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martes, 30 de junio de 2015

La Devoción al Corazón de Jesús y sus raíces en el dogma cristiano

“Devoción” viene de la palabra latina devovere: dedicarse, consagrarse así mismo a una persona amada. La devoción hacia Dios es la más alta expresión de nuestro amor. “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu, con todas tus fuerzas”: Diliges Dominum Deum tuum ex TOTO corde tuo, et ex TOTA anima tua, et ex TOTA mente tua(1). Ese totus marca la devoción: amar a Dios con toda la persona, si reservarse nada, sin cesar, amarla hasta el punto de consagrarse a su servicio con prontitud y facilidad, tal es la devoción en general; y así entendida, la devoción constituye la perfección: porque ella es la flor misma de la caridad(2).

La devoción a Jesucristo es la consagración de todo nuestro ser y de toda nuestra actividad a la persona del Verbo encarnado, abstracción hecha de tal estado particular de la persona de Jesús o de tal misterio especial de su vida. Por esta devoción a Jesucristo, nos daremos a la tarea de conocer, honrar y servir al Hijo de Dios que se manifiesta en nosotros por su santa humanidad.

Una devoción particular, sea la “consagración” a Dios considerado especialmente en uno de sus atributos o una de sus perfecciones, como la santidad o la misericordia, o aun una de las tres personas divinas, sea de Cristo contemplado en sus misterios, bajo uno u otro de sus estados: es siempre el mismo Cristo Jesús que honramos, a cuya persona adorable se dirigen todos nuestros homenajes; pero consideramos su persona bajo tal aspecto particular donde se manifiestan a nosotros en tal misterio especial. Así, la devoción a la santa Infancia es la devoción a la persona misma de Cristo contemplado especialmente en los misterios de su natividad y de su vida de adolescente en Nazareth; la devoción a las cinco llagas es la devoción a la persona del Verbo encarnado considerado en sus sufrimientos, sufrimientos simbolizados por las cinco llagas cuyas gloriosas cicatrices Cristo quiso conservar después de su resurrección. La devoción puede tener un objeto especial, propio, inmediato, pero termina siempre en la persona misma(3).

A partir de aquí, comprendemos lo que hay que entender por devoción al Sagrado Corazón de Jesús. De una manera general, la consagración a la persona Jesús mismo, que manifiesta su amor por nosotros y que nos muestra su amor por nosotros y que nos muestra su corazón como símbolo de este amor. ¿Qué honramos pues en esta devoción? A Cristo mismo, en persona. Pero cuál es el objeto inmediato, especial, propio de esta devoción? El corazón de carne de Jesús, el corazón que latía por nosotros en su pecho de Hombre-Dios; pero no le honramos separado de la naturaleza humana de Jesús ni de la persona del Verbo eterno a quien esta naturaleza humana está unido en la encarnación. ¿Y eso es todo? No; falta todavía agregar esto: honramos este corazón como símbolo del amor de Jesús respecto de nosotros.

La devoción al Sagrado Corazón se remite, pues, al culto del Verbo encarnado que nos manifiesta su amor y nos muestra su corazón como símbolo de este amor.

Es sabido que, según ciertos protestantes, la Iglesia es como un cuerpo sin vida; habría recibido toda su perfección desde los comienzos y tendría que permanecer petrificada; todo lo que surgiese en adelante, sea en materia dogmática, sea en el ámbito de la piedad no es, a sus ojos superfetación y corrupción.

Para nosotros, la Iglesia es un organismo vivo, que como todo organismo vivo, debe desarrollarse y perfeccionarse. El depósito de la revelación fue sellado con la muerte del último apóstol; después, ningún escrito es admitido como inspirado, y las revelaciones particulares de los santos no entran en lo absoluto de las verdades contenidas en la revelación oficial de las verdades de la fe. Pero muchas de las verdades contenidas en la revelaciones contenidas en la revelación oficial no se encuentran sino en germen; la ocasión no se da sino poco a poco, bajo la presión de los acontecimientos y la guía del Espíritu Santo, para alcanzar definiciones más explícitas que fijen las fórmulas precisas y determinadas de lo que antes era conocido sólo de manera implícita.

Desde el primer instante de su encarnación, Cristo Jesús poseyó en su santa alma todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría divinas. Pero no fue sino poco a poco que fueron revelándose. A medida que Cristo crecía en edad, esta ciencia y sabiduría se declararon, se veía aparecer y florecer las virtudes qué Él contenía en germen.

Algo análogo sucede en la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. Por ejemplo, encontramos en el depósito de la fe esta magnífica revelación: “El verbo era Dios, y el Verbo se hizo carne(4)”. Esta revelación contiene tesoros que no has sido puestos al día sino poco a poco; es como una semilla que de desarrolla en frutos de verdad para aumentar nuestro conocimiento de Cristo Jesús. Con ocasión de las herejías que se levantaron, la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, definió que no hay Cristo sino una persona divina, pero dos naturalezas distintas y perfectas, dos voluntades, dos fuentes de actividad; que la Virgen María es la Madre de Dios; que todas las partes de la santa humanidad de Jesús son adorables en razón de su unión con la divina persona de la Verbo. ¿Son éstos dogmas nuevos? No. Es el depósito de la fe que se explica, se desarrolla.

Lo que decimos de los dogmas de aplica perfectamente a las devociones. En el curso de los siglos, surgieron devociones que la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo, admitió e hizo suyas. No son, en lo absoluto, innovaciones propiamente dichas, son efectos de manan de los dogmas establecidos y de la actividad orgánica de la Iglesia.

Una vez que la Iglesia enseñante aprueba una devoción, que la confirma con su autoridad soberana, debemos aceptarla dichosamente; actuar de otra manera no sería “compartir los sentimientos de la Iglesia”, sentire cum Ecclesia, sería dejar de entrar en los pensamientos de Cristo Jesús; porque Él dijo a sus apóstoles y a sus sucesores: “Quien los escucha me escucha, quien los desprecia, me desprecia”(5). Ahora bien, ¿cómo ir al Padre si no escuchamos a Cristo?

Relativamente moderna, bajo la forma que reviste actualmente, la devoción al Sagrado Corazón encuentra sus raíces dogmáticas en el depósito de la fe. Estaba contenida en germen en la palabra de San Juan: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… llevó hasta el límite el amor que tenía por los suyos”(6). ¿Qué es, en efecto, la Encarnación? Es la manifestación de Dios, es Dios que se revela a nosotros mediante la humanidad de Jesús”: Nova mentis nostrae oculis lux tuae claritatis infulsit(7); es la revelación del amor divino al mundo: “Dios amó tanto al mundo que le dio a su hijo para que se entregara por ellos: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos”: Majorem hac dilectionem nemo habet(8). Toda la devoción al Sagrado Corazón está en germen en esas palabras de Jesús. Y para Mostar que este amor había alcanzado el grado supremo, Cristo Jesús quiso que ni bien exhalase su último suspiro sobre la cruz, su corazón fuese traspasado por la lanza de un soldado.

Como se verá, el amor que está simbolizado por el corazón en esta devoción es ante todo el amor creado de Jesús, pero como Cristo es el Verbo encarnado, los tesoros de este amor creado nos manifiestan las maravillas del amor divino, del Verbo eterno.

Se comprende que la profundidad de esta devoción se sumerge en el depósito de la fe. Lejos de ser una alteración o una corrupción, es una adaptación, a la vez simple y magnífica, de las palabras de San Juan sobre el Verbo, que se hizo carne y se inmoló por amor por nosotros.

1 Marc. XII, 30
2 Cf. Santo Tomás II-II, q.82, a. I.
3 Cf. Santo Tomás. III, q. 25, a. I.
4 Joan. I, I y 14.
5 Lc X, 16.
6 Joan I, 14; XIII, I.
7 Prefacio de navidad
8 Joan. VV, 13.

escrito por Beato Dom Columba Marmion
monje, sacerdote y tercer abad de la Abadía de Maredsous (Bélgica).
Nació en Dublín (Irlanda) en 1858 y falleció en 1923.
Fue beatificado en el 2000 por el Papa Juan Pablo II.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
(fuente: www.aciprensa.com)

lunes, 29 de junio de 2015

¿Por qué el Papa es Pedro?

Las ciudades antiguas estaban rodeadas de murallas. Y entregar
las llaves que daban acceso a las murallas equivalía a dar poder
sobre la ciudad. La expresión dar las llaves equivale a darle el poder
supremo sobre su Iglesia, a la que muchas veces llama
"Reino de los Cielos".
Los católicos profesamos obediencia al Papa, como legítimo sucesor de Pedro, y le consideramos el representante de nuestro Señor Jesucristo aquí en la tierra. Ante esta afirmación algunos hoy en día se preguntan: ¿De donde viene la autoridad del Papa? ¿No es solo un hombre? ¿Infalible significa que el Papa no puede equivocarse?


1. Si Cristo es Cabeza de la Iglesia, ¿Por qué decimos que San Pedro es el Jefe de la Iglesia?

En varios lugares de la Escritura consta que Cristo nombró a San Pedro Jefe de la Iglesia: Cristo, al instituir a los Doce, "formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 880)

“El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Consta que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.” (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 881).

El Papa se llama Vicario de Cristo porque hace sus veces en el gobierno de la Iglesia.

Contemplar el misterio

Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice–Cristo en la tierra, para el Papa. -Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo Padre. (Forja, 135)

Esta es la única Iglesia de Cristo -que profesamos en el Símbolo Una, Santa, Católica y Apostólica-, la que nuestro Salvador, después de su resurrección, entregó a Pedro para que la apacentara, encargándole a él y a los otros Apóstoles que la difundieran y la gobernaran, y que erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad (CONCILIO VATICANO II, Const. Dogm. Lumen gentium n. 8).(Amar a la Iglesia, 19)


2. ¿Por qué el Papa es el sucesor de san Pedro?

El Papa es el legítimo sucesor de San Pedro, porque Cristo nombró a San Pedro jefe de su Iglesia. Pedro, por voluntad divina estableció su residencia en Roma. Y así, por disposición divina, quien le sucede como Obispo de Roma, le sucede también en el supremo gobierno de la Iglesia. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 882)

Contemplar el misterio

El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros un hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo. Si tratamos al Señor en la oración, caminaremos con la mirada despejada que nos permita distinguir, también en los acontecimientos que a veces no entendemos o que nos producen llanto o dolor, la acción del Espíritu Santo. (Amar a la Iglesia, 30)

Católico, Apostólico, ¡Romano! -Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu “romería”, videre Petrum, para ver a Pedro. (Camino, 520)

Venero con todas mis fuerzas la Roma de Pedro y de Pablo, bañada por la sangre de los mártires, centro de donde tantos han salido para propagar en el mundo entero la palabra salvadora de Cristo. Ser romano no entraña ninguna muestra de particularismo, sino de ecumenismo auténtico; supone el deseo de agrandar el corazón, de abrirlo a todos con las ansias redentoras de Cristo, que a todos busca y a todos acoge, porque a todos ha amado primero. (Amor a la Iglesia, 28)


3. ¿Cuál es la misión del Papa?

El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y universal. (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 182)

El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirle a sus sucesores, es Cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente." (Código de derecho canónico, canon 331).

Contemplar el misterio

¿Cuál es la misión permanente de San Pedro? Hacer que la Iglesia no se identifique jamás con una sola nación, con una sola cultura o con un solo Estado. Que sea siempre la Iglesia de todos. Que reúna a la humanidad por encima de todas las fronteras y, en medio de las divisiones de este mundo, haga presente la paz de Dios, la fuerza reconciliadora de su amor. Gracias a la técnica, que es igual por doquier, gracias a la red mundial de informaciones, como también gracias a la unión de intereses comunes, existen hoy en el mundo nuevos modos de unidad, que sin embargo generan también nuevos contrastes y dan nuevo impulso a los antiguos. En medio de esta unidad externa, basada en las cosas materiales, tenemos gran necesidad de unidad interior, que proviene de la paz de Dios, unidad de todos los que, mediante Jesucristo, se han convertido en hermanos y hermanas. Esta es la misión permanente de san Pedro y también la tarea particular encomendada a la Iglesia de Roma. (Benedicto XVI, Homilía del 29 de junio de 2008)

El camino de san Pedro hacia Roma, como representante de los pueblos del mundo, se rige sobre todo por la palabra una: su tarea consiste en crear la unidad de la catholica, de la Iglesia formada por judíos y paganos, de la Iglesia de todos los pueblos. San Pedro, que según la orden de Dios había sido el primero en abrir la puerta a los paganos, deja ahora la presidencia de la Iglesia cristiano-judía a Santiago el Menor, para dedicarse a su verdadera misión: el ministerio para la unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos. (Benedicto XVI, Homilía del 29 de junio de 2008)


El Papa se llama Vicario de Cristo porque hace sus veces en el gobierno de la Iglesia.
4. ¿Qué significa que el Papa es Vicario de Cristo?

El Papa se llama Vicario de Cristo porque hace sus veces en el gobierno de la Iglesia. Vicario viene de las palabras latinas: vices agere, hacer las veces.

Cabeza visible de la Iglesia, porque la rige con la misma autoridad de Cristo, que es la Cabeza invisible. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 882)


5. ¿Por qué se le llama Sumo Pontífice?

Sumo Pontífice significa sumo sacerdote porque tiene en su poder todos los poderes espirituales con que Cristo enriqueció a su Iglesia. El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles"(LG 23)

Contemplar el misterio

Esta Iglesia Católica es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir Santa Catalina de Siena. (Amar a la Iglesia, 28)

Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!". (Surco, 344)

Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado! (Forja, 638)


6. ¿Infalible significa que el Papa no puede equivocarse en nada?

Para velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc.890)

El Romano Pontífice, cabeza del colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral [...] (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 891)

Contemplar el misterio

La suprema potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad, cuando habla ex cathedra no son una invención humana: se basan en la explícita voluntad fundacional de Cristo. ¡Qué poco sentido tiene entonces enfrentar el gobierno del Papa con el de los obispos, o reducir la validez del Magisterio pontificio al consentimiento de los fieles! Nada más ajeno que el equilibrio de poderes; no nos sirven los esquemas humanos, por atractivos o funcionales que sean. Nadie en la Iglesia goza por sí mismo de potestad absoluta, en cuanto hombre; en la Iglesia no hay más jefe que Cristo; y Cristo ha querido constituir a un Vicario suyo -el Romano Pontífice- para su Esposa peregrina en esta tierra. (Amar a la Iglesia, 30)


7. ¿Cuándo se ejerce la infalibilidad del Magisterio?

La infalibilidad del Magisterio se ejerce cuando el Romano Pontífice, en virtud de su autoridad de Supremo Pastor de la Iglesia, o el colegio de los obispos en comunión con el Papa, sobre todo reunido en un Concilio Ecuménico, proclaman con acto definitivo una doctrina referente a la fe o a la moral; y también cuando el Papa y los obispos, en su Magisterio ordinario, concuerdan en proponer una doctrina como definitiva. Todo fiel debe adherirse a tales enseñanzas con el obsequio de la fe. (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 185)

Contemplar el misterio

Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico! (Surco, 353)

La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida (Forja 633).

Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle eco! (Forja, 133)

(fuente: www.sanjosemaria.info)

domingo, 28 de junio de 2015

"Hija, tu fe te ha curado"

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 
(Mc 5, 21-43) 
Gloria a ti, Señor. 

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él y mucha gente lo seguía y lo apretujaba. Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de El, se volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?" Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ Pero El seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo; "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad". Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas. Basta que tengas fe". No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida". Y se reían de El. Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá, kum!", que significa: "¡Óyeme, niña, levántate!" La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados, Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor. 
Gloria a ti Señor Jesús.


Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos

Teófilato

21-24. Después del milagro del endemoniado, obró el Señor otro curando a la hija de uno de los jefes de la sinagoga, cuyo milagro cita el evangelista en estos términos: “Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla”, etc.

Este hombre se manifiesta lleno de fe, por cuanto cayó a los pies de Jesús. Pero no manifestó toda la que convenía que tuviese, por cuanto pidió al Señor que fuese El mismo, bastando que le hubiese dicho: Di una palabra y sanará mi hija.

“Fuese Jesús con él”, etc.

25-34. “Y una mujer que padecía flujo de sangre”, etc. Esta mujer, que esperaba su curación con sólo tocar la franja, estaba ciertamente llena de fe, y la consiguió por ello. Prosigue: “De repente aquel manantial de sangre se le secó”.

“¿Quién me ha tocado los vestidos?” Quería el Señor poner de manifiesto a esta mujer, primeramente para probar su fe, después para suscitar en el jefe de la sinagoga la confianza, con la cual curaría su hija y, por último, para disipar el temor de la mujer, que temía porque había robado la salud. Por esto dice: “Entonces la mujer, sabiendo”, etc.

Le dijo: “Vete en paz”, es decir, reposa, o anda y vive tranquila, porque hasta ahora has estado en angustia y tormento.

Por esta mujer se debe entender la naturaleza humana, de la que mana el pecado que nos mata, porque viene, por decirlo así, a derramar la sangre de su espíritu. No pudo ser curada por los hombres de ciencia del mundo, esto es, por los médicos, ni por la ley, ni por los profetas. Pero lo fue inmediatamente cuando tocó la franja de Cristo, es decir, su carne. El que cree en el Hijo de Dios encarnado es el que toca la franja de sus vestidos.

35-36. Los que estaban con el jefe de la sinagoga creían que Cristo era uno de los profetas, y por ello juzgaban necesario que fuese a orar por la muchacha. Pero habiendo expirado ésta, comprendieron que no era tiempo ya de orar. Y por esto dice el evangelista: “Estando aún hablando, llegaron de casa del jefe de la sinagoga a decirle a éste: Murió ya tu hija; ¿para qué cansar más al Maestro?”. Pero el Señor indujo al padre a confesar su fe: “Mas Jesús, oyendo lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: No temas; ten fe solamente”.

37. “Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.” Porque el humilde Jesús no quiso hacer nada por ostentación.

“Llegados que fueron a casa del jefe de la sinagoga, ve la confusión y los grandes lloros y alaridos de aquella gente”.

39b-40a. “… La niña no ha muerto; está dormida. Y se burlaban de él.” Se burlaban de El, como si no pudiera hacer ya más. Pero, declarando ellos mismos que había muerto, tuvieron que convencerse de que la revivía, y por tanto de que era milagroso el hecho.


San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 28

21-24. Es de observar que lo que se dice de la hija del jefe de la sinagoga lo hizo Jesús cuando pasó a la orilla opuesta. Pero no consta si lo hizo enseguida, o si tardó en hacerlo. Es de creer, sin embargo, que medió algún tiempo, pues de otro modo no hubiera podido celebrarse antes en su casa el convite del que habla San Mateo, y después del cual refiere lo acontecido con la hija de dicho jefe. Así, pues, el evangelista ha tejido su narración de un modo tan ordenado, que lo que ha sucedido después lo refiere después. “Vino en busca de El, continúa, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo”.

Toma, pues, en consideración no las palabras del padre, sino la voluntad, que es mucho más poderosa, porque lo que quería en realidad era que reviviera a su hija, creyendo que no podría encontrar ya viva a la que había dejado moribunda.

35-36. No se dice que diera su asentimiento a los que llegaron con la noticia y se oponían a que fuera ya el Maestro. Por esto, al decirle el Señor: “No temas; ten fe”, no lo tacha de incrédulo, sino que quiere robustecer su fe. Si, pues, el evangelista refiriera que fue el jefe de la sinagoga quien dijo que no había ya razón de molestar a Jesús -cuando fueron los que venían de su casa los que lo dijeron-, estas palabras se opondrían al anuncio que San Mateo pone en sus labios, esto es, de que la muchacha había muerto. “Y no permitió que le siguiese ninguno, fuera de Pedro, y Santiago y Juan, el hermano de Santiago”.


Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

22-23. “Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies…” Cita el nombre a causa de los judíos contemporáneos, para que fuese una prueba del milagro. “El cual, sigue, luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: Mi hija está en las últimas”. San Mateo dice que el jefe de la sinagoga anuncia a su hija muerta, y San Marcos como muy grave, pero después vinieron a anunciar al jefe de la sinagoga, con quien debía ir el Señor, que la joven había muerto. San Mateo, pues, viene a decir lo mismo, dando por abreviar como muerta a la que consta que revivió el Señor.

25-32. “… Una mujer que padecía flujo de sangre… habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto”. Aquellos, pues, que tocan por la fe a Cristo, reciben de El sus virtudes con la buena voluntad que viene de El. “Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circundantes decía: ¿Quién ha tocado mi vestido?”. Las virtudes del Salvador no salen de El local y materialmente, como si lo abandonaran de algún modo, porque, siendo incorpóreas, cuando salen para comunicarse a otros no abandonan a aquél de quien han salido, como las ciencias que se dan por el maestro a los discípulos. Dice pues: “Conociendo la virtud que había salido de sí”, para darnos a entender que la mujer recibió la salud, no sin que El lo conociera, sino sabiéndolo. No obstante, preguntaba: “¿Quién ha tocado mi vestido?”, para que se manifieste aquella mujer, se divulgue su fe, y no se pierda en el olvido el beneficio de aquel milagro. “A lo que respondían los discípulos: Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices ¿quién me ha tocado?”. El Señor había preguntado: ¿Quién me ha tocado?, es decir, por la fe y el pensamiento, puesto que, no aproximándose a mí por el pensamiento y la fe, no me tocan las gentes que me oprimen.

“Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir la persona que había hecho esto”.

39. Les manda que no griten, ya que no estaba muerta la muchacha, sino dormida. “Y entrando dentro les dice: ¿De qué os afligís tanto y lloráis?”.


Beda, in Marcum, 2,22

24. Yendo el Señor a curar a la joven se ve oprimido por la muchedumbre, porque dando consejos saludables a la gente de Judea, pesa sobre El el pecado de los pueblos carnales. La mujer vertiendo sangre y curada por el Señor es la Iglesia formada por la congregación de las gentes, y el flujo de sangre debe entenderse como los pecados de idolatría indignos de perdón y de los que son deleite de la carne y de la sangre. Pero mientras el Verbo de Dios quiere salvar a Judea, la muchedumbre de las naciones se procura, con esperanza cierta, de la salud preparada y prometida a otros.

25-29. Una mujer llena de fe toca al Señor, y la muchedumbre lo oprime, porque el que se ve abrumado por las diversas herejías o por las costumbres perversas, es venerado solamente por la fiel Iglesia católica. La Iglesia de las naciones viene detrás, puesto que, no viendo al Señor presente en la carne, llega a la gracia de la fe después que se han cumplido los misterios de su Encarnación. Y así, cuando mereció verse libre de los pecados por la participación de los sacramentos, secó la fuente de su sangre como por el contacto de sus vestidos. Y el Señor miraba en torno suyo para ver a la que lo había tocado, porque juzga dignos de su mirada y de su misericordia a todos los que merecen la salvación.

33-34. “… la mujer se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.” He aquí a lo que la pregunta del Señor tendía a que confesase la mujer su larga infidelidad, su repentina fe y su cura, con lo que ella misma se confirmaba en la fe y daba ejemplo a los demás. “El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda libre de tu mal”. No dijo, pues, tu fe te salvará, sino te ha salvado, que es como si dijese: desde que creíste fuiste curada.

35. “Tu hija ha muerto…” Estaba muerta para los hombres que no podían volverla a la vida, y estaba dormida para Dios, a cuya disposición estaba su espíritu, que vivía en su seno, y su cuerpo que descansaba esperando la resurrección. De aquí viene la costumbre de los cristianos de llamar dormidos a los muertos, de cuya resurrección no se duda ( 1Tes 4).

40. “Y se burlaban de El”. Con razón, pues, hace salir a todos fuera, ya que preferían burlarse de la palabra del que resucita a los muertos a creer en El, haciéndose indignos de ver el poder del que resucita y el misterio de este milagro. “Pero Jesús, continúa, haciéndolos salir a todos”, etc.

35-43. En sentido místico, se anuncia la muerte de la hija del jefe de la sinagoga inmediatamente después de la cura de la mujer que padecía flujo de sangre, porque mientras la Iglesia de los gentiles, limpia de la mancha de los vicios, merece ser llamada “hija” por su fe, la sinagoga queda libre de la continua aflicción de su traición, y a la vez de su envidia. De su traición, sí, porque no quiso creer en Cristo. Y de su envidia, porque deploró a la Iglesia creyente. Las palabras: “¿Para que cansar más al Maestro?”, se dicen hoy para que los que ven a la sinagoga abandonada por Dios no crean que puede ser restaurada o que deban rogar por su resurrección. Pero si el jefe de la sinagoga, es decir, el consejo de los doctores de la ley quisiera creer en El, la sinagoga sería salvada. Porque, habiendo perdido por su infidelidad la alegría de la compañía del Señor, yace como muerta entre los que lloran y se lamentan. Tomando, pues, de la mano a la muchacha, la resucitó el Señor; porque sin que se purifiquen antes las manos de los judíos, que están llenas de sangre ( Is 1), no resucitará la muerta sinagoga. En la cura del flujo de sangre de la mujer y en la resurrección de la muchacha se manifiesta la salvación del género humano, que ha sido dispensada por el Señor de este modo: viniendo primero a la fe algunos de Israel, después la plenitud de las naciones, y así todo Israel será salvado ( Rm 11). Tenía doce años la muchacha y hacía también doce años que padecía la mujer, porque los pecados de los que no creían tuvieron lugar al principio de la fe de los creyentes; por esto se dice: “Creyó Abraham a Dios, y su fe reputósele por justicia” ( Gén 15).

Y es de notar que los pecados más leves y cotidianos pueden ser curados por el remedio de una penitencia más ligera. Por ello el Señor revive sólo con su voz a la muchacha que yacía sobre su lecho, diciendo: “Muchacha, levántate”. Pero para que un muerto de cuatro días pueda franquear las barreras del sepulcro, se estremeció en su espíritu, se turbó y derramó lágrimas ( Jn 11). Por tanto, cuanto más grave sea la muerte del espíritu, tanto más áspera y fervorosa debe ser la penitencia. Es de notar también que una culpa pública necesita un remedio igualmente público; y así Lázaro, llamado del sepulcro, llamó la atención del pueblo. En cambio los pecados leves piden penitencia secreta; por lo que la muchacha, que yacía en su casa, revive delante de un pequeño número de testigos, y a éstos se les manda que no digan nada a nadie. Se echa fuera a la muchedumbre para que reviva la muchacha, porque si no se echa antes de lo más hondo del corazón a la multitud de cuidados mundanos, no revive el espíritu que yace muerto en sí mismo. Revive, pues, y echa a andar la muchacha. Y del mismo modo el hombre, revivido de sus pecados, debe no solamente levantarse de la inmundicia de sus iniquidades, sino adelantar en las buenas obras y no detenerse, para que pueda saciarse del pan celestial, haciéndose partícipe de la palabra divina y del altar.


San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 31, 2

25-29. Esta mujer, famosa y conocida por todos, no se atrevía por lo mismo a acercarse descaradamente al Salvador, ni menos a ponerse delante de El, porque era impura según la ley. Así que lo tocó por detrás y no por delante, porque ni a esto se atrevía. Y no tocó el vestido, sino su franja, llegando a curar no por la franja, sino por su pensamiento.

“Diciendo para consigo, continúa: Como llegue a tocar su vestido, sanaré”.

34. Llama hija a la salvada por la fe, porque la fe en Cristo nos hace hijos de Dios (vict. ant. e cat. in Marcum).

O le dice: Vete en paz, mandándola al fin de los buenos -pues Dios mora en la paz-, para hacernos ver que no sólo la curó en cuanto al cuerpo, sino también en la causa de su mal, es decir, en sus pecados.

37-43. O es por no hacer ostentación de ello por lo que no permite que estén todos con El. Pero para tener después testigos de su divino poder, eligió a tres de sus principales discípulos y, como más necesarios que los demás, al padre y a la madre de la muchacha. Sin embargo, da la vida a ésta con su mano y su palabra. “Y tomándola de la mano le dice: Thalitha cumi “, que debe interpretarse como: “Muchacha, levántate, yo te lo mando”. La mano vivificadora de Jesús da vida al cuerpo de los muertos, y su voz los levanta. “Inmediatamente, prosigue, se puso en pie la muchacha, y echó a andar”.

Para demostrar que la había curado verdaderamente, y no en apariencia.


San Jerónimo

22. “Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo…” En sentido místico, Jairo, jefe de la sinagoga, vino después de lo referido, porque, cuando entre la plenitud de las naciones, entonces será salvo todo Israel ( Rm 11,25). Jairo quiere decir el que ilumina o el iluminado, es decir, el pueblo judío, depuesta la sombra del sentido literal, ilustrado e iluminado en el espíritu, cayendo a los pies de Cristo, esto es, humillándose ante la encarnación de Jesús, ruega por su hija, porque el que vive para sí hace vivir a los demás. Así Abraham, y Moisés y Samuel, ruegan por el pueblo muerto y Jesús acoge sus ruegos.

41. Alguno acusa al Evangelista de no ser fiel en la exposición de este hecho por añadir: “Yo te lo mando”, cuando Thalitha cumi en hebreo significa sólo: “Muchacha, levántate”. Pero es para expresar el sentido de esta llamada y de esta orden por lo que añade: “Yo te lo mando, levántate”.

“Pues tenía ya doce años”, continúa.

San Gregorio Magno, Moralia, 4,29

41. “… la casa.” Revive nuestro Redentor a la muchacha en la casa, al joven fuera de la ciudad y a Lázaro en el sepulcro. Esto en sentido moral significa que yace muerto en su casa aquél cuyo pecado está oculto. Es conducido fuera de la puerta de la ciudad aquél cuya iniquidad llama para su vergüenza la atención pública. Y está debajo de la tierra de la sepultura aquél sobre quien pesa la acción del mal y también la costumbre.

(fuente: www.deiverbum.org)

sábado, 27 de junio de 2015

In-Justicia Juvenil: Educación frente a Castigo

"Mi vida en la cárcel de Pademba Road fue una continua tortura. Estuve en una celda con delincuentes adultos. Sólo tomaba una taza de té negro sin azúcar y un plato de arroz para comer. Los otros presos me quitaban los panecillos del desayuno y la yuca del arroz. Por la noche no podía dormir porque tenía que abanicar a los ‘macho boys’ y si lo hacía, era en cuclillas. Por la mañana me ocupaba de limpiar la lata donde hacíamos nuestras necesidades. Pero lo peor fueron los abusos sexuales de los que fui víctima durante dos largos años. Los denuncié, pero nadie me escuchó. Era un niño de 14 años".

Ésta es la experiencia de Johny en Sierra Leona.
Su delito fue dormir en la calle.


Más de un millón de niños, niñas y jóvenes en todo el mundo se encuentran privados de libertad, según Naciones Unidas. La mayoría no tiene antecedentes y han sido acusados por delitos leves o por delitos que en adultos no lo son, por ejemplo, dormir en la calle. Además, el 59% de los menores internados no ha recibido sentencia a pesar de seguir presos.

Los menores que son privados de libertad ven cómo sus derechos son violados sistemáticamente. Muchos niños y niñas son tratados como delincuentes cuando en realidad lo que necesitan es apoyo y asistencia social. El envío de un menor a la cárcel o a un reformatorio debería ser uno de los últimos recursos.



¿Y qué hacen los misioneros salesianos para enfrentarse a este problema?

► FILIPINAS: Centro Magone en Cebú
Una centro cuyo objetivo es la integración de los jóvenes a través de la formación y la capacitación para el empleo. “Es la manera de mostrarles que hay otros caminos alejados de la violencia y que hay una segunda oportunidad para todos”, explican los misioneros. Desde que el Centro abrió en 2010, los misioneros salesianos han acogido a alrededor de un centenar de jóvenes, y tan sólo uno está en prisión de nuevo.

► SIERRA LEONA: Centro Don Bosco Fambul
Los misioneros salesianos son hoy los únicos que entran en la cárcel de Pademba, donde dan de comer a 200 presos al día, llevan agua, dan medicinas a los enfermos y ofrecen su apoyo y orientación. En el caso de los reclusos menores de edad, los misioneros tratan de seguir su proceso judicial e intentan sacarlos. “A veces, por apenas 10 euros hemos conseguido sacar a los chicos de esta pesadilla”, dice el misionero Ubaldino. Una vez fuera, entran en el Centro, donde reciben asistencia y formación. Además, tratan de buscar a su familia para que el joven vuelva a casa.

► INDIA: apoyo y sensibilización
Los misioneros salesianos trabajan en diferentes entornos penitenciarios. En Bengal y Bihar hay seis cárceles en las que se ofrece a los jóvenes la oportunidad de formarse en mecánica, electricidad, informática… También se trabaja con sus familias y sus hijos para que no sean estigmatizados. En Andhra Pradesh o Bangalore se trabaja unidos a las Oficinas de Justicia Juvenil y la Policía. En Bangalore los misioneros atienden a más de 170 menores con problemas con la justicia. También ofrecen formación y asesoramiento a la policía.

Anil. Tenía 12 años cuando la policía le detuvo en la
estación de autobuses. Lo llevaron a la comisaría porque estaba
 montando escándalo y esnifando pegamento. Los policías pidieron
ayuda a la ONG salesiana BOSCO, dado que era un menor. Tenía muy
mal aspecto, no sólo tenía problemas psicológicos, sino también de
salud por vivir en la calle. Anil había robado, recogido chatarra
y mendigado para sobrevivir. Hoy vive con su familia tras
haberse rehabilitado.
► BRASIL: programas en medio abierto

En 1999, la comunidad salesiana en São Carlos (São Paulo) abrió un programa de atención a menores con problemas con la justicia. Cuentan con un equipo interdisciplinar formado por asistentes sociales, terapeutas, pedagogos, psicólogos, profesores… Orientado a chavales entre 12 y 18 años que están cumpliendo una pena en libertad asistida y que deben realizar servicios a la comunidad

► SAN SALVADOR: trabajo con pandillas
El Polígono Industrial Don Bosco está situado en una zona marginal de San Salvador donde sobreviven 60.000 personas y que está controlada por la mara 18. En 1985 se levantó como apuesta por la educación y la formación de los jóvenes para tratar de responder al desempleo y también para ayudar a los jóvenes a rehabilitarse y dejar las drogas. Hoy, 500 jóvenes estudian y trabajan allí, la mayoría procede de las cárceles y ha pertenecido a alguna mara.

Este trabajo necesita mantenerse de forma continua: educación, alojamiento, alimentación, valores…. Tu ayuda servirá para velar por los derechos de más de un millón de menores que son tratados como delincuentes cuando deberían recibir apoyo y asistencia social. Necesitamos tu ayuda.

para más información y colaborar, visitar Misiones Salesianas

Amor al Sagrado Corazón de Jesús

Salvación del mundo, gloria de Cristo, Hijo único y gloria del Padre: otras tantas expresiones que señalan la irradiación triunfante de la caridad divina. El verbo de la bondad divina se ha hecho corazón humano para salvar a los hombres inhumanos (por ser pecadores), revelándoles el corazón del Padre. El corazón del redentor simboliza y expresa su amor misericordioso hacia nosotros, porque significa la caridad sobrenatural y recíproca, que difunde, por medio de su Espíritu, en nuestros corazones. Dándonos el amarnos los unos a los otros es como nos salva. Pero esta caridad recíproca está polarizada por el ejercicio del primer mandamiento. Amamos a los hombres por amor del hombre Jesús, Hijo de Dios. El segundo mandamiento está finalizado totalmente por el primero, que es mayor (cf. Mt 22, 38). Y este primer mandamiento se refiere inseparablemente al amor debido al Hijo y al Padre, que son uno (Jn 10, 30) en el Espíritu. El que me ama, ama al Padre (cf. Jn 14, 9).

De este modo la caridad salvífica del hombre sigue el orden paralelamente inverso al de Dios: sube hasta el Padre por medio del Hijo y los miembros del Hijo. Lo primero que el amor redentor descendió del Padre por medio del Hijo hacia los hombres.

Es en la encrucijada de esta ascensión y de este descenso donde está el corazón traspasado del Señor. Quiere Él que amemos a los hombres por amor suyo y del Padre (cf. Jn 8, 42; 14, 21). Se presenta a sí mismo como el modelo de este triple amor. ¿No es acaso el primero que nos ha amado como Él se amó a sí mismo por amor del Padre? Si nos ordena: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 39), ¿no se trata de una forma de pedirnos que le imitemos? Nadie nunca amó a su prójimo como Jesús lo ha hecho. Y ¿no le ha amado Él como Él se amaba a Sí mismo, como Él amaba a su humanidad santa por amor del Padre?

El amor del corazón de jesús a los demás está polarizado por su amor totalmente desintereso de sí mismo, orientado hacia el Padre. Él es el Hijo único, que está a la vez hacia y en seno del Padre, del que Él nace eternamente.

Y este triple amor que “estructura” el corazón del Hombre-Dios corresponde a la triple finalidad de su ser teándrico. El vino para que los hombres se salven amándole; para su propia gloria que no es más que la irradiación de su amor; alabanza de la gloria del Padre, que es Amor (Jn 14, 21; Ef I, 6. 12; I Jn 4,8).

El mundo se ordena al corazón herido de Cristo redentor, Hijo bienamado que se insertó en la humanidad para gloria del Amor paterno. De este modo se presenta la primacía ontológica absoluta del Verbo divina hecho corazón humano.

Existiendo para amar a sus hermanos, y sobre todo para ser amado por ellos, el corazón del Cordero ofrece al Padre este doble amor, y ama de este modo a su Padre con un amor creado de valor infinito, puesto que lo asume su amor increado de Hijo único y eterno.

Fue intuición genial de Duns Escoto el haber comprendido nítidamente (aunque torpemente, con tal vez inconscientes connotaciones nestorianas) el valor supremo glorificador de un amor finito y creado, hipostáticamente asumido por un amor infinito. El Hijo único ama a su Padre no solamente con un amor eterno e increado recibido de Él e insuflando con Él el Amor personal que es el Espíritu, sino también con un amor creado; una caridad infusa y volitiva que nunca ha cesado desde el primer instante de su inhumación y que no cesara jamás; e incluso una caridad infusa y sensible, interrumpida entre el viernes santo y la resurrección para abrazar sin fin, a partir de este momento, su corazón humano y glorificado.

Este doble amor infuso, sensible y volitivo, creado, y asumido por el Amor increado del Hijo único, ofrece sin cesar al Padre, fuente última de todo amor, la dilección divinizada de sus hermanos en humanidad, a la que confiere de este modo un valor, en cierto sentido infinito. Todas las caridades creadas, todo el amor vertido por el Espíritu del Hijo en los corazones de los hombres en el curso de toda la historia humana, son asumidos con esta historia universal por el Hijo único y bienamado, y ofrecidas por Él al Padre en unión de su triple amor teándrico, lo que explica su inefable e incomparable valor.

El corazón traspasado y glorificado del Redentor aparece, pues, ineluctablemente como la llave de la historia universal, que es, ante todo y sobre todo, la historia de la caridad. El corazón del Mediador es el alfa y la omega del universo. ¿No era esto lo presentaba, con cierta oscura claridad el gran teólogo de la Encarnación, San Máximo Confesor, en sus admirables consideraciones sobre el adán cósmico, hombre total?

“Cristo es el gran misterio escondido, la finalidad bienaventurada y la meta por la que todo fue creado… La mirada fija sobre este fin Dios llama a todas las cosas a la existencia. Este fin es el límite en el que las creaturas realizan su vuelta a Dios… Todos los eones han recibido en Cristo su principio y su fin. Esta síntesis estaba ya premeditada con todos los eones: síntesis del límite con el infinito, del Creador con la criatura, del reposo con el movimiento. En la plenitud de los tiempos, esta fue síntesis visible en Cristo, aportando la realización de los proyectos de Dios Cristo unió la naturaleza creada a la naturaleza increada en el amor. ¡Oh maravilla de la amistad y ternura divina hacia nosotros!”

A la luz del corazón del Cordero inmolado y triunfante, y del Cordero Pantocrátor, entrevemos la posibilidad, ya en parte realizada, de una síntesis fecunda de los puntos de vista correctos mantenidos hasta ahora por las diferentes escuelas teológicas. Síntesis eminentemente conforme a los puntos de vista metodológicos de los Doctores Angélico y Sutil: “debemos amar las dos vertientes, a aquellos cuyas ideas seguimos, puesto que ambos nos ayudan a descubrir la verdad. Por lo mismo, es justo dar las gracias a todos”.

Esta síntesis cree poder afirmar, por medio de una profundización del dato bíblico y patrístico, la primacía absoluta y universal del corazón del Cordero redentor. Ella subraya tanto más el carácter último de Jesucristo, alfa que se hace omega, siendo el Mediador por excelencia y ejerciendo incesantemente su trascendente mediación.

Digamos más: la Iglesia, conociendo y reconociendo siempre la primacía absoluta del corazón del Cordero, coopera a su misión invisible y visible recibida del Padre; por su esposa, el alfa se hace omega, el primera se hace último, y el que era eternamente en el seno del Padre, se hace siempre más Aquel que está en el corazón de la tierra y aquel que viene sobre las nubes del cielo; aquel que es el Pantocrátor, el Todopoderoso (Cf. Ap, 22, 12; 1, 8. 17).

Progresando en la proclamación, cada vez más intensa de la primacía del Cordero, la Iglesia se hace cada vez más su Esposa fiel y fecunda. De este modo, bajo la acción y el soplo del Espíritu, dice constantemente a Aquel que es su templo y su antorcha: ¡Ven! (Cf. Ap 21, 22-23; 22, 17).

Bertrand de Margerie S.J.
Transcrito por José Gálvez Krüger para Aci Prensa
(fuente: www.aciprensa.com)

viernes, 26 de junio de 2015

Quince minutos ante el Sagrado Corazón

CONFORMIDAD DE NUESTRO CORAZÓN CON SU CORAZÓN

DESCENDÍ DEL CIELO NO PARA HACER MI VOLUNTAD, SINO LA DE MI PADRE

Hijo mío, Yo vine a la tierra para hacer la voluntad de Aquél que me envió. Sabía cuántos insultos, dolores, desprecios y tormentos me estaban reservados, y sin embargo, no vacilé en abrazar la voluntad de mi Padre. Todo esto era bien poco en comparación de la amargura que experimentaba mi Corazón al pensar en la ingratitud de los hombres que, ciegos y deslumbrados los unos con el amor de los placeres y el brillo de las riquezas, y dormidos los otros sobre los papeles de sus negocios, los primeros no han querido verme, y los otros apenas se despiertan, o se despiertan tan tarde que hacen inútiles mis enseñanzas y la vida que di por ellos. ¡ Oh ingratitud incomprensible! Tu también hijo mío te apartas de mi. ¿Por qué corres tras de lo que no has de conseguir? ¿Por qué te precipitas en las fuentes cenagosas que no apagan la sed? Por qué no escuchas mi voz, cuando te llamo como el padre más cariñoso, como el amigo más fiel? En mi Corazón y en el de mi Purísima Madre, que también lo es tuya, encontrarás el manantial que nunca se agota. Te ofrezco dulzuras incomparables y tú prefieres el acíbar que produce el remordimiento, a cambio de un momento de placer. Buscas una dicha ficticia y engañosa, y a pesar del afán con que la buscas, tienes que confesar que no la encuentras. ¿Sabes por qué? Porque has despreciado la Ley que yo te di, y te has desviado de la senda que yo te tracé. Si alguna vez me sigues, tu paso es tan inseguro que el menor obstáculo te hace retroceder.

¡Oh dulcísimo Corazón! Ya que dijistes: Qui fecerit voluntatem Patris mei, ipse meus frater est, yo quiero ser tu hermano.

Y para que yo pueda llevar con propiedad este título deliciosísimo que me da tu amor, ayúdame Madre mía, y Tú, Jesús mío, modelos de humildad y obediencia. Yo propongo en adelante conformarme con tu voluntad, Corazón adorable de Jesús.

Y si te dignas darme tribulaciones, te amaré siempre, Corazón pacientísimo.

Si quieres darme alegrías, te amaré siempre, Corazón humildísimo.
Si quieres darme enfermedades y pobreza, te amaré siempre, Corazón modestísimo.
Si quieres que me injurien y calumnien, te amaré siempre, Corazón mansísimo. Si quieres que me ensalcen, te amaré siempre, Corazón perfectísimo.
Y si quieres que me humillen, que mis parientes me nieguen, que los amigos me falten y que la sociedad me abandone, haz que te ame siempre, Corazón santísimo, porque todo lo que no eres Tú, nada es, y no quiero confiar sino en ti, para que pueda morir exclamando:

Cumplí tu voluntad, Jesús divino,
Mientras viví en el mundo cenagoso;
Y hoy, por mi dicha, al fin de este camino
Espero me recibas amoroso.

Recopilado por José Gálvez Krüger
(fuente: www.aciprensa.com)

¿Sabes qué es el Descanso en el Espíritu?

En el descanso en el Espíritu la mente está más clara para acoger a Dios; no es por tanto un desmayo donde la inteligencia se nubla o se pierde temporalmente.

El verdadero descanso del Espíritu es un don carismático, otorgado a uno o a varios para trasmitir a otros una cierta protección de Dios, con lo que se alimentan la fe, la paz interior, la inteligencia de las enseñanzas recibidas y se facilita la práctica de la vida cristiana, al suprimirse bloqueos o resistencias más o menos conscientes a la acción del Señor, lo cual a veces se expresa o se visualiza con un rendimiento ante Dios que conlleva la pérdida pasajera del equilibrio corporal, deslizándose suavemente hacia el suelo o sobre el asiento que se ocupa, con una cesación pasajera del movimiento corporal y local.

Dado que existen en la práctica pastoral y en la teoría dudas, equivocaciones y hasta errores en torno a este fenómeno del descanso del Espíritu, puede resultar útil y conveniente hacer algunas aclaraciones al respecto.

1. El descanso pertenece al carisma de sanación, es un toque directo a los sentidos internos de la imaginación y de la memoria, con una plenitud de la presencia de Dios, de su amor y de su paz, de modo que a veces, el cuerpo queda alcanzado y como inmovilizado por un tiempo, y Dios sana interna o externamente y libera a veces.

2. Uno puede resistirse a este fenómeno de sanación, por sentirse asustado ante él, pero entonces no suelen continuar en el que se ha resistido los frutos de paz y de oración más recogida, y pueden quedar en él rastros nuevos de turbación o de inquietud.

Algunos que no se resisten a este don, tras la oración y la imposición de manos, se sienten caer suavemente hacia el suelo si están de pie o de rodillas, o se quedan como relajadamente inmóviles sobre su asiento los que estaban sentados. Este fenómeno suele ser pasajero y breve.

3. El aspecto principal del descanso en el Espíritu es la fuerte presencia sanadora del Dios viviente, que purifica, libra de dificultades y bloqueos interiores a su acción y fortalece el alma para sobrellevar el peso del compromiso cristiano de un modo renovado.

4. El punto controvertido y discutible en el descanso en el Espíritu es ese sentirse anonadado por el peso del amor de Dios con el fenómeno espectacular de la caída suave del cuerpo hacia atrás o hacia adelante, hasta que el don se haya pasado.

Cuando el descanso en el Espíritu es verdadero, la caída del cuerpo es como una señal externa de un nuevo rendimiento al Señorío de Cristo y de una nueva aceptación del amor y la voluntad de Dios sin resistencias.

Hay personas que creen erróneamente que caen al suelo porque han sido empujadas por el que les impone las manos. De hecho es el amor abrumador de Dios el que empuja y vence poderosamente obstáculos en personas que evitan aparecer como poco naturales.

5. El poder de descansar en el Espíritu. Es el aspecto más delicado de este don, que el Señor concede a algunos en los grupos de intercesión:

El don parece en sí válido por sus efectos buenos: paz, presencia de Dios, más facilidad para orar, sanación de traumas y resistencias a Dios, liberación de opresiones.

El descanso en el Espíritu no es expresamente una oración de quietud con su experiencia directa del amor de Dios, que aquí se experimenta con amor sanador más directamente que como don de oración contemplativa.

Tampoco se trata de un fenómeno natural de hipnosis, donde la voluntad queda casi totalmente suspendida y sometida al hipnotizador, donde la conciencia se entorpece y la memoria de la actividad desarrollada en hipnosis se pierde al volver en sí. A veces esta alienación transitoria del hipnotizado resulta seriamente peligrosa.

Nada de esto sucede en el descanso en el Espíritu: la voluntad y el entendimiento se mantienen despiertos y activos, sin someterse a nadie más que a Dios.

Tampoco se debe confundir el descanso en el Espíritu con un posible influjo diabólico, que emboba las potencias del hombre y obscurece, turba y debilita espiritualmente el alma y lleva al que lo padece a buscar sitios concurridos para llamar la atención de otros y distraerlos de su oración o de la sanación interior en curso. Este influjo diabólico deja gran turbación, depresiones y falta de paz en el que lo ha recibido.

Ha habido abusos por parte de personas que por su debilidad psicológica o por ganas de atraer hacia ellas la atención simularon el descanso en el Espíritu. Los efectos posteriores de tristeza, depresión, angustia, oscuridad espiritual, insatisfacción y falta de paz, declararon la falsificación de un don carismático.

Se necesita, por tanto, enseñanza sana, discernimiento y guía espiritual recta durante este ministerio de sanación por el descanso en el Espíritu y después de el.

No conviene despertar al que está en el descanso en el Espíritu. No se le turbe con preguntas agobiantes e indiscretas; no se le obligue a dar paseos para despejarse, etcétera. Al que tuvo el descanso déjesele tranquilo por un rato largo para que el don de Dios produzca sus efectos buenos sin interferencias humanas. En el falso descanso, despiértese a la persona.

No se haga del descanso en el espíritu el don central del ministerio de sanación. La sanación viene de la presencia de Jesús sanador y Salvador y del poder de su Espíritu aceptado desde la fe.

Tampoco se caiga en el otro extremo de denunciar este don como algo ajeno a la Renovación Carismática y como una novedad de la Iglesia. Se trata de un fenómeno conocido en la historia de la Iglesia.

En el descanso en el Espíritu la mente está más clara para acoger a Dios; no es por tanto un desmayo donde la inteligencia se nubla o se pierde temporalmente.

El descanso en el Espíritu (fenómeno de sanación) nada tiene que ver con la caída al suelo en una crisis epiléptica (enfermedad con pérdida de sentido, espumarajos, estremecimientos, cf. Mc. 9.18: "lo derriba al suelo le hace echar espumarajos y rechinar los dientes").

Este mismo niño del Evangelio de San Marcos, cuando recibe la curación fisiológica de su epilepsia, la psicológica de sus desmayos y la espiritual, liberado de aquel espíritu malo que le arrastraba hacia el fuego o hacia el agua para destruirlo, queda en una especie de descanso en el Espíritu (Mc.9.26: "el muchacho quedó curado como muerto"), pero enseguida Cristo lo levantó y estaba sano.

El descanso en el Espíritu es diferente del éxtasis sobrenatural, donde la mente queda absorbida en Dios y elevada para conocer sus misterios, con cesación del ejercicio de los sentidos exteriores.

San Pablo nos recuerda este don de oración más propio de almas perfectas, cuando nos dice que subió arrebatado hasta el tercer cielo en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, y oyó palabras arcanas que el hombre no puede pronunciar. (2 Cor.12, 2-4).

El mismo san Pablo cuando se convierte a Cristo, recibe una especie de descanso en el Espíritu, como don de principiantes; y cae en tierra de su caballo sin hacerse daño (Hch.9.4; Pablo cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?").

escrito por P. José Luis Aguilar
(fuente: pildorasdefe.net)

jueves, 25 de junio de 2015

¿Qué dijo el Papa Francisco sobre las “separaciones inevitables” y el matrimonio?

VATICANO, 24 Jun. 15 / 11:13 am (ACI).- El Papa Francisco dedicó su reflexión de hoy en la audiencia general a las heridas en las familias y su repercusión en el alma de los hijos que los pueden acompañar el resto de su vida.

A continuación y gracias a Radio Vaticano, el texto completo de la catequesis:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las últimas catequesis hemos hablado de la familia que vive las fragilidades de la condición humana, la pobreza, la enfermedad, la muerte. Hoy, en cambio, reflexionamos sobre las heridas que se abren precisamente en el interior de la convivencia familiar. Es decir, cuando en la misma familia, nos hacemos mal. ¡Es la cosa más fea!

Sabemos bien que en ninguna historia familiar faltan los momentos en los cuales la intimidad de los afectos más queridos es ofendida por el comportamiento de sus miembros. Palabras y acciones ¡y omisiones! que en vez de expresar amor, lo quitan o, peor todavía, lo mortifican. Cuando estas heridas, que son todavía remediables se descuidan, se agravan: se transforman en prepotencia, hostilidad, desprecio. Y a este punto pueden transformarse en laceraciones profundas, que dividen a marido y mujer e inducen a buscar en otro lado comprensión, apoyo y consuelo. ¡Pero a menudo estos “apoyos” no piensan en el bien de la familia!

El vaciamiento del amor conyugal difunde resentimiento en las relaciones. Y a menudo la desunión “cae” encima de los hijos.

Los hijos. Quisiera detenerme un poco sobre este punto. No obstante nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y todos nuestros refinados análisis psicológicos, me pregunto si no nos hemos anestesiado también con respecto a las heridas del alma de los niños. Cuanto más se trata de compensar con regalos y dulces, más se pierde el sentido de las heridas – más dolorosas y profundas – del alma. Hablamos mucho de trastornos comportamentales, de salud psíquica, de bienestar del niño, de ansia de los padres y de los hijos. ¿Pero sabemos todavía qué es una herida del alma? ¿Sentimos el peso de la montaña que aplasta el alma del niño, en las familias en las cuales se tratan mal y se hacen mal, hasta romper el vínculo de fidelidad conyugal? ¿Qué peso tiene, en nuestras elecciones –elecciones equivocadas, por ejemplo– qué peso tiene el alma de los niños? Cuando los adultos pierden la cabeza, cuando cada uno piensa sólo en sí mismo, cuando papá y mamá se hacen mal, el alma de los niños sufre mucho, prueba una sensación de desesperación. Y son heridas que dejan una marca para toda la vida.

En la familia, todo está relacionado junto: cuando su alma está herida en algún punto, la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer, que se han comprometido a ser “una sola carne” y a formar una familia, piensan obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de gratificación, esta distorsión carcome la vida de los hijos. Tantas veces los niños se esconden para llorar solos… Debemos entender bien todo esto. Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas son carne de su carne. Si pensamos a la dureza con la cual Jesús exhorta a los adultos a no escandalizar a los pequeños – hemos escuchado el pasaje del Evangelio (cfr. Mt 18,6), podemos comprender mejor también su palabra sobre la grave responsabilidad de custodiar el vínculo conyugal que da comienzo a la familia humana (cfr. Mt 19,6-9).

Cuando el hombre y la mujer se transformaron en una sola carne, todas las heridas y todos los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.

Por otra parte, es verdad que hay casos en los cuales la separación es inevitable. A veces puede volverse incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al cónyuge más débil o a los hijos pequeños, a las heridas más graves causadas por la prepotencia y por la violencia, por el desaliento y por la explotación, por la ajenidad y la indiferencia.

No faltan, gracias a Dios, aquellos que sostenidos por la fe y por el amor a los hijos, dan testimonio de su fidelidad a un vínculo en el cual han creído, aunque parezca imposible hacerlo revivir. Pero no todos los separados sienten esta vocación. No todos reconocen, en la soledad, un llamado del Señor dirigido a ellos.

A nuestro alrededor encontramos diversas familias en situaciones así llamadas irregulares – no me gusta esta palabra - y nos hacemos tantas preguntas. ¿Cómo ayudarlas? ¿Cómo acompañarlas? ¿Cómo acompañarlas para que los niños no se vuelvan rehenes del papá o de la mamá?

Pidamos al Señor una fe grande, para mirar la realidad con la mirada de Dios; y una gran caridad, para acercarnos a las personas con su corazón misericordioso.

Ecuador: El proyecto salesiano ‘Acción Guambras’ rescata y atiende a menores de la calle

24/6/2015 (ANS – Quito)– Llegar a los niños que se encuentran en situación de trabajo infantil es uno de los objetivos que persigue la Fundación Proyecto Salesiano Chicos de la Calle, que ha rescatado a 2.300 menores en situación de riesgo de las calles de Ecuador, a través del proyecto 'Acción Guambras'. En la actualidad, los educadores sociales acompañan y atienden a los menores y a sus familias en los entornos en los que viven en cinco ciudades del país: Ambato, San Lorenzo, Esmeraldas, Santo Domingo y Quito.

El trabajo de los educadores de calle de los Salesianos es conocer los barrios y sectores más desfavorecidos de la ciudad y realizar un primer acercamiento para tratar de ganarse la confianza de los niños. El tiempo aproximado de esta primera evaluación está comprendido entre uno y tres meses.

Esta forma de trabajo se realiza así porque “muchas veces la población de trabajo infantil es población migrante que viene en las temporadas altas: vacaciones, fin de año y navidad”, afirma Freddy Ruiz, técnico del Proyecto Salesiano Chicos de la Calle. Esto hace que el trabajo de los educadores de calle sea más complejo, pues cientos de niños están en Quito durante 15 días o un mes y luego desaparecen.

Ruiz considera que "el problema del trabajo infantil es algo que se ha visto toda la vida en Ecuador". Para combatirlo, esta entidad inició, en el año 1992, conversaciones con la Alcaldía de Quito que llevaron al nacimiento del Proyecto Acción Guambras. En ella participan los educadores de calle y su función es acompañar y atender a los niños y a sus familias en distintos barrios de Quito.

La oportunidad de participar en el Proyecto es presentada por los educadores de calle a los niños una vez que la primera fase de acercamiento ha sido realizada. Estos niños entran a formar parte de un sistema de atención integral, en el que reciben, además de un acompañamiento, seguimiento escolar y familiar para asegurar su bienestar.

El objetivo principal con Fundación Proyecto Salesiano Chicos de la Calle es que "todos los menores se encuentren escolarizados".

También se realizan talleres de formación en derechos, tanto a niños como padres. Una vez que los niños entran a formar parte del sistema de atención también adquieren acceso a comedores escolares, servicios de salud, atención psicológica, servicios de trabajo social y atención de emergencia. Antes de iniciar el año lectivo se les entrega un kit escolar a cambio de participar en las actividades educativas y pastorales.


Oportunidades de futuro

► Actualmente la Fundación Proyecto Salesiano Chicos de la Calle se encuentra en cinco ciudades: Ambato, San Lorenzo, Esmeraldas, Santo Domingo y Quito.

► En la capital se han desarrollado seis programas: la Unidad Educativa San Patricio (UESPA), los talleres escuela San Patricio (TESPA), Centro de Acogimiento Temporal Mi Caleta, el programa Acción Guambras, el programa sociodeportivo GOLA.SO y un programa de finanzas para ayudar a las familias de los menores.

► La problemática de los chicos de la calle en Quito fue asumida por los Salesianos en 1977.

► Junto a la Parroquia María Auxiliadora de Quito se abrió un pequeño albergue para chicos de la calle, llamado El Galpón, donde, además de dormitorio, se les ofrecía alimentación, alfabetización, ocio, atención médica y catequesis.

► Los 11 muchachos que estaban en El Galpón fueron trasladados después al Centro Juvenil San Patricio.

► Más tarde se inició Acción Guambras para atender a los muchachos trabajadores en/de la calle, en la misma calle con programas de atención permanente de salud, educación compensatoria, catequesis, capacitación en minitalleres y recreación.

Fuente: Misiones Salesianas


13/5/2015 - Ecuador

Reconocimientos y Acuerdo de Beneplácito a la Congregación Salesiana

(ANS – Quito) – En el marco del Bicentenario, el 7 de mayo, el Municipio de Quito otorga un Acuerdo de Beneplácito a la Sociedad Salesiana del Ecuador. Además, durante la visita del Rector Mayor en el mes de abril, le fueron entregados dos reconocimientos por el trabajo de los Salesianos realizado en el País en pro de la juventud más vulnerable.

Fueron dos los reconocimientos a la Congregación Salesiana y entregados a Don Ángel Fernández Artime durante su visita a Ecuador: uno directamente del Presidente Rafael Correa; y el otro, la Medalla al Mérito Social, de la Asamblea Nacional de la República. Este último reconocimiento, por la labor realizada en estos 120 año de presencia salesiana en el País.

Así mismo, en la Sesión Ordinaria del Concejo Metropolitano de Quito realizada el día jueves 7 de mayo, la Sociedad Salesiana en el Ecuador acogió el Acuerdo de Beneplácito por la presencia de la reliquia de San Juan Bosco en Quito y por su labor en beneficio de la educación y los jóvenes más vulnerables en la ciudad y el país.

El P. Robert García, Vicario Inspectorial, recibió el Acuerdo de las manos del Alcalde de Quito, Dr. Mauricio Rodas, quien leyó el documento firmado por él y el Secretario General del Concejo Metropolitano de Quito, Dr. Mauricio Bustamante Holguín.

El P. Robert agradeció por este reconocimiento a nombre de la Sociedad Salesiana en el Ecuador y dijo: “nos une el compromiso por la educación de la niñez y juventud de la ciudad de Quito. A través de nuestras obras escolares la familia salesiana ha ido formando a la juventud quiteña desde hace más de cien años. Nuestro compromiso es con la educación básica, el bachillerato, la Universidad Salesiana; pero sobre todo con los más de mil doscientos niños, niñas y adolescentes del Proyecto Salesiano Chicos de la Calle. Nuestro compromiso como ciudadanos, como miembros de esta comunidad es seguir luchando por un Quito sin niños de la calle”.

El P. Naún Tapia, director de la comunidad salesiana La Kennedy, le entregó al señor alcalde la réplica del cuadro de María Auxiliadora que Don Bosco envió con los primeros salesianos misioneros que llegaron al Ecuador y también un botón en conmemoración del Bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco.

En este acto participó una delegación de la Inspectoría “Sagrado Corazón de Jesús”, encabezada por el P. Rómulo Sanmartín, director de la Casa Inspectorial, y personal seglar de la Casa Inspectorial, quienes acompañaron en este evento tan significativo para los salesianos en el Ecuador.

Fuente: Oficina Salesiana de Comunicación – Quito

¿Creo en Dios Padre, todopoderoso?

¿Quién nos ha dicho que Dios es Padre? ¿De qué modo Dios revela que Él es amor? ¿Qué significa que Dios es Todopoderoso? ¿Por qué Dios es Padre y todopoderoso? ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué lo permite Dios? Si Dios es Padre, ¿es también "mi" Padre? Si soy hijo de Dios ¿cómo puedo relacionarme con Él? Esta relación ¿no le quita al hombre su libertad? ¿se puede confiar en Dios?


1. ¿Quién nos ha dicho que Dios es Padre?

Jesucristo nos revela que Dios es «Padre», no sólo en cuanto es Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su seno al Hijo, que es su Verbo, «resplandor de su gloria e impronta de su sustancia» (Hb 1, 3). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 240-243)

Podemos invocar a Dios como “Padre” porque Él nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir ni los poderes angélicos entrever, es decir, la relación personal del Hijo hacia el Padre (cf Jn 1, 1), he aquí que el Espíritu del Hijo nos hace participar de esta relación a quienes creemos que Jesús es el Cristo y que hemos nacido de Dios (cf 1 Jn 5, 1) (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 2780)

Contemplar el misterio:

Al recitar el Credo, profesamos creer en Dios Padre todopoderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue resucitado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Confesamos que la Iglesia, una santa, católica y apostólica, es el cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Nos alegramos ante la remisión de los pecados, y ante la esperanza de la resurrección futura. Pero, esas verdades ¿penetran hasta lo hondo del corazón o se quedan quizá en los labios? (Es Cristo que pasa, 129)

Jesucristo se ha ido y nos envía al Espíritu Santo, que rige y santifica nuestra alma. Al actuar el Paráclito en nosotros, confirma lo que Cristo nos anunciaba: que somos hijos de Dios; que no hemos recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor, sino el espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual clamamos: Abba, ¡Padre!. (Es Cristo que pasa, 118)


2. ¿De qué modo Dios revela que Él es amor?

Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo por su esposa. Dios en sí mismo «es amor» (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y gratuitamente; que «tanto amó al mundo que dio a su Hijo único para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo, Dios revela que Él mismo es eterna comunicación de amor. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 218-221)

“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de El. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 7-10)

Contemplar el misterio:

¿Cómo es posible darnos cuenta de eso, advertir que Dios nos ama, y no volvernos también nosotros locos de amor? Es necesario dejar que esas verdades de nuestra fe vayan calando en el alma, hasta cambiar toda nuestra vida. ¡Dios nos ama!: el Omnipotente, el Todopoderoso, el que ha hecho cielos y tierra. (Es Cristo que pasa, 144)


3. ¿Qué significa que Dios es Todopoderoso?

Dios se ha revelado como «el Fuerte, el Valeroso» (Sal 24, 8), aquel para quien «nada es imposible» (Lc 1, 37). Su omnipotencia es universal, misteriosa y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del hombre por amor, pero sobre todo en la Encarnación y en la Resurrección de su Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón de los pecados. Por esto la Iglesia en su oración se dirige a «Dios todopoderoso y eterno» («Omnipotens sempiterne Deus...»). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 268-278)

Contemplar el misterio:

Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso. El no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos. (Via Crucis, IX estación, 4)


4. ¿Por qué Dios es Padre y Todopoderoso?

Dios es el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Muestra, en efecto, su omnipotencia paternal por la manera como cuida de nuestras necesidades (cf. Mt 6,32); por la adopción filial que nos da ("Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso": 2 Co 6,18); finalmente, por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto grado perdonando libremente los pecados. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 270)

Padre “nuestro” se refiere a Dios. Este adjetivo, por nuestra parte, no expresa una posesión, sino una relación totalmente nueva con Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 2786)

Contemplar el misterio:

Nuestro Padre Dios, cuando acudimos a El con arrepentimiento, saca, de nuestra miseria, riqueza; de nuestra debilidad, fortaleza. ¿Qué nos preparará, si no lo abandonamos, si lo frecuentamos cada día, si le dirigimos palabras de cariño confirmado con nuestras acciones, si le pedimos todo, confiados en su omnipotencia y en su misericordia? Sólo por volver a El su hijo, después de traicionarle, prepara una fiesta: ¿qué nos otorgará, si siempre hemos procurado quedarnos a su lado? (Amigos de Dios, 309)


5. Si Dios es todopoderoso y providente ¿por qué entonces existe el mal? ¿Por qué lo permite Dios?

Al interrogante, tan doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males.

La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención. (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 309-324)

Contemplar el misterio:

El dolor entra en los planes de Dios. Esa es la realidad, aunque nos cueste entenderla. También, como Hombre, le costó a Jesucristo soportarla:Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. En esta tensión de suplicio y de aceptación de la voluntad del Padre, Jesús va a la muerte serenamente, perdonando a los que le crucifican.

Precisamente, esa admisión sobrenatural del dolor supone, al mismo tiempo, la mayor conquista. Jesús, muriendo en la Cruz, ha vencido la muerte; Dios saca, de la muerte, vida. La actitud de un hijo de Dios no es la de quien se resigna a su trágica desventura, es la satisfacción de quien pregusta ya la victoria. En nombre de ese amor victorioso de Cristo, los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras.

Hemos de luchar —lucha de paz— contra el mal, contra la injusticia, contra el pecado, para proclamar así que la actual condición humana no es la definitiva; que el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Cristo, alcanzará el glorioso triunfo espiritual de los hombres. (Es Cristo que pasa, 168)


6. Si Dios es Padre, ¿es también "mi" Padre?

El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (cf. Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez16; Os 11); (...) (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 219)

«La conciencia que tenemos de nuestra condición de esclavos nos haría meternos bajo tierra, nuestra condición terrena se desharía en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y el Espíritu de su Hijo, no nos empujasen a proferir este grito: “Abbá, Padre” (Rm 8, 15) ... ¿Cuándo la debilidad de un mortal se atrevería a llamar a Dios Padre suyo, sino solamente cuando lo íntimo del hombre está animado por el Poder de lo alto?» (San Pedro Crisólogo, Sermón 71, 3). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 2777)

“Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados”. (Rom 8, 12-17)

Contemplar el misterio:

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan [...]. Y una voz desde los cielos dijo: —Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido (Mt 3, 13.17). En el Bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. (...) El Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen? (Santo Rosario, 1º misterio de Luz)

La filiación divina es una verdad gozosa, un misterio consolador. La filiación divina llena toda nuestra vida espiritual, porque nos enseña a tratar, a conocer, a amar a nuestro Padre del Cielo, y así colma de esperanza nuestra lucha interior, y nos da la sencillez confiada de los hijos pequeños. Más aún: precisamente porque somos hijos de Dios, esa realidad nos lleva también a contemplar con amor y con admiración todas las cosas que han salido de las manos de Dios Padre Creador. Y de este modo somos contemplativos en medio del mundo, amando al mundo. (Es Cristo que pasa, 65)


7. Si soy hijo de Dios ¿cómo puedo relacionarme con Él?

Podemos adorar al Padre porque nos ha hecho renacer a su vida al adoptarnos como hijos suyos en su Hijo único: por el Bautismo nos incorpora al Cuerpo de su Cristo, y, por la Unción de su Espíritu que se derrama desde la Cabeza a los miembros, hace de nosotros “cristos”: «El hombre nuevo, que ha renacido y vuelto a su Dios por la gracia, dice primero: “¡Padre!”, porque ha sido hecho hijo» (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 9). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 2782)

Este don gratuito de la adopción exige por nuestra parte una conversión continua y una vida nueva. Orar a nuestro Padre debe desarrollar en nosotros dos disposiciones fundamentales: El deseo y la voluntad de asemejarnos a él. Creados a su imagen, la semejanza se nos ha dado por gracia y tenemos que responder a ella. «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios “Padre nuestro”, de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (San Cipriano de Cartago, De Dominica oratione, 11). «No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal de la bondad del Padre celestial» (San Juan Crisóstomo, De angusta porta et in Oratione dominicam, 3).

(...) «Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración [...] y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir [...] ¿Qué puede Él, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?» (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 4, 16). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 2784-2785)

Contemplar el misterio:

Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia. (Es Cristo que pasa, 64)

Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre —¡tu Padre!— lleno de ternura, de infinito amor.

—Llámale Padre muchas veces, y dile —a solas— que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo. (Forja, 331)

(...) Notad lo sorprendente de la respuesta: los discípulos conviven con Jesucristo y, en medio de sus charlas, el Señor les indica cómo han de rezar; les revela el gran secreto de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y que podemos entretenernos confiadamente con El, como un hijo charla con su padre. (Amigos de Dios, 145)


8. Esta relación ¿no le quita al hombre su libertad? ¿se puede confiar en Dios?

Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección”(GS 17). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 1730)

Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5,1). En Él participamos de “la verdad que nos hace libres” (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, “donde está el Espíritu, allí está la libertad” (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la “libertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 1741)

Contemplar el misterio:

Las palabras no pueden seguir al corazón, que se emociona ante la bondad de Dios. Nos dice: tú eres mi hijo. No un extraño, no un siervo benévolamente tratado, no un amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos concede vía libre para que vivamos con El la piedad del hijo y, me atrevería a afirmar, también la desvergüenza del hijo de un Padre, que es incapaz de negarle nada. (Es Cristo que pasa, 185)

Fomenta, en tu alma y en tu corazón —en tu inteligencia y en tu querer—, el espíritu de confianza y de abandono en la amorosa Voluntad del Padre celestial... —De ahí nace la paz interior que ansías. (Surco, 850)


Contemplar con las palabras del Papa:

Nosotros (como Jesús), en la oración debemos ser capaces de llevar ante Dios nuestros cansancios, el sufrimiento de ciertas situaciones, de ciertas jornadas, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, así como el peso del mal que vemos en nosotros y en nuestro entorno, para que él nos dé esperanza, nos haga sentir su cercanía, nos proporcione un poco de luz en el camino de la vida.

Jesús continúa su oración (en el Huerto de los Olivos): «¡Abbá! ¡Padre!: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14, 36). En esta invocación hay tres pasajes reveladores. Al comienzo tenemos la duplicación del término con el que Jesús se dirige a Dios: «¡Abbá! ¡Padre!» (Mc 14, 36a). Sabemos bien que la palabra aramea Abbá es la que utilizaba el niño para dirigirse a su papá, y, por lo tanto, expresa la relación de Jesús con Dios Padre, una relación de ternura, de afecto, de confianza, de abandono. En la parte central de la invocación está el segundo elemento: la consciencia de la omnipotencia del Padre —«tú lo puedes todo»—, que introduce una petición en la que, una vez más, aparece el drama de la voluntad humana de Jesús ante la muerte y el mal: «Aparta de mí este cáliz». Hay una tercera expresión de la oración de Jesús, y es la expresión decisiva, donde la voluntad humana se adhiere plenamente a la voluntad divina. En efecto, Jesús concluye diciendo con fuerza: «Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Benedicto XVI, Miércoles 1 de febrero de 2012)

(fuente: www.sanjosemaria.info)
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