Asia Bibi, condenada a muerte |
Con motivo de las celebraciones de la pasada Navidad, el papa Francisco se refirió específicamente a la necesidad de que la libertad religiosa sea garantizada y respetada en todas partes del mundo, así como a las incesantes persecuciones que, por su fe, sufren hoy los cristianos en diversos lugares de Medio Oriente y Paquistán.
Hay un caso que tiene ciertamente un muy particular simbolismo. El de Asia Bibi, una madre católica, condenada injustamente en Paquistán bajo una acusación de blasfemia que parece fraguada. Ella lleva ya nada menos que 2000 días en prisión a la espera de una sentencia definitiva.
En 2009, trabajaba con otras mujeres recogiendo fruta, cuando de pronto se retiró a tomar agua en una fuente. Sus compañeras musulmanas la acusaron de haber hecho que el agua de la fuente fuera, desde entonces, impura para ellas y, por lo tanto, intomable, y la acusaron de haber insultado al profesta Mahoma. En primera instancia y en la apelación ante el Tribunal Superior de Lahore se decretó y ratificó una inhumana e injustificable condena a muerte por presunta blasfemia.
En la sala del referido tribunal de apelación, un nutrido grupo de extremistas intimidó a los miembros del tribunal con amenazas proferidas a los gritos y reclamó la ejecución de Bibi, en nombre de su religión.
Hoy, Bibi espera, detenida, el resultado de una última apelación ya efectuada ante la Corte Suprema de Paquistán. Mientras tanto, en una celda sin ventanas, se aferra naturalmente a su fe cristiana, con esperanza todavía.
Paquistán no distingue claramente entre la ley civil y la religiosa. De allí las preocupaciones que se extienden por todo el mundo en solidaridad y simpatía con Asia Bibi. En una reciente carta abierta, el esposo de la detenida sostuvo, con razón, que nadie debería ser condenado a muerte por tomar un vaso de agua. Por ello, profundamente preocupado, pidió al propio presidente paquistaní, Mamnoon Hussain, que conceda a su esposa el perdón necesario para que pueda salvar su vida, señalando que, además, Bibi es madre de cinco hijos.
La ciudad de París, en Francia, ha hecho saber a la perseguida por pretendidas razones religiosas que ella sería bienvenida en la Ciudad Luz si, liberada, quisiera residir allí con su familia. Esta generosidad debe ser aplaudida. Pero lo cierto es que todos debemos acompañar a quienes pugnan por la liberación de Asia Bibi, detenida por una injustificada acusación. Por eso, este mensaje de inequívoca solidaridad.
Desde su oscura celda, Bibi, que siempre se ha declarado inocente, pide una y otra vez que no la abandonen. Por eso nuestra expresión de solidaridad es, además, un llamado a acompañar a Bibi con oraciones y peticiones.
Hay un precedente que permite abrigar alguna esperanza para Bibi. Es el de una joven sudanesa, Miriam Ibrahim, que también había sido condenada a muerte en su país por presunta blasfemia y que fue finalmente liberada por razones de humanidad.
Miriam hoy vive en paz, en Italia. Este precedente debería ser tenido en cuenta.
(fuente: www.lanacion.com.ar)
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