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sábado, 20 de junio de 2015

El hermoso don de ser papá e hijo predilecto de Dios

Día del Padre: una fecha para meditar sobre el hermoso don de ser papá e hijo predilecto de Dios

Ser padre es un don maravilloso. Y es difícil poder expresar el amor que uno puede sentir por un hijo. Este vínculo, cuando es custodiado y desarrollado, es tan grande que rompe toda lógica humana. Y quien es un padre comprometido sabe perfectamente de qué se trata. Y se trata –valga la redundancia- de dar sin esperar nada a cambio… O, en realidad, sí. ¿Qué? El reconocimiento, lleno de ternura y confianza, que viene de aquél que se siente plenamente querido y que se manifiesta en la palabra que contiene todos esos sentimientos: “¡Papá!”. Y esta reciprocidad queda bien definida en la frase que patentó el novelista canadiense Denis Lord (1900 – 1957): “Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el amor”.

Una de las muestras más cabales de la dimensión espiritual que tiene el vínculo entre un padre y un hijo, nos lo dio el propio Jesús. Y de manera hermosa. Inconmensurable. Cristo se sentía tan amado por su Padre, que se dirigía a Él de una forma totalmente novedosa para sus contemporáneos. Trataba al Padre con la expresión aramea “Abbá”, que como bien define la Teología significa: “Padre mío”, “Papaíto” o “Papá”. De esta manera, como nos enseñó Juan Pablo II en una Audiencia General que dio el 1° de julio de 1987, Jesús reveló “la conciencia de la relación única y exclusiva que existe entre el Padre y Él, entre Él y el Padre”.


“Mi Hijo amado”

Es lindo el desafío, entonces, de reflexionar sobre el vínculo entre la persona del Padre y la persona de Jesús más allá de su condición divina. Es interesante intentar meditar, con nuestras limitaciones, acerca de qué sintió Jesús como hombre para dirigirse al Padre como “Abbá”. Y acá, sin dudas, entra la persona del Espíritu Santo que inspiró ese vínculo espiritual y que conmovió al Señor cuando el Padre se manifestó en su Bautismo en el Jordán: “Este es mi Hijo amado en quien tengo mi predilección; escúchenlo” (Mt. 17, 15).

Jesús, como todo hombre –a pesar de que era Dios-, también necesitó del amor de su Padre. Sentirse predilecto. Lo mismo que los hijos esperan de quienes somos padres, y que también nosotros como hijos anhelamos a la vez de nuestros papás. Y buena parte de ese cariño Dios se lo regaló a su Hijo a través de san José, como lo hace con la mayoría de quienes vivieron –y vivimos- la experiencia de ser hijos por medio de los padres. Pero Dios quiso manifestarse como Padre de toda la humanidad para que nadie quede afuera de su Amor. Y, por ello, confirmó su vínculo especial con Jesús en el Jordán para que el Maestro, a su vez, nos lo diera a conocer y así poder tratarlo de una manera cercana y llana: “Padre nuestro”, como nos enseñó para rezar con confianza. Para sentirnos predilectos. Es que un buen papá no hace diferencias en el amor. Y eso hace Dios con cada uno de nosotros. Y también, así, nos dice cada día: “Vos también sos mi hijo amado”.

Este domingo en la Argentina es el Día del Padre. Una linda fecha para meditar sobre el hermoso don de ser papá. Y, a la vez, experimentar de modo especial cuánto nos ama el Padre.

¡Felicidades a todos los papás!

(fuente: tiempodeevangelizar.org)

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