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lunes, 29 de febrero de 2016

Parábolas de misericordia

La misericordia no es sólo patrimonio del obrar de Dios sino que ha de ser la pauta del obrar de cada uno de los hijos de Dios.

En el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas, se nos presentan tres parábolas o comparaciones que son ejemplos de la misericordia de Dios para con los hombres: el buen pastor que busca a la oveja perdida, dejando a las otras 99 en el redil hasta que encuentra a la centésima, que estaba extraviada. Aparece también la mujer que había perdido una moneda y barre incansablemente la casa hasta que la encuentra. Y se nos habla de un padre que acoge amorosamente al hijo ingrato y derrochador, a la vez que también muestra su confianza al hijo responsable que había permanecido junto a él.

Son figuras de la solicitud paterna y misericordiosa. “En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia… En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón” (Papa Francisco, Bula Misericordiae vultus, n. 9).

Jesús nos recuerda que somos deudores insolventes a los que se ha perdonado, por parte de Dios, una gran deuda. Y que, en consecuencia, debemos perdonar, tal como pedimos en el Padrenuestro. “Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18, 22) y pronunció la parábola del siervo despiadado. Este, llamado por el patrón a restituir una grande suma, le suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos centésimos, el cual le suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y lo hace encarcelar. Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a llamar aquel siervo le dice: «¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?» (Mt 18, 33). Y Jesús concluye: «Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos» (Mt 18, 35)” (idem).

Vemos así que la misericordia no es sólo patrimonio del obrar de Dios sino que ha de ser la pauta del obrar de cada uno de los hijos de Dios. “Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir” (idem).

Nuestra estrechez de corazón hace que nos cueste tanto perdonar. “Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices. Acojamos entonces la exhortación del Apóstol: «No permitan que la noche los sorprenda enojados» (Ef 4, 26). Y sobre todo escuchemos la palabra de Jesús que ha señalado la misericordia como ideal de vida y como criterio de credibilidad de nuestra fe. «Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia» (Mt 5, 7) es la bienaventuranza en la que hay que inspirarse durante este Año Santo” (idem).

Nuestro Padre Dios nos trata con misericordia. “Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos” (idem).

Se nos propone así un tenor de vida que abarca a todos los hombres, sin excluir a ninguno. “Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros” (idem).

escrito por Rafael María de Balbín 
(fuente: almudi.org)

domingo, 28 de febrero de 2016

Jesús nos pone en alerta y nos invita a la conversión

Lectura del San Evangelio según San Lucas
(Lc. 13, 1-9)
Gloria a ti, Señor

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".

Palabra de Dios. 
Gloria a ti, Señor Jesús.










Oración inicial: Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor.

Reflexión

• El evangelio de hoy nos proporciona informaciones que encontramos sólo en el evangelio de Lucas y no tienen pasajes paralelos en otros evangelios. Estamos meditando el largo caminar de Jesús, desde Galilea hasta Jerusalén, que ocupa casi la mitad del evangelio de Lucas, desde el capítulo 9 hasta el capítulo 19 (Lc 9,51 a 19,28). Es aquí donde Lucas coloca la mayor parte de la información que tiene sobre la vida y la enseñanza de Jesús (Lc 1,1-4).

• Lucas 13,1: El acontecimiento que pide una explicación. “En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de sus sacrificios.”. Cuando leemos los periódicos o cuando asistimos al noticiario en la TV, recibimos muchas informaciones, pero no siempre evaluamos todo su significado. Escuchamos todo, pero no sabemos bien qué hacer con tantas informaciones y noticias. Noticias terribles como el tsunami, el terrorismo, las guerras, el hambre, la violencia, el crimen, los atentados, etc. Así fueron a llevar a Jesús la noticia de la terrible masacre que Pilatos, gobernador romano, hizo con algunos peregrinos samaritanos. Noticias así nos incomodan. Nos derriban: ¿Qué puedo hacer?” Para apaciguar la conciencia, muchos se defienden y dicen: “¡Es su culpa! ¡No trabajan! ¡Es gente llena de prejuicios!” En tiempo de Jesús, la gente se defendía diciendo: “¡Es un castigo de Dios por sus pecados!” (Jn 9,2-3). Desde hace siglos se enseñaba: “Los samaritanos no valen. ¡Siguen una religión equivocada!” (2Re 17,24-41)!

• Lucas 13,2-3: La respuesta de Jesús. Jesús tiene otra opinión. "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”. Jesús ayuda a las personas a leer los hechos con otros ojos y a sacar una conclusión para su vida. Dice que no fue castigo de Dios. Por el contrario: “Y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” y procura alertar hacia la conversión y el cambio.

• Lucas 13,4-5: Jesús comenta otro hecho. “O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?” Debe haber sido un desastre muy comentado en la ciudad. Una tormenta derribó la torre de Siloé y mató a dieciocho personas que se estaban abrigando debajo. El comentario normal era: “¡Castigo de Dios!” Jesús repite: “No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo ". Ellos no se convirtieron, no cambiaron, y cuarenta años después Jerusalén fue destruida y mucha gente murió asesinada en el Templo como los samaritanos, y mucha más murió debajo de los escombros de las murallas de la ciudad. Jesús trató de prevenir, pero no escucharon la petición de paz: “¡Jerusalén! ¡Jerusalén!” (Lc 13,34). Jesús enseña a descubrir las llamadas que vienen de los acontecimientos de la vida de cada día.

• Lucas 13,6-9: Una parábola para que la gente piense y descubra el proyecto de Dios. " Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: `Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala; ¿Para qué ha de ocupar el terreno estérilmente?' Pero él le respondió: `Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.” Muchas veces la viña es usada tanto para indicar el cariño que Dios tiene hacia su pueblo o como falta de correspondencia de parte de la gente hacia el amor de Dios (Is 5,1-7; 27,2-5; Jr 2,21; 8,13; Ez 19,10-14; Os 10,1-8; Mq 7,1; Jn 15,1-6). En la parábola, el dueño de la viña es Dios Padre. El agricultor que intercede por la viña es Jesús. Insiste con el Padre para alargar el espacio de la conversión.

Para la reflexión personal

• El pueblo de Dios, la viña de Dios. Yo soy un pedazo de esta viña. Me aplico la parábola de la viña. ¿Qué conclusiones saco?
• ¿Qué hago con las noticias que recibo? ¿Trato de tener una opinión crítica, o sigo la opinión de la mayoría y de los medios de comunicación?

Oración final

¿Quién como Yahvé, nuestro Dios,
con su trono arriba, en las alturas,
que se abaja para ver el cielo y la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza al pobre del estiércol. (Sal 113,5-7)

(fuente: ocarm.org)

sábado, 27 de febrero de 2016

¿Cómo hacer una buena confesión y ganar la indulgencia jubilar?

Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón; y Él quiere hacerlo… hasta el punto que el perdón de los pecados ocupa un lugar muy importante en nuestras relaciones con Dios


¿Por qué confesarse? 

Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados

Todos tenemos muchas cosas buenas…, pero al mismo tiempo, la presencia del mal en nuestra vida es un hecho: somos limitados, tenemos una cierta inclinación al mal y defectos; y como consecuencia de esto nos equivocamos, cometemos errores y pecados. Esto es evidente y Dios lo sabe. De nuestra parte, tonto sería negarlo. En realidad… sería peor que tonto… San Juan dice que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Jn 1, 9-10).

De aquí que una de las cuestiones más importantes de nuestra vida sea ¿cómo conseguir "deshacernos" de lo malo que hay en nosotros? ¿de las cosas malas que hemos dicho o de las que hemos hecho mal? Esta es una de las principales tareas que tenemos entre manos: purificar nuestra vida de lo que no es bueno, sacar lo que está podrido, limpiar lo que está sucio, etc.: librarnos de todo lo que no queremos de nuestro pasado. ¿Pero cómo hacerlo?

No se puede volver al pasado, para vivirlo de manera diferente… Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón. Y Él quiere hacerlo… hasta el punto que el perdón de los pecados ocupa un lugar muy importante en nuestras relaciones con Dios.

Como respetó nuestra libertad, el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través de un gran regalo que Dios nos ha hecho.

En su misericordia infinita nos dio un instrumento que no falla en reparar todo lo malo que podamos haber hecho. Se trata del sacramento de la penitencia. Sacramento al que un gran santo llamaba el sacramento de la alegría, porque en él se revive la parábola del hijo prodigo, y termina en una gran fiesta en los corazones de quienes lo reciben.

Así nuestra vida se va renovando, siempre para mejor, ya que Dios es un Padre bueno, siempre dispuesto a perdonarnos, sin guardar rencores, sin enojos, etc. Premia lo bueno y valioso que hay en nosotros; lo malo y ofensivo, lo perdona. Es uno de los más grandes motivos de optimismo y alegría: en nuestra vida todo tiene arreglo, incluso las peores cosas pueden terminar bien (como la del hijo pródigo) porque Dios tiene la última palabra: y esa palabra es de amor misericordioso.

La confesión no es algo meramente humano: es un misterio sobrenatural. Consiste en un encuentro personal con la misericordia de Dios en la persona de un sacerdote.

Dejando de lado otros aspectos, aquí vamos sencillamente a mostrar que confesarse es razonable, que no es un invento absurdo y que incluso humanamente tiene muchísimos beneficios. Te recomiendo pensar los argumentos… pero más allá de lo que la razón nos pueda decir, vale la pena acudir a Dios pidiéndole su gracia: eso es lo más importante, ya que en la confesión no se realiza un diálogo humano, sino un diálogo divino: nos introduce dentro del misterio de la misericordia de Dios.


Algunas razones por las que tenemos que confesarnos

− En primer lugar porque Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Esto es un dato y es la razón definitiva: la más importante. En efecto, recién resucitado, es lo primero que hace: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar" (Jn 20, 22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus sucesores. Les dio este poder precisamente para que nos perdonen los pecados a vos y a mí. Por tanto, cuando quieres que Dios te borre los pecados, sabes a quién acudir, sabes quienes han recibido de Dios ese poder.

Es interesante notar que Jesús vinculó la confesión con la resurrección (su victoria sobre la muerte y el pecado), con el Espíritu Santo (necesario para actuar con poder) y con los apóstoles (los primeros sacerdotes): el Espíritu Santo actúa a través de los Apóstoles para realizar en las almas la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.

− Porque la Sagrada Escritura lo manda explícitamente: "Confiesen mutuamente sus pecados" (Sant 5, 16). Esto es consecuencia de la razón anterior: te darás cuenta que perdonar o retener presupone conocer los pecados y disposiciones del penitente. Las condiciones del perdón las pone el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y tiene poder para establecer los medios para otorgar ese perdón. De manera que no soy yo quien decide cómo conseguir el perdón, sino Dios el que decidió (hace dos mil años de esto…) a quién tengo que acudir y qué tengo que hacer para que me perdone. Entonces nos confesamos con un sacerdote por obediencia a Cristo.

− Porque en la confesión te encuentras con Cristo. Esto debido a que es uno de los siete Sacramentos instituidos por El mismo para darnos la gracia. Te confiesas con Jesús, el sacerdote no es más que su representante. De hecho, la fórmula de la absolución dice: "Yo te absuelvo de tus pecados" ¿Quién es ese «yo»? No es el Padre Fulano −quien no tiene nada que perdonarte porque no le has hecho nada−, sino Cristo. El sacerdote actúa en nombre y en la persona de Cristo. Como sucede en la Misa cuando el sacerdote para consagrar el pan dice "Esto es mi cuerpo", y ese pan se convierte en el cuerpo de Cristo (ese «mi» lo dice Cristo), cuando te confiesas, el que está ahí escuchándote, es Jesús. El sacerdote, no hace más que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.

− Porque en la confesión te reconcilias con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no sería «completa».

− El perdón es algo que «se recibe». Yo no soy el artífice del perdón de mis pecados: es Dios quien los perdona. Como todo sacramento hay que recibirlo del ministro que lo administra válidamente. A nadie se le ocurriría decir que se bautiza sólo ante Dios… sino que acude a la iglesia a recibir el Bautismo. A nadie se le ocurre decir que consagra el pan en su casa y se da de comulgar a sí mismo… Cuando se trata de sacramentos, hay que recibirlos de quien corresponde: quien los puede administrar válidamente.

− Necesitamos vivir en estado de gracia. Sabemos que el pecado mortal destruye la vida de la gracia. Y la recuperamos en la confesión. Y tenemos que recuperarla rápido, básicamente por tres motivos:
a) porque nos podemos morir… y no creo que queramos morir en estado de pecado mortal… y acabar en el infierno.
b) porque cuando estamos en estado de pecado ninguna obra buena que hacemos es meritoria cara a la vida eterna. Esto se debe a que el principio del mérito es la gracia: hacer obras buenas en pecado mortal, es como hacer goles en "off-side": no valen, carecen de valor sobrenatural. Este aspecto hace relativamente urgente el recuperar la gracia: si no queremos que nuestra vida esté vacía de mérito y que lo bueno que hacemos sea inútil.
c) porque necesitamos comulgar: Jesús nos dice que quien lo come tiene vida eterna y quien no lo come, no la tiene. Pero, no te olvides que para comulgar dignamente, debemos estar libres de pecado mortal. La advertencia de San Pablo es para temblar: "quien coma el pan o beba el cáliz indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor. (…) Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 27-28). Comulgar en pecado mortal es un terrible sacrilegio: equivale a profanar la Sagrada Eucaristía, a Cristo mismo.

− Necesitamos dejar el mal que hemos hecho. El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar.

− La confesión es vital en la lucha para mejorar. Es un hecho que habitualmente una persona después de confesarse se esfuerza por mejorar y no cometer pecados. A medida que pasa el tiempo, va aflojando… se «acostumbra» a las cosas que hace mal, o que no hace, y lucha menos por crecer. Una persona en estado de gracia −esta es una experiencia universal− evita el pecado. La misma persona en pecado mortal tiende a pecar más fácilmente.


Otros motivos que hacen muy conveniente la confesión

− Necesitamos paz interior. El reconocimiento de nuestras culpas es el primer paso para recuperar la paz interior. Negar la culpa no la elimina: sólo la esconde, haciendo más penosa la angustia. Sólo quien reconoce su culpa está en condiciones de liberarse de ella.

− Necesitamos aclararnos a nosotros mismos. La confesión nos "obliga" a hacer un examen profundo de nuestra conciencia. Saber qué hay «adentro», qué nos pasa, qué hemos hecho, cómo vamos… De esta manera la confesión ayuda a conocerse y entenderse a uno mismo.

− Todos necesitamos que nos escuchen. ¿En qué consiste el primer paso de la terapia de los psiquiatras y psicólogos sino en hacer hablar al "paciente"? Y te cobran para escucharte… y al "paciente" le hace muy bien. Estas dos profesiones han descubierto en el siglo XX algo que la Iglesia descubrió hace muchos siglos (en realidad se lo enseñó Dios). El decir lo que nos pasa, es una primera liberación.

− Necesitamos una protección contra el auto-engaño. Es fácil engañarse a uno mismo, pensando que eso malo que hicimos, en realidad no está tan mal; o justificándolo llegando a la conclusión de que es bueno, etc. Cuando tenemos que contar los hechos a otra persona, sin excusas, con sinceridad, se nos caen todas las caretas… y nos encontramos con nosotros mismos, con la realidad que somos.

− Todos necesitamos perspectiva. Una de las cosas más difíciles de esta vida es conocerse uno mismo. Cuando "salimos" de nosotros por la sinceridad, ganamos la perspectiva necesaria para juzgarnos con equidad.

− Necesitamos objetividad. Y nadie es buen juez en causa propia. Por eso los sacerdotes pueden perdonar los pecados a todas las personas del mundo… menos a una: la única persona a la que un sacerdote no puede perdonar los pecados es él mismo: siempre tiene que acudir a otro sacerdote para confesarse. Dios es sabio y no podía privar a los sacerdotes de este gran medio de santificación.

− Necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados: si tenemos las disposiciones necesarias para el perdón o no. De otra manera correríamos un peligro enorme: pensar que estamos perdonados cuando ni siquiera podemos estarlo.

− Necesitamos saber que hemos sido perdonados. Una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado. Necesitamos una confirmación exterior, sensible, de que Dios ha aceptado nuestro arrepentimiento. Esto sucede en la confesión: cuando recibimos la absolución, sabemos que el sacramento ha sido administrado, y como todo sacramento recibe la eficacia de Cristo.

− Tenemos derecho a que nos escuchen. La confesión personal más que una obligación es un derecho: en la Iglesia tenemos derecho a la atención personal, a que nos atiendan uno a uno, y podamos abrir el corazón, contar nuestros problemas y pecados.

− Hay momentos en que necesitamos que nos animen y fortalezcan. Todos pasamos por momentos de pesimismo, desánimo… y necesitamos que se nos escuche y anime. Encerrarse en sí mismo solo empeora las cosas…

− Necesitamos recibir consejo. Mediante la confesión recibimos dirección espiritual. Para luchar por mejorar en las cosas de las que nos confesamos, necesitamos que nos ayuden.

− Necesitamos que nos aclaren dudas, conocer la gravedad de ciertos pecados, en fin… mediante la confesión recibimos formación.


Algunos "motivos" para no confesarse

− ¿Quién es el cura para perdonar los pecados…? Sólo Dios puede perdonarlos
Hemos visto que el Señor dio ese poder a los Apóstoles. Además, permíteme decirte que ese argumento lo he leído antes… precisamente en el Evangelio… Es lo que decían los fariseos indignados cuando Jesús perdonaba los pecados… (puedes mirar Mt 9, 1-8).

− Yo me confieso directamente con Dios, sin intermediarios
Genial. Me parece bárbaro… pero hay algunos "peros"…
Pero… ¿cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona? ¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?
Pero… ¿cómo sabes que estás en condiciones de ser perdonado? Te darás cuenta que no es tan fácil… Una persona que robara un banco y no quisiera devolver el dinero… por más que se confesara directamente con Dios… o con un cura… si no quisiera reparar el daño hecho −en este caso, devolver el dinero−, no puede ser perdonada… porque ella misma no quiere "deshacerse" del pecado.
Este argumento no es nuevo… Hace casi mil seiscientos años, San Agustín replicaba a quien argumentaba como vos: "Nadie piense: yo obro privadamente, de cara a Dios… ¿Es que sin motivo el Señor dijo: «lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo»? ¿Acaso les fueron dadas a la Iglesia las llaves del Reino de los cielos sin necesidad? Frustramos el Evangelio de Dios, hacemos inútil la palabra de Cristo."

− ¿Porque le voy a decir los pecados a un hombre como yo?
Porque ese hombre no un hombre cualquiera: tiene el poder especial para perdonar los pecados (el sacramento del orden). Esa es la razón por la que vas a él.

− ¿Porque le voy a decir mis pecados a un hombre que es tan pecador como yo?
El problema no radica en la «cantidad» de pecados: si es menos, igual o más pecador que vos…. No vas a confesarte porque sea santo e inmaculado, sino porque te puede dar la absolución, poder que tiene por el sacramento del orden, y no por su bondad. Es una suerte −en realidad una disposición de la sabiduría divina− que el poder de perdonar los pecados no dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible ya que uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar… Además, el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.

− Me da vergüenza...
Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la paz interior que consigas después de decirlo. Además te cuesta, precisamente porque te confiesas poco…, en cuanto lo hagas con frecuencia, verás cómo superarás esa vergüenza.
Además, no creas que eres tan original…. Lo que vas a decir, el cura ya lo escuchó trescientas mil veces… A esta altura de la historia… no creo que puedas inventar pecados nuevos…
Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el diablo quita la vergüenza para pecar… y la devuelve aumentada para pedir perdón… No caigas en su trampa.

− Siempre me confieso de lo mismo...
Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido… y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos… Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos… Además cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan machas nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del mismo tipo… Para querer estar limpio basta querer remover la mugre… independientemente de cuán original u ordinaria sea.

− Siempre confieso los mismos pecados...
No es verdad que sean siempre los mismos pecados: son pecados diferentes, aunque sean de la misma especie… Si yo insulto a mi madre diez veces… no es el mismo insulto… cada vez es uno distinto… No es lo mismo matar una persona que diez… si maté diez no es el mismo pecado… son diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido perdonados, ahora necesito el perdón de los "nuevos", es decir los cometidos desde la última confesión.

− Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los pecados que confieso...
El desánimo, puede hacer que pienses: "es lo mismo si me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual". No es verdad. El hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Uno que se baña todos los días… se ensucia igual… Pero gracias a que se baña, no va acumulando mugre… y está bastante limpio. Lo mismo pasa con la confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima los pecados… hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo nos hace mejores.

− Sé que voy a volver a pecar... lo que muestra que no estoy arrepentido

Depende… Lo único que Dios me pide es que esté arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento quiera luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que ignoramos… ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé… Se me pide que tenga la decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro déjalo en las manos de Dios…

− Y si el cura piensa mal de mí...
El sacerdote está para perdonar… Si pensara mal, sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho siempre piensa bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es por él… sino porque vos crees que representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas de mejorar, etc. Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratis −sin ganar un peso−, durante horas, … si no se hace por amor a las almas… no se hace. De ahí que, si te dedica tiempo, te escucha con atención… es porque quiere ayudarte y le importas… aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al cielo.

− Y si el cura después le cuenta a alguien mis pecados...
No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico −la ex-comunión− al sacerdote que dijese algo que conoce por la confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han muerto por no revelar el contenido de la confesión.

− Me da pereza...
Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo que sea un obstáculo verdadero ya que es bastante fácil de superar… Es como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza…

− No tengo tiempo...
No creo que te creas que en los últimos __ meses… no hayas tenidos los diez minutos que te puede llevar una confesión… ¿Te animas a comparar cuántas horas de TV has visto en ese tiempo… (multiplica el número de horas diarias que ves por el número de días…)?

− No encuentro un cura...
No es una raza en extinción, hay varios miles. Toma la guía de teléfono (o llama a información). Busca el teléfono de tu parroquia. Si ignoras el nombre, busca por el obispado, ahí te dirán… Así podrás saber en tres minutos el nombre de un cura con el que te puedes confesar… e incluso pedirle una hora… para no tener que esperar.

escrito por Eduardo Volpacchio 
(fuente: catholic.net)

El Papa a la patronal italiana: ‘El hombre, en el centro de cada empresa’

(27/02/2016) En su primera audiencia papal, el Pontífice pidió a los representantes de Confindustria que sean constructores del bien común y artífices de un nuevo humanismo del trabajo.

(ZENIT – Ciudad del Vaticano) El Papa Francisco recibió este sábado a siete mil representantes de la patronal italiana Confindustria, que es la confederación que desde hace más de un siglo reúne a unas 150 mil empresas.

En su discurso, el Santo Padre destacó el compromiso que se proponen cumplir los miembros de esta asociación, que por primera vez encuentra al Pontífice. Además, recordó el lema que han elegido para su encuentro jubilar, “Hacer juntos”, que conlleva “trabajar juntos”, involucrando a los sujetos a menudo olvidados o descuidados. Para lograrlo, el Papa invitó a que en el centro de cada empresa esté el hombre, sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas.

Ante tantas barreras de injusticia, soledad y desconfianza, Francisco señaló que el mundo del trabajo “está llamado a dar pasos valientes, para que ‘encontrarse y hacer juntos’ no sea solo un lema, sino un programa para el presente y el futuro”.

El Santo Padre concluyó su intervención alentando a los presentes a ser constructores del bien común y artífices de un nuevo “humanismo del trabajo”. “Están llamados a tutelar la profesionalidad y, al mismo tiempo, a prestar atención a las condiciones en las que el trabajo se realiza, para que no se verifiquen incidentes y situaciones de malestar. Que su camino a seguir sea siempre la justicia, que rechaza los atajos de las recomendaciones y de los favoritismos, y las desviaciones peligrosas de la deshonestidad y de los fáciles acuerdos. Que la ley suprema sea en todo la atención a la dignidad del otro, valor absoluto e indisponible. Que este horizonte de altruismo caracterice su compromiso que los llevará a rechazar categóricamente que la dignidad de la persona sea pisoteada en nombre de exigencias productivas, que enmascaran miopías individualistas, tristes egoísmos y sed de ganancia”, dijo.

Para el Pontífice, “esto es verdaderamente posible, con la condición de que la simple proclamación de la libertad económica no prevalezca sobre la concreta libertad del hombre y sobre sus derechos, que el mercado no sea absoluto, sino que honre las exigencias de la justicia y, en último análisis, de la dignidad de la persona”. “Porque no hay libertad sin justicia y no hay justicia sin el respeto de la dignidad de cada uno”, insistió.

Publicamos a continuación el texto completo con las palabras del Papa:

Amables Señores y Señoras, ¡buenos días!

Saludo a todos los representantes del mundo empresarial que han venido tan numerosos y agradezco al presidente, señor Squinzi, así como al señor Ghizzoni y a la señora Marcegaglia, por las palabras que me han dirigido.

Con este encuentro, que constituye una novedad en la historia de su Asociación, se han propuesto confirmar un compromiso: el de contribuir con su trabajo a una sociedad más justa y cercana a las necesidades del hombre. Quieren reflexionar juntos sobre la ética del hacer empresa; juntos han decidido reforzar la atención a los valores que son la ‘columna vertebral’ de los proyectos de formación, de valorización del territorio y de promoción de las relaciones sociales y que permiten una alternativa concreta al modelo consumista del provecho a toda costa.

‘Hacer juntos’ es la expresión que han elegido como guía y orientación. Esta inspira a colaborar, a compartir, a preparar el camino a relaciones regidas por un sentido de responsabilidad común. Esto allana el camino a nuevas estrategias, a nuevos estilos, nuevas actitudes. ¡Qué distinta sería nuestra vida si aprendiéramos de verdad, día tras día, a trabajar, a pensar, a construir juntos!

En el complejo mundo de la empresa, “trabajar juntos” significa invertir en proyectos que sepan involucrar sujetos que a menudo son olvidados o descuidados. Entre ellos, sobre todo, las familias, focos de humanidad, en las cuales la experiencia del trabajo, el sacrificio que lo alimenta y los frutos que derivan encuentran sentido y valor. Y, junto con las familias, no podemos olvidar las categorías más débiles y marginadas, como los ancianos, que podrían todavía expresar recursos y energía para una colaboración activa, pero a menudo son descartados como inútiles e improductivos. ¿Y qué decir de todos aquellos trabajadores potenciales, especialmente de los jóvenes, prisioneros de la precariedad o de largos periodos de desempleo, que no son interpelados por una solicitud de trabajo, para darles tanto un salario justo como aquella dignidad con la que a veces se sienten privados?

Todas estas fuerzas, juntas, pueden hacer la diferencia en una empresa que ponga en el centro a la persona, la calidad de sus relaciones, la verdad de su esfuerzo por construir un mundo más justo, un mundo de verdad para todos. “Hacer juntos”, significa, de hecho, establecer el trabajo no sobre el genio solidario de un individuo, sino sobre la colaboración de muchos. Significa en otros términos, “hacer redes” para valorar los dones de todos, sin dejar de lado el carácter único e irrepetible de cada uno. Que en el centro de cada empresa esté, por lo tanto, el hombre: no ese abstracto, ideal, teórico, sino este concreto, con sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas.

Esta atención a la persona concreta conlleva una serie de elecciones importantes: significa dar a cada uno lo suyo, quitando a madres y a padres de familia la angustia de no poder dar un futuro y ni siquiera un presente a los propios hijos; significa saber dirigir, pero también saber escuchar, compartiendo con humildad y confianza proyectos e ideas; significa hacer que el trabajo cree otro trabajo, la responsabilidad cree otra responsabilidad, la esperanza cree otra esperanza, sobre todo para las jóvenes generaciones, que de esto tienen necesidad hoy más que nunca.

En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium volví a lanzar el desafío de apoyarnos los unos a los otros, de hacer de la experiencia compartida una ocasión para «mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos» (n. 87). Ante tantas barreras de injusticia, de soledad, de desconfianza y de sospecha que todavía en nuestros días vienen erigidas, el mundo del trabajo, del cual ustedes son actores de primer plano, está llamado a dar pasos valientes para que “encontrarse y hacer juntos” no sea solo un lema, sino un programa para el presente y el futuro.

Queridos amigos, ustedes tienen “una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos” (Carta encíclica Laudato Si’, 129); por tanto, están llamados a ser constructores del bien común y artífices de un nuevo “humanismo del trabajo”. Están llamados a tutelar la profesionalidad y, al mismo tiempo, a prestar atención a las condiciones en las que el trabajo se realiza, para que no se verifiquen incidentes y situaciones de malestar. Que su camino a seguir sea siempre la justicia, que rechaza los atajos de las recomendaciones y de los favoritismos, y las desviaciones peligrosas de la deshonestidad y de los fáciles acuerdos. Que la ley suprema sea en todo una atención a la dignidad del otro, valor absoluto e indisponible. Que este horizonte de altruismo caracterice su compromiso que los llevará a rechazar categóricamente que la dignidad de la persona sea pisoteada en nombre de exigencias productivas, que enmascaran miopías individualistas, tristes egoísmos y sed de ganancia. En cambio, que la empresa que ustedes representan esté siempre abierta a aquel “significado más amplio de la vida”, que le permitirá “servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo” (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 203). Que el bien común sea, precisamente, la brújula que oriente la actividad productiva, para que crezca una economía de todos y para todos, que no sea “insensible a la mirada de los necesitados” (Si 4,1). Esto es verdaderamente posible, con la condición de que la simple proclamación de la libertad económica no prevalezca sobre la concreta libertad del hombre y sobre sus derechos, que el mercado no sea absoluto, sino que honre las exigencias de la justicia y, en último análisis, de la dignidad de la persona. Porque no hay libertad sin justicia y no hay justicia sin el respeto de la dignidad de cada uno.

Les agradezco su empeño y todo el bien que hacen y que podrán hacer. Que el Señor les bendiga. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Gracias.

Y ahora quisiera pedir al Señor que les bendiga, a todos ustedes, a sus familias, a sus empresas.

(fuente: zenit.org)

Cuando la pasión mata el amor

En el frenesí de los cuerpos que se consumen, a veces no está el corazón.

Los besos se multiplican siguiendo el ritmo desenfrenado del hervor interno y de la carne febril, difíciles de controlar.

Estas almas se ofrecen mil besos y, con los ojos cerrados, se lanzan cual suicidas hacia el océano negro de la ilusión romántica. No viven en el mundo real, sino en el disfrute de ellos mismos a través del otro, en la evasión ridícula que ofrece el amor pasional y de espectáculo.

Por desgracia, estas almas tan lanzadas se enfrentan a una catástrofe, confundidas por las falsas concepciones del amor, que lo convierten en un producto de consumo, del que se abusa y luego se desecha.

El amor no es la expresión de los instintos sexuales, sino un propósito común que requiere la unión de las voluntades.

Antoine de Saint Exupéry señalaba con buen acierto que el amor no consiste en mirar fijamente a los ojos del otro, sino más bien conducir esa mirada común en una misma dirección.


La importancia del cuerpo en la expresión del amor

No se trata de que los puritanos no encuentren en los cuerpos un apoyo a sus elucubraciones, ¡todo lo contrario! Mi objetivo aquí no va en contra del cuerpo humano, sino más bien en su favor.

El cuerpo no es un instrumento que deba ser utilizado de acuerdo con nuestros pequeños apetitos libidinosos; es el santuario sagrado que permite la expresión del amor, ese movimiento interior que proviene de las entrañas del alma.

¡El amor es una Divina Liturgia que puede desplegarse sólo a través de su lenguaje de excepción!

El cuerpo es al alma lo que el cofre al tesoro. Dicho de otra forma, el cuerpo es el signo visible por el que se traduce la realidad interior.

Si el cuerpo es un santuario, entonces debemos velar por que sus puertas no se abran en vano a ladrones malintencionados –y que a menudo son ciegos– que no dudarían en precipitarse sobre el tesoro para profanarlo.

Por eso, mientras se esboza el dibujo de un amor, es conveniente, antes de nada, recordar que éste se expresa muy a menudo en las pequeñas atencioneso, con mayor motivo, en los gestos delicados que valen mucho más que mil palabras, que a menudo se las lleva el viento.

No hay que dejar de transmitir cierta ternura, pero siempre vigilantes de que los actos reflejen ese amor oculto en el castillo del alma y no algunos deseos exaltados que buscan solamente el placer.


El amor, algo más que un ideal

El amor no es ese ideal tan sólo presente en el imaginario de los poetas, reservado a determinadas élites especiales y que nadie más puede alcanzar, de tan perfecto que es, tan alejado de la realidad de una existencia humana que se mide en virtud de su sufrimiento, de sus cicatrices y de la muerte.

El amor, como el ideal más perfecto de todos que jamás podría conjugarse con el presente de nuestras vidas. ¡No! El amor es más bien la verdad a la que todo ser humano aspira y sin la cual el corazón se reseca, vaciado de su substancia.

El amor es esta verdad que muestra y recibe al otro tal y como es, con sus límites y sus espinas.

El amor tampoco es una abstracción por encima incluso del concepto, en contraste con la idea de lo real y lo carnal.

El amor no puede quedar reducido a un simple contrato que rechace cualquier emoción y que sea motivado exclusivamente por la inteligencia y la razón.

¡Cuidado con los mojigatos! No somos espíritus puros, sino seres compuestos de espíritu y materia; y sería una falta de respeto hacia la obra divina impedir que el amor atravesara nuestro ser por entero, es decir, tanto nuestra sensibilidad como nuestra carne.

El amor es la aceptación del obsequio TAL Y COMO ES, sin máscara, sin comedia alguna.

El amor es presentarnos en toda nuestra desnudez, tanto física como espiritual, con todo lo que somos.

El amor es la síntesis grandiosa de todos estos elementos, esta armonía interior, que exige un alma motivada por el corazón, iluminada por la razón, y elevada por la gracia.

(fuente: aleteia.org)

viernes, 26 de febrero de 2016

A pesar de mi corazón de piedra

Aunque mi corazón sea de piedra,
Aunque cierre mi corazón al mundo,
Vos me ves.

Ves brillar, la perla que hay en mi,
Ves brillar, tu amor en mi.

Oh Señor, sabés lo que soy,
Aún en mi flaquezas, me conoces,
Y me amas como a nadie, me lo das todo.
Y aún no mereciendo yo tomo tu amor.

Oh Señor, Vos me conocés,
Conocés cada rincón de mis penumbras,
Y aún así ves, el brillo de tu amor en mi.
Ves mas allá que cualquiera,
Ves mas allá.

No importa mi dolores,
Mis miserias mis pecados,
No importa cuan pequeño pueda ser,
Vos me elegís una y otra vez.

Son tantos tus regalos,
Tus maravillas en mi vida,
No tengo cómo, responder a tanto amor.
Toma Señor mi simple y humilde si.

Amén

escrita por Nicole Mass
(fuente: oleadajoven.org.ar)

Consolación y desolación, los dos grandes movimientos interiores

16/02/2016 -En la previa al inicio de los Ejercicios Ignacianos, centramos la mirada en el corazón, donde aparecen los dos grandes movimientos: consolación y desolación. Algunas pautas sobre esta materia nos ayudarán a poder transitar con más provecho los Ejercicios Espirituales que mañana comenzamos.

Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus creaturas,
y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
y lo gobernase con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Pues aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos
y de tu trono de gloria envíala
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.

Sab 9, 1 ss

Esta oración, esta Palabra, la vamos a compartir a lo largo de todos estos días, va a ser el punta pié inicial, la llave que va a abrir nuestro encuentro de cada. En el libro de la Sabiduría 9, 1-ss en esta oración hermosa que pide a Dios el gran don, el don entre todos los dones de la Sabiduría y el discernimiento está la posibilidad de adentrarse en lo ejercicios con fruto y sacar de ellos el mejor de provecho. Cuando hacemos camino espiritual de seguimiento discipular de Jesús vamos aprendiendo a distinguir qué es lo que Dios mueve, qué es lo que surge de nuestra naturaleza, ordenada y a veces desordenada, qué viene del mal espíritu y qué del espíritu del mundo. Con una actitud de fidelidad adherimos a todo lo primero que es impulso de Dios en nuestro corazón y dejamos de lado todo lo segundo, lo que viene de la fuerza del mal, que impide el proyecto de Dios en nuestras vidas.


Consolación y desolación, los dos grandes movimientos interiores

Existen en nosotros dos experiencias muy fuertes en lo más profundo de nuestro ser si vivimos en sintonía con lo que nos ocurre, si no estamos dispersos, si no vivimos hacia fuera. Por un lado se da la consolación, que proviene del Buen Espíritu, por otra parte la desolación que se origina en el mal espíritu.

San Ignacio describe ambas, pero para la consolación es menos lo que dice. Sólo pone dos consejos para los consolados, indica sin embargo mucho más para los desolados a lo que describe como una oscuridad en el alma, turbación, atracción por cosas bajas y mundanas, inquietud por abundantes y variadas agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, desesperación y fealdad. El alma se encuentra, cuando uno está desolado, toda floja, toda tibia, como separada de Dios, desolado, es decir, solo, alejado de Dios. A una monja que experimentaba esta desolación interior, San Ignacio le describe las características de la desolación y lo hace de este modo en una carta que le escribe: “El enemigo nos hace desviar de lo que hemos comenzado, trata de tirarnos abajo en el ánimo, en nosotros hay tibieza sin saber por qué estamos de este modo, no podemos rezar con devoción ni hablar ni oír cosa de Dios con gusto interior. Sentimos como si todos fuéramos olvidados de Dios, venimos a pensar que en todo estamos lejos de Dios, lo hecho y lo que querríamos hacer nada tiene sentido, todo es como si cayera en el vacío, nos trae a desconfiar de todo.

Ignacio da sólo dos indicaciones para los que están consolados; que estén atentos para que cuando venga el tiempo de la desolación los encuentre bien parados, (ha de pensar el que está consolado cómo hará cuando esté desolado) y también Ignacio, en el momento de la consolación pide no apurarse en tomar decisiones que sean de una excesiva generosidad. A esto lo hace sobre todo en las reglas de la segunda semana, en donde la tentación se manifiesta más bajo la forma de bien.

Ignacio da más indicaciones sobre la desolación y por eso vamos a trabajar más sobre este aspecto, no es para describir tu corazón solamente, sencillamente hablamos de todo ser que pisa sobre la tierra, la descripción fenomenológica que hace Ignacio es de una clarividencia increíble de cómo nos pesca en nuestros estados de ánimos apartados del camino de la gracia o tentados para apartarnos de ese lugar. Cualquiera que se reconozca así mismo como una persona frágil, débil, pecadora, el saludable reconocimiento de esta realidad nos hace bien a la hora de darle rostro a nuestra real condición y desde ese lugar buscar en Dios, con paz, la manera de recorrer otros caminos.


Los síntomas de la desolación

El desolado tiende a encerrarse en sí mismo. Le cuesta amar, la caridad se le torna un suplicio, los demás pierden importancia, desaparecen de su corazón, la persona empieza a querer morderse la cola, girar sobre sí misma. Vienen de repente a la memoria broncas, rencores, fracasos, tendencias a desvalorizarse, a no sentir el amor de Dios. Me llamó la atención, en la película El Rito, cómo el diablo, cuando habla en la boca de los que están poseídos por su espíritu, lo que hace es recordarle a los exorcizantes sus pecados del pasado, y trabaja sobre la culpa, muy lejos está del Buen espíritu refregar sobre nosotros el pecado, no deja de mostrarlo, pero cuando es el buen espíritu el que muestra el pecado la persona siente una mordiente dentro suyo que le hace salir de sí misma. Cuando es del mal espíritu nos viene el remordimiento más que una mordiente que nos haga salir de nosotros.

Algunas expresiones típicas de nosotros cuando estamos desolados: basta, estoy harto, yo dejo todo, esto es inútil, nadie me ayuda, todo está perdido. Estas son descripciones típicamente de un pueblo, el nuestro, desolado, que a veces bajo los influjos de un cierto ritmo tanguero hacemos de la vida un melodrama. Para qué hablar, nadie me entiende, no, no me conocen.

Otra expresión: Imposible seguir luchando contra todo, todo es una gran cosa que no es nada digamos, pero así se presenta como un fantasma la realidad. Otra reacción: yo hago la mía, me corto sólo. Típicamente en la sociedad individualista en la que vivimos esto es un mal ya instalado en el espíritu del mundo.

También se presenta bajo otro rostro, el de la poca valoración de sí mismo: no valgo nada, no sirvo para nada, nadie me quiere, nadie entiende lo que me pasa. Otro modo, cuando uno tiene una responsabilidad frente a otros en la conducción, en la educación, en la paternidad, maternidad, pastoreo, y se siente que ha sido traicionado en el ejercicio de su servicio dice: bueno, listo, que se las arreglen solos, basta, que Dios los ayude, yo también tengo derecho… como renunciando a la lucha desde ese lugar de conducción. También suele pasar que cuando uno es guiado, cuando es conducido y a veces se siente que “no soy tenido en cuenta como son tenidos en cuenta otros”, toda una expresión del mal espíritu, la persona desolada dice: nadie confía en mí, todo a los demás, y en mí quién confía, quién me tiene en cuenta.

¿Qué es la desolación? Es un estado de tentación, es un alma arrugada. El desolado tiene el alma arrugada como una lechuga que se pone en el congelador. El estado de desolación no es una tentación puntual, sola o aislada, sino que es eso, un estado, en donde todo esto que hemos descrito, está allí expresado en rasgo distinto y más de lo que podríamos decir.


Las manifestaciones del mal espíritu

A las manifestaciones del mal espíritu las podemos clasificar en tres, por un lado duda y aflicción, por otro lado el manejo del tiempo y por último, el mal espíritu caricaturiza la memoria.

Si hay un modo en el que el mal espíritu trabaja y deja su huella en el corazón para apartarnos del camino del seguimiento de Jesús es por el camino de la duda, del camino de la aflicción. Es propio del mal espíritu poner falta de paz con tristeza y desánimo, debilitamiento de la fe, esperanza, caridad, tristeza y soledad, dejar al alma toda como acurrucada y arrinconada, amordazada y atada, son como características propias con las que el mal espíritu busca atentar contra la vida de Dios en nosotros.

El mal espíritu además maneja los tiempos interiores. No el del reloj, sino los tiempos de la interioridad. Nos aparta del cairos, del tiempo de Dios en el presente, al ritmo en el que Dios conduce la historia. El mal espíritu lleva hacia el pasado tentando por la seducción con los pecados de antes y haciéndonos creer que no se podía vivir sin ellos, que siguen incidiendo en la vida presente, que de ahí nunca vamos a salir y en todo caso si hay un mal que hoy nos habita, tiene mucho que ver con los males que en otro tiempo nos habitaban y que seguimos enredados entre sus redes.

Al mismo tiempo el mal espíritu nos presenta el futuro con desesperanza y con miedo. Una forma de manejar el pasado de interferir sobre la lectura del pasado, es con los escrúpulos que torturan desde un pasado en desorden. Cuando uno ha pecado gravemente en el pasado y en delicadeza busca en el presente ser fiel a Dios y a sus designios, el mal espíritu tiene como este deseo de culpabilizarnos y de acusarnos y entonces escrupulosamente va generando en el corazón la mirada pecaminosa sobre realidades en donde no hay pecado. El convertido, a veces, es atacado por los escrúpulos. Pensemos que la noche oscura, para San Ignacio de Loyola, fueron eso, sus escrúpulos y no los tuvo al final de su vida sino al inicio, como le pasó también a Pablo de Tarso.

Hacia el futuro el mal espíritu nos presenta los futuribles, es decir, nos presenta lo que vendrá diciéndonos que con aquello no podremos, nos presenta fantasmas de las posibilidades, nos presenta el peor escenario en forma hipotética o condicionales: si ocurriera tal cosa yo no podría, qué va a pasar cuando… cuando en realidad no sabemos si va a pasar. Estos futuribles generan un temor que no se puede resolver y por lo tanto mantiene a la persona con mucha angustia sobre esa fantasía o ese fantasma que el mal ha generado en nosotros.

Hemos visto como en el tiempo el mal espíritu tienta hacia el pasado y hacia el futuro cuando en realidad donde se juega la salvación es en el presente. Hoy es el día de la salvación, “hoy es el tiempo propicio” dice la Palabra. El mal espíritu ¿qué hace?, nos saca del aquí y el ahora, de la cotidianeidad, del compromiso simple y sencillo en lo laboral, en lo familiar, en lo apostólico, en la ciudadanía, por lo que nosotros podemos poner nuestro pequeño y gran granito de arena en el acontecer del hoy con la fidelidad a nuestra agenda discernida en Dios de cómo obrar y de cómo servir. No te apures en el andar que en el hoy se juega tu destino. No le hagas caso a lo que pasó cuando te lo muestren mal ni te preocupes por lo que vendrá que hoy comienza a construirse tu futuro.

Nosotros somos invitados, en el tiempo que corre, a detenernos, para vivirlo según el ritmo de Dios, que ni va rápido ni va lento, va y en su ir marca un ritmo que es constante, que es permanente, que no se detiene, que reconoce el cansancio nuestro y nos invita a reposar en él mientras sigue yendo.


El mal espíritu caricaturiza la memoria

El mal espíritu caricaturiza la memoria haciendo que las cosas aparezcan como enfatizando lo negativo de lo que aconteció y minimizándolo. En un momento de la película El Rito, Anthony Hopkins que es el actor principal y el exorcista adulto, le dice al aprendiz de exorcismo: Atención porque el mal es un farsante, un mentiroso, un embaucador. Está diciendo esto que queremos nosotros recalcar hoy en la denuncia a su modo de actuar. Busca enfatizar lo negativo deformándolo o minimizando lo que está mal también deformándolo. Para esto se vale de la mentira haciendo perder la memoria del corazón.

Cuando uno lee la Palabra, en las tentaciones de Jesús en el desierto uno se da cuenta que el mal espíritu usa la verdad pero la da vuelta, y miente con la verdad, cita la Palabra de Dios el mal espíritu, y en ese citar la Palabra de Dios, con una intencionalidad hiriente, busca sacarlo a Jesús del camino. En este trabajar sobre nosotros quiere oscurecer la memoria agradecida haciéndonos olvidar las gracias que hemos recibido en el pasado y entonces, cuando es así, quedamos a la deriva de la tentación, nos hace olvidar los afectos, las alegrías, la paz que han sido confirmatorios de la presencia de Dios en nuestra vida y viene con un espíritu ansioso para ir hacia delante sin rumbo, sin sentido.

Todo esto, cuando se combina con la duda, se hace una mezcla muy particular, el corazón queda todo como enredado, sin memoria y todo con dudas. Solamente basta una experiencia de Dios fuerte, fundante, para perseverar y sostenerse también en medio de estos embates. Dice Santa Teresa hablando de una experiencia suya donde la esencia del alma ha sido marcada por la presencia del Dios vivo: “No se me olvidará aunque quiera esta gracia recibida”.

Por eso, en medio de las crisis, hay que buscar en la memoria si existió esa experiencia de gracia. Por eso es recomendable, cuando hagamos los ejercicios de Ignacio, llevar nuestro cuaderno y anotar las gracias que vamos recibiendo, porque cuando nos olvidamos, volver sobre ellas es como cuando se nos apaga el fuego y al hacerle un poquito de viento y comienza a arder de nuevo, vuelve a recuperar el alma su fuerza. Es que Dios no se muda, dice Santa Teresa, Dios permanece, Dios queda, Dios es fiel.

Ernesto Sábato, en otro contexto, decía: el hombre sin memoria es una hoja de otoño a la deriva del viento, es como un barco sin rumbo. En el pasado de alguna manera, marcado ya por Dios, están las claves de la brújula que nos conduce hacia el futuro. El mal espíritu lo que busca es enfatizar lo malo en el pasado y minimizar lo bueno, caricaturizar la realidad. Es un payaso, es un embaucador, es un mentiroso y nosotros, al ponerlo al descubierto no hacemos más que, con mucha sencillez, confiando en la bondad de Dios, desarticular sus estrategias para liberarnos y recorrer un nuevo camino.


Tentación y ansiedad

Se da en la tentación una búsqueda ansiosa de alguien o de algo que nos rescate, solemos decir estamos como a manotazos de ahogado o de locos. Mucha angustia por querer salir de la situación de tentación. Atenta contra la paciencia, busca desestabilizar emocionalmente el tentador. Tenemos la sensación de que ninguna cosa nos ayuda. Todo se lo vive como si se volviera en contra, como si fuera un enemigo de varios rostros, como una legión a veces de acciones contrarias.

El sacerdote chileno Alberto Hurtado, santo, en su experiencia en Europa, cuando está experimentando el llamado a esta obra grande del Hogar de Cristo, dice describiendo lo que pasa por su corazón cuando no se entiende, posiblemente ni el mismo entendiera lo que estaba pasando, “Tengo la sensación que todos los diablos están contra mí”. Esta impresión de que todo está en contra. Pero a veces, yendo por la vida como se tiene que ir nomás, es como si hubieran cambiado la flecha de dirección de la calle sin avisar y de repente todos los autos se vienen de frente, así hace el mal espíritu, viene a veces violenta y multitudinariamente a atentar contra nosotros. Entonces surge el mutismo, el sentir que nada ni nadie nos ayuda, que de aquella no salimos, que estamos hasta las manos, que no vamos a salir adelante.

Por otra parte no muestra el rostro y dice: ni abras la boca, ni grites, te amordaza. Ignacio dice que es como un vano enamorado que busca no decir el secreto, no contar, porque si se entera el dueño de la esposa “cobra”. Entonces hace así con nosotros y nos invita al silencio porque si denunciamos su estrategia y su mala intención quedaremos al descubierto.

Con el solo hecho de abrir la boca, de gritar, de contar, de decir la tentación o con el consejo bueno de una persona que discierne, basta para desarmar y desvanecer lo que aparentemente era algo tremendo. Es como cuando en esas tormentas de verano de repente en el medio de todos los rayos, el viento, el sacudón de la naturaleza, comienza a soplar una brisa suave, sale el sol y de repente todo se fue. Así el buen espíritu, con su suavidad, con su presencia, va limpiando las nubes que atentan contra nosotros.

Las crisis, muchas veces profundas, se solucionan si uno cuenta, habla y se deja ayudar. En otras basta una pequeña crisis pero cerrada y enmudecida, sin abrir el corazón, para que comience la debacle de la vida. La tentación es progresiva en el deterioro y homicida en la intención. No empieza fuertemente, empieza levemente y se hace fuerte. Ignacio dice que hay que frenar su acción apenas comienza y uno detectar a donde va su intención.

La tentación se vence enfrentándola desde el inicio sino es como una bola de nieve que comienza chiquito y después se agranda. Los monjes medievales tenían esta expresión que dice que a los enemigos es mejor matarlos de recién nacidos, antes de que crezcan. Hablamos de enemigos espíritus, no de personas, sino de los malos pensamientos, las malas inclinaciones, Las personas, en la vida espiritual crecemos si conocemos las tentaciones y las vamos venciendo apenas aparecen, apenas nacen. Muchas veces, a partir de una falsa razón inicial, como una primera y sutil trampa se llega a la conclusión falsa que todo lo debilita a partir de prejuicios, de espíritu de sospecha, de mirar de reojo, de no creer lo que el otro dice. No olvidemos que el mal espíritu es homicida, va argumentando en argumentos iniciales con una razón pequeña pero termina aniquilando las elecciones de estados de vida.


Luchar contra la desolación

Ignacio pone primero, ante la desolación, la paciencia. Ni si quiera tener paciencia, sino estar en paciencia, que implica un estado. El desolado siente la ausencia de Dios que aparentemente se nos durmió en la barca o no nos escucha, por lo que estar en paciencia es importante. Después la humildad como arma, la tierra desconocida por el mal espíritu que es sobervio. Cuando frente a las dificultades, las desolaciones o pruebas, nos ponemos en autosufiencientes u orgullosos, entramos en el terreno de la sobervia donde el mal es más fuerte que nosotros.

La humildad se manifiesta en dos gestos. Primero en rezar: el humilde reza, en cambio el soberbio no reza porque supuestamente no necesita nada. Cuando uno está desolado, Ignacio recomienda rezar un poquito más, y “no sólo para resistir sino para vencer”. Uno ofrece esos 5 minutos de más, que parecen eternos, como ofrenda.

La segunda cosa en la que se manifiesta la humildad es el pedir ayuda. Ignacio dice que el mal espíritu busca silenciarnos, pasar encubierto, e intenta que el tentado no hable con aquellos que lo pueden ayudar. Ignacio tiene una regla de oro: en tiempos de desolación nunca hacer mudanza. Implica no cambiar los propósitos, sobretodos los grandes, los de estados de vida, decisiones tomadas. Y por otro lado, Ignacio recomienda mudarse mucho contra la tentación. Por ejemplo, si cuando estoy desolado tiendo a tirarme y no rezar, hacer lo contrario, rezo más; si me encierra en mi cuarto, entonces salir y encontrarme con la gente.

Además también hacer de mis tentaciones materia de oración, contarle al Señor lo que estamos viviendo y lo que nos está pasando.

También ayuda el recurso de la memoria. Cuando uno está tentado o desolado, sea cual sea la materia, por un lado golpea la unidad hay como un tironeo interior.

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

jueves, 25 de febrero de 2016

Milagros de Misericordia, cada día

No existe una verdad mayor en nuestro día a día que saber que: “En la Misericordia de Dios no hay cabida para la casualidad”. Ayudar a nuestros menores a experimentar la alegría de poder descubrir en los milagros diarios la grandeza de un Amor Misericordioso. Dios que por amor crea, Dios que por amor se entrega, Dios que por amor perdona con infinita Misericordia.

Precisamente el otro día en catequesis de post comunión en mi parroquia, tocábamos este tema. Mirando a través de la lente del Evangelio comparando la vida de Jesús, sus actos, su actitud. Al traerlo a nuestro día común descubrimos que todo lo que hacemos desde que nos levantamos hasta acostarnos está lleno de pequeños milagros. Pensé que en lugar de desarrollar toda la catequesis en la parroquia, sería buena idea mandar el trabajo a casa y que cada niño con sus padres reflexionasen en el versículo del Evangelio que les había tocado. Momentos cotidianos para poder comparar y desarrollarlos en un dibujo o redacción, de modo que en la siguiente semana pudiéramos poner en común y realizar un mural.

Despertar es algo tan común, que a menudo olvidamos que ninguno, sin la Misericordia de Dios que nos ofrece para nuestro desarrollo, podríamos despertar del sueño de la noche. Los padres que los cuidan, poder comer cada día, tener una casa donde sentirse protegidos. Poder recibir estudios, atención médica. A menudo olvidamos, incluso los mayores, que esto no son privilegios o méritos, ni siquiera derechos, que no podemos ganarlo por nosotros mismos.

Debemos transmitir a nuestros hijos la alegría de sentirnos perdonados, amados por la Misericordia de un Dios que no deja de brindar oportunidades cada día para que le descubramos cercano en aquellas cosas que realizamos y vivimos. Somos únicos para Dios, Él nos ve de un modo individual, y así nos ama como si fuéramos su Hijo Único. A veces las cosas no salen como quisiéramos y somos infelices, ayudar a nuestros hijos a comprender que en ello está la oportunidad de descubrir el diálogo con Dios. Jesús se apartó al desierto a rezar, a hablar con su Padre, a encontrar el sentido de su misión.

En la donación de uno mismo, cuando compartimos algo que nos gusta con un amigo. Ahí estamos siendo partícipes de la generosidad del Amor de Dios que nos empuja a ser mejores, a renunciar al egoísmo, eso es un milagro en los tiempos de tanta competitividad que vivimos.

Es Dios quien está detrás de la inteligencia de las personas que inventan programas, máquinas, móviles,aparatos digitalizados que nos hacen la vida más fácil, comunicada, entretenida, educativa. Nuestra vida común está llena de instantes por descubrir la infinita Misericordia de Dios y cómo nos la regala sin medida en multitud de cosas que pasamos por alto. Descubrirlas, disfrutarlas, compartirlas de la mano de nuestros menores dará lugar a otro milagro más en nuestro día, el de poder vivir la fe en familia.

Para terminar este artículo les dejo como reflexión una frase que dijo el papa Francisco en el parque de Los Samanes en Guayaquil 6/7/2015. Sabemos que él no para de invitarnos a construir una «Iglesia doméstica» donde poder aprender un estilo de amor y de servicio, donde cada día poder transmitir a los más pequeños la ternura y la misericordia. “En la familia los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos”.

(fuentes: zenit.org; yocreo.com)

Aborto post nacimiento: una idea impactante que gana terreno en el ámbito académico

La defensa incluso del infanticidio es el resultado inevitable de la deriva cultural de Occidente

Estudiantes activistas provida vienen contando una tendencia alarmante que se verifica en los corredores de las universidades de varios países de Occidente, en especial de los Estados Unidos: la creciente aceptación, entre los universitarios, de una idea definida como “aborto post nacimiento”.

Sí, leíste exactamente eso.

Aborto post nacimiento. Infanticidio.

“En casi todos los campus que visitamos encontramos personas que consideran moralmente aceptable matar bebés que ya nacieron”, cuenta Mark Harrington, director del grupo provida Created Equal, de los Estados Unidos, que trabaja con estudiantes universitarios.

“Este punto de vista aún es impactante para la mayoría de las personas pero se está volviendo cada vez más ‘popular’ entre las nuevas generaciones”.

Más alarmante aún: la investigación registró que algunos consideran que no existe nada de malo en matar a un niño hasta los 4 o 5 años de edad.

Para confirmar esta tendencia impresionante, otra organización solicitó que los alumnos de un campus universitario firmaran una petición para legalizar el “aborto en el cuarto trimestre” (es decir, del noveno al décimo mes del bebé, cuando él ya nació). Y, como podemos ver en el video (al final del texto), muchos firmaron con gusto.

Hay quien quita importancia a esa tendencia considerando que la idea es una mera manifestación de humor negro universitario, pero el fenómeno está lejos de ser “sólo” una cuestión de comedia de mal gusto.

El concepto de “aborto post nacimiento” fue desarrollado por profesionales de medicina y presentado al público en una revista médica de gran renombre internacional.

En 2011, el “British Journal of Medical Ethics” (JME) publicó el artículo Aborto post nacimiento: ¿por qué el bebé debería nacer?, de los profesores italianos Alberto Giubilini y Francesca Minerva.

La pregunta del título del artículo es sólo retórica, porque de acuerdo con los autores, el bebé no debería necesariamente ser dejado con vida. Los autores equiparan la condición moral de un recién nacido con la de un bebé aún no nacido, lo que les permitió determinar que, ya que un feto puede ser abortado, entonces es permisible matar también a un recién nacido, realizándose lo que ellos llamaron “aborto post nacimiento”.

(¿No se les pasó por la cabeza a los autores lo contrario? ¿Que si el feto es equiparable al recién nacido, entonces ¿matar al feto es un asesinato como matar a un recién nacido?).

Afortunadamente, la publicación del artículo causó tal furor que los autores fueron forzados a escribir una carta abierta para intentar explicar sus motivaciones.

Si, por un lado, esa indignación fue una señal positiva de que la cultura de la muerte aún enfrenta gran oposición, por otro lado es necesario observar que los profesores Giubilini y Minerva no fueron los primeros en el mundo académico que elaboraron justificaciones para el infanticidio.

En su carta abierta, Giubilini y Minerva mencionan, y debidamente, el nombre de Michael Tooley. Tooley puede considerarse el “padrino” del movimiento intelectual moderno que defiende ética e intelectualmente el infanticidio.

En 1972, un año antes de la legalización del aborto en los Estados Unidos, Tooley publicó el artículo Abortion and Infanticide (Aborto e Infanticidio) en la revista Philosophy & Public Affairs (Filosofía y Relaciones Públicas), de la Universidad de Princeton.

En ese texto, Tooley presentaba “justificaciones éticas” para ambas prácticas. También dio nuevos desarrollos al tema en un libro de 1983 con el mismo título, publicado por la Oxford University Press.

Una activista provida citada en la investigación realizada en los campus hizo una denuncia que ayuda a explicar esa tendencia de aceptación, entre los universitarios, de la idea del “aborto post nacimiento”: ella declaró que las obras del profesor Peter Singer, de la Universidad de Princeton, son frecuentemente introducidas en las listas de lectura de los alumnos.

En sus libros Practical Ethics (Ética práctica, 1979, Cambridge University Press) y Rethinking Life and Death (Repensando la vida y la muerte, 19994), Singer escribe, como Tooley ya había escrito antes, tanto en defensa del aborto como del infanticidio: “Si dejáramos de lado esos aspectos emocionalmente conmovedores, si no estrictamente irrelevantes para matar a un bebé, podremos ver que los motivos que tenemos para no matar personas no se aplican a niños recién nacidos” (Practical Ethics).

En el mismo libro, Singer afirma aún que, si es que existe incluso un derecho inherente a la vida o un derecho a no morir, entonces algunos animales tienen más derecho a la vida que un ser humano recién nacido: “Si el feto no tiene el mismo derecho a la vida que el que tiene una persona, nos parece entonces que el recién nacido tampoco lo tiene, y que la vida de un bebé recién nacido tiene menos valor del que tiene la vida de un cerdo, de un perro o de un chimpancé” (Practical Ethics).

La creciente aceptación entre estudiantes universitarios del “aborto post nacimiento”, o infanticidio, incluso en el caso de niños de hasta cinco años de edad, es algo ciertamente preocupante, pero no debería sorprender.

Al final, la estructura intelectual que intenta justificar el infanticidio forma parte de ciertos cursos universitarios de bioética desde hace décadas.

Y aunque esa visión tarde algún tiempo en expandirse fuera los campus, el hecho es que las ideas, como se sabe, tienen consecuencias…

(fuente: aleteia.org)

miércoles, 24 de febrero de 2016

Imagen de la Virgen de Aparecida permanece intacta tras incendio en Brasil

RÍO DE JANEIRO, 23 Feb. 16 / 05:20 pm (ACI).- En el distrito de Dracena, ubicado en São Paulo (Brasil) una casa de madera se incendió y cuando los bomberos apagaron las llamas encontraron algo inesperado: una imagen intacta de Nuestra Señora de Aparecida.

Este suceso fue difundido por Anderson Batista, uno de los bomberos que acudió a apagar el siniestro el 22 de febrero y que encontró la imagen entre los escombros.

“Después de apagar el fuego otro bombero hizo el trabajo de rescate y cuando entré al cuarto encontré la imagen intacta de Nuestra Señora de Aparecida, sin ningún daño ni dabas señales de estar derretida”, escribió Batista en Facebook.

Para Anderson, que se declara católico, este suceso fue realmente “un milagro porque la temperatura era demasiado alta para que la imagen resista”.

Evandro Avanço da Silva, teniente de la compañía de bomberos de la localidad, indicó a los medios brasileños que sólo hubo daños materiales porque la propietaria actualmente reside en un asilo. Aparentemente la imagen ha sido guardada por una vecina que la entregará a la familia de la dueña del inmueble.

Traducido y adaptado por María Ximena Rondón: Publicado originalmente en ACI Digital.

Papa Francisco: "La misericordia puede curar las heridas y cambiar la historia del hombre"

VATICANO, 24 Feb. 16 / 05:52 am (ACI).- El Papa Francisco dedicó la Catequesis de la Audiencia General de este miércoles a la misericordia y aseguró que ésta puede cambiar la vida de las personas.

“La misericordia puede sanar las heridas y puede cambiar la historia. ¡Abre tu corazón a la misericordia! La misericordia divina es más fuerte del pecado de los hombres”, aseguró.

A continuación, la catequesis completa del Papa gracias a RadioVaticano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Proseguimos las catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura. En diversos pasajes se habla de los potentes, de los reyes, de los hombres que están “en lo alto”, y también de su arrogancia y de sus prepotencias. La riqueza y el poder son realidades que pueden ser buenas y útiles al bien común, si son puestos al servicio de los pobres y de todos, con justicia y caridad. Pero, como muchas veces sucede, si son vividas como privilegio, con egoísmo y prepotencia, se transforman en instrumentos de corrupción y de muerte. Es cuanto sucede en el episodio de la viña de Nabot, descrito en el Primer Libro de los Reyes, capítulo 21, sobre el cual hoy nos detenemos.

En este texto se narra que el rey de Israel, Ajab, quiere comprar la viña de un hombre de nombre Nabot, porque esta viña confina con el palacio real. La propuesta parece legítima, incluso generosa, pero en Israel las propiedades agrícolas eran consideradas casi inalienables. De hecho, el Libro del Levítico prescribe: «La tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes» (Lev 25,23). La tierra es sagrada, porque es un don del Señor, que como tal va cuidada y conservada, en cuanto signo de la bendición divina que pasa de generación en generación y garantía de dignidad para todos. Se comprende entonces la respuesta negativa de Nabot al rey: «¡El Señor me libre de cederte la herencia de mis padres!» (1 Re 21,3).

El rey Ajab reacciona ante este rechazo con amargura e indignación. Se siente ofendido – él es el rey, el potente –, disminuido en su autoridad de soberano, y frustrado por la posibilidad de satisfacer su deseo de posesión. Viéndolo así abatido, su mujer Jezabel, una reina pagana que había difundido los cultos idolátricos y mandaba asesinar a los profetas del Señor (Cfr. 1 Re 18,4) – ¡no era fea, era malvada! –, decide intervenir. Las palabras con las cuales se dirige al rey son muy significativas. Escuchen la maldad que está detrás de esta mujer: «¿Así ejerces tú la realeza sobre Israel? ¡Levántate, come y alégrate! ¡Yo te daré la viña de Nabot, el israelita!» (v. 7). Ella pone énfasis en el prestigio y el poder del rey, que, según su modo de vivir, es puesto en discusión por el rechazo de Nabot. Un poder que ella en cambio considera absoluto, y por el cual todo deseo se convierte en orden. El gran San Ambrosio ha escrito en un pequeño libro sobre este episodio. Se llama “Nabot”. Nos hará bien leerlo en este tiempo de Cuaresma. Es muy bello, es muy concreto.

Jesús, recordando estas cosas, nos dice: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo» (Mt 20,25-27). Si se pierde la dimensión del servicio, el poder se transforma en arrogancia y se convierte en dominio y atropello. Es lo que sucede en el episodio de la viña de Nabot. Jezabel, la reina, de modo despreocupado, decide eliminar a Nabot y pone en obra su plan. Se sirve de las apariencias mentirosas de una legalidad perversa: envía, en nombre del rey, cartas a los ancianos y a los importantes de la ciudad ordenando que falsos testigos acusen públicamente a Nabot de haber maldecido a Dios y al rey, un crimen que se castiga con la muerte. Así, muerto Nabot, el rey puede apropiarse de su viña. Y esta no es una historia de otros tiempos, es también historia de hoy, de los poderosos que para tener más dinero explotan a los pobres, explotan a la gente. Es la historia de la trata de personas, del trabajo esclavo, de la pobre gente que trabaja clandestinamente y con el salario mínimo para enriquecer a los poderosos. Es la historia de los políticos corruptos que quieren más y más y más. Por esto decía que nos hará bien leer aquel libro de San Ambrosio sobre Nabot, porque es un libro de actualidad.

Es aquí donde llega el ejercicio de la autoridad sin respeto por la vida, sin justicia, sin misericordia. Y a esta cosa lleva la sed de poder: se hace codicia que quiere poseer todo. Un texto del profeta Isaías es particularmente iluminante al respecto. En ello, el Señor advierte contra la avidez de los ricos latifundistas que quieren poseer siempre más casas y terrenos. Y dice el profeta Isaías: «¡Ay de los que acumulan una casa tras otra y anexionan un campo a otro, hasta no dejar más espacio y habitar ustedes solos en medio del país!» (Is 5,8).

Y el profeta Isaías ¡no era comunista! Dios, pero, es más grande de la maldad y de los juegos sucios hechos por los seres humanos. En su misericordia envía al profeta Elías para ayudar a Ajab a convertirse. Ahora giremos la página, y ¿cómo sigue la historia? Dios ve este crimen y toca también el corazón de Ajab y el rey, puesto delante a su pecado, entiende, se humilla y pide perdón. ¡Qué bello sería si los poderosos explotadores de hoy hicieran lo mismo! El Señor acepta su arrepentimiento; sin embargo, un inocente ha sido asesinado, y la culpa cometida tendrá inevitables consecuencias. El mal realizado de hecho deja sus huellas dolorosas, y la historia de los hombres lleva sus heridas.

La misericordia muestra también en este caso la vía maestra que debe ser buscada. La misericordia puede sanar las heridas y puede cambiar la historia. ¡Abre tu corazón a la misericordia! La misericordia divina es más fuerte del pecado de los hombres. ¡Es más fuerte, este es el ejemplo de Ajab! Nosotros conocemos su poder, cuando recordamos la venida del Inocente Hijo de Dios que se ha hecho hombre para destruir el mal con su perdón. Jesucristo es el verdadero rey, pero su poder es completamente diverso. Su trono es la cruz. Él no es un rey asesina, sino al contrario da la vida. El dirigirse hacia todos, sobre todo a los más débiles, derrota la soledad y el destino de muerte al cual conduce el pecado. Jesucristo con su cercanía y ternura lleva a los pecadores en el espacio de la gracia y del perdón. Y esta es la misericordia de Dios.

martes, 23 de febrero de 2016

La corona de la vanidad

Consejos para superar la necesidad de aprobación y aplauso.

No importa la apariencia y el esplendor, la sencillez y la humildad brillan con luz propia cuando son auténticas.

– Los hombres valiosos llegan a la fama por sus obras. Los necios se hacen famosos por la propaganda.

– Nuestra sociedad de consumo también “fabrica” ídolos famosos, porque necesita venderlos.

– Si el sabio te censura, piénsalo. Si el estúpido te alaba, ¡laméntalo!

– El que se sabe merecedor de la aprobación y del aplauso, no hace nada para conseguirlos.

– El árbol que sobresale muy pronto con sus ramas, suele ser el que primero cae por falta de raíces.

– El hombre seguro de sí mismo goza cuando es apreciado y se duele ante el menosprecio, pero no malgasta su tiempo para cambiar la opinión ajena.

– La propaganda es muchas veces como el agua: deja en el fondo el oro y saca a flote el leño seco.

– Si eres sensato valoras más el juicio de los pocos que te conocen de verdad, que las alabanzas o los juicios negativos de los que te desconocen.

– El necio se irrita con la corrección del amigo y se hincha con la alabanza del adulador.

– El orgullo hincha la pobreza del necio y la humildad agranda la riqueza del sabio.

– El orgullo es la fachada de la estupidez y la humildad es el cimiento de la sabiduría.

Por Adrián Fenzi
René Trossero, del libro “Pensar y vivir en libertad”
(fuentes: encuentra.com; aleteia.org)

Papa Francisco: Un sacerdote pederasta hace un “sacrificio diabólico”

Denunciar abusos a la Justicia anuncia Comisión Pontificia para la Protección de los Menores.

En el vuelo de regreso de Ciudad Juárez a Roma (18.02.2016), el Papa Francisco dialogó con los periodistas y respondió una pregunta sobre la pederastia, el caso del Padre Maciel en México y los encubrimiento por parte de algunos obispos.

“Un obispo que cambia a un sacerdote de parroquia cuando se detecta una pederastia es un inconsciente, y lo mejor que puede hacer es presentar la renuncia. ¿Claro?”, dijo el Papa.

En esa ocasión, el Francisco rindió un homenaje al cardenal Ratzinger por que “luchó en momentos que no tenía fuerza para imponerse”. “Hizo las investigaciones y llegó y llegó y llegó… y no pudo ir más allá en la ejecución”. E indicó que este trabajo escondido fue lo que preparó “destapar la olla”.

El Pontífice recordó que el entonces cardenal Ratzinger, “diez días antes de morir San Juan Pablo II, aquel Vía Crucis del Viernes Santo le dijo a toda la Iglesia que había que limpiar las porquerías de la Iglesia”. Por ello, enunció que fue elegido pontífice.


¿Qué hace el Papa y los cardenales que lo asesoran para prevenir nuevos casos?

En tercer lugar, el pontífice explicó varios de las medidas producto del trabajo de sus reuniones con los cardenales que lo asesoran y el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin.

“Después de escuchar decidí nombrar un tercer secretario adjunto en la Doctrina de la Fe para que se encargue solamente de estos casos, porque la Congregación no se da abasto con todos los que tiene”.

Asimismo, el Papa habló de la constitución “del tribunal de apelación, presidido por monseñor Scicluna, que está llevando los casos de segunda instancia cuando hay recursos” que vuelven a la primera instancia porque “eso no es justo”. Así, para evitar más retrasos en los viejos casos y atender los nuevos en la Congregación para Doctrina de la Fe.

Entretanto, señaló los progresos de la Comisión para la tutela de menores conformada también por varones y mujeres abusados, víctimas. “Pero yo doy gracias a Dios que se haya destapado esta olla y hay que seguir destapándola. Y tomar conciencia”, sostuvo.

La pederastia en la Iglesia “es una monstruosidad porque un sacerdote está consagrado para llevar a un niño a Dios y ahí se lo come en un sacrificio diabólico”.


Caso Maciel….

“Hoy día el gobierno de la Congregación está semi-intervenido. O sea, el superior general, que es elegido por el consejo, por el capítulo general, pero el vicario lo elige el Papa. Dos consejeros generales los elige el consejo, el capítulo general, y los otros dos los elige el Papa. De tal manera que así vamos ayudando a revisar cuentas antiguas”, dijo


Tenemos responsabilidad moral y ética de denunciar abusos a la Justicia

Por otro lado, recientemente, la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores recordó las palabras de Francisco, que en su viaje a EEUU aseguraba: “Los crímenes y pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en secreto por más tiempo”.

El cardenal Sean O’Malley, OFM Cap, presidente de la Comisión emitió el 15 de febrero una declaración en la que insiste en la obligatoriedad de denunciar los casos de abuso sexual a los menores ante las autoridades.

“Nuestras obligación es respetar la ley civil. Pero también, más allá de este vínculo, todos tenemos la responsabilidad moral y ética de denunciar los presuntos abusos a las autoridades civiles que tienen la tarea de proteger a nuestra sociedad”, señaló la Comisión.

En este sentido, la nota rememora las palabras del Papa, que en su discurso ante los obispos durante su viaje a Estados Unidos en septiembre de 2015 decía: “Me comprometo a la celosa vigilancia de la Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los responsables rendirán cuenta”.


Iniciativas presentadas al Papa

En la declaración presentada por el cardenal O´Malley, la Comisión informa de que presentó al Papa un “amplio panorama de las iniciativas de educación de la Comisión para las Iglesias locales durante los últimos dos años” y confirmó “la voluntad de sus miembros de ofrecer material para los cursos que se desarrollan en Roma, (en la Universidad Gregoriana) incluyendo, entre otros, el programa anual de formación para los nuevos obispos y para las oficinas de la Curia romana para que puedan utilizarlos en sus esfuerzos encaminados a la protección de los menores”.

(fuente: aleteia.org)

lunes, 22 de febrero de 2016

El Papa en el ángelus exhorta a abolir la pena de muerte

(21/02/2016) Señaló que el Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una ‘ocasión para promover formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de la persona’

El papa Francisco al concluir la oración del ángelus realizada este segundo domingo de cuaresma, desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, deseó que el congreso internacional que inicia mañana lunes en Roma pueda dar un nuevo impulso al empeño para la abolición de la pena de muerte.

Se trata de congreso que lleva por título: “Por un mundo sin pena de muerte”, el cual es promovido por la Comunidad de San Egidio.

Como “una señal de esperanza” fue calificada por el Santo Padre, el hecho de que en la opinión pública gane cada vez más consenso la idea de abolir la pena de muerte “incluso como instrumento de legítima defensa social”.

Porque de hecho “las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen sin quitar definitivamente a quien lo cometió la posibilidad de redimirse” dijo.

Un problema aseguró el pontífice latinoamericano, que “va encuadrado en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio del Dios para el hombre y la sociedad”. Porque explicó, “el mandamiento ‘no matarás’, tiene valor absoluto y se refiere sea al culpable que al inocente”.

Partiendo de esta premisa el Pontífice señaló que el Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una “ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de cada persona”. Porque incluso el criminal tiene el “derecho inviolable a la vida, don de Dios”.

El papa Francisco hizo así “un llamado a la conciencia de los gobernantes”, para “que se llegue a un consenso internacional para abolir al pena de muerte”. Y propuso a quienes entre ellos son católicos que cumplan un gesto de coraje y ejemplar: “que ninguna condena sea aplicada en este Año Santo de la Misericordia”.

“Todos los cristianos y hombres de buena voluntad -concluyó el Papa- están llamados hoy a trabajar para abolir la pena de muerte”, pero también para “mejorar las condiciones de las cárceles, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de su libertad.

(fuente: zenit.org)
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