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miércoles, 5 de enero de 2011

Si Cristo se bautizó de 30 años ¿por qué la Iglesia bautiza a niños y/o bebes?

El bautismo con el que se bautizó Cristo no es el bautismo instituido por Nuestro Señor. El bautismo de Juan el Bautista era un signo de arrepentimiento y de disposición para aceptar la próxima venida del Mesías; el bautismo de Cristo borra realmente el pecado original. El Catecismo de la Iglesia habla sobre uno y otro diciendo:


El Bautismo de Jesús

535. El comienzo de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán. Juan proclamaba 'un bautismo de conversión para el perdón de los pecados' (Lc 3,3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él. 'Entonces aparece Jesús'. El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es 'mi Hijo amado'. Es la manifestación ('Epifanía') de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.

536. El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya 'el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo' (Jn 1,29); anticipa ya el 'bautismo' de su muerte sangrienta. Viene ya a 'cumplir toda justicia' (Mt 3,15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo. El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a 'posarse' sobre él (Jn 1,32-33). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, 'se abrieron los cielos' (Mt 3,16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.

537. Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y 'vivir una vida nueva' (Rm 6,4):

'Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con Él; descendamos con Él para ser ascendidos con Él; ascendamos con Él para ser glorificados con Él'. [San Gregorio Nacianceno]

'Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios'. [San Hilario de Poitiers]

(fuente: www.churchforum.org)

martes, 4 de enero de 2011

¿Qué fue la estrella de Oriente?

Vimos su estrella en el Oriente...

La estrella de Oriente se menciona en el evangelio de San Mateo. Unos magos preguntan en Jerusalén: “Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2).

Los dos capítulos iniciales de los evangelios de San Mateo y San Lucas narran algunas escenas de la infancia de Jesús, por lo que se suelen denominar “evangelios de la infancia”. La estrella aparece en el “evangelio de la infancia” San Mateo. Los evangelios de la infancia tienen un carácter ligeramente distinto al resto del evangelio.

Por eso están llenos de evocaciones a textos del Antiguo Testamento que hacen los gestos enormemente significativos. En este sentido, su historicidad no se puede examinar de la misma manera que la del resto de los episodios evangélicos. Dentro de los evangelios de la infancia, hay diferencias: el de San Lucas es el primer capítulo del evangelio, pero en San Mateo es como un resumen de los contenidos del texto entero.

El pasaje de los Magos (Mt 2,1-12) muestra que unos gentiles, que no pertenecen al pueblo de Israel: descubren la revelación de Dios a través de su estudio y sus conocimientos humanos (las estrellas), pero no llegan a la plenitud de la verdad más que a través de las Escrituras de Israel.



En los tiempos de la composición del Evangelio

En tiempos de la composición del evangelio era relativamente normal la creencia de que el nacimiento de alguien importante o algún acontecimiento relevante se anunciaba con un prodigio en el firmamento.

De esa creencia participaban el mundo pagano (cfr Suetonio, Vida de los Césares, Augusto, 94; Cicerón, De Divinatione 1,23,47; etc.) y el judío (Flavio Josefo, La Guerra de los Judíos, 5,3,310-312; 6,3,289). Además, el libro de los Números (caps. 22-24) recogía un oráculo en el que se decía: “De Jacob viene una estrella, en Israel se ha levantado un cetro” (Nm 24,17). Este pasaje se interpretaba como un oráculo de salvación, sobre el Mesías.

En estas condiciones, ofrecen el contexto adecuado para entender el signo de la estrella.


Exégesis moderna

La exégesis moderna se ha preguntado qué fenómeno natural pudo ocurrir en el firmamento que fuera interpretado por los hombres de aquel tiempo como extraordinario. Las hipótesis que se han dado son sobre todo tres:

1) ya Kepler (s. XVII) habló de una estrella nueva, una supernova: se trata de una estrella muy distante en la que tiene lugar una explosión de modo que, durante unas semanas, tiene más luz y es perceptible desde la tierra;

2) un cometa, pues los cometas siguen un recorrido regular, pero elíptico, alrededor del sol: en la parte más distante de su órbita no son perceptibles desde la tierra, pero si están cercanos pueden verse durante un tiempo. También esta descripción coincide con lo que se señala en el relato de Mateo, pero la aparición de los cometas conocidos que se ven desde la tierra no encaja en las fechas con la estrella;

3) Una conjunción planetaria de Júpiter y Saturno. También Kepler llamó la atención sobre este fenómeno periódico, que, si no estamos equivocados en los cálculos, pudo muy bien darse en los años 6/7 antes de nuestra era, es decir, en los que la investigación muestra que nació Jesús.

escrito por Vicente Balaguer

Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.

(fuente: www.conelpapa.com)

Evangelizar es humanizar este mundo

ECLESALIA, 22/10/10.- Queridos hermanos y hermanas: El DOMUND hace referencia a la misión aquí y en el tercer mundo. Nos convoca a todos los cristianos a ser misioneros allí donde estemos. Ser misioneros significa ser evangelizadores. ¿Qué entendemos por evangelizar? Nuestra experiencia misionera en América Latina nos ha enseñado que evangelizar es humanizar este mundo. Es por eso que las misiones de la Iglesia abarcan, no solamente la predicación de la palabra de Dios, sino también la atención a la salud a través de dispensarios, la educación y alfabetización a través de escuelas y proyectos educativos, la promoción de proyectos de desarrollo, la defensa y promoción de los derechos humanos… Porque el mensaje de Jesús se centra en el reino de Dios, que es una Buena Noticia de liberación, una nueva forma de vivir basada en la justicia, en el compartir comunitario, en la opción por los pobres y marginados, en la fraternidad con todos los seres humanos sin distinción de nacionalidad, raza, credo religioso o clase social; en la reconciliación y el cuidado de la naturaleza.

Hoy se cumple un año del asesinato de un gran amigo nuestro y destacado catequista, Víctor Gálvez, padre de familia, originario de Malacatán, San Marcos (Guatemala). Fue colaborador de Fernando en el Programa de Derechos Humanos del Obispado y alumno en el Diplomado de Teología en la Universidad Landívar. Desde su fe se comprometió en la promoción de los derechos humanos y en la defensa de los recursos naturales frente a la explotación de las multinacionales mineras y eléctricas. Abrió una oficina en su pueblo de Malacatán para atender las quejas de la gente. En junio del año pasado fue secuestrado, y después de ser torturado lo dejaron libre, diciéndole: “Retírese de todo esto”. A lo cual él respondió: “Si Cristo fue perseguido y muerto por proclamar la justicia y defender a los pobres, yo también estoy dispuesto a ello”. El 24 de octubre de 2009, a la salida de la oficina en Malacatán, fue asesinado, recibiendo más de veinte impactos de bala. Víctor Gálvez, creyente en Jesús, comprometido con la justicia, junto con todos los mártires de América Latina, sigue vivo hoy entre nosotros, cuya memoria celebramos en esta jornada del DOMUND. La sangre de los mártires, derramada por la causa de Jesús y de la justicia, nos interpela y nos llama a tomarnos en serio el compromiso por otro mundo posible, más justo y humano.

La Iglesia nos llama a reenvagelizar nuestra realidad, no sólo con la palabra, sino sobre todo con el testimonio de nuestra vida. Que cualquiera que nos vea pueda decir: a tu lado se puede creer en Dios.

Es hora de soñar y de actuar, conscientes de que el modelo de sociedad que deseamos comienza por pequeñas realidades, por pequeñas acciones bien hechas, sobre todo al servicio de la gente más necesitada, y articuladas en red: de abajo arriba y de dentro afuera, con la esperanza de que “habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que diga libertad”, que diga amor y paz entre todos los hombres y mujeres. No estamos solos. El Espíritu de Dios nos acompaña. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Sus hermanos

Maricarmen y Fernando.
(ferberlop2003@yahoo.com.mx)

Los misioneros Pepe y Miguel llevan más de tres décadas en África. Su misión es llevar la palabra del Señor, el consuelo, la educación y la sanidad a los necesitados del rincón más recóndito del continente.


(fuente: eclesalia.wordpress.com)

lunes, 3 de enero de 2011

María, seguidora fiel de Jesús

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el "Magníficat" brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

escrito por José Antonio Pagola
(fuente: www.donbosco.org.ar)

¿Necesita Dios la Iglesia?

escrito por G. Lohfink

La diversidad de la vocación: apóstol - discípulo - pueblo

Los doce son el inicio y el centro de desarrollo del Israel definitivo. Y los discípulos forman una nueva familia en torno a la cual se reunirá Israel. Pero ¿qué tipo de relación guardan entre sí propiamente los discípulos y el pueblo de Dios? ¿Acaso todo Israel debe convertirse en un pueblo de discípulos? ,;Acaso el grupo de discípulos forma el modelo para la comunidad definitiva de salvación, de manera que en él estuviera representado anticipadamente lo que debe ser todo el pueblo de Dios, es decir, un discipulado?

Hay en el Nuevo Testamento indicios textuales que en apariencia apuntan en esta dirección. Así, en el libro de los Hechos a menudo se habla simplemente de los «discípulos». La serie de las citas comienza en He 6,1-2:

«Como el número de los discípulos aumentaba, los griegos se quejaron contra los hebreos porque descuidaban a sus viudas en el suministro cotidiano. Entonces, los doce convocaron a todos los discípulos» (He 6,1-2).

La palabra «discípulo» designa aquí a toda la comunidad. Este peculiar uso lingüístico, que debe remontarse hasta la época de la primitiva comunidad jerosolimitana, también se encuentra otras veces en los Hechos de los apóstoles. «Discípulo» puede significar ahí simplemente «cristiano» o «miembro de la comunidad», y «discípulos» no quiere decir a menudo otra cosa que la comunidad de Jerusalén o de otro lugar [1] .

Añádase a esto que los evangelios, que hablan con extraordinaria frecuencia de los discípulos de Jesús, no son meras presentaciones históricas sino que a la vez proyectan el tiempo de Jesús sobre el tiempo posterior de la iglesia. Hablando de Jesús, los evangelistas hablan igualmente de su propio presente eclesial. Por eso con mayor razón, el hecho de ver en el discipulado una característica esencial de la Iglesia se sitúa muy cerca [2] . Se podría pues plantear la ecuación: Iglesia = discipulado.

¿Pero esto es correcto? Si se lee el Nuevo Testamento con mayor exactitud, la cuestión se presenta más diferenciada. El uso del lenguaje de los Hechos de los apóstoles remite insoslayablemente al hecho de que sin discipulado no puede haber una Iglesia concebida según el Nuevo Testamento. Pero este uso es raro dentro del Nuevo Testamento. La literatura de las Cartas evita ya la palabra «discípulo». El modo de expresión de los Hechos de los apóstoles podría proceder de la situación inicial de la joven Iglesia pospascual. En ese primer momento todavía no eran precisas las diferenciaciones. Sólo vendrían más tarde, pero ya estaban fundamentalmente depositadas en la misma tradición de los evangelios.

Según los evangelios sólo se puede llegar a ser discípulo si se es escogido para ello por Jesús; casi siempre con la llamada: « ¡venid conmigo! » o « ¡seguidme!» [3] . Y Jesús no llama a todos a su seguimiento. La proclamación del reino de Dios en Mc 1,15 desemboca en la invitación: «arrepentíos y creed en el evangelio» pero no en «seguidme y haceos mis discípulos». No hay una palabra de Jesús invitando a todo el pueblo al discipulado, es decir, al seguimiento. Pero sobre todo, él no pone en ninguna parte la condición de ser discípulo para participar en el reino de Dios [4] .

En correspondencia, queda limitado el número de aquellos que llama a su seguimiento. Son sobre todo los doce. Más allá del grupo de los doce se pueden aún nombrar las personas siguientes, de las cuales la tradición neotestamentaria deja claro que eran «discípulos», o sea, «seguidores» de Jesús: Matías, José Barsabás, Cleofás, José de Arimatea, Natanael, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y José, Salome, Juana la mujer de Cusa, Susana [5] .

Junto al grupo de los discípulos, Lucas cuenta todavía con otros setenta discípulos [6] . Setenta es en cualquier caso un número redondo, que debe proporcionar colorido bíblico. Pues los números 12, 40 y 70 pertenecen en el Antiguo Testamento a las cifras teológicamente más empleadas y cualificadas [7] . Con el número setenta, quizá Lucas no estaba tan alejado del tamaño real del grupo de los discípulos. Jesús no ha intentado conseguir discípulos a cualquier precio. incluso ha advertido:

«Mientras iban de camino uno le dijo: "Té seguiré adondequiera que vayas". Jesús le dijo: "Las raposas tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza"» (Lc 9,57-58).

Otras observaciones apuntan en la misma dirección- Jesús entra en casa de Zaqueo el publicano, del mismo modo que entró en casa del publicano Leví. Pero sobre Zaqueo no recae la invitación al seguimiento que recayó sobre Leví. Zaqueo dará en el futuro a los pobres de Israel la mitad de sus bienes y el dinero estafado lo restituirá cuadriplicándolo. Pero se quedará en Jericó y continuará ejercitando su antiguo oficio de cobrador de impuestos [8] .

Jesús tampoco llama a su seguimiento a Simón el leproso. en cuya casa es invitado a un banquete (Mc 14,3-9). Algo semejante pasa con Lázaro. Según el evangelio de Juan entre Jesús y la familia de Lázaro existía una relación especialmente afectiva: Jesús ama a Lázaro y llora camino de su tumba [9] . Pero en ninguna parte se informa que Lázaro haya formado parte de los discípulos o de los seguidores de Jesús.

Es totalmente manifiesto: en el entorno de Jesús hay curiosos, como Nicodemo, que de noche acude a Jesús para conocerlo mejor (Jn 3,1-2); hay simpatizantes, como José de Arimatea, que en secreto es un discípulo de Jesús (Jn 19,38); hay familias amigas, como Lázaro y sus hermanas, cuya casa en Betania es una especie de punto de apoyo en las proximidades de la capital; hay incluso hombres que de vez en cuando acompañan a Jesús, como Bartimeo, el ciego de Jericó que él había curado (Mc 10,52); en pocas palabras, hay muchos hombres y mujeres en Israel que escuchan a Jesús, que depositan en él su esperanza, que le apoyan y simpatizan con él. Pero no se cuentan entre los discípulos en sentido propio. No siguen a Jesús en su inestable vida itinerante, sino que se quedan en casa. Son partidarios de Jesús de «lugar fijo». Entre ellos se cuentan sobre todo aquellos que acogen a Jesús y sus discípulos en sus casas al caer de la tarde. Durante el día, muchas veces Jesús aún no sabe dónde pasará la noche.

Esta situación se ilumina de improviso por una pequeña escena que se desarrolla camino de Jerusalén. Jesús ha enviado emisarios que deben procurarle alojamiento con sus discípulos en una aldea samaritana; pero se abre paso la tensión entre los judíos y los samaritanos: Jesús no es acogido, porque va camino de Jerusalén (Lc 9,5 1~56). Esto no es en absoluto ingenuo. El historiador Flavio Josefo cuenta que en tiempo del procurador Ventidio Cumano (48-52 d.C.), algunos peregrinos galileos que atravesaban la región samaritana hacia Jerusalén fueron atacados por los samaritanos y, que un peregrino fue asesinado [10] .

domingo, 2 de enero de 2011

"Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios"

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (Mt 2, 1-12)

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo". Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo". Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el Niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al Niño con Maria, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. Palabra del Señor. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.
Palabra de Dios.
Gloria a ti, Señor Jesús.

¡Qué pintoresca y atractiva es la historia de los Reyes que vienen de oriente para “adorar” al Rey de Israel! Es lo que celebramos en “Epifanía”. Significa esta palabra griega: “manifestación de Dios”. En efecto, de manera misteriosa -por medio de una estrella milagrosa- Dios se manifiesta a tres reyes, los cuales llegan a Belén para adorar al Rey de reyes, Jesucristo.

El viaje no fue fácil. El inicio tampoco. Debían haber tenido una gran fe y también mucha humildad. Ellos eran también reyes, pero buscaban a un “Rey” que era mucho más que ellos. Esta supremacía del recién-nacido “Rey” deben haberla conocido por revelación divina. Deben haber sabido que el Reino de este Rey que nacía era mucho más importante y grande que sus respectivos reinos. De otra manera ¿cómo podrían estarlo buscando con tanto ahínco? Y lo buscaban, no para un simple saludo o sólo para brindarle presentes, sino -sobre todo- para adorarlo.

El Profeta Isaías (Is. 60, 1-6) que leemos en la Primera Lectura,ya anunciaba esta inusitada visita y nos da detalles que completan el escenario descrito en el Evangelio: “Te inundará una multitud de camellos y dromedarios procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro, y proclamando las grandezas del Señor”.

Esta visita pomposa en la cueva de Belén, que sin duda contrasta la fastuosidad de los reyes con la humilde presencia de los pastores, nos indica que Dios se revela a todos: ricos y pobres, poderosos y humildes, judíos y no judíos. Eso sí: está de nuestra parte responder a la revelación que Dios hace a cada raza, pueblo y nación ... y a cada uno de nosotros.

Y Dios se revela en su Hijo Jesucristo, que se hace hombre, y nace y vive en nuestro mundo en un momento dado de nuestra historia. Sí. Jesucristo es la respuesta de Dios a nuestra búsqueda de El. 

Todos los seres humanos de una manera u otra, en un momento u otro, buscamos el camino hacia Dios. 

Y ¿cómo nos responde Dios? Mostrándonos a su Hijo Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida para llegar a El.

Los Reyes supieron buscarlo y lo encontraron. Respondieron con prontitud, obediencia, humildad y diligencia. 

No les importó que fuera Rey de otro país. No les importó el viaje largo y molesto que les tocó hacer. 

No les importó que la estrella se les desapareciera por un tiempo. No les importó encontrar a ese “Rey de reyes” en el mayor anonimato y en medio de una rigurosa pobreza. Ellos sabían que ése era el “Rey” que venían a adorar. Y eso era lo que importaba.

Nos dice Isaías y nos dice el Evangelio que los Tres Reyes ofrecieron regalos al Rey de reyes: oro, que representa nuestro amor de entrega al Señor; incienso, que simboliza nuestra constante oración que se eleva al Cielo, y mirra, que significa la aceptación paciente de trabajos, sufrimientos y dificultades de nuestra vida en Dios.

Esta breve historia sobre los Reyes de Oriente (Mt. 2, 1-12), que nos trae el Evangelio de hoy, nos muestra cómo Dios llama a cada persona de diferentes maneras, sea cual fuere su origen o su raza, su pueblo o su nación, su creencia o convicción. El toca nuestros corazones y se nos revela en Jesucristo, Dios Vivo y Verdadero ante Quien no podemos más que postrarnos y adorarlo.

Como a los Tres Reyes, Dios nos llama, nos inspira para que le busquemos, se revela a nosotros en Jesucristo. A veces, inclusive, parece esconderse -como se ocultó la estrella. Y nuestra respuesta no puede ser otra que la de los Reyes: buscarlo, seguir Su Camino -sin importar dificultades y obstáculos- postrarnos y adorarlo, ofreciéndole también nuestros presentes: nuestra entrega a El, nuestra oración y nuestros trabajos.

(fuente: www.homilia.org)

sábado, 1 de enero de 2011

María es Madre de Dios

A una semana del Nacimiento del Niño-Dios, la Iglesia nos presenta para comenzar el nuevo año, la Fiesta de María, Madre de Dios.

Y esta frase “Madre de Dios” se dice muy fácilmente, pero por lo acostumbrados que estamos a oírla y a repetirla tal vez no nos detenemos a pensar en toda su dimensión el significado de que un ser humano, como nosotros, María -una de nuestra raza- pueda ser “Madre de Dios”.

Después de Jesucristo, aunque salvando la distancia entre lo humano y lo divino, entre lo finito y lo infinito, la Santísima Virgen María, Madre de Dios hecho Hombre, es la criatura más grande, más bella, más excelsa que haya existido.

Pero ... ¿qué significa, entonces, para una criatura humana ser Madre de Dios? ¿Cómo puede una criatura humana engendrar a Dios? ¿Hemos pensado en esto alguna vez?

Fijémonos en lo siguiente: todas las madres son madre de la “persona” de su hijo. Y ese hijo es una “persona”, compuesta de alma y cuerpo. ¿Qué aporta el organismo de la madre al hijo? Aporta, por supuesto, la parte material de esa persona, que es el cuerpo. Ni la madre -ni tampoco el padre- aportan el alma. Aunque Dios dirige todo el proceso de generación de los hijos, es cierto que padre y madre aportan desde su organismo la parte corpórea de sus cuerpos. Pero es Dios y sólo Dios Quien infunde el alma, y esto convierte a cada criatura en “persona humana”.Así sucede en la concepción de cada uno de los seres humanos.

Pero ... ¿qué sucedió con Jesús? Dicen los teólogos que Cristo no es persona humana, sino “divina”, aunque tenga una naturaleza humana desprovista de personalidad humana, que fue sustituida por la personalidad divina del Verbo en el mismo instante de la concepción de la carne de Jesús. (cfr. A. Royo Marín o.p. “La Virgen María”)

Se deduce de esto que la Santísima Virgen María realmente concibió y dio a luz según la carne a la “persona divina” de Jesús, pues es la única “persona” que hay en El. Por esto es que María es llamada con toda propiedad “Madre de Dios”.

Podría argumentarse: María no concibió la naturaleza divina de Jesús. Es cierto. Pero tampoco conciben las demás madres el alma de sus hijos, pues ésta viene directamente de Dios.
La Santísima Virgen María concibió, entonces, una persona. Como esa persona que es Jesús no era “persona humana”, sino “divina”, sabemos que María es verdaderamente “Madre de Dios”.

De todos los privilegios, títulos y dogmas de María, éste es sin duda el mayor y de más trascendencia, pues todos los demás (Inmaculada Concepción, llena de Gracia, Virginidad perpetua, Asunción, etc.) fueron dados en atención a este hecho tan inmenso y tan elevado: el de ser la Madre de Dios.

Sin embargo lo más importante para nosotros y lo que más desea la Santísima Virgen María -Madre de Dios, pero también Madre nuestra- es que la imitemos a Ella, pues imitándola a Ella estamos imitando a su Hijo.

¿Qué imitar de la Madre de Dios? Su espíritu de oración: María oraba y en oración la encontró el Angel cuando le anunció el misterio de su Maternidad Divina. Su humildad y su entrega a la Voluntad de Dios: se reconoce “esclava del Señor” y se entrega a que se realice en ella todo lo que Dios quiera. Su fe a toda prueba: María creyó por encima de las apariencias y de las posibilidades humanas; creyó que lo imposible se realizaría en Ella: ser la Madre del mismo Dios.

(Fuente: www.buenanueva.net)
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