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sábado, 31 de marzo de 2012

Santificar el descanso

  • Cansancio de Jesús. Contemplar su Santa Humanidad.
  • Nuestro cansancio no es en vano. Aprender a santificarlo.
  • Deber de descansar. Hacerlo para servir mejor a Dios y a los demás.
I. Los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco1. Son palabras del Evangelio de la Misa, que nos muestran la solicitud de Jesús por los suyos. Los Apóstoles, después de una intensa misión apostólica, sienten el natural cansancio y el desgaste de las fuerzas. El Señor se da cuenta enseguida y cuida de ellos: Se fueron en una barca a un sitio tranquilo y apartado.

En otras ocasiones es Jesús quien se encuentra verdaderamente cansado del camino2 y se sienta junto a un pozo porque no puede dar un paso más. Él sintió algo tan propio de la naturaleza humana como es la fatiga. La experimentó en su trabajo, como nosotros cada día, en los treinta años de vida oculta. En muchas ocasiones, terminaba la jornada extenuado. Los Evangelistas nos narran cómo, durante una tempestad en el lago, el Señor se durmió en un extremo de la barca: había pasado todo el día predicando3; era tan intenso su cansancio que no se despertó a pesar de las olas. No simuló el Señor que estaba dormido para probar a sus discípulos; estaba realmente rendido de fatiga.

En estos momentos de desgaste físico real, Jesucristo está también redimiendo a la humanidad, y su debilidad debe ayudarnos a sobrellevar la nuestra y corredimir con Él. ¡Qué gran consuelo contemplar al Señor agotado! ¡Qué cerca de nosotros está Jesús en esos momentos!

En el cumplimiento de nuestros deberes, al empeñarnos generosamente en la tarea profesional, al gastar sin regateos muchas energías en iniciativas de apostolado y servicio a los demás, es natural que aparezca el cansancio como un compañero casi inseparable. Lejos de quejarnos ante esta realidad común a todos, hemos de aprender a descansar cerca de Dios y ejercitarnos de continuo en esa actitud: «¡Oh, Jesús! —Descanso en Ti»4, podemos decir muchas veces en nuestro interior, buscando en Él nuestro apoyo.

El Señor entiende bien nuestra fatiga porque Él pasó por esas situaciones similares a las nuestras. Nosotros debemos aprender a recuperarnos junto a Él: Venid a mí -nos dice- todos los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré5. Nos aligeramos de nuestra carga cuando unimos nuestro cansancio al de Cristo, ofreciéndolo por la redención de las almas. Nos aliviará cuidar especialmente de la caridad amable con quienes nos rodean, también si en esos momentos nos cuesta un poco más. Y nunca debemos olvidar que el descanso es, a la vez, una situación que hemos de santificar. Esos momentos de distracción no deben ser parcelas aisladas en nuestra vida, ni ocasión de permitir alguna compensación egoísta, de buscarse a sí mismo. El Amor no tiene vacaciones.


II. Jesús se vale también de los momentos en que toma nuevas fuerzas para remover las almas. Mientras descansa junto al pozo de Jacob, una mujer se acercó dispuesta a llenar su cántaro de agua. Esa será la oportunidad que aprovechará el Señor para mover a esta mujer samaritana a un cambio radical de vida6.

También nosotros sabemos que ni siquiera nuestros momentos de fatiga deben pasar en vano. «Solo después de la muerte sabremos a cuántos pecadores les hemos ayudado a salvarse con el ofrecimiento de nuestro cansancio. Solo entonces comprenderemos que nuestra inactividad forzosa y nuestros sufrimientos pueden ser más útiles al prójimo que nuestros servicios efectivos»7. No dejemos nunca de ofrecer esos períodos de postración o de inutilidad por el agotamiento o la enfermedad. Ni en esas circunstancias dejemos tampoco de ayudar a los demás.

El cansancio nos enseña a ser humildes y a vivir mejor la caridad. Advertimos entonces que no lo podemos todo y que necesitamos de los demás; el dejarse ayudar favorece en gran manera la humildad. A la vez, como todos nos encontramos más o menos fatigados, comprendemos mejor el consejo de San Pablo de llevar los unos las cargas de los otros8, entendemos que cualquier ayuda a quienes vemos algo agobiados es siempre una gran manifestación de caridad.

La fatiga es beneficiosa para alentar el desprendimiento de las muchas cosas que nos gustaría hacer y a las que no llegamos por la limitación de nuestras fuerzas. También nos ayuda a crecer en la virtud de la fortaleza y la correspondiente virtud humana de la reciedumbre, pues es un hecho que no siempre nos encontraremos en la plenitud de fuerzas y de salud para trabajar, estudiar, llevar a cabo una gestión dificultosa, etcétera, que sin embargo hemos de hacer. Una parte no pequeña de estas virtudes consiste en acostumbrarnos a trabajar cansados o, al menos, sin encontrarnos físicamente tan bien como nos gustaría estar para desempeñar esas tareas. Si lo hacemos por el Señor, Él las bendice de una manera particular.

El cristiano considera la vida como un bien inmenso, que no le pertenece y que ha de cuidar; hemos de vivir los años que Dios quiera, habiendo dejado realizada la tarea que se nos ha encomendado. Y, en consecuencia, por Dios y por los demás, debemos vivir las normas de prudencia en el cuidado de la propia salud y de la de aquellos que de alguna manera dependen de nosotros. Entre estas normas están «los oportunos descansos para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo»9.

Sujetarse a un horario, dedicar el tiempo conveniente al sueño, dar un paseo periódicamente o hacer una excursión sencilla, son medios que conviene poner, viviendo el orden en nuestra actividad: quizá actuar de otro modo –si una obligación inaplazable no lo impide– revelaría atolondramiento y pereza, más dañina en cuanto que con esa actitud estaríamos poniéndonos voluntariamente en ocasión de que se desmejore la vida interior, cayendo en el activismo, siendo más propensos a perder la serenidad, etc. Una persona ordenada encuentra habitualmente el modo de vivir un prudente descanso, en medio de una actividad exigente y abnegada.


III. Aprendamos a descansar. Y si podemos evitar el agotamiento, no debemos dejar de hacerlo. El Señor quiere que cuidemos de la salud, que sepamos recuperar fuerzas; es parte del quinto mandamiento. El descanso es necesario para restaurar las energías perdidas y para que el trabajo sea más eficaz. Y, sobre todo, para servir mejor a Dios y a los demás.

«Pensad que Dios ama apasionadamente a sus criaturas, y ¿cómo trabajará el burro si no se le da de comer, ni dispone de un tiempo para restaurar las fuerzas, o si se quebranta su vigor con excesivos palos? Tu cuerpo es como un borrico –un borrico fue el trono de Dios en Jerusalén– que te lleva a lomos por las veredas divinas de la tierra: hay que dominarlo para que no se aparte de las sendas de Dios, y animarle para que su trote sea todo lo alegre y brioso que cabe esperar de un jumento»10.

Cuando se está postrado se tiene menos facilidad para hacer las cosas bien, como Dios quiere que las hagamos, y también pueden ser más frecuentes las faltas de caridad, al menos de omisión. San Jerónimo señala con buen humor: «Me enseña la experiencia que cuando el burro va cansado se apoya en todas las esquinas».

Se ha dicho que «el descanso no es no hacer nada: es distraernos en actividades que exigen menos esfuerzo»11; es enriquecimiento interior, ocasión frecuente de un mayor apostolado, de fomentar la amistad, etc. No se confunde el descanso con la pereza.

Nuestra Madre la Iglesia se ha preocupada siempre de la salud física de sus hijos. El Papa Juan Pablo II, comentando el pasaje del Evangelio que nos narra la estancia y el descanso de Jesús en casa de Marta y de María, señalaba que el descanso significa dejar las ocupaciones cotidianas, despegarse de las normales fatigas del día, de la semana y del año. Es importante que no sea «andar en vacío», que no sea solamente un vacío. A veces convendrá –decía el Pontífice– ir al encuentro con la naturaleza, con las montañas, con el mar y con el arbolado. Y por supuesto, siempre será necesario que el descanso se llene de un contenido nuevo, el que da el encuentro con Dios: abrir la vista interior del alma a su presencia en el mundo, abrir el oído interior a su Palabra de verdad12.

Entendemos bien que no pocas personas dedican períodos de descanso laboral a pasatiempos y actividades que no facilitan, y que incluso entorpecen en ocasiones, ese encuentro con Cristo. Lejos de dejarnos arrastrar por un ambiente más o menos extendido, la elección del lugar de vacaciones, el programa de un viaje, la actividad de un fin de semana que tengamos oportunidad de dedicar al descanso debe estar orientada por esta perspectiva: para el descanso nos sirve la misma norma que para el trabajo: amar a Dios y al prójimo. Convendrá evitar estar pendiente de uno mismo, y buscar la unión con el Señor; siempre es tiempo de preocuparse por los demás, de atenderlos, de ayudarles, de interesarnos por sus aficiones. Siempre es tiempo de amar. El Amor no admite espacios en blanco. Jesús descansó por motivos de obediencia a la ley de Moisés, de exigencias familiares, de amistad o de fatiga..., como cualquier persona. 

Nunca lo hizo por haberse cansado de servir a los demás. Jamás se aisló y se mostró inasequible, como quien dijese: «¡Ahora me toca a mí!». Nunca hemos de movernos por miras egoístas; tampoco a la hora de parar y recuperar fuerzas. En esos momentos también estamos junto a Dios; no es un tiempo pagano, ajeno a la vida interior.

El Señor nos deja en el Evangelio de la Misa una muestra muy particular de amor: preocuparse por la fatiga y la salud de quienes viven a nuestro lado. Y, junto al pozo de Sicar, extenuado, nos dio un formidable ejemplo: no dejó pasar la oportunidad de hacer apostolado, de convertir a la mujer samaritana. Y esto, a pesar de que no había trato entre judíos y samaritanos. Cuando hay amor, ni el agotamiento es excusa para no hacer apostolado.

1 Mc 6, 30-31. — 2 Cfr. Jn 4, 6. — 3 Cfr. Mc 4, 38. — 4 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 732. — 5 Mt 11, 28. — 6 Cfr. Jn 4, 8 ss. — 7 G. Chevrot, El pozo de Sicar, p. 25. — 8 Gal 6, 2. — 9 Conc. Vat. II, Cont. Gaudium et spes, 61. 10 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 137. — 11 Ídem, Camino, n. 357. — 12 Cfr. Juan Pablo II, Ángelus 20-VII-1980.

viernes, 30 de marzo de 2012

Dar… lo que cuesta


Cuando se ama …todo parece poco para agasajar a la otra persona. El amor, cuando existe, no conoce más medida que el darse por sistema.

Eso es lo que encontramos en estos tres días que preceden al Triduo de la Pascua: ternura y amistad. En medio de los abrojos y de las espinas que crecieron en torno a la figura de Jesús; en el entorno de un mundo que no entendía y cerraba los ojos al señorío de Jesús…..surge, en este lunes de Semana Santa, una mujer como excepcionalidad y oasis en medio del desierto.

Tal vez en sus últimas horas, Jesús, quiso arroparse del cariño y de la cercanía de los suyos. Y, éstos, le ofrecieron lo que simbolizaba su lealtad y su amistad, su aprecio y su confianza: ¡PERFUME EN ABUNDANCIA, PREÁMBULO DE SU UNCIÓN PRÓXIMA!

Aquella que derrochaba amor y admiración por Cristo… no quiso poner precio a un perfume vertido a los pies de Jesús

Pudieron más los gestos que las palabras: arrodillada a los pies del Maestro, su esencia, era presagio de la muerte anunciada.

Aquel que selló de palabra y de obra la venta de Jesús… puso, antes y después, plata a su entrega. ¡30 monedas eran poco comparado con la riqueza que regalaba María a los pies del Nazareno!

Y… ¿NUESTRO PERFUME?

Acostumbrados a tasar las cosas y las personas… nos cuesta ofrecer gratuitamente el aroma de nuestro servicio a los demás.

Mediatizados por la competitividad… corremos serios riesgos de “vender” en vida la fama y la credibilidad de prójimos que nos rodean

Empujados por el máximo beneficio… medimos con cuentagotas la calidad para los demás y en sobreabundancia lo que es para nuestro bien personal.

Educados para la palabra… se nos hace difícil entender gestos como el de María: se desprendía de lo más caro y valioso que tenía en su casa.

Condicionados y justificados por el ambiente… buscamos mil excusas para que sean siempre los demás los que tengan que hacer frente a los grandes dramas del mundo (pobreza, hambre, enfermedades…) mientras procuramos guardar con mimo la bolsa de nuestra personal riqueza.


JESÚS VIENE A NUESTRA CASA

Antes de iniciar la Pascua, el Señor, viene a la casa de cada uno de nosotros. Hemos vivido muy de cerca de El en este tiempo de Cuaresma y, ahora en contraprestación, parece como si fuera a despedirse de aquellos que supieron estar a su lado. ¿Lo hemos estado nosotros?.

Ojalá, que en estas vísperas de la Semana Santa, sepamos volcar lo más caro y mejor de nosotros mismos sobre El.

Ojalá, en estos días que se acercan, sepamos contagiar el ambiente con nuestra FE pública como lo hizo el Nardo que María echó a los pies de Jesús.

Ojalá, en estas horas de juicio y de condena, seamos hombres y mujeres firmes en nuestro amor a Dios y en nuestra lealtad a su Hijo.

Ojalá, todas nuestras casas como cristianas que son, se llenen del aroma de una vida cristiana que en Semana Santa se tiene que consolidar, fortalecer, purificar y derramar.

Ojalá, aunque sea caro el perfume de nuestro tiempo, seamos capaces de ofrecerlo en abundancia a los pies clavados de Jesús:

Velando con El en la noche de Jueves Santo.

Besando sus pies al ser crucificado en Viernes Santo

Y quedándonos asombrados porque, de su pasión, lo único que quedó fueron sus llagas y cicatrices en manos, pies y costado.

Javier Sacerdote
SOLO DESDE EL AMOR PONEMOS A LAS PERSONAS POR ENCIMA DE LO MATERIAL

(fuentes: encuentra.com; www.mercaba.org)

jueves, 29 de marzo de 2012

La oración de contemplación

La oración contemplativa es, en cierto modo, simplemente la preferencia por el desierto, el vacío, la pobreza. Cuando uno ha conocido el sentido de la contemplación, intuitiva y espontáneamente busca el sendero oscuro y desconocido de la aridez con preferencia a ningún otro. El contemplativo es el que más bien desconoce que conoce, más bien no goza que goza, y el que más bien no tiene pruebas de que Dios le ama. Acepta el amor de Dios en fe, en desafío a toda evidencia aparente. Ésta es una condición necesaria, y muy paradójica, para la experiencia mística de la realidad de la presencia de Dios y de su amor para con nosotros. Sólo cuando somos capaces de «dejar que salgan» todas las cosas de nuestro interior, todos los deseos de ver, saber, gustar y experimentar la presencia de Dios, entonces es cuando realmente nos hacemos capaces de experimentar la presencia con una convicción y una realidad abrumadoras, que revolucionan toda nuestra vida interior.

Walter Hilton, un místico inglés del siglo catorce dice en su Scale of Perfection:
Es mucho mejor ser separado de la visión del mundo en esta noche oscura, por muy penoso que eso pueda resultar, que morar fuera, ocupado en los falsos placeres del mundo... Porque cuando estás en esa noche, te encuentras mucho más cerca de Jerusalén que cuando estás en la falsa luz. Abre tu corazón al movimiento de la gracia y acostúmbrate a residir en esta oscuridad, intenta familiarizarte con ella y encontrarás rápidamente que la paz, y la verdadera luz de la comprensión espiritual inundarán tu alma...
La contemplación es esencialmente una escucha en el silencio, una expectación. Y también, en cierto sentido, debemos empezar a escuchar a Dios cuando hemos terminado de escuchar. ¿Cuál es la explicación de esta paradoja? Quizá que hay una clase de escucha más elevada, que no es una atención a la longitud de cierta onda, una receptividad para cierto mensaje, sino un vacío que espera realizar la plenitud del mensaje de Dios dentro de su aparente vacío. En otras palabras, el verdadero contemplativo no es el que prepara su mente para un mensaje particular, que él quiere o espera escuchar, sino el que permanece vacío porque sabe que nunca puede esperar o anticipar la palabra que transformará su oscuridad en luz. Ni siquiera llega a anticipar una clase especial de transformación. No pide la luz en vez de la oscuridad. Espera la Palabra de Dios en silencio, y cuando es "respondido", no es tanto por una palabra que brota del silencio. Es por su silencio mismo cuando de repente, inexplicablemente revelándose a él como la palabra de máximo poder, llena de la voz de Dios.

Pero no debemos aceptar una visión puramente quietista de la oración contemplativa. No es mera negación. 

Nadie se convierte en contemplativo sencillamente por «oscurecer» las realidades sensibles, y permanecer solo consigo mismo en la oscuridad. En primer lugar, uno que hace eso como un montaje, a propósito, como conclusión de un razonamiento práctico sobre el tema, y sin una vocación interior, sencillamente entra en una oscuridad artificial que se ha fabricado él mismo. No está solo con Dios, sino solo consigo mismo. 

No está en presencia del Único Trascendente, sino de un ídolo, el de su propia identidad complaciente. Se ve inmerso y perdido en si mismo, en un estado de narcisismo inerte, primitivo e infantil. Su vida es »nada» no en el sentido misterioso, dinámico, en el que la nada del místico es paradójicamente el todo de Dios. Es sencillamente la nada de un ser finito, abandonado a si mismo en su propia trivialidad.

Los místicos Rhenish del siglo catorce tuvieron que luchar contra muchas formas heréticas de contemplación y contra la pasividad de la voluntad propia, arbitraria, de los que abrazaban la forma quietista de oración de una manera sistemática, dedicándose a cultivar simplemente la inercia como si ella fuera, por si misma, suficiente para resolver los problemas. De ésos dice Tauler:
Estas personas han entrado en un camino sin salida. Confían totalmente en su inteligencia natural y están totalmente orgullosos de ellos mismos al hacerlo. Nada saben de las profundidades y riquezas de la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Ni siquiera han formado sus propias naturalezas por el ejercicio de la virtud y no han avanzado en los caminos del verdadero amor. Confían exclusivamente en la luz de su razón y en su falsa pasividad espiritual.
El problema que entraña el racionalismo es que se engaña a sí mismo en su racionalización y manipulación de la realidad. Hace culto del «permanecer sin moverse", como si eso en si mismo tuviera un poder mágico para resolver todos los problemas y llevar al hombre al contacto con Dios. Pero de hecho es sencillamente una evasión. Es una falta de honradez y seriedad, una banalidad con la gracia y una huida de Dios. Esto es realmente el "quietismo puro". Pero, ¿podemos decir que algo semejante existe en nuestros días?

El quietismo absoluto no es un peligro omnipresente en el mundo de nuestro tiempo. Para ser un quietista absoluto, uno tendría que hacer esfuerzos heroicos para permanecer sin hacer nada, y tales esfuerzos están más allá del poder de la mayoría de nosotros. Sin embargo, existe una tentación de una clase de pseudoquietismo que afecta a los que han leído libros sobre el misticismo sin entenderlos en absoluto. Y eso los lleva a una vida espiritual deliberadamente negativa, que no es más que una dejación de la oración, por ninguna otra razón que por la de imaginar que, dejando de ser activo, uno entra en la contemplación. Eso lleva en realidad a la persona a estar vacía, sin una vida espiritual, interior, en la que las distracciones y los impulsos emocionales gradualmente los afirman a expensas de toda actividad madura, equilibrada, de la mente y el corazón. Persistir en esta situación de paréntesis puede llegar a ser muy perjudicial espiritual, moral y mentalmente.

El que sigue los caminos ordinarios de la oración, sin prejuicio alguno y sin complicaciones, será capaz de disponerse mucho mejor para recibir su vocación a la oración contemplativa a su debido tiempo, dando por sabido que le llegará su momento.

La verdadera contemplación no es un truco psicológico, sino una gracia teologal. Sólo nos viene en forma de un regalo, y no como resultado de nuestro empleo inteligente de técnicas espirituales. La lógica del quietismo es una lógica puramente humana, en la cual dos más dos son cuatro. Desgraciadamente, la lógica de la oración contemplativa es de un orden enteramente diferente. Está más allá del dominio estricto de causa y efecto, porque pertenece enteramente al amor, a la libertad, a los desposorios espirituales. En la verdadera contemplación no hay "razón por la que" el vacío nos deba llevar necesariamente a ver a Dios cara a cara. Ese vacío nos puede llevar de la misma manera a encontrarnos cara a cara con el demonio, y de hecho a veces lo hace. Es parte del riesgo de este desierto espiritual. La única garantía contra el enfrentamiento con el demonio en la oscuridad, si es que podemos hablar realmente de algún tipo de garantía, es simplemente nuestra esperanza en Dios, nuestra confianza en su voz, en su misericordia.

Ha quedado claro que el camino de la contemplación no es de ninguna manera una "técnica" deliberada de vaciarse uno mismo, para conseguir una experiencia esotérica. Es una respuesta paradójica a la llamada de Dios casi incomprensible, lanzándonos a la soledad, zambulléndonos en la oscuridad y el silencio, no para retirarnos y protegernos del peligro, sino para llevarnos a salvo a través de peligros desconocidos, por un milagro de su amor y de su poder.

El camino de la contemplación no es, de hecho, camino alguno. Cristo es el único camino, y él es invisible. El "desierto" de la contemplación es sencillamente una metáfora para explicar el estado de vacío que experimentamos cuando hemos abandonado todos los caminos, nos hemos olvidado de nosotros mismos y hemos tomado a Cristo invisible como nuestro camino. Como dice san Juan de la Cruz:
Y así grandemente se estorba un alma para venir a este alto estado de unión con Dios, cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra obra o cosa propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello... Por tanto, en este camino, el entrar en camino es dejar su camino; o por mejor decir, es pasar al término y dejar su modo, es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios. Porque el alma que a este estado llega, ya no tiene modos, ni maneras, ni menos se ase ni puede asir a ellos... aunque en sí encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo tiene todo.
Esto podría completarse con las palabras que siguen de John Tauler:
Cuando hemos probado esto en la auténtica profundidad de nuestras almas, nos hace hundirnos y disolver-nos en nuestra nada y pequeñez. Cuanto más brillante y más pura es la luz que se derrama en nosotros por la grandeza de Dios, tanto más claramente veremos nuestra nada y pequeñez. En realidad así es cómo podemos discernir la autenticidad de esta iluminación. Porque es el brillo divino de Dios en lo más profundo de nuestro ser, no por medio de imágenes, no por medio de nuestras facultades, sino en las auténticas profundidades de nuestras almas. Su efecto será hundirnos más y más en nuestra propia nada.
Se pueden sacar dos sencillas conclusiones de todo esto. Primero, que la contemplación es la culminación de la vida cristiana de oración, porque el Señor no desea nada de nosotros más que convertirse él mismo en nuestro "camino", en nuestra "verdadera vida". Esta es la única finalidad de su venida a la tierra para buscarnos, para poder elevarnos, juntamente con él, al Padre. Sólo en él y con él podemos alcanzar al Padre invisible, al que nadie podrá ver y seguir viviendo. Muriendo a nosotros mismos, y a todas las "maneras", "lógicas" y "métodos" propios nuestros, podemos ser contados entre aquellos a los que la misericordia del Padre ha llamado a sí en Cristo. Pero la otra conclusión es igualmente importante. Ninguna lógica propia puede conseguir esta transformación de nuestra vida interior. No podemos argumentar que el "vacío" es igual a la "presencia de Dios", y luego sentarnos tranquilamente para conseguir la presencia de Dios vaciando nuestras almas de toda imagen. No es cuestión de lógica ni de causa y efecto. Tampoco es cuestión de deseo, o de una empresa proyectada, o de nuestra propia técnica espiritual.

Todo el misterio de la oración contemplativa simple es un misterio de amor divino, de vocación personal y de don gratuito. Esto, y sólo esto, consigue el verdadero «vacío», en el que ya nada queda de nosotros mismos.

Un vacío deliberadamente cultivado, para llenar una ambición espiritual no responde en absoluto al concepto de vacío espiritual. Es la plenitud de uno mismo. Tan lleno que la Luz de Dios no tiene sitio alguno por donde poder penetrar. No hay grieta ni rincón abandonado donde algo pueda encajarse en ese duro corazón, fruto de la autoabsorción, que es nuestra opción de vivir centrados en nuestro propio ser. Y, en consecuencia, cualquiera que aspire a convertirse en contemplativo debe pensarlo dos veces antes de ponerse en camino. Quizá la mejor forma de convertirse en contemplativo seria desear con todo el corazón ser cualquier cosa menos contemplativo. ¿Quién sabe?

Pero, naturalmente, tampoco eso es verdad. En la vida contemplativa, ni el deseo ni el rechazo del deseo es lo que cuenta, sino sólo aquel "deseo" que es una forma de "vacío", que asiente con lo desconocido y avanza tranquilamente por donde no ve camino alguno. Todas las paradojas acerca del camino contemplativo se reducen a ésta: estar sin deseos significa ser llevado por un deseo tan grande que es incomprensible. Es demasiado grande para ser completamente sentido. Es un deseo ciego, que parece un deseo de "la vaciedad", sólo porque nada puede contentarlo. Y porque es capaz de descansar en la vaciedad, entonces, relativamente hablando, descansa en la vaciedad. Pero no en una vaciedad como tal, en una vaciedad por si misma. Realmente no existe tal entidad como pura vaciedad, y la vaciedad meramente negativa del falso contemplativo es una "cosa", no la "nada". La «cosa" que se reduce a la oscuridad misma, de la cual todos los demás seres están excluidos deliberadamente y por todos los medios.

Pero la verdadera vaciedad es la que trasciende todas las cosas, y aún es inmanente a todas ellas. Porque lo que parece vaciedad en este caso es puro ser. O al menos un filósofo podría describirla así. Pero para el contemplativo es otra cosa. No es ni ésta ni aquélla. Todo lo que digáis de ella es diferente a lo que se decía. Lo propio de la vaciedad, al menos para un cristiano contemplativo, es puro amor, pura libertad. 

Amor que está libre de todo, no determinado por nada, o visto en alguna clase de relación. Es un compartir, a través del Espíritu Santo, en la infinita caridad de Dios. Y así, cuando Jesús dijo a sus discípulos que amaran, se refería a una forma de amar tan universal como la del Padre, que envía su lluvia lo mismo sobre justos que sobre pecadores. "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto." Esta pureza, libertad e indeterminación del amor es la auténtica esencia del cristianismo. A esto aspira sobre todo la vida monástica. 

(fuente: www.abandono.com)

miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Cuál es el límite entre ser bueno o buenudo?

En nuestras vidas cotidianos nos relaciones con gente diversa... la familia, compañeros de la facu y del trabajo, los amigos del club, del cole, incluso con muchos desconocidos. Todos tenemos pautas aprendidas para relacionarnos. Nos preguntamos por la bondad, el deseo de ser buenos y los límites saludables.

Conversamos con el P. Marco Bustos, formador en el seminario de la Arquidiócesis de Córdoba, y nos hicimos algunas preguntas: ¿qué es ser bueno? ¿Es entregarme completamente al otro? Y si es así, ¿qué significa eso? ¿Signfica siempre "poner la otra mejilla"? ¿Para ser bueno tengo que perderme? ¿Dónde está el límite cuando siento que ese "hacer las cosas bien" me "juega en contra"? En definitiva ¿dónde está el límite entre "ser bueno" y "ser buenudo"?

En la conversación para intentar buscar una respuesta, nos ayudó centrar la mirada en Jesús y preguntarnos por sus gestos, sus actos y el modo en que trataba a la gente. En Jesús se concentra las mayores posibilidades de la humanidad: Él es manso y humilde de corazón (Mt 11, 29) y a la vez tiene la capacidad de enfrentar a los fariseos y doctores de la ley enfrentándolos con firmeza "Ustedes son una raza de víboras" "ustedes son unos sepulcros blanqueados".

Podemos decir que en Jesús que es el amor mismo, existen límites sanos y no por eso es menos bueno, al contrario. Ser bueno no implica ser ingenuo, sino saber hacer las cosas bien y actuar con grandeza cuando las circunstancias así lo requieren. Ser bueno con el otro, implica hacer que el otro sea mejor, hacerlo crecer. Por ende, ser bueno, no tiene que ver con hacer todo lo que me demanden, siempre desde el discernimieto.

La propuesta de Jesús es desafiante, siempre nos invita a dar un pasito más de lo que podríamos desde nuestra humanidad. Le pedimos al Señor esta gracia.

(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

martes, 27 de marzo de 2012

El Papa fue recibido con salvas en Cuba

RAÚL CASTRO Y BENEDICTO XVI EN CUBA
LEÓN, martes 26 marzo 2012 (ZENIT.org).- Este lunes 26 de marzo, el papa Benedicto XVI concluyó una, según sus palabras, "breve pero intensa" visita a México y emprendió el viaje a Cuba, donde fue recibido con salvas en el aeropuerto.

Eran las 5 de la mañana en León Guanajuato y algunos de los periodistas acreditados por la Santa Sede asistimos a la misa que todos los días nos ofrece la organización en una de las habitaciones del hotel.

Al centro de la sala de estar, el altar. A un costado un ventanal que nos mostraba espléndidamente las pocas luces encendidas del centro de la ciudad.

Faltaban una horas para partir hacia Cuba. Nos dimos la paz y en ese instante recorrimos mentalmente las imágenes de la misa que el Santo Padre ofició en el Parque Bicentenario.

Las sonrisas eran no únicamente de los mexicanos, eran también sonrisas que compartían con Benedicto XVI.

La expresión en el rostro del sumo pontífice era mas que elocuente. Mas aún cuando en su recorrido en el papamóvil portaba un sombrero de charro. Los charros son los mexicanos que, entre sus demostraciones de afecto y pertenencia a México, se encuentra la de usar orgullosamente un traje que por siglos ha caracterizado al hombre que es y se siente de ese país.

Así se apreciaba al santo padre. Como quien ama profundamente a México.

Hubo quienes expresaban su emoción, y hubo también quienes no dejaron de demostrar su sorpresa al encontrar en el papa esa sensibilidad que tal vez el pueblo mexicano no esperaba.

Tal vez por la idea que circulaba entre los fieles de aquel país, acerca de las percepciones respecto a un líder con amplia sabiduría pero con características de sobrada formalidad y acciones regidas más por la razón que por los sentidos.

No fue así. México conoció a Benedicto XVI y él le entregó el corazón a los mexicanos.

Por si no bastaban las largas vallas humanas que --durante kilómetros enteros- mostraban su alegría por recibir la visita pastoral del Vicario de Cristo, en la noche del domingo le llevaron serenata.

Nadie hubiera podido esconder la profunda alegría y esperanza que se vivieron en esos momentos. Nadie. Ni siquiera su santidad.

Ya son las 6 de la mañana. Bajamos el equipaje a la entrada del hotel donde, con impecable organización, el equipo de logística del Vaticano lo recibe y documenta para el vuelo papal. Nos entregan el boleto de avión y señalan el área para abordar los autobuses hacia el aeropuerto internacional de Guanajuato y así continuar acompañando a Benedicto XVI en su visita pastoral a América Latina.

Nos dirigimos al restaurante del hotel para tomar el desayuno. El comentario de los periodistas, meseros y staff es el mismo: se le veía contento, entregado, convencido de que México le recibió con la alegría y participación que ni siquiera muchos de nosotros, nos hubiéramos imaginado.

Ya es hora de subir a los autobuses. Basta con salir del hotel para encontrar nuevamente jóvenes, mujeres, niños que durante horas se han colocado en el trayecto para ver a su santidad. Si bien en Roma fuimos citados en el interior del aeropuerto para esperar abordar el avión de Alitalia, en esta ocasión llegamos a la zona de hangares.

Ahí una despedida: “Mi breve pero intensa visita a México llega a su fin. Pero no es el fin de mi afecto y cercanía a un país que llevo muy dentro de mí”.

Los cantos, las miradas, los aplausos indicaron que es recíproco. El papa alemán, el de la sabiduría que le ha caracterizado en su trabajo por la doctrina de la fe se entregó por completo.

“Queridos amigos mexicanos: les digo ¡adiós!, en el sentido de la bella expresión tradicional hispánica: ¡Queden con Dios! Sí, adiós; hasta siempre en el amor de Cristo, en el que todos nos encontramos y nos encontraremos. Que el Señor les bendiga y María Santísima les proteja”.

Estamos ya en nuestro asiento del avión y confirmamos que toda relación humana duradera y fructífera comienza precisamente conociendo lo verdadero del otro, lo profundo. El papa visitó México y México conoció a Benedicto XVI.

Abrimos el programa de actividades. Próxima ciudad: Santiago de Cuba.

En León Guanajuato se reunieron mas de 600.000 almas para conocer al papa. ¿Cuántos, cómo, quiénes le recibirán en Cuba? Hay una frase que menciona que es necesario conocer la historia –las relaciones humanas también tienen historia- para entender el presente.

¿Qué sucedió en aquella visita del antecesor de Benedicto XVI?

Llega Paloma Gómez Borrero a “visitar” la fila del avión donde nos encontramos. Paloma (es un honor llevar el mismo nombre) es una mujer que ha recorrido el mundo acompañando a la figura del líder de la Iglesia católica durante años. Es española y nos cuenta que tiene en sus costumbres enviar postales a algunos seres queridos desde todos los lugares que visita con su santidad.

Comentamos un poco sobre México y llegamos al tema de Cuba. “Cuando la visita de Juan Pablo II, hubo un momento en que estando reunido con Fidel Castro se escuchó un grito: ¡libertad! Y su santidad contestó: sí ¡la libertad que da Cristo!” Dice emocionada.

“Ahí, en la plaza de la revolución antes de empezar la misa Fidel fue a vernos. No habló con nadie. De hecho, en esa misa fue cuando un viento sumamente fuerte se comenzó a sentir y el papa dijo –es el viento del Espíritu que está sobre Cuba”.

En la conversación se deja entrever que Fidel Castro pudiera encontrarse con Benedicto XVI en la segunda misa de Cuba, después de la de Santiago. En la misa de La Habana que será el martes 27. Pudiera ser también que ahí se encuentre Chávez.

De hecho, el padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede confirmó ese mismo día, lunes 26 pero por la noche, que tiene conocimiento de que Hugo Chávez está en Cuba.

Quienes ahí conversábamos coincidimos en que, si un hombre con una enfermedad tan severa, incluso en peligro de muerte, quiere asistir a una misa para recibir la bendición, ¿qué sacerdote, qué papa podría negarse? Esperando que fuera esa (la enfermedad) el verdadero sentido de su interés.

Así continuamos la charla y estamos a menos tiempo de arribar a Santiago de Cuba.

Recibido en Cuba con salvas

Bajamos del avión. El presidente Raúl Castro lo espera y al bajar Benedicto XVI de inmediato se escucha un estruendo impactante. Son los cañones. Fueron varias detonaciones. El cuerpo militar cubano lleva las dos banderas y hace honores.

Algunos invitados especiales que se encuentran en una especie de balcón del aeropuerto, empiezan a gritar: “¡La juventud del Papa, aquí está!” Y al unísono corean: “Benedicto, ¡te queremos!”

Después de pasar por migración subimos a unos autobuses para trasladarnos al hotel designado. Ahí nos reciben con música, bebidas de frutas tropicales y mucha alegría.

Tenemos 10 y 15 minutos máximo para solicitar nuestra habitación, dejar la maleta de mano y bajar para ir a la misa de la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba.

Logramos estar a tiempo y solo esperamos un poco a que la seguridad de ese país revise los autobuses y podamos subirnos.

Llegamos a la plaza. Datos proporcionados por la sala de prensa del Vaticano nos indican que fueron 200.000 personas en esa misa.

El altar simula una mitra. Es muy grande y ahí aguardan algunos sacerdotes. Comienza a escucharse la canción “Peregrino de la Caridad” y eso emociona aún más a los asistentes. Llega “cachita”. Llega la Virgen peregrina de la Caridad del Cobre haciendo un recorrido que conmueve a los presentes.

Una vez que la Virgen es colocada en su altar, anuncian que pronto llegará el papa. Así fue. Después de un recorrido por algunos pasillos es trasladado hacia la parte posterior del escenario y, antes de que pudiéramos verle en su llegada al altar, se escucha un grito: “¡Abajo el comunismo! ¡No queremos más dictadura! ¡No se dejen engañar!”

De inmediato la seguridad cubana lo detiene. Sigue la música –con más volumen que antes- y momentos mas tarde inicia la misa que preside el papa.

Llegamos a Cuba. Vimos la fe de los cubanos. El martes visitaremos la Habana y seguiremos reportando para todos ustedes.

Visita de cortesía de Benedicto XVI al presidente Raúl Castro

LA HABANA, martes 27 marzo 2012 (ZENIT.org).- Al término de su visita al santuario de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre, el papa Benedicto XVI se trasladó al aeropuerto de Santiago de Cuba desde donde, a las 10,30, partió en avión hacia La Habana.

Llegó al aeropuerto internacional José Martí a las 12 y se trasladó a la Nunciatura Apostólica de La Habana.

A las 17,30, tenía previsto hacer una visita de cortesía al presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de la República Raúl Modesto Castro Ruz, en el Palacio de la Revolución de La Habana.

Tras la presentación de las delegaciones, estaba previsto un encuentro privado y luego la presentación de los familiares y un intercambio de regalos. Al final, se preveía que el papa y el presidente se asomaran a la entrada principal para saludar a los representantes de los medios de comunicación.

A su regreso a la Nunciatura Apostólica, tras la visita de cortesía al presidente, el santo padre tenía previsto encontrarse con los obispos cubanos y cenar con ellos.

lunes, 26 de marzo de 2012

Cuaresma es tiempo de Sí

Ya estamos transcurriendo la Cuaresma, estos 40 días de preparación para la Pascua. Muchas veces asociamos este tiempo con renuncias, con pesares, con caras tristes y muchos "no". Sin embargo la Cuaresma es el tiempo de los "SÍ".

SÍ a la esperanza, de que mi vida puede ser diferente si me dejo trabajar por Dios.

SÍ al salir de la pereza y el aburrimiento, y ponerse a trabajar por un mundo mejor.

SÍ a la oración, al encuentro cercano y personal con Dios que prueba las miles de formas para llevarnos a ese lugar de encuentro con su amor. Te ama y quiere que lo ames asi como sos. (Al respecto: "Amame tal como eres" de Charles de Foucauld).

SÍ a la conversión. "Convertir" viene de transformar... crecer es parte de la vida e implica una conversión.

SÍ al perdón. A perdonar a los demás, pero por sobretodas las cosas animarme a ver cuanto Dios me perdona y desde ahí perdonarme a mí mismo.

SÍ a la ofrenda de la vida, sabiendo que sólo entregando la vida la ganamos y la vivimos con pasión.

SÍ a conocer el valor de tu vida, que mereció la entrega del mismo hijo de Dios en la cruz por vos. "Me amó y se entregó por mi" Gal 2, 20.

SÍ al entusiamo, a prepararnos con alegría para vivir en plenitud la Semana Santa.

SÍ al dejarnos sorprender. Mirar alrededor y descubrir cuánta belleza en la creación, en las personas. Dios nos habla en todas las cosas.

SÍ a las búsquedas. Cualquiera que sean, este es un buen tiempo por dejarte interpelar por ellas.

SÍ al amor. Amar y amar mucho, en eso consiste la vida en dejarnos amar y aprender a amar. La Semana Santa es la semana del amor... amor incomprensible e inabarcable de Dios por la humanidad toda y por cada uno de nosotros.

Y tantos SÍ más. La Cuaresma es tiempo de "SÍ". ¡Animate a dar el gran SÍ"

(fuente: oleadajoven.org.ar)

domingo, 25 de marzo de 2012

"El que quiera servirme, que me siga, para que donde Yo esté, también esté mi servidor"

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 12, 20-33)

Gloria a ti, Señor.

Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: "Señor, quisiéramos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y El les respondió: "Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: "Padre, líbrame de esta hora? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre". Se oyó entonces una VOZ que decía: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo". De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: "Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

PERDER PARA GANAR

¿Puede darse la aparente contradicción planteada en el título? ¿Perder para ganar? Sí puede darse. Es lo que Jesús nos propone cuando nos advierte que quien pretenda conservar su vida la perderá, pero quien la entregue la conservará. “El que ama su vida la destruye, y el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna” ( Jn. 12, 20-33).

Ya próximo a su Pasión, y en Jerusalén, donde iba a ser entregado para su muerte en la cruz, Jesús informó a sus discípulos y a algunos seguidores, lo que estaba a punto de suceder, agregando que después de “ser levantado de la tierra”, su Reino se extendería a todos, porque iba a ser arrojado el príncipe de este mundo (el Demonio) ... y Él, a través de su muerte en cruz y por la gloria de su Resurrección, atraería a todos hacia El. Palabras de esperanza y seguridad para todos los que nos dejamos “atraer” por El, por su doctrina y por su ejemplo.

Palabras también de compromiso, porque “dejarnos atraer por El” significa seguirlo en todo ... como Él reiteradamente nos pide. Y “seguirlo en todo” significa seguirlo también en la muerte. Por supuesto esto no significa que todos tengamos que morir en una cruz como Él. Tampoco significa que todos tengamos que sufrir un martirio violento -como algunos sí lo han tenido. Significa más bien ese “morir” cada día a nuestro propio yo. Significa ese “perder la vida” que Jesús nos pide en este pasaje de San Juan y que también nos lo requiere en otra oportunidad, con palabras similares: “El que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por Mí, la asegurará” (Mt. 16, 25 - Mc. 8, 35 - Lc. 9, 24).

Morir cuesta mucho. Y más cuesta la idea misma de “morir”. Pero la Palabra de Dios es clara, muy clara: debemos entregar nuestra vida, morir a nosotros mismos, si realmente queremos vivir. ¿Qué significa entregar nuestra vida y morir a nuestro yo?

Significa entregar nuestros modos de ver las cosas, para que sean los modos de Dios y no los nuestros los que rijan nuestra vida. Significa entregar nuestros planes, para pedirle a Dios que nos muestre Sus planes para nuestra vida, y realizar esos planes y no los nuestros. Significa entregar nuestra voluntad a Dios, para que sea Su Voluntad y no la nuestra la que dirija nuestra existencia en la tierra. Es, entonces, un continuo morir a lo que este mundo nos propone como deseable y hasta conveniente.

Ya Dios nos advierte en su Palabra quién rige este mundo: aquél que es llamado en este pasaje “príncipe (o amo) de este mundo”. Los valores que nos propone el mundo son muy diferentes a los de Dios. Los criterios de este mundo son también muy diferentes a los de Dios. Y cada vez que optamos por el bando de Dios, por ese “perder la vida de este mundo”, significa un “morir” a nuestro yo, es decir, a nuestras propias inclinaciones, deseos, ideas, criterios, planes, etc.

Próximos ya a la Semana Santa, cuando conmemoraremos la entrega total que Cristo hizo de Sí mismo, perdiendo su vida para darnos una nueva Vida a todos nosotros, es tiempo propicio para una profunda conversión.

Reflexionando sobre las palabras del Evangelio y aplicándolas a nuestra vida espiritual, podríamos pedir al Señor esta gracia de conversión profunda que significa el poder comprender y realizar este ideal que nos propone y nos muestra Cristo: morir para vivir, perder para ganar, entregar para obtener.

(fuente: www.homilia.org)

viernes, 23 de marzo de 2012

Celebraciones en toda la Argentina por el Día del Niño por Nacer

Buenos Aires, 23 Mar. 12 (AICA) El 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, en varios países del mundo es también el Día del Niño por Nacer. En la Argentina se dispuso por decreto (1406/98) "en virtud de que el nacimiento más celebrado en el mundo por cristianos y no cristianos es el del Niño Jesús, cuyo momento de concepción coincide con dicha fecha".

En el marco del fallo unánime de los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación declarando “no punible” el aborto por violación, las diócesis de todo el país y diferentes agrupaciones pro-vida organizaron actos, marchas y diversas actividades en defensa de la vida desde el momento de la concepción. Algunas de ellas son:

Buenos Aires

- Rosario por la Vida: El domingo 25 de marzo, a las 18, se efectuará la 9ª edición del Rosario por la Vida, que tendrá como lema: “Recemos con fe, por los que no tienen voz”. Este acontecimiento tendrá lugar en la catedral metropolitana (San Martín y Rivadavia, Buenos Aires) y, a continuación, el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, presidirá una misa. Informes: página web www.fampaz.com correo electrónico alihucema@yahoo.com.ar o teléfono (011)15 6433 3336

- 4ta Fiesta por la Vida: El Foro de la Vida y la Familia realizará la 4ta Fiesta por la Vida, el domingo 25 de marzo, a las 16, en la Plaza del Congreso. Desde allí, los asistentes emprenderán una Caminata por la Vida, hasta la catedral metropolitana para la celebración del rezo del Rosario y la misa por la vida. Informes: correo electrónico forovidafamilia@gmail.com

- Bendición de embarazadas: Grávida, el Centro de Asistencia a la Vida Naciente, celebrará el Día del Niño por Nacer con una bendición de embarazadas que se desarrollarán con el lema: “Abraza con tu vida, la nueva vida”. Se llevará a cabo el 24 de marzo, a las 11.30, en la parroquia Nuestra Señora de la Anunciación (Altolaguirre 2041, Buenos Aires).

- Misa por la Vida, en Belgrano: Este domingo 25 de marzo, el grupo de oración misionero Nuestra Señora del Cielo celebrará una misa por la vida y la familia, a las 19.15, en la parroquia de la Santísima Trinidad (avenida Cabildo 3680).El Regimiento de Infantería 1 "Patricios", escoltará la entrada del Cuadro de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, bendecido por el beato Juan Pablo II. Se realizará la bendición de los vientres a las madres embarazadas.

Rosario

El 25 de marzo, a las 20, el arzobispo de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan celebrará la misa por el Día del Niño por Nacer, en la parroquia Niño Dios (España 970), que por su advocación está dedicada a la vida naciente y particularmente a rezar y suplicar por la vida.

Salta

El semanario Cristo Hoy, su distribuidora en Salta, el oratorio San Felipe Neri, la Pastoral de la Familia y el Grupo Pro-Vida Salta organizaron, por 11º año consecutivo la celebración del “Día del Niño por Nacer”. A las 20 se celebrará una misa en la basílica San Francisco (Córdoba 15, Salta) y a continuación habrá bendición de las embarazadas y entrega de escarpines.
Por otro lado, el 28 de marzo, a las 21, se efectuará la 11º edición de la “Cantata por la Vida”, un agasajo a la mujer embarazada que será promovida por diferentes entidades culturales, y por artistas locales. Se realizará en la Casa de la Cultura de Salta, y el dinero recaudado en la entrada se donará a la sala de neonatología del Hospital Público Materno infantil y a la Casa de Residencia Maternal.

La Plata

El próximo domingo 25 de marzo, la asociación civil “Elegimos la Vida” realizará la VII edición de la Bicicleteada a favor de la Vida más indefensa, bajo el lema "Que no te bicicleteen, la vida es para todos!!”. La salida será a las 16, desde Plaza Moreno y se vuelve al mismo lugar. Se ofrecerán espacios artísticos, sorpresas y un gran despliegue de música y armonía. En la convocatoria, los organizadores piden llevar -como gesto de solidaridad con los más débiles- un pañal para el hospital de niños Sor María Ludovica. Informes: correo electrónico respondemos@elegimoslavida.com.ar.

Corrientes

El domingo, 25 de marzo, se celebra en el país el Día del Niño por nacer. Para rezar de manera especial, y en comunidad, por los más indefensos, que son permanentemente amenazados, se celebrará una santa misa de acción de gracias por la vida, en la catedral Nuestra Señora del Rosario (Hipólito Yrigoyen 1572, Corrientes).La eucaristía será presidida por el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, y concelebrada por los sacerdotes de la catedral.

Paraná

El lunes 26 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, la arquidiócesis de Paraná celebrará, a las 20, la santa misa y bendición de las embarazadas en la catedral Nuestra Señora del Rosario. Se pide llevar como ofrenda pañales para bebé.

Mendoza

La Red Federal de Familias, de Mendoza, invita a participar hoy, viernes 23 de marzo, de 19.30 a 22, de la fiesta “Toda vida importa”. Tendrá lugar frente a la legislatura provincial (peatonal y Patricias Mendocinas, ciudad de Mendoza) y habrá diversos actos musicales, espectáculos y testimonios sobre la vida. Allí se recolectarán firmas para que Mendoza sea declarada provincia pro-vida. La Liga de Madres de Familia estará, hasta el 24 de marzo, a cargo del puesto en el que se brindará información sobre cómo proteger la vida humana desde la concepción y hasta su muerte natural. Informes: página web www.frente-joven.blogspot.com

Santa Fe

El lunes 26 de marzo, a las 20, se celebrará una misa en la catedral Todos los Santos (avenida General López 2672, Santa Fe), para celebrar el Día del Niño por Nacer. Allí se bendecirán a mujeres embarazadas y niños nacidos durante este último año. Se solicita a los asistentes, colaborar con donaciones de ropa para bebés y embarazadas.

Goya

El 25 de marzo, a las 18, se rezará un Rosario por la Vida en la ermita de Schoenstatt, de la ciudad de Goya (avenida Perón y del Trabajo). “María abre su alma a Dios y le entrega todo su ser con la confianza de hija. Ojalá podamos decirle a Dios en el Rosario de este 25 de marzo: Sí a la vida, con la confianza de hijo”, asegura la convocatoria.

Mercedes-Luján

El viernes 23 de marzo, a las 19.30, se rezará un Rosario por la Vida en la plaza Colón, frente al Palacio Municipal de Luján, convocado por la Asociación Civil Cultivida Luján.

San Juan de Cuyo

- Rosario y Misa por la Vida: El 25 de marzo, la arquidiócesis de San Juan de Cuyo celebrará el Día del Niño por Nacer con el rezo de un Rosario por la vida, a las 19.45, y con una misa y bendición de vientres, a las 20.30, en la catedral San Juan Bautista (Rivadavia 46 oeste, San Juan).

- Salvemos a la Familia: La organización Salvemos la Familia, que actúa en la provincia de San Juan, invitó a toda la comunidad a celebrar el Día del Niño por Nacer con una marcha de antorchas para ser “la voz de los que no tienen voz”. La marcha se realizará el domingo 25 de marzo, a las 21, y partirá desde la Plaza 25 de Mayo hasta la Legislatura provincial, de la ciudad de San Juan. Informes: página web www.salvemosalafamilia.com.ar o correo electrónico info@salvemosalafamilia.com.ar

San Rafael

El domingo 25 de marzo, a las 18.30, la diócesis de San Rafael celebrará el Día del Niño por Nacer con una “Marcha por la Familia y por la Vida” que partirá desde el kilómetro 0 y llegará al monumento de la Madre Teresa, donde tendrá lugar el acto. Se solicita a los asistentes que lleven pañales para donar al programa Belén. Mar del Plata

- Caravana por la vida: En el marco del día del niño por nacer, que se celebra el 25 de marzo, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad FASTA celebrará la semana de la vida. El domingo 25, a las 16, se sumará a la Caravana por la vida que organiza el Frente Joven de Mar del Plata. La concentración será en el playón del Polideportivo, marcharán a favor de la vida por las calles de la ciudad. Y el cierre será a las 17.30 con espectáculos en vivo en la plaza del centro de la ciudad. Del 26 al 31 de marzo en la sede de la Facultad de Ciencias Médicas se llevará a cabo una colecta solidaria por la vida.

Rosario y actividades por la vida

La Pastoral de la Mujer de la diócesis de Mar del Plata, junto a Ain Karem, celebrará, el lunes 26 de marzo, el Día del Niño por Nacer y la solemnidad de la Anunciación del Señor en la parroquia de la Asunción de la Santísima Virgen (Santa Fe 2982, Mar del Plata). A las 18 se rezará un Rosario, meditando sobre el valor de la vida y la familia, y a las 19, el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presidirá una misa y bendecirá a las madres embarazadas. Se recibirán ajuares para bebé, camisones y toallones para las madres internadas en el Hospital materno-infantil.

San Luis

Con motivo de la celebración del día del Niño por Nacer, la Asociación Acción por la Vida de la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, organizó la II Fiesta del Niño por Nacer, que se celebrará el domingo 25 de marzo, a las 17.30, en Plaza San Martín, y que tendrá como fin la difusión y promoción del Derecho a la Vida.
También será la oportunidad para pedir y expresar el deseo de toda la comunidad que se declare a Villa Mercedes, ciudad Pro Vida. Este acto cuenta con la adhesión y apoyo de la Iglesia Católica local, así como también de las comunidades evangélicas.

Bahía Blanca
El domingo 25 de marzo la diócesis de Bahía Blanca celebrará el Día del Niño por nacer con una Fiesta por la Vida, organizada por la Red Pro Vida y la Asociación Bahiense Comunitaria (ABC). Las diversas actividades comenzarán a las 16.30 en la bicisenda de la calle Cuyo entre Nicaragua y 2 de Abril.

Jujuy

El domingo 25 de marzo, a las 18, la diócesis de Jujuy celebrará el 2º Festival del Día del Niño por Nacer, que tendrá lugar en el complejo cultural Vieja Estación (avenida Urquiza 410, San Salvador de Jujuy). El administrador apostólico de la diócesis de Jujuy, monseñor César Daniel Fernández, llamó a todos los fieles a participar de esta celebración organizada por la ONG “Familia Viva”, ya que “de la continua concientización de este tema, depende nuestra respuesta al Evangelio de la Vida”. Informes: correo electrónicoinfo@familiaviva.org.

Oberá

Hoy, viernes 23 de marzo, a las 19, comenzarán las celebraciones del Día del Niño por nacer en la diócesis misionera de Oberá, con un Vía Crucis y misa por la Vida en la catedral San Antonio de Padua (Libertad 75, Oberá). El sábado 24, de 8 a 19, la Red Federal de Familias de Misiones recolectará firmas a favor de la Vida en la plazoleta de la equidad, y de 17 a 19, en el atrio de la catedral se celebrará una cantanta por la vida y se colocará una gigantografía provida. El domingo 25 de marzo, a las 20, se celebrará, también en la catedral, una misa con bendición de embarazadas y reparto de escarpines.

Catamarca

La Pastoral Familiar de la diócesis de Catamarca invita a toda la comunidad a participar de la jornada preparada con motivo de celebrarse, el domingo 25 de marzo, el Día del Niño por Nacer, que tendrá como lema: “A tu familia, Dios la ama”. La convocatoria es a las 18.30, en el Parque de los Niños, en San Fernando del Valle de Catamarca.

Santiago del Estero

El domingo 25 de marzo, Día del Niño por Nacer, el obispo de Santiago del Estero, monseñor Francisco Polti, presidirá, a las 21, una misa en la catedral Nuestra Señora del Carmen (24 de septiembre 55, Santiago del Estero). Allí se rezará especialmente por las familias y las madres embarazadas, y al final de la celebración se impartiráuna bendición especial.

Zárate-Campana

Como todos los años, con distintas conferencias, actos y celebraciones en las parroquias de la diócesis y en la sede del obispado, Zárate-Campana celebrará la Jornada del Niño por Nacer. El acto central tendrá lugar en Belén de Escobar, el sábado 24 de marzo, a las 16, en el colegio Santa María. A continuación, el obispo, monseñor Oscar Sarlinga, presidirá una misa, a las 17, en la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor (Eugenia Tapia de Cruz 524, Belén de Escobar). Este año se ha convocado en especial a la Legión de María, a la delegación de Juventud y a la delegación de Misiones.

Concordia

Este año, la diócesis de Concordia celebrará el Día del Niño por Nacer con la propuesta de poner especial dedicación a la oración. Por ello, se invita a todas las Comunidades a rezar por la vida naciente y por ancianos y enfermos durante todos estos días hasta el domingo 25 de marzo, que a las 18, se rezará el Rosario por la Vida con parroquias de todo el país. La diócesis se une al Programa de Adopción Espiritual del Niño por Nacer. El programa consiste en que quienes deseen participar se comprometen a orar diariamente, durante 9 meses, por un niño en peligro de ser abortado. La Liga de Madres diocesana ofrece una charla que tratará sobre la “Defensa de la Vida”. Informes: correos electrónicos ligademadresconcordia@hotmail.com o olintsi@gmail.com +

Un Rosario por la Vida en Argentina



"UN ROSARIO POR LA VIDA",
El Santo Rosario es un continuo acto de fe, esperanza y amor a la Santísima Virgen. Rezarlo unidos por una intención conjunta, es barrera de contención ante los ataques del mal, y ante las graves acechanzas que se ciernen sobre la vida de los mas débiles, los niños por nacer. Hoy una avalancha de leyes tanto a nivel nacional, como internacional, tratan de imponer la filosofía de la muerte sobre la de la Vida. Estas corrientes atacan al hombre en su etapa mas vulnerables y débil, cuando aún esta indefenso en el vientre de su madre. Como la fe mueve montañas, nos reuniremos a orar junto a María por el Don de la Vida.

"UN ROSARIO POR LA VIDA", lleva la intención de pedir la protección de la Virgen Santísima para la "Vida del niño por Nacer".

Invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirse a esta oración. Los más pobres entre los pobres, "los niños que aún no nacieron" esperan nuestra presencia, para que alcemos la voz en oración de amor fraterno, por la protección de aquellos que no pueden defenderse.

Las asociaciones, Fundaciones, grupos, o particulares que deseen adherir pueden hacerlo enviando sus datos o dirección de e-mail.

Organizadores: Nazaret es Vida

Inés: alihucema@yahoo.com.ar
Olga: fampaz@fibertel.com.ar
Stella Maris: stellavivares@yahoo.com.ar
Gisele: gisele_riverti@mensajerosdelareinadelapaz.org
María del Rosario: mariarosariopaz1@argentina.com

para más información, visitar http://www.fampaz.com.ar

Mirta: lameyug@yahoo.com.ar

Argentina celebrará con tristeza el Día del niño por nacer

Buenos Aires (AICA) , 23 Mar. 12 (AICA) Fue la Argentina el país que tuvo la iniciativa de celebrar el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, el “Día del Niño por nacer”. Un decreto presidencial del 7 de diciembre de 1998 la convirtió en una celebración oficial y fue la Argentina la que animó a otros países y líderes a seguir el ejemplo y las respuestas fueron llegando en años sucesivos.

Qué cruel paradoja, que hoy, el reciente fallo de la Corte Suprema de la Argentina ponga al país nuevamente en un lugar destacado, pero ahora será en el triste podio de los países que favorecen legislaciones que permiten la muerte del inocente niño que speraba en el seno materno su oportunidad de vivir.

Los considerandos del decreto del 7 de diciembre de 1998, firmado por el entonces presidente doctor Carlos Menem y el canciller Guido Di Tella, indican que la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, proclamó que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.

Se ratifica así la afirmación contenida en la Carta de las Naciones Unidas acerca de la fe de los pueblos en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de todo el género humano.

Agregan los considerandos que como una política de concreción efectiva de la protección universal de los derechos humanos, para todos los hombres y para todas las naciones, la comunidad internacional ha destacado al niño como un sujeto digno de una especial consideración, particularmente en la Declaración de los Derechos de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño, en la Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959 y en la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.

Recuerdan que el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño señala que “el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”.

Agregan que especialmente en su etapa prenatal, el niño es un ser de extrema fragilidad e indefensión, salvo la natural protección brindada por su madre.

Y que el niño, tanto antes como después del nacimiento, “para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión”, como lo señala la Convención sobre los Derechos del Niño, lo que incluye un especial cuidado de su salud tanto psíquica como física.

Insisten en que la vida, a la que consideran “el mayor de los dones”, tiene un valor inviolable y una dignidad irrepetible.

Sostienen que el derecho a la vida no es una cuestión de ideología, ni de religión, sino una emanación de la naturaleza humana.

14 años después de este decreto, ¿qué pasó con la firme actitud de la Argentina en defensa de los derechos inalienables del niño por nacer?+

Hay que orar con confianza

Lo que más encarecidamente nos pide el apóstol Santiago, si queremos alcanzar con la oración las divinas gracias, es que recemos con la más firme confianza de que seremos oídos. Pide, dice, con confianza, sin dudar nada. Santo Tomás nos enseña que así como la oración tiene su mérito por la caridad, así tiene su maravillosa eficacia por la fe y la confianza. Lo mismo nos predica San Bernardo, el cual afirma solemnemente que la sola confianza nos obtiene las misericordias divinas. 

La causa de que nuestra confianza en la misericordia divina sea tan grata al Señor es porque de esta manera honramos y ensalzamos su infinita bondad que fue la que El quiso sobre todo manifestar al mundo cuando nos dio la vida. Así lo cantaba el profeta, cuando decía: Alégrense, Dios mío, todos los que en Ti esperan, porque así serán eternamente benditos y Tú vivirás en medio de ellos. Y en otro lugar exclama: Protector es el Señor de todos los que esperan en El. Señor, Tú eres el que salvas a los que confían en Ti. 

¡Oh, qué hermosas son las promesas que Dios ha hecho en las Sagradas Escrituras a aquellos que confían en El! Los que esperan en El no caerán en pecado. La causa la da el profeta David, cuando dice que los ojos del Señor descansan sobre aquellos que le temen y confían en su misericordia para salvar sus almas de la muerte de la culpa. En otro lugar dice el mismo Señor: Porque esperó en Mí, le libraré.. le protegeré, le salvaré, le glorificaré. Nótese aquí que la razón que da para protegerlo y salvarlo y glorificarlo en la vida eterna es porque confió en Dios. Hablando también el profeta Isaías de aquellos que confían en el Señor, dice: Los que tienen puesta en el Señor su esperanza adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas, como de águila, correrán y no se fatigarán, andarán y no desfallecerán. Es decir: Ya no serán débiles, porque Dios les dará la fortaleza, y no tan sólo no caerán, sino que ni siquiera hallarán fatiga en el camino de la salvación: correrán, volarán como águilas. Añade el mismo santo Profeta: En la quietud y en la esperanza estará vuestra fortaleza. Esto nos quiere decir que toda nuestra fortaleza está en poder de Dios y en callar, es decir, descansando amorosamente en los brazos de su misericordia, y no haciendo caso de la ayuda y de los medios humanos.

¿Se oyó por ventura que alguna vez se haya perdido el que en Dios confió? Ninguno jamás esperó en el Señor y se quedó confundido. San Agustín pregunta: ¿Será Dios tan mezquino que se ofrezca a sacamos con bien de los peligros si acudimos a El, y luego nos deje solos y abandonados cuando hemos acudido a El? Y responde: No, no es Dios un charlatán que se ofrece con palabras a sostenernos, y retira el hombro cuando queremos apoyarnos en El.

Bienaventurado el hombre que espera en Ti, decía al Señor el Real Profeta. ¿Por qué? Responde el mismo Santo Rey: Porque a aquel que confía en Dios le circundará por todas partes la misericordia divina. Y de tal modo será ceñido y rodeado de la protección de Dios que estará bien seguro contra todos sus enemigos y no correrá ningún peligro de perderse.

Por eso no se cansa el Apóstol de exhortarnos a que no perdamos nunca la confianza en Dios, porque le está reservada una grande recompensa. Como sea nuestra confianza, así serán las gracias que recibiremos de Dios. Si es grande, grandes serán las gracias divinas. Confianza grande, cosas grandes merece, escribía San Bernardo, y añadía que la misericordia divina es fuente abundantísima y que el que a ella acude con vaso grande, cuanto mayor sea el vaso de confianza con que acudimos a ella, mayor es la cantidad de gracias que recibimos. Lo mismo había dicho ya antes el Real Profeta: Sea tu misericordia, Señor, sobre nosotros, según nosotros esperamos en Ti. Lo vemos confirmado en el centurión del Evangelio, al cual dijo Jesucristo, ponderando su confianza: Vete y hágase como confiaste. A Santa Gertrudis le reveló el Señor que el que pide con confianza tiene tal fuerza sobre su corazón, que no parece sino que le obliga a oírle y darle todo lo que pide. Lo mismo afirmó San Juan Clímaco: La oración hace dulcemente violencia sobre Dios.

San Pablo nos exhorta a la confianza con estas fervorosas palabras: Lleguémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos a tiempo oportuno. El trono de la gracia es Jesús. Sentado está ahora a la diestra del Padre, no en trono de justicia, sino en trono de gracia, para darnos el perdón si vivimos en pecado, y la fuerza para perseverar si gozamos de su divina amistad. A ese trono hemos de acudir siempre con confianza, con aquella confianza que proviene de la fe que tenemos en la bondad y en la fidelidad de Dios, confianza firme e invencible, ya que se apoya en la palabra del Señor que ha prometido oír la oración de aquellos que de tal manera le rezaren.

Aquel que por el contrario se pone a orar con duda y desconfianza esté seguro que nada puede recibir. Así lo asegura el apóstol Santiago: El que anda dudando es semejante a la ola del mar, alborotada y agitada por el viento, de acá para allá. Así que un hombre tal no tiene que pensar que ha de recibir poco ni mucho del Señor. Nada alcanzará, porque la necia desconfianza que turba su corazón será un obstáculo para los dones de la divina misericordia. No pediste bien, dice San Basilio, cuando pediste con desconfianza. Y el profeta David dice que nuestra confianza debe ser firme como montañas que no se mueven a capricho de los vientos. Los que ponen su confianza en el Señor estarán firmes como el monte de Sión, que no se cuarteará jamás. Oigamos, por tanto, el divino consejo que nos da nuestro Redentor, si de veras queremos obtener las gracias que pedimos. Todas cuantas cosas pidierais en la oración, tened viva fe de conseguirlas, y sin duda se os concederán sin falta.




LOS FUNDAMENTOS DE NUESTRA CONFIANZA

Y ahora quizás dirá alguno: Pues si yo soy ruin y miserable ¿sobre qué fundamento puedo apoyar mi confianza de alcanzar todo lo que pidiere? ¿Sobre qué fundamento? Sobre aquella promesa infalible que hizo Jesucristo, cuando dijo: Pedid y recibiréis. ¿Quién puede temer ser engañado, pregunta San Agustín, cuando el que promete es la misma verdad? ¿Cómo podemos dudar de la eficacia de nuestras oraciones, cuando Dios, que es la misma verdad, nos garantiza solemnemente que nos dará todo lo que pidamos? Y añade el mismo santo Doctor: No nos exhortaría a pedir, si no quisiera escuchar. Pero leamos el Evangelio y veremos cuán encarecidamente nos inculca el Señor que oremos: Orad, pedid, buscad, y alcanzaréis cuanto pidiereis. Pedid cuanto queréis: todo se hará a medida de vuestros deseos. Y para que le pidiéramos con esta debida confianza quiso que en la oración dominical, en la cual recurrimos a Dios para pedirle las gracias necesarias para nuestra salvación eterna, pues todas en esa divina oración están encerradas, e demos no el nombre de Señor, sino el de Padre. Es que quiere que pidamos las gracias a Dios con aquella amorosa confianza con que un hijo pobre y enfermo busca el pan y la medicina en el corazón de su padre. Si un hijo, en efecto, estuviera para morirse de hambre, le bastaría decírselo a su padre, y éste al punto le daría el alimento necesario; y si el hijo por ventura fuese mordido de una venenosa serpiente, que vaya al padre con la herida abierta, que sin duda en el acto le aplicará remedio.

Vamos, pues, lo que nos dice el apóstol San Pablo: Mantengamos firme la esperanza que hemos confesado, pues es fiel el que hizo la promesa. Confiados en esta divina promesa, pidamos siempre con confianza, y no sea confianza vacilante, sino firme e inconmovible. Pues si es cierto que Dios es fiel a sus promesas, la misma certidumbre ha de tener nuestra confianza de alcanzar todo lo que le pidamos. Verdad es que hay momentos en que por aridez del espíritu o por otras turbaciones, que agitan nuestro corazón, no podemos rezar con la confianza que quisiéramos tener. Mas ni en estos casos dejemos de rezar, aunque tengamos que hacernos violencia. Dios nos escuchará- Bien pudiera ser que entonces nos oiga más prontamente el Señor, pues en ese estado rezamos más desconfiados de nosotros mismos y más fiados en la bondad y fidelidad de Dios a las promesas que hizo a la oración. ¡Oh, cómo se complace el Señor al ver que en la hora de la tribulación, de los temores y de la tentación, seguimos esperando en El contra toda esperanza, esto es, contra aquel sentimiento de desconfianza que la desolación interior quiere levantar en nuestro espíritu!

Así decía San Pablo en alabanza de Abraham: que seguía en su esperanza contra toda esperanza. Afirma San Juan que aquel que se pone con firme confianza en Dios será santo. Lo dice con estas palabras: Quien en El tiene tal esperanza, se santifica a sí mismo, así como El es santo también. La razón es que Dios derrama abundantemente las gracias sobre los que confían en él . Sostenidos por esta confianza tantos mártires, tantos niños y tantas vírgenes, aun en medio de los más horrendos tormentos que los tiranos inventaron contra ellos, vencieron y se mantuvieron en la fe. Si a veces sucede que nos asaltan dudas de desconfianza, no por eso dejemos de orar. Perseveremos en la oración hasta el fin. Así lo hacía el Santo Job, el cual repetía generoso: Aunque me llegare a matar, en El esperaré. Dios mío, aunque me arrojes de tu presencia no dejaré de orar y confiar en tu misericordia. Hagámoslo así y estemos seguros de que alcanzaremos de Dios todo lo que queramos.

Así hizo la cananea y por este camino consiguió de Jesucristo lo que pedía. Tenía la desventurada madre a su hija poseída del demonio y se acercó al Redentor para que la curase: Ten piedad de mí, le dijo, mi hija está cruelmente atormentada del demonio. Replicóle el Señor que El no había venido a salvar a los gentiles, sino a los judíos. No perdió la mujer la confianza, antes prosiguió diciendo con mayores ansias: Señor, si queréis, podéis salvarme. Señor, ayudadme... Y otra vez le sale al paso Jesucristo con estas palabras: El pan de los hijos no hay que tirárselo a los perros. A lo cual replicó ella: Es verdad, Señor, pero al menos a los perritos se les echa las migajas que sobran en la mesa de los amos. Y aquí ya no pudo negarse el Señor y alabando la fe y la confianza de aquella mujer, le concedió la gracia que le pedía diciéndole: ¡Oh mujer, qué grande es tu confianza, hágase como deseas! Con razón, pues, dice el Eclesiástico: ¿Quién invocó al Señor y fue despreciado por El?

Dice San Agustín que la oración es la llave maravillosa que nos abre todos los tesoros del cielo. Apenas nuestra oración llega al Señor, desciende sobre nosotros la gracia que acabamos de pedir. Sus palabras son éstas: Es la llave y puerta del cielo... sube la oración y desciende la misericordia de Dios. Esto es tan verdadero, que el Real Profeta dice que juntas caminan siempre la oración nuestra y la misericordia de Dios. Bendito sea el Señor que no desechó mi oración ni retiró de mí su misericordia. San Agustín nos enseña lo mismo, cuando escribe: Cuando ves que tu oración está en tus labios, date cuenta y está seguro que se halla muy junto también de ti su divina misericordia. De mí sé decir que no siento nunca mayor consolación en mi espíritu, ni tengo confianza más firme de salvarme, que cuando me hallo a los pies de mi Dios, rezando y encomendándome a su bondad. Lo mismo tengo por cierto que pasará a los demás, pues otras señales de predestinación inciertas son y falibles, pero que Dios oye la oración de quien le reza con confianza, es verdad indubitable e infalible, como infalible es que Dios no puede ser infiel a sus promesas.

Así, pues, cuando sintamos nuestra debilidad e impotencia para vencer las pasiones u otras dificultades que se oponen a la voluntad de Dios sobre nosotros digamos animosos con el Apóstol: Todo lo puedo en Aquel que es mi fortaleza. Jamás se nos ocurra pensar, no puedo... no me siento con fuerzas... Es cierto que con nuestras fuerzas nada podemos, mas lo podemos todo con la ayuda divina. Si Dios dijera a uno de sus siervos: Toma este monte, échatelo a la espalda y llévalo de aquí que yo te ayudaré, y él dijere: No quiero, porque no tengo fuerzas para tanto... ¿no le tendríamos por necio y poco confiado? Pues, cuando nosotros por ventura nos veamos llenos de miserias y enfermedades y reciamente combatidos de tentaciones, no perdamos los ánimos, antes alcemos los ojos al cielo y digamos a Dios con David: Ayúdame, Señor, y despreciaré a todos mis enemigos. Con tu ayuda, oh Dios mío, me burlaré de los asaltos de todos los enemigos de mi alma y venceré. Y cuando nos hallemos en grave peligro de ofender a Dios o en trance de funestas consecuencias, y no sepamos a donde volver los ojos, volvámonos a Dios y encomendémonos a El, diciéndole: El Señor es mi luz y mi salvación... ¿a quién puedo temer? Tengamos absoluta certidumbre de que el Señor nos iluminará y nos librará de todo mal. 

escrito por San Alfonso María Ligorio
(fuente: www.abandono.com)

jueves, 22 de marzo de 2012

Hay que orar con perseverancia

Nuestra oración sea humilde y llena de confianza en Dios; mas esto no basta para tener la perseverancia final y con ella la salvación eterna. Verdad es que nuestras oraciones cotidianas nos alcanzarán las gracias que necesitamos para cada momento de nuestra vida, mas si no seguimos hasta el fin en la oración, no conseguiremos el don de la perseverancia final, y es que esta gracia' por ser como el resultado de todas las otras, exige que multipliquemos nuestras plegarias y perseveremos hasta la muerte. 

La gracia de la salvación eterna no es una sola gracia, es más bien una cadena de gracias, y todas ellas unidas forman el don de la perseverancia. A esta cadena de gracias ha de corresponder otra cadena de oraciones, si es lícito hablar así, y, por tanto si rompemos la cadena de la oración, rota queda la cadena de las gracias que han de obtenernos la salvación, y estaremos fatalmente perdidos. 

Tengamos por indubitable verdad que la perseverancia final es gracia que nosotros no podemos merecer. Así nos lo enseña el sagrado Concilio de Trento con estas palabras: Sólo puede otorgarla Aquel que tiene poder para sostener a los que están de pie y hacerles permanecer así hasta el fin. Mas a esto replica San Agustín: Este gran don de la perseverancia, con la oración se puede merecer. Añade el Padre Suárez, que el que reza infaliblemente lo consigue. Lo mismo sostiene el gran Santo Tomás del cual son estas graves palabras: Después del bautismo es necesaria la oración continua y perseverante para que el hombre pueda entrar en el reino de los cielos. 

Pero antes que todos nos repitió esto mismo muchas veces nuestro divino Salvador cuando decía: Es menester orar siempre y no desmayar nunca Vigilad por tanto, orando en todo tiempo, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros y comparecer con confianza ante el Hijo del hombre. Y lo mismo leemos en el Antiguo Testamento: Nada te detenga de orar siempre que puedas. En todo tiempo bendice al Señor y pídele que dirija El los caminos de tu vida. Por esto el Apóstol exhortaba a los primeros discípulos a que nunca dejaran la oración... Orad sin descanso, les decía... Perseverad en la oración y velad en ella. Quiero que los hombres recen en todo lugar. En esta escuela aprendió San Nilo, cuando repetía: Puede darnos el Señor la perseverancia y la salvación eterna, mas no la dará sino a los que se la piden con perseverante oración. Hay pecadores que con la ayuda de la gracia de Dios se convierten, mas dejan de pedir la perseverancia y lo pierden todo.

El santo cardenal Belarmino nos dice que no basta pedir la gracia de la perseverancia una o algunas veces, hay, que pedirla siempre, todos los días, hasta la hora de la muerte, si queremos alcanzarla. Diariamente. Quien un día la pide, la tendrá ese día, mas si al siguiente día la deja de pedir, ese día tristemente caerá. Esto parece quiso darnos a entender el Señor en la parábola de aquel amigo que no quiso dar los panes que le pedían, sino después de muchas importunas exigencias. Comentando ese pasaje argumenta San Agustín que si aquel amigo dio los panes que le pedía contra su voluntad y sólo por deshacerse de sus impertinencias ¿qué hará el Señor, quien no tan sólo nos exhorta a que le pidamos, sino que lleva muy a mal cuando no le pedimos? Tengamos en cuenta que Dios es bondad infinita y que tiene grandes deseos de que le pidamos sus divinos dones. De donde podemos concluir que gustosamente nos concederá cuantas gracias demandemos. Lo mismo escribe Cornelio Alápide, del cual es esta sentencia: Quiere Dios que perseveremos en la oración hasta la importunidad. Acá en el mundo los hombres no pueden soportar a los importunos, mas Dios no sólo los soporta, sino que desea que con esa terca importunidad le pidan sus gracias y sobre todo el don de la perseverancia. Así San Gregorio lo afirmó, cuando escribía: El Señor quiere ser repetidamente llamado, quiere ser obligado, quiere ser vencido por nuestras amorosas importunidades. Buena es esta violencia, ya que con ella, lejos de ofenderse nuestro Dios se calma y aplaca.

Pues, para alcanzar la santa perseverancia forzoso será que nos encomendemos a Dios siempre, mañana y tarde, en la meditación, en la misa, en la comunión y muy especialmente en la hora de la tentación. Entonces debemos acudir al Señor y no cansarnos de repetir: Ayúdame, Señor, sosténme con tus manos benditas... no me dejes... ten piedad de mí. ¿Hay por ventura cosa más sencilla que decir a Dios: Ayúdame... asísteme ... ? Dijo el Salmista: haré dentro de mí oración a Dios, autor de mi vida. Comentando este lugar la glosa añade: Alguno por ventura podrá decir que no puede ayunar, ni dar limosna, pero si se le dice: reza... a esto no podrá alegar que no puede. Y es que no hay cosa más sencilla que la oración. Sin embargo, por eso mismo no debernos dejar apagarse en nuestros labios la oración. A todas horas hemos de hacer fuerza sobre el corazón de Dios para que nos socorra siempre; que esta fervorosa violencia es muy grata a su corazón, como nos lo asegura Tertuliano. Y San Jerónimo llega a decir que cuanto más perseveramos e importunamos a Dios en la oración, más gratas le son nuestras plegarias.

Bienaventurado el hombre que me escucha que vela continuamente a las puertas de mi casa y está de centinela en los umbrales de ella. Esto dice el Señor, y con ello nos enseña que es feliz el hombre que con la oración en los labios oye la voz de Dios y vela día y noche a las puertas de su misericordia.

Y el profeta Isaías decía también: Bienaventurados cuantos esperan en El. Sí, bienaventurados aquellos que orando esperan del Señor su salvación. ¿Y no nos enseña lo mismo Jesucristo en su santo Evangelio? Oigamos sus palabras: Pedid y se os dará... buscad y hallaréis... llamad y, se os abrirá, Bien está que dijera: Pedid... pero ¿a qué añadir aquello de... buscad... llamad? Mas no son ciertamente superfluas estas palabras. Con ellas ha querido enseñamos nuestro divino Redentor que hemos de imitar a los pobres, cuando mendigan limosna, los cuales si por ventura nada reciben, y además son despectivamente rechazados, no por eso se van, sino que siguen a la puerta de la casa repitiendo la misma conmovedora súplica. Si sucede que el amo de la casa no aparece por ninguna parte, dan vueltas en derredor en su busca, y allí se están, aunque los tengan por importunos y fastidiosos. Asimismo quiere el Señor que obremos nosotros con El: quiere que pidamos y tornemos a pedir y que no nos cansemos nunca de decirle que nos ayude, que nos socorra, que no permita jamás que perdamos su santa gracia.

Dice el doctísimo Lessio que no puede excusarse de pecado mortal aquel que no reza cuando está en pecado o en peligro de muerte, y peca también gravemente quien pasa sin rezar bastante tiempo, esto es: uno o dos meses. Así opina él. Mas esto ha de entenderse, si no estamos combatidos de tentaciones, que si nos asalta una tentación grave, sin duda ninguna que peca gravemente quien en ese trance no acude a Dios con la oración, para pedirle la fuerza de resistir a ella, pues de sobra sabe que, si así no lo hace, está en peligro próximo de caer en grave culpa.


SE DICE POR QUE EL SEÑOR NO NOS DA HASTA EL FIN LA GRACIA DE LA PERSEVERANCIA

Y ahora dirá alguno. Pues si el Señor puede y quiere damos la santa perseverancia, ¿por qué no nos la da de una vez, cuando se la pedimos? A esta pregunta responden los santos Padres alegando muchas y sapientísimas razones.

Y es la primera, que Dios quiere por este camino probar la confianza que tenemos en El.
La segunda nos la da San Agustín cuando escribe que es porque quiere el Señor que suspiremos por ella con grandes deseos. Y añade, no quiere darte el Señor la perseverancia, apenas se la pides, para que aprendas que las cosas muy excelentes hay que desearlas con muy grandes ansias: pues vemos acá que lo que por mucho tiempo codiciamos, lo saboreamos más deliciosamente cuando lo poseemos, y las cosas que pedimos y al punto recibimos fácilmente las estimamos poco y hasta tenemos por viles.

Otra razón podemos dar y es que Dios quiere de este modo que nos acordemos más de El. Si, en efecto, estuviéramos ya seguros de la perseverancia y de nuestra salvación eterna y no sintiéramos a cada paso necesidad de la ayuda de Dios, fácilmente nos olvidaríamos de El. 

Los pobres, porque padecen pobreza, por eso acuden a casa de los potentados, que tienen riquezas. Por esto mismo dice el Crisóstomo que no quiere el Señor darnos la gracia completa de la salvación hasta la hora de nuestra muerte, para vernos muy a menudo a sus pies y tener El la satisfacción de llenamos a todas horas de beneficios.

Y aún podemos dar otra cuarta y última razón, y es que con la oración diaria y continua nos unimos con Dios con lazos más estrechos de caridad. Lo afirma el mismo San Juan Crisóstomo con estas palabras: No es la oración pequeño vínculo de amor divino, sino que así el alma se acostumbra a tener sabrosos coloquios con Dios, y este acudir a El y este confiar que nuestras oraciones nos van a obtener las gracias que deseamos, es llama y cadena de santo amor, que nos abrasa y nos une más íntimamente con Dios.

¿Qué hasta cuándo hemos de orar? Responde el mismo Santo: Hemos de orar siempre, hasta que oigamos la sentencia de nuestra salvación eterna, es decir, hasta la muerte. Este es el consejo que el Santo nos da: No cejes hasta que no recibas tu galardón. Y añade: El que dijere que no suspenderá su oración hasta que sea salvo, ése se salvará, Ya escribía antes el Apóstol que muchos son los que toman parte en los campeonatos pero que uno solamente gana el premio. ¿No sabéis, exclamaba, que los que corren en el estadio, si bien todos corren, uno solo se lleva el premio ? Corred, pues, de tal modo que lo ganéis.

Por aquí podemos ver que no basta orar: hay que orar siempre hasta que recibamos la corona que Dios ha prometido a aquellos que no cesan en la oración.

Si, por tanto, queremos ser salvos, si ganamos el ejemplo del profeta David, el cual tenía siempre los ojos vueltos al Señor para pedirle su ayuda y no caer en poder de los enemigos del alma. Mis ojos, cantaba, miran siempre al Señor: porque El es quien arrancará mis pies del lazo que me han tendido mis enemigos.

Escribe el apóstol San Pedro que nuestro adversario, el demonio, anda dando vueltas, como león rugiente, a nuestro alrededor, en busca de presa para devorar. De aquí hemos de concluir que, así como el demonio a todas horas nos anda poniendo trabas para devorarnos, así nosotros hemos de estar continuamente con las armas de la oración dispuestas para defendernos de tan fiero enemigo. Entonces podremos decir con el rey David: Perseguiré a mis enemigos.. y no volveré atrás hasta que queden totalmente deshechos.

Mas ¿cómo reportaremos esta victoria tan decisiva y tan difícil para nosotros? Nos responde San Agustín: Con oraciones, pero con oraciones continuas. ¿Hasta cuándo? Ahí está San Buenaventura que nos dice. La lucha no cesa nunca... nunca tampoco debemos dejar de pedir misericordia. Los combates son de todos los días, de todos los días debe ser la oración para pedir al Señor la gracia de no ser vencidos. Oigamos aquella temerosa amenaza' de¡ Sabio: ¡Ay de aquel que perdiere el ánimo y la resistencia! Y san Pablo nos avisa que seamos constantes en orar confiadamente hasta la muerte con estas palabras: Nos salvaremos. a condición de que hasta el fin mantengamos firme la animosa confianza en 
Dios y la esperanza de la gloria.

Animados, pues, por la misericordia de Dios y sostenidos por sus promesas repitamos con el Apóstol: ¿Quién, pues, nos separará de la caridad de Cristo.?, ¿la tribulación?, ¿la angustia? ¿el peligro?, ¿la persecución? ¿la espada? Quiso decirnos: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios?, ¿acaso la tribulación?, ¿por ventura el peligro de perder los bienes de este mundo?, ¿las persecuciones de los demonios y de los hombres?, ¿quizás los tormentos de los tiranos? En todas esas cosas salimos' vencedores por amor de Aquel que nos amó. Así decía El. Ni tribulación alguna, ni peligro alguno, ni persecución, ni tormento de ninguna clase nos podrán separar de la caridad de Cristo, que todo lo hemos de vencer luchando por amor de aquel Señor que dio la vida por nosotros.

En la vida del P. Hipólito Durazzo leemos que el día que renunció a la dignidad de prelado romano para darse todo a Dios y abrazar la vida religiosa en la Compañía de Jesús temblaba pensando en su propia debilidad, y así se dirigió al Señor: No me dejéis, Señor, hoy sobre todo que enteramente me consagro a Vos... ¡por piedad! no me desamparéis.. Oyó allá en su corazón la voz de Dios que respondía: Yo soy el que debo decirte a ti que nunca me desampares. El siervo de Dios, confortado con estas palabras, le contestó: Pues entonces, Dios mío, que Vos no me dejéis a mí, que yo no os dejaré a Vos.

Digamos, pues, para concluir, que, si queremos que Dios no nos abandone, hemos de pedirle a todas horas la gracia que no nos desampare: que si así lo hacemos, ciertamente que nos socorrerá siempre y no permitirá que nos separemos de El y perdamos su santo amor. Para lograr esto no hemos de pedir solamente la gracia de la perseverancia y las gracias necesarias para obtenerlas, sino que hemos de pedir de antemano también la gracia de perseverar en la oración. Este es precisamente aquel privilegiado don que Dios prometió a sus escogidos por labios del profeta Zacarías: Derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén el espíritu de gracia y de oración. ¡Oh!, ésta sí que es gracia grande, el espíritu de oración, es decir, la gracia de orar siempre... esto sí que es puro don de Dios.

No dejemos nunca de pedir al Señor esta gracia y este espíritu de continua oración, porque, si siempre rezamos, seguramente que alcanzaremos de Dios el don de la perseverancia y todos los demás dones que deseemos, porque infaliblemente se ha de cumplir la promesa que El hizo de oír y salvar a todos los que oran. Con esta esperanza de orar siempre ya podemos creernos salvos. Así lo aseguraba San Beda, cuando escribía: Esta esperanza nos abrirá ciertamente las puertas de la santa ciudad del Paraíso. 

escrito por San Alfonso María Ligorio 
(fuente: www.abandono.com)
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