
Grupos de herejes (llamados también albingenses por Albi, su ciudad de origen) que aparecieron en el siglo XII. Tenían creencias maniqueas: un dualismo filosófico, en el que hay dos principios, dos dioses creadores: uno bueno y otro malo.
Creen que el espíritu fue creado por la deidad buena mientras que la materia, incluso el cuerpo humano, fue creado por la deidad mala (el demonio) el cual tiene dominio sobre ella. Sostenían además que la deidad buena envió a Jesucristo como criatura para liberar nuestras almas del cuerpo. Creen que Jesús es un ángel y que su muerte y resurrección tenían un sentido meramente alegórico. En consecuencia, consideraban que la Iglesia Católica, con su realidad terrena, sus sacramentos y su difusión de la fe en la Encarnación de Cristo, era una herramienta de corrupción. Predicaban contra la Iglesia incluso la atacaban violentamente.
Por su desprecio al cuerpo, los albigenses abogaban contra el matrimonio y practicaban una ascesis excesivamente rigurosa, que llegaba en algunos casos a la muerte por inanición y al llamado suicidio de liberación. Estos eran llamados "perfectos", mientras que los seguidores regulares de la secta eran llamados "creyentes". Muchos de los "creyentes" ayudaban a los "perfectos" en su camino a la tierra del espíritu asesinándolos. No obstante estos extremos, el movimiento llegó a convertirse en una verdadera fuerza política bajo la protección de Pedro II de Aragón y de Raimundo VI de Toulousse.
Negaban el valor de juramentos y el derecho de castigar el mal. Sus ideas socavaban los fundamentos de la sociedad civil, por lo que encontraban oposición tanto de la Iglesia como del estado. Ya en el siglo XIV los cátaros casi habían desaparecido de Francia, Alemania e Inglaterra y, para el próximo siglo, de Italia.
La Iglesia condenó la herejía en varios sínodos y concilios. El Papa Inocencio II envió misioneros a los albigenses, incluyendo a los cistercienses, y a Santo Domingo como su principal vocero. Estos esfuerzos al principio no daban fruto y desembocaron en reacciones violentas. Fue entonces que intervino la Virgen María, apareciéndose a Santo Domingo y enseñando por por primera vez el Santo Rosario, oración que llevará a la conversión de muchos.
La agresión violenta de los albingenses contra la Iglesia, incluso el asesinato del legado papal Pedro de Castelnau, desembocó en una guerra. En la Batalla de Muret, en 1213, Pedro de Aragón y los albingenses fueron derrotados por Simón de Montfort. En Bélgica, Francia y Alemania continuó la guerra contra ellos, aun contra los deseos del Papa Inocente III. Para el siglo XV habían desaparecido como fuerza política, pero las ideas maniqueas reaparecieron con la reforma protestante.
Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani (o Manes) (c. 215-275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado. Comenzando en el siglo tercero se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio Romano.
Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas, creerían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán). Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo. Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).
Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.
Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.
En práctica, el maniqueismo niega la responsabilidad humana por los males que cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio de Satanás sobre nuestra vida.
Dicho dualismo está condenado por la Iglesia Católica que reconoce un solo Dios Todopoderoso, el mismo del Antiguo y Nuevo Testamento y que ha vencido sobre todos los demonios y las fuerzas del mal. También fue condenado por el emperador Diocleciano en el año 297.