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miércoles, 3 de octubre de 2012

Gnosticismo: la tentación de las propias fuerzas

Esta doctrina pretende que la salvación se puede lograr únicamente a través de la inteligencia.

Pablo VI confesó en una ocasión a su amigo Jean Guitton su «temor a que un pensamiento no cristiano penetre en la Iglesia».

En nuestros días, el fenómeno del gnosticismo, encarnado en el mito del ser uno mismo y en el conocimiento intuitivo de las realidades ocultas, se infiltra en algunos creyentes sin que apenas lo perciban.

Son cada vez más los cristianos que recurren al tarot, dan crédito a magos y brujas, y creen más en los poderes de la sola voluntad humana que en la intervención de Dios en la historia de cada hombre. Recogemos un extracto de la conferencia del cardenal Paul Poupard sobre La Iglesia ante las nuevas formas de religiosidad y el neopaganismo, pronunciada en el Museo de Arte Contemporáneo de Niza:

“La Iglesia experimenta una dificultad para transmitir su mensaje de salvación porque una concepción falsa de la libertad hace que, después de todo, cada uno estime lo que se puede tomar y dejar.

Cada uno se prepara su pequeño cocktail: se toma un poco de cristianismo (lo que queda de recuerdos del catecismo –esta generación ha sido catequizada en un 95%, mientras que la próxima no lo ha sido más que en un 35%, lo que constituye un serio problema–), una cáscara de budismo, un trozo de creencia en la reencarnación, una pizca de yoga... ¡Y ya está! Uno se fabrica su pequeña religión personal, que no comporta ninguna obligación moral ni ética. Mencionaré cuatro manifestaciones de este fenómeno:

Cuando era Rector en París, ya observaba en el Metro que muchas personas estaban sumergidas en la lectura del horóscopo. Un cierto número de hombres políticos importantes no toman jamás una decisión sin consultarlo.

Estamos frente a un ejemplo de regresión en la historia de la Humanidad.

El porvenir es un poco difícil; entonces uno se vuelve hacia el mago, el brujo y el gurú. Allí están también los temas que la publicidad fomenta, presentando un ideal de vida que no es sano, ya no digo santo, sino simplemente sano.

Junto al resurgimiento del paganismo, aparecen de nuevo los mitos inverosímiles que pululan en la Historia de las religiones, olvidando lo que el poeta Claudel celebra en sus cinco grandes Odas: «Bendito seas, Dios mío, que nos has liberado de los ídolos». Los nuevos movimientos nos hacen volver a los ídolos, a las religiones de los normandos, de los celtas y de los bárbaros.

Estamos en presencia de un cristianismo neopagano, es decir, vaciado de su sustancia, que considera sólo lo exterior, el revestimiento.

Nos encontramos frente a una tentativa de reducir el cristianismo a su revestimiento cultural.

En ciertos países, el cristianismo puede ser honrado, incluso subvencionado, pero con el deseo de reducirlo a sus manifestaciones culturales. A veces incluso son restaurados los lugares de culto, ¡con la condición que el culto no sea celebrado!

El cuarto punto es lo que los especialistas llaman el gnosticismo, la gnosis, contra la que ya luchó san Pablo. Esta doctrina pretende que la salvación se puede lograr únicamente a través de la inteligencia. No hay una conversión de vida, sino un conocimiento, una iniciación, y en algunas de estas sectas o nuevos movimientos religiosos, la superioridad sobre los otros, el ser introducidos en los secretos. Algunos de estos movimientos hacen una relectura del cristianismo, diciendo: hay un cristianismo para el vulgo, y otro más secreto, reservado, como es el caso de los Rosacruces, la Nueva Acrópolis, las obras de teosofía, la cienciología, las conferencias del movimiento del Gral. Hay aquí una deformación total de la fe cristiana, porque en verdad somos salvados por la gracia de Dios, como un don gratuito. Allí, uno se salva al entrar en un grupo elegido de discípulos en la escuela del maestro de iniciación.

Insisto en este punto, porque hay cristianos que experimentan este despertar y se convierten en adeptos de estos movimientos. Creen en Dios, pero no en el Dios de Jesucristo, el Hijo del Padre, el Hijo de la Virgen. Creen en ese dios que es vibración, energía cósmica; Jesús es el gran iniciado esotérico, no es ya el Hijo de Dios resucitado. Esto es, en síntesis, un peligro mortal para la fe cristiana.”

escrito por el Cardenal Paul Poupard

(fuente: es.catholic.net)

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