Buscar en mallinista.blogspot.com

viernes, 31 de agosto de 2012

Argentina: “El Código Civil y nuestro estilo de vida”

Miercoles 22 Ago 2012 | 18:26 pm Buenos Aires (AICA): Los obispos participantes de la 162º reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) dieron a conocer ayer un mensaje titulado: “El Código Civil y nuestro estilo de vida”.

En el documento llaman a “renovar nuestro compromiso ciudadano colaborando en el debate por la reforma del Código Civil” y advierten que “ésta, como otras reformas legislativas recientes o en curso, afecta nuestra cultura y nuestra vida cotidiana; proyecta cambios que nos tocan de cerca”.

Los obispos afirman que “el modelo de familia proyectado por estas normas expresa una tendencia individualista y se opone a los criterios evangélicos y también a valores sociales fundamentales, como la estabilidad, el compromiso por el otro, el don sincero de sí, la fidelidad, el respeto a la vida propia y ajena, los deberes de los padres y los derechos de los niños”.

En el mensaje piden vivir en una sociedad “en la cual se fomenten los vínculos estables y en donde se dé prioridad a la protección de los niños y de los más indefensos” y aseguran que “es necesario que reconozcamos y demos protección jurídica a toda vida humana desde la concepción, y que recordemos que no todo lo científicamente posible es éticamente aceptable”.

Asimismo, se informó que monseñor José María Arancedo, en su carácter de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) participará hoy, jueves 23, a las 17.30, en el debate que se lleva a cabo en la Comisión Bicameral del Congreso de la Nación, con el propósito de ofrecer los aportes del Episcopado a la reforma del Código Civil. Irá acompañado por el Pbro. Andrés Tello Cornejo, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para la Vida, una comisión constituída especialmente para estudiar temas referidos a la familia y a la vida humana.

Texto completo de la declaración de abril de 2012

A continuación adjuntamos el texto completo de la declaración de la 162ª reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina.


El Código Civil y nuestro estilo de vida

"Que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna" (1Tim. 2, 1-3).

1. El compromiso ciudadano “Queremos ser Nación”: es lo que venimos rezando juntos, porque somos conscientes de que el Señor nos ha regalado un inmenso don: nuestra Patria; y nos ha dejado una tarea: la construcción de nuestra Nación. Hoy los obispos deseamos hacer un llamado a renovar nuestro compromiso ciudadano colaborando en el debate por la reforma del Código Civil. Queremos contribuir a tener una mejor legislación para todos.

2. Importancia de la Reforma: Ésta, como otras reformas legislativas recientes o en curso, afecta nuestra cultura y nuestra vida cotidiana; proyecta cambios que nos tocan de cerca. Según el Código Civil que resulte sancionado se contestarán preguntas como: ¿Cuándo comienza un ser humano a tener el derecho de llamarse persona? ¿Cuál es el sentido de constituir legalmente una familia? ¿Con qué respeto hemos de considerar a las mujeres, especialmente a las más vulnerables? ¿Qué pueden dejar los padres a sus hijos al morir? ¿Tendrán derecho a la identidad los hijos concebidos en laboratorios? ¿Podrán ser concebidos hijos de personas muertas?

3. Función y efectos del Código Civil: En el Código Civil se regulan derechos vinculados a la vida personal, matrimonial, familiar, social, económica, de todos nosotros. En él se expresa de alguna manera la forma y el estilo de vida que como sociedad queremos promover. Tiene, por eso, una función pedagógica y efectos de muy largo plazo. Podríamos afirmar: dime cómo legislas y te diré qué sociedad deseas. La sanción de un nuevo Código Civil y Comercial es seguramente la reforma legislativa más importante de las últimas décadas por la variedad de cuestiones implicadas y por la entidad de algunos de los cambios propuestos. Por eso coincidimos con el reclamo de academias, colegios profesionales, universidades, iglesias y otras personas e instituciones que con toda razón vienen pidiendo que a la discusión en el Congreso se le otorgue todo el tiempo que sea necesario. Sería conveniente, además, la realización de audiencias públicas en cada provincia.

4. Principales cuestiones en juego: La reforma propuesta contiene aspectos positivos; sin embargo necesitamos reiterar la preocupación acerca de algunas cuestiones de fundamental importancia.

El modelo de familia proyectado por estas normas expresa una tendencia individualista y se opone a los criterios evangélicos y también a valores sociales fundamentales, como la estabilidad, el compromiso por el otro, el don sincero de sí, la fidelidad, el respeto a la vida propia y ajena, los deberes de los padres y los derechos de los niños.

Si se aprueba sin modificaciones este proyecto, algunos seres humanos en gestación no tendrán derecho a ser llamados “personas”. La maternidad y la paternidad quedarán desfiguradas con la denominada “voluntad procreacional”; se legitimará, por un lado, la promoción del “alquiler de vientres” que cosifica a la mujer y por otro, el congelar embriones humanos por tiempo indeterminado, pudiendo ser éstos descartados o utilizados con fines comerciales y de investigación. Se discriminará, en su derecho a la identidad, a quienes sean concebidos por fecundación artificial, porque no podrán conocer quién es su madre o su padre biológico. Los cónyuges que se unan en matrimonio, no tendrán obligación jurídica de fidelidad ni tampoco de convivir bajo un mismo techo; los lazos afectivos matrimoniales quedarán debilitados y desvalorizados.

Queremos una sociedad en la cual se fomenten los vínculos estables y en donde se dé prioridad a la protección de los niños y de los más indefensos. Los deseos de los adultos, aunque parezcan legítimos, no pueden imponerse a los derechos esenciales de los niños. Como adultos, tenemos más obligaciones que derechos. Es necesario que reconozcamos y demos protección jurídica a toda vida humana desde la concepción, y que recordemos que no todo lo científicamente posible es éticamente aceptable.

5. El papel de la fe religiosa en el debate político: Benedicto XVI ha enseñado repetidas veces que la justicia de las leyes y de las acciones de gobierno tiene su fundamento en valores objetivos, que el hombre puede conocer guiado por su razón. El papel de la fe religiosa es ayudar a la razón para que descubra con claridad esos principios morales y los aplique rectamente. Es por ello que los católicos tenemos no sólo el derecho, como todo ciudadano, sino también la obligación de hacer nuestro aporte al debate público. Queremos proponer y ser escuchados.

6. Una oportunidad para actuar todos en bien de la Nación: Por eso, la hora nos reclama a los cristianos el testimonio personal y comunitario de Jesucristo para que resplandezca en medio de los hombres el amor de Dios, que es el verdadero fundamento y modelo de las relaciones humanas. Las reformas propuestas, junto con otras ya producidas o en curso de tratamiento legislativo, interpelan fuertemente a la Iglesia. A nosotros como pastores. A las madres y los padres de familia, a quienes corresponderá vivir su matrimonio aún más comprometidamente y formar a sus hijos en los valores evangélicos y en la verdad sobre la persona, con mirada lúcidamente crítica sobre lo que nos rodea. A los sacerdotes, diáconos, consagrados y catequistas, que deben comunicar estos contenidos y compromisos vitales con su palabra y testimonio. A las escuelas y docentes, llamados a acompañar y apoyar a los padres en esta difícil tarea con coherencia y valentía. A los profesionales de la salud, quienes pueden verse enfrentados a situaciones en que tengan que decidir en conciencia. A los abogados y jueces, llamados a defender la justicia y el bien de la persona en todas las situaciones que se les presenten.

7. Exhortación particular a los legisladores: Hacemos un particular llamado a los legisladores para que asuman en plenitud sus responsabilidades, estudien a fondo las reformas propuestas, sean fieles a la herencia y a las tradiciones patrias y estén abiertos a escuchar todas las voces que tienen algo que decir al respecto. Y finalmente, que no dejen de escuchar a la voz de su conciencia, evitando que las legítimas pertenencias partidarias los lleven a votar en contra o al margen de aquella.

8. Convocatoria a la oración y la reflexión: Invitamos a las comunidades parroquiales, educativas, instituciones y movimientos a organizar en las próximas semanas alguna jornada de oración y reflexión. En comunidad podremos orar a Dios, Padre de todo bien, a Jesucristo el Señor, y al Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Pidamos que bendiga a nuestra Patria e ilumine a nuestros legisladores y gobernantes, concediéndoles la sabiduría necesaria para trabajar por la paz, la amistad social y la defensa de todas las personas, privilegiando a los más pobres y débiles. Hagámoslo a semejanza de la primera comunidad cristiana, íntimamente unidos, dedicados a la oración y la reflexión, en compañía de María, la madre de Jesús y madre nuestra de Luján.

Los Obispos de la 162º Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina 
Buenos Aires, 22 de agosto de 2012 +

Cuarto mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre

“Recuerda siempre que lo mejor de ti lo heredaste de tu padre y de tu madre, y puesto que no tienes ya tal vez la dicha de poder demostrarles tu amor en este mundo, déjales que sigan engendrándote a través del recuerdo. Tu sabes muy bien que todos tus esfuerzos personales jamás serán capaces de construir el amor y la ternura que te regaló tu madre, y la honradez y el amor al trabajo que te enseñó tu padre” 
(Martín Descalzo) 

Consigna: ¿Cómo crees posible de poder honrar a tu padre y a tu madre?

“Honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar”. El texto de Éxodo 20, 12 nos pone de cara al cuarto mandamiento, al que Jesús honraba más que bien según dice el texto de Lucas 2, 51 “Vivía sujeto a ellos”.

Una poesía, una canción, un recuerdo, una foto, un mensaje de texto. Honra a tu padre y a tu madre.

Vivía sujeto a ellos, dice la palabra. El Señor Jesús recordó también la fuerza de este mandamiento de Dios. El apóstol Pablo decía: “Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo, honra a tu padre y a tu madre, dales el primer mandamiento que lleva consigo una promesa para que seas feliz y prolongues tu vida sobre la tierra”.

El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla, en la primera todo está referido a Dios. En la segunda se indica el orden de la caridad de Dios para con los hermanos.

Honremos a nuestros padres, a los que les debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de la vida y de Dios en la vida. Obligados a honrar y respetar a todos los que Dios para nuestro bien se ha constituido bajo la figura de quienes nos acompañan por su autoridad delegada por Dios, que pueden ser no justamente los que nos dieron la vida, en el vínculo de sangre, sino otros que hicieron las veces de padres para nosotros. Este precepto se expresa de forma positiva indicando los deberes a cumplir, anuncia los mandamientos siguientes que contiene un respeto particular por la vida, hace referencia al matrimonio, a los bienes terrenos, al valor de la palabra, es el fundamento de la doctrina social de la iglesia. El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con los padres porque esta relación es la más universal, se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar y exige que se de honor, afecto y reconocimiento a los antepasados. Por eso, la memoria y el amor hacia quienes nos son puestos por Dios como referencias y bajo el signo de la autoridad que muestra el rostro de Dios en medio nuestro hoy quiere hacerse canción, hoy quiere hacerse poesía, foto, recuerdo, anécdota, te invitamos a compartir la memoria agradecida, el recuerdo y la honra por tu padre, por tu madre siguiendo este mandamiento, el cuarto, honra a tu padre y a tu madre.

Este mandamiento implica, se sobrentiende, a los deberes que tenemos para con los padres, para con los tutores, para con los maestros, para con quienes ejercen una autoridad sobre nosotros o sobre la comunidad de las personas reunidas para compartir una misma suerte, un mismo destino. El cumplir el cuarto mandamiento lleva su recompensa, dice la palabra, honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te va a dar.

La observancia de este mandamiento trae como fruto espiritual, temporal, de paz, la prosperidad. La no observancia de este mandamiento entraña, dice el catecismo, daños para las comunidades y las personas humanas. Qué necesidad tiene occidente, sobre todo, de poner en su lugar a nuestros viejos y a nuestra autoridad legítima, la que ejerce el padre y la madre con sus aciertos y también con sus defectos. En oriente el valor de los ancianos es puesto entre los primeros valores que la sociedad contempla para el resguardo de sí misma. En una empresa en oriente se vela para que quienes ejercieron los cargos de autoridad en otro tiempo tengan un lugar de referencia respecto de las generaciones nuevas que llevan adelante la compañía, la organización, la fabrica porque se considera que en ese piso, en el último de los pisos donde se crea una oficina con todo el confort y con todas las posibilidades para el desarrollo final de la vida de quienes ejercieron ejecutivamente tareas de importancia para la empresa, está concentrado todo el saber que la empresa desarrolla para los tiempos que corren. Es como sabiamente poner en su lugar lo que hace al origen de una determinada cultura, en este caso la de un emprendimiento. Pero eso mismo se hace cuando se organiza la familia. La figura del abuelo, de la abuela o del bisabuela o bisabuelo, son unas figuras claves entorno a la cual el resto de la familia se ordena y se organiza. Porque es en el velar sobre los valores que éstos dejaron donde se concentra la posibilidad de ser de las generaciones venideras.

Honra a tu padre y a tu madre y tendrás una larga vida y Dios te llenará de paz.

Es posible que vos tengas en la vida la marca de la ausencia de papá o de mamá, que no brillen por una presencia significativa en el vínculo de sangre. Sin embargo hay una voz que suena también en esta mañana para vos. El Señor quiere darte en el salmo 68, 5-6, el consuelo. El Señor es Padre de huérfanos y defensor de viudas en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados y seguramente hay alguien que ocupó el lugar que no pudo, que no supo, no quiso ocupar quien tenía que ocuparlo. Si alguien ha llegado a ser cristiano faltándole uno de los padres o ambos, sepa que en la iglesia se encuentra y encontró socorro y en la comunidad y bajo la providencia de Dios posiblemente encuentre más de un padre y muchas madres, y va a encontrar muchos hermanos. El Señor nos manda a que honremos a nuestros padres y a nuestras madres, no dice padres en plural sino que los individualiza. Es necesario honrar al papá, es necesario también honrar a la mamá para que te vaya bien, para que te vaya muy bien. El contraste es que si tú y yo no honramos padre y madre podemos llegar a fracasar. El Señor no nos va a bendecir. El hijo que maldice, que deshonra a su padre, a su madre, se expone a que el Señor salga en su defensa. Dios es Padre, Dios es Dios y Padre de nuestro Señor Jesús.

El primer conocimiento de Dios que tenemos al menos los que provenimos de familia, viene de éste lugar, del encuentro con esta figura que marca el rostro de Dios, que Jesús ha venido a mostrarnos. Dios es Padre.

Mi padre según pasan los años:

Cuando tenía 4 años, mi papá podía hacer de todo. Cuando 5, sabía un montón. A los 6, mi papá era más inteligente que el de los otros. A los 8 mi papá no sabe exactamente todo. A los diez es la época en que cuando mi papá creció las cosas eran distintas. A los 12, mi papá no sabe nada de eso, es demasiado viejo para recordar su infancia. A los 14, no le hagas caso a mi viejo, está anticuado. A los 21 está fuera de onda y sin recuperación posible. A los 25, papá sabe un poco de eso pero no puede ser de otra manera puesto que ya tiene sus años. A los 30, no voy a hacer nada hasta no hablar con papá. A los 40, me pregunto ¿Cómo habría manejado esto papá? El inteligente, tenía un mundo de experiencia. A los 50, daría cualquier cosa porque papá estuviera aquí para poder hablar esto con él. Lástima que no volveré a tener la inteligencia que él tiene. Podría haber aprendido mucho más de él.

En la comunidad conyugal está establecida, nos decía el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre el consentimiento de los esposos, el matrimonio y la familia están ordenados al bien de ellos, de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos, la generación de la vida que de allí surge, establece entre los miembros de la familia relaciones personales que son como un santuario, donde hay que velar y cuidar para que allí reine la presencia de aquel que da origen a la convivencia familiar.

Hay una frase de mi padre, que en estos días, ya a los 83 años, mientras pierde la memoria para muchas cosas, hay otras que las tiene como siempre repetidas y nos deja como enseñanza: “Vivir es fácil, lo difícil es poder convivir”. Hacer del lugar en donde vivimos, un poder estar junto a otros. Tal vez porque en el secreto de la vida, él haya encontrado que allí donde aprendemos a estar con otros, Dios se hace presente y del vínculo que establecemos entre nosotros, se resguarda desde ese lugar lo sagrado de la presencia de lo divino en la convivencia familiar.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

jueves, 30 de agosto de 2012

Paralímpicos de Londres: agradecer a Dios por el don de la vida

Gustavo Fernández en los Paralímpicos 2012

Londres (Inglaterra) (AICA) La Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales emitió un comunicado donde expresa su deseo de que los 15º Juegos Paralímpicos -que se inauguran hoy en el estadio de Stoke Mandeville de Londres y que se desarrollarán hasta el 9 de septiembre-, “sean la oportunidad para reconocer el potencial de todos estos seres humanos dentro de la sociedad”.

La nota episcopal exalta la manifestación en la que “se reconoce la igualdad de oportunidades para todos los hombres y mujeres en la competencia deportiva a pesar de las dificultades”.

“Se trata de una ocasión que no hay que dejar pasar –afirmó Cristina Gangemi, responsable de los servicios para discapacitados de la Conferencia episcopal, ante los micrófonos de Radio Vaticana.

“Los Paralímpicos son un ejemplo único de fe en acción y un lugar en el que todos dan lo mejor de sus propias habilidades”. Por ello, indicó Gangemi, es importante “tratar los Juegos Paralímpicos exactamente con el mismo entusiasmo y con la misma atención” con la que se siguen las Olimpiadas.

El 8 de septiembre, al final de la manifestación paralímpica se celebrará una Misa de acción de gracias, en la catedral de San Jorge de Southwark, dirigida a todos los deportistas, del pasado y del presente, católicos, cristianos, de otras religiones y ateos, porque “juntos –indica James Parker, encargado de la Conferencia Episcopal de la coordinación de los Juegos de 2012– queremos celebrar y agradecer a Dios por el potencial precioso que cada vida encierra en sí, y en particular cómo este se manifiesta en el mundo del deporte”.

Los atletas que participarán en las competiciones son 42.000 y provienen de 166 naciones, una cifra récord para la organización de esta particular manifestación deportiva que se perfila como la más vista de la historia.+

Divorciados vueltos a casar

Suele pensarse que el divorcio es pecado, pero no es así. Suele pensarse también que los divorciados vueltos a casar han sido excluidos de la Iglesia, pero tampoco es así. Prevalecen ambas confusiones y siempre es necesario poner luz sobre estas realidades que ya son cotidianas. Es muy alto el número de matrimonios que se diluyen con la separación y ulterior divorcio formal de los esposos, cosa que proporciona sufrimiento a la familia, pues romper un hogar no es fácil y explicarle eso a los hijos, para hacerles comprender lo que ni sus propios padres comprenden, no es tarea sencilla.

El matrimonio es indisoluble porque es Sacramento y, como tal, es presencia viva de Cristo en cada persona, presencia que nadie puede diluir, menos fracturar. Así como nadie disuelve el bautismo, ni la confirmación, ni la reconciliación, ni la eucaristía, ni el sacerdocio, ni la unción de enfermos, así nadie disuelve el matrimonio. Esta afirmación encuentra fundamento escriturístico cuando Jesucristo afirma: “Desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne’. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Mc 10, 6-9). Luego la misma escritura es determinante cuando Jesús confirma, contundente, que “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10, 11-12).

Benedicto XVI acaba de arrojar luz sobre la situación de las personas divorciadas y vueltas a casar que desean vivir la fe y participar de los sacramentos. Fue a principios de este mes de junio, con ocasión de la celebración del VII Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Milán, Italia, cuando el Papa explicó: “Este problema es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas simples. Es muy importante la prevención, esto es, profundizar desde el inicio del enamoramiento en una decisión profunda, madura. Además, es fundamental que las familias no estén nunca solas, sino realmente acompañadas en su camino. Y respecto a estas personas, debemos decir que la Iglesia las ama; deben ver y sentir este amor. Las parroquias y las comunidades católicas deben hacer realmente lo posible para que se sientan amadas, aceptadas, que no están ‘fuera’ a pesar de que no pueden recibir la absolución ni la Eucaristía. Deben ver que incluso así viven plenamente en la Iglesia. Se participa en la Eucaristía si realmente se entra en comunión con el Cuerpo de Cristo. También sin la recepción del sacramento podemos estar espiritualmente unidos a Cristo. Es importante que encuentren la posibilidad de vivir una vida de fe y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia porque sirven así a todos para defender la estabilidad del amor y del matrimonio; es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe”.

Una de las muchas razones por las que los matrimonios se separan es porque al cabo de un año o dos de convivir alguno de los cónyuges llega a pensar que “ya se acabó el amor” y que no hay mayor interés en continuar. También sobre esto habló Benedicto XVI y explicó que “El sentimiento del amor ha de ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, esto es, deben entrar en juego también la razón y la voluntad. En el rito del matrimonio, la Iglesia no pregunta: ‘¿Estás enamorado’?, sino: ‘¿Quieres, estás decidido?’. El enamoramiento ha de transformarse en verdadero amor por medio de la voluntad y la razón, a lo largo de un camino, el noviazgo, de forma que realmente toda la persona, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad, diga: ‘Sí, esta es mi vida’. También son importantes la comunión de vida con los demás, con los amigos, la Iglesia, la fe, con Dios mismo”.

El matrimonio requiere de saber que se establece un compromiso de mucha formalidad, hacia el otro porque se ha hecho un pacto de amor y de fidelidad, y hacia Dios porque es un sacramento. El Señor hará su parte para mantener unidos a esos esposos, pero ellos deben esforzarse y cuidarse uno al otro porque el riesgo de ofender es continuo y porque siempre será más fácil encontrar muchísimas palabras para ofender, que para perdonar, y porque después no suele encontrarse ni siquiera una palabra para reconciliar, perdonar, y buscar ser perdonado.

(fuente: www.churchforum.org.mx)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Templanza, fortaleza, justicia y prudencia: las virtudes cardinales

Como la virtud es el camino que conduce a la verdadera felicidad, su definición no es otra que un perfecto amor a Dios. Su cuádruple división no expresa más que varios afectos de un mismo amor, y por eso no dudo en definir estas cuatro virtudes—que ojalá estén tan arraigadas en los corazones como sus nombres en las bocas de todos—como distintas funciones del amor. La templanza es el amor que totalmente se entrega al objeto amado; la fortaleza es el amor que todo lo soporta por el objeto de sus amores; la justicia es el amor únicamente esclavo de su amado y que ejerce, por lo tanto, señorío conforme a la razón; finalmente, la prudencia es el amor que con sagacidad y sabiduría elige los medios de defensa contra toda clase de obstáculos.

Este amor, hemos dicho, no es amor de un objeto cualquiera, sino amor de Dios; es decir, del Sumo Bien, Suma Sabiduría y Suma Paz. Por esta razón, precisando algo más las definiciones, se puede decir que la templanza es el amor que se conserva íntegro e incorruptible para Dios; la fortaleza es el amor que todo lo sufre sin pena, con la vista fija en Dios; la justicia es el amor que no sirve más que a Dios, y por esto ejerce señorío, conforme a la razón, sobre todo lo inferior al hombre; la prudencia, en fin, es el amor que sabe discernir lo que es útil para ir a Dios de lo que puede alejarle de Él.

TEMPLANZA (...) Pongamos primero la atención en la templanza, cuyas promesas son la pureza e incorruptibilidad del amor, que nos une a Dios. Su función es reprimir y pacificar las pasiones que ansían lo que nos desvía de las leyes de Dios y de su bondad, o lo que es lo mismo, de la bienaventuranza. Aquí, en efecto, tiene su asiento la Verdad, cuya contemplación, goce e íntima unión nos hace dichosos; por el contrario, los que de ella se apartan se ven cogidos en las redes de los mayores errores y aflicciones. La codicia, dice el Apóstol, es la raíz de todos los males, y quienes la siguen naufragan en la fe y se hallan envueltos en grandes aflicciones (1 Tim 6, 10). Este pecado del alma está figurado en el Antiguo Testamento de una manera bastante clara, para quienes quieran entender, en la prevaricación del primer hombre en el paraíso (...).

Nos amonesta Pablo (cfr. Col 3, 9) que nos despojemos del hombre viejo y nos vistamos del nuevo, y quiere que se entienda por hombre viejo a Adán prevaricador, y por el nuevo, al Hijo de Dios, que para librarnos de él se revistió de la naturaleza humana en la encarnación. Dice también el Apóstol el primer hombre es terrestre, formado de la tierra; el segundo es celestial, descendido del cielo. Como el primero es terrestre, así son sus hijos; y como el segundo es celestial, celestiales también sus hijos, como llevamos la imagen del hombre terrestre, llevemos también la imagen del celestial (1 Cor 15, 47); esto es despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. Ésta es la función de la templanza: despojarnos del hombre viejo y renovarnos en Dios, es decir, despreciar todos los placeres del cuerpo y las alabanzas humanas, y referir todo su amor a las cosas invisibles y divinas (...).

FORTALEZA: Poco tengo que decir sobre la fortaleza. Este amor de que hablamos, que debe inflamarse en Dios con el ardor de la santidad, se denomina templanza en cuanto no desea los bienes de este mundo, y fortaleza en cuanto nos despega de ellos. Pero de todo lo que se posee en esta vida, es el cuerpo lo que más fuertemente encadena al hombre, según las justísimas leyes de Dios, a causa del antiguo pecado (...). Este vínculo teme toda clase de sacudidas y molestias, de trabajos y dolores; sobre todo, su rotura y muerte. Por eso aflige especialmente al alma el temor de la muerte. El alma se pega al cuerpo por la fuerza de la costumbre, sin comprender a veces que—si se sirve el bien y con sabiduría—merecerá un día, sin molestia alguna, por voluntad y ley divinas, gozar de su resurrección y transformación gloriosas. En cambio, si comprendiendo esto arde enteramente en amor de Dios, en este caso no sólo no temerá la muerte, sino que llegará incluso a desearla.

Ahora bien, resta el combate contra el dolor. Sin embargo, no hay nada tan duro o fuerte que no sea vencido por el fuego del amor. Por eso, cuando el alma se entrega a su Dios, vuela libre y generosa sobre todos los tormentos con las alas hermosísimas y purísimas que le sostienen en su vuelo apresurado al abrazo castísimo de Dios. ¿Consentirá Dios que en los que aman el oro, la gloria, los placeres de los sentidos, tenga más fuerza el amor que en los que le aman a Él, cuando aquello no es ni siquiera amor, sino pasión y codicia desenfrenada? Sin embargo, si esta pasión nos muestra la fuerza del ímpetu de un alma que—sin cansancio y a través de los mayores peligros—tiende al objeto de su amor, es también una prueba que nos enseña cuál debe ser nuestra disposición para soportarlo todo antes que abandonar a Dios, cuando tanto se sacrifican otros para desviarse de Él (...).

JUSTICIA: ¿Qué diré de la justicia que tiene por objeto a Dios? Lo que afirma Nuestro Señor: no podéis servir a dos señores (Mt 6, 24); y la reprensión del Apóstol a quienes sirven más bien a las criaturas que al Creador (cfr. Rm 1, 25), ¿no es lo mismo que lo dicho con mucha antelación en el Viejo Testamento: a tu Señor Dios adorarás y a Él sólo servirás? (Dt 6, 13). ¿Qué necesidad hay de citar más, cuando todo está lleno de semejantes preceptos? Esta es la regla de vida que la justicia prescribe al alma enamorada: que sirva de buena gana y gustosamente al Dios de sus amores, que es Sumo Bien, Suma Sabiduría y Suma Paz; y que gobierne todas las demás cosas, unas como sujetas a sí, y otras como previendo que algún día lo estarán. Esta regla de vida la confirma, como decimos, el testimonio de los dos Testamentos.

PRUDENCIA: Poco será también lo que diga de la prudencia, a la que compete el descubrimiento de lo que se ha de apetecer y lo que se ha de evitar. Sin esta virtud no se puede hacer bien nada de lo que anteriormente hemos dicho. Es propio de ella una diligentísima vigilancia para no ser seducidos, ni de improviso ni poco a poco. Por eso el Señor nos repite muchas veces: estad siempre en vela y caminad mientras dura la luz, para que no os sorprendan las tinieblas (Jn 12, 35); y lo mismo San Pablo: ¿no sabéis que ten poco de levadura basta para corromper toda la masa? (1 Cor 5, 6). Contra esta negligensia y sueño del espíritu, que apenas se da cuenta de la infiltración sucesiva del veneno de la serpiente, son clarísimas estas palabras del profeta, que se leen en el Antiguo Testamento: el que desprecia las cosas pequeñas caerá poco a poco (Sir 19, 1) ¡Voy muy deprisa, no puedo detenerme en amplias explicaciones sobre esta máxima sapientísima; pero, si fuera éste mi propósito, mostraría la grandeza y profundidad de estos misterios, que son la burla de hombres tan necios como sacrílegos, que no caen poco a poco, sino que con toda rapidez se precipitan en el abismo más profundo.

¿A qué dar más extensión a esta cuestión sobre las costumbres? Siendo Dios el Sumo Bien del hombre—y esto no se puede negar—, se sigue que la vida santa, que es una dirección del afecto al Sumo Bien, consistirá en amarle con todo el corazón, con toda el alma y con todo el espíritu. Así se preserva el amor de la corrupción y de la impureza, que es lo propio de la templanza; le hace invencible frente a todas las adversidades, que es lo propio de la fortaleza; le lleva a renunciar a todo otro vasallaje, que es lo propio de la justicia; y, finalmente, le hace estar siempre en guardia para discernir las cosas y no dejarse engañar por la mentira y el dolo, que es lo propio de la prudencia. Esta es la única perfección humana que consigue gozar de la pureza de la verdad, y la que ensalzan y aconsejan uno y otro Testamento.

escrito por San Agustín 
(fuente: www.corazones.org)

martes, 28 de agosto de 2012

28 de Agosto: San Agustín Obispo, Doctor de la Iglesia

Agustín, significa: "Consagrado, bendecido" (Augusto en latín, era lo que estaba consagrado a Dios o lo que era bendecido por la divinidad ) Augustinos era un diminutivo de Augustus, osea un pequeño consagrado, un pequeño bendecido. nuestro santo resulto ser muy bendecido por Dios.

San Agustín ha sido uno de los santos más famosos de la Iglesia católica. Después de Jesucristo y de San Pablo es difícil encontrar un líder espiritual que haya logrado ejercer mayor influencia entre los católicos que este enorme santo. Su inteligencia era sencillamente asombrosa, su facilidad de palabra ha sido celebrada por todos los países. De los 400 sermones que dejo escritos, han sacado y seguirán sacando material precioso para sus enseñanzas, los maestros de religión de todos los tiempos.

Nació en Tagaste ( norte de África ) en el año 354. Su padre Patricio era pagano, de temperamento violento. Su madre Mónica, fervorosa católica, una gran santa. Tenía un hermano llamado Navigio ( gran amigo suyo durante toda la vida) y una hermana que fue la primera religiosa en África, y para la cual el santo escribió la famosísima regla para las religiosas, en la cual se han basado los fundadores de comunidades en todo el mundo.

JUVENTUD BORRASCOSA

De niño era sumamente inquieto, y aunque poseía una inteligencia envidiable y una memoria portentosa, tenía que castigarlo con azotes para que estudiara, porque lo único que le gustaba era jugar y divertirse. Sus padres lo mandaron a estudiar en Cartago, que era la ciudad más grande de la región, pero en el colegio se dejo llevar por los malos ejemplos y su comportamiento no fue nada santo. Eso sí, en las lecciones llego a ser numero uno, y en las declamaciones el que mas sobresalía. En las discusiones académicas era prácticamente invencible. Pero su moralidad no era ejemplar, muchos noviazgos, asistencia a funciones de teatro nada recomendables ( contra esto predica después toda la vida ).Hasta los 32 años su existencia es cadena continua de faltas y miserias morales. De todo ello habla en su más conocido libro.

UN LIBRO QUE SE HIZO FAMOSO

Cuando Agustín se convirtió al catolicismo escribió el libro Confesiones, que lo ha hecho famoso en todo el mundo. Su lectura ha sido la delicia de millones de lectores en muchos países por muchos siglos. El comentaba que a la gente le agrada leer este escrito por gozan leyendo de los defectos ajenos, pero no se esmeran en corregir los propios. La lectura de "Las Confesiones de San Agustín" ha convertido a muchos pecadores. Por ejemplo Santa Teresa cambio radicalmente de comportamiento al leer esas páginas.

PRIMEROS CAMBIOS

Cuando joven tuvo una grave enfermedad y ante el temor de la muerte se hizo instruir en la religión católica y se propuso hacerse bautizar. Pero apenas recobro la salud se le olvidaron sus buenos propósitos y siguió siendo pagano. Más tarde criticara fuertemente a los que dejan para bautizarse cuando ya son bastante mayores, para poder seguir pecando.

Luego leyó una obra que le hizo un gran bien y fue el "Hortencio" de Cicerón. Este precioso libro lo convenció de que cada cual vale más por lo que es y por lo que piensa que por lo que tiene.

CAMBIO PARA MAL

Pero luego sucedió que tuvo un retroceso en su espiritualidad. Ingreso a la secta de los Maniqueos, que decía que este mundo lo había hecho el diablo y enseñaban un montón de errores absurdos. Luego se fue a vivir en unión libre con una muchacha y de ella tuvo un hijo al cual llamo Adeodato ( que significa : Dios me lo ha dado ).

ENCONTRONES CON LA MAMÁ

Al terminar sus estudios en Cartago volvió a su tierra, Tagaste. Pero Mónica no pudo aceptar de ninguna manera que su hijo viviera en unión libre y además a la santa madre le horrorizan las herejías que su hijo profesaba en la secta de los Maniqueos. Así que, sin más ni más, lo hecho de la casa. Ella no quería ser alcahueta de los errores de su hijo.

OTRO CAMBIO

Luego leyó las obras del sabio filosofo Platón y se dio cuenta de que la persona humana vale much'isimo más por su espíritu que por su cuerpo y que lo que más debe uno esmerarse en formar es su espíritu y su mente. Estas lecturas del sabio Platón le fueron inmensamente provechosas y lo van a guiar después durante toda su extistencia.

UNA DESILUSIÓN

Se dedico a leer la Santa Biblia y se desilusiono, ya que le pareció demasiado sencilla y sin estilo literario, como los libros mundanos. Y dejo por un tiempo de leerla. Después dirá, suspirando de tristeza : "Porque la leía con orgullo y por aparecer sabio, por eso no me agradaba. Porque yo en esas páginas no buscaba santidad, sino vanidad por eso me desagradaba su lectura. ¡ Oh sabiduría siempre antigua y siempre nueva. Cuan tarde te he conocido!"

PROFESOR

En Tagaste y en Cartago, se dedicó a dar clases por nueve años, con notable éxito. Pero luego dispuso viajar a Roma, para enseñar en esa capital.

FUGA FRACASADA

La mama que temía que en Roma podría extraviársele más su hijo, dispuso acompañarlo en su viaje a Roma. Pero Agustín deseaba viajar solo y la engaño el día de embarcarse, enviándola a la Iglesia a rezar, mientras este se subía al barco. Después dirá : "Yo engañaba a mi madre, que me amaba como nadie más lo podía hacer en la tierra". Pero Mónica viajo después en otro barco y aunque al llegar a Roma se encontró con la noticia que se había ido a Milán, allá lo siguió, en adelante será como un ángel de la guarda ( en Roma se desilusionó Agustín, porque los alumnos no pagaban nada por sus enseñanzas )

SU ENCUENTRO PROVIDENCIAL

El hombre que marcó definitivamente la existencia de nuestro santo, fue San Ambrosio, arzobispo de Milán, sabio famoso, líder espiritual indiscutible en la ciudad y el país, gran orador y escritor brillantísimo. Desde el principio el joven profesor se siente como deslumbrado por la sabiduría y santidad de este gran arzobispo y empieza a no faltar a ninguno de sus sermones, y de su modo de pensar y de vivir comienza a transformarse por completo.

EL JUEGO QUE CAMBIO UNA VIDA

Agustín tiene varios amigos que lo acompañan, aconsejan y animan. Son Alipio, que desde joven lo ha ayudado siempre. Elpidio, su hermano y Adeodato, su hijo. Un día Romaniano, le cuenta la historia de San Antonio Abad que dejo su vida de riquezas y comodidades y se fue a un desierto a rezar y hacer penitencia, y Agustín exclama : "Todos estos se atrevieron a dejar su vida mundana y empezar una vida de santidad ¿ por que yo no ? ¿qué es lo que me detiene para dar este paso ?" Y fue entonces cuando en la casa de la vecina unos niños que jugaban y repetían mucho la frase : "Abre y lea !! ¡Abra y lea !! ¡ Abra y lea !! El no recordaba haber oído nunca repetir esa frase en un juego, consideró aquello como un aviso de Dios y abrió el primer libro que encontró la mano. Era la santa Biblia. Y ahí en el capítulo 13 de la Carta de San Pablo a los Romanos, en el verso 13 del capitulo 13 leyó lo siguiente : " Portemonos no como quien esta en las tinieblas y oscuridad, sino como quien obra en pleno día y a plena luz, comportémosnos de la manera más digna posible. Nada de impurezas ni de vicios o excesos de ninguna clase, no nos dejemos llevar por la carne y sus concupiscencias " Aquello fue como un relámpago en su cerebro, empezó a llorar y se dio cuenta que hasta entonces su comportamiento había sido todo lo contrario de lo que Dios manda en estas frases que acababa de leer, y que era necesario empezar una vida totalmente nueva y distinta de la anterior, tenía 32 años, los siguientes 40 años serán de sorprendente santidad, progresando cada vez más y más.

LA CONVERSIÓN

Despacho a África a la madre de Adeodato y nunca más se volverá a encontrar con ella. Abandono para siempre los juegos de azar y las fiestas mundanas (Ya había quemado los libros de los herejes Maniqueos, convencido de que lo que enseñaban eran errores horrendos) Y se dedico con todo entusiasmo a prepararse para hacerse bautizar y llegar a ser cristiano católico. Mónica gozaba lo indecible.

EL BAUTISMO

En Pascua del año 387, Agustín recibe solemnemente el bautismo de manos del arzobispo de Milán, San Ambrosio. En ese día fueron bautizados también su amigo Alipio, su hijo Adeodato que tenía 15 años.

LA MUERTE DE MÓNICA

La santa madre de Agustín, no se cambiaba por nadie, ya había logrado todo lo que anhelaba, la conversión de su hijo. Ahora podía partir contenta para la eternidad. Y entonces sucedió que viajando con Agustín para el África, antes de embarcarse en el puerto de Hostía, ella se sintió morir, y llamando a su hijo le dijo emocionada : "¿ Que me queda por esperar en esta vida ? Ya he logrado lo que más deseaba: verte cristiano católico" Y expiró en sus brazos dulcemente. Agustín la lloró amargamente y durante toda su vida guardo su recuerdo, como su tesoro más preciado de la juventud.

SACERDOTE Y OBISPO

Al volver al África fue ordenado sacerdote y el obispo Valerio de Hipona, que tenía mucha dificultad para hablar, lo nombró su predicador. Y pronto empezó a deslumbrar con sus maravillosos sermones. Predicaba tan hermoso, que nadie por ahí, había escuchado hablar a alguien así, a gente escuchaba hasta por tres horas seguidas sin cansarse. Los temas de sus sermones, eran todos sacados de la santa Biblia, pero con un modo tan agradable y sabio que la gente se entusiasmaba.

Y sucedió que al morir Valerio, el obispo, el pueblo lo aclamo como nuevo obispo y tuvo que aceptar. en adelante será un obispo modelo, un padre bondadoso para todos. Vivirá con sus sacerdotes en una amable comunidad sacerdotal donde todos se sentirán hermanos. El pueblo siempre sabia que la casa del obispo Agustín siempre estará abierta para los que necesitan ayuda espiritual o material. Será gran predicador invitado por los obispos y sacerdotes de comunidades vecinas y escritor de libros bellísimos que han sido y serán la delicia de los católicos que quieran progresar en la santidad. El tenía la rara cualidad de hacerse amar por todos.

MARTILLO DE LOS HEREJES

Había en el norte de África unos herejes llamados Donatistas, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores y que como católicos solamente deben ser admitidos los totalmente puros ( pero ellos no tenían ningún reparo en asesinar a  quienes se oponían en sus doctrinas ) Agustín se les opuso con sus elocuentes sermones y brillantísimos escritos, y ellos no eran capaces de responderles a sus razones y argumentos. Al fin el Santo logró llevar a cabo una reunión en Cártago con todos los obispos católicos de la región y todos los jefes de los Donatistas y allí los católicos dirigidos por nuestro santo derrotaron totalmente en todas las discusiones a los herejes, y estos fueron abandonados por la mayor parte de sus seguidores, y la secta se fue acabando poco a poco.

LOS PELAGIANOS

Vino enseguida otro hereje muy peligroso. Un tal Pelagio, que enseñaba que para ser santo no hacía falta recibir gracias o ayudas de Dios, sino que uno mismo por su propia cuenta y propios esfuerzos logra llegar a la santidad. Agustín que sabía por triste experiencia que por 32 años había tratado de ser bueno por sus propios esfuerzos y que lo único que había logrado era ser malo, se le opuso con sus predicaciones y sus libros y escribió un formidable tratado de "La Gracia", el cual prueba que nadie puede ser bueno, ni santo, si Dios no le envía gracias ni ayudas especiales para serlo, en este tratado tan lleno de sabiduría, se han basado después de los siglos, los teólogos de la Iglesia católica para enseñar acerca de la gracia.

SU ULTIMO LIBRO

Cuando Roma fue saqueada y casi destruida por los bárbaros de Genserico, los antiguos paganos habían dicho que todos estos males habían llegado por haber dejado de rezar a los antiguos dioses paganos y por haber llegado la religión católica. Agustín escribió entonces un nuevo libro, el más famoso después de las Confesiones, "La Ciudad de Dios" ( empleó 13 años redactándolo ) . Allí defiende poderosamente a la religión católica y demuestra que las cosas que suceden, aunque a primera vista son para nuestro mal, están todas en un plan que Dios hizo en favor nuestro que al final veremos que era para nuestro bien. ( Como dice San Pablo: "Todo sucede para bien de los que aman a Dios")

MUERTE DICHOSA

En el año 430 el santo empezó a sentir continuas fiebres y se dio cuenta de que la muerte lo iba alcanzar, tenía 72 años y cumplía 40 años de ser fervoroso católico, su fama de sabio, de santo y de amable pastor era inmensa. Los bárbaros atacaban su ciudad de Hipona para destruirla, y el murió antes de que la ciudad cayera en manos de semejantes criminales. A quién le preguntaba que si no sentía temor de morir, el les contestaba : "Quien ama a Cristo, no debe temer miedo de encontrarse con El". Pidió que escribieran sus salmos preferidos en grandes cartes dentro de su habitación ara irlos leyendo continuamente ( él en sus sermones, había explicado bellamente los salmos ). durante su enfermedad curó un enfermo, con solo colocarle las manos en la cabeza y varías personas que estaban poseídas por malos espíritus quedaron libres. ( San Posidio, el obispo que lo acompaño hasta sus últimos días, escribió después su biografía )

El 28 de agosto del año 430, se cumplió aquella frase famosa que había escrito " Nos has creado para Tí Señor, y nuestra alma no encontrara la verdadera paz, sino cuando logre descansar en Tí ". en ese día descanso en la paz del Señor, y fue a gozar para siempre en el cielo, de la verdadera paz, la que nunca se va acabar.

San Agustín te admiramos, pídele a Dios para nosotros una conversión como la que te concedió a tí. Quiera Dios que así sea.

(fuente: www.churchforum.org.mx)

lunes, 27 de agosto de 2012

27 de agosto: Santa Mónica

Mónica significa: "dedicada a la oración y a la vida espiritual".

Reseña: Nació en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387.

La Iglesia Católica venera a Santa Mónica, esposa y viuda. Uno de sus hijos fue San Agustín, doctor de la Iglesia. Su ejemplo y oraciones por su hijo fueron decisivas. El mismo San Agustín escribe en sus Confesiones: "Ella me engendró sea con su carne para que viniera a la luz del tiempo, sea con su corazón, para que naciera a la luz de la eternidad" Por su parte, San Agustín es la principal fuente sobre la vida de Santa Mónica, en especial sus Confesiones, lib. IX.

Sus padres, que eran cristianos, confiaron la educación de la niña a una institutriz muy estricta. No les permitía beber agua entre comidas para así enseñarles a dominar sus deseos. Mas tarde Mónica hizo caso omiso de aquel entrenamiento y cuando debía traer vino de la bodega tomaba a escondidas. Cierto día un esclavo que la había visto beber y con quien Mónica tuvo un altercado, la llamó "borracha". La joven sintió tal vergüenza, que no volvió a ceder jamás a la tentación. A lo que parece, desde el día de su bautismo, que tuvo lugar poco después de aquel incidente, llevó una vida ejemplar en todos sentidos.

Cuando llegó a la edad de contraer matrimonio, sus padres la casaron con un ciudadano de Tagaste, llamado Patricio. Era éste un pagano que no carecía de cualidades, pero era de temperamento muy violento y vida disoluta. Mónica le perdonó muchas cosas y lo soportó con la paciencia de un carácter fuerte y bien disciplinado. Por su parte, Patricio, aunque criticaba la piedad de su esposa y su liberalidad para con los pobres, la respetó y, ni en sus peores explosiones de cólera, levantó la mano contra ella.

Mónica explicó su sabiduría sobre la convivencia en el hogar: "Es que cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues… no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en casa.

Mónica recomendaba a otras mujeres casadas, que se quejaban de la conducta de sus maridos, que cuidasen de dominar la lengua por ser esta causante en gran parte de los problemas en la casa. Mónica, por su parte, con su ejemplo y oraciones, logró convertir al cristianismo, no sólo a su esposo, sino también a su suegra, mujer de carácter difícil, cuya presencia constante en el hogar de su hijo había dificultado aún más la vida de Mónica. Patricio murió santamente en 371, al año siguiente de su bautismo.

Tres de sus hijos habían sobrevivido, Agustín, Navigio, y una hija cuyo nombre ignoramos. Agustín era extraordinariamente inteligente, por lo que habían decidido darle la mejor educación posible. Pero el carácter caprichoso, egoísta e indolente del joven haba hecho sufrir mucho a su madre. Agustín había sido catecúmeno en la adolescencia y, durante una enfermedad que le había puesto a las puertas de la muerte, estuvo a punto de recibir el bautismo; pero al recuperar rápidamente la salud, propuso el cumplimiento de sus buenos propósitos. Cuando murió su padre, Agustín tenía diecisiete años y estudiaba retórica en Cartago. Dos años más tarde, Mónica tuvo la enorme pena de saber que su hijo llevaba una vida disoluta y había abrazado la herejía maniquea. Cuando Agustín volvió a Tagaste, Mónica le cerró las puertas de su casa, durante algún tiempo, para no oír las blasfemias del joven. Pero una consoladora visión que tuvo, la hizo tratar menos severamente a su hijo. Soñó, en efecto, que se hallaba en el bosque, llorando la caída de Agustín, cuando se le acercó un personaje resplandeciente y le preguntó la causa de su pena. Después de escucharla, le dijo que secase sus lágrimas y añadió: "Tu hijo está contigo". Mónica volvió los ojos hacia el sitio que le señalaba y vio a Agustín a su lado. Cuando Mónica contó a Agustín el sueño, el joven respondió con desenvoltura que Mónica no tenía más que renunciar al cristianismo para estar con él; pero la santa respondió al punto: "No se me dijo que yo estaba contigo, sino que tú estabas conmigo".

Esta hábil respuesta impresionó mucho a Agustín, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. La escena que acabamos de narrar, tuvo lugar hacia fines del año 337, es decir, casi nueve años antes de la conversión de Agustín. En todo ese tiempo, Mónica no dejó de orar y llorar por su hijo, de ayunar y velar, de rogar a los miembros del clero que discutiesen con él, por más que éstos le aseguraban que era inútil hacerlo, dadas las disposiciones de Agustín. Un obispo, que había sido maniqueo, respondió sabiamente a las súplicas de Mónica: "Vuestro hijo está actualmente obstinado en el error, pero ya vendrá la hora de Dios". Como Mónica siguiese insistiendo, el obispo pronunció las famosas palabras: "Estad tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". La respuesta del obispo y el recuerdo de la visión eran el único consuelo de Mónica, pues Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.

Cuando tenía veintinueve años, el joven decidió ir a Roma a enseñar la retórica. Aunque Mónica se opuso al plan, pues temía que no hiciese sino retardar la conversión de su hijo, estaba dispuesta a acompañarle si era necesario. Fue con él al puerto en que iba a embarcarse; pero Agustín, que estaba determinado a partir solo, recurrió a una vil estratagema. Fingiendo que iba simplemente a despedir a un amigo, dejó a su madre orando en la iglesia de San Cipriano y se embarcó sin ella. Más tarde, escribió en las "Confesiones": "Me atreví a engañarla, precisamente cuando ella lloraba y oraba por mí". Muy afligida por la conducta de su hijo, Mónica no dejó por ello de embarcarse para Roma; pero al llegar a esa ciudad, se enteró de que Agustín había partido ya para Milán. En Milán conoció Agustín al gran obispo San Ambrosio. Cuando Mónica llegó a Milán, tuvo el indecible consuelo de oír de boca de su hijo que había renunciado al maniqueísmo, aunque todavía no abrazaba el cristianismo. La santa, llena de confianza, pensó que lo haría, sin duda, antes de que ella muriese.

En San Ambrosio, por quien sentía la gratitud que se puede imaginar, Mónica encontró a un verdadero padre. Siguió fielmente sus consejos, abandonó algunas prácticas a las que estaba acostumbrada, como la de llevar vino, legumbres y pan a las tumbas de los mártires; había empezado a hacerlo así, en Milán, como lo hacía antes en Africa; pero en cuanto supo que San Ambrosio lo haba prohibido porque daba lugar a algunos excesos y recordaba las "parentalia" paganas, renunció a las costumbres. San Agustín hace notar que tal vez no hubiese cedido tan fácilmente de no haberse tratado de San Ambrosio. En Tagaste Mónica observaba el ayuno del sábado, como se acostumbraba en Africa y en Roma. Viendo que la práctica de Milán era diferente, pidió a Agustín que preguntase a San Ambrosio lo que debía hacer. La respuesta del santo ha sido incorporada al derecho canónico: "Cuando estoy aquí no ayuno los sábados; en cambio, ayuno los sábados cuando estoy en Roma. Haz lo mismo y atente siempre a la costumbre de la iglesia del sitio en que te halles". Por su parte, San Ambrosio tenía a Mónica en gran estima y no se cansaba de alabarla ante su hijo. Lo mismo en Milán que en Tagaste, Mónica se contaba entre las más devotas cristianas; cuando la reina madre, Justina, empezó a perseguir a San Ambrosio, Mónica fue una de las que hicieron largas vigilias por la paz del obispo y se mostró pronta a morir por él.

Finalmente, en agosto del año 386, llegó el ansiado momento en que Agustín anunció su completa conversión al catolicismo. Desde algún tiempo antes, Mónica había tratado de arreglarle un matrimonio conveniente, pero Agustín declaró que pensaba permanecer célibe toda su vida. Durante las vacaciones de la época de la cosecha, se retiró con su madre y algunos amigos a la casa de verano de uno de ellos, que se llamaba Verecundo, en Casiciaco. El santo ha dejado escrita en sus "confesiones" algunas de las conversaciones espirituales y filosóficas en que pasó el tiempo de su preparación para el bautismo. Mónica tomaba parte en esas conversaciones, en las que demostraba extraordinaria penetración y buen juicio y un conocimiento poco común de la Sagrada Escritura. En la Pascua del año 387, San Ambrosio bautizó a San Agustín y a varios de sus amigos. El grupo decidió partir al Africa y con ese propósito, los catecúmenos se trasladaron a Ostia, a esperar un barco. Pero ahí se quedaron, porque la vida de Mónica tocaba a su fin, aunque sólo ella lo sabía. Poco antes de su última enfermedad, había dicho a Agustín: "Hijo, ya nada de este mundo me deleita. Ya no sé cual es mi misión en la tierra ni por qué me deja Dios vivir, pues todas mis esperanzas han sido colmadas. Mi único deseo era vivir hasta verte católico e hijo de Dios. Dios me ha concedido más de lo que yo le había pedido, ahora que has renunciado a la felicidad terrena y te has consagrado a su servicio".

En Ostia se registran los últimos coloquios entre madre e hijo, de los que podemos deducir la gran nobleza de alma de esta incomparable mujer, de no común inteligencia ya que podía intercambiar pensamientos tan elevados con Agustín: "Sucedió, escribe en el capítulo noveno de las Confesiones, que ella y yo nos encontramos solos, apoyados en la ventana, que daba hacia el jardín interno de la casa en donde nos hospedábamos, en Ostia. Hablábamos entre nosotros, con infinita dulzura, olvidando el pasado y lanzándonos hacia el futuro, y buscábamos juntos, en presencia de la verdad, cual sería la eterna vida de los santos, vida que ni ojo vio ni oído oyó, y que nunca penetró en el corazón del hombre".

Lo último que pidió a sus dos hijos fue que no se olvidaran de rezar por el descanso de su alma.

Mónica había querido que la enterrasen junto a su esposo. Por eso, un día en que hablaba con entusiasmo de la felicidad de acercarse a la muerte, alguien le preguntó si no le daba pena pensar que sería sepultada tan lejos de su patria. La santa replicó: "No hay sitio que esté lejos de Dios, de suerte que no tengo por qué temer que Dios no encuentre mi cuerpo para resucitarlo". Cinco días más tarde, cayó gravemente enferma. Al cabo de nueve días de sufrimientos, fue a recibir el premio celestial, a los cincuenta y cinco años de edad. Era el año 387. Agustín le cerró los ojos y contuvo sus lágrimas y las de su hijo Adeodato, pues consideraba como una ofensa llorar por quien había muerto tan santamente. Pero, en cuanto se halló solo y se puso a reflexionar sobre el cariño de su madre, lloró amargamente. El santo escribió: "Si alguien me critica por haber llorado menos de una hora a la madre que lloró muchos años para obtener que yo me consagre a Ti, Señor, no permitas que se burle de mí; y, si es un hombre caritativo, haz que me ayude a llorar mis pecados en Tu presencia". En las "Confesiones", Agustín pide a los lectores que rueguen por Mónica y Patricio. Pero en realidad, son los fieles los que se han encomendado, desde hace muchos siglos, a las oraciones de Mónica, patrona de las mujeres casadas y modelo de las madres cristianas.

Se cree que las reliquias de la santa se conservan en la iglesia de S. Agostino.

Bibliografía Butler, Vidas de los Santos. Sálesman, Eliecer, Vidas de Santos # 3
 (fuente: www.corazones.org)

Las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad

Dios que nos llama a la existencia, nos crea, nos invita a celebrar el don de la vida y a vivir de acuerdo a aquello con lo que Él nos marca como proyecto de vida. En este sentido, la acción humana, los actos humanos, definen la existencia humana de cara al proyecto de Dios.

¿Cómo nos quiere Dios? Felices y plenos, y para eso Dios nos invita al ejercicio responsable de nuestra libertad a partir de sumar a nuestra acción hábitos que nos ayuden en ese orden a responder connaturalmente, sí, habiéndolo logrado con esfuerzo, con entrega y dedicación a lo que somos llamados, connaturalmente respondemos a lo que somos llamados después de una larga lucha en conquistar el comportamiento humano, en las virtudes humanas por los dones y las gracias con lo que Dios nos habilita en ese sentido. Y en este orden vamos de cara a lo que Dios nos propone con la decisión de vivir a la altura de lo que Dios nos llama. Para eso las virtudes, las virtudes humanas, las virtudes cardinales: justicia, prudencia, fortaleza, templanza, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, nos ayudan a responder en nuestros actos humanos a la llamada del proyecto de Dios que el Señor nos regala.

Las virtudes humanas, se arraigan en las virtudes teologales, que adaptan las facultades nuestras a la participación en lo que Dios nos pide que pongamos la vida a la altura de su naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios y disponen a los cristianos a vivir en relación al misterio de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Tienen un origen, motivo y objeto, Dios uno y trino. En Dios nacen, Él es el objeto de nuestra perspectiva teologal y es el gran motivo por el cual vivimos en la fe, la esperanza y en la caridad. Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral de nosotros los bautizados, los cristianos. Le dan forma y vivifican todas las demás virtudes morales, le dan un caris especial, son infundidas por Dios, es decir, Dios es quien las da, las pone en el alma para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida de Dios para siempre. Son las garantías de la presencia y la acción del Espíritu Santo en todas las facultades nuestras. Tres son las virtudes, la fe, la esperanza y la caridad.

Consigna: ¿Cuáles de las tres virtudes debo acrecentar en mi vida y porqué?

Fe, esperanza y caridad, son dones que Dios nos regala, sin embargo Dios nos pide que desarrollemos ese mismo don que Él nos da y en cada uno de nosotros algunas de ellas están llamadas en este tiempo en particular a crecer más. En mi caso personal sin duda es la fe. Una invitación en este tiempo del Señor, a confiar en su divina providencia, a creerle a Dios que lleva a término lo que él mismo ha comenzado.

La fe es la virtud por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y nos lo ha revelado. Y que la iglesia nos propone porque es la verdad misma la que se nos presenta. Tiene un argumento de autoridad fundado en Dios y en la iglesia en cuanto legado que Dios le deja a la comunidad eclesial para lo revelado por Él pueda tener en el corazón de la iglesia la bienvenida y ofrecerse como crédito de adhesión a quien busca vincularse al Dios verdadero y desde allí afianzar la vida toda en sentido de verdad. Por la fe nosotros nos entregamos entera y libremente a Dios que nos revela su misterio y por ese camino la creencia se va desarrollando por conocer y querer hacer la voluntad de Dios. Es decir creemos y en el creer adherimos a Dios, no en un sentido de esencias muertas que Dios esconde dentro de la identidad de su ser, sino en la revelación personal que Dios hace de sí mismo y en el aquí y ahora de su actuar respecto de nosotros y respecto al proyecto global que Dios tiene para el hombre en este tiempo y en todo tiempo.

“El justo vive por la fe”, nos dice Romanos 1, 17. La fe viva, actúa por la caridad. ¿Qué quiere decir esto según la expresión de Gálatas 5,6. Que quien re actualiza el don de la fe en nosotros es esta otra virtud, la de la caridad. La fe viva actúa por la caridad. Adherimos al Dios viviente que se hace presente en medio de nosotros porque Él mismo, Dios de amor, nos atrae desde la fuerza de su amor. Dice Jesús, el Dios amor: “Cuando Yo sea puesto en lo alto atraeré a todos hacia mí”. El vínculo de adhesión que tenemos para con Dios, es un vínculo de adhesión en la caridad. El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella. Pero la fe se muestra por sobre todas las cosas en obras. “Muéstrame tu fe sin obras que yo por mis obras te mostraré mi fe”, dice la carta de Santiago. La fe sin obras está muerta y en este sentido hay que decir también la fe viva actúa desde la caridad. Privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente al Cristo que nos viene a mostrar el camino. La fe vivida en la caridad, nos pone en sintonía con el Cristo vivo, con el Dios viviente en Cristo. El discípulo de Jesús, nosotros como seguidores de Jesús, no sólo debemos guardar la fe como un depósito de cosa muerta, sino vivir la fe. La mejor manera de guardar el depósito de la fe es la trasmisión de la fe. En la comunicación de la fe. Lo entregado en el don de la fe, por la gracia testimonial, multiplica lo ofrecido. Lo entregado desde la fe como testimonio para los demás, lejos de perderse en el horizonte del mundo, se acrecienta. Por eso somos llamados a testimoniarla con firmeza, a difundir el don de la fe. Porque además todos están llamados a vivir confesando esta verdad que nosotros llevamos como un tesoro en una vasija de barro. El servicio y el testimonio de la fe nos son requeridos para que podamos alcanzar la gracia de la plenitud, de la salvación. Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, dice Jesús, Yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Pero hay quien me niegue entre los hombres, me negaré Yo también ante mi Padre que está en los cielos.

Vivir la fe testimoniándola. Testimoniar la fe en adhesión al plan del Dios viviente en el aquí y ahora sabiendo que Él actúa en medio de nosotros y por lo tanto dejándonos atraer por la fuerza de su amor que actúa en medio de nosotros en gracia de amor donde se muestra verdaderamente en testimonio la fe. Muéstrame tu fe sin obra de amor, que yo por obras de amor te mostraré mi fe.

Por el don de la fe nosotros somos llamados a adherir a lo que Dios nos susurra al oído por la autoridad contundente de la experiencia de amor con la que Él nos llama a dar pasos más allá de lo que nuestra sensibilidad o nuestra razón nos invitan a dar como paso de confianza a lo que Dios nos llama y a lo que Dios nos convoca. En éste sentido la fe rompe los paradigmas de construcción desde donde nosotros entendemos la mejor manera posible la vida para ir por más, por como Dios lo mira, por como Dios lo entiende, por como Dios la construye y hace nueva todas las cosas. Y en este sentido la fe se sostiene en la esperanza.

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos a lo que Dios nos pide y que es a la vida y la vida en plenitud como felicidad nuestra poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilio de gracia que el Espíritu Santo obra en nosotros. “Mantengámonos firmes en la confesión de la esperanza” dice Hebreos 10, 23. Fiel es el autor de las promesas. Cuando damos un paso hacia donde Dios nos convoca, lo damos en función de que Dios nos convoca y esperamos alcanzar aquello hacia donde Dios nos conduce. “El Espíritu Santo que el mismo Dios derramó sobre nosotros con largueza y por medio de Jesucristo, nuestro salvador, para que justificados por su gracia fuésemos constituidos herederos en esperanza de vida”, dice Tito 3, 6-7.

Esta fuerza de gracia que Dios regala, que llamamos esperanza, corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todos nosotros. Todos tenemos el anhelo y el deseo de ser plenamente felices. Asume las esperanzas este don que inspira las actividades de todos los hombres, las purifica, las ordena para conducirlas a todos estos deseos y anhelo genuinos hacia la construcción del reino. Esta virtud nos protege del desaliento, nos sostiene en medio de todo momento en el que nos sentimos desfallecidos, dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza que no pasará. El impulso de la esperanza en nosotros nos preserva del egoísmo y nos conduce hacia darlo todo a los demás esperando recibirlo todo del que no se deja ganar en generosidad. Caminar en la esperanza sabiendo que el Dios que nos llama a ir a donde nos convoca, nos da lo que nos hace falta para alcanzar lo que nos promete.

La virtud de la esperanza cristiana, recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido por Dios que tiene su origen en Abraham, el padre de la fe y yo diría también de la esperanza. En las promesas de Dios, esperanza colmada en Isaac y purificada por la puerta que lleva del sacrificio a la entrega, esperando contra toda esperanza. Creyó y fue hecho padre de una multitud de naciones, cuando Dios lo conducía hacia la tierra que le prometía. La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús, en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo, como hacia la nueva tierra prometida y trazan el camino hacia allá, a través de pruebas que esperan los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo, de su pasión, Dios nos guarda en la esperanza que no falla. La esperanza es como el ancla, el timón del alma, donde verdaderamente nosotros no perdemos rumbo en medio de las tormentas, nos mantenemos seguros y firmes de ir hasta donde Dios nos conduce, con la certeza de que aún en medio de las pruebas, confiando en Dios somos capaces de esperar contra toda esperanza. Allá vamos nosotros, hasta donde penetró Jesús, como el que se adelantó en el camino. Nosotros también alcanzaremos la promesa. Es un arma la esperanza que nos protege en el combate cotidiano. “Revistamos la coraza de la fe y la caridad con el yelmo de la esperanza de la salvación”, dice I de Tesalonicenses 5,8.

¿Qué da la esperanza? El gozo en medio de la prueba. Con la alegría de la esperanza y constantes en la tribulación, dice Pablo en Romanos 12, 12, y nos invita a alegrarnos en medio de la lucha. La esperanza se expresa y se alimenta en el camino de la oración, particularmente en el Padrenuestro, resumen de todo lo que espera el creyente que tiene a Dios como Padre. Creer contra toda esperanza, sabiendo que Dios nos da lo que hace falta para alcanzar a lo que somos llamados, caminemos en esperanza.

Esperamos que podamos alcanzar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le amamos. Esperamos poder alcanzar las promesas con las que Dios nos bendice con la gracia de Dios poder perseverar hasta el fin y obtener el gozo del cielo como eterna recompensa de Dios por las obras realizadas por su gracia en Cristo nos permite como camino para llegar hasta donde nos llama. En la esperanza, nosotros como iglesia imploramos que todos los hombres alcancen este don de plenitud. Esperar es estar en la gloria del cielo unidos a Cristo, el esposo, dice el catecismo.

Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día, ni la hora, vela con cuidado que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu amado con gozo y deleite que no puede tener fin, reza Santa Teresa.

Saber esperar contra toda esperanza. Saber confiar en que Dios llevará a su término la obra que Él mismo ha comenzado.

Este lugar nosotros creemos es el cielo, hacia donde Dios nos conduce y por donde adherimos en fe a la propuesta y a la promesa de poder alcanzarla, lo sostenemos a eso mismo en la esperanza. Ese lugar lo anticipamos cuando vivimos en la caridad.

La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Si pudiéramos definir el Reino de los Cielos al cual Dios nos conduce y nos promete alcanzar en plenitud y nos sostiene en esperanza, ese Reino es de amor. Civilización del amor le llamaba Pablo VI. Ésta civilización del amor la vamos haciendo presente en lo cotidiano cuando en vínculo de amor nos relacionamos al Dios viviente en el que creemos, y nos sostenemos en la esperanza de desarrollar esa misma gracia en todo vínculo establecido con todos los que compartimos la vida, y en este sentido alcanzamos al cielo la tierra y hacemos de la tierra un pedazo de cielo cuando el amor de Dios es el que reina en medio de nosotros. Jesús hace de la caridad el gran mandamiento. Amando a los suyos hasta el fin manifiesta el amor del Padre que ha recibido amándose unos a otros los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también ellos. Por eso Jesús dice, “Como el Padre me amó, Yo también los ha amado a ustedes, permanezcan en mi amor. Y también éste es el mandamiento mío, que se amen unos a otros como Yo los he amado”. Fruto del Espíritu y la plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo, “Permanezcan en mi amor”, dice Jesús, “Si guardan mis mandamientos van a permanecer en mi amor”. El cielo se llega a la tierra cuando el amor de Dios se nos revela en Cristo Jesús y nosotros somos capaces de permanecer unidos en ese mismo amor.

El horizonte del ejercicio del amor es el sin horizonte, es mucho más allá, digámoslo así. Cristo es el que nos enseña el camino cuando nos invita a amar también a los enemigos. El Señor nos pide que amemos como Él, a todos sin excluir a nadie, pareciéndonos al Padre del cielo que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos y pecadores, que nos hagamos prójimos del más lejano y que amemos a los niños y particularmente a los más pobres, a los más vulnerables, a los que resultan menos amables. En el fondo que nos parezcamos más a Él que ama sin medida, sin esperar nada a cambio.

El apóstol Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad. Y dice él, es paciente, es servicial, no es envidiosa, no es jactanciosa, no es engreída, es decorosa, no busca su interés, no irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra sólo, se goza en la verdad, todo lo escusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Todo va a pasar, dice el apóstol Pablo, sin embargo el amor va a permanecer. Permanecer en el amor para dar muchos frutos. Si no tengo caridad, va a decir el apóstol, no soy nada. Soy como una campana que suena pero que no hace ruido. La caridad es la que le da forma a todo nuestro ser cristiano. Un cristiano verdaderamente consistente, sólido, formado e informado es un cristiano que vive bajo el signo de la caridad.

Sin duda que el futuro está en la memoria cuando se hace agradecida y la gracia de la caridad lo que hace en nosotros, es eso justamente, hacernos agradecidos en los recuerdos de los tiempos que pasaron y hacer de eso justamente, un concierto que nos ponga en sintonía con los tiempos que vendrán, un concierto de recuerdos que nacen del amor cuanto el amor informa toda la vida, sana el pasado, nos permite vivir el presente con pasión y el futuro como una profecía. Conciertos recuerdos es justamente eso, una memoria de los tiempos que pasaron y lo que queremos hacer a través de esa memoria es ponerle la música de esos tiempos y proyectarlos sobre el presente y poder vivirla apasionadamente en el presente para que el futuro sea mejor. Dicen que la buena música, como la música clásica lo que hace es cambiar a la fiera. Eso es lo que hicieron muchos evangelizadores cuando pisaron estas tierras, como Francisco Solano, que con su violín, recorriendo todo el norte de la Argentina fue sencillamente con la música poniéndole música a los sentimientos humanos, evangelizando.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

domingo, 26 de agosto de 2012

"Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna"

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 6, 55. 60-69)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: "Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?" Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen". (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con El. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También ustedes quieren dejarme?" Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

El Evangelio de hoy nos muestra cómo el “pan” del escándalo terminó en abandono de muchos: algunos seguidores más o menos firmes, y también muchos discípulos de Jesús lo dejaron al escandalizarse porque les daría a comer el “pan” que es su propio cuerpo.

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn. 6, 55.60-69). Nos cuenta el Evangelio que al oír esto muchos discípulos de Jesús dijeron, pensaron y comentaron que ya eso era “intolerable, inaceptable”. Y Jesús, lejos de ceder un poco para tratar de impedir la huída de muchos de los suyos, más bien exige una elección.

Los presentes no lograban entender, mucho menos aceptar, cómo los alimentaría con su propia carne. Y Jesús da una explicación un tanto difícil de captar: “¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha”.

¿Qué puede significar esa explicación del Señor? Eso de comer la carne, que parece cosa muy terrenal, se justifica en el caso del Pan de Vida, porque esa carne es la de Cristo resucitado. Es decir: El Señor nos está hablando de una realidad material transformada en una realidad espiritual por el Espíritu. Y como es el Espíritu el que actúa, por eso da vida, Vida Eterna.

Pero para aprovechar este alimento hay que tener fe. Quien cree recibe esa realidad espiritual que no se puede ver. Quien cree participa de la vida de Cristo resucitado. Quien creen se une a la Vida de Dios mismo. Decíamos en artículos anteriores que este “Pan” es un pan especialísimo, pues lo comemos, pero quien actúa es Cristo resucitado, no el pan ingerido. Y Cristo actúa asimilándonos a El. Al recibirlo es El quien nos transforma y nos une a El. “Nos unimos a El y nos hacemos con El un solo cuerpo y una sola carne” (San Juan Crisóstomo).

Y al recibir ese “Pan” e ir dejándonos santificar por ese “Pan de Vida” Cristo nos llevará a donde El se fue cuando ascendió al Cielo, a donde los Apóstoles que permanecieron fieles, lo vieron subir: a donde estaba antes. Justamente, Cristo bajó del Cielo, para rescatarnos a nosotros y llevarnos con El. Y eso será posible si no nos escandalizamos, si creemos en su Palabra, si seguimos su Camino, si -como El- cumplimos la Voluntad del Padre.

Y seguirlo a El significa optar por El en cada circunstancia de nuestra vida. No basta elegirlo una sola vez y después irnos desviando poco a poco: nuestra elección tiene que ser renovada, constante y permanente. Por otro lado, separase de El puede también ser en forma progresiva. Este pasaje del Evangelio da a entender que Judas pudo haber comenzado apartarse del Maestro al escandalizarse también con este discurso. Dice el Evangelio: “En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían en El y quién lo habría de traicionar”.

Es lo mismo que sucedía al pueblo de Israel a lo largo de su historia (Jos. 24,1-2.15-17.18): o escoge la idolatría o se decide por Yahvé; o Dios o los ídolos. Y aunque la decisión inicial estaba tomada a favor de Yahvé, muchos a lo largo del camino se van quedando con los ídolos. Siempre -es cierto- quedaban algunos fieles, pero muchos se iban quedando fuera.

Es lo mismo que sucede con el nuevo pueblo de Dios, todos nosotros que formamos su Iglesia de hoy. Inicialmente elegimos a Dios, pero no basta elegir a Dios una sola vez en la vida: esa elección hay que renovarla constantemente, en especial ante ciertas disyuntivas.

Es imposible servir a Dios y también servir a los ídolos modernos: el dinero, el poder, el placer, las teorías contra la fe y, en general, todo lo que el mundo nos vende como valioso y hasta necesario.

Esa elección que tenía que hacer el pueblo de Israel y que tuvieron que hacer los seguidores de Jesús en el momento de su discurso sobre el Pan Eucarístico, se nos presenta también a nosotros. Y Cristo podría preguntarnos también: “¿También ustedes quieren dejarme?”. Y nuestra respuesta no puede ser otra que la de Pedro: “¿A dónde iremos, Señor si sólo Tú tienes palabra de Vida Eterna?”.

Creer y vivir el misterio del “Pan de Vida” fue en ese momento el toque de distinción del verdadero seguidor de Cristo. Y hoy también lo es.

(fuente: www.homilia.org)

sábado, 25 de agosto de 2012

¿Cómo orar cuando no sabes qué decirle a Dios?

Acabo de tener un taller de oración con un grupo de cincuenta chicas mexicanas que decidieron dar un año de su vida al servicio a la Iglesia: colaboradoras del Movimiento Regnum Christi. Durante el curso encontré a una de ellas caminando, profundamente conmovida. Me detuve y le pregunté: ¿qué te pasa? ¿puedo ayudarte en algo? Me respondió: "Acabo de vivir algo muy especial, nunca había tenido la experiencia del amor de Dios y Él me la acaba de conceder. Me encontré con Él y me sentí profundamente amada; pero no fue un sentimiento cualquiera, fue algo muy profundo."

Recibió esta gracia durante un espacio de oración ante Cristo Eucaristía en que les recomendé presentarse ante Jesús tal cual ellas eran, que no le "trataran temas" ni "reflexionaran ideas", sino que fueran ellas, que se llevaran a sí mismas y se definieran de la manera más profunda que pudieran hacerlo y así se presentaran ante Dios: "Yo soy tu hija", "Yo soy la pecadora arrepentida", "Yo soy la mujer que tú miras", etc. Y que le dijeran cómo se sentían. Desde esta actitud deberían verlo como quien Él era para cada una de ellas. Y que así estuvieran en su presencia, en actitud de escucha.

Les di una fórmula muy sencilla que podría ayudarles: "Yo, que soy _____________, y que me siento _______________, vengo contigo que eres mi ___________." Por ejemplo: "Yo que soy tu hija y que me siento agradecida, vengo contigo que eres mi Padre." "Yo que soy débil y que me siento insegura, vengo contigo que eres mi Creador." "Yo que soy pecadora y que me siento arrepentida, vengo contigo que eres mi Salvador."

Las personas pueden no conocernos a fondo y no captar la esencia de lo que en realidad somos; la mayoría ve sólo la fachada que proyectamos. Dios, en cambio, nos ve tal cual somos. Nos conoce a fondo. Conoce la verdad de nuestra existencia. Cuando nosotros aceptamos nuestra verdad y nos presentamos ante Él como Él nos ve, somos tierra buena donde el Espíritu Santo puede hacerse presente y darnos una profunda libertad: "La verdad os hará libres" (Jn 8,32).

Esta forma de hacer oración es más fácil en situaciones especiales, momentos "fuertes". Por ejemplo, ponte en el lugar de un hombre que acaba de perder el empleo, de una mujer que tiene en sus brazos a su hijo recién nacido, de un inocente que acaba de ser liberado, de un hijo que ha perdido a su padre, de un gimnasta que ha conquistado el oro en las olimpiadas, de un paciente al que le han diagnosticado cáncer terminal...

Aunque son situaciones muy diversas, todas ellas son profundamente humanas, de luz intensa o de terrible oscuridad, de gran tristeza o de un gozo difícil de comunicar; circunstancias que tocan las fibras más sensibles e íntimas de la persona. De alguna manera agarran toda la persona. En situaciones así, la persona no está dispersa, sino completamente centrada en su condición. La persona es toda ella consciente de la verdad que le define.

Un ciego está totalmente condicionado por su ceguera. Pienso en el ciego de nacimiento que se acercó a Jesús para ser curado: era "el ciego de nacimiento", su situación definía su identidad. En todo momento y circunstancia se comportaba y la gente le trataba como "el hombre que no puede ver".

Esta forma de oración en que vas todo tú ante el que es ("Yo soy el que soy" Ex 10,14), sin tratar temas particulares, sino simplemente exponiéndote al desnudo ante nuestro Dios y Señor, es una oración profundamente liberadora. Además de ser una forma muy simple de orar. En lo personal suelo hacer de esta manera mis visitas a Cristo Eucaristía.

Haz la prueba, busca un espacio de silencio y soledad y hazlo. O cuando vayas a visitar a Cristo Eucaristía, que en eso consista tu oración: simplemente en tomar conciencia de lo que eres, presentarte ante Él tal cual eres, tal cual te sientes y diciéndole quién es Él es para ti. También puedes preguntárselo a ver qué te responde. Pregúntale ¿quién eres? O déjate interpelar por la pregunta que le hizo a sus discípulos: ¿Quién dices que soy yo? (Mc 8,27).

Y en esa disposición profunda aguarda en actitud de escucha, déjate mirar y amar por Él.

escrito por el P. Evaristo Sada LC 
(fuente: www.la-oracion.com)

viernes, 24 de agosto de 2012

No te olvides de mí...

Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes.
Y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo,
y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo.
Ni en la desesperación si fracaso,
más bien recuérdame que el fracaso, es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte
y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito,
déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, no te olvides de mi. Amén!
(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Y si fuese tu hijo? Hablemos de drogas

Si comenzamos diciendo “la droga es mala y te mata”,
automáticamente, los adolescentes dejan de escuchar.
Cómo detectar que tu hijo consume. La contención del círculo íntimo y la importancia de estar informado.

La enfermedad adictiva tiene estadios:

- uso,
- abuso y
- dependencia.

No importa cuál sea la droga. Tener problemas con la ley, consumir la sustancia aun sabiendo que provoca deterioro físico, consumir e incurrir en situaciones peligrosas, tener disputas continuas con los afectos, incumplir en el trabajo o con las tareas cotidianas, hablan del abuso de una sustancia.

La dependencia se instala cuando además de lo anterior se agrega: tolerancia, cada vez se requiere más droga y consumirla cada menos tiempo para obtener el efecto deseado; síndrome de abstinencia, que es un conjunto de síntomas y signos desagradables, en general opuestos a los que produce la sustancia que se consume, y que cesan al administrarse la sustancia nuevamente; y compulsión por obtener la sustancia. La vida solo gira en torno a drogarse.

Cuando se es dependiente (adicto) no hay razón, no hay voluntad que valga. Puede existir el deseo momentáneo de querer salir de la situación, deseo que es olvidado en la próxima dosis.

El NIDA (Sigla en ingles: Instituto Nacional de Abuso de Drogas) habla básicamente de cuatro motivos que llevan a una persona a consumir una droga:

- Sentirse bien
- Sentirse mejor
- Por curiosidad
- Por presión de pares

Cuando uno habla de una enfermedad, o de las causas que la provocan hay que decir la VERDAD. La gente consume drogas porque dan placer, el tema es tener la información para saber A COSTA DE QUÉ se produce ese placer.

Cuando se habla con adolescentes, principal población en riesgo, hay que partir de una realidad estadísticamente concreta. Parte del auditorio ha consumido alcohol en exceso el fin de semana, y otros, han probado las drogas,o conocen a alguien que ha incurrido en estas conductas.

Si comenzamos diciendo “la droga es mala y te mata”, con el discurso apocalíptico, automáticamente dejan de escuchar. Porque lo más probable que si consumieron alguna droga la hayan pasado bien. Son pocos los que tienen la suerte de tener reacciones desagradables ante el uso por primera vez: terminan internados, lo que genera alarma en ellos y en sus familias.

Hay que escuchar que dicen los jóvenes. Si pregunto: ¿qué saben de drogas? Las respuestas de ellos son sorprendentes. En una misma charla me dieron tres respuestas interesantes: “la droga te relaja, te alucina, te desinhibe”; “la droga te quema el cerebro”; “la droga actúa sobre el sistema nervioso”. Dije, “que bien informados, los tres tienen razón.

Resulta interesante plantear la metáfora de la computadora. Todos los chicos conocen como funciona una PC. Si preguntamos, ¿qué pasa cuando entra un virus al sistema?, básicamente contestan dos cosas: que la computadora se “muere de una” o que de a poco empiezan a fallar todos los programas.

Es útil establecer la analogíacomputadora-cuerpo. Cuando se consumen drogas, nuestro organismo puede colapsar súbitamente, habitualmente por la acción de las drogas sobre el sistema cardiovascular o respiratorio, o puede ir tildando programas de a poco, que se van expresando por los síntomas que les comentaba anteriormente, habitualmente alteraciones de la conducta .Puede haber manifestaciones orgánicas como el insomnio, la irritabilidad, las palpitaciones, el dolor de pecho.

Con esto, básicamente los jóvenes entienden A COSTA DE QUE ES EL PLACER que obtienen transitoriamente consumiendo una droga, sea esta legal o ilegal.

Comprendiendo la adicción como enfermedad, trato de que ejerzan la solidaridad que ejercerían ante otra enfermedad. Les pregunto, si a un compañero le duele la panza, o tiene fiebre, o se siente mal, que hacen? La respuesta es unánime. Siempre consultan con un adulto porque el amigo puede tener algo serio y se necesitaría la intervención de un médico.

Cuando les pregunto, cuando ven un compañero que falta seguido, que saben que toma mucho el fin de semana o se está juntando con otros chicos que consumen, obtengo como respuesta un silencio espectral. Por qué? Porque los chicos creen que son “buchones” si recurren a un adulto.

Hay que enseñarles que deben actuar de la misma manera, porque las enfermedades no son legales o ilegales, morales o inmorales, son enfermedades y SIEMPRE requieren de la intervención de un adulto para llegar rápidamente a la consulta médica.

A los padres, básicamente les doy la misma información. Hay que marcarles la importancia del límite, que un adolescente no puede hacer siempre lo que quiere, que hay que controlarlos,conocer a los amigos, estar despiertos para ver en qué estado llegan a casa. Que hay que estar atentos a los cambios de conducta sostenidos, a los cambios de actividades y de amigos. Que hay que revisar, si hay gotas para los ojos, papeles para armar o restos de algo que parece yerba en la mochila. Y que ante la duda, hay que consultar tempranamente, al igual que lo haríamos si un hijo tuviese fiebre. Es considerar la patología como vergonzante, que muchas veces, nos hace mirar para otro lado mientras la enfermedad avanza. Pensamos siempre que le pasa al hijo de otro, pero puede ser el nuestro.

escrito por Mariana Lestelle 
Médica internista en el Hospital Provincial de Oncología Luciano Fortabat de Olavarría. 
Desde el 2002 hace medicina preventiva en distintos medios de comunicación. 
M.N. 80371 y M.P. 81598.
(fuente: www.revista-noticias.com.ar)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...