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sábado, 31 de enero de 2015

Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid: "¡Viva Don Bosco! ¡Vivan los salesianos!"

Carlo Ancelotti partidicipó en Madrid en los festejos de San Juan Bosco y recordó su paso por un colegio salesiano, que le ayudó a mejorar como persona

Madrid, 31 de enero de 2015 (Zenit.org) El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, se unió este miércoles a la fiesta de san Juan Bosco, fundador de los salesianos. En la inauguración de los actos por el bicentenario del nacimiento del llamado "Padre y Maestro de la juventud" en la Inspectoría Santiago el Mayor, con sede en la capital española, asistieron varios invitados de excepción: el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla; el embajador italiano en España, Pietro Sebastiani; el director del Instituto Italiano de Cultura, Lillo Guarneri; y el técnico italiano.

La llegada de Ancelotti al teatro del colegio San Miguel Arcángel causó gran entusiasmo, especialmente entre los más pequeños. El entrenador del Real Madrid y el resto de los asistentes disfrutaron de los números musicales preparados por la inspectoría, el colegio y el grupo teatral Amorevo, informó la Congregación en el blog del Bicentenario.

Los números se alternaron con las intervenciones de las personalidades presentes en el acto. El primero en tomar la palabra fue el embajador Pietro Sebastiani, quien destacó, entre otros aspectos, el carácter diplomático de Don Bosco en una época convulsa y el desarrollo de su método pedagógico, el Sistema Preventivo.

Al finalizar los mensajes de los responsables de la Familia Salesiana en España, el provincial de la Inspectoría Santiago el Mayor, el padre Juan Carlos Pérez Godoy se saltó el guion e invitó a Carlo Ancelotti a subir al escenario para dirigir unas palabras al público. El míster del Real Madrid recordó su paso por un colegio salesiano, que le ayudó a mejorar como persona. También elogió la labor de Don Bosco y acabó su testimonio con un "¡vivan los salesianos!".

A lo largo de toda esta semana, miles de jóvenes, educadores y animadores, están realizando diversas actividades deportivas y culturales para recordar al santo turinés. Con motivo del bicentenario de su nacimiento, en los centros de salesianos y salesianas de toda España se están multiplicando también los actos religiosos.

En este sentido, la celebración de la fiesta de san Juan Bosco tendrá un momento especial este sábado con la eucaristía que en muchos casos presidirán los arzobispos y obispos diocesanos. Los prelados de Sevilla, Pamplona, Zamora, Getafe, Ciudad Real, Lugo, Málaga, Cádiz, Córdoba, Huelva, Madrid, entre otros, acompañarán en este día a la Familia Salesiana.

El arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, presidirá el domingo la misa que se celebrará desde el santuario de los salesianos dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Situado en la colina del Tibidado, en la Ciudad Condal, este lugar fue donado a Don Bosco para construir un templo, durante la visita que el santo hizo a Barcelona en 1886.

En la actualidad, España cuenta con 1.050 salesianos y 745 Hijas de María Auxiliadora (salesianas) que animan y dirigen 138 colegios, 58 de Formación Profesional, con unos 119 mil alumnos. 89 plataformas sociales, centros de atención a jóvenes en riesgo de exclusión social, 127 centros juveniles y 99 parroquias. Además, hay una Procura Misionera (Misiones Salesianas), dos editoriales (CCS y Edebé), 9 librerías, 5 ONGD (Solidaridad Don Bosco, Vols, Madreselva, VIDES, y Jóvenes y Desarrollo) y 8 Escuelas de tiempo libre.

(31 de enero de 2015) © Innovative Media Inc.


Triduo por la fiesta de San Juan Bosco 
(alfayomega.es)

Tras el acto inaugural, la celebración se trasladó a la parroquia de San Juan Bosco, donde el Cardenal Carlos Amigo presidió la primera Eucaristía del Triduo por don Bosco en Madrid.

El arzobispo emérito de Sevilla, en su homilía, señaló que no se celebran sólo los 200 años del nacimiento de don Bosco, «sino también el amor de Dios, que nos regaló al santo fundador». Y ese regalo, según el cardenal, sigue siendo actual: «Hace 200 años nacía Juan Bosco. Su juventud, su vida, su vocación son tan recientes, tan actuales como el primer día, porque el tiempo desgasta, el tiempo hace olvidar, pero el amor no, el amor no sabe de tiempos».

Carlos Amigo recordó, durante la celebración, que el Señor confía muchos jóvenes a la familia salesiana, «jóvenes que nos hacen ver en sus caras la cara de Dios. […] Hermanos salesianos, Dios confía en vosotros, y pone en vuestras manos, colegios, actividades e instituciones a estos que son tan queridos de Dios. Pero vosotros sabéis muy bien que estos muchachos no son vuestros, son de Dios, y Él los pone a tu lado para que tú se los eduques, se los termines, para que tú formes su corazón».

Tras la misa, el Cardenal Amigo bendijo una escultura de don Bosco situada a la entrada de la parroquia dedicada al santo fundador en Madrid.

La segunda Eucaristía del triduo, que tendrá lugar esta tarde en la Parroquia San Francisco de Sales, la presidirá monseñor Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid. El Viernes, el obispo de Getafe será el encargado de cerrar el triduo con un Misa que se celebrará en la Parroquia de Santo Domingo Savio. El sábado 31 de enero, fiesta de San Juan Bosco, toda la familia salesiana se reunirá en la Catedral de la Almudena para celebrar una Misa junto al arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro.

31 de enero: San Juan Bosco

«El fundador de los salesianos fue un sembrador de alegría. Derrochó generosidad entre la infancia y juventud abandonada a la que proporcionó toda clase de recursos. Con una pedagogía excepcional condujo a muchos a la conversión»

Madrid, 31 de enero de 2015 (Zenit.org) Este gran maestro de santos que hoy ofrece ZENIT nació en I Becchi, Castelnuovo d'Asti, Italia, el 16 de agosto de 1815.. Un sentimiento alentó su santa vida: «¡Señor, dame almas!... Almas, almas, sobre todo de niños y de jóvenes, para llevarlas a Ti». Muy pequeño orientó toda su capacidad creativa organizando juegos con otros niños, que interrumpía al repique de campanas para conducirlos a la iglesia; entonces comenzaba a hacerse manifiesto su innegable carisma con este colectivo. A los 9 años vio en sueños los rasgos inequívocos del abandono. Una infancia duramente castigada por la distancia afectiva convertía la pradera en escenario de hiriente conducta: robos, blasfemias y otras fechorías, ante las cuales el santo reaccionaba con violencia, golpeando a los muchachos. En el mismo estado de vigilia se sintió amonestado y exhortado a ponerse en medio de ellos; se le daba a entender que debía mostrarles la fealdad del pecado y la belleza de la virtud: «No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos.. Yo te daré la Maestra bajo cuya disciplina llegarás a ser sabio; y sin la cual, toda sabiduría se convierte en necedad». A su vez, en una aparición, María, que sería esa Maestra anunciada, le mostró una manada de animales extraños y feroces, que pronto se trocaron en mansos corderillos. «¡Mira lo que te espera!», dijo la Virgen, añadiendo: «Hazte humilde, fuerte, bueno, y verás lo que vas a hacer». Juan se echó a llorar, y Ella le aseguró que un día lo comprendería todo. Así fue. En su momento entendió el significado de la visión a través de la cual se le encomendó la recuperación de niños y jóvenes maleantes. María siempre sería para él la «Auxiliadora de los cristianos».

Se había quedado huérfano de padre cuando tenía 2 años, y su madre hizo lo posible para que pudiera estudiar, algo que consiguió en medio de no pocas privaciones y sacrificios. Eran tan pobres que tuvo que mendigar para costear su formación. Almas caritativas le dieron ora la chaqueta, ora el abrigo, y hasta los zapatos. Él aunaba inteligencia y esfuerzo que, junto a su piedad, pronto hicieron maravillas. Cursados los primeros estudios en Chieri, prosiguió realizándolos en elseminario mayor de Turín.Por entonces sus dotes teatrales ya eran conocidas. Los niños quedaban fascinados y estupefactos ante las acrobacias y números de magia que realizaba ante ellos. Eran algunas de sus tácticas para mantenerlos alejados del mal. Con la misma fórmula en Turín se rodeó de chavales que vagaban sin rumbo y se atrajo su amistad sin esfuerzo.

Fue ordenado sacerdote en 1841. Tuvo como guía a san José Cafasso, que corroboró la vocación a la que se sentía llamado: «Prosigue tu trabajo con los chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti». Y le aconsejó: «Camina y observa a tu alrededor».Su entorno le devolvía estampas desoladoras, miseria asomada en las pupilas de la infancia y la juventud de las zonas marginales que bien conocía. «Hasta el último aliento por los jóvenes», se dijo. Con ellos, en particular los pobres y abandonados, compartía rezos, juegos, y los invitaba a comer de vez en cuando. Contaba para todo con la inestimable ayuda de su madre Margarita Occhiena, que ejerció gran influencia sobre él, y junto a ella hizo frente a las críticas y habladurías. En diciembre de 1841 un muchacho fue acogido por el santo y tras él llegaron otros. Pronto el cobertizo Pinardi se llenó de jóvenes que fueron la semilla delOratorio de San Francisco de Sales. Cuando en una ocasión una bienhechora le dio a elegir entre el grupo de niños y jóvenes ruidosos, faltos de educación y buenos modales, que no habían recibido cariño, y destinar el lugar que tenía para las muchachas, Juan no los abandonó, sino que se los llevó consigo.

Pudo perder la vida a causa de una pulmonía, pero se recuperó y siguió luchando por los chicos. Logró rescatarlos de las influencias ajenas y de los peligros que les acechaban lejos del hogar que había creado para ellos. La clave de todo era el amor que sembraba a su alrededor: «Con la bondad y el amor trato de ganar para el Señor a estos mis amigos». Un amor derrochado de forma personalizada, de un modo que cada uno podía pensar que era único para él. Su creatividad, que parecía no tener fronteras, dio lugar a talleres diversos donde, al tiempo que los mantenía a cobijo, les proporcionaba formación.

El «método preventivo» consistente en la práctica de la caridad, con el sentido paulino, fue dando sus frutos, materializándose en una sólida educación cristiana y humana. La continuidad de esta obra se produjo a travésde la Pía Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y de las Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas),fundadas con santa María Dominica Mazzarello. La pedagogía salesiana, conocida y estimada por doquier, incluye los recursos que le proporcionó su fundador: escuelas tipográficas, revistas y editoriales, entre otras. De la pluma del santo surgieron libros didácticos encaminados siempre a poner de manifiesto los más altos ideales. Las obras que emprendió tuvieron como finalidad enseñar que el amor y la confianza en los jóvenes disuelve todos los males.

Uno de sus alumnos, el mejor, fue santo Domingo Savio, elevado a los altares a los 15 años. Éste, antes de morir, glosó el espíritu que les había inculcado su fundador, afirmando: «Nosotros aquí hacemos consistir la santidad en mucha alegría». En un momento en el que todos sus colaboradores, menos uno, abandonaron a Don Bosco, él pensó formar a Domingo para que le acompañase en su delicada misión. Entre sus muchas acciones también mandó erigir varias iglesias. Al final de su vida pudo decir con toda propiedad: «... Lo que he hecho, lo he hecho por el Señor... Se habría podido hacer más... Pero lo harán mis hijos... Nuestra Congregación es conducida por Dios y protegida por María Auxiliadora». Murió en Valdocco el 31 de enero de 1888.Fue beatificado por Pío XI el 2 de junio de 1929, y este mismo pontífice lo canonizó el 1 de abril de 1934.

escrito por Isabel Orellana Vilches (31 de enero de 2015) © Innovative Media Inc.

Aguinaldo 2015: “Como Don Bosco, con los jóvenes, para los jóvenes”

COMENTARIO DEL RECTOR MAYOR AL AGUINALDO 2015 COMO DON BOSCO, ¡CON LOS JÓVENES, PARA LOS JÓVENES!

Mis queridos hermanos y hermanas:

Deseo comenzar esta carta, que tiene por finalidad ser el comentario o desarrollo del lema del Aguinaldo, saludando muy afectuosamente a todos mis hermanos salesianos, a mis hermanas salesianas, a quienes por tradición se entrega en primer lugar, en la persona de la Madre General, el Aguinaldo de cada año. Después pasa a ser una propuesta de comunión para toda nuestra Familia Salesiana en el mundo.

La entrega del Aguinaldo lleva consigo un viva y sincera felicitación en esta Navidad y en el inicio del Nuevo Año, ambos momentos festivos como Don y Gracia del Señor. Una felicitación que, como deseo de corazón, quisiera que fuese una real oportunidad de saludarnos personalmente. Como no puede ser, confío en que al menos la expresión de este sentimiento pueda llegar a todos, al mismo tiempo que les acerco este sencillo comentario y desarrollo del lema central del Aguinaldo para este año 2015.


1. UNA HERMOSA HERENCIA ESPIRITUAL

Califico de «hermosa herencia espiritual» nuestra tradición familiar del Aguinaldo porque ha sido algo que siempre ha estado muy en el corazón de Don Bosco. Los primeros mensajes que, a modo de aguinaldo, están recogidos en nuestra tradición se remontan a la década de 1850. En las Memorias Biográficas[1] leemos que una estrategia de Don Bosco era la de escribir, de cuando en cuando, un papelito haciéndolo llegar a quien quería darle un consejo. Algunos de ellos fueron conservados y son mensajes muy personales que invitan a una buena acción, o a remediar algo que no va bien; pero además de esto, desde los primeros años del Oratorio, Don Bosco había comenzado a entregar, hacia el final del año, un aguinaldo a todos sus jóvenes en general y otro a cada uno en particular. El primero, el general, solía consistir en indicar algunos procedimientos y aspectos a tener en cuenta para la buena marcha del año que estaba por comenzar. Y casi cada año Don Bosco continuó dando tales aguinaldos.

El último Aguinaldo — el último que Don Bosco dedicó a sus hijos— vio la luz en circunstancia muy especial. Está en las Memorias Biográficas[2]. Sintiendo Don Bosco que llegaba el momento final, hizo llamar a Don Rua y a Mons. Cagliero y, con las pocas fuerzas que le quedaban, les dio unas últimas recomendaciones para ellos y para todos los Salesianos. Bendijo las casas de América y a muchos de los Hermanos que en esas tierras estaban, bendijo a todos los cooperadores italianos y a sus familias y, finalmente, les pidió que le prometieran que se amarían como hermanos…, y que recomendaran la frecuente comunión y la devoción a María Santísima Auxiliadora.

Recogiendo estas palabras de Don Bosco, Don Rua describe en su tercera circular ese momento y esas palabras, y añade que «estas podrían servir como Aguinaldo del nuevo año para enviar a todas las casas salesianas. Deseó que fuesen para toda la vida y dio su aprobación para que sirviesen realmente como aguinaldo para el nuevo año»[3].


2. EL AGUINALDO… QUE QUIERE SER PALABRA DE UNIDAD PARA TODA NUESTRA FAMILIA SALESIANA

Nuestra Familia Salesiana se distingue y caracteriza por ser, en primer lugar, una familia carismática[4] en la que el Primado de Dios-Comunión es el corazón de la mística salesiana. Esto es así porque nos remite al origen de aquel «carisma» del Espíritu que se nos ha transmitido a nosotros desde Don Bosco para «ser vivido, custodiado, profundizado y desarrollado constantemente en sintonía con el Cuerpo de Cristo en perenne crecimiento»[5].

En tal comunión de carisma reconocemos la diversidad y, al mismo tiempo, la unidad que tiene su fuente en la consagración bautismal, en el compartir el espíritu de Don Bosco, y en la participación de la misión salesiana al servicio de los jóvenes, y especialmente los más pobres[6].

Por eso en cada Aguinaldo subrayamos este aspecto de la comunión que es prioritario en nuestra Familia. En la medida en que el mismo aguinaldo pueda ayudar a las programaciones pastorales de las diversas ramas y grupos, es bienvenido, pero sabiendo que su finalidad primaria no es la de llegar a ser un programa de pastoral para el año, sino más bien ser un mensaje creador de unidad y comunión para toda nuestra Familia Salesiana, en un objetivo común. Después veremos en cada «rama» de este nuestro árbol de familia cómo concretarlo en vida, cómo hacerlo operativo.

De ahí mi propuesta de Aguinaldo, queridos Hermanos y Hermanas de nuestra Familia Salesiana, para este año 2015 que el Señor nos regala: COMO DON BOSCO,
 ¡CON LOS JÓVENES, PARA LOS JÓVENES!


3. COMO DON BOSCO… DESDE SU CORAZÓN PASTORAL Y SU ACCIÓN EDUCATIVA, ENVUELTOS EN LA TRAMA DE DIOS

Decir COMO DON BOSCO, hoy, es ante todo volver a encontrar y descubrir de nuevo en toda su plenitud el espíritu de Don Bosco que, hoy como ayer, tiene y ha de tener toda la fuerza carismática y toda actualidad.

De entre todo lo que se podría explicitar sobre esta realidad carismática, me permito subrayar dos aspectos en este momento:


— La Caridad pastoral (o el corazón del «Buen Pastor»), como elemento movilizador del ser y el hacer de Don Bosco.

­— Su capacidad de leer «el Hoy» para preparar «el Mañana».

3.1. Don Bosco, con el corazón del «Buen Pastor»

El corazón del Señor Jesús, Buen Pastor, marca todo nuestro hacer pastoral y es referencia esencial para nosotros. Al mismo tiempo, la concreción, «al modo salesiano» la encontramos en Don Bosco (plasmado en el singular espíritu de Valdocco, o en lo propio de Mornese, o en lo que de más propio tienen todos los grupos de la Familia Salesiana). Por lo tanto, en nuestra Familia, el punto de confluencia primero y para todos es el carisma de Don Bosco suscitado por el Espíritu Santo, para bien de la Iglesia. Es esto que llamamos carisma salesiano y que nos abraza y acoge a todos y a todas.

En Don Bosco «la feliz expresión (que fue su programa de vida), “me basta que seáis jóvenes para que os ame”, fue la palabra y, todavía lo es hoy, la opción educativa fundamental»[7] por excelencia. Y bien sabemos que por sus niños y jóvenes Don Bosco desarrolló una grandísima actividad con palabras, con acciones educativas, con presencia, con escritos, con asociaciones o compañías, con viajes, con fundaciones, y en encuentros con todo tipo de autoridades civiles y religiosas y con el mismo Papa. «Por ellos, sobre todo, manifestó una atención muy cuidada, dirigida a sus personas, a fin de que en su amor de padre los jóvenes pudiesen acoger el signo de un amor más alto»[8].

Esa predilección de Don Bosco por los jóvenes, por cada joven, fue la que le llevaba a hacer lo que fuese, a romper «todo molde», todo estereotipo con tal de llegar a ellos. Como atestigua don Francisco Dalmazzo al «proceso de santidad» de Don Bosco, bajo juramento en 1892, «Yo vi un día a Don Bosco abandonar a don Rua y a mí, que le acompañábamos, para ayudar a un muchacho albañil a transportar una carretilla muy cargada, que se sentía incapaz de mover y que lo demostraba llorando; y esto sucedía en una de las calles principales de la ciudad»[9].

Esa predilección por los muchachos llevaba a Don Bosco a entregarse del todo en la búsqueda de su bien, de su crecimiento, desarrollo y bienestar humano y de su salvación eterna. Ese era el horizonte de vida de nuestro padre: ¡ser todo para ellos, hasta el último suspiro! Lo expresa muy bien una de nuestras hermanas estudiosa de Don Bosco cuando escribe: «El amor de Don Bosco por estos jóvenes se manifestaba en gestos concretos y oportunos. Se interesaba por toda su vida, enterándose de las necesidades más urgentes e intuyendo las más ocultas. Afirmar que su corazón se entregaba totalmente a los jóvenes significa que toda su persona, inteligencia, corazón, voluntad, fuerza física, todo su ser estaba orientado a hacerles en bien, a promover su crecimiento integral, a desear su salvación eterna. Por tanto, para Don Bosco ser hombre de corazón quiere decir estar totalmente consagrado al bien de sus jóvenes y gastar a favor de ellos todas sus energías ¡hasta el último aliento!»[10].

Este mismo ardor lo llevó, con criterios similares, y con el mismo espíritu, a buscar una solución a los problemas de las jóvenes, con la cercanía de la Cofundadora María Dominica Mazzarello y el grupo de mujeres jóvenes unidas a ella y dedicadas, en el ámbito parroquial, a la formación cristiana de las chicas.

Su corazón pastoral lo animó, de igual manera, a contar con otros colaboradores, hombres y mujeres, «consagrados con votos estables, cooperadores asociados en el compartir los ideales pedagógicos y apostólicos»[11]. A esto se suma su condición de gran promotor de una especial devoción a María Auxiliadora de los cristianos y Madre de la Iglesia, y su cuidado y afecto permanente por sus exalumnos.

Y en el centro de todo este hacer y de su visión ha estado, como verdadero movilizador de su fuerza personal «el hecho de que Don Bosco realiza su santidad personal mediante el compromiso educativo vivido con celo y corazón apostólico»[12], la caridad pastoral. Esa caridad pastoral que para Don Bosco, precisamente por sentirse envuelto en la Trama de Dios significaba que Dios tenía la primacía en su vida, era Él la razón de su vivir, de su hacer, de su ministerio sacerdotal, hasta el punto de abandonarse en Él hasta la temeridad. Este sentirse envuelto en la Trama de Dios significaba, por eso mismo, amar al joven, a todo joven, cualquiera que fuese su estado o situación, para llevarlo a la plenitud de ese ser humano, que se ha manifestado en el Señor Jesús y que se concretaba en la posibilidad de vivir como honrado ciudadano y como buen hijo de Dios.

Y esta ha de ser la clave de nuestro ser, vivir y actuar el carisma salesiano. Si llegamos a sentir en las propias entrañas, en lo más profundo de cada una y de cada uno de nosotros, ese fuego, esa pasión educativa que llevaba a Don Bosco a encontrarse con el joven en el tú a tú, creyendo en él, confiando en que en cada uno siempre hay semilla de bondad y de Reino, para ayudarlos a dar lo mejor de sí mismos y acercarlos al encuentro con el Señor Jesús, entonces estaremos haciendo realidad, sin duda, lo más bello de este nuestro carisma salesiano.

3.2. En la historia de Dios y de los hombres

Yo creo, y muchos de nosotros creemos que Don Bosco tenía una capacidad especial para saber leer los signos de los tiempos. Supo hacer propios tantos valores que su tiempo le ofrecía en el campo de la espiritualidad, de la vida social, de la educación… y fue capaz de darle a todo ello una impronta tan personal que lo ha distinguido y diferenciado de otros grandes de su tiempo.

Esto le permitía leer el hoy como si viviese ya en el mañana. El hoy de Don Bosco era contemplado por él con los ojos del «historiador de Dios», con los ojos de quien sabe mirar la Historia para reconocer en ella los signos de la presencia de Dios. ¡Historia presente, no pasada! Historia contemplada con una lucidez que a la mayoría nos resulta posible únicamente con la relectura —en Dios— de los acontecimientos, para poder dar así respuestas a las necesidades de sus jóvenes.

Por su estilo de vivir y de actuar, nosotros también estamos llamados hoy a pedir a Don Bosco que nos enseñe a leer los signos de los tiempos para ayudar a los jóvenes.

Esta misma convicción la expresa el Capítulo General Especial cuando dice que «Don Bosco poseyó en alto grado la sensibilidad a las exigencias de los tiempos… Sus primeros colaboradores se formaron en este espíritu… Y la sociedad moderna, con sus cambios rápidos y profundos exige un nuevo tipo de persona, capaz de superar el ansia provocada por dichos cambios y de proseguir buscando, sin anquilosarse en soluciones hechas… capaz de distinguir, sin extremismos, lo permanente de lo mutable»[13]. En este deseo de actualizar el carisma, el camino que nos queda es, justamente, el de buscar para nosotros ese su corazón pastoral, junto con esa capacidad de movilidad, de adaptación, de lectura creyente del aquí y ahora.


4. ¡CON LOS JÓVENES! PARA LOS JÓVENES… EN ESPECIAL LOS MÁS POBRES

4.1. ¡Con los JÓVENES! estando con ellos y en medio de ellos

Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, hermanos y hermanas de nuestra Familia Salesiana, porque el punto de partida de nuestro hacer carne y sangre (ENCARNAR) el carisma salesiano, es el de ESTAR CON LOS JÓVENES, estar con ellos y entre ellos, encontrarlos en su vida cotidiana, conocer su mundo, amar su mundo, animarles en su ser protagonistas de sus vidas, despertar su sentido de Dios, animarlos a vivir con metas altas.

El mundo de los jóvenes es un mundo de posibilidades. Para poder ser fermento en ese mundo, debemos conocer y valorar positiva y críticamente aquello que los jóvenes valoran y aman. El desafío de nuestra misión en medio de los jóvenes pasa a través de nuestra capacidad profética para leer los signos de los tiempos, como anteriormente decíamos de Don Bosco; es decir, ¿qué nos está diciendo y pidiendo Dios a través de estos jóvenes con los que me encuentro?

Este desafío comienza por tener la capacidad de escuchar, y por tener el valor y la audacia de entablar un diálogo «horizontal», sin posicionamientos estáticos, sin arrogarnos previamente la posesión de la verdad. Adoptemos la actitud del «aprendiz», y mucho aprenderemos de ellos y de la imagen de Iglesia que para ellos encarnamos. Los jóvenes, con su palabra, su presencia o su «indiferencia», con sus respuestas y sus ausencias, están reclamando algo de nosotros. Y también el Espíritu en ellos, y a través de ellos, nos está hablando. Del encuentro con ellos nunca se sale indemne, sino recíprocamente enriquecidos y estimulados.

4.2. ¡Con los JÓVENES! mostrándoles predilección pastoral

Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, porque si lo que llena nuestro corazón —desde el momento de la llamada vocacional de Jesús a cada uno de nosotros—, es la predilección pastoral por los chicos y chicas, los muchachos, las jóvenes y los jóvenes, esta predilección se manifestará en nosotros, como en Don Bosco, en una verdadera «pasión» buscando su bien, poniendo en ello todas nuestras energías, todo el aliento y fuerza que tengamos.

Y nuestras comunidades, sea cual sea el grupo de nuestra Familia (sean comunidades de vida religiosa, comunidades de oración y compromiso, comunidades testimonio…), han de intentar adquirir «visibilidad» entre los jóvenes de su propio ambiente. Esta visibilidad exige discernimientos, opciones y renuncias. Significa ante todo gratuidad en el servicio, relaciones fraternas alegres y detallistas, en un proyecto comunitario de oración, encuentros y servicio. Se requiere, más que nunca, una «casa abierta», con pluralidad de iniciativas convocantes, y con propuestas oportunas para los problemas de los jóvenes del entorno. Ojalá los jóvenes se percaten del valor que tiene el poder disponer de un «hogar salesiano», poder contar con un grupo de personas amigas. La significatividad exigirá que nuestras comunidades vivirán en una saludable tensión que se transforma en búsqueda, discernimiento y toma de decisiones que han de ser continuamente revisadas, llevadas a la oración y contrastadas en la vivencia fraterna y en la praxis pastoral.

4.3. ¡Para los JÓVENES! en especial para los más pobres

En diversas ocasiones he comentado que cuando el Papa Francisco habla de ir a la periferia, dirigiéndose a toda la Iglesia, a nosotros nos interpela de manera muy viva y directa porque nos está pidiendo que estemos en la periferia, con los jóvenes que están en la periferia, lejos de casi todo, excluidos, casi sin oportunidades.

Al mismo tiempo digo que esta periferia es para nosotros algo muy propio como Familia Salesiana, porque la periferia es algo constitutivo de nuestro ADN salesiano. ¿Qué fue el Valdocco de Don Bosco sino una periferia de la gran ciudad? ¿Qué cosa fue Mornese sino una periferia rural? Será necesario que nuestro examen de conciencia personal y de Familia se confronte con esta fuerte llamada eclesial, que es a su vez de la esencia del Evangelio. Será necesario examinarnos acerca de nuestro estar con los jóvenes y para ellos, especialmente para los más pobres, necesitados y excluidos…, pero no será necesario buscar nuestro norte, nuestra «estrella polar de navegación», porque en los últimos, los más pobres, los que más nos necesitan está lo más propio de nuestra identidad carismática y con esta identidad es con la que hemos de confrontarnos al buscar nuestro sitio, nuestra manera de responder hoy a la misión, en el aquí y ahora.

4.4. ¡Para los JÓVENES! … porque tienen derecho a encontrar modelos de referencia creyentes y adultos…

Cada vez se hace más evidente que nuestro servicio a los jóvenes pasa también, y en gran medida, a través de la existencia de modelos de referencia creyentes y adultos. Los jóvenes buscan y desean encontrarse con cristianos audaces pero «normales», a los que no sólo admirar, sino también poder imitar. Nuestros jóvenes, como en otras dimensiones de su persona «en construcción», necesitan mirarse en otros, quieren reconocerse a sí mismos y aprender a vivir su fe, más por contagio (por testimonio de vida) que por adoctrinamiento.

Por eso precisamente nuestra acción pastoral no podrá ser una tarea uniforme y lineal, dado que las situaciones de los adolescentes y de los jóvenes son tan variadas. Esto implicará, sobre todo en nosotros educadoras y educadores, actitudes profundas como estar dispuestos a «perder la propia vida» para darla por el Reino, aceptar la pobreza, la austeridad, la sobriedad como opción de libertad pastoral personal e institucional, estar dispuestos a reconvertir nuestras obras cuando sea necesario, poniendo siempre en primer lugar a las personas, el encuentro con ellas y el servicio a las mismas.

4.5. ¡Para los JÓVENES! … para quienes el encuentro personal será oportunidad única para sentirse acompañados

Trabajar con los jóvenes y por los jóvenes, ha sido y es, no sólo un privilegio por estar en contacto con personas vitales, llenas de potencialidad, de sueños y frescura… sino, sobre todo, una oportunidad que se nos ofrece de caminar junto a ellos para volver a Jesús, para recuperar su vida y su mensaje, sin filtrar su radicalidad, sin eludir la siempre incómoda confrontación con nuestras escalas de valores y estilos de vida. Estamos convencidos de que el Evangelio, tanto hoy como ayer, cuenta con todas sus posibilidades de ser escuchado, oído y aceptado de nuevo en el mundo de los jóvenes, como una Buena Noticia.

En este ser escuchado y aceptado el Evangelio, se nos presenta el desafío de cultivar con empeño el encuentro personal, el acompañamiento espiritual personal, donde cada Salesiano educador, cada Salesiana educadora pueda proponer caminos, sugerir opciones. A ejemplo de Don Bosco, tenemos una gran necesidad de educadoras y educadores abiertos a la novedad, ágiles para innovar, ensayar, arriesgar y ser personalmente testimonio veraz en la vida de los jóvenes. Se nos pide acercamiento personal en el encuentro espontáneo, interés por «sus cosas» sin pretender invadir su intimidad. Un acompañamiento preferentemente centrado en la consideración positiva y afectuosa del otro, y que ha de materializarse en las tareas de «facilitar», de «valorar» y de «orientar». Poner en marcha «itinerarios de educación a la fe» no consiste tanto en introducir cosa alguna del exterior al interior de los jóvenes, sino en ayudarlos a dar a luz su intimidad más radical habitada por Dios, a desarrollar las potencialidades y capacidades que llevan dentro de sí mismos. Se trata de acompañar sus vidas, de ayudarlos a descubrir su identidad más íntima y su proyecto personal de vida.

4.6. Porque los JÓVENES … especialmente los más pobres, son un don para nosotros

Fue el mismo Rector Mayor don Juan Edmundo Vecchi quien escribió que «los jóvenes pobres han sido y son todavía un don para nosotros»[14]. Y ciertamente no podemos pensar que don Juan Vecchi esté defendiendo la pobreza, pero es cierto, que si estamos con ellos y en medio de ellos, son ellos y ellas, los primeros que nos hacen el bien, que nos evangelizan que nos ayudan a vivir verdaderamente el Evangelio desde lo más propio del carisma salesiano.

Me atrevo a decir, como ya he manifestado en alguna otra ocasión, que son los jóvenes, las jóvenes, y especialmente quienes son más pobres y necesitados, quienes nos salvarán ayudándonos a salir de nuestras rutinas, de nuestras inercias y de nuestros miedos, a veces más preocupados en conservar las propias seguridades, que en tener el corazón, el oído y la mente abierta a lo que el Espíritu nos pueda pedir.

Por ellos y ante ellos no podemos eludir las urgencias que desde la misma realidad juvenil nos están golpeando a la puerta. Colaboramos con nuestras obras y servicios múltiples en promover la acogida de los jóvenes, escuchar los gritos del alma: jóvenes solos, acosados por la violencia, con conflictos familiares, con heridas emotivas, con confusión, con sufrimiento y dolor. La Buena Noticia empieza por escuchar y acoger de forma incondicional sus necesidades, deseos, miedos y sueños. Urge también recuperar su capacidad de búsqueda, de indignación ante las oportunidades que se les cierran por ser promesas vacías, estimular sus sueños para promover la acción, la colaboración, la búsqueda de unas sociedades mejores. Aceptar el «abrazo de Dios» como un regalo, aprender a llorar en Él, a reír en Él.


5. EN EL BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON BOSCO

5.1. Hubo un Primer Centenario

Estamos celebrando el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Como es natural hubo un primer Centenario del que quiero dejar una pequeña reseña histórica[15].

Comencemos por decir que en 1915 concurrían no uno, sino dos centenarios, ambos muy salesianos. El nacimiento de Don Bosco y la determinación de la fecha del 24 de mayo como celebración en honor de María Auxiliadora. Esta fue decidida por decreto del Papa Pío VII, para dar gracias a la Madre de Dios por su liberación de la cautividad, estableciendo la fiesta de María Auxiliadora en el día 24 de mayo, día en que entró de nuevo en Roma.

La idea de celebrar solemnemente el primer Centenario del nacimiento de Don Bosco comenzó con mucha antelación. Don Pablo Álbera quería dotar la celebración de un doble carácter: que sirviera para extender la devoción a María Auxiliadora y para el conocimiento de la figura y obra de Don Bosco, y también con el fin de contribuir así a acelerar la causa de beatificación.

En 1914 la organización de las celebraciones del primer Centenario del nacimiento de Don Bosco estaba ya muy avanzada. La prensa había dado a conocer al gran público los actos principales que tendrían lugar en dicha efemérides; las autoridades que iban a intervenir; se habían seleccionado también los planos del monumento y de la nueva iglesia; la Santa Sede había aprobado el cambio de fecha del Capítulo General, y la renuncia de los miembros del Capitulo Superior a un año de sus respectivos cargos; el cardenal Gasparri, en calidad de Protector de la Congregación Salesiana había escrito una carta, en nombre del Papa.

Pero las circunstancias que vendrían fueron muy adversas. En 1914 y 1915 se sucedieron una serie de trágicos acontecimientos: un fuerte terremoto que sacudió una parte de Sicilia, con graves daños materiales aunque, por fortuna, sin pérdidas de vidas de SDB y FMA; un fuego que destruyó completamente la casa chilena de Valdivia; la muerte de Pío X, muy cercano a los Salesianos. Un nuevo terremoto que, a inicios de 1915, asoló la región de los Abruzos, ocasionando la muerte de tres hijas de María Auxiliadora. Dos Salesianos, fueron rescatados de entre los escombros.

Y llegó el acontecimiento más trágico, doloroso y duradero: el estallido de la Primera Guerra Mundial, que dividió el mundo en dos grandes bandos beligerantes, dejando millones de muertos en su transcurso. Italia, al principio neutral, entró en guerra el 23 de mayo de 1915, precisamente el día antes del comienzo de la celebración de los actos conmemorativos del centenario de la fiesta de María Auxiliadora.

El conflicto bélico afectó gravemente a las obras salesianas en diversos países. Unos 2.000 jóvenes Salesianos fueron llamados a las armas, en uno y otro bando. La guerra impidió o hizo muy difícil el contacto y la comunicación con las casas salesianas de las FMA y de los SDB. Disminuyó también en gran medida la ayuda de los cooperadores. Don Pablo Álbera hizo continuos llamamientos a la oración, insistiendo sobre todo en la conmemoración del 24 de cada mes, dedicado a María Auxiliadora. Era evidente que en esta situación los brillantes programas del Centenario tendrían que ser suprimidos o reducidos o en la espera de circunstancias mejores. Se determinó suspender los actos festivos, reducir los programas y darles un carácter más religioso e íntimo, aunque siempre con la esperanza de que la paz llegara pronto y se pudieran vencer los obstáculos. Pero la paz tardó en llegar más de lo esperado y muchos de los actos previstos no pudieron celebrarse nunca.

Con todo, y si bien el día anterior a la fiesta, el 23 de mayo, Italia declaró la guerra a Austria, como ya se dijo, y entró a formar parte del bloque de los aliados, el 24 de mayo se celebró en el abarrotado santuario un solemne pontifical presidido por el cardenal arzobispo de Turín.

También hubo festejos en Valsalice y Castelnuovo. Para cerrar el aniversario, el Rector Mayor invitó a todos los amigos de Don Bosco a una doble peregrinación: la primera, el día 15 de agosto, para visitar la tumba de Don Bosco y la segunda, el día 16, para visitar la cuna, que estaba en 
I Becchi, donde había nacido y en Castelnuovo, donde había sido bautizado. En Valsalice la asistencia fue tan numerosa que fue necesario levantar un altar en el pórtico que está delante de la tumba. Miles de personas se agrupaban ocupando todos los espacios del patio y sus adyacentes. Cantos, oraciones y ofrendas precedieron a la bendición eucarística impartida por don Pablo Álbera desde la terraza situada ante la tumba de Don Bosco. A todos los presentes se les entregó un elegante recuerdo con la imagen de Don Bosco y algunas de sus máximas.

La segunda jornada, el 16 de agosto, concentró en torno a la casita de Don Bosco en I Becchi a numerosos grupos de jóvenes y adultos, eclesiásticos y laicos, que venían de Turín y de los pueblos de los alrededores. Lo esperaban don Pablo Álbera y todo el Capítulo Superior. Don Pablo Albera celebró la Santa Misa y después se procedió a la colocación de la primera piedra de la nueva iglesita que se quería levantar allí en honor de María Auxiliadora como recuerdo del doble centenario. En Castelnuovo se descubrió una lápida conmemorativa. Después de una comida popular, siguió el homenaje oficial del pueblo. Don Pablo Álbera fue nombrado ciudadano de honor.

En América pudieron celebrarse ambos centenarios, el de la fiesta de María Auxiliadora y el del nacimiento de Don Bosco. En todas la naciones americanas donde estaba implantada la obra salesiana se celebraron actos masivos en honor de Don Bosco y de María Auxiliadora. En varios lugares se dio el nombre de Don Bosco a las calles y se levantaron centros e iglesias en perpetua memoria del acontecimiento. Argentina y Brasil fueron las naciones que más se distinguieron en esta circunstancia.

5.2. En la celebración del Bicentenario

Hasta aquí fue la historia de la primera celebración. Son también muchos los actos, en gran medida muy sencillos, que están teniendo lugar en todo el mundo. Yo pretendo subrayar, como ya lo hice el día 16 de agosto en I Becchi al inicio del Bicentenario, el sentido del mismo.

Hoy nosotros, mientras celebramos el Bicentenario de este hecho histórico, damos profundas gracias a Dios por lo que ha hecho con su intervención en la Historia, y en esta historia concreta aquí, en las colinas de I Becchi. Varias veces digo en esta carta, de una u otra manera, que el carisma salesiano es el regalo que Dios, a través de Don Bosco, ha hecho a la Iglesia y al Mundo. Se formó en el tiempo, desde las rodillas de Mamá Margarita hasta la amistad con buenos maestros de vida y sobre todo en la vida cotidiana con los jóvenes.

El Bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco es un año jubilar, una «año de Gracia», que queremos vivir en la Familia Salesiana con un profundo sentimiento de gratitud al Señor, con humildad pero gran alegría, porque ha sido el mismo Señor quien ha bendecido este hermoso movimiento espiritual apostólico fundado por Don Bosco bajo la guía de María Auxiliadora. Es un año jubilar para los treinta grupos que ya formamos esta gran Familia, y para otros muchos que, inspirados en Don Bosco, en su carisma, en su misión y espiritualidad, esperan ser reconocidos en esta Familia.

Es un año jubilar para todo el Movimiento Salesiano que, de una u otra manera, hace referencia a Don Bosco en sus iniciativas, acciones, propuestas, camina compartiendo espiritualidad y esfuerzos por el bien de los jóvenes y las jóvenes, en especial los más necesitados.

Este Bicentenario quiere ser, para todos, y en todo el mundo salesiano, una ocasión preciosa que se nos ofrece para mirar el pasado con agradecimiento, el presente con confianza, y para soñar el futuro de la misión evangelizadora y educativa de nuestra Familia Salesiana con fuerza y novedad evangélica, con coraje y mirada profética, dejándonos guiar por el Espíritu que siempre nos acercará a la novedad de Dios. El Bicentenario está siendo ya una oportunidad para una verdadera renovación espiritual y pastoral en nuestra Familia, una ocasión para hacer más vivo el carisma, y hacer tan actual a Don Bosco como siempre lo fue para los jóvenes, en nuestro camino hacia las periferias físicas y humanas de la sociedad y de los jóvenes. El año del Bicentenario, y el camino posterior que hemos de recorrer, ha de ser para nosotros, un tiempo para aportar lo que humildemente forma parte de nuestra más viva esencia carismática.

Este Bicentenario ha de ser, y está siendo también, la evocación de tantas mujeres y hombres que en este proyecto apasionante han dado su vida por este ideal de manera heroica, en las condiciones más difíciles y extremas del mundo, y por eso son un triunfo, un tesoro inestimable que solo Dios puede valorar.

Con esta convicción que tenemos, nos sentimos más animados no solo a admirar a Don Bosco, no solo a percibir la actualidad de su figura, sino a sentir fuertemente el irrenunciable compromiso de imitación de quien, desde las colinas de I Becchi llegó a la periferia de Valdocco, y a la periferia rural de Mornese, para implicar consigo y con otras personas a todo aquel que buscara el bien de la juventud y su felicidad en este mundo y en la eternidad.


6. MAMÁ MARGARITA, MADRE Y EDUCADORA DE JUAN BOSCO

No quisiera terminar el comentario de este Aguinaldo que tiene como punto central a Don Bosco en sus práxis educativa y pastoral, en este año del Bicentenario de su nacimiento, sin hacer referencia a la que fue su madre y educadora. Y esto porque ignorar o silenciar a su madre, Mamá Margarita, es ignorar que tantos dones naturales que reconocemos en Don Bosco tienen su origen, ciertamente, siempre en Dios, pero con la mediación humana que fue su familia y muy especialmente su madre. De ahí el porqué de esta sencilla reflexión[16].

En mayo de 1887, Don Bosco fue por última vez a Roma para la consagración de la iglesia del Sagrado Corazón, monumento perenne de su amor al Papa. Estaba ya al final de una larga vida de trabajo, que la construcción de este templo había contribuido a reducir. El domingo 8 de mayo se realizó una recepción en su honor con la participación de personalidades eclesiásticas y civiles, italianas y extranjeras. Al final de la recepción, muchos invitados tomaron la palabra en diversas lenguas. En alguno nació la curiosidad de saber cuál era la lengua que gustaba más a Don Bosco. Este, sonriendo respondió: «La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco trabajo aprenderla, y porque encuentro en ella más facilidad para expresar mis ideas; además, no la olvido tan fácilmente como las otras lenguas»[17].

Don Bosco reconoció siempre los grandes valores que había adquirido en su familia: la sabiduría campesina, la sana astucia, el sentido del trabajo, la esencialidad de las cosas, la ocupación permanente, el optimismo a toda prueba, la resistencia en los momentos de infortunio, la capacidad de recuperación después de los altercados, la alegría siempre y en todo lugar, el espíritu de solidaridad, la fe viva, la verdad y la intensidad de los afectos, el gusto por la acogida y la hospitalidad. Todos estos bienes los había encontrado en su casa y lo había formado en aquel mundo. Quedó marcado por esta experiencia hasta tal punto que, cuando pensó en una institución educativa para sus muchachos, no quiso otro nombre que el de «casa» y definió el espíritu que debería caracterizarla con la definición de «espíritu de familia». Y, para imprimir la impronta exacta al hecho, había pedido a Mamá Margarita, ya anciana y cansada, que abandonara la tranquilidad de su casita en la colina para bajar a la ciudad y responsabilizarse del cuidado de aquellos muchachos recogidos de la calle, muchachos que le darían no pocas preocupaciones y disgustos. Pero ella fue a ayudar a Don Bosco y a hacer de madre para quienes no tenían ya ni familia ni afectos.

Precisamente la presencia de Mamá Margarita en Valdocco los últimos diez años de su vida influyó significativamente en el «espíritu de familia» que todos consideramos como el corazón del carisma salesiano. De hecho, aquel decenio no fue un decenio cualquiera sino el primer decenio en el que se pusieron las bases del clima que pasará a la historia como «clima de Valdocco». Don Bosco había invitado a su madre impulsado por necesidades prácticas. En realidad, en los planes de Dios esta presencia estaba destinada a transcender los límites de una necesidad contingente, para inscribirse en el marco de una colaboración providencial en un carisma todavía en estado naciente. Mamá Margarita fue consciente de su «nueva vocación». La aceptó con humildad y lucidez. Así se explica el coraje demostrado en las circunstancias más duras. Por ejemplo: en la epidemia de cólera, en los gestos y palabras que tienen algo de profético como la utilización de los manteles del altar para convertirlos en vendas para los enfermos. Sobre todo valga el ejemplo de las célebres «Buenas Noches», una nota original de la tradición salesiana. Era un punto al que Don Bosco daba mucha importancia y fue iniciado precisamente por la mamá con un pequeño sermón dirigido al primer joven interno[18]. Después Don Bosco continuaría esta costumbre no en la iglesia como si se tratara de un sermón, sino en el patio o en los pasillos o bajo los pórticos de manera paterna y familiar. La talla interior de esta madre es tal que el hijo, cuando ya se había convertido en un experto educador, continuará aprendiendo de ella. Para comprender lo que acabamos de decir, valga el juicio de don Juan Bautista Lemoyne: «En ella podía estar personificado el Oratorio»[19].

Esta relación entre madre e hijo madura hasta la participación de Mamá Margarita en la misión educativa del hijo: «Querido hijo mío, te puedes imaginar cuánto cuesta a mi corazón abandonar esta casa, a tu hermano y a los demás seres queridos; pero, si te parece que esto puede agradar al Señor, estoy dispuesta a seguirte». Abandona su querida casa de los Becchi, le sigue entre los jóvenes abandonados de Turín. Aquí, durante diez años (los últimos de su vida), Margarita se dedica sin escatimar esfuerzos a la misión de Don Bosco y a los comienzos de su obra, ejerciendo una doble maternidad: maternidad espiritual hacia el hijo sacerdote y maternidad educativa hacia los muchachos del primer Oratorio, contribuyendo a educar a hijos santos como Domingo Savio y Miguel Rua. Analfabeta, pero llena de la sabiduría que viene de lo alto, se convierte en la ayuda de muchos jóvenes pobres de la calle, hijos de nadie. En definitiva, la gracia de Dios y el ejercicio de las virtudes han convertido a Margarita Occhiena en una heroica madre, en una sabia educadora y en una buena consejera del incipiente carisma salesiano. Mamá Margarita es una persona sencilla, y no obstante brilla en el extraordinario número de madres santas que viven en la presencia de Dios y en Dios, con una unión hecha de invocaciones silenciosas, casi continuas. La «cosa más simple» que Mamá Margarita repite continuamente con el ejemplo de su vida es esta: la santidad está al alcance de la mano, es para todos, y se realiza en la obediencia fiel a la vocación específica que el Señor confía a cada uno de nosotros.


7. CON MARÍA, LA MÁS INSIGNE COLABORADORA DEL ESPÍRITU SANTO

Concluyo recordando las palabras de Juan Pablo II, hoy ya santo, en la conclusión de la carta ya citada, en la que nos exhorta a tener siempre presente a María Santísima como a la más insigne colaboradora del Espíritu Santo. El Papa nos invita a mirar a María y a escucharla cuando dice en las bodas de Caná: «Hacer lo que Él os diga» (Jn 2,5).

En un precioso final, dirigiéndose a los Salesianos de aquel momento y en un contexto muy adecuado para nuestra Familia de hoy, Juan Pablo II dice: «A Ella os confío a todos vosotros, y a la vez a todo el mundo de los jóvenes, para que atraídos, animados y guiados por Ella puedan obtener, con la mediación de vuestra obra educativa, la talla de hombres nuevos en un mundo nuevo: el mundo de Cristo, Maestro y Señor»[20].

Es tal la fuerza de este anhelo, de estas palabras que nos dirigió entonces el Papa que creo no quepa añadir nada más que ¡«amén»!, contando con la Gracia del Señor, con la intercesión de María Auxiliadora y con el corazón del Buen Pastor de todos los miembros de la Familia Salesiana.

Que el Señor nos conceda su bendición.

Roma, 8 de diciembre de 2014
 Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María


Ángel Fernández Artime, sdb Rector Mayor

[1] MBe III, p. 472.
[2] MBe III, p. 436.
[3] Ibid.
[4] Cfr. Carta de Identidad de la Familia Salesiana, art. 5.
[5] Mutuae Relationes, 11.
[6] Carta de Identidad de la Familia Salesiana, art. 4.
[7] Juan Pablo II, Juvenum Patris, núm. 4.
[8] Ibid.
[9] Proceso Ordinario, copia pública, folios 870-972, citado en Bosco Teresio, Don Bosco visto da vicicino, Turín, Elle Di Ci, 1997, p. 108.
[10] P. Ruffinato, Educhiamo con il cuore di Don Bosco, in «Note di Pastorale Giovanile», núm. 6/2007, p. 9.
[11] Ibid. 10.
[12] Ibid. 5.
[13] CGE, núm. 665.
[14] ACG 359, p. 25.
[15] La información, que yo he resumido al máximo, me la ha facilitado don Jesús Graciliano González, quien ha preparado para el Boletín Salesiano de España once pequeños artículos, uno para cada mes de edición, recogiendo lo que fue la historia de aquel primer Centenario.
[16] He pedido a don Pier Luigi Cameroni, procurador sdb de la causa de los santos, y quien ha instruido la causa de Mamá Margarita, que pudiera iluminarme en esta sencilla reflexión. Así lo ha hecho y se lo agradezco vivamente.
[17] MBe XVIII, p. 285.
[18] Don Bosco cuenta este episodio en las Memorias del Oratorio, San Juan Bosco, Madrid, Editorial CCS, 2003, pp. 145-146.
[19] MBe III, p. 293.
[20] Juan Pablo II, Iuvenum Patris, núm. 20

(fuente: www.sdb.org)

viernes, 30 de enero de 2015

Beato Bronislao Markiewicz, un sacerdote para los pobres

Beatificado el 19 de Junio de 2005

Bronislao Markiewicz nació el 13 de julio de 1842 en Pruchnik, Galizia (sur de Polonia). Era el sexto de once hijos, de una devota familia de clase media baja. Bronislao enfrentó el hambre, la pobreza y la persecución que encontró en la escuela debido a los ideales cristianos, pero todo lo aceptó con un espíritu de fe y decidió ingresar al seminario. El 15 de setiembre de 1867 fue ordenado sacerdote. Se propuso enérgicamente el trabajo de enseñar catequesis y de hacer apostolado con los prisioneros; le encantaba estar con la gente, especialmente si eran pobres. Le atraía la juventud marginada que sufría todo tipo de pobreza y decidió hacer estudios educativos para ayudarlos mejor y para salvar sus almas. La Providencia le inspiró un ardiente deseo de entrar en un Instituto Religioso dedicado al cuidado de los jóvenes.


Se une a Don Bosco como Salesiano

Así que viajó a Italia, donde se sintió atraído por la espiritualidad de Don Bosco quien, sin él saberlo, ya lo llevaba en su corazón. Solicitó y fue aceptado a ingresar en la Congregación Salesiana en 1887 e hizo sus votos perpetuos al propio Don Bosco. Tuvo la gran fortuna de escuchar las recomendaciones del Santo y de absorber directamente su espíritu. En 1892 regresó a Polonia como Salesiano y como párroco en Miejsce, en Galizia, donde pudo dedicarse a la juventud polaca pobre y abandonada.


Más radical aún – una nueva Sociedad

Para responder mejor a las necesidades prácticas de los pobres en Galizia, Bronislao sintió la necesidad de vivir los principios de Don Bosco aún más radicalmente y, después de recibir el asesoramiento de aquellos que trabajaban con él, fundó la Sociedad llamada Trabajo y Abstinencia. Nueve años después de su muerte, tanto la rama masculina como la femenina de la sociedad fueron reconocidas por la Iglesia y dieron nacimiento a dos Congregaciones bajo la advocación de San Miguel Arcángel


Los miguelitas

Sus miembros fueron conocidos como los Miguelitas. El padre Bronislao, al igual que Don Bosco, recomendaba a sus hijos y gente joven fomentar una gran devoción por la Eucaristía y por María, así como por San Miguel, a quien eligió como protector en la lucha diaria contra el mal. La unión con Cristo crucificado y la virtud de la moderación caracterizan sus actividades apostólicas en beneficio del prójimo.

Murió en Miejsce Piestowe, el 29 de enero de 1912.

(fuente: sdb.org)

Don Bosco se hace oratorio

SISTEMA PREVENTIVO Y ORATORIO: GENESIS Y RECIPROCIDAD

1. Presentación

Don Bosco, relacionándose con sus muchachos crea Oratorio y haciendo Oratorio da forma sistemática y orgánica a su acción educativa. Las relaciones se hacen “una modalidad de encuentros y de reciprocidad pedagógica originales” y, contemporáneamente, “un conjunto orgánico de intervenciones pastorales y educativas” dentro del contexto global del Oratorio.

Éste, efectivamente es el ámbito omnicomprensivo de la pastoral “preventiva” y de la promoción integral de los muchachos que lo necesitan “todo”; el “medio cultural” en el que se llevan a cabo el encuentro, las propuestas y los procesos del sistema. Un ámbito de espontaneidad y de inmediatez relacional, que suscita formas de escucha, de aceptación empática, de acogida incondicional; de diálogo y de “familia”.

La óptica es “la preventividad” que no es otra cosa que la vigilancia previsiva de todo lo que, a tiempo, hay que evitar y de todo lo que hay que impulsar y promover, de suerte que el educando aprenda de la vida a defenderse y a desarrollar todas las potencialidades que tiene en sí mismo, como ser humano y como creyente en quien actúa vivo y palpitante el Espíritu.

La educación tiene que llegar antes de que lleguen los agentes deshumanizadores del ambiente y hagan un estrago irreparable. Lo hace ya con la sola presencia de aquel en quien el sujeto confía; lo hace concientizando, despertando y motivando las capacidades de reacción, de superación y de esperanza del joven en peligro; lo hace a través de múltiples tareas pedagógicas de crecimiento personal y social.

La síntesis armónica y complementaria de relaciones y tareas, vitales y creativas, que se suscitan y coordinan orgánicamente, casi como a la manera de un juego que enseña y capacita, entretiene e impulsa energías y posibilidades, fruto más que de la técnica, de la inventiva espontánea y oportuna, se llama Oratorio. Porque nace del tipo de relaciones, no existe sin Sistema, ni las relaciones educativas y pastorales llegarían a alcanzar la organicidad sistemática que respondan a la vida y al momento, si no hubiera Oratorio.

Es así como éste se convierte en mediación pedagógica entre el ambiente histórico-cultural, social, político y religioso, en el que viven los jóvenes, y el propio mundo, la singular sub-cultura que los caracteriza, cada vez más vulnerable a la influencia del espacio real y virtual en el que su vida gravita desde los primeros años.

Esta síntesis de Sistema y de organigrama de respuestas pastorales y pedagógicas, es la que se evidencia con singular claridad en don Bosco. Un educador, tributario, ante todo a su experiencia personal, sacerdotal y educativa, y acreedor de la persona y la vida real de los jóvenes que son la parte de su “herencia” humana y vocacional en la historia.


2. Criterio de interpretación

El pensamiento educativo de Don Bosco, el sentido y significado de su obra, lo aclara y explica su vida, su propia experiencia. Acompañarlo a educar y a hacer oratorio, es entenderlo y entender lo original de su Sistema y de su Oratorio. En verdad su originalidad está en él mismo, en la manera como hace las cosas, en los porqués de sus conductas, de sus intuiciones, de sus criterios y de sus principios. Todo ha brotado de un corazón que tiene su propia manera de ver y de sentir las cosas, de una inteligencia emocional que capta y que penetra, de los impulsos que vienen de su interior en donde Dios mismo conduce, ilumina e impulsa su vida, y la misión a la que Él mismo lo ha llamado. Don Bosco, que se movía, ante todo por móviles de fe, llegó a tener esa certeza

Su pasión por los jóvenes, su paciencia, su acogida, la eficacia de su presencia y de su palabra y la evidencia de amar y de ser amado, no tenían, en último término, otra explicación. Estaba hecho para ellos y ellos para él.

Es la vida toda de Don Bosco la que le da a cada hecho y a cada cosa, su significado. Sus mismos escritos necesitan ser interpretados con la vida.

De hecho, históricamente, la primera y fundamental respuesta de Don Bosco a sus jóvenes es él mismo. Así lo expresa Domingo Agasso: “¿Qué trajo de inédito desde sus colinas piamontesas para revelarlo a los jóvenes? En la barriada popular de Valdocco las cosas eran muy simples y muy pobres, pero allí estaba él; estaba Don Bosco. Eso era lo que todos sabían y eso era lo que ellos buscaban. “¡Vamos a Don Bosco!”, era la frase que lo expresaba todo para ellos” Más o menos hasta el 1930, había alguien que recordaba todavía: “Yo hablé con Don Bosco”, y había sido la experiencia más feliz de su vida.


3. “Oratorio germinal” y vocación pedagógica

“Vocación” y “Oratorio” son términos relacionados desde la infancia en la historia de Don Bosco. En verdad, cuando llegó a Turín, a los 26 años, recién ordenado presbítero, él ya traía consigo una singular experiencia educativa nacida, ante todo, del trato con su Madre en el que a Eugenio Valentini en 1957 le parecía descubrir “una de las fuentes humanas” de su inspiración pedagógica, y luego, de la relación que tiene, con una espontaneidad y frescura originales, con sus mismos coetáneos de los sectores rurales del Monferrato. Nos lo narra él mismo en páginas de una luminosa belleza descriptiva en sus “Memorias del Oratorio”; y es él quien, así mismo, llama a aquella ingenua e intuitiva urdimbre de relaciones prematuramente pastorales y pedagógicas con sus amigos del campo “una especie de Oratorio festivo”.

Pero, “Oratorio” suena aquí también a algo más profundo, y ante todo a un carisma, el de su vocación específica. Es, efectivamente, un don que lleva consigo, lo identifica y lo hace sujeto creador de “Sistema Preventivo” y de “Oratorio”.

Así le sigue sucediendo, luego, adolescente y joven, en la parroquia de Moncucco, en la finca de los Moglia, o en Chieri; y de la misma manera, como una pasión de bondad y de alegría, seguirá acompañándolo toda su vida en su comunicación con los jóvenes.

Entonces, es lógico deducir que Oratorio y Sistema Preventivo antes de ser instituciones y estructuras, son actitudes profundas de la persona, opciones fundamentales, modo de ser y actuar y de relacionarse. Ambos estaban ya, desde la infancia latentes en el corazón de Don Bosco, como parte del Llamamiento Divino que daba sentido cabal a existencia.


4. La definitiva experiencia con los muchachos pobres y abandonados en Turín.

La novedad de la pedagogía de Don Bosco es una elaboración pedagógica, a la vez personal y grupal, religiosa y civil, que asume progresivamente la globalidad y la diferenciación específica de cada persona. Es una experiencia que empieza, y progresivamente va afirmando sus típicos valores y expresiones, en la relación educativa y pastoral. En un proceso de continuidad, Don Bosco vivió ese proyecto con los muchachos callejeros, de origen provinciano, que, en la primera parte del siglo XIX, se desplazaban de sus lugares de origen en busca de trabajo, atraídos por las posibilidades que ofrecían ciudades en desarrollo industrial, como Brescia, Milán o Turín. Chicos que solos, a merced de la explotación patronal o el desempleo, se veían expuestos a graves peligros de todo orden, y de los que el mayor era sin duda el de la delincuencia. La historia y la sociología pedagógica los ha calificado como adolescentes pobres y abandonados, expuestos, por tanto a gravísimos riesgos en la vida laboral y social.

Precisamente el sacerdote Juan Cocchi viéndolos tan necesitados y, sin embargo, objeto del mayor descuido pastoral en su parroquia de la “Anunziata”, había intentado darles, un año antes que Juan Bosco comenzase su obra, una respuesta oratoriana singular en la barriada de Vanchiglia. Estos eran los típicos destinatarios de los Oratorios piamonteses y lombardos, que se habían incrementado en el ochocientos.

La intuición genial de los gérmenes y tendencias vocacionales de Don Bosco, tenida por José Cafasso, su maestro y confesor, lo llevó acertadamente, no bien éste hubo ingresado en el Convitto Ecclesiástico, a ponerlo de inmediato en contacto con los muchachos detenidos en los centros carcelarios. Don Bosco narra la impresión que este acontecimiento le produjo y la búsqueda que emprende en seguida de una pastoral “preventiva” especial para ellos. Cafasso no sólo le trasmitió su experiencia en la pastoral penitenciaria, sino que se dejó involucrar en las iniciativas de Don Bosco, a tal punto que éste, en el elogio fúnebre pronunciado a la muerte del amigo sacerdote, en 1860, lo llama: “el primer catequista, e incansable promotor de nuestro Oratorio”.


5. Sistema Preventivo y Oratorio.

Considerado, pues, como “Sistema”, es decir como un todo ideal y práctico de convicciones y procedimientos; como “arte”, el Sistema Preventivo va adquiriendo ya su sentido orgánico y su consistencia institucional en los años subsiguientes a la Ordenación Sacerdotal de Don Bosco; pero sobre todo en la etapa de estabilización de su experiencia oratoriana en Valdocco a partir de la Pascua de Resurrección de 1846.

5.a. El espacio físico propio ofrecido por la propiedad de Francisco Pinardi, le permitía a Don Bosco organizar establemente su proyecto pedagógico y dar articulación progresiva a su “Sistema” de relaciones y valores educativos.

Había concluido la búsqueda de un lugar en donde reunir y enseñar a los jóvenes (1841-1846). Según un “bosquejo histórico” suyo, de esos años , se trataba ahora, de congregar, como lo había hecho Jesucristo, el rebaño disperso; su incipiente grey de pequeños emigrantes, de adolescentes desplazados de los medios familiares; solos, desarraigados en el inédito ambiente urbano, a merced de contratistas e intermediarios de trabajo, y en la promiscuidad de vivienda con inescrupulosos obreros adultos, hacinados en los bordes de los canales del Dora, o errando entre la población de aprendices y vagos que invadían el mercado público de Porta Palazzo o de la zona fabril del Mosquino.

5.b. Acciones ambientales. Sin embargo la acción educativa de Valdocco seguía complementándose con las visitas que hacía periódicamente el santo a las cárceles, el acompañamiento a sus muchachos en los lugares de trabajo o de vivienda, y en las horas de su vagancia o de su entretención callejeras.

Don Bosco convocó en su ayuda a sacerdotes del clero secular y a laicos de diversa condición social y profesional que podían prestar su servicio en bien tanto de la formación espiritual, como cultural y profesional de sus chicos. En 1850, cuando se agudizaba en forma anticlerical el fenómeno de secularización estatal y cultural impulsado por el régimen liberal en el Piamonte, Don Bosco se puede decir que absolutiza, en un difícil momento, la acción de los seglares. El proceso global desembocará, más tarde, en mayo de 1876 con la aprobación por parte de la Sede Apostólica de los Cooperadores Salesianos.

5.c. Los procesos de desarrollo y organización que caracterizaron la primera experiencia oratoriana de Don Bosco en Turín fueron los siguientes:

• Partió de las cárceles judiciales, con las cuales el santo tuvo una relación personal, a lo menos por veinte años consecutivos, siempre con una preocupación de rescate urgente, preventivo, de los jóvenes delincuentes urbanos;
• Su acción se complementó en seguida con la búsqueda y el reencuentro con los chicos en peligro, por los suburbios, las calles y las plazas, en donde habitualmente residían, operaban y hallaban sus mayores riesgos y condicionamientos negativos, físicos y morales.
• Se orientó, contemporáneamente con la localización de los sitios más adecuados, seguros y atractivos, en donde reunirlos.
• Creaba, apenas le fuera posible, grupo, familia, posibilidades de relación estable y progresiva con ellos. Así los vio la ciudadanía preocupada, adversa o temerosa, recorriendo con muchos muchachos de diversa procedencia, los sitios más frecuentados de la urbe;
• y comienza a tener relaciones convencionales que le permitieron empezar a llevar con algunos un primer y mínimo proceso preventivo.
• Todo esto, en el característico clima juvenil de tipo lúdico, festivo, catequético, litúrgico y celebrativo, que él en su atrevimiento y en su ingenio era capaz de crearse en torno suyo, no obstante fuera evidente el fastidio y aún el rechazo social, ya que la época era propicia a ver en todas estas manifestaciones ocultas intenciones subversivas al estilo de las de los grupos de carbonarios del Sur.
• Había en todo esto un cierto aire parecido al de las jornadas festivas de las parroquias rurales que no fácilmente podían olvidar los pequeños emigrantes que habían bajado en el último invierno de Lombardía, para limpiar las chimeneas de los palacios señoriales de Turín; o que subían del Monferrato después de las ferias populares de Chieri con las que comenzaba en mes de noviembre en la comarca astigiana;
• y todo esto era también, ya, en forma germinal, desde el principio, Oratorio y Sistema Preventivo. Ahí estaban las instancias, los deseos y las necesidades fundamentales de los jóvenes, latentes o en una primera fase de su expresión espontánea; y estaba toda la creatividad y la fatiga inmensa de Don Bosco y de sus colaboradores, sacerdotes y laicos comprometidos con él, desde el comienzo, en aquella que parecía por entonces una empresa imposible.

5.d. Todo se fraguó así, progresiva y orgánicamente, sobre la experiencia cotidiana, siempre desafiante y promisoria, de un sacerdote campesino constante y sufrido, pero alegre y obstinado en responder a las urgencias y aspiraciones de los muchachos. Todo implicaba particulares relaciones, métodos comunicativos, valores culturales que se proponían, se ensayaban y se iban decantando.

Ahora, en Valdocco había cosas nuevas:

- El patio, que era el paso de la calle al “propio espacio educativo”, alquilado por Don Bosco y donde estaba la Casa Pinardi. El “patio” que era ya en sí mismo el ámbito pedagógico y pastoral por excelencia: allí podían estar los jóvenes y Don Bosco a sus anchas. Podía ser además de un espacio lúdico, clase, o capilla, o sitio de reuniones, sin que dejara de ser el lugar de la relación espontánea por excelencia; del “encuentro” en el que él y ellos se conocían y todo podía comenzar de nuevo. Un elemento que no podrá ya faltar sin que se ponga en peligro la base originaria del sistema.

- El Oratorio de San Francisco de Sales, en Valdocco, comenzó como patio e “iglesia”; y luego, como “casa” y como “escuela”; pero todo podría ser y no Oratorio. En la calle y el patio, se generaron y afianzaron tanto el conocimiento recíproco y la relación interpersonal y grupal del Sistema, como las diversas formas de servicio pastoral y educativo del Oratorio, generadas por las múltiples exigencias de los jóvenes: la búsqueda, el encuentro, la acogida, el diálogo, el movimiento asociativo, la progresiva capacitación de maestros, la formación de artesanos, las motivaciones “vocacionales”; luego vinieron, sobre ese terreno que se ampliaba, las construcciones que desde 1853 a 1876 fueron supliendo los locales de la Casa Pinardi y dando al conjunto arquitectónico el aspecto que aún conserva.

- Las sucesivas construcciones albergaron los grandes dormitorios, los estudios y las aulas de clase, la cocina y los comedores, el sector de artes y oficios, las habitaciones de Don Bosco y de sus colaboradores y sus hijos, las buhardillas en donde tenían sus celdas los clérigos y cuyas ventanas se enmarcaban de la nieve en diciembre y enero; la Porciúncula, como se llamó en seguida a la Capilla de San Francisco de Sales, y en 1868, el Santuario de María Auxiliadora en cuya bendición de la primera piedra se hicieron presentes el príncipe Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, y otros personajes de la nobleza ciudadana junto con los humildes vecinos de Valdocco y la muchachada ruidosa del Oratorio.

- La primera imagen del Oratorio Festivo de Don Bosco había sido la de una plaza con una iglesia parroquial. Luego, vino la “casa” para los chicos que no tenían ni familia ni casa; y vinieron las clases y los talleres, semejantes a los tallercitos para aprendices de la ciudad. Y aquel patio e iglesia, con casa y con talleres y escuela respiró de golpe con el bullicio espontáneo de una aldea rural, sobre todo en festividades como la de San Luis o las de San Juan Bautista, que remedaban las ingenuas celebraciones campesinas a las que estaban acostumbrados los chicos. Una iglesia que el mismo arzobispo consideraba “parroquia de los muchachos”, para que funcionara del todo a su medida.

5.e Procesos de crecimiento entre 1846-1852

Don Bosco inició su Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco en la Pascua de 1846. A los pocos días sufría la fuerte crisis de salud que puso su vida en peligro, y de la cual salió librado gracias, como él mismo lo dijo, a las oraciones y a la inmolación dolorida y esperanzada de sus pobres muchachos.

Cuando retornó a Valdocco, ya no lo hizo solo. La presencia de la madre se dio, entonces, cuando el santo:

- ratificó sin titubeo alguno su voluntad de entregar por entero su vida a esos jóvenes que le había devuelto la suya llorando, esperando con una fe inocente y segura, y rezando;
- decidió invitar a su madre, Margarita Occhiena, a venir a acompañarlo en su trabajo educativo. Desde ese momento, 11 de noviembre de 1846, el Oratorio adquirió un pleno sentido de “Casa de familia” para él y sus muchachos;

Así, el método educativo de Don Bosco se consolidó para siempre cuando en Valdocco se expresó con toda plenitud, al ritmo vital de su corazón de pastor y de padre, y del corazón de Mamá Margarita, que lo había educado a él desde niño, y ahora se había vuelto también la madre y la maestra de los nuevos “hijos” que le había deparado la “casa” del Oratorio.

Nunca ésta ni cualquiera de sus múltiples obras educativas significaría nada original si carecieran del espíritu pedagógico y de la espiritualidad evangélica en los que, al calor de Valdocco, fueron engendradas:

- La alfabetización, la capacitación artesanal y la enseñanza del canto y música desde 1846;
- La “casa anexa” al patio y a la Capillita Pinardi, “para muchachos completamente pobres y abandonados” a partir de 1847;
- El inicio de la experiencia de ejercicios espirituales en el oratorio y los paseos otoñales por el Monferrato.
- La extensión a la capacitación de “aprendices” en talleres externos (1847-1852); y de educación escolar en los institutos privados de Carlos Bonzanino, Luis Ramello y Mateo Picco (1853-1862);
- Las etapas de educación artesanal y escolar internas, del Oratorio (1853-1862);
- El asociacionismo juvenil con las Compañías (1847-1859) y la corporación de Mutua Ayuda (1849);
- Finalmente, las múltiples iniciativas artísticas y deportivas de la época; y las peregrinaciones y paseos otoñales (1846); y la publicación de lecturas populares de índole educativa, cultural, religiosa y moral (1844; 1852), etc.

Del Oratorio dicen las actuales Constituciones que fue “casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde encontrarse como amigos y pasarlo bien”; y que “al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue siendo criterio permanente de discernimiento y renovación de toda actividad y obra” (art. 40).


6. Los riesgos de la historia

Por otra parte, el Oratorio no era una isla, no era una estructura que se encerraba en sí misma. La calle seguía siendo Oratorio, y la calle no terminaba en el Patio, se entraba a la capilla y a las clases, a donde la llevara el muchacho tatuada. Todo, en una secuencia lógica, como lo hemos visto, era Oratorio. A las cárceles mismas llegaba el Oratorio, cuando llegaba Don Bosco. Los chicos recluidos sabían muy bien que ya el Oratorio les pertenecía, desde el momento en el que aceptaran la propuesta educativa del sacerdote que los tenía por amigos.

El Oratorio fue, luego, “Seminario”, cuando bajo el régimen liberal, a partir de 1848, se tuvieron que cerrar los de las diócesis contaminados por intereses políticos; el arzobispo Fransoni ayudó a Don Bosco en la formulación de la malla curricular de filosofía y teología de Valdocco, en donde en los veinte años siguientes estudiaron clérigos de las diócesis de Acqui, Asti, Casale, Saluzzo, Turín y Vercelli y Vigevano. Don Bosco comenzó entonces a capacitar en estudios superiores a sus mismos Salesianos, empezando por Juan Bautista Francesia, Miguel Rúa, Juan Anfosi, Celestino Durandio, Juan Bonetti y Cagliero, Francisco Cerruti, Costancio Rinaldo, José Bertello y Bartolomé Fascie, que se graduaron entre 1865 y 1878.

El Oratorio albergó desde 1862 el primer Colegio de la Congregación, aprobado oficialmente en 12 de noviembre de 1863. Así Don Bosco ponía en manos de sus muchachos de siempre, pobres y humildes hijos del pueblo, un instrumento para poder acceder a los estudios universitarios; de la misma manera como en 1886, durante el Cuarto Capítulo General, el fundador y la Congregación se orientarán a las Escuelas técnico-profesionales, que darían la posibilidad también a sus artesanos de ir a los Centros que, después de la reforma Casati de 1859, fue organizando a nivel universitario, con grandes dificultades, el Estado. Don Rúa en 1910 las denominará “Escuelas Profesionales Salesianas”, cuando la tardía industrialización de Italia se reafirmaba en Europa. También Miguel Rúa, a la luz de la encíclica Rerum Novarum (1891), no sólo haría propia de la Sociedad y de la Familia Salesiana la doctrina social de la Iglesia, sino que impulsaría, acogiendo el llamamiento del León XIII acerca de la instrucción y educación campesinas, los Centros Superiores de educación agrícola.

Después, Colegio y Enseñanza Profesional, desarrollando su compleja estructura científica y técnica, y extendidas rápidamente a nivel mundial, se hicieron, como era natural esperarlo, autónomas del Oratorio, creyendo abastecerse del todo a sí mismas, y corriendo el riesgo de sacrificar a los objetivos intelectuales de la “enseñanza”, a los estrictos programas oficiales, a la disciplina reglamentaria y a la cada vez más exigente gestión administrativa, el “espíritu de familia”, la atención a la persona del educando y la riqueza de recursos pedagógicos informales de que eran acreedoras al Oratorio, encerrándose de esta manera en esquemas puramente “escolarizados” y “formales”. La Carta del 10 de mayo de 1884, escrita por Don Bosco desde Roma, presentía el peligro de la “colegialización” -como absolutización de las estructuras del colegio -, que ya había hecho estragos en Valdocco, y que a corto plazo podía significar la muerte del Sistema Preventivo y el olvido fatal de la época carismática de los orígenes.

“¿Sabéis que es lo que desea de vosotros este pobre anciano que ha consumido su vida por los jóvenes? Solamente, que, teniendo en cuenta los cambios de los tiempos, vuelvan a florecer los días felices del antiguo oratorio. Los días del amor y la confianza entre jóvenes y superiores; los días del espíritu de condescendencia y tolerancia mutua por amor a Jesucristo; los días de los corazones abiertos con espontaneidad y sencillez; los días del amor y de la verdadera alegría... Necesito que me consoléis dándome esta esperanza...”, escribía Don Bosco al final de su carta que fue casi el final de su vida.


7. El entronque con la tradición pedagógica del cristianismo

En verdad, hablar del origen del Sistema Preventivo de Don Bosco es referirse a lo que él puso de suyo, con sus colaboradores y discípulos, dentro de la más pura tradición pedagógica que desde hacía más de un milenio había venido afirmando ciertas constantes de orientación, de contenido y de método, inspiradas en el espíritu del Jesucristo.

Sin duda que el eje maestro, sobre el que todo lo restante se estructura es la relación educativa que crea paternidad, filiación y fraternidad; que inspira y suscita familia, que se construye con un amor paciente, oportuno y preventivo; que todo lo emprende y lo soporta por el bien del alumno; que suscita y congrega comunidad de discípulos; que tiene como punto ético básico de referencia la autenticidad de vida del maestro.

Estos son valores propios, por ejemplo, de la pedagogía paulina. En ella domina la convicción acerca del primado absoluto del amor sobre las normas, la ternura sobre el cumplimiento formal, la razón sobre la imposición arbitraria. Modelar los corazones es el objetivo profundo, y la misión del educador es una humilde mediación, atenta y solícita, entre el discípulo y la acción multiforme del Espíritu. Así el apóstol plasmó el alma de las comunidades primitivas, engendrándolas, como una madre, en el Evangelio, según gráfico texto de la primera carta a los Corintios.

Don Bosco dice, explícitamente, que todo su Sistema se apoya en estas expresiones de San Pablo: la caridad es benigna y sufrida, lo soporta todo, todo lo espera sin impaciencias ni desesperanzas; y por amor es capaz de sobrellevarlo todo.

La tradición pedagógica cristiana subsiguiente se mueve en medio de terminologías similares con diversas acentuaciones según uno u otro autor, una u otra escuela, monástica o pastoral: verbo y gracia. El aforismo de que “hay que hacerse amar antes que temer”, citado por Don Bosco, en los “Recuerdos Confidenciales” a sus Directores , lo usan San Agustín y San Benito en sus cartas y en su Regla.


8. Sistema y Oratorio en el contexto cultural de las pedagogías preventivas del siglo XIX

La acción educativa de Don Bosco se inscribe, histórica y culturalmente, en medio de un conjunto de iniciativas y de opiniones sobre “la prevención”, surgidos en torno a los aspectos de la vida política, religiosa y social después de la caída napoleónica, en la época, precisamente de la Restauración del absolutismo monárquico.

Se trataba de prevenir para que no se volvieran a producir fenómenos similares a los generados por la Revolución Francesa, extirpando, por una parte, los subyacentes fermentos revolucionarios de tipo racionalista, anticlerical, y, en el orden social, combatiendo la pobreza, la ignorancia y la mendicidad amenazantes, que convulsionaban al “basso popolo”.

Ante todo, iba preocupando cada vez más a los responsables de la administración pública, de la libre iniciativa social y a la pastoral eclesial, la situación de abandono y de hambre de niños y adolescentes que vagaban por la ciudad en búsqueda de la caridad ciudadana; o que eran objeto del abuso sexual de los soldados en los contornos de los cuarteles de la “ciudadela”; o eran negociados para la mendicidad callejera, o que habían ya llegado a la delincuencia juvenil que precisamente en esos años alcanzó dimensiones alarmantes; situaciones todas agravadas por la inmigración campesina a la ciudad de Turín, en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Efectivamente, la Capital piamontesa se hallaba ya en un proceso incipiente, pero incontenible, de desarrollo preindustrial y comercial.

Un fenómeno singular era el de ese tipo de jóvenes llamados entonces “díscoli”, que desde mitad de siglo se organizaban en cuadros criminales llamados “Cocche” y sembrando el pánico, ensombrecían la vida ciudadana con su espectáculo deplorable de miseria, y hacían inseguro y riesgoso el tránsito urbano, pues burlaban a la misma autoridad policial, que, según consta en muchos informes públicos, hacía todo lo posible por extirparlos. Un factor de descomposición social que bajo el reinado de Carlos Alberto (1831-1849) preocupaba grandemente pues podía llegar a alcanzar dimensiones similares a las que tenía ya en Londres y en París.

Una de las razones de la admiración que causaba la “obra educativa” de Don Bosco era que precisamente a estos sospechosos reductos sociales pertenecía el núcleo predilecto de sus “pobres muchachos”, y la capacidad que tenía su sistema para rescatarlos a una vida digna desde ese oscuro medio social en donde vivían las tragedias anónimas que los acorralaban.

Hay dos aspectos que estaban en juego y a los que Don Bosco se refiere explícitamente porque ambos quedarán también incluidos dentro de su concepto de “prevención educativa”:

• el primero consistía en ayudar oportunamente a los jóvenes que no habían tenido aún experiencias limite, a que tomasen conciencia de los peligros a los que sin duda estaban expuestos en las circunstancias en las que, aún sin presentirlo, se debatían, y reaccionaran en forma positiva y a tiempo.
• el segundo, era la atención a quienes gravitaban ya en el “espiral de la delincuencia”, aunque fuese en formas incipientes.

Aspecto que incluía:

• desde todas las estrategias de la caridad para ganar los corazones fríos, endurecidos o reacios, a la confianza;
• hasta lo que hoy llamamos verdaderas terapias de saneamiento, de reeducación en valores, de potenciamiento de energías, de capacitación inmediata y eficiente para hallar formas adecuadas de trabajo y de convivencia social y educativa,
• y la posibilidad de proponer oportunas alternativas de superación y crecimiento.

Don Bosco se movía, ante todo, con prioridad absoluta, en este tipo de oportunas experiencias de rehabilitación educativa y moral. Los jóvenes víctimas de estas situaciones estaban expuestos a mayores peligros y un retardo en llegar a ellos, podría ser inútil o tardío

Según un pronunciamiento suyo en París el 28 de abril de 1883, aludiendo a la manera como, cuarenta y dos años antes, había comenzado su Oratorio y acentuando la eficacia de su Sistema, afirmaba que ésta podía comprobarse por la doble capacidad que tenía de “preservar” y, a su vez, de “rehabilitar y formar en el bien” a esos problemáticos “chicos callejeros”, y particularmente a los que lograba rescatar de “las cárceles”.

De hecho, cuando Don Bosco comienza su labor oratoriana no hay ninguna institución benéfica que se ocupe de los jóvenes más pobres y abandonados en la Capital del Reino Sardo Piamontés. Solamente la Mendicidad Instruida, sociedad humanitaria fundada en 1743, uno de cuyos objetivos en el campo social era el de proveer a la instrucción y al trabajo de muchachos empleados como “aprendices” en talleres privados, atendía en su obra de 60 a 70 de ellos. La iniciativa del Sacerdote Juan Cocchi era un hecho aislado, y circunscrito a un sector suburbano, bien definido de la Ciudad. Su sensibilidad peculiar por los muchachos desamparados le había inspirado un Oratorio en el cual integraba los ejercicios gimnásticos con las funciones religiosas, la catequesis y el teatro.

En esa época, la mentalidad oficial del Absolutismo Monárquico era represiva y, aunque parezca paradójico, intentaba “prevenir”, reprimiendo. Una de sus políticas eran el trabajo forzado o la reclusión “correctiva”, carcelaria y hospitalaria, no sólo de los jóvenes delincuentes, sino de los mismos vagos y pordioseros. En verdad, su primer objetivo no era pedagógico, sino el de preservar la higiene y el orden social, atacando a tiempo las infecciones y enfermedades de que eran portadores y evitando que esa clase pobre y ociosa fuese involucrada en los brotes subversivos que manejaban desde la clandestinidad los conventículos en los cuales seguía fermentando la ideología democrática de la revolución francesa.

El aspecto educativo vino a unirse al de la preservación del orden social y al de la “beneficencia”, desde cuando se puso al frente de la correccional de menores a la Congregación Religiosa de San Pedro in Vínculis traída en 1845 de Marsella en donde había sido fundada por el Canónigo Carlos Fissiaux. Entonces se introdujeron en las cárceles y en los reformatorios tanto los estudios elementales como un primer intento de capacitación artesanal y agrícola.

Además, en 1846, cuando San Juan Bosco se establecía en el suburbio de Valdocco, el mismo canónigo Fissaux organizó en Turín una Sociedad que se responsabilizaba de la asistencia socio-económica, religiosa y educativa de los muchachos salidos de la Generala, una vez cumplido su tiempo de condena. Al frente de la misma estuvo un insigne economista y pedagogo, Carlos Hilarión Petiti di Roreto (1790-1850), experto en estudios sobre la primera etapa de la industrialización piamontesa y de los sistemas carcelarios europeos. Don Bosco figuraba entre los socios, con otros ciudadanos y políticos de relieve en el medio piamontés, como los hermanos Gustavo y Camilo Cavour y Roberto D’Azeglio.

Ya se nota, entonces, que, para el santo, el concepto de “prevención” ha adquirido también una dimensión no sólo personal, sino social que implicaría desde el comienzo, una más amplia movilización de fuerzas humanas y de recursos en favor de los jóvenes. Esta será luego una de sus tareas más fecundas: asociar múltiples agentes a su empresa educativa, y hacer un continuo llamamiento a la sociedad eclesial y civil sobre sus responsabilidades frente al presente y el futuro de los jóvenes.

Así se expresaba Don Bosco, al respecto, en el primer texto de las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales (1858):

“En nuestro tiempo se hace más palpable esta realidad: el descuido de muchos padres de familia, la irresponsabilidad de la prensa, los esfuerzos sectarios para ganarse adeptos están haciendo ver la necesidad de unirnos para asumir la causa del Señor bajo su estandarte, de suerte que se puedan preservar la fe y las buenas costumbres especialmente de aquellos jovencitos que por ser pobres se hallan expuestos a mayores peligros en todo lo que toca su salvación eterna. Esta es precisamente la finalidad que se propone la congregación de San Francisco de Sales fundada en Turín en 1841”.

Efectivamente, el análisis de su pensamiento y de la praxis con la que éste mismo se aclara y se especifica, muestra que para él la “prevención”:

- Es, ante todo, una “intencionalidad” y una “pasión” que siempre lo acompañan.
- Éstas, a su vez, generan múltiples intervenciones educativas, no sólo protectoras y asistenciales (que a las veces pueden ser de suyo indispensables),
- sino de promoción y auto-capacitación de la persona para que afronte su futuro, en forma inteligente y adecuada, y aprenda, de la vida misma, a ser honesta, a precaverse y a superarse, a base de convicciones educativas, culturales, éticas y religiosas; y para que se inserte en forma positiva en el medio laboral y social.

Ideas y procesos que comprendían, según sus mismas expresiones, los términos de “preventividad”, de “regeneración”, de “re-educación” personal y de “salvación”; y miraban a formar al “buen cristiano”, que por ser tal fuera un “honrado ciudadano”. Más aún, en todo esto se expresaba el “espíritu” de un Sistema Educativo, de una espiritualidad y de una experiencia de caridad evangélica que eran capaces de proponer las más altas metas de perfección cristiana a los jóvenes. Sólo así el Sistema adquiría un honesto, entusiasmante y concreto significado para él.

De este complejo quehacer educativo, fundado sobre la experiencia y la reflexión, había remarcado ya hace muchos años un estudioso, Pier Giovanni Grasso, junto con el factor de la acción del Espíritu en Don Bosco, una capacidad singular de “inteligencia práctica” y de “riesgo calculado”, de suerte que nunca se guiaba por la improvisación irresponsable en los procedimientos y en los criterios de su sistema pedagógico.

Pero la “prevención” debía ser, ante todo y por sobre todo, fruto de la “presencia educativa” (denominada proverbialmente “asistencia salesiana”), y por tanto de la racionalidad de la intervención pedagógica, en la cual siempre debía estar, a lo menos latente, el horizonte de trascendencia y de fe al cual la misma vocación del hombre lo ilusiona, lo impulsa y lo compromete.

La amabilidad era el principio supremo y la estrategia metodológica, específica, del Sistema.

Por otra parte, la “Prevención” era la óptica que ponía en juego todos los criterios, el estilo, los recursos y los contenidos formativos, de suerte que viniese a ser no solamente un aspecto del Sistema, sino su misma definición y el objetivo englobante que lo inspira y que lo orienta todo.


9. Memoria y profecía

La evocación histórico-cultural y carismática de los orígenes del Sistema Preventivo es indispensable, como acabamos de constatarlo, para entender la grandeza profética de la intuición y de las realizaciones educativas de Don Bosco y la honda raigambre de experiencias y de reflexión que lo fundamentan y que explican en gran parte el espíritu pastoral y pedagógico que lo anima y la actualidad misma del mensaje que ha legado a nuestra responsabilidad de discípulos.

Al entrar educativa y pastoralmente al mismo corazón del mundo del trabajo, Don Bosco se inserta en el proceso histórico que ha generado hoy día la cultura tecnológica. Se ha encaminado, pues decididamente hacia el futuro a través de quienes reviviendo en cada circunstancia histórica su espíritu hemos sido llamados a hacer vivo y operante su patrimonio pedagógico, cristiano, humanizador y optimista, en medio de los conflictos y las esperanzas en los que se debaten los jóvenes dentro de los diversos y muchas veces contrastantes contextos socio-culturales de nuestro cambiante mundo contemporáneo. Aquellos jóvenes para el bien de los cuales él ha pensado y ha hecho todo lo que ha hecho, y por los que ha entregado sin reservas su vida.

escrito por Fernando Peraza Leal, sdb 
Centro Salesiano Regional, Quito. 2006
(fuente: www.donbosco.org.ar)

jueves, 29 de enero de 2015

Un día en la vida de Don Bosco

Como era un día en la vida de San Juan Bosco: Año 1876.

Entresacamos para nuestros lectores los principales párrafos de un artículo que fue premiado por la Academia Francesa del salesiano contemporáneo de Don Bosco: P. Aufray.

Dan las cuatro y media en la Iglesia de María Auxiliadora. Una ventana se ilumina allá en el segundo piso, mientras todo lo demás permanece a oscuras: Don Bosco ya está de pie. Desde el año que se ordenó de sacerdote, hizo este propósito: "solamente descansaré cinco horas cada noche". Y lo ha cumplido exactamente. Gracias a la brevedad de su sueño y a su inmensa capacidad de trabajo, ha trabajado más de dieciséis horas cada día para el Reino de Dios. Ha escrito más de cien obras y ha llenado el mundo con obras buenas a favor de los pobres. Él sabe que nadie ha llegado al éxito trabajando sólo ocho horas diarias. Él trabaja las ocho horas pero multiplicándolas por dos y añadiendo otras dos o más. Y así lleva casi medio siglo desgastándose por Cristo y por la Iglesia.

Son las cinco. Don Bosco reza. Desde hace varios años el Papa lo dispensó del breviario porque ha perdido ya un ojo y el otro le arde mucho. El Pontífice le ha dicho: "Únete de alguna otra manera a la Iglesia orante". Y eso es lo que hace: arrodillado, con las manos juntas, los ojos cerrados, inmóvil, entregado a Dios. Le da gracias. Pide perdón para sí y para otros, Y ruega por las necesidades propias y por la de tantas personas que le han pedido un recuerdo en la oración. Está acumulando energías en su alma para verterlas después en las personas que vengan en busca de luz o de consuelo. Durante una hora o más permanece así, entregado al amor de Dios y de su Santísima Madre.

La oración mueve a la acción. Un poco después de las seis ya está en su mesa de trabajo. Traza programas de acción para sus salesianos, redacta nuevos proyectos de obras apostólicas para enviar a la Santa Sede, corrige los borradores de nuevos libros que va a publicar, prepara sermones que tiene que predicar, escribe ideas luminosas... Las siete y media. Los alumnos se dirigen a la Iglesia. Don Bosco los precede para esperarlos en el confesionario. Ha confesado día tras día durante muchos años. El día de su Primera Misa pidió al Señor que le diera la eficacia de la palabra, y Dios le concedió su petición. Es difícil que alguno de los penitentes permanezcan insensibles ante sus consejos. Un reclinatorio a cada lado. Don Bosco en el medio, y la frente del penitente sobre los hombros del santo. Cada mañana son unos cincuenta los que se confiesan, excepto en las vísperas de fiestas que son varios centenares.

Terminada la confesión de los muchachos, Don Bosco se prepara unos minutos y luego celebra la Santa Misa. La dice con fervor, sin demasiada lentitud pero pronunciando muy bien las palabras y haciendo cuidadosamente las ceremonias. El mundo entero desaparece para él, y sólo le interesa hablar con Dios que desciende al altar en forma de Hostia y de Vino. La gente nota la extraordinaria piedad con la que celebra. A veces llora de emoción.

-¿Quién es ese sacerdote que celebra tan bien la misa? –preguntan las personas que no lo conocen- ¡debe ser un santo!. Cuando termina su misa ya son cerca de las nueve. Los alumnos están ya en pleno recreo. Tan pronto aparece en el patio corren hacia él. Todos desean el lugar más próximo al Padre. Le besan la mano en señal de cariño y escuchan con gran atención lo que les dice. Lentamente atraviesa el patio. Él va diciendo a cada uno una palabrita cariñosa.

Un pedacito de pan, un poco de achicoria, algo que parece café, pero fuera del nombre no tiene casi nada más, y Don Bosco queda preparado para seguir trabajando toda la mañana.

Son las nueve y cuarto. Don Bosco se dirige a su Oficina. Qué cantidad de gente que lo está aguardando para hablar con él.: ahora empieza el suplicio de las audiencias. La prensa habla de sus milagros, de sus visiones, de su especial santidad. Don Bosco sufre mucho estando sentado. Le duelen mucho las piernas y la espalda. Pero a nadie le demuestra que sufre.

Día tras día desfila la gente. Treinta o más personas cada mañana vienen a consultarles sus problemas, a solicitar consejo, a exponerle sus dudas, a pedir un milagro. Una madre que tiene el hogar destruido. Un hombre que no es capaz de dominar sus vicios, un joven que no sabe que carrera seguir, una pobre familia con un enfermo incurable, un desesperado al borde del suicidio, un escrupuloso atormentado por sus dudas, un sacerdote que le pide que vaya a su pueblo a predicar, un acreedor que le viene a recordar que le debe todo lo que los alumnos le han comido por un mes, etc. , etc. "Don Bosco" -Le dicen sus amigos- ¿Por qué no disminuye el número de las audiencias? Usted se está agotando más de lo debido".

-Pobres- exclama- no puedo decidirme a abreviar sus conversaciones. ¡Llegan de tan lejos! ¡Son tan desdichados! Lo único que podría hacer para que no vinieran más es fingirme loco. Pero eso no sería digno de un sacerdote. El sacerdote está para desgastarse por las almas. ¡Mientras tenga un poquito de energías esa será totalmente para nuestro Señor y para la salvación de las almas!. Ya va a ser la una de la tarde. Los calambres atacan sus piernas. Su estómago, tan mal desayunado, reclama alimentos, su cabeza ya no da más. Pero no borra por eso la sonrisa de sus labios. Hasta el último de los visitantes es bondadosamente recibido.

Llega el comedor. Ya los religiosos han salido a dirigir el recreo de los jóvenes. El lugar que ocupaban los superiores, alrededor de Don Bosco, lo ocupan ahora un grupo de jovencitos que con cariño filial vienen espontáneamente a hacerle compañía. Ríen con sus chistes, se emocionan con sus historias y de vez en cuando reciben una palabrita especial para el alma. ¡Se les pasan tan rápido los minutos oyendo al buen Padre!. Alcanza luego estar unos minutos en el recreo viendo con alegría cómo juegan de bullangueros sus muchachos en el patio. Él siempre les repite: "Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía. El triste o es malo o está malo. Un santo triste es un triste santo". Quizá en ningún otro colegio del mundo haya tanta alegría como en aquella casa, la primera fundada por el gran educador.

¡Las dos de la tarde! La campana interrumpe la charla paterna y los jóvenes vuelven a su estudio o taller. Para Don Bosco es tiempo sagrado. Durante más de una hora no estará para nadie. Está rezando. En la casa todos los saben, y todos respetan ese apartamiento de un corazón que tiene tantas obras que encomendar a Dios, tantas almas de amigos y bienhechores por quienes rogar, tantas luces y fuerzas que implorar para poder seguir adelante con su apostolado, ¡tantas acciones de gracias que rendir al buen Dios!.

Pasadas las tres de la tarde. Sale de su habitación para irse lejos. Allí nadie lo dejará en paz por un largo rato. Y tiene varios centenares de cartas que contestar. Con un voluminoso paquete de cartas, papel y sobres, sale para casa de algún amigo, donde nadie pueda hallarlo. Allá le tienen todo preparado: Una pieza alejada donde nadie vaya a molestar. Mesa, tinta, etc. Y por varias horas estará allí contestando cartas, porque jamás deja una misiva, aún la más humilde, sin darle una amable contestación. Varias tardes sale a buscar ayuda para sus niños pobres.

A veces, al salir por la tarde de su Oratorio, va tan rendido, tan lleno de sueño, que ni sabe a donde se dirige. Se acostó muy tarde, se levantó muy de madrugada, ha trabajado mucho. Su organismo no resiste más. Entra a la humilde piecita de un zapatero y pide que lo deje sentarse en un pobre taburete a descansar. Y allí se queda dormido. Otras veces entra a una tienda solitaria y pide permiso para sentarse en un rincón y queda profundamente adormecido. La gente pasa y exclama: "Miren ese es el famoso Don Bosco". Hay días en que duerme más de dos horas. Al despertarse llama la atención al zapatero o al dueño de la tienda: "¿Por qué no me han despertado antes?" "Ah, Padre, parecía Usted tan cansado que era un pecado despertarlo". Las horas siguientes las empleará escribiendo o yendo a buscar ayuda para sus obras.

Las cartas que escribe en aquellas tardes son siempre salpicadas de cariño y de palabras provechosas para el alma. Jamás una palabra dura. Jamás una crítica a nadie. La más exquisita gentileza con todos. Parece un hombre de la más alta clase diplomática. Este pobrecito pastor de vacas, que a los 15 años todavía no había ido al colegio por ser tan pobre, ahora se cartea con las personas más importantes del país y muchas del exterior, y sus cartas son modelo de cultura, de bondad y de celo por el bien de las almas.

Las seis de la tarde: Los médicos le han dicho que no escriba después de esa hora por que sus ojos le arden mucho. Ordena sus papeles y vuelve a casa. Por el camino pasa por frente de la Iglesia de María Consoladora. Ah, esa Iglesia, si que le trae recuerdos afectuosos. Allí fue a llorar cuando murió Mamá Margarita, y declaró a la Virgen Santísima que Ella tenía que ser en adelante su Madre Amantísima. ¡Allí a entrado tantas veces a rezar, y nunca sus oraciones han dejado de ser escuchadas! Se arrodilla frente la imagen de María Consoladora y casi solo, en medio del vasto silencio del templo se entrega a una filial plegaria.

Unos pasos más y ya está en casa. Allí lo están esperando sus salesianos. Ellos saben que esos primeros minutos de la noche los dedica a dar dirección espiritual a sus religiosos que tanto ama, y ahí están junto a su habitación aguardando para darle cuenta de sus problemas de conciencia y recibir sus consejos que aceptan como venidos de un mensajero de Dios. Aquella es una ocasión formidable para infundir su espíritu en los que habrán de continuar su obra, y emocionarlos para esta labor dificilísima de educar a la juventud pobre. En estos coloquios con sus salesianos les va enseñando todos los secretos para lograr hacer el mayor bien posible a la juventud, al mismo tiempo que se les presenta una imagen agradable y simpática de la religión católica y de sus sacerdotes.

Las ocho. La cena en familia. Don Bosco llega puntualmente. Bendice la mesa y preside la comida. Un rato de lectura de los evangelios y de algún otro libro instructivo y agradable, y luego charla general. Hay en la casa de Don Bosco una alegría que parece explotar. –"Denle una alegría más a Nuestro Señor- les pide continuamente – denle una alegría al buen Dios estando siempre alegres y contentos". – Y él mismo da el ejemplo. Nunca nadie lo ha visto triste, ni con el rostro de mal humor.

Van saliendo los salesianos y muchos alumnos, al patio a jugar. Pero un numeroso grupo se acerca a la mesa de Don Bosco. Lo rodean como hijos cariñosos. Para ellos este santo sacerdote es todo, después de Dios. ¡Cómo lo observan! ¡Cómo lo escuchan! ¡Hacia él no hay ningún temor!. ¡Para Don Bosco todo es cariño y simpatía!. Aquel último rato de la jornada lo pasan felices oyéndole charlas amenas y provechosas, y también contándole cada uno con toda confianza, como a un buen papá, lo que el corazón le aconseja. ¡Son ratos inolvidables!. Para toda sus vidas recordarán aquellos jóvenes los recreos pasados junto al más simpático santo moderno.

¡Las nueve! La campana pone fin al recreo. Súbitamente callan las conversaciones y los jóvenes se van a un extremo del patio a rezar las oraciones de la noche. Don Bosco se halla en medio de estos, más devoto que todos los demás. Su voz de tenor se eleva un tanto sobre el conjunto cuando rezan ciertas oraciones, especialmente el Padrenuestro, que es su oración preferida. Terminada la plegaria, lo ayudan a subirse a una tosca silla.

Al verlo aparecer, sonriente, por encima de las cabezas de los ochocientos alumnos, todas las frentes se levantan, todos los ojos brillan de emoción. Luego un religioso silencio. Don Bosco va a hablar. Todos se fijan en él, y lo escuchan con perfecto recogimiento. Ese discursito de cada noche lo llama él "las buenas noches" y le ha producido maravillosos resultados durante docenas de años. Unas noches cuenta alguno de sus famosos sueños. Otras narra un hecho importante sucedido en estos días, para sacar alguna enseñanza. Algunas veces anuncia muertes que van a suceder dentro de muy poco, etc., etc. Esta noche quiere hablar de lo que todo vieron hoy en el paseo: "Esta tarde pasamos por los campos donde están cosechando el trigo. ¿Vimos con qué alegría los campesinos recogen las gavillas de espigas llenas de granos? ¿Quieren saber que tanto recoge cada uno? Pues eso depende de lo que haya cultivado. El que cultivó poco recoge poco, y el que cultivó mucho recoge mucho. Así será en nuestra vida. ¿Quieren saber que tantos éxitos van a tener cada uno? Eso depende del esfuerzo que cada uno hace ahora por prepararse. El que estudia y se prepara mucho, tendrá muchos éxitos, pero el que no se prepara tendrá pocos triunfos.

"Buenas noches", contesta el inmenso coro de ochocientas voces, y todos se van a sus dormitorios a descansar.

Algunos vienen a despedirse personalmente del santo y a besarle la mano, señal de cariño y muy frecuente hacia los sacerdotes en Italia, y él aprovecha para dar los últimos consejos del día.

Luego vienen los superiores de la casa a contarle cómo anda todo y a pedirle consejos y órdenes, y a recibir palabras de aliento que tanto necesita para esa labor tan difícil de educar niños pobres.

Son las once. El último de los salesianos se ha ido. La jornada parece terminar. Él goza plenamente a la vista de tan espléndida tarea que el Señor le ha encomendado. Si sus ojos lo permiten escribe una media hora, muchas veces al sonar la campana para levantarse está todavía escribiendo. Gustan tanto a la gente los libros que Don Bosco escribe, y ¡hacen tanto bien a las almas!.

Las once y media: Abre la puerta que da al balcón y levanta sus ojos hacia la cúpula del Templo de María Auxiliadora. Su mirada descubre allí la estatua de la Virgen Santísima, que él tanto ama. Hacia Ella se eleva el último suspiro de su fatigado corazón al terminar la jornada: "Madre querida, Virgen María: haced que yo salve el alma mía". Eso dicen sus alumnos por consejo suyo antes de ir a descansar, y eso lo repite él mismo con fervor de santo.

Ahora a descansar. ¿Pero podrá descansar? Quizá en esta noche el cielo tenga algún importante mensaje por medio de uno de sus misteriosos sueños.

De todos modos, mañana a las 4:30 ya estará en pie otra vez el gran Don Bosco, para empezar una nueva jornada por ¡el Reino de Cristo! "Descansaremos en el Paraíso", repetía alegremente.

(fuente: www.donbosco.org.ar)
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