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viernes, 8 de enero de 2010

Acerca LOS CÁTAROS

Etimología: del griego, kataros (puros)

Grupos de herejes (llamados también albingenses por Albi, su ciudad de origen) que aparecieron en el siglo XII. Tenían creencias maniqueas: un dualismo filosófico, en el que hay dos principios, dos dioses creadores: uno bueno y otro malo.

Creen que el espíritu fue creado por la deidad buena mientras que la materia, incluso el cuerpo humano, fue creado por la deidad mala (el demonio) el cual tiene dominio sobre ella. Sostenían además que la deidad buena envió a Jesucristo como criatura para liberar nuestras almas del cuerpo. Creen que Jesús es un ángel y que su muerte y resurrección tenían un sentido meramente alegórico. En consecuencia, consideraban que la Iglesia Católica, con su realidad terrena, sus sacramentos y su difusión de la fe en la Encarnación de Cristo, era una herramienta de corrupción. Predicaban contra la Iglesia incluso la atacaban violentamente.

Por su desprecio al cuerpo, los albigenses abogaban contra el matrimonio y practicaban una ascesis excesivamente rigurosa, que llegaba en algunos casos a la muerte por inanición y al llamado suicidio de liberación. Estos eran llamados "perfectos", mientras que los seguidores regulares de la secta eran llamados "creyentes". Muchos de los "creyentes" ayudaban a los "perfectos" en su camino a la tierra del espíritu asesinándolos. No obstante estos extremos, el movimiento llegó a convertirse en una verdadera fuerza política bajo la protección de Pedro II de Aragón y de Raimundo VI de Toulousse.

Negaban el valor de juramentos y el derecho de castigar el mal. Sus ideas socavaban los fundamentos de la sociedad civil, por lo que encontraban oposición tanto de la Iglesia como del estado. Ya en el siglo XIV los cátaros casi habían desaparecido de Francia, Alemania e Inglaterra y, para el próximo siglo, de Italia.

La Iglesia condenó la herejía en varios sínodos y concilios. El Papa Inocencio II envió misioneros a los albigenses, incluyendo a los cistercienses, y a Santo Domingo como su principal vocero. Estos esfuerzos al principio no daban fruto y desembocaron en reacciones violentas. Fue entonces que intervino la Virgen María, apareciéndose a Santo Domingo y enseñando por por primera vez el Santo Rosario, oración que llevará a la conversión de muchos.

La agresión violenta de los albingenses contra la Iglesia, incluso el asesinato del legado papal Pedro de Castelnau, desembocó en una guerra. En la Batalla de Muret, en 1213, Pedro de Aragón y los albingenses fueron derrotados por Simón de Montfort. En Bélgica, Francia y Alemania continuó la guerra contra ellos, aun contra los deseos del Papa Inocente III. Para el siglo XV habían desaparecido como fuerza política, pero las ideas maniqueas reaparecieron con la reforma protestante.

Maniqueísmo

Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani (o Manes) (c. 215-275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado. Comenzando en el siglo tercero se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio Romano.

Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas, creerían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán). Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo. Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).

Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.

Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.

En práctica, el maniqueismo niega la responsabilidad humana por los males que cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio de Satanás sobre nuestra vida.

Dicho dualismo está condenado por la Iglesia Católica que reconoce un solo Dios Todopoderoso, el mismo del Antiguo y Nuevo Testamento y que ha vencido sobre todos los demonios y las fuerzas del mal. También fue condenado por el emperador Diocleciano en el año 297.

(fuentes: www.corazones.org)

jueves, 7 de enero de 2010

La doctrina eucarística, sabiduría milenaria

Queridos hermanos y hermanas

hoy conoceremos a otro monje benedictino del siglo doce. Su nombre es Ruperto de Deutz, una ciudad cercana a Colonia, sede de un famoso monasterio. Ruperto mismo habla de su propia vida en una de sus obras más importantes, titulada La gloria y el honor del Hijo del hombre, que es un comentario parcial al Evangelio de Mateo. Aún niño, fue acogido como “oblato” en el monasterio benedictino de San Lorenzo en Lieja, según la costumbre de la época de confiar a uno de los hijos a la educación de los monjes, pretendiendo hacer un don a Dios. Ruperto amó siempre la vida monástica. Aprendió bien pronto la lengua latina para estudiar la Biblia y para gozar de las celebraciones litúrgicas. Se distinguió por su integrísima rectitud moral y por el fuerte apego a la Sede de san Pedro.

Su tiempo estuvo marcado por los enfrentamientos entre el Papado y el Imperio, a causa de la llamada “lucha de las investiduras”, con la que – como he señalado en otras catequesis – el Papado quería impedir que el nombramiento de los obispos y el ejercicio de su jurisdicción dependieran de las autoridades civiles, que estaban guiadas ante todo por motivaciones políticas y económicas, y no ciertamente pastorales. El obispo de Lieja, Otberto, se resistía a las directrices del Papa, y mandó al exilio a Berengario, abad del monasterio de San Lorenzo, precisamente por su fidelidad al Pontífice. En este monasterio vivía Ruperto, que no dudó en seguir a su abad al exilio, y sólo cuando el obispo Otberto volvió a entrar en comunión con el Papa volvió a Lieja y aceptó convertirse en sacerdote. Hasta aquel momento, de hecho, había evitado recibir la ordenación de un obispo en disensión con el Papa. Ruperto nos enseña que cuando surgen controversias en la Iglesia, la referencia al ministerio petrino garantiza la fidelidad a la sana doctrina y da serenidad y libertad interior. Tras la disputa con Otberto, tuvo que abandonar su monasterio dos veces más. En 1116 los adversarios querían incluso procesarle. Aunque absuelto de toda acusación, Ruperto prefirió dirigirse por un tiempo a Siegburg, pero dado que las polémicas no habían cesado cuando volvió al monasterio de Lieja, decidió establecerse definitivamente en Alemania. Nombrado abad de Deutz en 1120, permaneció allí hasta 1129, año de su muerte. Se alejó de allí sólo para una peregrinación a Roma, en 1124.

Escritor fecundo, Ruperto ha dejado numerosísimas obras, aún hoy de gran interés, también porque participó en varias importantes discusiones teológicas de su tiempo. Por ejemplo, intervino con determinación en la controversia eucarística, que en 1077 había llevado a la condena de Berengario de Tours. Este había dado una interpretación reduccionista de la presencia de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía, definiendola como sólo simbólica. En el lenguaje de la Iglesia no había entrado aún el término “transustanciación”, pero Ruperto, utilizando a veces expresiones audaces, se hizo decidido defensor del realismo eucarístico y, sobre todo en una obra titulada De divinis officiis (Los oficios divinos), afirmó con decisión la continuidad entre el Cuerpo del Verbo encarnado de Cristo y el presente en las Especies eucarísticas del pan y del vino. Queridos hermanos y hermanas, me parece que en este punto debemos también pensar en nuestro tiempo; también hoy existe el peligro de redimensionar el realismo eucarístico, es decir, de considerar la Eucaristía casi como solo un rito de comunión, de socialización, olvidando muy fácilmente que en la Eucaristía está presente realmente Cristo resucitado - con su cuerpo resucitado – que se pone en nuestras manos para hacernos salir de nosotros mismos, incorporarnos a su cuerpo inmortal y guiarnos así a la vida nueva. ¡Ese gran misterio de que el Señor esta presente en toda su realidad en las especies eucarísticas es un misterio que hay que adorar y amar siempre de nuevo! Quisiera citar aquí las palabras del Catecismo de la Iglesia Católica que traerán en sí el fruto de la meditación de la fe y de la reflexión teológica de dos mil años: “Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente de hecho de modo cierto, real, sustancial: con su Cuerpo y su Sangre, con su Alma y su Divinidad. En ella está por tanto presente de forma sacramental, es decir, bajo las Especies eucarísticas del pan y del vino. Cristo todo entero: Dios y hombre” (CCC, 1374). También Ruperto contribuyó, con sus reflexiones, a esta precisa formulación.

Otra controversia, en la que el abad de Deutz se vio envuelto, tiene que ver con el tema de la conciliación de la bondad y la omnipotencia de Dios con la existencia del mal. Si Dios es omnipotente y bueno, ¿cómo se explica la realidad del mal? Ruperto reaccionó contra la postura asumida por los maestros de la escuela teológica de Laon, que con una serie de razonamientos filosóficos distinguían en la voluntad de Dios el “aprobar” y el “permitir”, concluyendo que Dios permite el mal sin aprobarlo y, por tanto, sin quererlo. Ruperto, en cambio, renuncia al uso de la filosofía, que considera inadecuada frente a un problema tan grande, y permanece sencillamente fiel a la narración bíblica. Parte de la bondad de Dios, de la verdad de que Dios es sumamente bueno y no puede sino querer el bien. Así identifica el origen del mal en el mismo hombre y en el uso equivocado de la libertad humana. Cuando Ruperto afronta este argumento, escribe páginas llenas de inspiración religiosa para alabar la misericordia infinita del Padre, la paciencia y la benevolencia de Dios hacia el hombre pecador.

Como otros teólogos del Medioevo, también Ruperto se preguntaba: ¿por qué el Verbo de Dios, el Hijo de Dios, se hizo hombre? Algunos, muchos, respondían explicando la encarnación del Verbo con la urgencia de reparar el pecado del hombre. Ruperto, en cambio, con una visión cristocéntrica de la historia de la salvación, ensancha la perspectiva, y en una obra suya titulada La glorificación de la Trinidad sostiene la postura de que la Encarnación, acontecimiento central de toda la historia, había sido prevista desde la eternidad, aún independientemente del pecado del hombre, para que toda la creación pudiese alabar a Dios Padre y amarlo como una única familia reunida en torno a Cristo, el Hijo de Dios. Él ve entonces en la mujer encinta del Apocalipsis toda la historia de la humanidad, que está orientada a Cristo, así como la concepción está orientada al parto, una perspectiva que ha sido desarrollada por otros pensadores y valorada también por la teología contemporánea, la cual afirma que toda la historia del hombre y de la humanidad es concepción orientada al parto de Cristo. Cristo está siempre en el centro de las explicaciones exegéticas proporcionadas por Ruperto en sus comentarios a los Libros de la Biblia, a los que se dedicó con gran diligencia y pasión. Encuentra así una unidad admirable en todos los acontecimientos de la historia de la salvación, desde la creación hasta la consumación final de los tiempos: “Toda la Escritura”, afirma, “es un solo libro, que tiende al mismo fin [el Verbo divino]; que viene de un solo Dios y que ha sido escrito por un solo Espíritu” (De glorificatione Trinitatis et processione Sancti Spiritus I,V, PL 169, 18).

En la interpretación de la Biblia, Ruperto no se limita a repetir la enseñanza de los Padres, sino que muestra su originalidad. Él, por ejemplo, es el primer escritor que ha identificado a la esposa del Cantar de los Cantares con María santísima. Así su comentario a este libro de la Escritura se revela como una especie de summa mariológica, en la que se presentan los privilegios y las excelentes virtudes de María. En uno de los pasajes más inspirados de su comentario escribe Ruperto: "Oh predilectísima entre las predilectas, Virgen de las vírgenes, ¿qué alaba en ti tu Hijo predilecto, que exalta el entero coro de los ángeles? Se alaban la sencillez, la pureza, la inocencia, la doctrina, el pudor, la humildad, la integridad de la mente y de la carne, es decir, la virginidad incorrupta" (In Canticum Canticorum 4,1-6, CCL 26, pp. 69-70). La interpretación mariana del Cantar de Ruperto es un feliz ejemplo de la sintonía entre liturgia y teología. De hecho, varios pasajes de este Libro bíblico eran ya usados en las celebraciones litúrgicas de las fiestas marianas.

Ruperto, además, procura insertar su doctrina mariológica en la eclesiológica. En otras palabras, él ve en María santísima la parte más santa de la Iglesia entera. De ahí que mi venerado predecesor, el papa Pablo VI, en el discurso de clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, proclamando solemnemente a María Madre de la Iglesia, citó precisamente una proposición tomada de las obras de Ruperto, que define a María como portio maxima, portio optima – la parte más excelsa, la parte mejor de la Iglesia (cfr In Apocalypsem 1.7, PL 169,1043).

Queridos amigos, de estas rápidas pinceladas nos damos cuenta de que Ruperto fue un teólogo fervoroso, dotado de gran profundidad. Como todos los representantes de la teología monástica, supo conjugar el estudio racional de los misterios de la fe con la oración y con la contemplación, considerada como la cumbre de todo conocimiento de Dios. Él mismo habla alguna vez de sus experiencias místicas, como cuando confía la inefable alegría de haber percibido la presencia del Señor: “En ese breve momento – afirma – experimenté qué verdadero es eso que él mismo dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (De gloria et honore Filii hominis. Super Matthaeum 12, PL 168, 1601). También nosotros podemos, cada uno de su propia forma, encontrar al Señor Jesús, que incesantemente acompaña nuestro camino, se hace presente en el pan eucarístico y en su Palabra para nuestra salvación.

[Al final de la audiencia, Benedicto XVI saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, afirmó:]

Queridos hermanos y hermanas:

Como en las últimas catequesis, hoy quisiera presentar la figura de otro monje del siglo doce. Se llama Ruperto di Deutz. Según una costumbre de la época, siendo aún niño fue acogido en el monasterio benedictino de San Lorenzo, donde recibió una esmerada educación. Desde muy temprana edad, manifestó su amor por la vida monástica y su adhesión total a la Sede de Pedro. En el año mil ciento veinte lo nombraron Abad de Deutz, donde vivió hasta su muerte.

Ruperto nos ha dejado una gran cantidad de obras que todavía hoy suscitan un enorme interés. Fue muy activo en diversas discusiones teológicas, como por ejemplo en la defensa de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, o en su convicción de que el origen del mal se encuentra en un uso erróneo de la libertad humana, defendiendo así la absoluta bondad de Dios. En el centro de su reflexión teológica y bíblica nos encontramos siempre con Jesucristo, como punto de unidad de toda la historia de la salvación, desde la Creación hasta el final de los tiempos.

Queridos amigos, Ruperto de Deutz es una figura ejemplar de un teólogo fervoroso que, como todos los representantes de la teología monástica, supo conjugar el estudio racional de los misterios de la fe con la oración y la contemplación, considerada ésta como el culmen de todo conocimiento de Dios.

Saludo a los fieles de lengua española, en particular a los miembros de la Hermandad del Santo Entierro y de Nuestra Señora de la Soledad, de Dos Hermanas, a los jóvenes de Cancún-Chetumal y a los estudiantes de Monterrey, así como a los demás grupos venidos de España y otros países latinoamericanos. A todos os invito a reconocer con agradecimiento la presencia de Cristo en el Pan eucarístico y en su Palabra. Muchas gracias.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez © Libreria Editrice Vaticana]

S.S. Benedicto XVI
Diciembre 9, 2009
www.zenit.org

miércoles, 6 de enero de 2010

Rosario de los No Nacidos

“Jesús, salva y protege a los no nacidos”

¿CÓMO REZO EL ROSARIO?

+ Comiencen levantando sus rosarios al Cielo diciendo:
Reina Celestial, con este rosario enlazamos a todos los pecadores y todas las naciones a Tu Inmaculado Corazón.

+ Luego hagan la señal de la Cruz:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

+ Recen la siguiente oración:
Padre Celestial, durante este tiempo de crisis mundial, permite que todas las almas encuentren su paz y seguridad en Tu Divina Voluntad. Otorga a cada alma, la gracia para entender que Tu Voluntad, es el Amor Santo en el momento presente.
Padre Benévolo, ilumina cada conciencia, para que vea las formas, en que no está viviendo en Tu Voluntad. Concede al mundo la gracia para cambiar y el tiempo para hacerlo. Amén.

+ Luego reciten el Credo

Después de cada misterio, reciten las siguientes jaculatorias:

+ Gloria: Toda la Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
+ Jaculatoria de Fátima: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.
+ Jaculatoria de los no nacidos: ¡Jesús, protege y salva a los No Nacidos!

Misterios Gozosos (Lunes y Sábados)

■ La Anunciación: María sintió confusión por el saludo del Ángel, sin embargo, se regocijó por cumplir la Voluntad de Dios. Oremos para que los que estén cruzando por penas o dificultades por sus embarazos reciban la gracia de confiar en la voluntad de Dios.
(Padre Nuestro... Diez veces el Ave María... Jaculatorias...)

■ La Visitación: Juan el Bautista saltó de gozo en el vientre de su madre. Oramos para que la gente comprenda que el aborto no se trata sobre niños que "pueden" venir al mundo, sino sobre niños que ya están en el mundo, viviendo y creciendo en el vientre de sus Madres y los cuales serán asesinados.

■ La Natividad: Dios Mismo nació como un niño. La grandeza de una persona no depende del tamaño, puesto que el Rey de Reyes recién nacido es un pequeño. Oremos para que la amenaza de aborto contra los no nacidos que no alcanzan tamaño adecuado sea eliminada.

■ La Presentación: El Niño es presentado en el Templo, porque el Niño pertenece a Dios.Los niños no le pertenecen ni a los Padres, ni a un gobierno. Ellos y todos nosotros, le pertenecemos a Dios.

■ El Hallazgo de Jesús en el Templo: El Niño Jesús estaba lleno de sabiduría, porque Él es Dios. Oremos para que toda la gente pueda ver la sabiduría de Sus enseñanzas, sobre la dignidad de la vida, y podamos comprender que sus enseñanzas no son una opinión, sino que son verdad


Misterios Dolorosos (Martes y Viernes)

■ La Agonía en el Huerto: Oremos por las madres y padres que se encuentran en agonía por la tentación de abortar a un hijo. Que les den a ellos, la buena nueva de que existen alternativas al aborto, y que hagan uso de toda la asistencia que tienen a su disponibilidad.

■ La Flagelación: Así como el Cuerpo de Cristo, era desgarrado, por los instrumentos de los que lo flagelaban, también los cuerpos de los niños, en el vientre de sus Madres, son desgarrados por los instrumentos de los abortistas. Oremos para que los abortistas se arrepientan por asesinar a los niños.

■ La Coronación de Espinas: Jesús sufrió en silencio el dolor de las espinas que penetraban su cabeza. Oremos por las Madres y Padres de los niños abortados. Hay tantos que sufren la pena, el dolor y el arrepentimiento de haber tomado esa decisión que es irrevocable. Hay tantos que sufren en silencio, porque otros les dijeron que era lo normal y que no era gran cosa.

■ La Cruz a Cuestas: Jesús no fue condenado por el poder de la gente malvada. Él fue condenado por el silencio de la gente buena. El silencio siempre ayuda al opresor, nunca a la víctima. Oremos para que nosotros nunca guardemos silencio contra el aborto, sino que hablemos efectivamente para salvar a los niños de la muerte.

■ La Crucifixión: Al meditar sobre la muerte de Cristo, recordemos las muchas mujeres que han muerto por causa de los supuestos "abortos seguros y legales". Pidamos perdón y misericordia por ellas. Que su muerte sea, para otras mujeres, la salvación para que no cometan ese error trágico.


Misterios Gloriosos (Miércoles y Domingos)

■ La Resurrección: ¡Cristo ha resucitado! Por su Resurrección, Él ha destruido el poder de la muerte, y por ende el poder del aborto. El resultado de esta batalla por la Vida ya ha sido decidido: ¡La Vida es victoriosa! Oremos para que todos los que luchan por la vida puedan extender esta victoria a cada rincón de nuestra sociedad.

■ La Ascensión: Al Ascender al Trono de Dios Padre, Cristo toma nuestra naturaleza humana, la cual nos fue dada en el vientre de nuestras Madres, y la lleva hacia lo más alto del cielo. Él nos demuestra que los seres humanos hemos sido creados para ser elevados al cielo y no para ser descartados al fondo de los basureros. Oremos para que el mundo entero comprenda esta verdad y rechace el aborto.

■ El Descenso del Espíritu Santo: El Espíritu Santo es el Defensor: Él, ruega por nuestra causa, ya que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Oremos para que Él nos convierta en defensores de los niños que no pueden hablar o escribir, que no pueden votar ni protestar, ni tampoco orar.

■ La Asunción: La Santísima Virgen María fue asunta en cuerpo y alma al cielo porque ella es la Madre de Dios. Madre e Hijo son reunidos. La Asunción nos recuerda que ellos se pertenecen el uno al otro. Oremos para que la sociedad vea que no puede amar a las mujeres mientras mata a sus hijos, y no puede salvar a los niños si no ayuda a sus madres. Oremos para que la gente, sea tocada de manera muy especial, por la pregunta que propone el derecho a la vida "¿Porqué no podemos amarlos a ambos?

■ La Coronación: Santa María es la Reina del Universo. Ella es la criatura más grande, segunda solo al mismo Dios. La Iglesia defiende la dignidad de la mujer. Oremos para que la gente comprenda que ser pro vida significa ser pro mujer, y que ser pro mujer exige ser pro vida.


Misterios Luminosos (Jueves)

El 16 de octubre del 2002, Su Santidad el Papa Juan Pablo II le recomendó a todos los Cristianos del mundo agregar un nuevo grupo de Misterios al Rosario. A continuación, las meditaciones pro-vida de dichos misterios:

■ El Bautismo de Cristo en el Jordán: Cuando Jesús fue bautizado, la voz del Padre se escuchó decir: Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco. Todos hemos sido llamados a ser hijos adoptivos de Dios por medio del bautismo. Oramos para que los niños en el vientre de sus Madres sean protegidos, para que puedan nacer y ser bienvenidos a la comunidad Cristiana por medio del bautismo.

■ Cristo se da a conocer en las bodas de Caná: Jesús reveló su Gloria por medio del milagro en Caná. La pareja de recién casados es bendecida no sólo con vino, sino con la fe en Cristo. Oremos para que los matrimonios sean fortalecidos, enraizados en el Señor y abiertos al don de la nueva vida.

■ Cristo proclama el Reino de Dios y llama a la conversión: Arrepiéntanse y crean en la Buena Nueva. Oremos para que estas primeras palabras de Jesús en su ministerio público, puedan ser escuchadas por todos los que han cometido abortos. Que sepan que el Señor los llama a la conversión y que puedan experimentar un arrepentimiento de entrega a la vida.

■ La Transfiguración: Cristo es transformado en el Monte, los discípulos ven su Gloria. Que los ojos de todo el mundo sean transformados y que puedan ver en cada vida humana el reflejo de la Gloria del mismo Dios.

■ Jesús nos entrega la Eucaristía: Éste es mi cuerpo, entregado por ustedes. La Eucaristía nos enseña cómo vivir y cómo amar. Oremos para que los Padres de familia, quienes sacrifican a los bebés por sus propios intereses, aprendan a hacerse a un lado para el propio bienestar de sus bebés.

(fuente: http://www.sanroquercc.com/)

martes, 5 de enero de 2010

Acerca de LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Los pastores y reyes del Oriente visitan a Jesús el Mesias, le llevan regalos y lo adoran con oro, incienso y mirra.
 Fiesta de la Epifanía o Día de Reyes
Fiesta de la Epifanía o Día de Reyes

Origen de la fiesta:

El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en Oriente, pero con un sentido pagano: En Egipto y Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. Creían que él se manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos.
La fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo que hoy es Francia.

La historia de los Reyes Magos se puede encontrar en San Mateo 2, 1-11.

“Después de haber nacido Jesús en Belén de Judea, en el tiempo del Rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿dónde está el que ha nacido, el Rey de los Judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
Al oír esto, el Rey Herodes se puso muy preocupado; entonces llamó a unos señores que se llamaban Pontífices y Escribas (que eran los que conocían las escrituras) y les preguntó el lugar del nacimiento del Mesías, del Salvador que el pueblo judío esperaba hacia mucho tiempo.
Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén tierra de Judá
de ningún modo eres la menor
entre las principales ciudades de Judá
porque de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel

Entonces Herodes, llamando aparte a los magos, los envió a la ciudad de Belén y les dijo: Vayan e infórmense muy bien sobre ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.
Los Reyes Magos se marcharon y la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella, sintieron una gran alegría.
Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Se hincaron y lo adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Luego, habiendo sido avisados en sueños que no volvieran a Herodes, (pues él quería buscar al Niño para matarlo), regresaron a su país por otro camino.”

Podemos aprovechar esta fiesta de la Iglesia para reflexionar en las enseñanzas que nos da este pasaje evangélico:

*Los magos representan a todos aquellos que buscan, sin cansarse, la luz de Dios, siguen sus señales y, cuando encuentran a Jesucristo, luz de los hombres, le ofrecen con alegría todo lo que tienen.

* La estrella anunció la venida de Jesús a todos los pueblos. Hoy en día, el Evangelio es lo que anuncia a todos los pueblos el mensaje de Jesús.

* Los Reyes Magos no eran judíos como José y María. Venían de otras tierras lejanas (de Oriente: Persia y Babilonia), siguiendo a la estrella que les llevaría a encontrar al Salvador del Mundo. Representan a todos los pueblos de la tierra que desde el paganismo han llegado al conocimiento del Evangelio.

* Los Reyes Magos dejaron su patria, casa, comodidades, familia, para adorar al Niño Dios. Perseveraron a pesar de las dificultades que se les presentaron. Era un camino largo, difícil, incómodo, cansado. El seguir a Dios implica sacrificio, pero cuando se trata de Dios cualquier esfuerzo y trabajo vale la pena.

* Los Reyes Magos tuvieron fe en Dios. Creyeron aunque no veían, aunque no entendían. Quizá ellos pensaban encontrar a Dios en un palacio, lleno de riquezas y no fue así, sino que lo encontraron en un pesebre y así lo adoraron y le entregaron sus regalos. Nos enseñan la importancia de estar siempre pendientes de los signos de Dios para reconocerlos.

Los Reyes Magos fueron generosos al ir a ver a Jesús, no llegaron con las manos vacías. Le llevaron:


  • oro: que se les da a los reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios, como rey del mundo, para traer la justicia y la paz a todos los pueblos;

  • incienso: que se le da a Dios, ya que Jesús es el hijo de Dios hecho hombre;

  • mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que adoraron a Jesús como Hombre entre los hombres.


  • Esto nos ayuda a reflexionar en la clase de regalos que nosotros le ofrecemos a Dios y a reconocer que lo importante no es el regalo en sí, sino el saber darse a los demás. En la vida debemos buscar a Dios sin cansarnos y ofrecerle con alegría todo lo que tenemos.

    * Los Reyes Magos sintieron una gran alegría al ver al niño Jesús. Supieron valorar el gran amor de Dios por el hombre.

    * Debemos ser estrella que conduzca a los demás hacia Dios.

    Significado de la fiesta:

    Antes de la llegada del Señor, los hombres vivían en tinieblas, sin esperanza. Pero el Señor ha venido, y es como si una gran luz hubiera amanecido sobre todos y la alegría y la paz, la felicidad y el amor hubieran iluminado todos los corazones. Jesús es la luz que ha venido a iluminar y transformar a todos los hombres.

    Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino a todos los pueblos.
    Epifanía quiere decir "manifestación", iluminación. Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres del mundo, a todas las regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a todos los pueblos y ser luz de todas las naciones.

    En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se revela a todos los hombres. Dios quiere la felicidad del mundo entero. Él ama a cada uno de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su nacionalidad, su color o su raza.
    Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos nuestra adoración como los magos.

    lunes, 4 de enero de 2010

    Carta a los sacerdotes sobre la oración

    CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito el cardenal Cláudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, a los sacerdotes sobre la importancia de la oración.

    Diciembre de 2009

    Queridos Presbíteros:

    La oración ocupa necesariamente un sitio central en la vida del Presbítero. No es difícil entenderlo, porque la oración cultiva la intimidad del discípulo con su Maestro, Jesucristo. Todos sabemos que cuando ella falta la fe se debilita y el ministerio pierde contenido y sentido. La consecuencia existencial para el Presbítero será aquella de tener menos alegría y menos felicidad en el ministerio de cada día. Es como si, en el camino del seguimiento a Cristo, el Presbítero, que camina junto a otros, comenzase a retardarse siempre más y de esta manera se alejase del Maestro, hasta perderlo de vista en el horizonte. Desde este momento, se encuentra perdido y vacilante.

    San Juan Crisóstomo, comentando en una homilía la Primera Carta de San Pablo a Timoteo, advierte sabiamente: “El diablo interfiere contra el pastor […] Esto es, si matando las ovejas el rebaño disminuye, eliminando al pastor, él destruirá al rebaño entero”. El comentario hace pensar en muchas de las situaciones actuales. El Crisóstomo advierte que la disminución de los pastores hace y hará disminuir siempre más el número de los fieles de la comunidad. Sin pastores, nuestras comunidades quedarán destruidas.

    Pero quisiera hablar aquí de la necesidad de la oración para que, como dice el Crisóstomo, los Padres venzan al diablo y no sean cada vez menos. Verdaderamente sin el alimento esencial de la oración, el Presbítero enferma, el discípulo no encuentra la fuerza para seguir al Maestro y, de esta manera, muere por desnutrición. Consecuentemente su rebaño se pierde y, a su vez, muere.

    Cada Presbítero, pues, tiene una referencia esencial a la comunidad eclesial. Él es un discípulo muy especial de Jesús, quien lo ha llamado y, por el sacramento del Orden, lo ha configurado a sí, como Cabeza y Pastor de la Iglesia. Cristo es el único Pastor, pero ha querido hacer partícipe de su ministerio a los Doce y a sus Sucesores, por medio de los cuales también los Presbíteros, aunque en grado inferior, participan de este sacramento, de tal manera que también ellos llegan a participar en modo propio al ministerio de Cristo, Cabeza y Pastor. Esto comporta una unión esencial del Presbítero a la comunidad eclesial. El no puede hacer menos de esta responsabilidad, dado que la comunidad sin pastor muere. Como Moisés, el Presbítero debe quedarse con los brazos alzados hacia el cielo en oración para que el pueblo no perezca.

    Por esto, el Presbítero debe permanecer fiel a Cristo y fiel a la comunidad; tiene necesidad de ser hombre de oración, un hombre que vive en la intimidad con el Señor. Además, tiene la necesidad de encontrar apoyo en la oración de la Iglesia y de cada cristiano. Las ovejas deben rezar por su pastor. Pero cuando el mismo Pastor se da cuenta de que su vida de oración resulta débil es entonces el momento de dirigirse al Espíritu Santo y pedir con el ánimo de un pobre. El Espíritu volverá a encender la pasión y el encanto hacia el Señor, que se encuentra siempre allí y que quiere cenar con él.

    En este Año Sacerdotal queremos orar con perseverancia y con tanto amor por los Sacerdotes y con los Sacerdotes. A tal efecto, la Congregación para el Clero, cada primer jueves de mes, a las cuatro de la tarde, durante el Año Sacerdotal, celebra una Hora eucarística-mariana en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, con los Sacerdotes y por los Sacerdotes. Con gran alegría, muchas personas acuden a rezar con nAlineación al centroosotros.

    Queridísimos Sacerdotes, la Navidad del Señor está a la puerta. Quisiera daros mis más y mejores augurios de Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2010. Junto al pesebre, el Niño Jesús non invita a renovar hacia El aquella intimidad de amigo y de discípulo para enviarnos de nuevo como sus evangelizadores.

    Cardenal Cláudio Hummes
    Arzobispo Emérito de San Pablo - Prefecto de la Congregación para el Clero

    [fuente:www.zenit.org]

    sábado, 2 de enero de 2010

    Los Magos de Oriente ni eran reyes ni eran tres

    Según explica el historiador italiano Franco Cardini, autor del libro Los Reyes Magos, historia y Leyenda, los Magos de Oriente que fueron a Belén a adorar a Jesús, no eran Reyes ni eran tres, y ni siquiera viajaban en dromedario, sino que todas estas singularidades les fueron atribuidas en interpretaciones teológicas posteriores al evangelio.

    En una entrevista concedida a la agencia Efe, Franco Cardini resaltó que el único evangelio de los cuatro canónicos que hace referencia a estos populares personajes es el de San Mateo. El evangelista se limita a consignar que «unos magos que venían del Oriente», sin especificar cuántos, se presentaron en Jerusalén conducidos por una estrella, que señalaba el nacimiento del Rey de los Judíos.

    Los historiadores consideran que, con el término «mago», San Mateo se refería a astrólogos o sacerdotes persas que profesaban el mazdeísmo, la religión de Zaratustra, explica Cardini en su libro, recientemente publicado en español por Península.

    El evangelio de San Mateo especifica también que los magos ofrecieron al niño Jesús como presentes oro, incienso y mirra. A partir de aquí, explica Cardini, «el número de tres magos se fija bastante rápidamente» entre los Padres de la Iglesia, dado que «se hace una relación entre el número de regalos y el número de magos» No obstante, hasta entrado el siglo V, en algunos escritos seguían hablando aún de cuatro magos. El primero que convirtió en Reyes a los magos fue Tertuliano, quien descubrió en el Antiguo Testamento, concretamente en los Salmos de David, un pasaje que aseguraba que unos Reyes acudirían a ver al Mesías poco después de su nacimiento. El tratamiento de Reyes era mucho más aceptable para los teólogos que el de Magos que «se asociaba con nigromantes o brujos», explica Cardini.

    San Agustín, por su parte, determinó que los Reyes habían llegado hasta Belén montados en dromedarios para salvar una incongruencia temporal. «Según la tradición cristiana occidental, la estrella subió al cielo en el momento en que Jesús nació, el 25 de diciembre, y los Reyes llegaron desde Asia a Belén en 13 días, lo que es difícil de creer para la época», indica Cardini. Ante esta contradicción, y haciéndose eco de un evangelio apócrifo que aseguraba que los Magos viajaron en camellos, San Agustín dedujo que los Reyes debieron montar en dromedarios «porque él era africano y sabía que eran más veloces que los camellos».

    Según Cardini, los Reyes Magos acabaron convirtiéndose en la tradición teológica e iconográfica occidental en «un símbolo de todos los paganos que se convierten al cristianismo sin pasar por la tradición judía». «Los tres Magos son los representantes de todos los pueblos de la Tierra y cada uno de ellos se convierte en rey de uno de los tres continentes conocidos y en encarnación de las razas humanas: hay un europeo, un asiático y un africano», asegura el historiador italiano, quien precisa que, a partir, del siglo XII y XIII, se coloca ya habitualmente «un mago negro».

    Franco Cardini relata como los Reyes Magos «son también símbolo del tiempo, del pasado, el presente y el futuro, y por eso sus figuras representan un hombre anciano, uno de mediana edad y uno joven». Además, los Magos son símbolos de la Trinidad y encarnan los tres papeles de Cristo como Dios (la divinidad), como Rey (el alma) y como hombre (el cuerpo), según el historiador italiano. Asimismo, sus regalos representan el poder político (oro), la divinidad (el incienso) y la resurrección (la mirra).

    Los mandamientos, ¿una imposición o un regalo de Dios?

    Por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

    Hasta hace muy poco, todo el mundo sabía que los Mandamientos de la Ley de Dios son diez y que por eso se les llama también Decálogo. Hoy es bastante común ignorar su existencia, su número y -lo que es más grave- su contenido. No es sorprendente, por tanto, que la moral social esté cayendo en picado y que cada día se superen las cotas de maldad. Un día es el maltrato físico familiar, otro una batalla campal entre los jóvenes de una ciudad y la policía, otro la agresión sexual de un menor.

    Cuando los contertulios de la radio o de la televisión comentan estos y otros sucesos, con harta frecuencia se quedan a mitad del camino. Porque no van más allá de la denuncia y de la condena. A lo sumo, reclaman mayor rigor en las leyes o rebajar la edad para imponer penas. Algunos, los menos, piden una reforma en profundidad del sistema educativo, donde la autoridad del maestro y del profesor sean una realidad en las aulas. Algunos, ven con claridad que es indispensable también la implicación de los padres.

    Sin embargo es prácticamente imposible oír que el verdadero remedio es de orden moral. Lo decisivo es cambiar el corazón de la persona, mediante una adecuada formación moral. No basta cualquier educación moral, sino que ha de ser la educación que contemple la realidad de la persona, como ser inteligente, libre y hecho para la comunión con los demás y con Dios.

    Esta educación es la que brindan los Mandamientos de la Ley de Dios. Porque, si se analizan en profundidad, son el instrumento que Dios ha querido para defender la libertad, tanto de los condicionamientos internos de las pasiones como de los abusos externos de los maliciosos. Sus «no» son otros tantos «sí» al crecimiento de una libertad auténtica.

    Por otra parte, si se lee la entradilla con la que son introducidos en la Biblia, nos toparemos con estas palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud». Lo cual quiere decir que Dios se presenta no como alguien que quiere oprimir o esclavizar sino como un liberador del hombre. La liberación de Dios es verdadera y real, porque sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto no para someterle a su férrea voluntad sino para establecer con él una alianza. Por consiguiente, los Mandamientos más que una imposición son un don, más que mandar lo que el hombre debe hacer, quieren manifestar a todos la elección de Dios: él está de parte del pueblo, lo libró de la esclavitud y lo rodeó con su misericordia.

    Por eso, vistas las cosas en profundidad, el Decálogo o los diez Mandamientos de la Ley de Dios son, ante todo un "sí" a un Dios que nos ama y nos guía, que nos sostiene y que, sin embargo, nos deja nuestra libertad; más aún, la transforma en verdadera libertad.

    El Papa actual lo explicaba en una ocasión con su proverbial hondura y belleza. Decía él: «Son un "sí" a la familia (cuarto mandamiento); un "sí" a la vida (quinto mandamiento); un "sí" a un amor responsable (sexto mandamiento); un "sí" a la solidaridad, a la responsabilidad social y a la justicia (séptimo mandamiento); un "sí" a la verdad (octavo mandamiento); y un "sí" al respeto del prójimo y a lo que le pertenece (noveno y décimo mandamientos). En virtud de la fuerza de nuestra amistad con el Dios vivo, vivimos este múltiple "sí" y, al mismo tiempo, lo llevamos como señal del camino en esta hora del mundo.

    Educar al hombre y a la mujer para que sigan libremente este camino es el único modo eficaz de realizar la necesaria e improrrogable regeneración moral que reclama nuestra sociedad. El policía más eficaz para un hombre o una mujer es su propia conciencia formada según las orientaciones de los Mandamientos de la Ley de Dios, que, en el fondo, son normas de sentido común.

    (fuente: http://www.zenit.org/)
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