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lunes, 31 de enero de 2011

Don Bosco, espiritualidad cercana y actual

La palabra “espiritualidad” significa algo muy profundo y muy sencillo a la vez: “el modo de ser cristiano”, “el modo de vivir como hijo o hija de Dios”.

Don Bosco vivió su manera de ser hijo de Dios bajo la clave del “amor”. Un amor filial a Dios manifestado en el amor y dedicación total a la juventud necesitada. Aquí está la raíz de su espiritualidad.

Él, desde niño, aprendió a ser cristiano según los modelos presentados en su infancia y en el ambiente familiar de su tiempo. Esa mirada continua hacia Dios como Padre va a ser una constante en toda su vida. Pasando los años irá tomando diversas formas de expresión, pero el amor inicial seguirá siendo el mismo.

Leyendo desde nuestra cultura la espiritualidad de Don Bosco podemos retener unos rasgos que destacan con más fuerza. Es lo que hoy en día se llama también “la espiritualidad juvenil salesiana”.

Destaca, ante todo, la referencia constante de una vida hacia la persona de JESUCRISTO, a quien se considera cercano. Por Él trabajó Don Bosco. Tiene muy presente que “Dios se hizo carne”,es decir asumió la condición humana para elevarla y mostrar a la humanidad unos nuevos valores. De aquí se deriva la “encarnación” de Don Bosco en las dificultades de los jóvenes que va conociendo. Con Jesucristo dialoga familiarmente pidiéndole: “da mihi animas caetera tolle” (dame las personas, llévate todo lo demás), y muestra a Jesucristo como RESUCITADO, capaz de vencer la misma muerte y capaz, por lo tanto, de vencer el mal y el pecado. Es un mensaje de esperanza y resurrección.

Esta presencia constante de Jesucristo la vive Don Bosco, de manera privilegiada, en la EUCARISTÍA y en el sacramento de la RECONCILIACIÓN. Estos sacramentos se viven dentro de la IGLESIA, ámbito en el que se desarrolla la acción de evangelización y creación de una nueva humanidad. La Eucaristía y la experiencia del perdón, a través de los sacramentos, Don Bosco los va a presentar como medio privilegiado, también, de “pedagogía” y de crecimiento y progreso del joven, llegando a proponer, porque él así lo creía, la meta de la santidad a jóvenes muy normales que desearan hacer esta experiencia.

Junto con estos fuertes valores espirituales Don Bosco ve en la VIRGEN MARÍA una verdadera madre en quien poder confiar. Lo hace siempre en referencia a Jesucristo. Cree que María llevará a buen término todas las obras iniciadas porque es Ella la primera interesada en salvar a la juventud.

A pesar de los grandes problemas y contratiempos que Don Bosco sufrió, fue capaz de vivir la espiritualidad cristiana con ALEGRÍA. Si no lo hubiera hecho así no hubiera sido capaz de convencer ni de acompañar a aquellos jóvenes en su maduración cristiana. Por eso, la espiritualidad salesiana mira a la vida con optimismo, aunque no ignora todo lo negativo que hay en ella. Don Bosco se fija, también, en el humanismo de San Francisco de Sales, que privilegia la bondad y la caridad constante en el modo de actuar en la vida.

Y, finalmente, estas claves de espiritualidad las vivió EN LA VIDA DIARIA, no sólo en las ocasiones de fiesta o en los días que le pudieran resultar más fáciles. Inculcaba a sus jóvenes que cumplieran con diligencia con sus deberes de estudio o de trabajo, que fueran responsables, alegres, que se divirtieran, que cantaran o participaran en los juegos del patio o en las excursiones bulliciosas que se organizaban: todo podía acercar a Dios.

Este es el mensaje y el compromiso que inició este gran hombre, educador y santo: Don Bosco. “Su sonrisa es un canto a la esperanza, la semilla se va haciendo realidad. Hoy, Don Bosco, estás entre nosotros, aquí, tu estrella siempre brillará”.

(fuente: www.salesianosbilbao.com)

Don Bosco escritor y editor... comunicador

Hoy el mundo celebra la festividad de San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud. En cada casa, escuela, centro salesiano hay fiesta. Su vida es una guía que queremos seguir.

Celo, creatividad y tantas otras cualidades configuran la intrepidez apostólica de Don Bosco. Intrepidez y esfuerzo que supo transformar en un espíritu emprendedor especial y bien original, al servicio de Dios y de los jóvenes.

Los salesianos deben sentirse hijos de un santo que, entre otras cosas, fue también encuadernador, impresor, tipógrafo, periodista, escritor, editor, etc. Cada iniciativa suya editorial tenía como objetivo, no un provecho, sino el servicio eficaz y moderno de los jóvenes y de la Iglesia. A fin de alcanzar este objetivo, Don Bosco no dudó en gastar lo que fuese con tal de situarse a la vanguardia. El “comercio” que él hacía era el de las almas: “Da mihi animas caetera tolle”. Este “caetera”, lo demás, estaba en función de su objetivo de educación y evangelización de la juventud. Y también esto lo soñó: “¡Vais a ver, tendremos una tipografía, dos tipografías, diez tipografías! Ya veréis!

Nadie, entonces, lo tomó en serio. Era una de sus extravagancias que daba a entender un plan preciso, un objetivo claro y muy bien trazado, una realidad virtual entonces, pero real al cabo de poco. En 1884, en la exposición universal de Turín, se presentó con un stand bien equipado que mostraba el ciclo completo de la producción editorial: desde el papel, a la prensa. Fue de los más visitados y premiados.

¿Pero cuál era el pensamiento de Don Bosco sobre la industria del libro?

He aquí una síntesis válida también para nuestro tiempo:

1-Prensa e industria del libro representan un servicio importante e insustituible para la misión juvenil y popular.

2-Promoción editorial puesta al día y a la vanguardia popular, pero de calidad.

3-Industria del libro al servicio de la Iglesia, para la evangelización y la promoción humana y cultural, en el apartado preferencial de la educación.

4-Una industria concebida como instrumento para la formación integral, espiritual y humana del joven y, por ello, gran variedad de producción encarnada en el vivir cotidiano del hombre.

5-Preparación del personal salesiano para asumir responsabilidades editoriales.

6-Profesionalidad y exclusión de toda improvisación y tendencia al más o menos.

7-Implicación de cuantas más fuerzas, mejor.

8-Realización de intercambios y colaboraciones.


Antes de ser editor, Don Bosco fue autor. Escribió sobre temas de hagiografía, historia sagrada y de la Iglesia, educación, religión, formación en general. Son 1174 sus escritos impresos. También fue periodista. En 1877 fundó el Boletín Salesiano y colaboró en él hasta su muerte. El Boletín Salesiano, Don Bosco lo entendió, y así se le concibe aún ahora, como un instrumento de unión y de animación de la gente de buena voluntad en la promoción y difusión del bien.
(fuente: www.sdb.org)

domingo, 30 de enero de 2011

Bronislao Markiewicz, otro santo que siguó la huella de Don Bosco

Bronislao Markiewicz nació el 13 de julio de 1842 en Pruchnik, Polonia, en la actual archidiócesis de Przemyśl de la Iglesia latina, sexto de once hijos de Juan Markiewicz, burgomaestre de la ciudad, y Marianna Gryziecka. Recibío en su familia una sólida formación religiosa. Más tarde, durante sus estudios clásicos en Przemyśl, experimentó una cierta vacilación en la fe debido, en gran parte, al ambiente fuertemente antirreligioso que reinaba en la escuela. Logró, sin embargo, superarla pronto recobrando serenidad y paz interior.

El joven Bronislao, conseguido el diploma de licenciatura y sintiéndose llamado por Dios al sacerdocio, en 1863, entró en el Seminario Mayor de Przemyśl. Al acabar los estudios, fue ordenado sacerdote el 15 de septiembre de 1867. Después de seis años de trabajo pastoral, en calidad de vicario, en la parroquia de Harta y en la Catedral de Przemyśl, con el deseo de prepararse aún más para trabajar con la juventud, estudió durante dos años pedagogía, filosofía e historia en la Universidad de Leópolis y de Cracovia. En 1875 fue nombrado párroco en Gac y en 1877 en Blazowa. En 1882 le fue confiada la enseñanza de teología pastoral en el Seminario Mayor de Przemyśl.

Sintiéndose llamado también a la vida religiosa, en el mes de noviembre de 1885, partió hacia Italia y entró en los Salesianos, donde tuvo la alegría de encontrar a San Juan Bosco, en cuyas manos hizo los votos religiosos el 25 de marzo de 1887.

Como salesiano desarrolló diversos encargos confiados por sus Superiores y trató de realizarlos con dedicación y celo. Debido a la austeridad de vida y a la diversidad del clima, en 1889 P. Bronislao enfermó gravemente de tisis, estando al borde de la muerte. Recuperado de la enfermedad, transcurrió la convalecencia, siempre en Italia, hasta que, el 23 de marzo de 1892, con el permiso de sus Superiores, regresó a Polonia donde asume el encargo de párroco de Miejsce Piastowe, en la diócesis de origen Przemyśl.

Además de la actividad parroquial ordinaria, Padre Bronislao Markiewicz se dedicó, en el espíritu de San Juan Bosco, a la formación de la juventud pobre y huérfana. Para ella abrió en Miejsce Piastowe un Instituto, en el que ofrecía a sus educandos tanto ayuda material como espiritual, preparándolos para la vida con la formación profesional en las escuelas abiertas en el mismo Instituto. En 1897 decide fundar, con tal objetivo, dos nuevas Congregaciones religiosas basadas en la espiritualidad de San Juan Bosco, adaptando sus reglas a lo específico del propio carisma. Recibido nuevamente entre el clero de la diócesis de Przemyśl Padre Markiewicz continuó la actividad de párroco y de director del Instituto (Sociedad) al que puso por nombre Templanza y trabajo (erigido en 1898), tratando de obtener su aprobación como Congregación religiosa, bajo la protección de San Miguel Arcángel, con una rama masculina y otra femenina. La aprobación fue concedida sólo algún año después de su muerte: en 1921 a la rama masculina y en 1928 a la femenina.

Padre Bronislao continuó, siempre con la aprobación y la bendición del Obispo, san José Sebastián Pelczar, su actividad de formador de los jóvenes y de muchachos huérfanos y abandonados, sirviéndose de la ayuda de colaboradores a cuya preparación y formación contribuyó él mismo constantemente. Ya en Miejsce Piastowe había ofrecido casa y formación a centenares de muchachos dándose a ellos enteramente. Deseoso de hacer aún más en su favor, en el mes de agosto de 1903, P. Markiewicz abrió una nueva casa en Pawlikowice, cerca de Cracovia, donde encontraron casa y posibilidades de formación espiritual y profesional más de 400 huérfanos.

La dedicación total a los muchachos, la abnegación heroica de sí mismo, el trabajo enorme por realizar, llegaron a consumir bien pronto las fuerzas de Padre Markiewicz minando su salud, ya muy comprometida por las molestias sufridas en Italia. Todo ello le condujo rápidamente al final de su peregrinación terrena, acaecida el 29 de enero de 1912.

Antes y después de su muerte, fue considerado un hombre fuera de lo común. Creciendo cada vez más la fama de santidad de padre Bronislao, los Superiores de los dos Institutos religiosos de San Miquel Arcángel, fundados por él, pidieron al Obispo de Przemyśl formalizar el proceso de beatificación de su Fundador que tuvo inicio en 1958. Acabado el iter de la Causa, el 2 de julio de 1994, en presencia del Santo Padre Juan Pablo II, fue promulgado el decreto de heroicidad de las virtudes de Padre Bronislao Markiewicz y diez años después, precisamente el 20 de diciembre de 2004, el decreto sobre el milagro obrado por Dios por intercesión de Padre Bronislao. Se abría así el camino para su beatificación.

(fuente: www.vatican.va)

Bienaventurados...

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (Mt 5, 1-12)

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

1. FELICES LOS QUE TIENEN EL ESPÍRITU DEL POBRE, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.

Este término “Pobre”, designa a los hombres que no poseen tierras u otros bienes en el sentido material. Como sabemos, no porque alguien nos cuente, sino porque somos sensibles y vemos, es gente sin apoyo ni influencia social. Ahí en esa calificación están por lo general las gentes explotadas y humilladas. Aunque no es éste el exclusivo aspecto que tiene aquí esta palabra. La frase del evangelio dice “espíritu del pobre”. Pero por esta afinidad de conceptos se hacen sinónimos en el paralelismo poético, y se interpretan indistintamente también, por las palabras correspondientes al “pobre” o al “humillado”.

Pero también es cierto, que a la gente pobre, se le reconoce como la persona que confía en Dios, Ellos son los que se aproximan primero, ellos además conocen muy de cerca el concepto de la piedad. De este modo, el pobre, humilde y muchas veces humillado por su pobreza, se enriquece en su pobreza con la fe en Dios y su constante necesidad de pedir auxilio.

Dios siempre ha visto con mucho afecto y agrado al que ha vivido en la pobreza material, aceptada libremente y no considerada como un castigo. Así es como Jesús, a los pobres no les promete un simple premio, sino que el mejor de todos, un premio que no es un bien temporal, esto es el Reino de los Cielos.

Se equivocan los que creen que el Reino ya les pertenece, más aún, se equivocan los que piensan que es patrimonio exclusivo del rico, del que se auto considera sabio, poderoso, influyente o cercano materialmente a alguna institución religiosa, mucha veces considerado por ellos como algo bueno, nadie entra en el reino por derecho propio, en otras palabras, solo Dios sabe quien tiene meritos para entrar. Si la pobreza esta situada, está en el plan de Dios, El prepara, meritoria y agradadamente el ingreso de los pobres en el Reino.

El premio que tendrán los que tienen “el espíritu del pobre” es que de ellos “es” el Reino. “Porque a ellos les pertenece”


2. FELICES LOS QUE LLORAN, PORQUE RECIBIRÁN CONSUELO.

Lloramos porque nos invade una amargura muy profunda. Es el “llanto” de la vida, producto de las tristezas, desgracias y dolores. Este es el llanto que hacemos ante Dios Padre e Hijo. Jesús abre al “dolor” una perspectiva distinta, este nos es considerado como castigo a los pecados, es un dolor que tiene una misión de purificación y mérito. El que llora ante Dios, no esta abandonado y tiene como premio la “consolación.”

Los que lloran recibirán un gran consuelo. Todos buscamos y deseamos ser consolados, pero no todos encontramos consuelo en esta vida, pero Jesús nos da esperanza y nos promete con seguridad que lo tendremos, ¿Cuándo? En el momento que nos acercamos íntimamente al Señor, por que en El encontramos la verdadera esperanza, que es la confiada espera que Dios concede de los bienes prometidos. Jesús vino a consolar a los tristes y vino a enseñarnos un norma de vida, quien siga el camino por El trazado, a pesar de su tristeza que podemos llevar por las distintitas situaciones de esta vida que mucha veces no es fácil para nosotros, recibirá finalmente el consuelo de su amor abriéndole las Puertas del Reino de los Cielos, allí donde no habrá mas llantos.

Felices los que lloran porque recibirán consuelo, esta es una esperanza, virtud que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de que va a conseguir la vida eterna apoyada en el auxilio omnipotente de Dios


3. FELICES LOS PACIENTES, PORQUE RECIBIRÁN LA TIERRA EN HERENCIA

La paciencia, es la mansedumbre, es la capacidad para sufrir o soportar las penas y los infortunios sin perturbarse, es también la capacidad para hacer trabajos minuciosos o pesados, es calma y tranquilidad cuando se espera algo que se desea. Ser manso, es ser también dulce de corazón, es el que sabe llevar su suerte con resignación y paz, es decir con “mansedumbre.”

La “mansedumbre” es la carencia de violencia, resignación, es también benevolencia y compasión. Pero, además, es esencialmente modestia, teniendo una afinidad particular con la humildad, de una parte, y con la benignidad o compasión, de otra. El paciente es bueno y enemigo de la ira vengativa, como del orgullo extremo.

Para los pacientes, los mansos, también Dios les tiene el gran premio, es así como si sabemos ser pacientes y benevolente hacia los demás, el premio será la “tierra en herencia”, esta retribución, es la tierra prometida, la tierra ideal, esa está en el Reino de los Cielos. Lo más bello, es que esta herencia prometida, no hace coherederos con Jesucristo, es decir estaremos reunidos y en su compañía.

Felices los pacientes, felices los mansos de corazón, felices los suaves y dócil en el trato con los demás, feliz el que es tranquilo y apacible con su hermano, porque recibirán la herencia de Dios.


4. FELICES LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE SERÁN SACIADOS.

Jesús se refiere al hambre como el deseo intenso y a la sed como esa necesidad de satisfacer ese deseo de Justicia. Hablamos de justicia, cuando nos inclinamos a dar y reconocer a cada uno lo que le corresponde, sin dejarse llevar de favoritismos, es decir tratar a las personas como les corresponde por sus propios méritos y condiciones.

Su sentido entonces, es felices los que ansían grandemente la justicia. Nada está más cerca de esta bienaventuranza que lo que dice Jesucristo en este mismo sermón: “Buscad el reino y su justicia” (Mt 6:33). Esta justicia yuxtapuesta al concepto del Reino es todo lo que hace al hombre justo, porque es el cumplimiento de la voluntad divina. Es aquella de la que dijo Jesús: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20). Es la justicia que dispone a incorporarse al reino, o, dentro de él, progresar en el mismo. “El tema evocado por la expresión y el contexto del sermón no nos orienta hacia la idea de una justicia que Dios hace, sino más bien hacia aquella justicia que se esfuerza uno en adquirir a los ojos de Dios, cumpliendo su voluntad.” Por tanto el sentido de la justicia, es del tipo moral hecha del conjunto de obras cristianas y el premio no es la de un el cumplimiento material de la Ley.

La metáfora del hambre, no desvirtúa su contenido, en efecto, no es el “hambre” material. La palabra hambre, hecha metáfora, es espiritualizada, es desear el cumplimiento de la voluntad, ”justicia” de Dios en nosotros, en la que, como parte, queda incluida esa primitiva formulación escueta del “hambriento,” que lleva, religiosamente, su situación. El premio asignado es ser saciados, es decir completamente satisfechos por el Señor.


5. FELICES LOS COMPASIVOS, PORQUE OBTENDRÁN MISERICORDIA.

El compasivo, es aquel que se muestra comprensivo ante la miseria y sufrimiento ajeno o de su prójimo, es aquel que de verdad tiene sentimiento de pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento de sus hermanos, la misericordia, es el atributo de Dios por el cual perdona y remedia los pecados y miserias de las personas.

El compasivo es un hombre sensible, afectivo, comprensivo, así como pide perdón a Dios por ofender, sabe perdonar las ofensas. Jesús, se nos mostró todo en misericordia, en el sentido mas amplio de la palabra, el hizo la misericordia en la curación de muchos males. Por misericordia, curo a los ciegos, y a los que le pidieron curación sus hijos, amigos o servidores. Jesús, le dio a la misericordia un amplio sentido de hacer el bien a todo el necesitado y, nos enseña a los hombres que en la medida en que se ha de practicar la misericordia, se ha de optar al premio a ellos prometido. Ya se leía en el Antiguo Testamento, “El que tiene compasión, encontrará misericordia” (Proverbios 17:5). Y en el Talmud: “De quien tiene misericordia de los hombres, se tiene misericordia en el Cielo.”

El pensamiento, pues, de esta bienaventuranza es sólo afirmar la excelencia y necesidad de la misericordia en los hombres para que sepan que entonces Dios la tendrá con ellos. Pero esto, por parte de Dios, siempre será un exceso y un secreto sobre la que el nombre hace.

“La bienaventuranza de los misericordiosos es una exigencia moral. San Mateo se para especialmente a considerar el aspecto moral de la enseñanza de Jesús; Las bienaventuranzas de este evangelio, no se contentan con anunciar la Buena Nueva de la venida del Reino; presentan el Reino como la recompensa prometida a aquellos que practicasen en su vida las exigencias de la nueva enseñanza. La gran novedad de estas bienaventuranzas de Jesucristo, está en prometer su ingreso — en la fase que sea — a los que practiquen la misericordia con todos los hombres, sin excluir a nadie, ni por su condición social, económica, ni por raza o pueblo de origen.


6. FELICES LOS DE CORAZÓN LIMPIO, PORQUE VERÁN A DIOS

Los “puros de corazón” evocan a los que tienen en el culto la “pureza” en el conjunto de ritos o ceremonias litúrgicas con los que se expresa este homenaje. El salmista dice que al Templo subirá el “de limpias manos y puro corazón” (Sal 24:2.4). Corazón y espíritu son usados indistintamente como los principios responsables de la actividad moral. Pero no se quiere indicar con esto, a solo el que practica este rito, o de que solo basta esta práctica, sino que se supone y exige la autenticidad moral de esta conducta. Pues “si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20).

Limpio es aquel que no tiene mancha o suciedad moral, no esta contaminado de la maldad, ha cuidado su rectitud, es aquel que no hace daño y no perjudica, honrado y decente. Libre y exento de imperfecciones morales. Puro es el casto, honesto y respetuoso con los principios morales que se consideran propios de las buenas costumbres

“Porque verán a Dios”. Para ser dignos de estar presente donde El mora, como para levantar la cabeza en nuestras solemnidades litúrgicas y ver con emoción cuando se nos presenta el cuerpo y la sangre de Jesús, debemos presentarnos puros, para que Dios nos muestre su rostro, por que los “Los rectos verán su benigna faz (de Dios)” (Sal 11:7b).

Los que sirven a Dios, con su templo limpio y puro, es decir con el corazón puro, le rendirán culto y verán su rostro en el templo del cielo.


7. FELICES LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE SERÁN RECONOCIDOS COMO HIJOS DE DIOS.

Los que trabajan por la paz, no son los de temperamento pacifico pasivos y estáticos, al contrario son preocupados y dinámicos en esta virtud de ser “hacedores de paz”. El Señor busca aquí reconocer, a todo el que buscase difundir y trabajar por la paz.

A los cristianos, nos corresponde trabajar por vivir en la ausencia de guerra, no debemos escatimar esfuerzos por conseguir hacer efectivo los tratados o convenio por el que las partes enfrentadas en una guerra ponen fin a la misma, es decir: firmar la paz. La paz es estado de tranquilidad y de entendimiento entre las personas: La Paz es sosiego, calma o ausencia de agitaciones. La paz permite la reconciliación, salda las deudas, da por terminado los conflictos, nos hace más hermanos y más amistosos.

La paz esta pedida en los pasajes bíblicos, en el que este término tiene sentido de reconciliación con los enemigos. El que busca la paz es misericordioso, compasivo y ama a su prójimo y es reconocido como hijo de Dios. El premio es que “serán llamados hijos de Dios.” “Ser llamados,” significa ser reconocido por tal, ser verdad lo que se dice de uno. Dios es Dios de paz; los “hacedores de paz” tendrán una relación especial con Dios, por eso serán reconocidos por el Padre como “hijos de Dios”.

Jesús, nos esta enseñando, que el modo de establecer el Reino, no es por el ruido de armas, sino espiritualmente: “haciendo la paz” del reino entre los seres humanos. Jesús nos trajo y nos dejo la paz, para que podamos convivir y vivir en armonía, pero el nos pide que no seamos pasivos ni permisivos con los que atentan contra ella, es decir debemos trabajar en forma permanente por la paz, así podremos caminar al encuentro con el Padre, con la confianza de ser reconocidos como sus hijos.


8. FELICES LOS QUE SON PERSEGUIDOS POR CAUSA DEL BIEN, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS

Jesús no se refiere a los que huyen por que son seguidos por cualquier causa, es preciso, es por causa del bien. Perseguido es aquel que es molestado, aquel que se le hace sufrir, al que se le busca hacerle daño por el solo hecho de ser hombre de bien.

Cuando Jesús dice por causa, esta considerando el origen o el motivo incluso el fundamento por el cual se es perseguido. Y el fundamento no es otra cosa que hacer el bien, buscar lo bueno para si y los demás en el sentido moral y espiritual. El perseguido por trabajar por la paz, por el amor de los hombres, por los valores morales enseñados por Jesucristo, por vivir en armonía, por estar al lado de los que sufren, por hacer que el hombre sea bueno, posee el Reino de los Cielo.

Durante la historia del hombre, mucho han sido perseguidos por causa del bien, muchos han sido martirizados, encarcelados, y han entregado la vida por una buena causa. Del mismo modo otros han sido perseguido por una causa religiosa, por esto, ellos deben estar felices, porque de ellos es el Reino de los Cielos


9. FELICES USTEDES, CUANDO POR CAUSA MÍA LOS INSULTEN, LOS PERSIGAN Y LES LEVANTEN TODA CLASE DE CALUMNIAS

Bienaventurados son los injuriados, ofendidos, insultados, acusados dañados y menoscabados a causa de promover y motivar las enseñanzas de Jesús y por defender su amor hacia El. Jesús nuevamente es preciso, se refiere “a causa de mí”, “por causa mía”, es decir “por amor del Hijo del hombre”. Esto supone la lealtad absoluta a Jesucristo, a la fe, por que fe es estar incondicionalmente adherido a Jesús.

Jesús nos invita a estar felices si por el nos acosan, nos persiguen y nos hacen sufrir. Así lo experimentaron primeramente los apóstoles. Así fue como también fueron leales servidores de Cristo, con la esperanza cierta de que así recibirían la recompensa del Cielo.

Jesús, nos promete la felicidad y nos da seguridad de llegar a ella, solo necesitamos, seguir el camino que a ella conduce, esto es, siendo leales con sus enseñanzas, viviendo conforme a como nos instruyo, a esto nos esta animando, el nos ha dado una pauta de vida y por si vivir de esta forma, si por cumplir ineludiblemente el camino trazado por El, tengamos que pasar por grandes dificultades, nos insulten, nos persigan, nos calumnien, seremos bienaventurados porque hemos llevado fuertemente en nuestro corazón la proclamación de su mensaje y que por nada dejaremos de cumplir.

Por todas estas bienaventuranzas, alegremos el corazón, mostremos el espíritu contento, porque será grande la recompensa, esta es recibir el cielo.

El Señor les Bendiga.

escrito por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
(fuente: www.autorescatolicos.org)

sábado, 29 de enero de 2011

El sistema preventivo de Don Bosco aplicado a la familia

Mucho peso la experiencia de familia que tuvo Don Bosco en su niñez que luego quiso transmitir a los jóvenes de su oratoria.

El clima de familia, no olvidemos, marcó la vida del fundador de los Salesianos. Este clima se caracterizó por la paz, la exigencia amorosa, de seguridad aunque las dificultades estaban presentes. Este clima se traduce en comprenderse, ayudándose y trabajar por una misión compartida cada uno desde su responsabilidad de hijos, padres, hermanos…

Es importante cuidar el clima de nuestras familias buscando de comunicación y de estar juntos. Atendiendo y aceptando a las personas con sus diferencias y favoreciendo el dialogo en la familia aunque en ocasiones se nos antoje difícil.



LA DULZURA Y LA FIRMEZA

Un acontecimiento que marco la vida de Don Bosco fue la pérdida de su padre cuando el contaba con dos años. Su madre supo combinar la dulzura con la exigencia a la hora de educar a sus hijos supo ser madre dulce pero también exigente cuando había que serlo.

La exigencia y la dulzura ayudan a que el niño o el joven se sienta seguro, debemos demostrar el amor a nuestros hijos e hijas no solamente con palabras sino también con acciones que refrenden estas nuestro amor ha de ser gratuito y que ayude al crecimiento de nuestros hijos.

Después de castigar o llamar la atención debemos de tener la capacidad de no recordar constantemente el motivo y sabernos dirigir a nuestros hijos como requiere el momento no ajustando cuentas constantemente.



EL TRABAJO

El trabajo nunca faltó en la casa familiar de Don Bosco todos en la medida de sus posibilidades tenían que colaborar. Vivían en la pobreza pero no en la miseria, en una familia de campesinos la colaboración en la medida de las posibilidades de cada uno era
importante a la hora de sacar la casa a flote.

Se trabajaba unidos en un proyecto común y eso era enriquecedor y satisfactorio era una realidad cotidiana que curtía en la realidad de la vida, uniendo a la familia desde el más pequeño hasta el más mayor todos colaboraban en el trabajo familiar.

Actualmente nuestros jóvenes no están muy habituados al esfuerzo del trabajo todo se les da muy hecho.


Desde la familia tendríamos que hacer el esfuerzo porque valoren nuestros hijos el valor del trabajo y de darles las cosas demasiado fácil que sepan vivir el gusto por el trabajo que lo valoren como un camino de autorrealización mas que como una carga.

Vida fácil, amistades fáciles, es una vía muy directa para el fracaso como persona pues no se valora lo que se tiene pues nos ha venido con demasiada facilidad.



EL SENTIDO DE DIOS

Mamá Margarita la madre de Don Bosco educo en la religiosidad a sus hijos frases como "Dios te ve" o "recordad que Dios ve también vuestros pensamientos", ayudaban a que sus hijos no se instalaran en el rencor o se dejaran llevar en exceso por las travesuras.

También les hizo ver las grandezas que había hecho y si las cosas se tornaban difíciles por una mala cosecha se le podía oír. El Señor nos lo dio el Señor nos lo quito el sabrá porqué.

Les enseñó a sus hijos la necesidad de rezar de comunicarse con Dios que es de donde se sacan fuerzas para vivir, hacer el bien y entregarse a los demás.

Para Don Bosco Dios era uno más de la familia estaba presente en su casa. Favorecer el sentido de Dios en nuestras familias es un elemento importante que tienen que trabajar los padres. Tanto en los momentos buenos como en los malos tenemos que estar bajo la presencia de Dios.


Hablar de Dios en nuestras familias tendría que ser una cosa normal y saber crear espacios para la comunicación con Dios en nuestra familia. Vivir y transmitir la relación con Dios de una forma positiva y también leer y comentar con nuestros hijos trozos del Evangelio. Convertir a Dios en alguien importante de nuestra familia.



LA RAZÓN

Una de las características de Mamá Margarita es que no es una madre impositiva sabe razonar con sus hijos le escuchan y les escucha y cuando se tiene que plegar a la razón de estos lo hace sin ningún reparo.


Favorece el diálogo desde el razonamiento y no desde la imposición desde la discusión positiva y constructiva. Tenemos que hacer el esfuerzo de ser razonables con cada uno de nuestros hijos. Saber practicar la riqueza del dialogo por encima de la imposición.

Dejarnos escuchar pero también saber escuchar las razones de nuestros hijos para intentar buscar juntos una solución razonable a la cuestión tratando de no ser autoritarios o represivos.



EL VALOR

Una de las cualidades de Mamá Margarita es que fue una madre segura y no educo a sus hijos en la aprensión y en la inseguridad. No sobre protegió a sus hijos supo comprender en la medida de lo posible que a ciertas edades los niños gustan del riesgo y de la aventura máxime si hablamos de una familia que vive en el campo.

Esta época actual pasa por ser un momento de grandes inseguridades tendríamos que ser capaces de transmitir seguridad a nuestros hijos. Esto tal vez nos haga correr algunos riesgos pero valdrán la pena si con eso aprenden la seguridad en su vida.


Deberíamos no inculcarles miedos y temores sino más bien darles elementos para que los venzan y sepan enfrentarse a ellos con un mínimo de garantías. Todas estas vivencias familiares de Don Bosco le marcaron para toda su vida y quedaron reflejadas en el oratoria de Turín en primer lugar y posteriormente en todas las obras salesianas.

El gusto de actuar conjuntamente y el de estar reunidos los aprendió Don Bosco en sus años de niñez esto ha sido la base del Sistema Preventivo añadido a las intuiciones educativas que el tuvo y que resultaron muy validas.

(fuente: www.salesianosbilbao.com)

viernes, 28 de enero de 2011

28 de enero: Santo Tomás de Aquino

Tomás nació en Roccasecca, cerca de Aquino, Nápoles. Hijo del Conde Landolfo de Aquino y Teodora, Condesa de Teano. Era el menor de 12 hermanos y su familia estaba emparentada con los emperadores Enrique VI y Federico II y los reyes de Aragón, Castilla y Francia.

A los 5 años fue enviado a recibir su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación y oración y su maestro se sorprendió al oírle preguntar “¿qué es Dios?”.

Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles, donde sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos, pero pronto supero a Martín en Gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quien le formo en Lógica y Ciencias Naturales. Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que sus maestros.

Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles.

Al recibir la noticia, su madre se apresuró a ir a Nápoles para ver a su hijo. Los Dominicos temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora recurrió a los hermanos de Tomás, soldados del emperador Federico, quienes capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Roccasecca. Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían los posible por destruir su vocación.

Tras los impulsos de ira y tristeza, su madre empezó a ceder; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos y con la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros – Las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y las sentencias de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos en prisión, fue liberado, bajándolo en un cesto a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio había progresado tanto como si hubiera estado en el Studium Generale.

Tomás enseguida hizo sus votos y sus superiores lo enviaron a Roma. En 1245 se trasladó a París junto con Alberto Magno y en 1248 ambos volvieron a Colonia. Durante sus estancia en Colonia, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, Arzobispo de esta ciudad.

En 1251 o 1252, el Maestro General de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás Bachiller (subregente) del Studium Dominico en París. Este nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y, en gran parte, un esquema general para su obra magna, la "Summa Theologica".

Santo Tomás recibió su doctorado en Teología en 1257 y su tema fue "La Majestad de Cristo". Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar.

Tan dedicado estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera escrito la "Suma Teológica".

Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Valenciennes (1259), donde colaboró con Alberto Magno y Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la Orden Dominicana.

No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida éstos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás, que recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti, Señor".

La "Summa Theologica" fue la obra más famosa de Santo Tomás. Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la filosofía, la teología y la doctrina de los santos, explica todas las enseñanzas católicas. El autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición, ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de la Filosofía Cristiana. El Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta principal: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.

El Papa le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta Corpus Christi. Así compuso el Pange Lingua y el Tantum Ergo y varios otros cantos Eucarísticos clásicos. Su devoción por la Virgen María fue muy grande y en el margen de sus cuadernos escribía: "Dios te salve María".

Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada".

Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado "Contra errores Graecorum" (Contra los Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio.

Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la Iglesia Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369.

La magnífica capilla erigida en 1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la Iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago, de oro y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal Desprez el 24 de julio de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París y originalmente conservado en la Capilla de Santo Tomás de la Iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la Iglesia Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la revolución francesa.

Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. San Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica "Aeterni Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.

(fuente: www.iglesia.org)

¿Existe Dios?

Un hombre ateo se dirigió al campo apara convencer a todos los habitantes del pueblo sobre la no existencia de Dios.

Mientras compartía sus teorías con la gente y argumentaba sobre quien le podía probar que Dios existía, un anciano se acercó y le pidió una naranja, la cual con toda paciencia y, sin prisa alguna, se la comió entera, cuando finalizó preguntó al hombre ateo:

- ¿Señor podía usted decirnos a mí y a toda la gente del pueblo, como estaba la naranja que acabo de comerme, estaba dulce o estaba amarga?

El ateo se sonrió sarcásticamente y dijo:

- ¿Cómo pretende que yo le diga a usted cómo estaba la naranja que usted se comió si dulce o amarga, si no fui yo quien se la comió?

El anciano le respondió entonces:

- Pues verá usted, así mismo es Dios no se puede decir nada acerca de Él si no lo ha probado...

Buscadme ahora que es tiempo, dice el Señor
El que busca haya
El que toca se le abre

(fuente: www.motivaciones.org)

jueves, 27 de enero de 2011

Carta de Don Bosco a la comunidad salesiana del Oratorio de Turín-Valdocco

CARTA DEL 10 DE MAYO DE 1884

(Textos en castellano tomados de Juan BOSCO, El sistema preventivo en la educación. Memorias y ensayos. Edición y estudio introductoria de José Manuel Prellezo García, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004)

Roma, l0 mayo 1884

Mis queridísimos hijos en Jesucristo:

Cerca o lejos siempre pienso en vosotros. Uno solo es mi deseo: el de veros felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento, este deseo me animaron a escribiros esta carta. Siento, queridos míos, el peso de la lejanía de vosotros y no veros y no oíros me ocasionan una pena que no podéis imaginar. Por eso habría deseado escribiros esta carta hace una semana, pero las continuas ocupaciones me lo impidieron. Sin embargo, aunque faltan pocos días para mi vuelta, quiero anticipar mi ida entre vosotros, al menos por carta, al no poder hacerlo en persona. Son las palabras de quien os ama tiernamente en Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre. Y vosotros me los permitiréis, ¿no es verdad? Y me prestaréis atención y pondréis en práctica lo que voy a deciros.
He afirmado que vosotros sois el único y el continuo pensamiento de mi mente. Pues bien, una de las noches pasadas, me había retirado a mi habitación y, mientras me disponía para ir a descansar, había empezado a decir las oraciones que me enseñó mi buena madre. En aquel momento, no sé exactamente si vencido por el sueño o fuera de mí por una distracción, me pareció que se me ponían delante dos de los antiguos jóvenes del Oratorio. Uno de estos dos se me acercó y después, de haberme saludado afectuosamente, me dijo:

—Oh, Don Bosco, ¿me conoce?
—Claro que te conozco: respondí.
—¿Y se acuerda todavía de mí?, añadió aquel hombre.
—De ti y de todos los demás. Tú eres Valfré, y estabas en el Oratorio antes de 1870.
—¡Vaya! continuó Valfré, ¿quiere ver a los jóvenes que estaban en el Oratorio en mis tiempos?
—Sí, házmelos ver, respondí yo; me dará un enorme placer.

Y Valfré me mostró a todos los jóvenes con las mismas facciones y con la estatura y la edad de aquel tiempo. Me parecía estar en el antiguo Oratorio a la hora del recreo. Era una escena llena de vida, toda movimiento, toda alegría. Uno corría, otro saltaba, otro hacía saltar. En un sitio se jugaba a la rana, en otro a la barra rota y al balón. En un lugar se había reunido un grupo de jóvenes que pendían de los labios de un sacerdote que les contaba una historieta. En otro lugar un clérigo en medio de otros jóvenes jugaba al burro vuela y a los oficios. Se cantaba, se reía por todas partes y en todas partes clérigos y sacerdotes, y alrededor de ellos los jóvenes alborotaban alegremente. Se veía que entre los jóvenes y los superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. Yo estaba encantado con aquel espectáculo, y Valfré me dijo:

—Mire: la familiaridad produce amor, y el amor produce confianza. Esto abre los corazones y los jóvenes manifiestan todo sin temor a los maestros, a los asistentes y a los superiores. Son francos en la confesión y fuera de la confesión y se ofrecen con docilidad a todo lo que les quiera mandar aquel del que saben con seguridad que los quiere.

En aquel momento se acercó a mí el otro antiguo alumno mío que tenía la barba blanca y me dijo:

—Don Bosco, ¿quiere ahora conocer y ver a los jóvenes que están ahora en el Oratorio? (Éste era Giuseppe Buzzetti).
—¡Sí!, respondí yo; ¡porque hace ya un mes que no los veo!

Y me los señaló. Vi el Oratorio y a todos vosotros que hacíais recreo. Pero no oía ya gritos de alegría y cantos, no veía ya aquel movimiento, aquella vida como en la primera escena. En los actos y en las caras de muchos jóvenes se leían un tedio, un cansancio, un disgusto, una desconfianza que apenaban mi corazón. Es verdad que vi a muchos que corrían, que jugaban, que se movían con una feliz espontaneidad, pero veía a otros, y no pocos, que estaban solos, apoyados en las columnas, dominados por pensamientos tristes; otros estaban por las escaleras o en los pasillos o en la barandilla de la parte del patio para sustraerse al recreo común; otros paseaban lentamente en grupos, hablando en voz baja entre ellos, echando miradas alrededor, sospechosas y malignas. A veces sonreían, pero con una sonrisa acompañada de miradas que hacían no sólo sospechar, sino creer que San Luis habría enrojecido si hubiese estado en compañía de ellos; también entre los que jugaban había algunos tan desganados, que hacían ver claramente que no encontraban agrado en los juegos.

—¿Has visto a tus jóvenes?, me dijo aquel antiguo alumno.
—Los veo, respondí suspirando.
—¡Qué diferentes son de como éramos nosotros entonces!, exclamó aquel viejo alumno.
—¡Por desgracia! Cuánta desgana en este recreo.
—Y de aquí proviene la frialdad de muchos en acercarse a los santos sacramentos, el descuido de las prácticas de piedad en la iglesia y en otras partes; el estar a disgusto en el lugar en el que la Divina Providencia los llena de todo bien para el cuerpo, para su alma, para la mente. De aquí que no correspondan muchos a su vocación; de aquí las ingratitudes hacia los superiores; de aquí los secretos y las murmuraciones, con todas las otras consecuencias deplorables.

—Entiendo, comprendo, respondí yo. Pero ¿cómo se puede animar a estos mis queridos jóvenes, para que vuelvan a tener la viveza antigua, alegría, expansión?
—¡Con el amor!
—¿Amor? ¿Pero no se ama bastante a mis jóvenes? Tú sabes que yo los amo. Tú sabes lo que he sufrido y soportado a lo largo de cuarenta años y lo que aguanto y sufro aún ahora. Cuántos fastidios, cuántas humillaciones, cuántas oposiciones, cuántas persecuciones para darles pan, casa, maestros y, especialmente, para procurarles la salvación de sus almas. He hecho cuanto he sabido y podido por ellos que constituyen el afecto de toda mi vida.
—¡No hablo de ti!
—¿De quién, entonces? ¿De los que hacen mis veces? ¿De los directores, prefectos, maestros, asistentes? ¿No ves que son mártires del estudio y del trabajo? ¿Cómo consumen sus jóvenes años por los que les confió la divina Providencia?
—Lo veo, me doy cuenta; pero esto no basta: falta lo mejor.
—¿Qué falta entonces?
—Que los jóvenes no sólo sean amados, ¡sino que ellos mismos se den cuenta de que son amados!
—¿Pero no tienen ojos en la cara? ¿No tienen la luz de la inteligencia? ¿No ven que lo que se hace por ellos es todo por amor a ellos?
—No, lo repito; eso no basta.
—¿Qué hace falta entonces?
—Que amándolos en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor en las cosas que naturalmente les agradan poco; como son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y que aprendan a hacer estas cosas con amor.
—¡Explícate mejor!
—Observa a los jóvenes en el recreo.
Observé y después repliqué: —¿Y qué hay de especial que ver?
—¿Hace tantos años que está educando y no entiende? ¡Mire mejor! ¿Dónde están nuestros Salesianos?
Observé y vi que muy pocos sacerdotes y clérigos se mezclaban entre los jóvenes y menos aún tomaban parte en sus diversiones. Los superiores no eran ya el alma del recreo. La mayor parte de ellos paseaban hablando entre ellos, sin fijarse en lo que hacían los alumnos; otros miraban el recreo sin preocuparse de los jóvenes; otros vigilaban así, de lejos, sin llamar la atención al que cometía alguna falta; alguno sí llamaba la atención, pero con actitud amenazadora y eso raramente. Había algún salesiano que hubiera querido meterse en algún grupo de jóvenes, pero vi que aquellos intentaban estudiadamente alejarse de los maestros y de los superiores.

Entonces aquel amigo mío prosiguió:

—En los viejos tiempos del Oratorio, ¿no estaba usted siempre en medio de los jóvenes y especialmente a la hora de los recreos? ¿Se acuerda de aquellos hermosos años? Era una alegría de paraíso, una época que recordamos siempre con amor, porque el amor era lo que servía de regla, y nosotros no teníamos secretos para usted.
—¡Es verdad! Y entonces todo era alegría para mí y en los jóvenes un impulso para acercarse a mí para hablarme, y un ansia viva de oír mis consejos y ponerlos en práctica. Pero veo que ahora las audiencias continuas y los asuntos multiplicados y mi salud me lo impiden.
—Está bien; pero si usted no puede, ¿por qué los salesianos no se convierten en imitadores suyos? ¿Porqué no insiste, no exige que traten a los jóvenes como los trataba usted?
—Yo hablo, echo los pulmones, pero por desgracia muchos no se sienten con ganas de trabajar como entonces.
—Y, por tanto, descuidando lo menos pierden lo más y este más son sus fatigas. Que amen lo que gusta a los jóvenes y los jóvenes amarán lo que gusta a los superiores. Y de este modo será fácil su fatiga. La causa de este cambio en el Oratorio es que un cierto número de jóvenes no tiene confianza con sus superiores. Antes, los corazones estaban todos abiertos a los superiores, a los que los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Pero ahora se considera a los superiores como superiores y no ya como padres, hermanos y amigos; por tanto se les teme y se les ama poco. Por eso, si se quiere hacer un solo corazón y un alma sola por amor de Jesús, hace falta que se rompa esa barrera fatal de la desconfianza y sustituya a ésta una confianza cordial. Que la confianza guíe, por tanto, al alumno como la madre guía a su hijito. Entonces reinarán en el Oratorio la paz y la alegría antigua.
—¿Qué hacer, pues, para romper esa barrera?
—Familiaridad con los jóvenes, especialmente en los recreos. Sin familiaridad no se demuestra el amor y, sin esta demostración, no puede haber confianza. El que quiera ser amado hace falta que haga ver que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras debilidades. He ahí el maestro de la familiaridad. El maestro al que se ve sólo en la cátedra es maestro y nada más, pero, si comparte recreo con los jóvenes, se hace como hermano. Si se ve a uno sólo predicar desde el púlpito, se dirá que no hace ni más ni menos que su deber, pero si dice una palabra en el recreo es la palabra de uno que ama. Cuántas conversiones provocaron algunas palabras suyas hechas oír de improviso al oído de un joven, mientras se divertía. El que sabe que se le ama, ama; y el que es amado, obtiene todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza introduce una corriente eléctrica entre los jóvenes y los superiores. Los corazones se abren y hacen conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace soportar a los superiores las fatigas, los tedios, las ingratitudes, las molestias, las faltas, las negligencias de los jóvenes. Jesucristo no partió la caña rota, ni apagó la mecha que echaba humo. El es nuestro modelo.

Entonces no se verá ya quien trabaje por vanagloria; quien castigue sólo para vengar el amor propio ofendido; quien se retire del campo de la vigilancia por el celo de una preponderancia que teme de otro; quien murmure de los demás queriendo que los jóvenes le aprecien y quieran, excluidos todos los demás superiores y ganándose desprecio e hipócritas zalamerías; quien se deje robar el corazón por una criatura y, por hacerle la corte, descuide a todos los demás muchachos; quien por amor a la propia comodidad no aprecie el deber estrechísimo de la vigilancia, quien por un vano respeto humano se abstenga de llamar la atención a quien se deba. Si hay ese amor verdadero, no se buscará más que la gloria de Dios y la salvación de las almas. Cuando languidece ese amor es cuando las cosas no van ya bien. ¿Por qué se quiere sustituir el amor con la frialdad de un reglamento? ¿Por qué se alejan los superiores de la observancia de las reglas de educación que les ha dado Don Bosco? ¿Por qué el sistema de prevenir con la vigilancia y el cariño los desórdenes se va sustituyendo poco a poco por el sistema menos pesa¬do y más rápido para el que manda de establecer leyes que se mantienen con los castigos, encienden odios y producen disgustos; si se descuida hacerlas observar, producen desprecio hacia los superiores y son causa de gravísimos desórdenes?

Y esto sucede necesariamente si falta la familiaridad. Si se quiere, pues, que el Oratorio vuelva a la antigua felicidad, póngase en vigor el antiguo sistema; que el Superior sea todo para todos, dispuesto a escuchar siempre cualquier duda o queja de los jóvenes, todo mirada para vigilar paternalmente su conducta, todo corazón para buscar el bien espiritual y temporal de los que la Providencia le ha confiado. Entonces los corazones no estarán ya cerrados y no reinarán ya ciertos secretos que matan. Sólo en caso de inmoralidad sean los superiores inexorables. Es mejor correr el peligro de echar de casa a un inocente que retener a un escandaloso. Que los asistentes consideren un estricto deber de conciencia referir a los superiores todas las cosas que conozcan que son de cualquier modo ofensa de Dios.

Entonces le pregunté:
—¿y cuál es el mejor medio para que triunfen esa familiaridad y ese amor y confianza?
—La observancia exacta de las reglas de la casa.
— ¿Y nada más?
—El mejor plato de una comida es el de la buena cara.

Mientras terminaba de hablar de este modo mi antiguo alumno, y yo seguía observando con vivo disgusto aquel recreo, me fui sintiendo poco a poco oprimido por un gran cansancio que iba creciendo cada vez más. Esta opresión llegó al punto de que no pude resistir más, me sentí sacudido y me desperté. Me encontré de pie junto a la cama. Mis piernas estaban tan hinchadas y me dolían tanto, que no podía estar de pie. Era muy tarde y, por tanto, me fui a la cama, decidido a escribir estas líneas a mis queridos hijos.

Yo deseo no tener estos sueños porque me cansan demasiado. Al día siguiente me sentía deshecho y no deseaba más que llegase la hora de poder descansar la noche siguiente. Pero he aquí que apenas me acosté, volvió a comenzar el sueño. Tenía delante el patio, los jóvenes que están ahora en el Oratorio, y el mismo antiguo alumno del Oratorio. Yo empecé a preguntarle:

—Lo que me dijiste lo haré saber a mis salesianos; pero a los jóvenes del Oratorio, ¿qué debo decirles?

Me respondió:

—Que se den cuenta de todo lo que los superiores, los maestros, los asistentes sufren y se esfuerzan por su amor, porque si no fuese por su bien no se someterían a tantos sacrificios; que recuerden que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los defectos de los demás porque en el mundo no se encuentra la perfección, sino que sólo se da en el paraíso; que dejen las murmuraciones porque enfrían el corazón; y sobre todo que procuren vivir en la santa gracia de Dios. Quien no tiene paz con Dios no tiene paz consigo, no tiene paz con los demás.
—Entonces, ¿tú me dices que hay entre mis jóvenes algunos que no están en paz con Dios?
—Ésta es la primera causa del mal humor, entre las otras que tú sabes, a las que debes poner remedio, y que no hace falta que te diga ahora. Efectivamente, no desconfía más que el que tiene secretos que guardar, más que el que teme que estos secretos lleguen a conocerse, porque sabe que sufriría por ello vergüenza y desprecio. Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios permanece angustiado, inquieto, no sufre la obediencia, se irrita por nada, le parece que toda va mal y, ya que él no tiene amor, cree que los superiores no le aman.
—Y, sin embargo, querido mío, ¿no ves cuánta frecuencia de confesiones y comuniones hay en el Oratorio.
—Es verdad que la frecuencia de las confesiones es grande, pero lo que falta radicalmente, en muchos jóvenes que se confiesan, es la fidelidad a los propósitos. Se confiesan, pero siempre de las mismas faltas, de las mismas ocasiones próximas, de los mismos malos hábitos. Las mismas desobediencias, los mismos descuidos de sus deberes. Así se va adelante por meses, y hasta por años así siguen algunos hasta la 5ª de segunda enseñanza. Son confesiones que valen poco o nada; por tanto no dan paz y, si un joven fuese llamado en ese estado al tribunal de Dios, sería un asunto serio.
—¿Y hay muchos de éstos en el Oratorio?
—Pocos en relación con el gran número de jóvenes que hay en la casa… Observe.
Y me los señalaba.

Yo miré y vi a esos jóvenes uno a uno. Pero en estos pocos vi cosas que amargaron profundamente mi corazón. No quiero ponerlas sobre el papel, pero, cuando esté de vuelta, quiero decírselas a cada uno de los que allí estaban. Aquí os diré sólo que es tiempo de rezar y de tomar firmes resoluciones; proponer no con palabras sino con hechos, y hacer ver que los Comollo, los Domingo Savio, los Besucco y los Saccardi viven todavía entre nosotros.

Por último pregunté a aquel amigo:
—¿Tienes algo más que decirme?
—Predica a todos, grandes y pequeños, que recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora. Que ha sido ella misma la que los ha reunido aquí para alejarlos de los peligros del mundo, para que se amen como hermanos y para que den gloria a Dios y a ella con su buena conducta. Que es la Virgen la que les provee de pan y de medios para estudiar con infinitas gracias y portentos. Que recuerden que están en la víspera de la fiesta de su Santísima Madre y que con su ayuda debe caer esa barrera de desconfianza que el demonio ha sabido levantar entre los jóvenes y los superiores y de la que sabe valerse para la ruina de algunas almas.
—¿Y lograremos eliminar esa barrera?
—Sí, sin duda, con tal de que mayores y pequeños estén dispuestos a sufrir alguna pequeña mortificación por amor de María y pongan en práctica lo que les he dicho.
Mientras tanto, yo seguía mirando a mis jóvenes y, ante el espectáculo de los que veía encaminados hacia la eterna perdición, sentí tal angustia en el corazón, que me desperté. Desearía contaros aún muchas cosas importantísimas que vi, pero el tiempo y las circunstancias no me lo permiten.

Concluyo: ¿Sabéis qué desea de vosotros este pobre viejo que por sus queridos jóvenes ha consumido toda su vida? Nada más que, hechas las debidas proporciones, vuelvan los días felices del antiguo Oratorio. Los días del amor y de la confianza cristiana entre los jóvenes y los superiores; los días del espíritu de condescendencia y sufrimiento por amor de Jesu¬cristo de los unos hacia los otros; los días de los corazones abiertos con toda sencillez y candor, los días de la caridad y de la alegría para todos.

Necesito que me consoléis, dándome la esperanza y la promesa de que haréis todo lo que deseo por el bien de vuestras almas. Vosotros no sabéis bien qué suerte habéis tenido al haber sido acogidos en el Oratorio. Ante Dios os aseguro: basta que un joven entre en una casa salesiana para que la Virgen Santísima lo tome inmediatamente bajo su protección especial. Pongámonos, pues, todos de acuerdo. La caridad de los que mandan y la caridad de los que tienen que obedecer hagan reinar entre nosotros el espíritu de San Francisco de Sales. Queridos hijos míos, se acerca el tiempo en el que tengo que separarme de vosotros y partir para mi eternidad (Nota del Secretario. En este momento, Don Bosco dejó de dictar; los ojos se le llenaron de lágrimas, no por sufrimiento, sino por la inefable ternura que transparentaba su mirada y el sonido de su voz: después de algunos momentos continuó). Por tanto, yo deseo dejaros, sacerdotes, clérigos, jóvenes queridísimos en el camino del Señor en el que él mismo os desea. A este fin el Santo Padre al que vi el viernes, 9 de mayo, os envía de todo corazón su bendición.

El día de la fiesta de María Auxiliadora me encontraré con vosotros ante la efigie de nuestra amorosísima Madre. Quiero que esta gran fiesta se celebre con toda solemnidad y que D. Lazzero y D. Marchisio piensen en que también estemos alegres en el comedor. La fiesta de María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta que debemos celebrar todos juntos unidos un día en el paraíso.

Vuestro afmo. amigo en J. C.,
Sac. Gio. Bosco

Benedicto XVI bendice las redes sociales y alerta sobre sus riesgos

Benedicto XVI invita a los cristianos a unirse a las redes sociales, en su Mensaje para la 45ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que este año se celebra el 5 de junio.

Este lunes pasado, fiesta de San Francisco de Sales, la Oficina de Información de la Santa Sede hizo público el texto del Mensaje, titulado Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital.

“Deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”, afirma el Papa.

“Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás”, indica.

“Por el contrario -continúa-, los creyentes animan a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas”.

El Pontífice dirige una invitación especial a los jóvenes “a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital”.

Y destaca la contribución de las nuevas tecnologías en la preparación de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid en agosto.


Auténticos y reflexivos

Benedicto XVI ofrece diversas reflexiones sobre la propagación de la comunicación a través de internet, sus potenciales, sus aplicaciones y sus riesgos.

Destaca que “también en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva”.

“El anhelo de compartir, de establecer 'amistades', implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio 'perfil' público”, afirma.

El Papa explica que “cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo”.

“Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser”, continúa.


Riesgos

Entrando a analizar los riesgos de internet y en concreto de las redes sociales, subraya que “la presencia en estos espacios virtuales puede ser expresión de una búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se evitan ciertos riesgos, como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al mundo virtual”.

Para ayudar a reflexionar, el Papa invita a los internautas a plantearse varias preguntas: “¿Quién es mi 'prójimo' en este nuevo mundo?, ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria?”

“¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un mundo 'diferente' al que vivimos?, ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas?”.

En su Mensaje, Benedicto XVI indica también “algunos límites típicos de la comunicación digital: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia”.


Estilo cristiano de presencia

Sin embargo, el Papa insiste en que “si se usan con sabiduría”, las nuevas tecnologías “pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano”.

Y se refiere a “un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro”.

Según el Obispo de Roma, “comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio”.

Asimismo, “tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia”, continúa.

El estilo cristiano de presencia en el mundo digital implica la tradicional llamada del cristiano a responder a quien pida “razón de su esperanza”.

También exige “estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas de la red”.

“El valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la 'popularidad' o la cantidad de atención que provoca”, advierte.

En este sentido, Benedicto XVI invita a dar a conocer la verdad del Evangelio “en su integridad, más que intentar hacerla aceptable”, ya que “debe transformarse en alimento cotidiano y no en atracción de un momento”.

Añade que esa verdad “incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real” y destaca la importancia de “las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe”.

Por último, pide para quienes trabajan en la comunicación, de quienes es patrón san Francisco de Sales, “la capacidad de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad”.

(Fuente: www.zenit.org)

miércoles, 26 de enero de 2011

El sistema preventivo de Don Bosco

Virtudes y habilidades del educador

¿Qué es eso del sistema preventivo? ¿Qué significa prevención para Don Bosco?...

La aplicación del Sistema Preventivo de Don Bosco en el ámbito educativo supone en el educador un conjunto integrado de virtudes y habilidades; sin éstas, las teorías y las técnicas son ineficaces. Quizá por esta razón cuando Don Bosco habla o escribe sobre el Sistema Preventivo, no se dirige a los educandos, sino a los educadores, señalando que el Sistema Preventivo se basa en la razón, la religión y la amabilidad (amorevolezza) de los educadores.

En otras palabras, la aplicación práctica del Sistema Preventivo supone la adquisición de una forma de ser por parte del educador. Por esta razón, para nosotros, salesianos, el Sistema Preventivo no sólo es un método educativo, sino también —y sobre todo— una experiencia espiritual (cf. C. 20).

En este sentido los términos «educación», «educador» y «educando», trascienden el ámbito pedagógico, incluyendo el ámbito espiritual, pues, de hecho, para nosotros el Sistema Preventivo constituye nuestra espiritualidad específica.


EL SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO

La experiencia pastoral y educativa de Don Bosco respondió a la situación peculiar de los jóvenes y adolescentes con los que se encontró en la ciudad de Turín. Era una situación de abandono y de soledad afectiva. Don Bosco respondió a esa situación desde una actitud que incluía tanto lo humano como lo espiritual; por eso se preocupó por proporcionar a esos jóvenes abandonados lo necesario para potenciar en ellos lo humano, lo cultural, lo profesional, lo social, lo afectivo y lo religioso.

La respuesta a los desafíos concretos de esos jóvenes abandonados requería de una gran capacidad «preventiva». Para Don Bosco la «prevención» es un concepto clave en lo que se refiere a la educación y formación de los jóvenes necesitados; se manifiesta en dos dimensiones: «asistencial» y «educativa».

→ La dimensión asistencial supone proporcionar a los jóvenes aquello que les falta en lo que se refiere a lo más elemental para vivir: casa, vestido, alimento... pues si carecen de lo necesario, la intervención educativa resulta ineficaz.

→ la dimensión preventiva en el nivel educativo consiste en promover el crecimiento integral de los educandos anticipándose a las situaciones, en modo tal que, en lugar de castigar las faltas, resulte imposible que ocurran.


La capacidad preventiva sólo es posible si el educador razona para encontrar las causas de lo que sucede, pues, de otra forma, no podrá intervenir sobre ellas y, por tanto, no podrá prevenir.

Igualmente, sin un trato visiblemente amable y justo, no será posible responder a la soledad afectiva de los jóvenes, ni será posible transmitirles los verdaderos valores, entre los que se encuentran, evidentemente, los religiosos.

Para Don Bosco, la preventividad supone en el educador un modo de ser armónico fundamentado en la razón, la religión y la amabilidad.

En este sentido, los tres elementos constitutivos del Sistema Preventivo (razón, religión y amabilidad [amorevolezza]), están intrínsecamente conectados; es, precisamente, esta integración armónica lo que hace capaz al educador para involucrar en los jóvenes lo más significativo de sus potencialidades: su mente, su corazón, su voluntad y su fe, pues él mismo se presenta como modelo operativo de los valores que transmite.

De los tres elementos fundamentales del Sistema Preventivo, la prioridad la tiene sin duda la amabilidad (amorevolezza).

En el lugar y en el tiempo en que vivió Don Bosco el término amorevolezza indicaba un conjunto de virtudes y actitudes de tipo relacional, que se demostraban en palabras, en gestos, en ayudas, en regalos, en benignidad, en solicitud. Se trata de signos que pueden darse entre esposos, padre e hijos, novios, amigos, benefactores y personas protectoras.

Cuando se usaba en el ambiente religioso, indicaba el amor misericordioso visible y acogedor, humano y divino. En síntesis, la amorevolezza se manifiesta en palabras, gestos y actitudes familiares y de amistad, que expresan cercanía, delicadeza, cordialidad, solicitud, cuidado y misericordia.

Don Bosco asume el significado de la amorevolezza propio de su tiempo, pero lo entiende y lo propone en clave pedagógica-cristiana y asistencial-educativa. Para nuestro Padre, la amorevolezza se demuestra más con hechos que con palabras, a través de un complejo código de símbolos, signos y conductas con los cuales el educador manifiesta que toda su solicitud tiene como única finalidad el bien espiritual y temporal de sus alumnos. En este contexto, se entiende que la amorevolezza salesiana es inseparablemente efectiva y afectiva.

En cuanto creyente y en cuanto pastor, Don Bosco también entiende la amorevolezza como una de las expresiones privilegiadas de la virtud más importante para el cristiano: la caridad. De hecho, en el opúsculo sobre el Sistema Preventivo escrito en 1877, Don Bosco escribe explícitamente que sólo el cristiano puede aplicar con éxito el Sistema Preventivo, porque dicho sistema se apoya por completo en las palabras de San Pablo, que dice: «Charitas benigna est, patiens est; omnia suffert, omnia sperat, omnia sustinet»; en español, la traudcción es «la caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo» (1 Cor 13,4-7).

En otras palabras, el Sistema Preventivo se basa en la Palabra de Dios, y sólo el creyente que cree firmemente en esa Palabra, tendrá la convicción y la energía suficiente para ponerlo en práctica. La gran virtud de la caridad, además, le da consistencia profunda a la amorevolezza que, en principio, se refiere a una serie de características de relaciones humanas.

Además de la caridad, también la razón enriquece y fortifica a la amorevolezza, de forma tal que, a pesar de la riqueza afectiva que expresa, no degenera en sentimentalismo ni expresa debilidad afectiva.

La razón, además, no sólo da consistencia a la amorevolezza, sino que, junto con ella, también es expresión de caridad, en cuanto que es esencial para el ejercicio de la justicia, para prevenir y para comprender al prójimo. Veamos brevemente estos tres aspectos:


→ La justicia consiste en «dar a cada quien lo que le corresponde», y se convierte en virtud cuando se ejerce en las relaciones cotidianas, en las que todos somos «juez y parte»: ser justo cuando están de por medio los propios intereses es una verdadera virtud.

Cuando Don Bosco habla de la razón, se refiere, entre otras cosas, a la capacidad de tratar con justicia a los educandos, en forma tal que el educador se gana el corazón de sus alumnos aun cuando los corrige, pues su justicia es del todo manifiesta.


→ La razón salesiana, además, es indispensable para prevenir, pues sólo se puedellegar antes (pre-venir) de que algo suceda, si se comprende que cuanto acontece en la vida siempre tiene una «causa», y que las medidas «preventivas» sólo son eficaces si se interviene sobre las «causas». Ahora bien, la facultad humana que nos permite comprender la estructura causal de los fenómenos es la razón.


No usar la razón equivale a no prevenir. En este sentido, el uso de la razón es una condición para amar, sobre todo a quien se encuentra indefenso. Por ejemplo, para quienes tienen hijos pequeños la prevención de situaciones potencialmente peligrosas es una responsabilidad fundamental, de tal forma que, no prevenir, es decir, no usar la razón en todo su potencial lógico, equivale a una grave falta de amor.


→ La razón salesiana también es fundamental para comprender al prójimo, ya que indica precisamente la voluntad de entenderlo. En este sentido, la razón es una de las bases del verdadero diálogo puesto que indica la disposición de lograr consensos, más que defender las propias posiciones.

Como puede deducirse de los datos apuntados en los párrafos anteriores, la vivencia del Sistema Preventivo supone educadores equilibrados e integrados, abiertos y sociables, sensibles a las necesidades de los demás y dispuestos a la relación interpersonal, especialmente con los jóvenes pobres y abandonados.

Supone educadores con gran capacidad de control interior y exterior, temperantes, prudentes, capaces de promover la solidaridad y la colaboración.

Los educadores salesianos son personas ricas en valores humanos y religiosos que los convierte en modelos y testigos de los mismos valores que comunican a los jóvenes.

La consecuencia lógica de esta integración personal es la capacidad para hacer evidente y visible el amor auténtico y genuino hacia los educandos y, de esta forma, ganarse el corazón de los jóvenes. Sólo desde esta integración personal se puede cumplir lo que decía Don Bosco: «No basta con amar a los jóvenes, es preciso que ellos se den cuenta de que son amados».

(fuente: www.salesianosbilbao.com)

martes, 25 de enero de 2011

“Creemos en la belleza de nuestra propia vocación”

Alegría, serenidad, felicidad salesiana y un fuerte sentido de unidad familiar: bajo estos signos, ayer, se dio inicio a las XXIX Jornadas de Espiritualidad de la Familia Salesiana. El ejemplo de Don Bosco, la importancia del acompañamiento y el descubrimiento de la propia vocación, fueron los temas principales.

En el aula magna del Salesianum, con la presencia de Madre General de las Hijas de María auxiliadora, Madre Yvonne Reungoat, de Madre Eulalia Rueda, Superiora de las hijas de los Corazones de Jesús y de María, del Consejo General de la Congregación Salesiana, y de muchos miembros de los grupos de la Familia Salesiana, el Vicario del Rector Mayor, padre Adriano Bregolin, abrió las Jornadas con un saludo especial a los novicios y novicias presentes: “estos muchachos, estas muchachas, son el gran signo del Aguinaldo; son la grande ICONA, el grande sueño, la grande esperanza de nuestras Congregaciones; y los jóvenes Cooperadores son también el gran signo del laicado nuevo”.

Después de un momento de oración y varios cantos que animaron la ceremonia de apertura, se dio inicio a las relaciones oficiales. El primero en hablar fue el padre Canino Zanoletty, salesiano, que hace el doctorado en Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma. El padre Canino desarrollo su tema sobre la reflexión de la pastoral vocacional realizada por Don Bosco: la propuesta, el acompañamiento, la fascinación personal del maestro – alumno, el ambiente, el testimonio, fueron algunos de los puntos rápidamente tocados por el salesiano: “la propuesta vocacional era un arte, que implicaba no sólo la capacidad personal, sino la reflexión, estrategias y estructuras. En esto Don Bosco fue un maestro reconocido, llegando a entusiasmar y a convocar numerosas personas en la misión de la salvación de la juventud”.

Sucesivamente intervino Sor Pina del Core, Encargada de la Facultad Pontificia de Ciencias de la Educación “Auxilium”. La relación de la religiosa, con el título Jóvenes y elecciones vocacionales, entre miedo y confianza. Los retos para afrontar para una educación hacia la vida”, profundizó, con base en su experiencia profesional y académica, los obstáculos que se enfrentan los jóvenes y elecciones claras. Para un educador, por lo tanto “no es suficiente recoger las informaciones, conocer. Se necesita ayudar, colocarse al lado, para hacer tomar conciencia de la desorientación, del ansia, de las dificultades, del miedo para elegir.

También la asamblea ha sido protagonista en el momento de la resonancia, durante el cual numerosos huéspedes intervinieron con preguntas a los relatores.

Concluida la sesión de la tarde, después, en la noche se proyectó el video comentario del Aguinaldo 2011, e inmediatamente el Rector Mayor realizó “las buenas Noches”. Don Chávez invitó a cada uno de los miembros de la Familia Salesiana a ser testimonio convencido de la elección de su vida”. “Nuestra vida, nuestro entusiasmo, nuestra fidelidad, deben manifestar plenamente que creemos en la belleza de la vocación que hemos recibido, y por lo tanto del valor de la vocación. No seremos convincentes, creíbles, ni fecundos y eficaces desde el punto de vista vocacional, si no creemos en nuestra vocación y en su actualidad”.

(fuente: www.infoans.org)

lunes, 24 de enero de 2011

San Francisco de Sales y San Juan Bosco

Don Bosco, en el Reglamento del Oratorio de San Ffrancisco de Sales que redacta en 1854, describe en el proemio la finalidad de su proyecto:

“Este Oratorio está puesto bajo la protección de San Francisco de Sales para indicar que la base sobre la que esta congregación se apoya debe ser la caridad y la dulzura, que son la virtudes características de este santo”.

Don Bosco se inspira para llevar adelante su obra, en efecto, en el conocido santo y a él encomienda su proyecto confiando en su protección. A él, en las raíces de nuestra espiritualidad, estamos invitados a volver una y otra vez todos los que compartimos el carisma y la misión salesiana. El 24 de enero, celebraremos su fiesta que ya se celebraba con gran solemnidad en los días del primer Oratorio.

Francisco de Sales, obispo santo de corazón noble y sabio humanismo, fue un creyente de honda espiritualidad que comprendió que en el centro de su vida y de su historia estaba sólo Dios y su amor misericordioso. Fuera de él no hay ningún bien. Sabio en la dirección espiritual, vivió y anunció la Palabra de Dios por los más diversos medios. Es el santo de la ternura del corazón modelado a imagen del corazón del Padre que con la mansedumbre conduce a todos a Dios. Prudente y fiel, supo vivir como hombre de su tiempo al servicio de la Iglesia y de los más necesitados.

Don Bosco se inspiró en él para llevar adelante su apostolado en favor de los jóvenes pobres, abandonados y en peligro. Su caridad pastoral y la amabilidad de su bondad fueron determinantes en el estilo que Don Bosco vivió y transmitió a sus muchachos en los mismos orígenes de la fundación de la Congregación Salesiana. Como nos ha dejado escrito Don Rua, el 26 de enero de 1854 don Bosco propuso a cuatro jóvenes del Oratorio de San Francisco de Sales, hacer un «ejercicio práctico de caridad».

«Desde ese día, escribe don Rua, fue puesto el nombre de salesianos a los que se propusieron y se propondrán dicho ejercicio». Inspirados en la bondad y en el celo pastoral del santo de la caridad, Don
Bosco nos ha dado el nombre de salesianos y nos ha indicado un programa de vida en la máxima “Da mihi animas, cetera tolle”. Y en Don Bosco, inspirado en San Francisco de Sales, tiene origen un vasto movimiento de personas, que en diferentes modos, trabajan por la salvación de los jóvenes. Esta es nuestra fuente y nuestra inspiración: la mansedumbre, la amabilidad, la pasión pastoral.

Mirando a Francisco de Sales, contemplando a Don Bosco y enraizados en la Palabra, queremos
hacer nuestra la sabiduría que viene de lo alto. En nuestro trabajo con los jóvenes, en nuestra
experiencia comunitaria, en nuestro vivir cotidiano queremos ser sembradores de paz y de justicia apartando de nosotros todo lo que nos aleje del corazón de Dios.

A imagen suya, el corazón de Buen Pastor es el manantial inagotable al que acudir a beber siempre. El Buen Pastor que conoce sus ovejas y que en la entrega de su propia vida nos ha devuelto la Vida. En su nombre, con la fuerza de su Espíritu, sostenidos por la misericordia del Padre queremos ir al encuentro de los jóvenes, especialmente los más pobres y en peligro. Con Don Bosco, queremos anunciarles el amor de Dios, Vida y Esperanza para todos.

Francisco de Sales, pastor celoso y amable rico en la sabiduría que viene de arriba, interceda hoy para que nuestra familia salesiana pueda ser fiel a las inspiraciones de Dios, a la propuesta profética de Don Bosco y a las demandas urgentes de los jóvenes de nuestro tiempo.

escrito por José Miguel Núñez, SdB.
(Fuente: www.josemiguelsdb.blogspot.com)

Líder sin empatía no es líder

Además de la conciencia de uno mismo y de la autogestión emocional, el liderazgo resonante requiere de la adecuada conciencia social, o dicho de otro modo, de la empatía.

En su forma más básica, la capacidad de experimentar empatía se asienta en las neuronas que se dirigen y provienen de la amígdala, nos permiten interpretar la emoción que se expresa en el rostro y la voz de otra persona para permanecer en sintonía con ella.


Estos circuitos envían una corriente continua de mensajes: “el último comentario parece haberle molestado un poco… ahora parece un poco aburrido… le ha gustado escuchar eso.” La zona prefrontal y las regiones asociadas nos permiten ajustar con más detalle lo que diremos o haremos a continuación.

Al permanecer en sintonía con la reacción de nuestro interlocutor, la amígdala y sus circuitos asociados constituyen una especie de estación reguladora que resulta esencial para que los circuitos abiertos de las personas implicadas sincronicen sus emociones.

Uno de los términos científicos utilizados para referirse a esta sintonía neuronal es el de Resonancia Límbica, que es “una sinfonía de constante intercambio y adaptación interna” por medio de la cual las personas acompasan sus estados emocionales.

Esto es algo que ocurre siempre que establecemos una verdadera conexión con alguien a quien sentimos “en nuestra misma longitud de onda emocional”, ya sea porque nuestro interés por esa persona va desde pasar un buen rato y hasta llorar juntos.

Este tipo de sincronización tácita tiene lugar en cualquier buena interacción humana, ya sea la que existe entre una madre y su hijo, entre dos amigos frente a una humeante taza de café o entre los trabajadores de un equipo que se lo pasan bien mientras trabajan.

La resonancia, en suma, constituye una especie de oleada de emoción que recorre la totalidad de un grupo. Y esto es algo que sucede tanto cuando esa emoción es positiva (como ocurre tras la noticia del aumento del valor de las acciones de la empresa) o negativa (como en un funeral).

Otro ingrediente fundamental del liderazgo emocionalmente inteligente consiste en la capacidad del líder para expresar su mensaje de un modo que resulte estimulante. En este sentido, los líderes que expresan sus emociones con convicción parecen irradiar la resonancia de manera natural, porque sus emociones son sinceras y están arraigadas en valores profundos.

Los líderes emocionalmente inteligentes saben activar las emociones positivas y movilizar a las personas articulando una aspiración común que fomenta el optimismo, la compasión y la sensación de conexión, emociones todas ellas que auguran un futuro prometedor.

A nivel cerebral, este tipo de mensajes están ligados a los circuitos que se dirigen y provienen de la región prefrontal izquierda, una zona del cerebro que también encierra la clave de la motivación y, cuando se difunde el mensaje positivo, parece inflamar al grupo en torno al objetivo común.

Pensemos, por ejemplo, en la conocida frase “hoy he tenido un sueño”, con la que Martin Luther King puso en marcha el movimiento de los derechos civiles de Estados Unidos y que le permitió imaginar un mundo en el que reinase la igualdad de oportunidades para todo el mundo con independencia del color de su piel.

La conciencia social, especialmente la empatía, resulta esencial para que un líder lleve a cabo su tarea fundamental que, como ya hemos dicho, consiste en promover la resonancia.

Al sintonizar con lo que los demás experimentan en un determinado momento, el líder puede decir y hacer lo que sea más apropiado, ya se trate de disipar el temor, calmar el enojo o elevar el estado de ánimo.

Esta capacidad de sincronización también le permite darse cuenta, de los valores y prioridades compartidos que pueden guiar al grupo.

El líder que carezca de empatía, por el contrario, se hallará inconscientemente tan desconectado de los demás que sus palabras y acciones desencadenarán sus reacciones negativas.

Así pues, la empatía, que se refiere a la capacidad de escuchar y asumir el punto de vista de los demás, permite que el líder sintonice con los canales emocionales que alientan la resonancia entre las personas y ajuste sus mensajes de un modo que le permita seguir en contacto con ellos.

escrito por Jorge Madrigal Fritsch
(fuente: Yoinfluyo.com)
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