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jueves, 11 de febrero de 2016

Hoy, 11 de febrero, se cumplen 100 años de la llegada de los salesianos a Tucumán

El día 11 de febrero de 1916 llegaron a Tucumán los primeros salesianos: el P. Lorenzo Massa (Director), P. Federico Della Vedova (Confesor), acólito Don Luis Portella (profeso trienal) y los coadjutores Eustacio Vaquero, Saturnino Eugui y Juan Sassano, para recibir la donación del Asilo de Artes y Oficio Gral. Belgrano del P. Zavaleta.

Dice el propio Lorenzo Massa de las instalaciones recibidas: “… Reina en la casa la mayor pobreza, y no está en condiciones de que funcione en ella un colegio salesiano. Solo lleva el nombre de Artes y Oficios, pues consistía en un taller de escobas y un taller muy rudimentario de carpintería. Vivian en el mismo 30 niños huérfanos”.

El asilo paso a llamarse Colegio Salesiano Gral. Belgrano de Artes y Oficios y el 25 de abril, o sea solo 2 meses después de haber llegado, se inauguraban los nuevos talleres. Se hizo un gran acto en el que estuvo presente el Gobernador de la provincia, el Padre Inspector José Vespignani y ya desfilaba el 8vo. Batallón de Exploradores de Don Bosco Gral. Belgrano. Para esa fecha el colegio contaba con 35 internos-artesanos; con unos 120 externos divididos en 5 grados; y frecuentaban el oratorio unos 200 niños, de los cuales 150 estaban alistados como Exploradores de Don Bosco.

100 años después en Tucumán encontramos el centenario Colegio Salesiano General Belgrano, el Colegio Salesiano Tulio García Fernandez, el Instituto Técnico Salesiano Lorenzo Massa, la Escuela Profesional Lorenzo Massa, el Centro Educativo Don Bosco, la Parroquia San Juan Bosco, la Iglesia Pública María Auxiliadora, la Capilla San Miguel, diversos grupos juveniles miembros del MJS entre los que se encuentra el centenario Batallón 8vo. de Exploradores de Don Bosco y diversos grupos de la Familia Salesiana.

100 años después a las obras Salesianas de Tucumán asisten más de 5000 niños y jóvenes como alumnos y/o miembros del MJS.

¡100 años para los Jóvenes, con Cristo, como Don Bosco!

escrito por Damián Ruiz
(fuente: En 2 Ruedas)

miércoles, 10 de febrero de 2016

El Papa invita a ‘podar la mundanidad, la indiferencia y la falsedad’

(10/02/2016) En la misa del miércoles de ceniza el Santo Padre recuerda que la oración, la caridad y el ayuno son las medicinas que sanan del pecado.

 El papa Francisco ha deseado que la cuaresma sea un tiempo de una ‘poda’ benéfica de la falsedad, de la mundanidad, de la indiferencia: para no pensar que todo va bien si yo estoy bien; para entender que lo que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida. Para encontrar de nuevo la identidad cristiana, es decir, el amor que sirve, no el egoísmo que se sirve.

Así lo ha indicado en la homilía de la misa del miércoles de ceniza, en la Basílica de San Pedro, donde además se realiza en el envío de los Misioneros de la Misericordia, en ocasión del Jubileo. De este modo, han concelebrado cardenales, obispos y más de 700 Misioneros, que reciben el “mandato” junto a la facultad de absolver también los pecados reservados a la Sede Apostólica.

En total, serán más de mil los Misioneros de la Misericordia en todo el mundo, que serán “testigos privilegiados en sus Iglesias particulares de la extraordinariedad del evento jubilar”.

Durante la homilía, el Santo Padre ha explicado que la Palabra de Dios, al inicio del camino cuaresmal, dirige a la Iglesia y a cada uno de nosotros dos invitaciones concretas. En primer lugar la de san Pablo que pide que nos reconciliemos con Dios. Tal y como ha observado Francisco, “no es un simplemente un buen consejo paterno y tampoco solamente una sugerencia; es una verdadera y propia súplica en nombre de Cristo”. Y este llamamiento –ha asegurado– es porque Cristo sabe lo frágiles y pecadores que somos, conoce la debilidad de nuestro corazón; lo ve herido por el mal que hemos cometido y sabe cuánto necesitamos el perdón, sabe que necesitamos sentirnos amados para hacer el bien.

En esta línea, el Pontífice ha indicado que es responsabilidad nuestra reconocernos “necesitados de misericordia”. Este es el “primer paso del camino cristiano”, se trata “de entrar a través de la puerta abierta que es Cristo, donde nos espera Él mismo, el Salvador, y nos ofrece una vida nueva y gloriosa”.

A propósito, el Santo Padre ha advertido que puede haber algunos obstáculos, que cierran las puertas del corazón. Está la tentación de “blindar las puertas, o sea, convivir con el propio pecado, minimizandolo, justificándose siempre, pensando no ser peores que los otros”. Y así, ha advertido, se cierran las cerraduras del alma y se permanece cerrados dentro, prisioneros del mal.

Otro obstáculo del que ha hablado el papa Francisco es “la vergüenza a abrir la puerta secreta del corazón”. Pero en realidad, ha precisado, la vergüenza es un buen síntoma porque “indica que queremos separarnos del mal, aunque no debe transformarse nunca en temor o miedo”.

Un tercer obstáculo es el “alejarnos de la puerta”. Esto sucede cuando “nos encerramos en nuestras miserias, cuando nos lamentamos continuamente, uniendo entre sí las cosas negativas, hasta hundirnos en los huecos más oscuros del alma”. Por eso, Francisco ha recomendado “no permanecer en uno mismo, si no ir a Él. Ahí hay restauración y paz”.

Durante la homilía, el Santo Padre ha recordado la presencia en la celebración de los Misioneros de la Misericordia. A ellos les ha pedido que sus manos “bendigan y alivien a los hermanos y hermanas con fraternidad” y que a través de ellos “la mirada y las manos del Padre se posen sobre los hijos y curen las heridas”.

La segunda invitación de las lecturas del día, llega por medio del profeta Joel: “Conviértanse a mí de todo corazón”. Si es necesario volver es porque nos hemos alejado, ha señalado el Santo Padre. Pero junto a la historia de pecado, Jesús ha inaugurado una historia de salvación. De este modo, el Papa ha explicado que el Evangelio que abre la cuaresma nos invita a ser protagonistas, abrazando tres remedios, tres medicinas que sanan del pecado.

En primer lugar la oración, “expresión de apertura y de confianza en el Señor: es el encuentro personal con Él, que acorta las distancias creadas por el pecado”. Rezar –ha indicado el Papa– es decir ‘no soy autosuficiente’. En segundo lugar la caridad, “para superar la extrañeza hacia los demás”. El verdadero amor, ha explicado, no es un acto exterior, no es dar algo de forma paternal para calmar la conciencia, sino aceptar a quien necesita nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestra ayuda. Y en tercer lugar el ayuno, la penitencia, “para liberarnos de las dependencias de los pasajero y entrenarnos para ser más sensibles y misericordiosos”.

Jesús nos llama –ha subrayado el Santo Padre– a vivir la oración, la caridad y la penitencia con coherencia y autenticidad, venciendo la hipocresía.

(fuente: zenit.org)

Sor Eusebia Palomino, tren de cercanías

La vida de Eusebia Palomino es un tren de cercanías que abarca cielo y tierra, que une lo creado y lo increado por medio de Jesucristo. Las tragedias humanas empiezan cuando el hombre se empeña –sin comprenderlo muchas veces- en crear distancias de egoísmo, de olvido, de desamor.

Eusebia Palomino nació en Cantalpino, Salamanca, el 15 de diciembre de 1889, para recordarnos que el cristianismo es la fe de las cercanías y que sólo puede vivirse en la proximidad.

Desde muy pequeña fue de su pueblo a Salamanca para cuidar con cariño a pobres y enfermos. A su vera empezó a maternizarse la ternura. Le ahogaba ver llorar.

En el invierno de 1917 una amiga la encamina al colegio de las salesianas de Salamanca. Necesitaba una imagen de la Virgen para fijar sus afectos y la encontró en María Auxiliadora.

1917 es el año de la triple crisis española: la militar de las Juntas de Defensa, la democrática de la Asamblea de Parlamentarios y la obrerista de la gran huelga de agosto.

La vocación de hija de María Auxiliadora va creciendo dentro de sus años jóvenes y en abril de 1921 le pide a Enriqueta Sorbone, vicaria general, de paso por Salamanca, hacerse salesiana. Ella, físicamente menudita, tenía vocación de ganar estatura religiosa. El 5 de agosto de 1924 pronunció sus votos.

Primero fue enviada a Sarriá como cocinera, portera y ropera. Después a Valverde del Camino (Huelva). Eusebia cayó en Valverde como un tornado celestial.

Párroco, seminaristas, padres, madres, chicos, chicas, de Valverde y, después, de todos los pueblos cercanos, comenzaron a “atarse a Jesús con la cadena de María”. Se trataba de la devoción a María, según la doctrina de Luis Mª Grignon de Monfort. Todo, todo, se debía al tirón dulce y fuerte del alma de Eusebia.

La trascendencia de Jesús que vivía Eusebia no era la de la distancia, sino la de la intimidad. Desde la pobre cocina del esquinado colegio de Valverde había estallado la chispa que ponía la gente a los pies de la cruz.

1933, 1934, 1935. Llegaban relentes de guerra. Eusebia pensó ofrecerse como víctima. Tenía asma, sufría de hígado y de corazón. No importaba. Seguía amando con el optimismo gangrenado de la enfermedad. Que nuestro viaje no debe ser más allá de las estrellas, sino al fondo de nuestro propio corazón.

Moría el 10 de febrero de 1935. Todo el pueblo de Valverde tuvo un estremecimiento de alma, concéntrico al alto estruendo de su voz: “¡Sor Eusebia es una santa!”.

El derrame de simpatía y popularidad de Eusebia ha estirado el clima hasta llenarlo de prodigios. Sor Eusebia protege, nos protege, y quien nos protege nos puede robar el alma.

escrito Por Francisco Rodríguez de Coro S.D.B., historiador. 
(fuente: donbosco.es)

martes, 9 de febrero de 2016

Padre Gabriel Romero: "Estamos invitados a vivir este año en clave de misericordia"

Hermanos,

Con el corazón agradecido por lo vivido el 31 de enero, día en que desde la obra de Funes festejábamos a nuestro Padre Don Bosco y comenzaba el servicio de animación de la comunidad inspectorial, me animo a compartir con ustedes algunas palabras de la propuesta del Papa Francisco.

Estamos invitados a vivir este año en clave de misericordia y especialmente este tiempo que prontamente comenzamos: la cuaresma; tiempo especial para celebrar y experimentar la misericordia del Dios Padre. Deseo sinceramente que podamos ser misioneros de la misericordia, capaces de mostrar a nuestros jóvenes a Jesús, en quien Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de Él la Misericordia encarnada (Misericordiae vultus, 8).

Como salesianos sabemos que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo, eso es lo que hizo realidad nuestro padre Don Bosco. Que podamos vivir este año con una sensibilidad especial hacia los más pobres; el Papa Francisco nos recuerda que en ellos la carne de Cristo se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado (Misericordiae vultus, 15).

Dirijamos nuestra mirada y pidamos a María, a ella que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina se mostró pequeña como la humilde esclava del Señor, que bendiga y proteja de manera especial a nuestra comunidad inspectorial.

Gracias por los gestos de cercanía y acompañamiento de estos días.

Un abrazo en Don Bosco.

P. Inspector Gabriel Romero


Nuevas Profesiones: crece la comunidad salesiana

El 31 de enero es la fecha en que Juan Bosco partió al cielo. Y en esa misma fecha, a través de aquellos que profesan como salesianos, nosotros queremos expresar nuestra certeza de que Don Bosco sigue vivo, que su misión se prolonga, que su rostro y su estilo educativo quieren seguir presentes por medio de jóvenes que son llamados a imitar a Jesús con el estilo de Don Bosco.

El P. Natale Vitali, el P. Inspector Gabriel Romero y el P. Manolo Cayo junto a los neoprofesos: Gastón Flores, Mauricio Calgaro, Jordi Prina, Maximiliano Díaz, Gonzalo Morán, Damian Ibarra y Rubén Sotelo ( de izquierda a derecha de la foto).
Concelebrada por una veintena de salesianos, la misa fue presidida por el P. Inspector, Manuel Cayo. También estuvo presente el Regional, P. Natale Vitali. Ambos, en sus intervenciones, destacaron y agradecieron a las familias de los nuevos salesianos.

Con el corazón, estos nuevos salesianitos, se unieron a otros hermanos suyos que en países vecinos realizaron también su primera profesión, aquellos que fueron sus compañeros de Noviciado: Juan Manuel de Uruguay, Rodrigo de Paraguay , además de Emmanuel y Boris de Chile.

escrito por P. Ángel Amaya
(fuente: En 2 Ruedas)

martes, 2 de febrero de 2016

San Juan Pablo II y la Presentación de Jesús en el templo

Queridos hermanos y hermanas:

 1. Según el Evangelio de San Lucas, cuyos primeros capítulos nos narran la Infancia de Jesús, la Revelación del Espíritu Santo tuvo lugar no sólo en la Anunciación y en la Visitación de María a Isabel, como hemos visto en las anteriores catequesis, sino también en la Presentación del Niño Jesús en el templo (cf. Lc 2, 22-38).

2. Escribe el evangelista que “cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor” (Lc 2, 22). La presentación del primogénito en el templo y la ofrenda que lo acompañaba (cf. Lc 2, 24) como signo del rescate del pequeño israelita, que así volvía a la vida de su familia y de su pueblo, estaba prescrita, o al menos recomendada, por la Ley mosaica vigente en la Antigua Alianza (cf. Ex 13, 2. 12-13. 15; Lv 12, 6-8; Nm 18, 15). Los israelitas piadosos practicaban ese acto de culto. Según Lucas, el rito realizado por los padres de Jesús para observar la Ley fue ocasión de una nueva intervención del Espíritu Santo, que daba al hecho un significado mesiánico, introduciéndolo en el misterio de Cristo redentor. Instrumento elegido para esta nueva revelación fue un santo anciano, del que Lucas escribe: “He aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo” (Lc 2, 25). La escena tiene lugar en la ciudad santa, en el templo donde gravitaba toda la historia de Israel y donde confluían las esperanzas fundadas en las antiguas promesas y profecías.

3. Aquel hombre, que esperaba “la consolación de Israel”, es decir el Mesías, había sido preparado de modo especial por el Espíritu Santo para el encuentro con “el que había de venir”. En efecto, leemos que “estaba en él el Espíritu Santo”, es decir, actuaba en él de modo habitual y “le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor” (Lc 2, 26).

Según el texto de Lucas, aquella espera del Mesías, llena de deseo, de esperanza y de la íntima certeza de que se le concedería verlo con sus propios ojos, es señal de la acción del Espíritu Santo, que es inspiración, iluminación y moción. En efecto, el día en que María y José llevaron a Jesús al templo, acudió también Simeón, “movido por el Espíritu” (Lc 2, 27). La inspiración del Espíritu Santo no sólo le preanunció el encuentro con el Mesías; no sólo le sugirió acudir al templo; también lo movió y casi lo condujo; y, una vez llegado al templo, le concedió reconocer en el Niño Jesús, Hijo de María, a Aquel que esperaba.

4. Lucas escribe que “cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, Simeón le tomó en brazos y bendijo a Dios” (Lc 2, 27-28).

En este punto el evangelista pone en boca de Simeón el “Nunc dimittis”, cántico por todos conocido, que la liturgia nos hace repetir cada día en la hora de Completas, cuando se advierte de modo especial el sentido del tiempo que pasa. Las conmovedoras palabras de Simeón, ya cercano a “irse en paz”, abren la puerta a la esperanza siempre nueva de la salvación, que en Cristo encuentra su cumplimiento:“Han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 30-32). Es un anuncio de la evangelización universal, portadora de la salvación que viene de Jerusalén, de Israel, pero por obra del Mesías-Salvador, esperado por su pueblo y por todos los pueblos.

5. El Espíritu Santo, que obra en Simeón, está presente y realiza su acción también en todos los que, como aquel santo anciano, han aceptado a Dios y han creído en sus promesas, en cualquier tiempo. Lucas nos ofrece otro ejemplo de esta realidad, de este misterio: es la “profetisa Ana” que, desde su juventud, tras haber quedado viuda, “no se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones” (Lc 2, 37). Era, por tanto, una mujer consagrada a Dios y especialmente capaz, a la luz de su Espíritu, de captar sus planes y de interpretar sus mandatos; en este sentido era “profetisa” (cf. Ex 15, 20; Jc 4, 4; 2 R 22, 14). Lucas no habla explícitamente de una especial acción del Espíritu Santo en ella; con todo, la asocia a Simeón, tanto al alabar a Dios como al hablar de Jesús: “Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (Lc 2, 38). Como Simeón, sin duda también ella había sido movida por el Espíritu Santo para salir al encuentro de Jesús.

6. Las palabras proféticas de Simeón (y de Ana) anuncian no sólo la venida del Salvador al mundo, su presencia en medio de Israel, sino también su sacrificio redentor. Esta segunda parte de la profecía va dirigida explícitamente a María: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a Ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones” (Lc 2, 34-35).

No se puede menos de pensar en el Espíritu Santo como inspirador de esta profecía de la Pasión de Cristo como camino mediante el cual Él realizará la salvación. Es especialmente elocuente el hecho de que Simeón hable de los futuros sufrimientos de Cristo dirigiendo su pensamiento al Corazón de la Madre, asociada a su Hijo para sufrir las contradicciones de Israel y del mundo entero. Simeón no llama por su nombre el sacrificio de la Cruz, pero traslada la profecía al Corazón de María, que será “atravesado por una espada”, compartiendo los sufrimientos de su Hijo.

7. Las palabras, inspiradas, de Simeón adquieren un relieve aún mayor si se consideran en el contexto global del “Evangelio de la Infancia de Jesús”, descrito por Lucas, porque colocan todo ese período de vida bajo la particular acción del Espíritu Santo. Así se entiende mejor la observación del evangelista acerca de la maravilla de María y José ante aquellos acontecimientos y ante aquellas palabras: “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él” (Lc 2, 33).

Quien anota esos hechos y esas palabras es el mismo Lucas que, como autor de los Hechos de los Apóstoles, describe el acontecimiento de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los discípulos reunidos en el Cenáculo en compañía de María, después de la Ascensión del Señor al cielo, según la promesa de Jesús mismo. La lectura del “Evangelio de la Infancia de Jesús” ya es una prueba de que el evangelista era particularmente sensible a la presencia y a la acción del Espíritu Santo en todo lo que se refería al misterio de la Encarnación, desde el primero hasta el último momento de la vida de Cristo.

Juan Pablo II
Audiencia General del miércoles 20 de junio de de 1990
(fuente: catholic.net)

María presenta a su Hijo

La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad.

Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava el Señor”.

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.

¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).

¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)

(fuente: catholic.net)

lunes, 1 de febrero de 2016

El Papa a la vida consagrada: ‘El primer prójimo es el hermano de mi comunidad’

El Santo Padre recibe a los participantes del Jubileo de la Vida Consagrada y les señala ‘la profecía, la proximidad y la esperanza’ como claves para vivir la vocación.

(01/02/2016) Profecía, proximidad y esperanza. Son las tres palabras clave que el papa Francisco ha dado esta mañana a los participantes del Jubileo de la Vida Consagrada. Miles de religiosos y religiosas han estado con él esta mañana en el Aula Pablo VI, como acto conclusivo del Congreso que estos días han celebrado en Roma en la clausura del Año que el Santo Padre quiso dedicar a la Vida Consagrada. Como en tantas ocasiones, Francisco ha entregado el texto que tenía preparado “porque es aburrido leerlo” y ha decido improvisar su discurso con “lo que me viene al corazón”.

Ha iniciado recordando que los religiosos y religiosas son hombres y mujeres consagrados al servicio del Señor, “que ejercitan en la Iglesia este camino, de una pobreza fuerte, de un amor casto que les lleva a una paternidad y maternidad espiritual para toda la Iglesia. Y la obediencia”. A propósito de la obediencia, el Papa ha explicado que la “perfecta obediencia es la del Hijo de Dios, que se ha hecho hombre, por obediencia, hasta la muerte y muerte de Cruz”. Y ha precisado que la obediencia no es militar, “eso es disciplina”. Sin embargo, el Papa ha pedido una obediencia de donación del corazón, porque esto “es profecía”.

Asimismo, Francisco ha aclarado que si hay algo “que no veo claro, hablo con el superior, pero después del diálogo, obedezco”. Al respecto, ha advertido sobre la semilla de la anarquía, “que planta el diablo”. La anarquía de la voluntad –ha precisado– es hija del demonio, no es hija de Dios. Así, ha recordado que muchas veces debemos aceptar alguna cosa que no nos gusta, “se debe tragar”. Por esto, el Santo Padre ha explicado que la profecía es decir a la gente que hay un camino que te llena de alegría, que es el camino de Jesús. Es el camino del ser cercano. La profecía, “es un don, un carisma”. Pero se debe pedir al Espíritu Santo.

El segundo concepto analizado por Francisco ha sido la proximidad: hombres y mujeres consagrados, pero no para alejarse de la gente. Al respecto ha señalado el ejemplo del Santa Teresa del Niño Jesús que “con su corazón ardiente, permanecía cercana, y las cartas que recibía de los misioneros, la hacían más cercana a la gente”.

Asimismo, el Santo Padre ha advertido que hacerse consagrados no significa subir escalones en la sociedad. Ser consagrados no es un estatus de vida que me hace mirar a los otros por encima del hombro. Es más, “la vida consagrada debe llevar a la cercanía con la gente, cercanía física y espiritual”. En esta misma línea, el Pontífice ha recordado a los presentes que el primer prójimo de un consagrado es el hermano y la hermana de la comunidad. Y a propósito de la cercanía, el Santo Padre ha lanzado otra advertencia: el chismorreo es un modo de alejarse de los hermanos y de las hermanas de la comunidad. El Pontífice ha insistido con fuerza en esta idea: el terrorismo del chismorreo. El que chismorrea lanza una bomba y se va tranquilo. Y esto destruye, ha asegurado. Por eso les ha dado un consejo práctico: “si te viene decir algo contra un hermano, lanzar una bomba de chismorreo, muérdete la lengua fuerte”.

Sin embargo, les ha invitado a aprovechar los Capítulos para decir públicamente lo que cada uno siente, nunca a las espaldas. Así, ha asegurado que si “en este Año de la Misericordia cada uno de vosotros conseguiría no hacer nunca el terrorismo del chismorreo, sería un éxito para la Iglesia, un éxito de santidad”.

Y finalmente el Papa ha presentado “la esperanza”. A propósito, el papa Francisco ha confesado que a él esto le cuesta cuando ve el descenso de las vocaciones. En este punto ha lanzado otra advertencia. Algunas congregaciones –ha indicado– hacen el experimento de la “inseminación artificial”. Reciben sin responsabilidad ni discernimiento y luego vienen los problemas. Para remediar esto, el Santo Padre ha invitado a rezar sin cansarse, rezar con intensidad a Dios porque “nuestra congregación necesita hijos, hijas”. Dios no faltará a su promesa pero “debemos pedirle, debimos llamar a la puerta de su corazón”.

En esta línea, otro peligro sobre el que ha llamado la atención es que “cuando una congregación religiosa, ve que no tiene hijos y comienza a ser más pequeña, se aferra al dinero”. Y como sabemos –ha reconocido– el dinero es el estiércol del diablo. “Cuando no pueden tener la gracia de tener vocaciones, hijos, piensan que el dinero les salvará la vida. Y piensan en la vejez, ‘que no me falte esto’”. Así, ha asegurado Francisco, no hay esperanza. La esperanza solo en el Señor porque el dinero no te la dará nunca.

Las últimas palabras de su discurso ha recordado a las religiosas, que dan su vida en los hospitales, colegios, parroquias, barrios, misiones y les ha agradecido por esto.

(fuente: zenit.org)
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