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miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween... ¿noche de brujas?

Puede parecer divertido disfrazar a los pequeños de la casa y salir con ellos a pedir dulces por las calles.

Sin embargo, las fiestas que celebramos reflejan quiénes somos e influyen en nuestros valores.

"Halloween" significa Víspera Santa, pues se refiere a la noche del 31 de octubre, víspera de la Fiesta de Todos los Santos, solemnidad celebrada el 1º de Noviembre.

La fantasía anglosajona, sin embargo, le ha quitado este sentido luminoso y de gloria, para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas, y esta tendencia se ha propagado también entre los pueblos hispanos.

Ya desde el siglo VI antes de Cristo los celtas del norte de Europa celebraban el fin del año con la fiesta de SAMHEIN, que comenzaba la noche del 31 de octubre.

Marcaba el fin del verano y de las cosechas. El colorido de los campos y el calor del sol desaparecían ante la llegada de los días de frío y oscuridad.

Creían que aquella noche el dios de la muerte permitía a los muertos volver a la tierra fomentando un ambiente de muerte y de terror.

La separación entre los vivos y los muertos se disolvía aquella noche, haciendo posible la comunicación entre unos y otros.

Las almas de algunos difuntos estaban atrapadas dentro de animales feroces y podían ser liberadas ofreciéndole a los dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos.

Sin duda Samhein no es otro sino el mismo demonio que en todas las épocas busca implantar la cultura de la muerte en lugar de la cultura de la vida.

Aquellos desafortunados también creían que esa noche los espíritus malignos, fantasmas y otros monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres.

Para aplacarlos y protegerse se hacían grandes hogueras.

Otras formas de evitar el acoso de estos macabros personajes era preparándoles alimentos (de allí los dulces), montar macabras escenografías, y disfrazarse para tratar de asemejarse a ellos, y así pasar desapercibidos ante sus miradas amenazantes.

¿Cómo sabía aquella gente de la apariencia de brujas, fantasmas y monstruos?

Lo que pasa es que vivían aterrorizados ante las fuerzas de la naturaleza y las realidades del sufrimiento y de la muerte, a las que no podían dar una respuesta satisfactoria.

De alguna forma buscaban desahogar aquella situación dándole expresión en toda clase de fantasías (catarsis, purificación interior, sacándolo afuera de sí, proyectándolo, se diría hoy).

Todo lo feo, lo monstruoso y lo amenazante que se puede imaginar en figuras de animales y seres humanos constituye la base para dar rienda libre a la imaginación del terror.


MEZCLA CON EL CRISTIANISMO.

Cuando los pueblos celtas se cristianizaron, no todos renunciaron a las costumbres anteriores. Es decir, la conversión no fue completa.

La coincidencia cronológica de la fiesta de brujas, del terror y de la muerte, con la fiesta cristiana de Todos los Santos y la de los difuntos, que es al día siguiente, hizo que algunos las mezclaran.

En vez de recordar los buenos ejemplos de los santos y orar por los antepasados, se llenaban de miedo ante las antiguas supersticiones sobre la muerte y los difuntos.

Algunos inmigrantes irlandeses introdujeron Halloween en los Estados Unidos, donde llegó a ser parte del folklore popular.

Se le añadieron diversos elementos tomados de los diferentes grupos de inmigrantes, representando la creencia en brujas, fantasmas, duendes, drácula y monstruos de toda especie.

Desde USA, el gran mercado del mundo, Halloween se ha propagado por todos partes.


ALGUNAS COSTUMBRES DE HALLOWEEN

- TRUCO O REGALO: Los niños (y no tan niños) se disfrazan (en una verdadera competencia para hacer el disfraz más horrible y tétrico) y van de casa en casa exigiendo “truco o regalo”. La idea es que si no se les da alguna golosina le harán alguna maldad al residente del lugar que visitan. Para algunos esto ha sido alguna vez un gracioso juego de niños. Últimamente esta práctica se ha convertido en algo peligroso tanto para los residentes (que pueden ser visitados por una patota violenta), como para los que visitan (hay residentes que reaccionan con violencia ante una posible amenaza).

- JACK Y LA CALABAZA: Según una antigua leyenda irlandesa un hombre llamado Jack había sido muy malo y no podía entrar en el cielo. Tampoco lo aceptaban en el infierno. Tuvo por eso que permanecer en la tierra vagando por los caminos, con una linterna a cuestas. Esta linterna primitiva se hacía vaciando un vegetal y poniéndole dentro un carbón encendido. Jack entonces se conocía como “Jack de la Linterna”. Para ahuyentar a Jack, la gente ponía una linterna similar en la ventana o frente a la casa. Cuando la tradición se popularizó en USA, el vegetal con que se hacía la linterna comenzó a ser una CALABAZA la cual es parte de las tradiciones de Halloween. Para producir un efecto tenebroso, la luz sale de la calabaza por agujeros en forma del rostro de una calavera o de una bruja.

- FIESTA DE DISFRACES: Una fiesta de disfraces puede parecer que no es intrínsecamente algo malo. Pero, en una cultura desenfrenada como la nuestra, hay que tomar ciertas precauciones. Detrás de un disfraz se pueden hacer muchas cosas vergonzosas con impunidad. Se puede matar, violar, asesinar. Se hacen proposiciones indecentes con mayor impunidad. Con frecuencia es un pretexto para esconderse y aprovechar la situación. Los disfraces de Halloween aluden al miedo y a la muerte. Con frecuencia los disfraces se burlan de las cosas sagradas: monjas embarazadas, sacerdotes con novia, perversiones sexuales, etc.

Nada de eso parece ser gracioso para la persona cuerda ya que, aunque ella no tenga fe o se burle de ella, un hijo o pariente suyo puede estar en esas circunstancias de consagración a Dios o de ser víctima de perversiones sexuales u homicidas.

Con el reciente incremento del satanismo y de lo oculto, también se ha convertido en la ocasión para celebrar en grande toda clase de ritos tenebrosos, desde brujerías hasta misas negras (con la consiguiente profanación de la hostia consagrada en orgías diabólicas) y asesinatos.

Con el pretexto de curiosidad. o de ser solo algo para divertirse y pasar el tiempo, no son pocos los cristianos que realizan estas cosas, e incluso mezclándolas, quizá en forma atemperada, en actividades escolares y/o catequísticas.


JESUCRISTO ES LA VICTORIA SOBRE EL MAL.

La cultura moderna, jactándose de ser pragmática y científica, ha rechazado a Dios por considerarlo un mito ya superado. Además, Dios “entorpece la libertad de hacer lo que uno quiera”.

Al mismo tiempo, para llenar el vacío del alma y tratar de dar respuesta a lo que sólo Jesucristo puede dar, el hombre de hoy retrocede cada vez más al absurdo de la superstición.

A veces, se ha cambiado a Dios por el mismo demonio.

No es de extrañar entonces que vivamos en una cultura de la muerte en la que millones de niños son abortados cada año y muchos más mueren de hambre y abandono.

Los ancianos y los enfermos tienen miedo de ir al hospital, porque les practican la eutanasia en los países donde ya está autorizada...

Al que no produce o no consume se lo ayuda a morir.

Es más fácil dejarse llevar por la corriente de la cultura de la muerte y regresar al miedo, a la muerte y a un "mas allá" sin Dios porque, sin la fe, el hombre se arrastra hacia la necesidad de protegerse de fuerzas que no puede dominar.

Busca de alguna manera con sus ritos exorcizar las fuerzas superiores.

DESGRACIADAMENTE MUCHOS CRISTIANOS HAN OLVIDADO EL TESTIMONIO DE LOS SANTOS Y LA IMPORTANCIA DE REZAR POR LOS DIFUNTOS, Y SE DEJAN LLEVAR POR ESTAS COSTUMBRES PARA FESTEJAR CON BRUJAS Y FANTASMAS, sin saber que:

- SOLO JESUCRISTO LIBERA DE LA MUERTE.

- Él es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos espirituales del hombre.

- Nos protege de la monstruosidad de Satanás y los demonios.

- Da sentido al sufrimiento con su Cruz.

- Sale vencedor del horror y de la muerte.

- Solo Él basta.

- Ante Dios, la cultura de la muerte cede el paso a la Cultura de la Vida, del amor, de la paz y de la Luz.


ALTERNATIVAS A HALLOWEEN:

Se pueden hacer muchas celebraciones en torno al recuerdo de los santos.

Hay, por ejemplo, un proyecto que se denomina “Fiesta de Todos los Santos”.

Los niños se pueden disfrazar de su santo favorito y aprenderse su vida, especialmente sus virtudes, con el fin de imitarlas.

Y pueden representarlas O ESCENIFICARLAS.

Ellos admiran la nobleza, la heroicidad, la virtud.

Los mayores pueden leer acerca de los santos, tener una fiesta en honor al santo favorito de la comunidad o de la familia.

No olvidemos que las vidas de santos, ya sea en libros o en películas, atraen a niños y adultos, y algunas son específicamente para niños, para adolescentes o para adultos, Y MUCHOS HAN CONOCIDO LA FELICIDAD Y LA DICHA DE VIVIR EN Dios leyéndolas o viéndolas.


EN LA CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS:

Había una antigua costumbre española de ir de puerta en puerta cantando, tocando instrumentos musicales y pidiendo dinero para las «ánimas del Purgatorio» (para celebrar Misas en sufragio de ellas).

No ya pidiendo “truco o regalo”, sino que a través del canto y de la música, la limosna irá en beneficio de las almas de los difuntos y de aquellos que, con estas dádivas, consagran su vida a orar por ellos, situación en la que también nosotros estaremos algún día.

Aquellos que hagan el esfuerzo por vivir su fe lograrán en la Fiesta de Todos los Santos recordar que todos somos llamados a la santidad.

Podrán conocer las vidas maravillosas de los testigos de Jesucristo que les ayudarán a vivir la Palabra de Dios.

Podrán vivir en la libertad de la Vida y de la Luz, y no entre las sombras monstruosas de brujas y fantasmas que llevan a la muerte.

Encontrarán además grandes amigos que intercederán desde el cielo por su salvación.

Y orarán por aquellos con los que un día nos reencontraremos para siempre para gozar de la inefable felicidad de estar con Jesús Resucitado, los ángeles y los santos, en un universo maravillosamente transfigurado e iluminado desde dentro.

Gustavo D. D´Apice 
(Adaptación de un artículo de Tere Fernández para Catholic.net) 
(fuente: es.catholic.net)

martes, 30 de octubre de 2012

Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, el papa Benedicto XVI presidió la Concelebración Eucarística de clausura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

Ofrecemos a continuación el texto íntegro de la homilía del santo padre, leida en presencia de cerca de 330 concelebrantes, entre cardenales, representantes de las Iglesias orientales, arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos, así como de cinco mil fieles que llenaron la Basílica.

Venerables hermanos, ilustres señores y señoras, queridos hermanos y hermanas:

El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús.

Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).

Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana.

En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52).

San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino.

Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.

Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia.

Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino. Es significativo que, mientras concluimos la Asamblea sinodal sobre la nueva evangelización, la liturgia nos proponga el Evangelio de Bartimeo. Esta Palabra de Dios tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa.

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía.

También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.

En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos.

La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos -, de anunciar la Buena Noticia.

Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor.

En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes misiones ciudadanas, el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental, etcétera. Sin duda el Señor, Buen Pastor, bendecirá abundantemente dichos esfuerzos que provienen del celo por su Persona y su Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo.

Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de san Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano.

Cancelemos, pues, continúa san Clemente de Alejandría, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protrettico, 113, 2- 114,1). Amén.

© Librería Editorial Vaticana
(fuente: es.catholic.net)

lunes, 29 de octubre de 2012

El Halloween desde la fe católica

Una propuesta de temas para considerar detenidamente nuestra fe católica y la actitud que debemos tomar ante el halloween.

Pensándolo desde la fe

Ante todos estos elementos que componen hoy el Halloween, vale la pena reflexionar y hacerse las siguientes preguntas:

¿Es que, con tal que se diviertan, podemos aceptar que los niños al visitar las casas de los vecinos, exijan dulces a cambio de no hacerles un daño (estropear muros, romper huevos en las puertas, etc.)?Respecto de la conducta de los demás se puede leer el criterio de Nuestro Señor Jesucristo en Lc 6,31.

¿Qué experiencia (moral o religiosa) queda en el niño que para “divertirse” ha usado disfraces de diablos, brujas, muertos, monstruos, vampiros y demás personajes relacionados principalmente con el mal y el ocultismo, sobre todo cuando la televisión y el cine identifican estos disfraces con personajes contrarios a la sana moral, a la fe y a los valores del Evangelio.? Veamos qué dice Nuestro Señor Jesucristo del mal y lo malo en Mt. 7,17. Mt. 6,13. La Palabra de Dios nos habla de esto también en 1ª Pe. 3, 8-12.

¿Cómo podemos justificar como padres de una familia cristiana que nuestros hijos, el día de Halloween hagan daño a las propiedades ajenas? ¿No seríamos totalmente incongruentes con la educación que hemos venido proponiendo en la cual se debe respetar a los demás y que las travesuras o maldades no son buenas? ¿No sería esto aceptar que, por lo menos, una vez al año se puede hacer el mal al prójimo?¡Qué nos enseña Nuestro Señor Jesucristo sobre el prójimo? Leamos Mt. 22, 37-40

Con los disfraces y la identificación que existe con los personajes del cine … ¿no estamos promoviendo en la conciencia de los pequeños que el mal y el demonio son solo fantasías, un mundo irreal que nada tiene que ver con nuestras vidas y que por lo tanto no nos afectan? La Palabra de Dios afirma la existencia del diablo, del enemigo de Dios en St. 4,7 1ª Pe 5,18 Ef. 6,11 Lc. 4,2 Lc. 25, 41

¿Qué experiencia religiosa o moral queda después de la fiesta del halloween?

¿No es Halloween otra forma de relativismo religioso con la cual vamos permitiendo que nuestra fe y nuestra vida cristianas se vean debilitadas?

Si aceptamos todas estas ideas y las tomamos a la ligera en “aras de la diversión de los niños” ¿Qué diremos a los jóvenes (a quienes durante su infancia les permitimos jugar al Halloween) cuando acudan a los brujos, hechiceros, médiums, y los que leen las cartas y todas esas actividades contrarias a lo que nos enseña la Biblia?

Es que nosotros, como cristianos, mensajeros de la paz, el amor, la justicia, portadores de la luz para el mundo ¿podemos identificarnos con una actividad en donde todos sus elementos hablan de temor, injusticia, miedo y oscuridad? Sobre el tema de la paz podemos leer Fil. 4,9 Gál. 5,22. Ver qué dice Jesús sobre esto en Mt. 5,14 Jn. 8,12

Si somos sinceros con nosotros mismos y buscamos ser fieles a los valores de la Iglesia Católica, llegaremos a la conclusión de que el halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los Fieles Difuntos, y que todas sus connotaciones son nocivas y contrarias a los principios elementales de nuestra fe.

(fuente: www.encuentra.com)

Gravida extiende su “Promo 2x1” a favor de la maternidad

Buenos Aires (AICA) A raíz de la repercusión que tuvo la campaña “Abrazando a una mamá abrazás dos vidas”, presentada durante el fin de semana en que se celebró el Día de la Madre en el país, Grávida – Centro de Asistencia a la Vida Naciente decidió extender hasta el 31 de octubre su “Promo 2x1” por el don de la maternidad.

“Para que muchos más padrinos y madrinas espirituales se sumen a este gran abrazo de oración. Para seguir celebrando con abrazos el don de la maternidad y con oración cuidar la vida del bebé que, desde que se gesta en la panza de mamá, hace que mamá sea mamá”, subrayó la organización.

Grávida, que ayuda, acompaña y ofrece respuestas concretas a las situaciones más dolorosas que padecen muchas mujeres, reafirma con convicción “que el amor es la fuerza transformadora más poderosa” y que “valoriza a la mujer en su dignidad personal para que descubra la maternidad como un camino de crecimiento y cambio para el cuidado amoroso de la vida del bebé desde que es concebido”.

Desde sus 39 centros de ayuda en el país, ofrece la oportunidad para sumarse a un compromiso concreto por la vida por nacer, sosteniendo la vida de la mamá, esta vez desde la oración.

“Si querés ser padrino o madrina espiritual de una mamá embarazada en dificultad y te animás a abrazarla con tu oración y rezar por ella durante nueve meses, sumate a esta Promo 2x1 en www.gravida.org.ar ”, se pide en la convocatoria.

Informes: comunicación.gravida@gmail.com y www.gravida.org.ar +

domingo, 28 de octubre de 2012

Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido a la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
(Mc 10, 46-52)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo entonces y dijo “Llámenlo” y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Animo! Levántate, porque El te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pié y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.


Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

El Evangelio (Mc. 10, 35-45) nos narra la curación del ciego Bartimeo, incidente que nos ofrece bastante tela de donde cortar para extraer enseñanzas muy útiles a nuestra fe, nuestra vida de oración y nuestro seguimiento a Cristo.

Un día este hombre ciego estaba ubicado al borde del camino polvoriento a la salida de Jericó. Pedir limosna era todo lo que podía hacer para obtener ayuda humana, y eso hacía. Pero Bartimeo había oído hablar de Jesús, quien estaba haciendo milagros en toda la región. Sin embargo su ceguera le impedía ir a buscarlo. Así que tuvo que quedarse donde siempre estaba. Pero he aquí que un día el ciego, con la agudeza auditiva que caracteriza a los invidentes, oye el ruido de una muchedumbre, una muchedumbre que no sonaba como cualquier muchedumbre. Y al saber que el que pasaba era Jesús de Nazaret, “comenzó a gritar” por encima del ruido del gentío: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Trataron de hacerlo callar, pero él gritaba con más fuerza. Jesús era su única esperanza para poder ver.

Ciertamente Bartimeo era ciego en sus ojos corporales: no tenía luz exterior. Pero sí tenía luz interior, sí veía en su interior, pues reconocer que Jesús era el Mesías,“el hijo de David”, y poner en El toda su esperanza, es ser vidente en el espíritu. Su fe lo hacía gritar cada vez más y más fuertemente, pues estaba seguro que su salvación estaba sólo en Jesús. Y tal era su emoción que “tiró el manto y de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús”, cuando éste, respondiendo a sus gritos, lo hizo llamar.

Ahora bien, los “gritos” de Bartimeo llamaron la atención de Jesús, no sólo por el volumen con que pronunciaba su oración de súplica, sino por el contenido. “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Un contenido de fe profunda, pues no sólo pedía la curación, sino que reconocía a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías que esperaba el pueblo de Israel. De allí que Jesús le dijera al sanarlo: “Tu fe te ha salvado”.

Analicemos un poco más los “gritos-oración ” de Bartimeo. “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí”. (Reconocer a Jesús, como hijo de David, era lo mismo que reconocerlo como el Mesías; es decir, el Hijo de Dios). Podemos decir que esta súplica desesperada de Bartimeo contiene una profesión de fe tan completa que resume muchas verdades del Evangelio. Es la llamada “oración de Jesús” que se utiliza para la oración constante, para orar “en todo momento ... sin desanimarse” (Ef. 6, 18), como nos recomienda San Pablo.

Si nos fijamos bien, es una oración centrada en Jesús, pero es también una oración Trinitaria, pues al decir que Jesús es Hijo de Dios, estamos reconociendo la presencia de Dios Padre, y nadie puede reconocer a Jesús como Hijo de Dios, si no es bajo la influencia del Espíritu Santo.

Además, al reconocer a Jesús como el Mesías, nuestro Señor, reconocemos su soberanía sobre nosotros y su señorío sobre nuestra vida, es decir, reconocemos nuestro sometimiento a su Voluntad. Y al decir “ten compasión de mí”, reconocemos que, además, de dependientes de El, tenemos toda nuestra confianza puesta sólo en El, nuestra única esperanza, igual que Bartimeo.

“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí, pecador” es una oración que contiene esta verdad del Evangelio: que somos pecadores y que dependemos totalmente de Dios para nuestra salvación. Es una oración de estabilidad y de paz que, repetida al despertar y antes de dormir y en todo momento posible a lo largo del día, puede llevarnos a vivir de acuerdo a la Voluntad de Dios ... y a seguir a Cristo, como lo hizo Bartimeo, quien “al momento recobró la vista y se puso a seguirlo por el camino”.

(fuente: www.homilia.org)

sábado, 27 de octubre de 2012

Cardenal Cañizares: «Es necesario poner a la Iglesia en estado de misión»

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos de la Iglesia católica, el cardenal español Antonio Cañizares, dijo hoy que «es inédito en toda la historia de la humanidad vivir de espaldas a Dios, no creer en Él, no ponerlo en el centro de la vida». El prelado compareció en la sala de prensa del Vaticano ante periodistas de lengua española para explicar el discurrir del Sínodos de Obispos y aseguró que «es necesario poner a la Iglesia en estado de misión».

(Efe) Para el cardenal, la problemática de la descristianización, de problemas sociales, económicos, morales, tiene como raíz «el debilitamiento de la fe».

«No da lo mismo creer que no creer. Reconocer a Dios que no reconocerlo. Hoy la urgencia es la realidad de Dios», dijo el purpurado, quien añadió que la sociedad vive «como si no existiera» y ello tiene repercusión moral porque «el ser hombre se vive de otra manera si se cree en Dios o no».

Sobre la nueva evangelización, tema que abordan 262 obispos desde el día 7 hasta el 28 de octubre, refirió que es la misma que hizo Jesús en su día y que «el gran cambio del mundo será reconocer a Dios en el centro de la vida».

El cardenal Cañizares hizo alusión a las grandes revoluciones del siglo XX «que han sido para negar a Dios», como la de Rusia en 1917 o el nazismo.

El prelado subrayó que no hay una nueva evangelización sin la liturgia, «donde se nos hace presente Dios» e hizo hincapié en la importancia de la Eucaristía, «fuente y cumbre de la evangelización».

E instó a vivir el Evangelio de Jesucristo no reducido a una vida privada: «se trata de anunciar el Evangelio; como dijo Jesús: 'Levántate y anda!'. Es lo que tiene que hacer la Iglesia».

Sobre el anunciado viaje de una delegación de la Santa Sede a Siria, posiblemente tras el Sínodo, afirmó que se trata «de un testimonio de evangelización directa».

«Jesús no trae violencia, no trae exclusión, trae paz y amor y ello conlleva el cese de toda violencia», concluyó.

(fuente: www.infocatolica.com)

Tecnoadictos

Las nuevas tecnologías nos han ampliado el horizonte regalándonos la posibilidad de acceso a muchísima información así como la de entrar en contacto con otros, que quizas hacia tiempo ya no veíamos. Es cierto que en algunas casos acorta distancias pero también nos puede llevar a estar distantes de los que tenemos más próximos.

Los jóvenes pasamos muchas horas frente a la computadora o muy atentos a los celulares que, gracias a los avances tecnologicos, nos dan la posibilidad de chequear y actualizar redes sociales, mails, etc.

En La Oleada quisimos preguntarnos ¿cómo hacer para no quedar enredados en la red? ¿cómo lograr un uso sano y beneficioso de las nuevas tecnologías?

Para responder éstas y otras preguntas conversamos con la psicóloga y payamédico Maria Marta Bianco quien, entre otras cosas, nos decía que las nuevas tecnologías, junto con las multiples ventajas y beneficios que nos aportan, traen consigo inconvenientes e incluso patologías.

Sin ánimo de demonizar a las mismas nos compartía que los tiempos cibernéticos pueden significarnos una trampa ya que son diferentes a los humanos. Ellos se caracterizan por la vertiginosidad e inmediatez mientras que los tiempos humanos están sujetos a procesos los cuales necesitan de espera e incluso postergación.

Los seres humanos no podemos responder a este nuevo ritmo tan acelerado que proponen el uso de las nuevas tecnologías. Como consecuencia de ello es muy común que aparezcan sentimientos como angustia, tristeza y ansiedad nos compartía Maria Marta.

Para poder evaluar como nos estamos vinculando con las nuevas tecnologías la invitada nos proponía preguntarnos en primer lugar cómo nos sentiríamos si de repente nos encontrasemos sin luz, sin bateria en el celular o la notebook. ¿Nos enojariamos? Sentiríamos frustración?.

Nos recomendaba preguntarnos también que nivel de adhesión tenemos a las tecnologías; y para descubrir si el uso que hago de ellas se está tornando vicioso lo mejor es hacer consciente la cantidad de hora que le dedico; qué aporta esto a mi vida, a mis vínculos y de qué me sirve tanto caudal informativo.

Como recomendación, si nos damos cuenta de que destinamos demasido tiempo a la vida cibernética, nos aconsejaba comenzar a suspender por pequeños lapsos de tiempo en el día y en su lugar realizar alguna actividad dinámica que nos ponga en movimiento y nos saque del sedentearismo. Por último nos sugería organizar la agenda del día de modo que destinemos un tiempo medido y concreto para dedicarle a las redes sociales y las nuevas tecnologías.

La tecnología está al servicio del hombre y no al revés. En sí misma, no es ni buena ni mala, sino depende cómo sea el uso que hagamos de ella. En lo virtual entran en juego muchas dimensiones humanas, transmitiendo afectos y sentimientos reales. Pero lo virtual no reemplaza los vinculos humanos pero haciendo un buen uso del mismo, los enriquece.

Como en todos los ámbitos entra en juego la libertad y el discernimiento, usar los instrumentos como dice San Ignacio "en tanto y cuanto sirvan para el fin al cual el hombre fue creado". Si el celular, el chat, programitas y aplicaciónes contribuyen a que sea mejor persona, más libre, más cercano a los míos, etc etc bienvenido sea.

(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

viernes, 26 de octubre de 2012

Mensaje final del Sínodo para la Nueva Evangelización: "no se trata de encontrar nuevas estrategias como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús"

Ciudad del Vaticano (AICA): Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede tuvo lugar la presentación del Mensaje de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que concluirá este domingo 28 de octubre dedicado al tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

Intervino en la presentación el cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia, Italia, presidente de la Comisión para el Mensaje y los arzobispos Pierre-Marie Carré, de Montpellier, Francia, Secretario especial y Luis Antonio G. Tagle, de Manila, Filipinas, vicepresidente de la Comisión para el Mensaje.

Síntesis del texto ofrecida por el Vatican Information Service(VIS)
“Al inicio del documento los obispos recuerdan el pasaje evangélico de Juan que narra el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo: es la imagen del hombre contemporáneo con una ánfora vacía, que tiene sed y nostalgia de Dios, y hacia el que la Iglesia debe dirigirse para hacerle presente al Señor. Y como la samaritana, quien encuentra a Jesús no puede hacer otra cosa sino convertirse en testigo del anuncio de salvación y esperanza del Evangelio”.

“Mirando de una manera más concreta al contexto de la nueva evangelización, el Sínodo recuerda, por tanto, la necesidad de reavivar la fe que corre el riesgo de oscurecerse en los contextos culturales actuales, también frente al debilitamiento de la fe en muchos bautizados. El encuentro con el Señor, que revela a Dios como amor, sucede sólo en la Iglesia como forma de comunidad acogedora y experiencia de comunión; desde aquí, entonces, los cristianos pasan a ser sus testigos en otros lugares”.

“Sin embargo, la Iglesia afirma que para evangelizar hay que estar, ante todo, evangelizados y lanza un llamada -empezando por ella misma- a la conversión, porque la debilidad de los discípulos de Jesús pesan sobre la credibilidad de la misión. Conscientes del hecho de que el Señor es la guía de la historia y que, por tanto, el mal no tendrá la última palabra, los obispos invitan a los cristianos a vencer el miedo con la fe y a mirar el mundo con sereno coraje porque, aunque éste está lleno de contradicciones y retos, sigue siendo el mundo que Dios ama.

“Por consiguiente, nada de pesimismo: globalización, secularización y nuevos escenarios de la sociedad, migraciones, incluso con las dificultades y sufrimientos que conllevan, deben ser oportunidad de evangelización. Porque no se trata de encontrar nuevas estrategias como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús”.

“El mensaje mira a la familia como lugar natural de la evangelización e insiste en que debe ser sostenida por la Iglesia, la política y la sociedad. Dentro de la familia, se resalta el papel especial de las mujeres y se recuerda la situación dolorosa de los divorciados y vueltos a casar: aunque se reconfirma la disciplina sobre al acceso a los sacramentos, se insiste en que no están abandonados por el Señor y que la Iglesia es la casa que acoge a todos.

El mensaje cita también la vida consagrada, testimonio del sentido ultraterrenal de la existencia humana, y las parroquias como centros de evangelización; recuerda la importancia de la formación permanente para los sacerdotes y los religiosos e invita a los laicos (movimientos y nuevas realidades eclesiales) a evangelizar permaneciendo en comunión con la Iglesia.

La nueva evangelización recibe favorablemente la cooperación con las otras Iglesias y comunidades eclesiales, también ellas movidas por el mismo espíritu de anuncio del Evangelio. Se presta particular atención a los jóvenes, en una perspectiva de escucha y de diálogo para recuperar, y no mortificar, su entusiasmo”.

“A continuación, el mensaje mira al diálogo de distintas maneras: con la cultura, que necesita una nueva alianza entre fe y razón; con la educación; con la ciencia que cuando no encierra al hombre en el materialismo se convierte en una aliada de la humanización de la vida; con el arte; con el mundo de la economía y el trabajo; con los enfermos y los que sufren; con la política, a la cual se pide un compromiso desinteresado y transparente del bien común; con las otras religiones.

En particular, el Sínodo insiste en que el diálogo interreligioso contribuye a la paz, rechaza el fundamentalismo y denuncia la violencia contra los creyentes. El mensaje recuerda las posibilidades que ofrecen el Año de la Fe, la memoria del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica. Por último, indica dos expresiones de la vida de fe, especialmente significativas para la nueva evangelización: la contemplación, donde el silencio permite acoger mejor la Palabra de Dios, y el servicio a los pobres, para reconocer a Cristo en sus rostros”.

“En la última parte, el mensaje mira a las Iglesias de las distintas regiones del mundo y a cada una de ellas les dirige palabras de aliento para el anuncio del Evangelio: a las Iglesias de Oriente les desea que puedan practicar la fe en condiciones de paz y de libertad religiosa; a la Iglesia de África le pide que desarrolla la evangelización en el encuentro con las antiguas y las nuevas culturas, haciendo después un llamamiento a los gobiernos para que cesen los conflictos y la violencia. Los cristianos de América del Norte, que viven en una cultura con muchas expresiones lejanas del Evangelio, deben mirar a la conversión, a ser abiertos para recibir a los emigrantes y refugiados.

Se invita a América Latina a vivir la misión permanente para hacer frente a los desafíos del presente como la pobreza, la violencia, también en las nuevas condiciones de pluralismo religioso. La Iglesia en Asia, aun cuando es una pequeña minoría a menudo relegada al margen de la sociedad y perseguida, es animada y exhortada a mantenerse firme en la fe.

Europa, marcada por una secularización también agresiva y herida por regímenes pasados, creó sin embargo una cultura humanística capaz de dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción del bien común; las dificultades del presente no deben por tanto abatir a los cristianos europeos, sino que deben ser percibidas como un reto.

A Oceanía se le pide que sienta de nuevo el compromiso de anunciar el Evangelio. El mensaje se cierra encomendándose a María, Estrella de la Nueva Evangelización”.+

Que no pretenda adelantarme...

Yo no fuerzo una flor a que abra,
la flor la abrís vos mi Dios,
yo la planto, la riego, la resguardo,
lo demás lo hacés vos mi Dios.

Yo no obligo a un amigo a que me ame,
el amor lo das vos mi Dios,
yo le sirvo, lo ayudo, en mí la amistad arde,
lo demás lo hacés vos mi Dios.

Yo no obligo a un alma a que crea,
la fe la das vos mi Dios,
yo obro, trabajo, confío y espero,
lo demás lo hacés vos mi Dios.

Así que no pretenda adelantarme a tu plan de amor.
Mientras tanto yo trabajaré,
ayudaré, rezaré, viviré para amarte...
lo demás lo harás vos, mi Dios.

Amén.

(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

miércoles, 24 de octubre de 2012

Mons. Molina Palma: "Si queremos hacer a la gente sensible a las preguntas de fondo tenemos que hacerla sensible a las necesidades de fondo"

Mons. Molina Palma, 

Arzobispo de Los Altos (Guatemala) y Padre Sinodal

Es agustino recoleto. Su archidiócesis guatemalteca queda en el occidente de su país y enfrenta muchos problemas sociales. No obstante le preocupa que “mucho esfuerzo pastoral de la Iglesia en América Latina se ha orientado a resolver los problemas más visibles que agobian a hombres y mujeres, dejando en la penumbra y sin resolver los problemas fundamentales acerca del sentido de la vida”.

Así lo ha dicho en su intervención en la Asamblea Sinodal, donde ha propuesto que: “se señale claramente que Jesucristo y su Evangelio proponen principalmente una comprensión de la vida humana desde la llamada gratuita de Dios a la vida eterna. De ese modo responden al problema de la muerte, que deja sin sentido, consistencia o valor la existencia humana. Los demás problemas encuentran abordaje pastoral a partir de éste.”.

Mons. Mario Alberto Molina Palma, O.A.R. nació en Panamá, el 13 de octubre de 1948. Cursó estudios primarios y secundarios en el Colegio San Agustín de la Ciudad de Panamá. Al concluir el bachillerato, pidió ingreso a la Orden de Agustinos Recoletos, en la Provincia de Nuestra Señora de la Consolación, pero hizo su noviciado en la casa de formación de aquella época de la Provincia de San Agustín, en Kansas City, Kansas. Hizo su primera profesión el 27 de agosto de 1968. Allí continuó la formación durante la etapa de los votos simples hasta la profesión solemne en 1971. En 1972 inició la formación en la etapa de teologazo en el Seminario Santo Tomás de Villanueva de Torrente, Valencia. Recibió el diaconado en Pamplona, y la ordenación presbiteral el 29 de junio de 1975 en Panamá.

Tras la ordenación presbiteral, continuó estudios de especialización en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, donde obtuvo la Licenciatura en Sagradas Escrituras en 1978. Tras unos años como parte del equipo de formación en Torrente, volvió nuevamente a Roma para realizar el trabajo doctoral en el mismo Pontificio Instituto Bíblico, donde obtuvo el título de Doctor en Sagradas Escrituras, en 1985.

El 29 de octubre de 2004, mientras participaba como Delegado al Capítulo General de la Orden, fue nombrado Obispo de Quiché, en Guatemala, por su Santidad Juan Pablo II. Recibió la ordenación en Santa Cruz de Quiché el 22 de enero de 2005. El 14 de julio de 2011 el Papa Benedicto XVI hacía público el nombramiento de monseñor Mario Alberto Molina Palma, agustino recoleto, como arzobispo metropolitano de Los Altos, Quetzaltenando-Totonicapán, en Guatemala.Desde 1996, la archidiócesis de Los Altos es la circunscripción eclesiástica que abarca los departamentos civiles de Quetzaltenango y Totonicapán. Tiene una extensión de 4.890 km2, y una población de 1.300.000 habitantes. Actualmente la archidiócesis de Los Altos está conformada por 32 parroquias, y cuenta con 28 sacerdotes diocesanos y 30 religiosos. Trabajan en ella 40 religiosas, 8 religiosos no sacerdotes y 10 laicos consagrados. Tiene 17 seminaristas mayores. La presencia de los agustinos recoletos en esta zona se remonta al año 1958.

En medio del descanso dominical de la Asamblea Sinodal, Mons. Molina Palma nos atiende cordialmente.

P.- Excelencia qué nos puede comentar de la primera semana de la Asamblea Sinodal?

Mons. Molina Palma.- Está siendo una experiencia muy bonita. Estoy muy contento de haber sido designado por mis colegas de Guatemala para venir aquí. Es una experiencia de universalidad, de la variedad, de cuan variada es la unidad interna de la Iglesia. Lejos de la imagen de uniformidad que pueda uno tener, aquí uno se da cuenta -incluso hasta en las vestimentas que utilizamos los obispos- se da uno cuenta de la diversidad de pensamiento, de posturas, de enfoques, de preocupaciones. Todo en torno a la Evangelización, todo girando en torno a la preocupación de como hacer que el Evangelio de Jesucristo siga siendo una propuesta pertinente, atrayente y esperanzadora para el hombre y la mujer de hoy. Yo estoy pues como digo muy contento. Son sesiones muy cansantivas, sobretodo cuando tenemos toda una mañana como fue la mañana de ayer, de escucha…

P.- Ayer fueron en la mañana 26 intervenciones…

M. MP.- Sí 26 intervenciones hubo ayer si. Y escuchar 26 intervenciones es muy cansativo, pero todos queremos tener una palabra y liego el precio de decir nuestra palabra es escuchar la palabra de los demás. Naturalmente uno se da cuenta de inmediato de la diversidad de preocupaciones.

P. ¿Cuál es su preocupación personal?

M.MP.- Mi preocupación personal – y en esa línea fue mi intervención del miércoles pasado en el Aula Sinodal- es como en este mundo secularizado -porque la Nueva Evangelización tiene que ver con el como podemos hacer para que en estas circunstancias culturales que han cambiado, el Evangelio siga siendo una propuesta de vida, de esperanza, de luz y de amor de parte de Dios. Entonces para mí la preocupacion principal es cómo sensibilizar, cuáles son las perennes necesidades humanas, cuáles son las aperturas humanas, que están allí, quizás adormecidas, quizás sepultadas por los cambios culturales, cuáles son aquellos rasgos humanos en donde la Evangelizacion se hace pertinente. ¿Cuál es la necesidad humana que siempre necesita de ser salvada?. Y de ahí lo que he propuesto en mi intervención. que es el hecho de la muerte.

P. ¿Qué ha propuesto Ud. en su intervención?

M.MP.- Yo he propuesto en mi intervención que es el hecho de la muerte. La muerte nos hace pensar sobre el significado de la vida, la fragilidad de la existencia, que sentido tiene vivir si nos vamos a morir. Yo pienso que si queremos hacer a la gente sensible a las preguntas de fondo tenemos que hacerla sensible a las necesidades de fondo. Hoy en este Domingo se lee el Evangelio del joven que se acerca a Jesús y le pregunta ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?. Bueno el jóven de hoy ¿se hace la pregunta?. Es una pregunta de fondo. Una pregunta de fondo es aquella pregunta que nos nos cuestiona sobre el significado de la vida y sobre los referentes de la vida humana. Por supuesto el joven de hoy -pensamos- que no se hace la pregunta.

El joven no esta en condiciones de hacerse la pregunta, El joven está sepultado en las ofertas de la secularizacion, del mercado, de la tecnología, no tiene tiempo o no está en las circunstancias de hacerse la pregunta por la vida eterna, pero la pregunta por la vida eterna es una pregunta que surge de la experiencia de la fragilidad, de la temporalidad, de la mortalidad humana. Entonces ¿cómo hacer para sensibilizar a los jovenes de hoy para que vuelvan a hacerse la pregunta: ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?. Por eso para mi la preocupacion principal del Sínodo es -bueno si, hay que renovar el evangelio- pero ¿cuál es el enfoque? ¿a dónde tenemos que ir, a qué estrato, a qué dimensión, a qué angulo, a qué aspecto de la Humanidad tenemos que dirigirnos para que el Evangelio despierte la sensibilidad y nos abra a las realidades de trascendencia.?. Esa es mi preocupación.

P: En estos días, de todo lo que ha oído de labios del Romano Pontífice ¿qué es lo que más le ha impactado?

M. MP.- Lo que más me ha impactado es el tema del Conciliio. El Concilio como una propuesta de Iglesia, todavía vigente. Y la preocupación del Santo Padre que creo que es válida: hay que leer el Concilio sin quedarnos detrás de la letra y sin ir más allá de la letra, sino volver al Concilio tal como está escrito. Y también lo que dijo en la Homillía del 11 de octubre que el aggiornamiento es hacer vigente lo que la Iglesia siempre ha sido, hacerlo vigente para el día de hoy. Pienso que de eso se trata la Nueva Evangelización, de que el Evangelio de siempre, el Jesucristo de siempre, siga siendo pertinente para el hombre y la mujer de hoy.

P.- El tema de la santidad también ha sido tocado en las intervenciones de los padres Sinodales

M. MP.- Sí, ha surgido en tres o cuatro intervenciones la palabra santidad. Quizás se haya hablado del concepto de la santidad más veces, pero sin utilizar propiamente la palabra santidad. Pues se ha hablado de la coherencia del sentido de vida, de Jesús.Pero es que la vida cristiana es la llamada a la santidad. Entonces todo discurso en torno a la autenticidad y a la vigencia de la vida cristiana es en definitiva un apelo, una llamada a una vida en unión con Cristo, en referencia a Dios, con la fuerza del Espíritu y eso es la santidad

P. ¿Cómo se vive la Misión Continental propuesta por la Asamblea del CELAM en Aparecida en las diócesis de Guatemala su país?

M. MP.- Muy desigualmente. Las diversas diócesis han buscado distintos caminos. En las diócesis del oriente del país han buscado utilizar la metodología de las santas misiones populares y las han llevado adelante. A las diócesis del occidente no nos convenció mucho esa metodología, pero tampoco hemos tenido ninguna alternativa. y estamos en la búsqueda muy diocesana en cada una de las diócesis y todavía no se ha fraguando que es lo que tenemos que hacer, pero creo que hay una consciencia profunda de que tenemos que ser misioneros porque esto es parte integral de la vida de la Iglesia.

(fuente: www.revistaecclesia.com)

martes, 23 de octubre de 2012

Los padres sinodales debatieron cuál será su palabra para la Iglesia y el mundo

Recta final de la asamblea: hacia las proposiciones y el mensaje final.


CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 octubre 2012 (ZENIT.org).- El Sínodo sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe, entró en su recta final.

Esta mañana a las 9.00, los padres sinodales se reunieron en el Aula del Sínodo, en la decimonovena congregación general, en la que se presentó la lista única, en versión provisional, de las proposiciones que serán entregadas a Benedicto XVI, una vez concluida la asamblea. Luego, los padres sinodales se reunieron a las 11.30 por grupos lingüísticos, en los círculos menores, para preparar las enmiendas a estas proposiciones.

Los Círculos menores se reunieron también esta tarde para proseguir el trabajo. Ayer lunes, el relator general del Sínodo, su secretario y los relatores de los Círculos menores estuvieron elaborando, a puerta cerrada, la lista de las proposiciones finales.

El sábado por la mañana, en la decimoctava congregación general, fue presentado el borrador del Mensaje Final al Pueblo de Dios. Los padres sinodales discutieron y deliberaron sobre las líneas maestras del mismo.

Presentado el esquema provisional en la décimoctava sesión, el sábado 20 de octubre, el mensaje será aprobado el próximo 26 de octubre.

El cardenal Giuseppe Betori, presidente de la Comisión para el Mensaje, leyó el esquema del mensaje dirigido al mundo entero.

Se realizó también la primera votación del XIII Consejo ordinario de la Secretaría General del Sínodo, integrado por quince miembros, de los que doce son elegidos por el sínodo (tres por cada uno de los continentes Europa, África, América; y tres por Asia-Oceanía).

Juanse: "Me entregué a Dios"

Juanse dijo a Revista Gente: "A mí no me hicieron tomar la comunión:
fui yo a los 15 y la tomé. Lo mismo la confirmación. Claro que descendí
y conocí el infierno y sus derivaciones, y no es que me arrepienta,
pero ya no tengo nada que ver.
Ahora me entregué a Dios. Mi creencia se profundizó"
Bienvenidos al nuevo Juanse. El que en 2012 cumplió 50 años. El que se alejó de los vicios (dice) y se acercó a la fe. El que dejó Los Ratones y armó su propia banda, Juanse y las fieras lunáticas, junto a un socio de toda la vida como Gabriel Carámbula. El que ya no idolatra a los Stones ni le interesaría tocar con ellos. El que el único ‘vicio’ que conserva, además del rock, es hablar sin pelos en la lengua.

- ¿El rock se toca mejor en este momento de la vida o hay una esencia única en lo adolescente?

- Cada vez gusta más lo que hacés porque hay todo un asentamiento, así como no podés volver a ser el adolescente que explotó con la idea. A su vez, la idea se volvió como un dulzor. Es como cuando uno reza: al principio, cuando éramos chicos, nos obligaban a rezar, después ya rezás sólo porque te gusta, lo hacés por motus propio. Comunicación con Dios.

- ¿Rezás habitualmente?

- Sí, claro, todos los días. Soy Cristiano Católico Apostólico. Es parte de mi historia, pero desde hace 2, 3, 4 años, mucho más, porque, bueno, obviamente te cambian fichas. No es fácil entrar en la disciplina, lo tenés que sentir de verdad, no sirve si es mecánico, no cumple ninguna función.

- ¿La fe te ayudó a dejar los vicios?

- A los vicios los deja el cuerpo, porque, justamente, lo que necesitás tarde o temprano es comunicarte con Dios. Con Jesús, en mi caso. Yo soy cristianísimo. Lo que está impuro dentro de tu cuerpo contamina tu corazón, e impide que te puedas expresar con fluidez. En mi caso, es agradecimiento por poder llevar con eficacia mi trabajo, que es un oficio. Ya no es ser famoso o tener plata, eso ya fue, forma parte del pasado. Quiero es mantener mi comunicación, es mi único objetivo. Y para eso tenés que estar en perfectas condiciones generales.

- Hay artistas que piensan que no siempre los excesos van en contra de la creación, que a veces ayudan y otras destruyen..

- No hay creación, o sea, vos sos procreador en realidad, vos no creás nada. El tipo que se cree que es inventor o descubridor de algo, está totalmente loco. Todo esto está creado, lo único que tenés que hacer es valorar y entender quién hizo las cosas y se sacrificó para que puedas mantenerte intacto en lo espiritual. Lo demás es ficción. ¿Cuánto vas a vivir? ¿70, 80 años? Pasan en 20 segundos, hay que pensar un poco más allá. Pero crea cierta inhibición hablar de Jesús...

- Creo que el cuestionado no es Jesús, sino la Iglesia.

- Es un pretexto del hombre para seguir holgazaneando. Que quiere todo sin hacer nada. Como el que trabaja metódicamente porque tiene un ego gigante y piensa que va a controlar una enorme masa de gente y aproximarse a algo divino en algún momento.

- ¿Vos tuviste esa clase de ego?

- El ego lo tenés, lo que tenés que hacer es canalizarlo hacia otro lado, hacia compartir, hacia entender y no buscar el mal de los demás. Te enseña muchas cosas.

(fuente: www.clarin.com)

lunes, 22 de octubre de 2012

A través de la Fe, Dios hace nuevas todas las cosas

Hoy vamos a reflexionar sobre el regalo del año de la fe y por el cual Dios hace nuevas todas las cosas.


Este tiene que ser para todos un año especial, por eso el Papa nos propone en esta carta “Porta Fidei” que a lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

La consigna de hoy será que nos compartas la historia de tu fe descubriendo un momento especial en que Dios se hizo presente en tu vida y te permitió empezar a caminar de un modo nuevo en la presencia de Jesús.

Cada uno puede recordar la historia de nuestra fe y descubrir en un momento, una gracia especial, un instante donde el Señor nos invita a seguirlo de una nueva manera, una experiencia religiosa que nos hizo ser cristianos comprometidos. La fe es un ponernos en la presencia del Señor, creer es algo fascinante sin el cual la vida se hace difícil de transitar.

Todos tenemos creencias que dan sentido a la existencia, a nuestra identidad y a nuestra pertenencia, pero la fe cristiana es antes que nada un don, un acontecimiento, una presencia de un Dios que nos ama hasta el extremo, irrumpe en nuestra vida respetando nuestra libertad y nos invita a vivir en amistad con él.

Creer es descubrir un Dios que nos llama, que nos invita a caminar con él y a ser testigos de su reino. Dios no solo existe sino que es parte de nuestra vida. Es verdad, Dios camina conmigo y yo camino con él.

Cada uno de nosotros tenemos un recorrido de nuestra fe, y te invito que juntos veamos ese modelo de la fe que es el patriarca Abraham, todos podemos ver en él algo que también nos acontece a nosotros. Porque la fe más que un acto racional es ante todo la experiencia de una presencia que desinstala. Leemos en Génesis capítulo 12, Sal de tu tierra, de tu tribu, de tu casa, de tu padre y ve a la tierra que yo te mostraré, ese es el movimiento esencial de la fe, la ruptura con un pasado cómodo, con seguridad y la marcha intrépida de un futuro desconocido. Sal de tu tierra un presente y ve a la tierra que yo te mostraré un futuro.

Así es nuestro Dios y así es el recorrido de la fe. El Dios de la historia irrumpe en nuestra historia y nos invita a caminar en su presencia teniendo a él como garante, dejando todo aquello que me pueda anclar en lo viejo para navegar mar adentro sin amarra, apoyándome solo en Dios.

En ese caminar de la fe, el hacia donde se diluye en una promesa. Dios no le da un GPS indicándole todo el camino y cómo va a ser el final, Abraham le dice, a una tierra que yo te mostraré, la fe tiene mucho de viaje pero más de aventura. El destino final queda en la promesa de alguien que me exige confianza, impone espera y solo me pide que sepa escuchar y caminar.

Por eso el apóstol Pablo que ha hecho también esa experiencia del acontecimiento acaecido en el camino hacia Damasco, no se cansará de repetir, yo sé en quién he puesto mi confianza (Carta a Timoteo II) así lo creyó y con pasión lo predicó. Pablo acometió trabajos difíciles, encontró oposición, hizo frente a peligros de muerte, pero podía con todo porque sabía y creía con toda el alma que Jesús no le iba a fallar. Esa era su frase predilecta, yo sé en quién he puesto mi confianza.

Como Abraham, como Pablo, el hombre que cree es alguien que porque cree, camina.

Camina, no con la certeza de saber todos los pasos del camino, sino que camina porque cree y confía en aquel que lo ha invitado a caminar.

Al hombre de hoy le gusta calcular, dentro de nosotros hay un contador escondido y un vendedor de seguros encubierto. Hoy nos gusta tener todo reservado, seguro y con el menor riesgo posible. De ahí que el caminar en la fe cause escándalo y sea para muchos una locura.

Por la fe, Abraham obedeciendo a Dios partió a ese lugar que iba a recibir en herencia, sin saber adónde iba, nos dice el texto de Hebreos 11, allí está la clave, lo auténticamente cristiano de nuestra fe.

Estamos celebrando los cincuenta años del Concilio Vaticano II, quiero compartir un texto de Karl Rahner, un teólogo que ha tenido mucha presencia en el Concilio, dice en su libro La Iglesia para los demás:

La situación actual de la técnica racional de la vida de este mundo tan científico, hace que la Iglesia debe despertar continuamente el auténtico acto fundamental de la fe, y nos advierte, el verdadero peligro, el adversario de la fe hoy, no es tanto la herejía sino un concepto fundamental de la apostasía, que aleja de una relación explícita y libre entre Dios y el hombre. Apostasía que es caminar sin la presencia del Señor, caminar solamente con mi seguridad.

Vamos a pedirle al Señor esta juventud del anciano Abraham, creo para caminar, me animo a caminar sin saber adónde voy pero sí sabiendo con quien voy.

Cada uno de nosotros puede ir descubriendo que esa historia sagrada que una vez estudiamos se transforma en verdadera historia de salvación.

La historia sagrada es estudiar una historia de hechos religiosos, de presencia de Dios en el pasado.

La historia de salvación es descubrir como Dios se hace presente en la historia de todos los seres humanos y por eso la historia de la salvación no ha terminado, Jesús a través de su Iglesia, de la presencia de acontecimientos que él misteriosamente los aprovecha para hacerse presente de un modo especial, podemos decir: creo en ese Dios que es el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Estos testimonios nos van adentrando en esta certeza de que Dios camina con nosotros y en nuestra vida hay una historia de la fe.

Así como Abraham es el patriarca de la fe, el catecismo de la Iglesia Católica nos presenta a la Virgen María como la mujer de fe, la que creyó a lo largo de toda su vida, porque del sí silencioso acontecido en aquel día bendito de Nazareth llegó al sí al pie de la cruz.

Vamos a detenernos en el 13 y 14 de esta carta Porta Fide, Puerta de la Fe, con la cual el Papa nos ha convocado al año de la Fe que estamos comenzando, que dice:

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.

Aquí comienza una descripción de la historia de la Iglesia a partir de la fe de María, es un texto hermosísimo el que voy a leer ahora:

Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).

Que hermosa historia de salvación que acontece en María por la fe. Dios quiera que nosotros podamos vivir todo esto por la fe, podamos vivir esta fe que se hace testimonio, que se hace entrega, porque la fe es el gran motor de nuestro caminar. Nosotros creemos y porque creemos vivimos todo esto tan hermoso.

La fe te moviliza, la fe te hace caminar, la fe te hace vivir tu historia de salvación y transformar la historia de los demás.

No solo María por la fe realizó muchas cosas porque el texto nos dice también, que:

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

Todas estas son actitudes que nosotros debemos vivir, creer en las palabras que anuncian el reino de Dios significa también vivir en comunión con Jesús.

Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.

El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).

Benedicto aborda acá un tema que le entusiasma profundamente, que lo ve como necesario hoy más que nunca vincular fe, caridad y esperanza.

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo.

Una vez le hicieron una entrevista a un periodista norteamericano que había pedido permiso a la Madre Teresa para acompañar todo un día de su actividad y terminada la jornada, al despedirse el norteamericano, le dice: yo realmente le admiro, yo no hubiera hecho todo lo que usted hizo por un millón de dólares, y la Madre Teresa lo cortó y le dijo, yo tampoco; lo hago porque creo que Jesús está detrás de cada uno de aquellos que he socorrido.

El amor, la solidaridad en la fe, se transforma en un acto de cercanía al hermano y de verdadera adoración, por eso la fe impregnada por la caridad es la que me ayuda a actuar con amor, y cuando el amor tiene el fundamento de la fe, tiene una fuerza especial, porque no solo es un acto humano de acercamiento y solidaridad sino que es un acto teológico de adoración. La Madre Teresa adoraba a Jesús Eucaristía en el altar y después seguía en contacto cuidando y abrazando a ese Jesús pobre que lo encontraba detrás de cada uno de esos rostros que la providencia le permitía acercarse.

Juan Pablo II insistirá que el amor al pobre no solo es un acto de solidaridad, es un acto de fe cristológico.

Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).

La fe no nos hace huidizos de la historia, no nos hace fugitivos de la historia, nos pone mirando al cielo pero para construir la tierra. Nos pone trabajando en la tierra para un día gozar definitivamente de la presencia de aquel a quien en la tierra le rezamos, lo socorrimos, lo asistimos. Que hermosa visión, como nos unifican estas virtudes.

Permítanme terminar con esta advertencia que nos hacía un teólogo que estuvo muy cerca del Concilio, hoy puede haber un peligro de apostasía que puede ser sutil, incluso esconderse bajo la forma del bien y se puede dar en la vida de muchos creyentes y no practicantes, consiste simplemente en no dejar a Dios ser Dios, a querer hacerle decir a Dios lo que yo quiero, de esta manera domesticamos a Dios, interceptamos sus caminos, lo reducimos a una ideología y con mucha voluntad buscamos que se incorpore a nuestra forma de pensar. Al Dios de la vida lo volvemos a matar nuevamente y de esta muerte ya Dios no puede resucitar porque si nosotros no somos capaces de abrir la puerta de nuestro corazón a su gracia y a su novedad, él no puede hacer nuevas todas las cosas.

Por eso en este año de la Fe que iniciamos, animémonos con toda la Iglesia a nacer de nuevo, creer que él puede hacer nuevas todas las cosas incluso transformar el corazón de este practicante un poco aburguesado, gustador de las orillas y de las seguridades en un sencillo peregrino de la fe, que camina simplemente confiado en la certeza y la presencia del Señor porque cree.

Terminamos con una hermosa poesía:

Quien no se lanza mar adentro
nada sabe del azul profundo del agua,
ni del hervor de las aguas que bullen.
Nada sabe de las noches tranquilas,
cuando el navío avanza
dejando una estela de silencio.
Nada sabe de la alegría
de quedarse sin amarras,
apoyado solo en Dios,
más seguro que el mismo océano.
Desventurado aquel que se queda en la orilla
y pone toda su esperanza en tierra firme,
la de los hombres razonables,
calculadores, seguros de sí mismos,
que imaginan ser ricos y están desnudos,
que creen construir para siempre
y solo amontonan ruinas que siempre les traicionan.

(fuente: www.radiomaria.org.ar)

domingo, 21 de octubre de 2012

"Jesucristo vino a servir y a dar su vida por la salvación de todos"

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 10, 35-45)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. El les dijo:” ¿Qué es lo que desean?” Le respondieron: “Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les replicó: No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado? Le respondieron: “sí podemos”. Jesús les dijo: “Ciertamente pasarán las pruebas que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, eso es para quienes está reservado”. Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya sabe que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario : el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero , que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Hoy el pasaje evangélico no deja muy bien que digamos a esos primeros discípulos, que tanto admiramos por haber acompañado en vida a Jesús. Marcos nos los presenta a unos, demasiado preocupados por copar los mejores puestos, y a los demás, molestos por lo que otros se habían atrevido a pedir. Y sin embargo nos caen simpáticos esos hombres hom¬bres que seguían a Jesús ilusionados por conseguir algún beneficio personal tras tanto esfuerzo, que iban alimentando su fidelidad al Maestro a base de esperar de él una recompensa mejor. Nos caen simpáticos porque, en el fondo, nos podemos reconocer en su comportamiento: ¡son tan parecidos a nosotros! Puesto cuanto más nos parezcamos, más pertinente será la lección que Jesús les dejó.

I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en como lo dice

El tercer anuncio de la pasión (Mc 10,32-34) es la más detallada de las tres predicciones, tanto que parece ser una especie de guión anticipado del relato de la pasión que vendrá a continuación. Al vaticinio sigue una instrucción, organizada en torno al motivo de la próxima pasión (Mc 10,38-39.45).

La escena se divide, claramente, en dos momentos: Jesús es abordado, primero, por los hijos del Zebedeo que buscan puestos de privilegio (Mc 10,35-40) y responde, después, a la reacción de los otros diez declarando el servicio universal como norma de la vida común. A los hermanos ambiciosos les propone la cruz, a los discípulos envidiosos el ministerio fraterno.

Los hijos del Zebedeo son hermanos y están hermanados por su ambición e inconsciencia. Lo señala Marcos en un vivo diálogo entre ellos y Jesús: a la repetida petición de los discípulos (Mc 10,35.37) responde Jesús con una pregunta renovada (Mc 10,36.38). Jesús no niega lo que piden, afirma que no saben qué están, en realidad, pidiendo y les cuestiona que lo merezcan. Jesús repite el motivo del cáliz y del bautismo en sus respuestas (Mc 10,38.39) sin asegurar dar lo que se le pide: sentarse junto a él (Mc 10,37.40). Sí que les predice una suerte como la suya (Mc 10,39). No obtendrán lo que desean, pero tendrán la fortuna de compartir suerte con Jesús.

Como pocas veces, en todo su relato, Marcos ha puesto aquí al descubierto la gran distancia que media entre el proyecto de Jesús y los proyectos que se hacen cuantos le siguen. El discípulo puede – y ése es el drama – se seguir a Jesús con tal de conseguir la propia gloria. Se puede acompañar a quien camina hacia su muerte soñando en triunfar más, y antes, que los mismos compañeros de aventura. No les ha preparado suficientemente la pasada instrucción (Mc 9,30-32); y Jesús tendrá, de nuevo, que intentar ganarlos para que se solidaricen con él. No son honores o poder sino el bautismo de sangre lo único que está en su mano compartir con quienes le acompañan.

En el relato se perciben problemas de la comunidad cristiana. A partir del recuerdo de una petición, a situar seguramente durante el ministerio de Jesús (Mc 10,35.37.38a.40), se añadió la sentencia del cáliz y del bautismo, que da por supuesta la muerte de los dos discípulos que anduvieron en busca de prebendas (Mc 10,38b-39; cf Hch 12,2; ¿Jn 21,23?). Los que, un día, se atrevieron a pedir la gloria junto a Jesús ya han muerto tras él: el triunfo que desearon lo han alcanzado con el martirio. No es otro ni mejor, recuerda Marcos a los suyos, el destino del que sigue a Jesús.

II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida

Tras predecir de nuevo su próximo final cruento, Jesús tiene que soportar la petición de privilegios por parte de dos discípulos. Mayor incomprensión apenas puede imaginarse: mientras el maestro piensa en dar la vida, sus seguidores siguen pensando en obtener favores. Y hasta resulta lógica la indignación de los demás discípulos, al enterarse; pero no es demasiado honrosa: se molestan no porque esos dos no entendían a su señor, sino porque se atrevieron a pedirle honores en exclusiva. Jesús reacciona diferenciadamente: a los que le pidieron privilegios les predice una muerte solidaria con la suya, ése será su honor; a los que se indignaron, les propone el servicio al hermano como camino mejor para el discípulo.

Habría que verse retratados en esos discípulos, unos por pensar en glorias, mientras caminan con su Señor hacia la cruz, otros por sentirse traicionados ante la audacia de los primeros, sólo porque se atrevieron a esperar más de Jesús; en ambos casos, la pequeñez de miras es el elemento común. Pero no hay que culpar a los primeros discípulos: ¿acaso entendemos nosotros hoy, una vez muerto Cristo por nosotros, que no es posible el seguimiento sin aceptar la propia cruz?

Como ellos también nosotros mantenemos la secreta ilusión de que conseguiremos más fácilmente de Jesús lo que le pidamos precisamente porque somos de los pocos que le hemos seguido de cerca durante tanto tiempo: ¿cómo nos iba a negar el poder sentarnos junto a él, si junto a él hemos hecho tanto camino? Pero, por otra parte, ¡cómo no indignarse contra quien ruega que se le concedan en exclusiva favores que nosotros ambicionamos en silencio! ¿para qué sirve ser discípulos de Jesús, si éste no premia el esfuerzo a todos por igual? Si de alguna forma nos sentimos retratados en la actitud de los primeros discípulos de Jesús, la reacción del Maestro y sus palabras pueden significar para nosotros hoy una severa llamada de atención y una ocasión de oro para preguntarnos, en la intimidad de nuestra conciencia pero en la presencia de Dios, por las razones que nos llevan a ser hoy discípulos de Jesús.

Nada más natural que quien, como los hijos del Zebedeo, hubiera dejado casa y patrimonio, padre y criados, familia y trabajo, por seguir a Jesús, esperase algo mejor a cambio; no se renuncia a nada por nada. Y es comprensible que así se lo hicieran ver al Maestro en un momento de sinceridad; deseaban asegurarse el propio futuro con tiempo, evitar correr el riesgo de que, habiendo preferido a Jesús, no fueran ellos luego sus preferidos. Y se atrevieron a pedírselo, porque ellos ya le habían demostrado su entrega y entusiasmo; hay que advertir, además, que no pedían nada extraordinario: quienes le habían acompañado en todo momento, querían no dejarle solo nunca, - ¡y mucho menos, claro está! - cuando estuviera en el cielo.

Jesús, a diferencia de los demás discípulos, no tomó a mal el que le hubieran venido con semejante pretensión, pero, curiosamente, les reprocha no saber muy bien qué están pidiendo: quien quiera estar cerca de él en el cielo ha de ser capaz en la tierra de beber su mismo cáliz y recibir el mismo bautismo; aspirar a reinar un día junto a Cristo impone el compartir vida y muerte por los demás todos los días; no cuenta, pues, el haber estado junto a Jesús mientras vivía sino el vivir y, sobre todo, el morir como él murió dando la vida por los demás.

¡En verdad que no sabían aquellos discípulos lo que pedían!. Como no sabemos tampoco nosotros lo que deseamos de Jesús cuando llegamos a él rogándole milagros, pidiéndole un buen trato, exigiendo honores o - simplemente - buena fortuna, sólo porque le hemos sido fieles hasta ese momento. Nuestra fidelidad, intentada tantas veces y tan pocas conseguida, nuestros esfuerzos por seguirle de cerca caminando a su paso y a la luz de su palabra, no nos ponen en mejores condiciones para conseguir un puesto mejor ni nos aseguran que estaremos con él en el cielo. Sólo si nos atrevemos a dar la vida como él, sólo si tenemos su mismo fin, tendremos un destino idéntico, nos sentaremos para siempre junto a él: compartirá el triunfo de Jesús no quien se atreve a pedirlo, sino quien no rehúsa su fracaso aparente.

Tenemos que reconocer que también nosotros, como los hijos del Zebedeo, nos creemos con cierto derecho para reclamar a Dios un mejor trato; con frecuencia nos presentamos ante él con la esperanza de obte¬ner mayores honores que los demás, sólo porque nuestra ambición ¡y nuestra inconsciencia! ha sido mayor. Jesús no se deja pedir favores de quien no está dispuesto a arriesgar nada por él; Dios Padre no asegura la vida eterna a quien no esté dispuesto a dar la propia, la que uno va a perder de todas maneras, por los demás. Deberíamos pensar un poco más antes de presentarnos con nuestras exigencias a Dios en la oración; deberíamos, sobre todo, no quejarnos tanto de no conseguir nada de Dios, a pesar de lo mucho que le pedimos: si nos parece que El no se acuerda de nosotros, si nos da la impresión de retrasarse en respondernos, si no cumple nuestros deseos cada vez que se los presentamos, ¿no será que ya no nos acordamos de su voluntad, que no respondemos ya de su ley, que no nos importan sus deseos? Quien, como los hijos del Zebedeo, pide favores sin saber que ha de dar la vida a cambio, no sabe lo que pide; y quien no pide nada especial a Dios pero le está dando su vida entera, como Jesús, está seguro de conseguir un día todo cuanto hoy más desea.

Nada más lógico asimismo que los demás discípulos, que compartían con los hijos del Zebedeo la fatiga del seguimiento, se indignaran al conocer sus deseos: pedir para uno el primer puesto, esperar de Jesús el honor mayor, suponía el negárselo a todos los demás; quienes así se portan, no se comportan como camaradas auténticos. Con todo, Jesús no atendió las razones de los que vinieron con quejas: sólo por no haberse atrevido a pedirle un imposible no eran mejores que quienes lo habían hecho; más aún, su enojo les privaba de razón: los discípulos de Jesús ni ambicionan primeros puestos ni se entristecen si no los consiguen. El seguidor de quien vino sólo a servir no puede confundirse con los ambicionan el poder; quien aprende del que vino a dar la vida por los demás, no debe pensar en robársela a nadie: el cristiano que ambicione mejores puestos, mayores privilegios, honores seguros, ha de buscar los últimos lugares, ponerse a disposición de todos, entregarse a quien lo necesite. Y ello sin más motivo, sin otro beneficio, que el de actuar como Cristo, que vino a servir y a dar la vida por todos.

Tomemos en serio la lección que Jesús dio a sus mejores discípulos; si queremos seguir a Jesús, no le sigamos por lo que nos puede dar ni por los bienes que de él confiamos obtener; no ambicionemos sacar provecho de una vida de fe y de nuestro esfuerzo cotidiano de fidelidad; no merecerían la pena un Dios a quien servimos, ni Jesús a quien seguimos, sólo porque de ellos esperamos que cumplan nuestros deseos y den satisfacción a nuestra necesidad. Deberíamos hoy preguntarnos por cuanto de Jesús esperamos, y por lo que le pedimos; tendríamos que examinar si lo que nos lleva a Jesús no son más que nuestro prurito de triunfo y los deseos de triunfar en la vida: no sea que Jesús esté defraudándonos sólo porque esperamos de él cuanto no quiere darnos.

Recordándonos la insólita petición de esos discípulos hermanos y la airada reacción de los restantes, el evangelio nos advierte: quien se mantiene junto a Cristo, no puede esperar de él favores extraordinarios o éxitos momentáneos; de quien es cristiano sólo se puede esperar lo que ya cumplió su maestro, la entrega de su vida en favor de los demás. El sacrificio personal, que no el triunfo, el servicio desinteresado, y no el medro social, es el criterio de autentificación: es seguidor de Cristo sólo quien le sigue hasta el final.

(fuente: say.sdb.org/blogs/JJB)
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