que Dios nos quiere donar en Cristo es todo lo que necesita nuestro corazón.
Nuestro deseo es que la Radio te alcance la palabra que Dios quiere poner en tu corazón en este día y que esa presencia de Cristo alcance el lugar donde todo está a punto de ser transformado.
Que la palabra de Cristo Jesús obre en vos y entre los tuyos.
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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