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domingo, 29 de mayo de 2011

"Yo permanezco vivo"

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 14, 15-21)

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: "Si me aman, cumplirán mis mandamientos; Yo le rogaré al Padre y El les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes, el Espíritu de verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes. No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque Yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que Yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí y Yo en ustedes. El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, Yo también lo amaré y me manifestaré a él".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

El Espíritu Santo está presente en la vida de aquella persona que sigue a Cristo Resucitado. Fue el propio Jesús el que nos presentó tan digno defensor. Sabe bien el Maestro que necesitamos ayuda y cercanía en nuestro caminar por los senderos del mundo.

"Si me aman, obedecerán mis mandamientos." Buen comienzo. Amar de verdad, a la forma de Dios, es obedecer su voluntad. Pero ¿Cómo puede una persona obedecer a quien desconoce?

Hay personas que "piensan" que creen en Dios. Otros dicen "que tienen fe". Algunos que "creen en Dios más que nadie..." Pero la experiencia vital de la fe va por otros caminos. No es suficiente creer que se tiene fe; la fe hay que vivirla en lo profundo del corazón y en la vida diaria. Vemos con frecuencia como personas que dicen tener fe viven en una realidad inmadura, infantilizada, congelada en las vivencias del pasado. Jesús nos promete un Defensor para que la vivencia de fe en nuestra vida se purifique y se acerque más y más a Dios.

El Defensor que Jesús pide para nosotros es "el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes." No exagero si digo que en muchos aspectos de nuestra vida personal y social la verdad ha pasado a un segundo plano.

¿De qué nos defiende el Espíritu de la verdad que Jesús nos promete?:

En primer lugar nos defiende de nosotros mismos, de nuestros temores, de nuestro ocultamiento de la verdad personal. Disfrazamos lo que somos ante los demás pero somos tan habilidosos que también nos montamos un carnaval interior y terminamos por creernos que eso es la verdad en nuestra vida. Necesitamos un defensor de nosotros mismos. Los cristianos somos conscientes de la fragilidad humana, de la nuestra y de los otros. Sabemos que hacemos grandes proyectos en todos los aspectos de la vida, pero muchas veces todo se queda en grandes decepciones.El Espíritu de la verdad (Dios) nos sitúa en la realidad de nuestra naturaleza. No nos hace creer que somos mayores de lo que somos ni menores de lo que en realidad somos.

Nos defiende también del mundo que no quiere conocer ni ver a Dios. La cuestión no es alejarse del mundo o no, el tema es saber estar en el mundo según Dios quiere. El reto de los cristianos continúa siendo "estar en el mundo sin ser del mundo." Quien no ama no conoce a Dios y esto trasciende la propia vivencia personal y se convierte en algo público: una persona que no conoce a Dios es un eslabón de un mundo donde lo que Dios nos viene a traer no existe. Un mundo sin Dios es el fracaso de la profunda realidad humana.

Nos defiende de las ideologías que intentan ocultar la propia realidad y dignidad humana. Bajo el pretexto de la igualdad y la dignidad humanas se nos ofrecen una y otra vez alternativas caducas que aparentemente dan respuesta al corazón humano. Muchos cristianos pueden caer en esas tentaciones. El pensar que las ideologías de las mentes humanas son más completas que la mente del Señor nos puede llevar a un auténtico fracaso existencial. El ser humano no se explica sólo por la psicología, la sociología o cualquier otra ciencia humana. Todas estas disciplinas son notarias de una realidad, pero la respuesta al ser humano siempre tiene que pasar y llegar a su corazón. Todo lo demás son sólo buenas intenciones.

Nos defiende de nuestra división interior. Ocurre que muchas veces no sabemos en qué lugar de nuestra vida colocamos a Dios: ¿en los sentimientos? ¿en los pensamientos? ¿en los razonamientos?... Dios tiene que ocupar pacíficamente nuestra realidad interior. Es lo que llamamos la conversión. Pero la conversión es un proceso donde muchas veces mi principal enemigo soy yo. El Defensor viene para orientarnos en nuestro caminar diario.

Jesús no nos abandona. Cuando oímos a una persona que "Dios se ha olvidado de mí..." recordemos siempre estas palabras. Él sabe de nuestras miserias y proyectos; el conoce el barro del que estamos hechos.

No te desesperes cuando todo en tu vida vaya mal o regular. No dejes que los problemas hundan tu vida; deja que tu vida hunda los problemas. Siempre procuro tener presente en mi vida que Dios va conmigo al ritmo que yo puedo andar. Si camino, Él está a mi lado. Si me detengo, Él se para conmigo. Si me siento a descansar, Él está reposando a mi lado. Si corro, Él corre a mi lado... Hay personas que se pasan toda la vida frustrados porque quieren ir al ritmo de Dios. Esto para las personas es poco menos que imposible. Su paso es mucho más largo y profundo que el nuestro. La cosa está en caminar junto a Dios en nuestra vida. Tratar de que siempre estemos a su lado y saber que Él se adapta a nuestro caminar. Nuestro proceso es su camino. Dios se adapta a la realidad de cada persona sin dejar de ser Dios. No es un Señor a nuestra medida, sino que somos nosotros quien dejándole acercar a nuestra vida lo hacemos caminante de mi propio camino. Ni Él pierde su identidad ni yo la mía. Somos distintos pero vamos juntos por los mares del mundo.

"El que recibe mis mandamientos y los obedece, demuestra que me ama." (v.21) A los niños de mi parroquia les enseñamos que los mandamientos son diez más uno. No son once. Los mandamientos son diez, pero les recordamos aquello de "Un mandamiento nuevo les doy; que se amen unos a otros como yo les amo." Cumplir los diez mandamientos más uno es hacer presente a Dios en nuestra vida y en la de los demás. El Señor nos asegura que viviendo esta realidad es como el ser humano se realiza como persona y como creyente, para hacernos "ver" esta realidad necesitamos de un Defensor porque muchas veces nuestra mirada es insuficiente... y nuestro corazón también...

Para reflexionar:

- ¿Cómo notas que está presente el Defensor en tu vida?
- ¿Qué es para ti vivir en la verdad?
- ¿Qué significa "estar en el mundo sin ser del mundo"?
- ¿Vas al ritmo de Dios o dejas que Dios vaya a tu ritmo?
- ¿Cómo vives el mandamiento del amor? ¿Cuáles son los mayores obstáculos para vivirlo?

sábado, 28 de mayo de 2011

La Eucaristía y la Santa Misa

Nos lo dijo muy claro en aquel discurso de Cafarnaum, donde prometió dejarnos su cuerpo como alimento:

“Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el Pan que yo le daré es mi Carne para la vida del mundo” (Juan 6,51)

“Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6,56)

En el Cenáculo, aquel memorable Jueves Santo, instituye este maravilloso misterio de quedarse hecho pan; “Tomo pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y Comed esto es mi Cuerpo...”y tomando el cáliz: “Bebed todos de él pues esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos para la remisión de los pecados” (Mateo, 26, 26-28)

Lo creemos porque el mismo Jesús lo dejó claro. Así lo dice un antiguo escritor cristiano, San Cirilo de Jerusalén: “Puesto que el mismo Cristo anunció y dijo del pan: esto es mi Cuerpo, ¿Quién se atreve a dudar?”. Y así lo han creído todos los fieles desde la época apostólica hasta nuestros días, como bien lo recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1374: “Jesucristo está verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad”

Alguien podría decir: nada veo en la Eucaristía, ni nada siento. Y, le podríamos responder: cuando el cielo está nublado, no veo el sol, ¿señal de que no existe? O, no siento que la tierra está girando, ¿señal de que está parada?

Pensemos cómo la gran mayoría de las cosas que sabemos es porque aceptamos lo que nos dicen nuestros maestros y nuestros padres: ¿quién ha visto un átomo, la fuerza gravitacional, Neptuno y Plutón?... ¿Quién ha sacado los cálculos de la casa donde vive? ¡Le hemos creído al señor que la hizo!, ¿Quién analiza los alimentos que tomamos? ¡Le hemos creído a la cocinera que los hizo con higiene! Le creemos a tantos humanos, y ¿vamos a dudar de las palabras de Jesús, que nos mostró con su vida, su palabra y sus milagros que es el verdadero Dios? ¿Se habrán equivocado millones de católicos durante 2000 años, muchos de ellos, santos y sabios?

La Eucaristía es un misterio de Amor que sólo parece imposible a aquel que no cree que Jesucristo es Dios, Creador y Señor omnipotente del universo.


LOS MODOS DE LA EUCARISTÍA

(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1356-1401)

Ø Como un Sacrificio porque hace presente el sacrificio de la Cruz, porque es su memorial y nos aplica su fruto. Es cuando le llamamos Santa Misa.

Ø Como Banquete sagrado de la Comunión en el Cuerpo del Señor.

Ø Como Presencia Eucarística de Cristo que se queda en el Sagrario, para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos.


POR QUÉ PARTICIPAR EN LA SANTA MISA

Los hijos tenemos las mismas relaciones con Dios, nuestro Padre, como con nuestros padres de sangre:

Ø La primera es la relación del respeto con Amor. En el caso de nuestro Padre Dios, como además es nuestro creador es también de adoración.

Ø La segunda es de agradecimiento por todo lo que nos conceden y nos dan de una manera generosa y desinteresada.

Ø La tercera es la de pedirles perdón, cuando les hemos ofendido en algo.

Ø La cuarta es la de pedir, esta es la que hacemos con mayor frecuencia.

Pensemos por un momento la grandeza de Dios: observemos el cielo lleno de estrellas, y sintamos su grandeza infinita, al saber que somos una infinita parte del universo. ¿Qué tan perfecto será nuestro Padre Dios que pudo hacer todo esto con un orden maravilloso? Por otro lado sintamos nuestra pequeñez: somos uno entre 6 mil millones de personas, y si faltáramos, no pasaría gran cosa sobre la Tierra.


¿Cómo poder llegar hasta las alturas de mi Padre, para adorarlo, darle gracias, pedirle perdón o pedirle por tantas necesidades que tengo?

Acostumbramos usar el correo o el email cuando queremos mandar mensajes, ya sea de un país a otro, de una ciudad a otra. Esas escritos suelen llevar detalles de cariño, noticias, peticiones, encargos, etc. No basta escribirla para que llegue a su destino, si la carta se queda en un cajón o no pongo el “send” a un mensaje electrónico. ¡Ahí se queda sin que nadie la lea!.

Pues bien, el correo de ida y vuelta con nuestro Padre Dios, es la Santa Misa.

Cuando Jesucristo muere el viernes Santo, muere por todos los hombres de todos los tiempos. Va a ofrecer esa Pasión y esa muerte que le dimos los hombres, por nosotros.

Así podríamos decirle a nuestro Padre: Señor no valgo nada, yo quién soy para que me escuches y me concedas lo que te pido; pero mira, por los méritos de tu Hijo muerto en la Cruz, escúchanos.

Y para que esto no lo vivamos a distancia de miles de años, Jesús da a la Iglesia el poder de borrar 2000 años de historia, y de volver a hacer presente su sacrifico del Calvario, y así estar presentes en ese sacrificio, participando de sus frutos, principalmente del Espíritu Santo que brota de la Cruz, que nos hace hijos de Dios, y nos ayuda a comportarnos como tales.

Ahora, ¿Qué tiene que ver esto con el correo? Pues bien, nosotros que queremos adorar a Nuestro Padre, darle gracias, pedirle perdón y clamar por nuestras necesidades, sólo tenemos un camino: unirnos al único sacrificio, unirnos a Cristo en la Cruz, y no asistir a la Santa Misa, al menos los domingos, es como dejar la carta en el cajón, quedando estancadas con cosas que queríamos mandarle a Dios, y nos quedaríamos sin gozar de los muchos beneficios, que a través de la Santa Misa, nos hace partícipes nuestro Padre, rico en misericordia. Pues la Santa Misa es ese correo de ida y vuelta; a través de ella nos llegan todas las gracias.

¿Qué es la Santa Misa? Un diluvio de gracias que parte de la Cruz; un Gólgota siempre presente; es Cristo que se sacrifica incesantemente en medio de nosotros.

Pensando en la necesidad de tener como alimento la Palabra de Dios, y para que sus hijos se fortalezcan en el espíritu por medio de estas enseñanzas, la Iglesia ha establecido un ciclo de lecturas que dura tres años, en los cuales se lee casi la totalidad de la Biblia.

(fuente: www.encuentra.com)

viernes, 27 de mayo de 2011

¿Cómo podemos hacer el examen de conciencia?

1) Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados nuestros que más le están disgustando a Dios.

2) Vamos repasando los diez mandamientos para saber qué faltas hemos cometido contra ellos. Por ejemplo:

1er Mandamiento
¿Me acuesto o me levanto sin rezar? ¿Me avergüenzo de aparecer creyente ante los demás? ¿He creído en supersticiones, por ejemplo; amuletos, sales, brujas, lectura de naipes o de humo de cigarrillo, o espiritistas?


2ndo Mandamiento
¿He dicho el Nombre de Dios sin respeto y por cualquier tontería?


3er Mandamiento
¿He faltado a misa los domingos? ¿Cuántas veces? ¿Cuántos domingos voy a misa cada mes?


4rto Mandamiento
¿He desobedecido a mis padres? ¿No les he querido ayudar? ¿Los he tratado mal? ¿He perdido el tiempo en vez de estudiar o trabajar?


5to Mandamiento
¿He deseado que a otros les vaya mal? ¿He peleado? ¿He dicho groserías? ¿Tengo resentimientos contra alguna persona y no le quiero perdonar? ¿No rezo por los que me han tratado mal? ¿Me he burlado de alguien? ¿He puesto sobrenombres? ¿He tratado con dureza? ¿He dicho palabras ofensivas? ¿He hablado mal de otras personas? ¿He contado lo malo que han hecho o lo que dicen de ellos? ¿He escandalizado? (o sea, ¿he enseñado lo malo a los que no lo saben?) ¿Cuántas veces? ¿Me he aprovechado de los más débiles para golpearlos o humillarlos?


6to Mandamiento
¿He detenido en mi cerebro por varios minutos pensamientos o deseos impuros? ¿He mirado películas impuras, o revistas pornográficas o escenas impuras por televisión? ¿He dicho o celebrado chistes malos? ¿He hecho acciones impuras conmigo mismo o con algunas personas? ¿Tengo alguna amistad que me hace pecar?


7mo Mandamiento
¿He robado? ¿Cuánto vale lo que he robado? ¿Pienso devolverlo o dar eso a los pobres? ¿He devuelto lo prestado? ¿He tenido pereza en cumplir los deberes?


8vo Mandamiento
¿He dicho mentiras? ¿He inventado de otros lo que no han hecho o dicho? ¿He hecho trampas en negocios o estudios? ¿He creído que Dios no me va a ayudar?


9no Mandamiento
¿He codiciado la mujer o el esposo de mi prójimo? ¿He mirado a un hombre a una mujer de manera impura?


10mo Mandamiento
¿He deseado los bienes ajenos? ¿He sido evidioso? ¿He sido avaro? ¿He camido más de lo que necesito? ¿He sido orgulloso?

¿Qué otras preguntas me debo hacer al examinar la conciencia?

¿Cuáles son las faltas que más cometo y repito? ¿Cuáles serán las causas por las cuales cometo esos pecados? Por ejemplo: Soy de mal genio: ¿por que será? ¿será que no descanso? ¿Será que me disgusto por pequeñeces que no disgustan a Dios? (Lo que no disgusta a Dios no me debe disgustar a mí) ¿Será que me preocupo demasiado como si Dios no cuidara de mí y no me fuera a ayudar? ¿Será que no me conformo con lo que Dios permite que me suceda? ("Todo lo permite Dios para el bien de los que lo aman", dice la Sagrada Biblia)

Otro ejemplo: Hablo mal de los demás. ¿Por qué será? ¿Será que vivo juzgando a los otros olvidando lo que dijo Jesús: "no juzguéis y no seréis juzgados, condenéis y no seréis condenados" (Mt 7,1), o será que trato con personas murmuradoras que me prenden su murmuradera?

Me vienen pensamientos o deseos impuros: ¿por qué será? ¿será que veo películas impuras o malas en TV o leo revistas pornográficas o no hago bastante ejercicio físico?

Otra pregunta: ¿Cuál será el pecado mío que más le está disgustando a Dios? Si Cristo se me apareciera a ofrecerme quitarme un pecado, ¿Cuál le pediría que me quitara? ¿Qué voy a hacer para tratar de no cometer ese pecado?

¿Qué es arrepentirse de los pecados?

Arrepentirse de los pecados es sentir tristeza o pesar de haber ofendido a Dios que es tan bueno y por haber hecho, pensado o dicho lo que nos hace daño a nosotros mismos o a los demás.

ANTE TODO; PONGÁMOS SIEMPRE EN LA MISERICORDIA DE DIOS, QUE TODO PUEDE PERDONAR  A UN CORAZÓN ARREPENTIDO.

(fuente: www.ewtn.com)

Comulgar con los ángeles

Cuando vamos a recibir a Jesús en la comunión, debemos hacerlo con la máxima preparación y pureza posible. Por eso, sería bueno hacer lo que hacía santa Teresita del Niño Jesús. “Me imagino a mi alma como un terreno libre y pido a la Santísima Virgen que quite de él los escombros que pudieran impedirle ser libre. Luego le suplico que levante ella misma una amplia tienda digna del cielo, que la adorne con sus propios aderezos. Después invito a todos los santos y ángeles a que vengan a dar un magnífico concierto. Creo que, cuando Jesús baja a mi corazón, está contento al verse tan bien recibido y yo también estoy contenta”.

Es, pues, importante invocar a María y a los santos, pero no olvidarnos de nuestro ángel y de los ángeles de todos los que nos rodean para que nos ayuden en esos momentos tan sublimes al unirnos con Jesús en la comunión. Santa Ángela de la Cruz decía: “Me esforcé cuanto pude por hacer la comunión con fervor. Le pedí a la Santísima Virgen que me cubriese con su manto para comulgar. Renové los votos. Le pedí al santo patriarca (san José) que me llevara de la mano a comulgar, y a mi padre san Francisco de la izquierda; al ángel de mi guarda, que viniera a mi lado y a los demás santos protectores que me acompañasen. Y con esta comitiva fui a comulgar .

San Juan Crisóstomo decía: los que comulgan de esta sangre de Cristo están con los ángeles y con los arcángeles y con las potencias del cielo, envueltos en el mismo manto real de Cristo.

Por eso, comulguemos con la máxima devoción posible en unión con María y todos los santos ángeles.

Ángel Peña O.A.R
Transcrito por José Gálvez Krüger para Aci Prensa

Tiempo Pascual: 50 días para cantar ¡Aleluya!

El grito que invita una y otra vez a alabar y dar gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

En la noche, una llama vacilante. El sacerdote y la gente enciendien sus velas. La luz se expande. Las tinieblas retroceden. La procesión avanza hacia el altar. La iglesia se llena de resplandor. La Iglesia celebra la Pascua.

La Vigilia Pascual tiene un encanto mágico. Nos presenta el evento más importante de la historia humana: Cristo ha resucitado y vive para siempre.

El mundo, aparentemente, sigue su marcha, monótona o entusiasta, entre alegrías y penas. Pero quien se deja tocar por la gran Noticia sabe que la muerte ha sido vencida, que el pecado no es la última palabra de la historia, que el perdón ha cancelado la condena.

Sabemos, por los Evangelios, que Cristo se apareció a sus seguidores durante 40 días y luego ascendió a los cielos. Pasados 10 días, los primeros discípulos recibieron el Espíritu Santo.

La Iglesia celebra este acontecimiento con 50 días de fiesta, de canto, de esperanza. Es el tiempo del "aleluya", del grito que invita una y otra vez a alabar y dar gracias al Señor, "porque es eterna su misericordia".

El Papa Benedicto XVI lo explicaba con estas palabras: "El tercer gran símbolo de la Vigilia Pascual es de naturaleza singular, y concierne al hombre mismo. Es el cantar el canto nuevo, el aleluya. Cuando un hombre experimenta una gran alegría, no puede guardársela para sí mismo. Tiene que expresarla, transmitirla. Pero, ¿qué sucede cuando el hombre se ve alcanzado por la luz de la resurrección y, de este modo, entra en contacto con la Vida misma, con la Verdad y con el Amor? Simplemente, que no basta hablar de ello. Hablar no es suficiente. Tiene que cantar" (Vigilia Pascual, 11 de abril de 2009).

Tenemos ante nosotros 50 días de aleluya. Es la Pascua, el paso, la victoria del Señor. De corazón, desde la esperanza que ilumina toda la vida humana, ¡felices pascuas!

escrito por P. Fernando Pascual LC
(fuente: Catholic.net)

jueves, 26 de mayo de 2011

Memorias del Padre Amorth: Los 70.000 combates de un exorcista contra los demonios

El padre Gabriele Amorth es un sacerdote paulino. Antes de ello, luchó en la guerra, fue partisano y se licenció en jurisprudencia. Teólogo mariano, fue durante muchos años directos de la prestigiosa revista paulina Madre di Dio, hasta que el cardenal Ugo Poletti le confió el cargo oficial de exorcista.

En más de 25 años de actividad, Amorth ha realizado más de 70.000 exorcismos. Por ello está considerado el exorcista más experto en el mundo.

Marco Tosatti, antes vaticanista del diario La Stampa, autor de innumerables libros, le entrevistó, publicando sucesivamente el volumen Memorie di un esorcista (Memorias de un exorcista).

El libro es una especie de testamento espiritual, en el que Amorth narra la lucha contra el maligno: una serie impresionante de historias que atestiguan, según explica a ZENIT el propio Tosatti en esta entrevista, la presencia, la influencia, pero también la liberación del mal.

- ¿Qué es un exorcista y quién es en particular el padre Amorth?
- Un exorcista es un sacerdote que ha recibido de su obispo – el único autorizado a realizar este tipo de intervenciones – la autorización para liberar a las personas afectadas por fenómenos demoníacos, como infestación, vejación y posesión. Gabriele Amorth es el presidente honorario de la asociación de exorcistas fundada por él hace muchos años, y probablemente el exorcista más conocido del mundo. En abril cumplirá 85 años y sigue con su batalla...

- ¿Existe verdaderamente el demonio?
- Quien es cristiano no puede dejar de creer que existe un espíritu puro, que ha rechazado a Dios, y que actúa de forma ordinaria y extraordinaria – rarísima – en el mundo.

- ¿Quién es y que hace? ¿Cómo se manifiesta y de qué forma los exorcistas distinguen sus influencias en las personas?
- Es un ángel caído, a la cabeza de otros seres parecidos a él. En su acción ordinaria intenta empujar a las personas al pecado, para conquistar sus almas. Su acción extraordinaria es ciertamente más misteriosa. Con el permiso de Dios, realiza acciones contra las personas, llegando, en algunos casos, hasta la posesión (la cual sin embargo no pueden tocar el alma). Los exorcistas, con las oraciones del ritual y el uso de los sacramentos, intentan liberar a las víctimas de esta acción negativa.

- ¿Por qué la Iglesia ha instituido la figura del exorcista?
- Jesucristo dio mandato a sus discípulos de predicar el Evangelio, curar a los enfermos y expulsar a los demonios. Durante varios siglos en la cristiandad no existía la figura del exorcista: todo cristiano podía hacerse soldado en esta batalla. Y aún hoy cristianos sencillos pueden decir, y dicen, oraciones de liberación. Y algunos santos – padre Pío, por ejemplo – sin ser exorcistas liberaban a las personas víctimas de la influencia demoníaca. Hay que decir que en los últimos años, evidentemente en respuesta a una necesidad creciente., cada vez más obispos se ven obligados a nombrar sacerdotes para este tipo de trabajo pastoral.

- ¿Cuánto hay de sugestión y cuánto hay de verdad en las muchas personas que creen estar poseídas por el demonio?
- De lo que se me ha dicho en mi investigación, los casos reales de posesión, vejación o infestación son muy, muy raros. Gabriele Amorth, y creo que también sus colegas actúan de esta forma, no recibe a nadie que no se haya dirigido antes, en busca de ayuda, a la medicina oficial. Y a pesar de esta precaución, ve que en muchos casos no se identifica un origen maléfico de los trastornos. Pero aunque raros, los casos de influencia demoníaca existen, y son impresionantes.

- ¿De qué forma los hombres pueden escapar a las tentaciones del pecado y del mal?
- Huir al ataque de las tentaciones creo que es imposible; una vida limpia y cristiana puede ayudarnos a no ceder a esas mismas tentaciones.

- El demonio siempre ha acechado a la Iglesia. El Papa Pablo VI dijo una vez: «el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia». Juan Pablo II y Benedicto han denunciado varias veces la presencia de la cola del diablo en muchas acciones que atacan a la cátedra de Pedro. En estos días se asiste a un ataque sin precedentes contra el actual Pontífice. ¿Qué opina?
- Benedicto XVI, como Juan Pablo II antes que él, indicó en los temas morales y en la defensa de la vida y de la familia la batalla central de la Iglesia en nuestros tiempos. Es una batalla contra la cultura dominante en gran parte del mundo occidental, y sobre todo en los medios de comunicación. Es evidente el intento de desacreditar a la Iglesia y al Papa precisamente para debilitar el impacto de su enseñanza. También de forma evidentemente instrumental e incorrecta, confiando en el efecto negativo del ataque sobre la opinión pública, que a menudo no tiene los instrumentos ni el tiempo para verificar con ponderación la calidad de las acusaciones. Y es tanto más extraordinario en cuanto que si hay alguien que busca, que ha buscado siempre, hacer limpieza en la Iglesia, este es precisamente Joseph Ratzinger. Me parece que por desgracia, nuestra profesión no está viviendo uno de sus momentos más felices.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Los frutos de la Eucaristía

(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1391- 1401)

• La Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo.

Después de que comulgamos, “ya no soy yo quien vive en mi”, la comunión es la que justifica la audaz afirmación de San Pablo: “para mí vivir, es ser Cristo”, pero ¿para qué recurrir a los discípulos si tenemos la voz autorizada del Maestro? “Así como yo vivo por el Padre, el que me come, vivirá por Mí”

• Lo que significa y lo que produce el alimento material en nuestros cuerpos, es lo mismo que realiza de manera admirable la Comunión en nuestra vida espiritual. ¿Qué podríamos hacer si no comiéramos? ¿Nos moriríamos?

• La comunión nos separa del pecado y borra los pecados veniales (para borrar los mortales tenemos que acudir a la confesión), y nos preserva de futuros pecados mortales.

• La Comunión refuerza la unidad de la Iglesia y entraña un compromiso a favor de los pobres y necesitados.

Nos vienen bien unas palabras del Papa, dirigidas a los organizadores del Congreso Eucarístico Internacional, que se celebraba en Lourdes en 1981, con ocasión del Congreso Centenario:

“Conviene no descuidar ningún aspecto de esta participación de la Eucaristía. Ésta comporta ante todo la acción de gracias y de adoración que deberán tener un puesto privilegiado en el Congreso, en las celebraciones de la Misa, en las procesiones, en las horas de recogimiento ante el Santísimo Sacramento. Incluye la conversión que la prepara y acompaña, en la línea de las primeras palabras del Evangelio y del mensaje confiado a Bernardette Soubirous. Pide un compromiso resuelto de vivir el amor recibido de Dios en las relaciones efectivas de justicia, de paz, de misericordia, compartiendo los diferentes aspectos del pan cotidiano con todos nuestros hermanos. Así debe presentarse la Eucaristía, en su dimensión vertical y horizontal. Así prepara la renovación de las personas y, poco a poco, la renovación del mundo”



Jesús se da a si mismo

La Eucaristía es un don total, en el cual Jesús no solamente nos da sus dones, es decir, el aumento de la gracia santificante que todos los sacramentos producen, sino que es el “autor mismo de la gracia”; y no solamente nos da su Cuerpo sino también su Alma; no solamente nos da su Humanidad Sacratísima, sino también su Divinidad; y con ella la persona del Verbo Divino, y con el Verbo vienen a nosotros el Padre y el Espíritu Santo, puesto que las Tres Personas están inseparablemente unidas, como Dios, Trino y Uno. Esta es la sustancia del cielo, que quiere decir, que cuando comulgamos, todo el cielo viene a habitar en nuestra alma; de manera que después de la comunión, ni Dios tiene más que darnos, ni nosotros, por ambiciosos que seamos tenemos más que pedirle.

La Eucaristía es un don total, en donde Jesús, se nos da en la totalidad de su Ser sino en la sustancia de sus misterios y en el mérito de sus virtudes; la Eucaristía es Jesús niño, con todos sus encantos; es Jesús adolescente, con todos sus atractivos... es el Jesús de las bienaventuranzas, es el Jesús que con un gesto de su mano encadena los vientos, apacigua las olas y calma las tempestades, tempestades de Genesaret como las del corazón...

Es el Jesús que consuela a los afligidos, como a la viuda de Naim, que le dice ¡“no llores más”!; es el Jesús que cura a los enfermos, porque de Él sale una virtud que sana lo mismo a los cuerpos que a las almas; es el Jesús que resucita a los muertos y devuelve la vida –la natural y la sobrenatural–, “porque es la Resurrección y la Vida”; es el Jesús que agoniza en Getsemaní por el temor, la tristeza y el hastío, para poder comprender todos nuestros temores, y todas nuestras tristezas, y el “inexorable hastío de la vida”; es el Jesús maniatado, abofeteado, escupido, flagelado, coronado de espinas; es el Jesús que muere en el calvario abandonado de los hombres y por su mismo Padre Celestial.

La Eucaristía es un don total, porque nos da a Jesús en el mérito de todas sus virtudes y como el ejemplar modelo de todas ellas.

En la Eucaristía se nos da a Jesús “humilde y dulce de corazón” el Jesús “paciente y de mucha misericordia”, el Jesús que pasaba las noches en oración y ahora vive intercediendo siempre por nosotros, el Jesús cuyo corazón es “todo un incendio de amor”, el Jesús víctima, siempre inmolado por nuestros pecados, el Jesús que es nuestra recompensa excesivamente grande.

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