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jueves, 30 de junio de 2011

Voluntariado social: ¿moda o necesidad?

¿Es lo mismo solidaridad y caridad cristiana?

Se está celebrando el “año Europeo del voluntariado” y este es un fenómeno que interpela a la praxis de la fe cristiana. De hecho surgen muchos interrogantes tales como: ¿Qué hay de inspiración cristiana en esta “cultura del voluntariado”? ¿Es suficiente para cumplir el mandato del Jesús de predicar el Evangelio con la simple participación en el voluntariado social? ¿Es lo mismo solidaridad y caridad cristiana?

El voluntariado, como expresión concreta de la solidaridad, es una de las actitudes mejor valoradas en la sociedad actual. Sus objetivos se pueden concretar en el altruismo, la ayuda mutua, la participación civil. Sin embargo, con frecuencia no quedan bien definidos ni el término, ni el concepto; es más, ni siquiera la libertad y gratuidad que le son inherentes. A veces se confunden las motivaciones y las convicciones, se mezclan prestación de servicios con entrega personal, ejercicio del altruismo con responsabilidad social. Los sectores a los que el voluntariado se extiende son muy variados y amplios, como pueden ser: el asistencial, sanitario, cultural y educativo, la promoción y capacitación laboral, la integración social y acogida a emigrantes, la ayuda al Tercer Mundo y otros. El Beato Juan Pablo II se refirió en diversas ocasiones al tema, en una de ellas decía: “me parece que el siglo que comienza deberá ser el de la solidaridad. Hoy lo sabemos mejor que ayer: no estaremos felices y en paz los unos sin los otros, y aún menos, los unos contra los otros. La operaciones humanitarias con ocasiones de conflictos o de catástrofes naturales recientes han suscitado loables iniciativas de voluntariado que revelan un fuerte sentido de altruismo, especialmente en las jóvenes generaciones” (10.1.2000).

Ahora bien, quienes han estudiado más de cerca toda esta problemática del voluntariado en la actualidad, creen detectar un cierto paracaidismo social que se manifiesta en un quedarse solamente en un asistencialismo paternalista, en una especie de lavado rápido de la propia conciencia o incluso de frustraciones personales, en un discurso acerca de la cultura solidaria, que tendría más de ideológica que de solidaria. Asimismo se habría cedido a la tentación de anestesiar mediante alguna contribución voluntarista la responsabilidad moral que brota de la injusticia. Nunca se debería olvidar que las relaciones entre los seres humanos deben estar regidas por la justicia. La solidaridad nunca sustituye a la justicia.

En el caso del voluntariado cristiano es importante la delimitación de su propia identidad, sin minusvalorar otras formas o motivaciones para el voluntariado social. El voluntario cristiano ha de tener muy claro que su compromiso nace del acto mismo de fe en Dios revelado en Cristo, por el cual el hermano se convierte en el “rostro” del mismo Jesús. Por esta razón, el voluntariado cristiano tiene una fundamentación distinta y diversa al voluntariado simplemente humanista. La mística que impulsa a la acción en favor del necesitado dimana de la vida y mensaje de Jesucristo, servidor de los enfermos y los pobres. Y así, esta acción ha de ser concebida como un verdadero ministerio de caridad fraterna, que lo aleja de cualquier interés o búsqueda de gratificaciones indirectas, personales o profesionales. Para el católico, participar como voluntario en una acción social supone dar respuesta a una llamada que brota del mismo Evangelio.

Por tanto, para un cristiano resulta impensable separar la solidaridad del mensaje de las Bienaventuranzas. Si nos sentimos unidos a los demás (es decir, si somos solidarios) no es sólo por una simple razón de pertenencia a la comunidad humana, sino por el imperativo del mandamiento del amor mediante el cual se distingue a los discípulos de Cristo: “amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15,12-13). No hay un Dios más solidario que Aquel que se encarnó, murió y resucitó por la humanidad y por cada uno de nosotros. El perfil de esa entrega total y solidaria se llama caridad: que es “alma de la Iglesia”, como también principio y fin del ser y obrar de todo cristiano.

escrito por Monseñor Juan del Río Martín
Monseñor Juan del Río Martín es el arzobispo castrense de España
(fuente: Zenit.org)

miércoles, 29 de junio de 2011

San Pablo, según Benedicto XVI

Recogemos a continuación una selección de textos pronunciados por Benedicto XVI en sus recientes intervenciones sobre la figura de san Pablo durante las Audiencias Generales. El Papa quiso profundizar a lo largo de cuatro discursos, desde octubre de 2006, en la vida del apóstol Pablo.



VOCACIÓN

La Conversión de San Pablo.

— En el camino hacia Damasco, a inicios de los años treinta, Saulo, según sus palabras, fue «alcanzado por Cristo Jesús» (Filipenses 3, 12). Mientras Lucas cuenta el hecho con abundancia de detalles -la manera en que la luz del Resucitado le alcanzó, cambiando fundamentalmente toda su vida- en sus cartas él va directamente a lo esencial y habla no sólo de una visión (Cf. 1 Corintios 9,1), sino de una iluminación (Cf. 2 Corintios 4, 6) y sobre todo de una revelación y una vocación en el encuentro con el Resucitado (Cf. Gálatas 1, 15-16). De hecho, se definirá explícitamente «apóstol por vocación» (Cf. Romanos 1, 1; 1 Corintios 1, 1) o «apóstol por voluntad de Dios» (2 Corintios 1, 1; Efesios 1,1; Colosenses 1, 1), como queriendo subrayar que su conversión no era el resultado de bonitos pensamientos, de reflexiones, sino el fruto de una intervención divina, de una gracia divina imprevisible. A partir de entonces, todo lo que antes constituía para él un valor se convirtió paradójicamente, según sus palabras, en pérdida y basura (Cf. Filipenses 3, 7-10). Y desde aquel momento puso todas sus energías al servicio exclusivo de Jesucristo y de su Evangelio. Su existencia se convertirá en la de un apóstol que quiere «hacerse todo a todos» (1 Corintios 9,22) sin reservas.



APOSTOLADO

— En el apostolado de Pablo no faltaron dificultades, que él afrontó con valentía por amor a Cristo. Él mismo recuerda que tuvo que soportar «trabajos…, cárceles…, azotes; peligros de muerte, muchas veces…Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué… Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias» (2 Corintios 11,23-28).

— Para el decimotercer apóstol, Cristo se convirtió en su razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico. En sus cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces).

— Pablo ya no vivía para sí mismo, sino que vivía de Cristo y con Cristo: dándose a sí mismo. Se puede ilustrar esto con algunas de las expresiones plásticas que san Pablo anota en sus cartas. «En cuanto a mí -escribe, por ejemplo, en Gálatas 6, 14-, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!».

Tenemos que exclamar con san Pablo: «Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?».



ESPÍRITU SANTO


— Saulo de Tarso no sólo muestra que el Espíritu Santo imprime el empuje para testimoniar el Evangelio por los caminos del mundo, como se muestra en los Hechos de los Apóstoles, sino que además ilustra su presencia en la vida del cristiano. Es decir, Pablo reflexiona sobre el Espíritu mostrando su influjo no solamente sobre el actuar del cristiano sino sobre su mismo ser.

Tal y como afirma el decimotercer apóstol, el Espíritu nos penetra hasta en nuestras profundidades personales más íntimas. «Gracias a Él –aclara el apóstol en la Carta a los Romanos (8, 2.15)-, el cristiano puede exclamar “¡Abbá, Padre!”».



IGLESIA

— El apóstol descubrió la Iglesia gracias una intervención directa de Cristo, quien, al revelarse en el camino de Damasco, se identificó con la Iglesia y le dio a entender que perseguir a la Iglesia era perseguirle a Él, el Señor: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Cf. Hechos 9, 4).

Entonces, Pablo se convirtió, al mismo tiempo, a Cristo y a la Iglesia.

— Pablo llega a presentar a la Iglesia como esposa de Cristo, retomando así una antigua metáfora profética, que hacía del pueblo de Israel la esposa del Dios de la alianza.

(fuente: www.encuentra.com)

San Pedro, el Primer Papa

Simón Pedro, a quien el evangelio señala de forma inequívoca como príncipe de los apóstoles, fue verdaderamente el primer obispo de Roma. El hecho, si no el título, es incontestable.

Aunque no existan pruebas directas escritas, la tradición se ha mostrado siempre unánime y firme en tal sentido, sin desviarse jamás. Lo que para la historia tiene tanto peso como un documento contemporáneo de los acontecimientos. Lo único que se posee es una alusión del mismo Pedro en la primera de sus epístolas (5, 13), al mencionar a la «Iglesia que está en Babilonia», símbolo evidente de Roma y sus costumbres, para sus lectores de entonces. Treinta años después, Clemente Romano, al escribir a los corintios, evocará los tiempos en que «Pedro y Pablo estaban entre nosotros». Ignacio de Antioquía en el año 108, "Dionisio de Corinto en el 170, Ireneo de Lyon en el 180 y Tertuliano en el 200 afirman, por su parte, que Pedro era el jefe de la comunidad romana. También hacia el año 200 el presbítero Gayo hablará de las tumbas -de los «trofeos» o restos- de los apóstoles en la ciudad del Tíber, situando la de Pablo en el camino de Ostia y la de Pedro en la colina del Vaticano.

No cabe, pues, duda que Pedro viviera en Roma. ¿Como primer papa? Desde luego como vicario de Cristo y cabeza de los demás apóstoles y de la Iglesia naciente, aunque lejos todavía del estereotipo que sugiere hoy la figura de un pontífice. La palabra papa deriva del griego papas = padre, y aparece por vez primera en una sepultura de la catacumba de san Calixto hacia el año 296 referida al papa Marcelino; el uso de la palabra quedó restringido como título sólo aplicable al obispo de Roma en 384 y su empleo comenzó a generalizarse en el transcurso de los siglos siguientes. ¿Se tuvo conciencia de que Pedro era el obispo de Roma? Sí, en lo que hace a la cuestión de fondo: su primacía indiscutible. Y no, en la acepción actual de la palabra; porque Pedro no se comportaría en Roma como un prelado de hoy imbuido de sus poderes y de su dignidad. Sería más bien un predicador itinerante que un buen día llegó a la capital del imperio y tomó contacto con la población judía. ¿En qué año? A partir del 43, según unos, o después del 49, en opinión de otros. Nada se puede establecer con seguridad, ni la fecha de su llegada ni su forma de vida. Sólo cabe el recurso a la imaginación.

¿Se alojó en la casa de algunos compatriotas, que se estrecharían para prestarle hospitalidad? ¿De qué vivió? Seguramente, del trabajo de sus manos. Quizá ganara su sustento como patrón de barco, en Ostia. Levantar una red, largar la vela, manejar el timón... Al fin y al cabo ése fue su oficio hasta que le llamó Jesús. Pedro no tenía miedo al mar: las tempestades del lago Genesareth no eran más livianas que las embestidas del Tirreno. Pero al acabar la jornada y el trabajo, se reuniría con sus anfitriones, con los vecinos, con sus nuevos compañeros, y sería divertido oírle chapurrear el latín, farfullar un poco de griego o expresarse en su arameo original con el típico acento de su tierra galilea. Incidiría siempre en la misma historia: un tal Jesús, cierto hombre llamado Cristo que había predicado unas cosas muy sencillas y muy verdaderas; un judío íntegro crucificado por testimonios falsos; un muerto que resucita al tercer día para aparecerse por todos lados más vivo que nunca...

Al llegar a este momento de su relato, quizá la gente se sonreiría, o se encogería de hombros un tanto desconcertada... Pero hasta los más escépticos acabarían por prestarle atención. Les atraería la sinceridad de Pedro. Y, conmovidos, terminarían por aceptar la fe, por comprometerse. Se formaría así un primer núcleo que pronto tomaría cuerpo y empezaría a crecer. Así surgiría la comunidad cristiana de Roma.

De tarde en tarde desembarcaría en el puerto de Ostia. Algún miembro de la misma fe procedente de Corinto o de Efeso: buscaba a Pedro para exponerle los problemas existentes en sus respectivas iglesias, para pedirle consejo y orientación. Y regresaría a Oriente con las decisiones del que hacía de cabeza en la Iglesia universal.

En el año 48, o en el 49, fue Pedro a Jerusalén. Allí se encontró con Pablo y Bernabé, llegados de Antioquía; con Santiago y Juan, que habían permanecido en el país, y con algunos otros. Era una reunión importante: nada menos que el primer «Concilio», en el que se iba a abordar el problema de la admisión de los no-judíos. Los gentiles, para hacerse cristianos, no tendrían que pasar obligatoriamente por la circuncisión y las costumbres rituales del judaísmo. Las discusiones fueron tensas en algún momento. Pablo se enfrentó a Pedro con vehemencia a causa de la ambigua posición de éste respecto a determinados puntos en litigio. Pero todo quedó resuelto y acordado, y Pedro volvió a Roma, donde prosiguió la misión de dar testimonio, fortalecer a los suyos en la fe, esclarecer toda suerte de dudas concernientes a la doctrina y... ganarse la vida. Hasta que un día, entre el año 64 y el 67, Nerón, buscando víctimas propiciatorias sobre las que echar las culpas por el incendio de la urbe, decidió sacrificar a los cristianos. Pedro caería en esta primera embestida de las persecuciones.

Fue el primer obispo de Roma y cabeza indiscutible de toda la Iglesia. E hizo su trabajo con generosidad: dar testimonio, fortalecer, unir, servir de guía. Que el título de papa resulte anacrónico en su caso, no tiene relevancia. Pedro fue el jefe de la comunidad cristiana de Roma y el polo de referencia, la «piedra», de todas las demás comunidades.

San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San Pedro. Hay testimonios arqueológicos de la necrópolis con la tumba de San Pedro, directamente bajo el altar mayor. Esta ha sido venerada desde el siglo II. Un edículo de 160 d.C. en el cual puede leerse en griego "Pedro está aquí".



Pedro y Pablo, dos santos con dos misiones distintas (*)

Pedro y Pablo: dos personas muy diferentes, dos historias muy distintas, dos «conversiones» que nada se parecen (la de Pedro duró tres años; la de Pablo, un instante), dos apostolados que empiezan siendo muy diferentes, pero que cada vez se van pareciendo más, hasta quedar unidos en el martirio en Roma, bajo Nerón.

Pedro se había retirado a Galilea después de la muerte de Jesús, pero la resurrección lo hizo volver a Jerusalén, a reunir a la comunidad mesiánica y esperar la venida del Hijo del hombre. Pero el Hijo del hombre venía como rey de todos los pueblos; por eso, Pedro reconoció desde el principio la misión que Cristo había confiado a Pablo.

Con tiempo vio Pedro cómo la comunidad se extendía por una vasta geografía y se fue haciendo presente por todas partes donde había cristianos. Había experimentado la obra de Dios en el apostolado de la circuncisión, es decir, conversión de los judíos y encarrilamiento de los paganos por la senda de las prácticas judías. Así se habían de cumplir -creía él- las profecías sobre la venida de todos los pueblos a Jerusalén.

Pablo, en cambio, y toda la Iglesia de Antioquía, iban más allá. Habían visto la obra desbordante del Espíritu entre los paganos, sin que dejaran de serlo. Fueron, con el testimonio de esta obra de Dios, a Jerusalén, a buscar el acuerdo de los apóstoles y salvar así la unidad de la Iglesia. Santiago, el eterno judaizante, y Pedro y Juan reconocieron que la dirección de la Iglesia pasaba por encima de ellos, y se rindieron a la obra creadora del Señor, que de las piedras saca hijos de Abrahán.

(*) escrito por J. Sánchez Bosch

martes, 28 de junio de 2011

Pedro y Pablo, pilares de la Nuestra Madre Iglesia

"Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia"


De una manera especialmente solemne, Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los Apóstoles cuando, luego que Pedro lo reconoció como el Mesías, Él le prometió que encabezaría a Su rebaño. Jesús moraba entonces con Sus Apóstoles en la proximidad de Cesarea de Filipo, ocupado en su tarea de salvación de las almas. Como la venida de Cristo coincidía tan poco en poder y gloria con las expectativas del Mesías, circulaban muchos criterios respecto de Él.

Al viajar con Sus Apóstoles, Jesús les pregunta: "Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre" Los Apóstoles contestaron: "Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros que Jeremías, o uno de los profetas". Jesús les dijo: "Pero ¿quién dicen ustedes que soy yo?" Simón dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús replicando le dijo: "Bienaventurado eres Simón Bar-Jona, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro [Kipha, una roca], y sobre esta piedra [Kipha] edificaré mi iglesia [ekklesian], y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo (Mateo 16, 13-20; Marcos 8, 27-30; Lucas 9, 18-21).

Mediante la palabra "piedra" el Salvador no debe haberse referido a Sí mismo, sino sólo a Pedro, como es mucho más evidente en arameo, donde la misma palabra (Kipha) se usa para "Pedro" y "roca". Su expresión sólo admite entonces una sola explicación: que Él desea hacer de Pedro la cabeza de toda la comunidad de aquéllos que creyeran en Él como el verdadero Mesías, que por este cimiento (Pedro) el Reino de Cristo sería inconquistable; la guía espiritual de los fieles fue puesta en manos de Pedro, como el representante especial de Cristo. Este significado se torna tanto más claro cuando recordamos que las palabras "atar" y "desatar" no son metafóricas, sino términos jurídicos Judíos. También queda claro que la posición de Pedro entre los otros Apóstoles y en la comunidad cristiana era la base del Reino de Dios en la tierra, es decir, la Iglesia de Cristo.

Pedro fue instalado por Cristo en Persona como Cabeza de los Apóstoles. Este fundamento creado para la Iglesia por su Fundador no podía desaparecer con la persona de Pedro, sino que la intención era que continuase, y continuó (como lo demuestra la historia real) en el primado de la Iglesia Romana y sus obispos.

Es completamente incongruente e insostenible en sí misma la posición de los Protestantes que (a la manera de Schnitzer en tiempos recientes) afirman que la primacía de los obispos Romanos no puede ser deducida de la precedencia que Pedro guardaba entre los Apóstoles. Así como la actividad esencial de los Doce Apóstoles de construir y extender la Iglesia no desapareció completamente con sus muertes, es seguro que tampoco se desvaneció por completo la Primacía Apostólica de Pedro. Según la intención de Cristo, debe haber continuado su existencia y desarrollo en una forma apropiada al organismo eclesiástico, así como el oficio de los Apóstoles continuó de una manera apropiada. Se han levantado objeciones respecto de la autenticidad de las palabras en el pasaje, pero el testimonio unánime de los manuscritos, los pasajes paralelos en los otros Evangelios, y el credo firme en la literatura pre-Constantina aportan las pruebas más seguras de autenticidad y de lo inalterable del texto de Mateo.

Cristo quiso edificar su Iglesia sobre la fe auténtica que Pedro manifestó tener en el mismo Señor. Por esta razón la Iglesia seguirá edificándose hoy en la medida que tengamos verdadera fe en la Revelación divina. Todo lo que se haga al margen de esta fidelidad será otra cosa, pero nunca la Iglesia de Cristo.

Es un día hoy señalado para rezar por el Papa, para que el Señor le siga asistiendo en su difícil tarea de guiar a la Iglesia y al mundo por el camino de la Verdad. Y para que nosotros seamos obedientes al pastor visible que que representa a Cristo en la tierra.

escrito por Juan García Inza
(fuente: www.mercaba.org)

El aniversario sacerdotal del Papa, semillero de vocaciones

Benedicto XVI, el día de su ordenación sacerdotal
Ciudad del Vaticano, 28 Jun. 11 (AICA) Mañana, 29 de junio, el papa Benedicto XVI celebra sesenta años de ordenación sacerdotal, y la Iglesia toda espera que este sexagésimo aniversario de sacerdocio del Santo Padre se convierta en un momento de oración y compromiso para que Dios bendiga a la humanidad con vocaciones sacerdotales, expresó el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi SJ.

Joseph Ratzinger recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951 junto a su hermano, Georg, en la catedral de Freising, de manos del cardenal Michael von Faulhaber. Por este motivo, en todo el mundo, la Iglesia celebrará el aniversario en la solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo.

El padre Lombardi recordó que las conferencias episcopales, animadas por la Congregación para el Clero, invitaron a realizar celebraciones de agradecimiento y de oración por las vocaciones sacerdotales centradas, sobre todo, en la adoración eucarística, para pedir al Señor de la mies que envíe nuevos obreros para su viña”.

“La vida de Benedicto XVI es, en verdad, una vida integralmente sacerdotal –dijo el padre Lombardi-. Vocación en edad jovencísima, formación en el seminario interrumpida sólo por las dramáticas experiencias de la guerra, ordenación a los 24 años de edad junto a su hermano mayor y a un denso grupo de jóvenes bien templados en la fidelidad a Dios y a la Iglesia”.

“Tenían modelos como el del joven sacerdote Alojs Andritzki, asesinado a los 31 años en Dachau en el año 1943 y proclamado beato hace pocos días, quien al inicio de su encarcelamiento había jurado: “No olvidaremos ni siquiera por un momento nuestro sacerdocio”.

El padre Lombardi en su semanario editorial “Octava dies”, invitó a toda la Iglesia a unirse espiritualmente a la oración del Papa, “pidiendo que el ejemplo de su humildad y fidelidad gozosa en el servicio de este Dios audaz sea un aliciente eficaz para el nacimiento de nuevas vocaciones y para la santidad de todos los sacerdotes”.+

Educación y prevención de adicciones

La palabra “educación” proviene del latín y está formada por el prefijo “e” que significa afuera y “ducare” que se traduce como “conducir, guiar”. El concepto de “guiar desde afuera” se vincula en ciertos aspectos con la otra acepción adjudicada al término que es la de “criar, alimentar”.

Este proceso de nutrir incluye de manera ineludible dos aspectos a considerar:

1) la alteridad, pues siempre es realizado desde afuera, desde el exterior, desde el otro y

2) la producción inevitable de un cambio, un desarrollo, un crecimiento, dentro del propio individuo como resultado del proceso anterior. Guiar, nutrir, alteridad, crecimiento, cambio son a nuestro entender las palabras claves para teorizar la educación.

La educación es el recurso y mecanismo fundamental que tiene la sociedad para trasmitir los modelos de comportamiento, las ideologías y los valores culturales, morales, éticos y religiosos. De esta manera, nos guste la idea o no, modela la personalidad de todo ser humano (aun cuando no sea este el único mecanismo del proceso de individuación). La acción educativa se traduce o se manifiesta a través de las conductas del ser humano, nosotros “vemos” comportamientos mas que pensamientos o emociones. No hay duda que lo ideo afectivo subyace motivando o caracterizando las conductas o acciones de todo ser humano pero es la educación quien gestiona y perfila bajo la forma de modelos de conducta la personalidad de cada individuo teniendo como objetivo último la formación de adultos responsables y autónomos. Mucho de esto se resume con la clásica frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia”, lo que marca la importancia del medio sociocultural trasmitiendo al individuo pautas y normas de conducta que lo socializan. Socializar en el doble sentido de incluir progresivamente a ese individuo en el mundo pero también introducir el mundo en el individuo.

Es la educación el instrumento socializador por excelencia, ya que al ser prácticamente imprescindible para el ser humano el vivir en grupo, y no solo por la simple necesidad del sobrevivir biológico sino porque somos seres gregarios por definición. Son la tarea educativa y el rol del educador de una importancia única en la sociedad del “homo sapiens”, más aún, si tenemos en cuenta que el hombre es al mismo tiempo objeto y sujeto de la acción educativa. Por esto, en el tema que nos compete, es trascendental saber que tipo de valores y normas adopta, asume, sostiene y trasmite un grupo social, o una familia, a sus educandos.

En el mundo actual la escuela se ha transformado en la estructura que en muchos aspectos sustituye y ya no solo complementa el funcionamiento de la familia. Está reemplazando en muchos aspectos la función educativa que cumplía la familia nuclear tradicional. Por lo tanto ahora más que nunca corresponde a la escuela ser un agente activo en la educación en valores en general y en lo que atañe al uso de drogas en particular. Los docentes deben ser un recurso idóneo y capacitado para la prevención primaria no un simple transmisor de información especializada en el tema, sino un formador activo. Los roles de educadores naturales (padres y familia en general) y profesionales (maestros, profesores y docentes) nunca se vieron tan complementados, suplementados y hasta sustituidos como en la sociedad actual.

Desde nuestra perspectiva uno de los objetivos básicos de la educación debe ser el instrumentar al ser humano para insertarse ego-sintónicamente en su contexto en toda la extensión que se le quiera dar a este término: familiar, comunitario, cultural, social, ecológico, etc. A su vez la familia y la sociedad que incluyen al niño/joven deben estar capacitadas para satisfacer sus necesidades dentro de una ética que no implique ni actitudes antisociales ni el uso de sustancias psicoactivas. Debe enseñar al joven a ser adulto en su propio medio sociocultural y el uso indebido de drogas no puede formar parte de las conductas integradas al medio pues más allá de la libertad o ego-sintonía en lo personal está dañando o perjudicando a su entorno. Las drogas no son una cuestión personal sino del colectivo ya que afectan casi siempre al individuo y su familia y atentan contra la Salud Pública.

“La educación es el medio más idóneo con que cuenta la sociedad para formar al individuo, descubrir y desarrollar sus aptitudes, incorporarlo individual y colectivamente en el medio sociocultural, adecuar su personalidad a los cambios de la vida contemporánea u engrandecer su condición humana, corresponde que todos los que de alguna manea intervienen en el proceso educativo, la familia, la escuela, el grupo, la colectividad y el Estado participen en el proceso de “educar para prevenir”, de posibilitar que cada joven llegue a una adultez fecunda y logre insertarse en la sociedad”.

Si el ser humano en general y el educador en particular, cumpliendo con su obligación y responsabilidad, no consiguen insertar al joven en el medio sociocultural, para que pueda desenvolverse en sus circunstancias, los jóvenes y sus grupos tratarán de crear organizaciones o estructuras que se adapten a su manera de ver la sociedad, y caerán en comportamientos negativos y muchas veces destructores. El fracaso en esta generación de ambientes y de medios propicios para un desarrollo adecuado del joven da origen a otros contextos alternativos en los cuales se desarrolla, entre otros, el uso indebido de drogas.

Solo el respeto por el proceso educativo en libertad nos lleva y nos llevará a la formación de hombres libres, con la capacidad de crítica y de elección. El decidir conociendo y reconociendo con objetividad y claridad las opciones, estando en pleno conocimiento de los riesgos y de las consecuencias, (para si mismo y para los demás) es uno de los objetivos más caros a esta concepción de la educación que implica como objetivo final el vivir en grupo, con el mayor bienestar y satisfacción posibles para desarrollarse y realizarse. La educación dirigida a que el hombre pueda ejercer la libertad de optar nos recuerda que hace casi veinte años cuando trabajábamos en el área de la prevención educativa lo hacíamos bajo el lema de “educar para la opción” desde una organización que fundamos con ese fin y denominamos Optar. Creemos que hoy día esta propuesta sigue teniendo la misma validez que en ése entonces.


Acerca de la educación preventiva o de la prevención educativa
“Cuando trabaja el Maestro no trabaja el Juez” (Anónimo)

La educación preventiva promueve el conocimiento, el juicio práctico y la evaluación de factores y situaciones sociales, culturales, políticas y económicas que generan estimulan y mantienen todos aquellos problemas que afectan la salud, la integridad y el bienestar individual, familiar y social. Se desarrolla en cuatro áreas: las de la información, las creencias, las actitudes y las conductas. En suma, y siendo reiterativos, podemos afirmar que está constituida por todos los procedimientos y estrategias orientadas a la formación de la persona, que permitan su sano desarrollo y su realización, en el marco de medio ambientes propicios o adecuados.

La educación preventiva en salud implica no solo la promoción de la salud en su más amplio y clásico sentido (el de solucionar problemas ya existentes) sino también el adelantarse a los acontecimientos y eventos que atenten contra el sano desarrollo de las personas identificando factores de riesgo y problemas prioritarios. Por otro lado no puede dejar de ser orientadora y reforzadora de los comportamientos adecuados a la conservación de la salud, basándose en el estudio o análisis de los factores de protección de la misma.

Debemos recordar que el problema de la droga es un fenómeno dinámico y multi-causal que se nos presenta como una unidad indivisible en sus tres instancias: producción, tráfico y consumo. La lucha contra los dos primeros escapa totalmente a nuestra área de trabajo y más aun a la del educador, es el área que le corresponde a algunos organismos especializados del Estado. Por otro lado no podemos dejar de reconocer que en toda sociedad hay personas y sectores responsables de ejercer el rol de protección de sus miembros frente a las drogas.

Dentro del área de la prevención de acuerdo al momento que se actúe (el cuando), la forma (el como), la población objetivo (el para quien), se puede hablar de:

■ Prevención primaria: es la que actúa antes de la aparición de un problema y tiene como finalidad impedir el surgimiento del mismo;

■ Prevención secundaria: es la que actúa en las etapas iniciales o precoces de un problema que no se pudo evitar, tiene como finalidad identificarlo, evitar la consolidación y tratarlo.

■ Prevención terciaria: es la que actúa en etapas tardías del problema, cuando este ya está instalado y generalmente cronificado, la finalidad es evitar complicaciones y secuelas o consecuencias graves.


Una clasificación más reciente según la población objetivo las divide en:

• Prevención universal: dirigida a toda la población
• Prevención selectiva: dirigida a aquellos que están en mayor riesgo y que han sido identificados como población problema, por ejemplo adolescentes de un colegio donde se consume.
• Prevención indicada: dirigida a un subgrupo concreto de alto riesgo por ejemplo, adictos ya identificados.


Educación y adicciones
“Pensar globalmente, actuar localmente, responder personalmente” (Mina Seinfeld)

En el tema de las adicciones lo anteriormente expuesto implica primero la capacidad de logro de la familia en particular y de la sociedad en general (comunidad, instituciones, escuelas) para crear esos ambientes propicios o favorables. Sin esta “infraestructura” todo lo demás se haría sumamente dificultoso por no decir imposible. Segundo la necesidad de adelantarse a todo aquello que atente contra el sano desarrollo de las personas a fin de proteger y fortalecer a todos sus miembros, especialmente a los más jóvenes en el caso de las adicciones.

En ambos casos la finalidad es la de lograr los objetivos del proceso de individuación y socialización del ser humano promoviendo su crecimiento personal y su adaptación al medio social en que vive. Esto implica la formación en valores tales como la honestidad y la solidaridad por solo citar dos, así como de una adecuada autoestima, y la capacitación para la toma de decisiones para poder optar con libertad de conocimiento.

Desde ya queremos insistir de que en el área de las adicciones, quizás más que en ninguna otra, la prevención es asunto de la educación integrada a la función de socialización. Esta será más efectiva cuanto mejor sea el desarrollo de actitudes, conductas y valores. El resultado será más satisfactorio cuanto mayor sea la continuidad y la permanencia de las acciones, sobre todo si estas son asumidas por las propias instituciones involucradas: escuela, familias, lugares de trabajo.

En el tema de las adicciones el prevenir, y sobre todo la prevención desde el ámbito educativo, es el arma más valiosa que el ser humano tiene a su disposición, no hay otra que se le equipare en su poder de penetración, capacidad de generar cambios en las estructuras de pensamiento, las conductas y la formación del ser. El educador es un agente de cambio. La transmisión de conocimientos o de información, es solo eso y no modifica la actitud del educando, esto cobra mayor importancia cuando consideramos que el uso de drogas entre los jóvenes responde en gran parte a un comportamiento cultural asociado al grupo de pertenencia.

escrito por Fredy da Silva Rodio
Director Técnico, Centro IZCALI, Uruguay.
(fuente: www.castalia.org.uy)

lunes, 27 de junio de 2011

Para orar cuando sientes miedo

El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tu vienes conmigo. (Salmo 22, 1-4)


El Buen Pastor

“El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.
Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes conmigo;
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa,
a la vista de mis enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.”
(Salmo 23)




Paz en la tormenta

Cierto día subió (Jesús) a una barca con sus discípulos y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Y se hicieron a la mar. Mientras ellos navegaban, se quedó dormido. Se abatió sobre el lago una tormenta; la barca se anegaba y estaban en peligro. Entonces, acercándose, lo despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, nos hundimos!» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron y sobrevino la bonanza. Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que manda a los vientos y al agua, y le obedecen?»”.
(Lucas 8, 22-25)


Hijos de Dios gracias al Espíritu

“En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.”
(Romanos 8, 14-17)


Oración en la prueba

“En ti, Señor, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
En tus manos abandono mi vida
y me libras, Señor, Dios fiel.
Me alegraré y celebraré tu amor,
pues te has fijado en mi aflicción,
conoces las angustias que me ahogan.
Ten piedad de mí, Señor,
que estoy en apuros.
La pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
sucumbe mi vigor a la miseria,
mis huesos pierden fuerza.
Pero yo en ti confío, Señor,
me digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Dios, no quede yo defraudado
después de haberte invocado.
¡Qué grande es tu bondad, Señor !
La reservas para tus adeptos,
se la das a los que a ti se acogen
a la vista de todos los hombres.
¡Bendito Dios que me ha brindado
maravillas de amor!
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.”
(Salmo 30)


No temas

Así dice el Señor: "no tengas miedo, pues te he rescatado. Yo te llamé por tu nombre, y tú eres mío, cuando atravieses las aguas, estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te ahogarás; cuando pases entre brasas, no te quemarás, y no te abrasarán las llamas, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Tú eres valioso a mis ojos, eres honorable y yo te amo; no temas porque yo estoy contigo.”
(Isaías 43, 1-5)



Confianza y valor en las dificultades

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.”
Mateo 10, 28-31


“Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8, 31)


ORACION

Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta:
¡Sólo Dios basta!
Santa Teresa de Jesús



REFLEXION: Huellas en la arena

Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.
Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tú me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo por que Tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".
Entonces, Él, clavando en mí su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo, yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".



MENSAJE DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad ni angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿Y no estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete cosa alguna”. (Nican Mopohua)

(fuente: es.catholic.net)

domingo, 26 de junio de 2011

La vulnerabilidad del adicto

Que el consumo de drogas ha crecido de modo sostenido en los últimos años parece ser uno de los pocos diagnósticos en los que nos ponemos de acuerdo todos los argentinos. Encuestas públicas o privadas, artículos de opinión y programas periodísticos o de investigación nos muestran cuán cerca de todos está llegando el fenómeno. Seguramente el lector conoce personalmente a alguien alcanzado por este flagelo destructor. Tal vez algún familiar, un compañero de estudio de los hijos, un vecino.

Basta para comprobarlo con mirar las esquinas y plazas de nuestros barrios, escuchar a los docentes, a las familias, a los médicos. La presencia de la droga es manifiesta, está a la vista de todos, salvo de aquellos que imitan al avestruz, que los hay en abundancia y con poder.

Se consigue fácil, muy fácil. Hay más disponibilidad porque han crecido el narco-negocio y su rentabilidad. Muchas veces nos sentimos arrinconados por las mafias que operan a "cielo abierto".

Para que esto sea posible ha habido también un importante espacio perdido -de soberanía, de seguridad ciudadana- por culpa de la corrupción y su melliza, la impunidad; una poderosa combinación. Los dineros manchados con sangre joven compran voluntades políticas, armamento, silencios, pases de libre circulación? Mucho lobo con piel de cordero.

Se está mostrando, al modo de una herida abierta, la mayor vulnerabilidad de jóvenes sin horizontes, sin trabajo. Ante este caldo de cultivo propicio, y una disminución en la percepción del riesgo y el daño que provoca la droga, se dispara el consumo.

Es que funcionarios y otros referentes sociales han transmitido mensajes ambiguos y han dado curso a postulados mentirosos. Algunos ejemplos: que un porro no hace nada; que es peor un cigarrillo de tabaco que uno de marihuana; que la marihuana tiene propiedades curativas sin efectos secundarios; que con el "consumo recreativo" está todo bien, y una serie de afirmaciones sin el menor sustento científico-químico, y ni qué hablar del fundamento psicológico o antropológico. Esto ha redundado en una mayor "tolerancia social" al consumo, pero no a los adictos. A ellos se los rechaza de modo visceral. No se los quiere, no se los abraza; se los esconde o margina. Y ya sabemos qué le pasa a una sociedad cuando se avergüenza de sus jóvenes. Muchos mensajes sociales les ponen a éstos un rótulo, a modo de una lápida pesada: un delincuente, un drogón , un problema? Para nosotros, es una vida maravillosa sin un proyecto, una belleza a la que se le impide manifestarse. Jesús nos enseñó a tratar con ternura a quienes están al costado del camino.

El fallo de la Corte Suprema de Justicia que, en agosto de 2009, legalizó la tenencia de drogas para uso personal ha sido interpretado por la mayoría como una aprobación de la droga, como una promoción del "derecho individual" a drogarse. Se ha producido una inoculación de veneno en la conciencia colectiva. La salud pública es un bien colectivo; no se puede invocar un derecho individual para degradarla.

Las consecuencias del consumo están a la vista los fines de semana: accidentes de tránsito, golpes por peleas dentro y fuera de los boliches y un pasaporte al delito casi como parte de esta lógica del horror. El 80% de los jóvenes que llegan al hospital han consumido alcohol o alguna droga. Otras secuelas son la baja en el rendimiento escolar y el consiguiente abandono, la degradación paulatina de la salud, la imposibilidad de mantener afectos estables y duraderos, la desintegración de la familia. Muchos de los jóvenes que se drogan viven sin un sueño, sin una razón para vivir, sin un motivo para levantarse por las mañanas. Podemos decir, sin un sentido de vida.

El aludido "derecho individual" que no afecta a terceros se hace difícil de encontrar en forma pura en estos casos; necesariamente, repercute en la familia, la escuela, la sociedad. La legislación debe abarcar a la totalidad de los jóvenes, sin discriminaciones. Es por eso que no se pueden proponer normas que busquen proteger los derechos individuales sobre la base del postulado "con mi vida hago lo que quiero", sin medir las consecuencias que esas reglas tendrán en la mayoría de los jóvenes que son pobres y están en riesgo. Algunos planteos en torno a liberar el consumo parecen ser realizados como si aquí existiera la misma realidad sociocultural que hay, por ejemplo, en Holanda, y nada más lejano de la situación de nuestros jóvenes.

Sobre esta cuestión se organizó una audiencia pública en la Cámara de Diputados de la Nación el miércoles de la semana pasada. Se invitó con bastante tiempo a quienes tienen postura favorable a la liberación del consumo; sin embargo, se avisó con muy poca anticipación a quienes tienen posturas diversas: curas villeros, organizaciones de madres, iglesias, responsables de comunidades terapéuticas. No pretendemos privilegios, sino tratamiento igualitario a la hora de participar. Esta forma clara de prejuicio ideológico poco ayuda a la democracia. Es una pena, porque con varios legisladores hemos tenido buen nivel de diálogo en otras oportunidades.

Algunas propagandas no ayudan para nada. Generan una especie de burbuja fantasiosa que promueve que el que toma tal cerveza o tal whisky es un ganador, tiene "las mejores minas", se divierte con alegría, siempre está con amigos sonrientes.

Unos cuantos dirigentes importantes no suelen tener posturas rotundas y firmes. ¡Qué bueno sería que la señora presidenta de la Nación dijera con claridad que drogarse hace mal! ¡Que los narcotraficantes comercian con la vida de los jóvenes, la felicidad de sus familias, la seguridad de todos! ¡Qué necesario es escuchar estos mensajes de los candidatos a diversos cargos en las próximas elecciones!

A veces me preguntan si pienso que de verdad se pueden erradicar las mafias del narcotráfico. Y yo respondo que sí, y menciono dos casos que lo muestran, salvando las distancias.

En las décadas del 40 y el 50 en Chicago y otras ciudades de Estados Unidos se combatió con firmeza a las mafias. En Italia, más cerca de nuestros días, se avanzó mucho en desmantelar la organización de la Camorra. ¿Qué hizo falta? Decisión, coraje, hablar claro, compromiso ético y una gran cuota de heroísmo. Es cierto que murieron jueces, policías, políticos. ¿Pero ahora no hay muerte? Sí que la hay. Y también hay heroísmo ninguneado y burlado. Varias veces he escuchado de hombres y mujeres de las fuerzas de seguridad que arriesgan la vida en tareas de investigación, y cuando dan con algún "pez semigordo" vienen órdenes de estratos superiores para frenar el procedimiento, o para que los detenidos vuelvan a la calle en poco tiempo. La corrupción pica bien arriba en las estructuras de la sociedad.

No son tiempos de compromisos tibios con la verdad y la justicia. No bastan adhesiones "testimoniales". La vida presente y futura de niños, adolescentes, jóvenes y adultos está en serio riesgo. Martin Luther King decía: "Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos".

El domingo es el día instituido por las Naciones Unidas para concientizar acerca de las consecuencias del narcotráfico y el consumo de drogas. Es bueno aprovechar la fecha para formularse esta pregunta: ¿a quién le doy permiso para que entre en mi vida? Es momento de hablar en casa, en la escuela, en la sociedad. En la Argentina que soñamos no sobra nadie.

escrito por Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualeguaychú y responsable de la Pastoral de Drogadependencia de la CEA

(fuente: www.lanacion.com.ar)

"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo"

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan (Jn 6, 51-58)

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? ” Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

El misterio de la Misa debiera siempre asombrarnos, pero sucede que estamos acostumbrados a la Misa,y tomamos la Misa y la Comunión como un derecho adquirido.

Pero es un misterio inmenso el que cada Misa no sólo recuerda la Ultima Cena y el Calvario, sino que –de veras- los hace presente.

El sacrificio de Cristo en la Cruz siempre está presente ante el Padre Celestial, porque Dios vive en un eterno presente. Entonces el sacrificio de Cristo en la Cruz, que la Trinidad vive de manera perenne, se nos hace presente en nuestro tiempo y lugar, cada vez que estamos en Misa.

¿Nos damos cuenta, entonces, que en cada Misa estamos en la Ultima Cena, en el Calvario, en el Cielo y en la Misa en que participamos? ¿Nos damos cuenta de este milagro que se sucede cada vez que estamos en Misa?

En realidad hay una sola Liturgia Eucarística eterna, hay una sola Misa, y ésta tiene lugar en el Cielo de manera continua … todo el tiempo.

Cuando estamos en la Iglesia en Misa, estamos encerrados en nuestro propio tiempo y espacio, y solemos pensar que estamos sólo allí, unidos al Sacerdote y con los demás para ofrecer nuestra Misa particular. Pero en realidad Cristo nos está invitando a traspasar el velo del tiempo, para elevarnos fuera de nuestro tiempo hasta el eterno presente divino, al santuario del Cielo, donde El nos lleva a la presencia del Padre (cf. Hb. 10, 19-21).

No estamos solamente asistiendo a Misa, estamos unidos con Cielo y tierra celebrando esa única Liturgia eterna.

Momento importantísimo en la Misa es participar en la Cena, es decir recibir ¡a Dios! -a Jesús Dios y Hombre verdadero.

Porque la Comunión no consiste solamente en que recibimos la Hostia Consagrada, sino en que recibimos ¡una Persona! ¡que es Dios! Y esa Persona-Dios quiere unirse íntimamente con quien lo recibe. ¿Nos damos cuenta de este privilegio indescriptible?

Recibir la Comunión significa entrar en unión. No significa nada más que Jesús viene a nosotros: implica una relación de unión. Por tanto, ese deseo de Cristo unirse a nosotros requiere nuestra respuesta: debemos darnos a El como El se da a nosotros.

Uno de los Padres de la Iglesia, San Cirilo de Jerusalén, nos regala una imagen eucarística que puede ayudarnos a apreciar y tomar conciencia de lo que significa Comunión: si vertimos cera derretida sobre cera derretida, una inter-penetra a la otra de manera perfecta. Se parece a la unión de Cristo con nosotros y de nosotros en Cristo cuando comulgamos.

En la Comunión estamos participando en el Banquete Celestial (Lc. 14, 15), el que disfrutaremos también por toda la eternidad cuando seamos llevados al Cielo y participemos, junto con toda la muchedumbre celestial, de la Cena del Cordero (Ap. 19, 9). ¡Dichosos los llamados a esta Cena! … aquí en la tierra y allá en el Cielo. “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conMigo” (Ap. 3, 20).
Pan de Vida

Mientras mejor preparados estemos para la Misa, más gracias recibimos. Las gracias de una sola Misa son ¡infinitas! … es toda la gracia del Cielo. El único límite es nuestra capacidad para recibirlas.

(fuente. www.homilia.org)

sábado, 25 de junio de 2011

¿Por qué Cristo es el Cordero?

El Jueves Santo, Jesucristo nos dejó instituido ese “sacramento admirable”: el de su Cuerpo y su Sangre (Corpus Christi). Es el regalo más grande que Jesús nos ha dejado: su presencia viva entre nosotros, todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestra vida espiritual, para unirnos a El.

Ese maravilloso regalo nos lo dio el Señor horas antes de morir, durante la Ultima Cena. Los sucesos de esa noche y del Viernes Santo opacan un tanto la alegría de este Regalo que nos dejó el Señor el Jueves Santo.

Pero, veamos qué relación hay entre lo sucedido el Jueves Santo y el Viernes Santo, y el por qué de la Fiesta de Corpus Christi en que la Iglesia recuerda y celebra el Sacramento del Cuerpo de Cristo.

En el Antiguo Testamento se nos describen diferentes tipos de sacrificios, entre éstos, los sacrificios de expiación de los pecados del pueblo, los cuales se hacían sacrificando un cordero.

Sucedió, entonces, que cuando Dios decidió liberar a su pueblo cautivo por los Egipcios, le ordenó a los Hebreos inmolar por familia un cordero “sin mancha, macho, de un año” (Ex. 12, 5), indicándoles marcar con la sangre del cordero sacrificado el dintel de la puerta para que el Angel exterminador los perdonara cuando esa noche viniera a herir a los primogénitos egipcios. Desde ese momento, la sangre del cordero tuvo para los israelitas valor redentor.

Es así como, ese primer Jueves Santo de la historia celebraba Jesucristo con sus Apóstoles la Pascua judía, es decir, la conmemoración de la liberación de Egipto. En esa Cena Pascual se comía –igual que aquella noche antes de salir de Egipto, un cordero sacrificado. Pero sucede algo imprevisto: Jesús, después de comer la cena pascual, sustituye al cordero pascual por Sí mismo. El se entrega como “verdadero Cordero Pascual” (Prefacio de la Misa de Pascua), a ser sacrificado en la Cruz al día siguiente.

Eso es lo que significan las palabras del Sacerdote cuando, presentando la hostia consagrada dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Esas palabras ya las dijo antes San Juan Bautista, al identificar a Jesús como el Mesías en la ribera del Jordán: ”Allí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo” (cf. Jn. 1, 29).

Pero hay más: en el Antiguo Testamento había otro tipo de sacrificios: los sacrificios de alianza. La Alianza entre Yavé y su pueblo, por el cual éste se comprometía a cumplir lo pedido por Dios, se sella mediante un rito de sangre. Así dice Moisés a los israelitas, una vez hecha la Alianza: “Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos” (Ex. 24, 3-8).

Esa era la “Antigua Alianza”. Pero en la Ultima Cena, al presentar el cáliz lleno de vino, Jesús dice: “Este es el cáliz de la Nueva Alianza, la cual se sella con mi Sangre”. (Ya no era sangre de animales, sino la Sangre del Hijo de Dios la que sella la Nueva Alianza).

Estaba anunciando el Señor su muerte al día siguiente, el verdadero Cordero sacrificado en la Cruz y su Sangre derramada, con la cual sellaría la Nueva Alianza.

El Cuerpo entregado y su Sangre derramada hacen de la muerte de Cristo un sacrificio singular: sacrificio de alianza, que sustituye la Antigua Alianza del Sinaí por esta Nueva Alianza, en la cual el Cordero es Cristo, y en la que no se derrama sangre de animales, sino ¡nada menos! que la del mismo Hijo de Dios.

Y todo este sacrificio de Jesús, para nuestra redención: todo esto por mí y para mí. Y esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el acceso a Dios y la posibilidad de vivir unidos a El, mediante la recepción de su Cuerpo y de su Sangre en la Comunión, Sacramento de salvación que nos dejó instituido en el primer Jueves Santo de la historia y que con razón celebra nuevamente la Iglesia en la Fiesta de Corpus Christi.

El significado de este “Misterio de Fe” que es la presencia real de Jesucristo en la Hostia Consagrada y el sentido del sacrificio de Cristo en la Cruz está expuesto de manera elocuente en “La Pasión” de Mel Gibson.

En este filme vemos que, al llegar Jesús al Gólgota, soltando la cruz, mira al cielo. Enseguida cambia la escena a la Ultima Cena cuando le son presentados a Jesús los panes cubiertos con un paño. De inmediato volvemos al Calvario y vemos a Cristo siendo despojado de sus vestiduras.¡El Cuerpo desnudo del Calvario es el mismo Cuerpo del Pan de la Cena: Corpus Christi!

Ya crucificado, antes de ser levantada la Cruz, la película nos traslada al preciso momento de la institución de la Eucaristía. Jesús toma el pan en la mano, lo parte y dice: “Tomen y coman todos de él, porque este es mi Cuerpo que será entregado por ustedes.” Ya su Cuerpo, el mismo que nos había ofrecido en la Ultima Cena –el mismo que nos ofrece en cada Eucaristía- estaba siendo entregado en la cruz.

Luego, mientras la Cruz es levantada, vemos mucha sangre manar del cuerpo de Cristo, y enseguida aparece el flashback de Jesús con el cáliz de vino entre sus manos. Toma un sorbo y dice: “Toman y beban. Este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por ustedes y por todos para el perdón de los pecados. Hagan esto en memoria mía”. Y en ese momento se ve a Juan tomando el vino. Luego se vuelve a la crucifixión, y Jesús sangra aún más.

Tal como lo anunció al presentar el Cáliz en la Ultima Cena: su Sangre es derramada por nosotros para perdonar nuestros pecados; su Cuerpo es entregado por nosotros. Y ese Cuerpo y esa Sangre -los mismos de la Cruz- son el Pan y el Vino consagrados, cuando el Sacerdote pronuncia las mismas palabras de Cristo en la Ultima Cena.

¡Oh misterio inefable! ¡Oh misterio de nuestra fe!

El misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo es un misterio de Amor. Es el Regalo más grande que nos ha sido dado: Dios Padre nos entrega a su Hijo para redimirnos del pecado, para pagar nuestro rescate. ¡Qué precio para rescatarnos! La Vida de Jesucristo, el Cordero de Dios, entregada en la Cruz.

Y esa entrega del Hijo de Dios por nosotros los seres humanos, se nos hace presente en cada Eucaristía. Así, en cada Santa Misa celebrada en cualquier parte del mundo tenemos su Presencia Real y Viva en medio de nosotros, para reconocerlo y adorarlo en la Hostia Consagrada, y para ser alimento de nuestra vida espiritual cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión.

(fuente: www.ewtn.com)

Al Salvador alabemos...

Al Salvador alabemos, que es nuestro Pastor y guía. Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas; pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamemos a Cristo, que El es nuestro pan, pues El es el Pan de Vida, que nos da Vida inmortal.

Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce. Doce entonces lo comieron, después, todos los hombres.

Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos; que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.

Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución de este banquete divino, el banquete del Señor.

Esta es la nueva Pascua, Pascua del Unico Rey, que termina con la alianza tan pesada de la ley.

Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad, que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

En aquella última cena Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino, que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón; mas si las vemos con fe, entrarán al corazón.

Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras, se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.

Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.

Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide; El es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.

Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar, o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos, con provecho diferente; no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

A los malos les da muerte y a los buenos les de vida. ¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

Si lo parten, no te apures; sólo parten lo exterior; en el mínimo fragmento entero late el Señor.

Cuando parten lo exterior, sólo parten lo que has visto; no es una disminución de la persona de Cristo.

El pan que del cielo baja es comida de viajeros, es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac, el inocente, es figura de este pan, con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino. Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo.

Amén.

¿Cómo reconocer lo que es bueno para mí?

Ante los conflictos de cada día, ¿cómo encontrar el camino correcto? ¿Qué es lo bueno para mí en esta hora, en estas circunstancias?

Si decimos que una cosa es buena, ¿qué queremos decir? Tal vez que nos gusta, o que nos sirve, o que conduce a la perfección de lo más específico de nuestra condición humana (la propia y la de otros).

Las tres posibilidades apenas mencionadas fueron encuadradas ya desde el mundo griego, que distinguía entre bienes deleitables (placeres), bienes útiles, y bienes honestos.

La pregunta, sin embargo, tiene que ir más a fondo: ¿de donde le viene a algo el que se presente como bueno para mí?

Miramos por unos minutos el vuelo de una golondrina. Notamos la belleza de su forma, las acrobacias en el aire, el toque de sus giros imprevistos. Percibimos que es bueno mirarla, que ella misma es buena, que el tiempo que estamos allí, arrobados, vale la pena.

Surgen, sin embargo, problemas, incluso conflictos. Al mirar el vuelo de la golondrina sustraigo tiempo que podría dedicar a resolver algunos problemas en la casa. Al emplear más tiempo para el estudio noto que me faltan horas para escuchar a un familiar que necesita ayuda.

Ante los conflictos de cada día, ¿cómo encontrar el camino correcto? ¿Qué es lo bueno para mí en esta hora, en estas circunstancias, en el círculo de personas más cercanas o respecto de las que viven tal vez lejos?

Las preguntas muestran la dificultad de encontrar lo bueno concreto para mí. Cerrar los ojos al problema y seguir simplemente el primer impulso puede llevarme a callejones sin salida, a daños en la propia vida o a penas en quienes me rodean.

¿Cómo, entonces, reconozco lo bueno para mí? Con una mirada serena, con un corazón atento, con una disciplina que me aparte del capricho inmediato y me abra a la justicia. También con la ayuda de consejos de quienes, desde la madurez adquirida tras buenas elecciones, pueden ofrecerme algo de luz.

Sobre todo, encontraré lo bueno para mí (y para otros) con una oración sencilla, confiada, a Dios. En ella le pediré un corazón grande y una mente dispuesta a descubrir en cada momento ese bien que puedo realizar en los próximos pasos de mi caminar humano.

escrito por P. Fernando Pascual LC
(fuente: catholic.net)

viernes, 24 de junio de 2011

Oración al Sagrado Corazón e Jesús

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

AMÉN.

jueves, 23 de junio de 2011

15 preguntas sobre sexo

1. Quiero mucho a mi novio y estamos planteándonos empezar a tener relaciones sexuales, pero no sé cómo me afectará eso a mí y a nuestro futuro. ¿Esos actos fortalecen la relación de pareja o la dañan? ¿Por qué?

A muchas personas les gusta la idea de que se forme un vínculo afectivo fuerte con su pareja, porque piensan que es justo lo que necesitan. Están seguros de que terminarán casándose, pero primero tienen que vivir cada uno en una ciudad —por su trabajo o sus estudios—, o conseguir un trabajo estable y ganar suficiente dinero.., así que se les ocurre que ese “vínculo” vendrá muy bien para asegurar que la relación no se enfríe. Luego, cuando ya tengan cada uno un buen coche, un buen título y un buen trabajo, se casarán y tendrán una buena casa y 1,2 hijos. Mientras tanto, haber tenido relaciones sexuales habrá asegurado el futuro.

Pues las cosas no funcionan así, aunque parezca lo contrario. Resulta que el sexo solo entiende un mensaje: “me entrego a ti completamente ahora y con esta entrega continuada renuevo el matrimonio por el que nos hemos unido”.


Las relaciones prematrimoniales, por definición, no hablan ese idioma. Su “compromiso” consiste en algo así como “me comprometo a no tener relaciones con nadie más hasta que me canse”. Es decir, no es un compromiso definitivo sino temporal, y el idioma del sexo sólo expresa lo permanente.

¿Qué sucede cuando la unión sexual irrumpe en una relación prematrimonial? Pues que el cuerpo dice: “me entrego a ti y a conseguir tu bienestar durante el resto de mi vida”. Y el corazón capta ese mensaje con claridad. Sin embargo, los hechos están diciendo algo distinto, del tipo de: “esperemos que esto sirva para casarnos algún día”; o simplemente: “ya veremos lo que pasa en el futuro”; o lo que a mí me hace tanta gracia: “pero sigo siendo libre para hacerlo con otras personas, ¿verdad?”. En cualquier caso, la ausencia de matrimonio pone al corazón en una situación muy difícil.

Sí, el sexo pone mucha presión en las relaciones de pareja fuera del matrimonio, porque el corazón piensa que se ha entregado completamente, pero la realidad es que el compromiso es bastante inestable. Es difícil compaginar haberse entregado completamente a alguien con saber que el otro puede mandarte a paseo en cualquier momento. Eso lleva inevitablemente a la sensación de fragilidad, inseguridad y miedo.


Los que hemos tratado con gente joven nos damos cuenta enseguida de cuándo una pareja ha empezado a tener relaciones sexuales. Ya no se los ve ilusionados y con ganas de soñar en el futuro, sino que se pelean y ella llora con frecuencia mientras él se enfada cada poco. No terminan de romper nunca, porque los une un vínculo que se lo impide, pero se nota que hay mucha tensión, algo que ellos no suelen entender, pero de lo que no pueden escapar.

Otro síntoma evidente en esos casos es que la chica que era ya algo madura se vuelve insegura y dependiente de los demás, y él empieza a sentir celos y a ser muy posesivo. Lo normal es que ninguno de los dos entiendan por qué les pasa eso, pero no consiguen evitarlo. Es lógico, porque se han entregado el uno al otro sin asegurar ese don mutuo, que ahora empiezan a considerar muy frágil. Ése es el sentimiento que los hace sentirse muy presionados.

Entonces es muy fácil que pierdan la objetividad, y que ya no les importe si el otro es “la persona adecuada para mí”, sino más bien “la persona que ya no puede dejarme”. El temor a ser abandonado llega a ser tan fuerte que ni siquiera quieren plantearse entonces si verdaderamente merece la pena continuar con una relación así.

En todos los años que llevo dedicada a este tema y en mi vida entera, jamás he visto que una relación mejore por el hecho de tener relaciones sexuales. Me parece un dato tan importante que, con tu permiso, voy a repetirlo: jamás he visto que una relación mejore por el hecho de tener relaciones sexuales. He visto a personas que tenían relaciones sexuales que quedan psicológicamente destrozados, he visto buenas relaciones destruirse a partir del momento en que han empezado a tenerlas, he visto a mucha gente intentar que eso les sirviera para asegurar mejor su relación, pero no he visto a nadie conseguirlo.

Ya sé que el acto sexual es una tentación muy fuerte cuando se tiene una relación intensa. Es natural que dos personas jóvenes (o de cualquier edad) que se quieren, tengan el deseo de manifestarlo también físicamente. Como también sé que otras veces lo que pasa es que se intenta salvar una relación a base de forzarla por la actividad sexual.

Pero resulta que el sexo fuera del matrimonio no funciona. No sirve para nada bueno. El sexo sólo sabe transmitir un mensaje, que es éste: “Tú y yo, ahora y para siempre, unidos sacramentalmente y dispuestos a lo que venga”. Es decir, sólo sabe hablar de matrimonio. Fuera de él, el sexo solo sirve para complicar las cosas y conseguir que terminen mal.


2. Si quiero a mi novia, ¿por qué no puedo acostarme con ella?

Hemos llegado a la pregunta clave. Si tener relaciones sexuales es “hacer el amor” y YO quiero a alguien, ¿por qué no VOY a demostrarlo haciendo el amor? Parece tan simple como eso.

Voy a empezar por decirte que no dudo en absoluto de que se quieran, de verdad y a fondo. Pero la pregunta que tienen que hacerse es ésta: ¿es la unión sexual fuera del matrimonio la expresión adecuada de ese amor?

¿Qué es el amor? Recuerda lo que hemos dicho antes: el amor verdadero consiste en querer lo mejor para el otro, preocuparse de su bienestar. Por lo tanto, no incluye hacer que el otro corra riesgos innecesarios.


Las relaciones sexuales prematrimoniales suponen un riesgo físico. Pueden abrir la puerta a enfermedades de transmisión sexual, muchas de las cuales afectan gravemente a la calidad de vida o incluso son mortales. Además, pueden suponer un embarazo, lo que no es una enfermedad, pero ya hemos hablado de los perjuicios que supone para una mujer que no está casada ni preparada para criar y educar a un hijo.

Y no entiendo por qué el amor tiene que llevar al riesgo del embarazo de una mujer que no está preparada para ello, ni tampoco el de contraer una enfermedad que le perjudicará mucho. Esto es lo que pasa cuando se tiene relaciones sexuales, por más que uno intente adoptar medidas de “protección”.

Pero hay un nivel de riesgo mucho más profundo en las relaciones sexuales. El cuerpo está hablando un lenguaje, en eso consisten, en una expresión corporal, a través de la cual el cuerpo está diciendo “permanente, comprometido, exclusivo”, y eso es lo que el corazón entiende. Pero, fuera del matrimonio, no existe tal compromiso. El cuerpo está mintiendo. Está haciendo que se constituya una unión afectiva que la realidad no puede respaldar. Todo eso no puede significar que se quiera el bien de la otra persona.

Si “quieres” a tu chica, quieres lo mejor para ella, y no desearás que le pase ninguna de estas cosas. Querrás que tenga una vida rica y llena, que alcance toda su potencialidad y, para ello, querrás protegerla física y emocionalmente.

Lo que llamas “hacer el amor” es precisamente todo lo contrario.


3. Quiero tener relaciones sexuales con mi novio/a porque es la mejor manera de demostrarle cuánto le quiero.

R- Muchos jóvenes piensan así. Se quieren de verdad y desean lo mejor para el otro, y encuentran en la unión sexual la forma de expresarlo.

No dudo de su amor, que puede ser real y sincero. Sin embargo, si intentan expresarlo así fuera del matrimonio, lo que pasa es que no se dan cuenta de lo que hacen. ¿Qué demuestra el acto sexual? ¿Significa que de verdad le importa a cada uno el otro? ¿Que será capaz de sacrificarse por él o por ella? No. Lo único que demuestra es que están usando sus cuerpos para engañarse, para correr ciertos riesgos, para conseguir cierto placer momentáneo, pero no añade nada a su amor.


Si realmente quieres demostrar que le quieres, haz algo que de verdad lo beneficie, algo que sea totalmente generoso por tu parte.

Eso es una demostración de auténtico amor.


4. Mi novia me ha dicho que, si de verdad la quiero, se lo demuestre acostándome con ella. No sé qué decirle.

R- ¿Le verdad puede quererte una persona que te presiona para hacer el acto sexual? ¿Puede de verdad estar buscando lo que más te conviene? Lo que en realidad te está pidiendo es que corran un riesgo, que te dejes “utilizar” como ocasión de placer durante un rato.


No hay que ceder a esa presión, por la sencilla razón de que eso no es amor verdadero. Y si no acepta tu negativa, sólo queda una salida: “adiós”. Lo digo muy en serio. No tontees con una relación en la que están intentando que hagas lo que no quieres, porque eso sólo lo hace quien no tiene verdadero amor ni, por tanto, quiere lo mejor para ti.

Compara esta situación con la de alguien que te dijera: “me atraes mucho, pero sé que el acto sexual no es, por ahora, lo mejor para ti ni para nuestro futuro, así que —aunque tendría muchas ganas— no quiero que lo hagamos”. Esa persona sí que te querría y estaría dispuesta a poner tu bienestar por encima de su interés egoísta.


No pierdas el tiempo con quien quiera usarte. Dedícate a buscar el amor verdadero, tardes lo que tardes en encontrarlo. De verdad que habrá valido la pena el esfuerzo.


5. No soy católico ni cristiano. Tampoco quiero "tener sexo” ahora, pero necesito una buena razón para los que me están presionando para hacerlo. ¿Qué les digo?

R- El sexo antes del matrimonio es un error, pura y simplemente, porque no es un acto de amor. Supone correr muchos riegos y tiene una serie de consecuencias negativas, tanto si crees en Dios como si no. Las razones aquí expuestas son independientes del credo de las personas.


6. ¿Cómo saber si estoy preparado para el sexo o si mi chica lo está?

Si hubiera pedido una moneda a cada uno de los que me han hecho esta pregunta, ahora sería millonaria.

Es lógico que esto se pregunte tanto. El concepto de “estar preparado” se ha extendido mucho. En los programas de educación sexual se insiste mucho en esperar a “estar preparado” y en toda serie de televisión donde hay una adolescente alguien le hace planteárselo, para responder habitualmente que “todavía no está preparada”.

Me pregunto cómo se puede saber eso. ¿Qué determina el grado de preparación? ¿Hay algún termómetro que lo mida? ¿Es quizá el reloj biológico? ¿Significa “estar preparado” alguna diferencia real? ¿Más amor? ¿Menos riesgos?

Asistí una vez a un debate en televisión con una sexóloga (de verdad que tenía ese título, aunque no sé cómo lo consiguió). No se le ocurrió más que decir que el sexo era algo muy positivo en los jóvenes cuando se “sentían preparados”, lo que para ella significaba “lo que se siente cuando sabes que te puedes tirar de un trampolín y no te echarás atrás cuando estés ahí arriba”.

¡Menudo argumento!

El problema de sus explicaciones y, en realidad, de toda esta historia de “estar preparado”, es que sólo tiene en cuenta los sentimientos, que son algo muy cambiante. Los sentimientos son algo muy subjetivo, al contrario que sus consecuencias, que son bien objetivas, bien reales e inevitables. Las consecuencias no dependen del sentimiento con el que hemos hecho algo, cuando existe la causa se da su efecto. Por eso los sentimientos solos no sirven para tomar decisiones importantes.

Por ejemplo, si te vas a tirar de un trampolín, lo importante no es lo que sientas. Quizá en ese momento tengas la sensación de que estás preparado. Quizá imaginas un salto perfecto. Quizá estés incluso en buena forma física para hacerlo y estés “luciendo” un bañador de última moda. Quizá te “sientas preparado”... Pero, ¿y si la piscina no tiene agua?

¿Te servirá de algo todo lo anterior? No. Te vas a dar un buen golpe, por mucho que “estés preparado”. Los sentimientos son algo sólo tuyo, pero la piscina está ahí, realmente vacía, y no actuará según tus sentimientos.

Algo así pasa con el sexo. Cuando alguien va al médico porque ha contraído una enfermedad por transmisión sexual, el doctor no le dice que por qué ha tenido relaciones sexuales sin estar preparado o preparada, y menos aún que esa haya sido la causa.

La unión sexual tiene consecuencias objetivas, reales, que se van a producir por más que uno se “sienta preparado”.

Estar de verdad preparado es, en cambio, conocer esas consecuencias físicas, psicológicas y espirituales, y esperar hasta que se eliminen todas las negativas. Es decir, a tener una única pareja permanente que no te dejará ni te contagiará. Así no le tendrás miedo al embarazo y vivirás tu sexualidad de la forma que Dios, que ha sido quien la ha inventado, ha previsto.

Es decir, si tomas en cuenta esas razones, verás que es mejor esperar al matrimonio que es cuando ya existe un compromiso serio y formal que  asumido entre los dos.


7. ¿Qué es eso de la "castidad" o como se llame eso que estabas explicando?

Hablaba de castidad. Cuando se habla de esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales, se utilizan estos dos términos: “abstinencia” y “castidad”.

A mí no me gusta mucho la palabra “abstinencia” utilizada en este contexto, porque tiene una connotación negativa y, además, puede referirse a otros muchos temas. Los católicos sabemos, por ejemplo, que los viernes de cuaresma son días de abstinencia, lo cual no tiene nada que ver con que esté prohibido entonces el acto sexual: se refiere a que no comamos carne.


“Abstinencia” es un concepto negativo, significa no hacer algo, y así es muy difícil que alguien se ilusione con ella. No ocurre lo mismo, sin embargo, con la “castidad”.

En primer lugar, esa palabra se refiere directamente a la sexualidad, al reconocimiento y respeto al hecho de que Dios ha creado el sexo para hacer posible el amor permanente y comprometido de los esposos. La castidad supone el reconocimiento de que ésa es la mejor forma de vivir el amor.

Además, la castidad, se refiere a todo tipo de personas, mientras que la abstinencia es sólo para quienes no están casados. E insisto, a nadie le gusta que le digan que no puede hacer lo que a otros les está permitido.

La castidad tienen que vivirla todos, no sólo los solteros. Es el respeto a ese lenguaje de la sexualidad querido por Dios, algo que afecta a todos. Por eso, no tiene sentido lo que he oído alguna vez: “Como yo ya estoy casado, no tengo que vivir la castidad”. Falso, porque el matrimonio no es una especie de autorización para abusar del sexo. El acto sexual es la donación de uno mismo a otra persona hecho por amor, es lo que corresponde a las personas casadas. Si en un matrimonio el sexo degenera en un “aquí te tengo para hacer contigo lo que quiera y no me importa lo que tú pienses”, el amor ha desaparecido y, con él, la castidad.

Sencillamente, castidad es amor, supone entender el papel que el sexo tiene en el amor, reconocer que el acto sexual se integra en el amor de los esposos, saber que no es la respuesta a una necesidad de disfrutar de la ocasión o de ayudar a alguien que se encuentra sólo o deprimido en un momento dado, tener la fortaleza necesaria para respetar la naturaleza de las cosas y huir de las tentaciones. En resumen, amar de la forma adecuada.


8. ¿Por qué consideras la castidad tan importante? ¿Qué tiene que ver la castidad con el amor auténtico?

La castidad es importante por muchos motivos. Asegura nuestra relación con Dios y con los demás; nos ayuda a encontrar y a vivir el amor verdadero. Sinceramente, pienso que es el único modo de encontrar amor en este mundo egoísta en el que vivimos.


La atracción sexual, en su nivel más primario, es un instinto humano, como el hambre o la ira. Y los instintos no saben descubrir dónde hay amor auténtico, sólo nos dicen “quiero esto y ahora”. Si tienes mucha hambre y ves un buen filete, el instinto te dice que lo consigas y te lo comas (es lo que explicaba al principio sobre el gusto por las pizzas); pero entonces tu cabeza te recuerda que estás en un restaurante y que el filete está en otra mesa y que se lo está comiendo un niño, por lo que concluye que no puedes hacerlo.


Esto se aplica a muchas situaciones distintas. Si te enfadas, tu instinto de autodefensa puede pedirte que pegues a alguien, pero tu cabeza te dirá que no es lo mejor en ese momento, que debes saber respetar a otros, a pesar de que te enfaden. Igual debe suceder cuando tu instinto sexual te sugiere que acostarse con alguien sería estupendo ahora; entonces la mente debe saber cuándo significa amor y cuándo egoísmo. La cabeza y la voluntad saben amar, a los instintos los supera.

Por eso, la castidad exige un mínimo de autocontrol. Significa que la inteligencia controle a los instintos, que sea capaz de decir que no aunque el instinto nos lo esté pidiendo a gritos.

Además, la castidad nos ayuda a mantener la “cabeza clara” para saber elegir a la persona adecuada entre muchas otras.

Ser capaz de mantener una relación o noviazgo y vivir la castidad significa emplear el tiempo con otras personas en cosas positivas, distintas de la unión sexual. Significa conocer cada vez mejor a esa persona, dialogar y pasárselo bien en mutua compañía, ver cómo reacciona ante diferentes situaciones y poder calibrar bien hasta qué punto es compatible el uno con el otro. La castidad, al retrasar la creación de un vínculo afectivo sólido, permite juzgar con claridad, con realismo. Eso no significa que no haya atracción sexual, por supuesto, sino que se domina esa atracción para no dejarse dominar por ella y “perder la cabeza”.

Si se consigue esto, hay dos opciones: una es que se pueda decir mirando a la cara y con lealtad “no eres lo que necesito, adiós”; y la otra, si la relación resulta adecuada, es que algo muy sutil empiece a desarrollarse. Hablo de un sentimiento, casi imperceptible al principio, pero que irá creciendo hasta que puedas decirle mientras le miras a los ojos: “te quiero, ahora ya lo sé de verdad, no porque el sexo se haya entrometido y me distorsione las cosas, sino porque mantengo la claridad de ideas y he descubierto que mi amor es auténtico”. Créeme si te digo que ese momento te dará más felicidad que todo el sexo que hubieras podido disfrutar hasta entonces y, encima, hará que el que tengas en el futuro también esté lleno de alegría.

Walter Trobisch dijo una vez que, para afinar una orquesta, no se empieza por los tambores y las trompetas, sino por las flautas y los violines, porque si no los primeros ahogarían el sonido de estos. Lo mismo sucede con el sexo y el amor. El amor es algo muy delicado que necesita tiempo para crecer, y la relación sexual prematura ahoga el amor en la intensidad de la pasión instintiva.

Ya sé que es fácil dejarse llevar por los instintos sexuales, sobre todo cuando estamos junto a alguien que nos atrae mucho. Pero hay que saber una verdad: el amor exige tiempo para crecer. Si nos dejamos llevar por los instintos destrozamos el amor. Merece la pena tener paciencia.

9. ¿Qué tiene de malo que mi novio y yo vivamos juntos?

Doy por supuesto que quieres decir que viven juntos y duermen juntos. Es malo por varias razones.

La primera y más evidente es que no están casados. No han formalizado un compromiso mutuo, definitivo y público. Dios no los ha unido con el vínculo sacramental. Su unión sexual no es la renovación de ese sacramento, porque no hay sacramento que renovar. Esa unión intenta decir “me entrego a ti para siempre” y no “vamos a ver qué pasa”, por lo que están mintiéndose mutuamente con su cuerpo por no estar casados.

La segunda y consecuencia de la anterior es que sus relaciones no van a mejorar por eso. La tasa de divorcio entre las parejas que viven juntas antes de casarse es mucho mayor que la de las que han esperado al matrimonio.

Esto es lógico. Se han unido a través de un lenguaje que habla de permanencia, están actuando como si estuvieran casados, compartiendo dirección postal, teléfono, objetos personales, limpieza y diversiones. En todos los ámbitos sociales, estáis “fingiendo” un matrimonio.

Pero no están casados. No hay compromiso a largo plazo. La puerta trasera está siempre abierta, porque así la han querido dejar. Cualquiera de los dos puede irse en cualquier momento, y lo saben perfectamente. Ahí está el origen de sus problemas.

¿Cuáles? Ante todo, la tensión de procurar tener siempre al otro contento, porque si le da un “pronto” se puede largar, así que preferirás no provocar conflictos y, por tanto, no decir lo que de verdad piensas, haciendo que la tensión siga aumentando.

La psicóloga Laura Schlessinger, en su conocidísimo libro sobre las diez cosas con las que las mujeres se complican la vida por no pensarlas antes, dice que el hombre y la mujer tienen motivos bien distintos para querer vivir juntos. Para ella, suele ser la de comprobar si es capaz de ser una buena ama de casa, como un primer paso para convencer a su novio de que le sabe cuidar y, por tanto, de que pueden casarse. Una “estrategia” equivocada, porque lo que en realidad le están diciendo es que no necesita comprometerse mucho para conseguir tenerla “atada” a la casa. Y si el novio es “alérgico” a los compromisos, todavía más, porque ahora ya sabe que no le ha hecho falta el compromiso matrimonial. Desde ese punto de vista, ha conseguido todas las “ventajas” sin ningún “inconveniente”.

La mujer se va con el hombre para sentirse aceptada y protegida. Pero no lo consigue en realidad, porque sin compromiso eso no pasa de ser una ficción. Tanto el hombre como la seguridad que brinda pueden desaparecer en cualquier momento, y esa inseguridad provoca complejo de inferioridad e irritabilidad.

Muchas parejas viven juntas como una especie de “matrimonio a prueba” para comprobar si serán capaces de convivir el resto de sus vidas. Sin embargo, esa es la manera de estar en peores condiciones para juzgarlo. Una decisión importante necesita ser ecuánime (capaz de juzgar viendo las cosas desde fuera), y la ecuanimidad es lo primero que se pierde cuando se convive con alguien. Ya no puedes verlo desinteresadamente, estás diciendo con el cuerpo “para siempre” y estás haciendo que la imagen de tu mente sea cada vez más borrosa. Todavía más: has creado un hogar con él. Tus deseos de tener un lugar propio se han hecho realidad ahí, junto a una persona a la que te has entregado completamente. ¿Cómo va a ser fácil dejar todo eso?

Cuando hay tanto que depende de que “esto funcione”, se pierde la perspectiva. En realidad, uno tiende a intentar que “esto funcione sea como sea”. Deja de ser una posibilidad futura para convertirse en una necesidad presente y cada vez más agobiante.

Las parejas que optan por vivir juntos en esas circunstancias suelen ser más inmaduras que las que esperan al matrimonio para convivir, porque se han impuesto la necesidad de ir satisfaciendo objetivos a muy corto plazo —no sea que el otro se canse y se vaya— en lugar de ir dando los pasos necesarios para, poco a poco, conseguir una relación sólida que no dependa de los vaivenes de la convivencia diaria.

Si estás preparado o preparada para dar el paso del compromiso de formar un hogar y una vida con tu pareja, hazlo. Pero no intentes quedarte a mitad de camino o hacer experimentos, porque no suelen funcionar.

10. ¿Tiene la relación sexual un sentido propio, independiente del motivo por el que se hace?

La relación sexual tiene su significado propio, su idioma. Si nos fijamos un poco en todo lo que se relaciona con ella traer nuevas vidas al mundo, crear un fuerte vínculo afectivo, la donación de uno mismo que supone entregar el propio cuerpo, nos damos cuenta de que Dios creó el sexo con una finalidad, con una lógica, con un lenguaje propio. Y ese lenguaje es permanente, no cambia. No significa solo “te tomo prestado durante un rato” o “me gusta tu cuerpo”. No. En realidad, dice “me entrego a ti para siempre, me uno a ti, quiero participar contigo en la divina tarea de crear, ayudar a crecer y educar a los hijos”.

En la relación sexual, el cuerpo habla un idioma de entrega permanente. Habla de matrimonio.

11. ¿Por qué se considera el sexo como algo malo, si es una de las experiencias más impresionantes de la vida?

Hay muchas experiencias impresionantes en la vida: lograr un objetivo, experimentar auténtico amor, ayudar a alguien a cambiar su vida, encontrarse con Dios, ser madre... Todo eso es impresionante.

El acto sexual, en sí mismo considerado, no va a ser lo más impresionante que hagas en tu vida. Te lo aseguro. Será impresionante verdaderamente impresionante en todo el sentido de la palabra si de verdad expresa lo que significa. Si tu mente, tu corazón y toda tu vida dicen al unísono: “te quiero, me he unido sacramentalmente a ti, me he entregado a ti para siempre, quiero compartir contigo mis hijos”.

Ser capaz de decir eso es lo verdaderamente impresionante.

12. ¿ Por qué critica tanto la Iglesia a las mujeres que deciden tener relaciones sexuales?¿No son libres de hacerlo cuando quieran o consideren que están preparadas?

Nunca he oído a la Iglesia “criticar” a las mujeres o a nadie más por tener relaciones sexuales. En breve, lo que la Iglesia dice es que Dios ha creado el sexo para utilizarlo en un contexto, y hacerlo fuera de él te puede hacer mucho daño. La Iglesia te quiere tanto que no desea que te perjudiques así.

El mensaje de Cristo es un mensaje de amor y atención, no de crítica y condena.

13. ¿Por qué es malo tener una "aventura" sin más?

Por todo. Una noche de “aventura” es decirle con tu cuerpo a alguien a quien apenas conoces que te entregas a él para siempre y del todo. Es una auténtica burla en ese idioma, además de una mentira muy grande y supone correr el riesgo de tener que pagar el altísimo precio de un embarazo o el contagio de una enfermedad y de destrozar tu capacidad de vincularte afectivamente a tu futuro marido. No lo olvides: has cometido un pecado grave y has sido cómplice en el de otro.

¿Todo eso merece la pena por unos pocos minutos de placer? No le des más vueltas, una “aventura” no compensa nunca.

14. ¿Afecta el sexo nuestra afectividad?

Toda esta idea del sexo como algo estupendo que lleva a crear una familia maravillosa en la que todos se quieren es muy bonita, pero todos sabemos que las familias no son perfectas. Los seres humanos, después del pecado original, no actúan siempre de forma amorosa, incluso aunque sepan que deberían hacerlo. Y eso supone un peligro para el matrimonio y la familia.

Piensa por un momento en el matrimonio. Existe el compromiso de pasar el resto de la vida con la otra persona, y eso es mucho tiempo. Mis abuelos, por ejemplo, estuvieron juntos durante sesenta y ocho años, un tiempo tan largo que seguro que tuvieron muchas oportunidades de hartarse el uno del otro.

Pero Dios ayuda a las parejas a permanecer unidas. Tiene muchos motivos para hacerlo. Se trata de una familia, de unos hijos a los que hay que cuidar, de mantener una promesa. Sin su ayuda, la mayoría de los matrimonios durarían sólo hasta el primer enfado provocado por la ropa sucia que no está en su sitio o el primer golpe que se da al coche.

Por eso Dios ha previsto una forma de ayuda muy eficaz: el mismo acto por el que se crea la familia el acto sexual da origen también a una fuerte unión entre marido y mujer, que les ayuda a cumplir con su compromiso. Los psicólogos saben desde hace años que la atracción sexual tiene un componente emocional. La relación sexual no es algo meramente corporal que pueda hacerse al margen del cerebro, sino que tiene profundas connotaciones psicológicas.

La relación sexual da origen a un vínculo afectivo, del que todos tenemos experiencia propia o ajena: las madres están afectivamente vinculadas a sus hijos, como los hombres se vinculan afectivamente, aunque de otro modo, a sus compañeros de equipo de fútbol o a los amigos con los que se reúnen para tomar café y contarse sus problemas. Incluso hasta los perros se sienten vinculados a sus amos y los siguen a todas partes.

Ese vínculo es una unión afectiva fortísima que no tiene una explicación racional. Los niños pequeños no razonan y, sin embargo, quieren a su madre con todas sus fuerzas. Y tampoco parece demasiado racional que una madre quiera con locura a una pequeña criatura que va a consumir todo su tiempo, todo su dinero y todos sus esfuerzos durante los siguientes veinte años. Pero ese vínculo es tan fuerte que resulta prácticamente imposible romperlo.

Recientemente he sabido que ese vínculo tiene un fundamento biológico: una hormona llamada oxitócica. Esa hormona se produce en el cerebro de forma abundante al completarse el desarrollo del aparato sexual. En el caso de las mujeres, también al dar a luz y criar a un bebé. Esa hormona es la causante de que el cerebro consolide un vínculo afectivo fuerte y duradero, tanto con ocasión de la relación sexual de los esposos como de la crianza del bebé.

La oxitócica es la hormona del vínculo afectivo.

¿Para qué la ha creado Dios? ¿Por qué da origen a un vínculo afectivo tan fuerte en la relación sexual? Sencillamente porque Dios sabía que haría falta cierta ayuda adicional para que los matrimonios durasen. El acto sexual y el vínculo afectivo que se crea “nublan su visión” un poco, de forma que los roces habituales en cualquier convivencia no les afecten demasiado. Ese vínculo es como un “cemento” que une los dos corazones, de forma que puedan hacer frente unidos a los problemas pequeños y grandes; cuanto más se entregan el uno al otro en el acto sexual, más unidos permanecen.

Así, los dos se convierten realmente en uno. Es maravilloso.

15. No entiendo por qué las relaciones sexuales son incorrectas antes del matrimonio y, en cambio, se consideran sagradas después. O son buenas o son malas. La Iglesia siempre habla de matices complicados y nunca lo entiendo.

Estoy segura de que muchos se han planteado esta pregunta, de una forma u otra. Más aún, es difícil que alguien pueda sobrevivir hoy en día en nuestra sociedad sin responderla. ¿Por qué considera la Iglesia Católica que las relaciones sexuales prematrimoniales no deben admitirse? Hay muchas voces que actualmente las recomiendan, y a veces con argumentos convincentes. ¿Por qué conviene hacer caso a la Iglesia?

Cuando estudiaba en el instituto, yo pensaba en Dios como una especie de “dictador aguafiestas” que estaba empeñado en fastidiarnos. El paso del tiempo me ha hecho ver lo que ha pasado con mis compañeros de entonces y algunas de las consecuencias de la “revolución sexual” de aquella época. Así he comprendido la voluntad de Dios desde una perspectiva totalmente distinta.

Dios creó el sexo y lo incluyó entre lo que vio que era “bueno”. Si no fuera así, estaría ahora desconcertado y diciéndose a Sí mismo: “Pero, ¿qué he hecho? Esto no funciona bien, habrá que cambiarlo”. Pero Dios no hace las cosas así. Desde el principio sabía lo que hacía y tenía motivo para crear las cosas así: “Dios vio todo lo que había hecho y lo consideró bueno” (Génesis 1, 31), incluido el sexo.

Y todavía hay más: el sexo no sólo es bueno, es impresionante, por muchos más motivos de los que probablemente imaginas. Basta recordar que Dios creó el mundo para que se llenará de personas individuales, irrepetibles, a las que Él ama con locura y con las que quiere compartir toda una eternidad. Cuando dijo “crezcan, multiplíquense y llenen la tierra”, no estaba hablando a los geranios, sino a los hombres. Quería que hubiera mucha, mucha gente, porque ama con locura a cada uno de los seres humanos que ha creado.

¿Cómo podemos crecer y multiplicarnos? ¿Cómo pueden llegar a existir todas esas personas a las que Dios ya ama de antemano? Éste es el motivo por el que el sexo existe, la razón por la que Él lo concibió, para que llegáramos a existir. Y lo digo sin perder de vista que Dios empezó desde cero, es decir, que podía haber inventado cualquier otro sistema para hacer que las nuevas vidas aparecieran en el mundo. Podían haber sido las cigüeñas, o una empresa de mensajería, o incluso a través del correo electrónico. Si Él lo hubiera querido así...

Pero Dios pensó de otro modo. Diseñó un sistema que llamamos “familia”, en el que un hombre y una mujer se quieren tanto que se comprometen a estar juntos el resto de sus vidas. Piénsalo por un momento: ¿te das cuenta de lo que eso supone? Convivir sólo durante una semana, incluso con un buen amigo, basta para darse cuenta de que no es tan sencillo. ¿Te imaginas lo que supone pasar el resto de la vida con alguien, viviendo en la misma casa, durmiendo en la misma cama, yendo juntos de vacaciones? Hay que sentir una atracción muy fuerte para poder hacer algo así.

Cuando dos personas se casan, se comprometen a eso, a un amor verdadero, no a disfrutar de la pizza que pueda llevar uno de ellos una noche o varias. Se prometen mutuamente no “utilizarse”, sino procurar el bien del otro durante toda su vida. Se entregan completamente el uno al otro, entregan toda su vida.

Al hacer este compromiso delante de Dios, les pasa algo sorprendente. Dios no se limita a confirmar su inscripción en el registro de matrimonios que se conserva en el Cielo. No, el matrimonio es un sacramento y, a través de él, Dios transforma a esas personas. Las une también espiritualmente, de forma que los dos realmente sean uno.

Después de la boda, lo normal es que ambos hagan un viaje caro a un lugar tropical, lo que se suele llamar “luna de miel”. En ese tiempo hacen algo muy importante: “hacen el amor”, entregan sus cuerpos el uno al otro, expresando con su cuerpo lo que ya han afirmado con sus palabras ante el altar. Alí prometieron entregarse el uno al otro, en la unión sexual hacen esa entrega real y tangible entregando sus propios cuerpos y, con ellos, todo su ser y toda su vida.

El sexo tiene su propio idioma, el idioma de entrega a otra persona. Juan Pablo II dice que el sexo habla el idioma de la entrega personal. Es el idioma que Dios ha puesto en el sexo, el idioma que el corazón entiende. Es un idioma de amor auténtico, no de amor “de ocasión”, de amor permanente y comprometido, dispuesto a afrontar lo que venga después.

Y las nuevas vidas surgen de ese acto de amor. Cuando marido y mujer se unen en una relación sexual, Dios se hace presente de forma real para llevar a cabo su acción favorita, la más creativa: dar origen a un ser humano totalmente nuevo, hecho a su imagen y semejanza. La nueva criatura surge a través del sexo, de la expresión del amor y del compromiso. ¡Todos procedemos del amor!

El resultado final de todo esto es una nueva familia. Dios nos hace nacer en una familia, y eso también tiene su motivo: la familia es el lugar en el que cada uno encontramos inicialmente la forma de conseguir aquello para lo que hemos sido creados, aquello a lo que se refería el Concilio Vaticano II.

Nos encontramos en la sincera entrega de nosotros mismos, y en la familia todos tienen que entregarse, nadie puede preocuparse solo de sus cosas, sino que tiene que tener en cuenta las necesidades de los demás, sabiendo que los demás también se preocupan de las nuestras. Los padres ganan dinero, educan a sus hijos y apoyan el equipo de fútbol en el que juegan no por su propio bien, sino por el de ellos. Los hijos, ayudando en casa y echándose una mano unos a otros, aprenden a estar pendientes de los demás y a contribuir al bienestar de la familia.

Hablar de familia es hablar de auténtico amor, y la familia tiene su origen en las relaciones sexuales. Así que, por supuesto, afirmo que las relaciones sexuales son algo muy bueno.

Responde Mary Beth Bonacci
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