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jueves, 16 de diciembre de 2010

Himno de Adviento

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz
murmura esperanzas cumpliéndose ya.
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Navidad, fiesta de la familia y de la vida

“La Navidad no es sólo la fiesta de Dios que se hace hombre, es también la fiesta de la familia y de la vida. Nos nace un niño, se nos da un hijo” [1] . Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia, en cuyo seno nació y creció el Hijo de Dios, que se hace hombre. En este día se celebra en todas las diócesis españolas la Jornada por la Familia y por la Vida, dos realidades ahora unidas en una misma festividad.

Tenemos el gozo de contar desde el 27 de abril del año que termina con una Instrucción Pastoral, aprobada y publicada por todos los Obispos de España en sesión plenaria. “La Familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad” proyecta una mirada a nuestra sociedad y nuestra cultura, desde la fe en Dios y el aprecio por el ser humano. He aquí algunas palabras de este documento que muestran la preocupación de los obispos: “Las circunstancias actuales de la sociedad española hacen que sintamos – escriben - junto con una gran esperanza, una grave preocupación por la situación de la familia y de la vida humana de los más débiles... En España, la familia padece graves males y es hora de afrontar sin complejos sus causas y sus soluciones... Las leyes que toleran e incluso regulan violaciones del derecho a la vida son gravemente injustas. Ponen en cuestión la legitimidad de los poderes públicos que las elaboran y promulgan” [2] .

La Instrucción Pastoral, sin embargo, es sobre todo una proclamación de la verdad y la belleza del matrimonio, de la familia y de la vida humana. Éstos son precisamente los tres aspectos que deseamos proclamar en esta Jornada por la Familia y por la Vida. Con esta ocasión, en efecto, los Obispos de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida dirigimos este mensaje a todas las familias cristianas y a cuantas personas aman la vida y desean promoverla.



1. La familia, realidad insustituible

En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida y entrega. En la familia cada uno es reconocido, respetado y valorado por sí mismo, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo. El ser humano necesita una “morada” donde vivir. Una de las tareas fundamentales de su vida es saberla construir. Todo hombre y mujer necesitan un hogar donde sentirse acogidos y comprendidos. El hogar es para el hombre un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir la fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea. Por eso, la familia es la verdadera ecología humana, el hábitat natural.

Si dentro de la familia nos fijamos en los esposos, merece la pena leer lo que decía el escritor Tertuliano:

“Quién podrá explicar la felicidad del matrimonio que consagra la Iglesia, confirma la oblación del sacrificio, sella la bendición del sacerdote, lo anuncian los ángeles y ratifica el Padre celestial…? ¡Qué unión la de los dos fieles que tienen la misma esperanza, el mismo deseo, la misma disciplina, el mismo Señor! Dos hermanos, comprometidos en el mismo servicio: no hay división de espíritu ni de carne; realmente son dos en una sola carne. Donde hay una sola carne, allí también un solo espíritu. Oran juntos, juntos se acuestan, juntos cumplen la les del ayuno. Uno al otro se enseñan, uno al otro se exhortan, uno al otro se soportan. Juntos pasan las angustias, las persecuciones y las alegrías. No se ocultan nada el uno al otro, todo es compartido, sin que por eso sea carga el uno para el otro…” (Ad uxorem, 9).

Por esta razón, hemos de denunciar una vez más los denominados “nuevos y alternativos modelos de familia”. Nos parecen pobres y raquíticos, y más si se presentan frente a la que es llamada, muchas veces con desprecio, “familia tradicional”. Todavía nos parece más perniciosa la equiparación de las uniones de las uniones de hecho al verdadero matrimonio y a la verdadera familia. También manifestamos nuestra tristeza por la difusión del matrimonio meramente civil entre bautizados, y la expansión de la mentalidad divorcista. En esa óptica, el divorcio es concebido como un derecho, pero en realidad oculta el drama humano y social que supone el fracaso del matrimonio. Nuestra sociedad oculta y tampoco denuncia el tremendo síndrome del post-aborto que tanto dolor y sufrimiento provoca en las madres que, en unas circunstancias sin duda difíciles de su vida, no apostaron por la vida.



2. La familia y su misión de transmitir la vida y educar a los hijos

La familia, comunidad de vida y amor fundada en el matrimonio, tiene como misión la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Sólo por esto sería ya institución imprescindible en la sociedad. La familia es verdaderamente “el santuario de la vida, el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada, contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano” [3]

El amor de los esposos es la primera relación que conforma la familia. Luego, la relación paterno-filial, cuya falta, por los más variados motivos, es siempre un primer drama en la vida de las personas. También las relaciones de fraternidad, que tienen una riqueza singular que no se encuentra en otras relaciones humanas; es la riqueza de compartir en igualdad un único amor: el amor de los padres. Tampoco puede olvidar la familia, la atención y el cariño especial que debe prestar a los ancianos y a otros miembros débiles, porque la familia, pequeña iglesia, está llamada al servicio de todos los que la forman, y especialmente de los más necesitados; de este modo vive “el amor preferencial por los pobres”: recién nacidos, deficientes, enfermos y ancianos

La convivencia familiar se convierte, así, en escuela de fraternidad y solidaridad, que nos abre igualmente a la solidaridad con otras familias, para la construcción de un mundo mejor. Servir al evangelio de la vida supone también que las familias se impliquen activamente en asociaciones familiares y trabajen para que las leyes e instituciones del Estado no violen de ningún modo los derechos humanos, entre los cuales está en primer lugar el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, sino que los defiendan y promuevan.



3.- La Navidad, fiesta de la familia y de la vida

Frente a tantas amenazas y asechanzas como surgen a veces entre nosotros contra la familia, célula primordial de la sociedad, todos debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad como creyentes: la familia sana es el fundamento de una sociedad libre y justa. En cambio, la familia enferma descompone el tejido humano de la sociedad. Tenemos la oportunidad, en estos días de Navidad de tantos encuentros de familia, de sentir ante el belén la llamada a amarla más, y a servir y defender la vida humana, especialmente cuando es débil e indefensa.

El evangelio del día de la Sagrada Familia nos habla precisamente de su huida a Egipto. “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. Como entonces, está en peligro el mayor tesoro de la familia, el hijo. La vida del Hijo de Dios está amenazada desde su nacimiento, por la pobreza y la persecución. El Hijo de Dios fue también, por un tiempo, emigrante y exiliado. Herodes atentaba contra la vida del niño, y, al verse burlado por los Magos, mandó matar a todos los niños de Belén y sus alrededores. Los Santos Inocentes de Belén son los primeros de tantos niños inocentes, víctimas de los intereses egoístas de los mayores.

Especial mención hemos de hacer, en esta Jornada por la Familia y por la Vida, a las víctimas inocentes del aborto provocado. Ninguna circunstancia, por dramática que sea, puede justificar el que se mate a un ser humano inocente. No se soluciona una situación difícil con la comisión de lo que el Concilio ya calificó de “crimen abominable”. Por desgracia, en no pocas ocasiones, las mujeres gestantes, abandonadas a su propia suerte e incluso presionadas para eliminar a su hijo, acuden al aborto como autoras y víctimas a la vez de esta violencia. Las penosas consecuencias – fisiológicas, psicológicas y morales – que padecen estas mujeres reclaman la atención y acogida misericordiosa de la Iglesia [4] .

Como decía Juan Pablo II, en el V aniversario de la encíclica Evangelium Vitae, “no tiene razón de ser una mentalidad abandonista que lleva a considerar las leyes contrarias a la vida – las leyes que legalizan el aborto, la eutanasia, la esterilización y planificación de los nacimientos con métodos contrarios a la vida y a la dignidad del matrimonio – son inevitables y ya casi una necesidad social. Por el contrario, constituyen un germen de corrupción de la sociedad y de sus fundamentos. La conciencia civil y moral no puede aceptar esta falsa inevitabilidad, del mismo modo que no acepta la idea de la inevitabilidad de las guerras o de los exterminios interétnicos” [5] .

En estos días de Navidad que traen a nuestra meditación el nacimiento y la infancia del Hijo de Dios hecho hombre, en esta fiesta de la Sagrada Familia que ve amenazada la vida de su hijo recién nacido, sentimos el vivo deseo de reafirmar con energía que la familia, toda familia está llamada a ser santuario de la vida, lugar de acogida y amor para todos sus miembros.

+ Mons. Braulio Rodríguez Plaza,
Obispo de Salamanca
Presidente de la C.E. de Apostolado Seglar

+ Mons. Juan Antonio Reig Plá,
Obispo de Segorbe-Castellón
Presidente de la Subcomisión para la
Familia y la Defensa de la Vida

+ Mons. Francisco Javier Ciuraneta Aymí,
Obispo de Lleida

+ Mons. Javier Martínez Fernández,
Obispo de Córdoba

+ Mons. Casimiro López Llorente,
Obispo de Zamora

[1] JUAN PABLO II, Audiencia general de 21 diciembre 1994.

[2] La Familia, Santuario de la Vida y Esperanza de la Sociedad. Instrucción Pastoral. Nº 3,12,127.

[3] JUAN PABLO II. Centésimus annus (1 mayo 1991), 39.

[4] Cf. La Familia, Santuario de la Vida y Esperanza de la Sociedad, 111, 112.

[5] JUAN PABLO II. Discurso con motivo del V aniversario de la publicación de la encíclica Evangelium Vitae, 14 de febrero de 2000.


Nota de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española

(fuente: www.mercaba.org)

Facebook y padres de familia: conviértete en amigo de tus hijos

Cada vez son más los padres de familia alarmados por el tiempo que sus hijos dedican a las redes sociales como Facebook. Al temor de que encuentren desconocidos se añade ahora un riesgo no menos nefasto: la pérdida del tiempo.

No es algo superfluo si se considera que hay evidencia que a mayor tiempo dedicado a redes sociales hay un menoscabo en la vida académica. O lo es que lo mismo: más horas en internet igual a peor rendimiento escolar.

En Estados Unidos apareció hace tiempo el libro Facebook for parents (Facebook para papás, Linda y B.J. Fogg), un “manual” para ayudarse y ayudar a los hijos a utilizar adecuadamente las redes sociales, particularmente Facebook. Una de las recomendaciones que ofrece el libro es evitar espiar a los hijos y mejor tutelarlos. Y la pregunta que viene en consecuencia es “¿cómo?”.

Psicóloga y madre de ocho hijos, Linda Fogg responde: “Vigilar no quiere decir juzgar y menos espiar, sobre todo porque una vez perdida la confianza de un chico, espiándolo, es más difícil recuperarla”. Y añade: “Enseñemos a los niños que deben proteger la información sensible –dirección de casa, de escuela, número de teléfono– y expliquémosles cómo hacerlo. Convenzámoslos que aquello que ponen en la web, fotos incluidas, es incancelable, y que compartir la información con “los amigos de los amigos” –en lugar de sólo elegir la opción “sólo amigos”– es como darle la información a cualquiera”.

Una manera concreta de ejercer esa tutela es precisamente convertirse en “amigos” digitales de los hijos en la red social que usan, no sólo Facebook, desde luego.

Y aquí empieza el trabajo cercano y amoroso de un padre de familia. Trabajo que significa hacer comprender al hijo que cuando tengan una duda o problema, también en el “mundo digital”, el padre y la madre estarán también ahí para ayudarlo y no para vigilarlo. De ahí que se les pueda proponer a los hijos más reacios a aceptar a los propios padres como amigos, dejar a los papás como “amigos” de segundo rango, dándoles acceso sólo a un cierto nivel de información.

El 12 de septiembre de 2010 Il Corriere della Sera publicaba en la sección de salud diez consejos dirigidos a los padres (p. 59):

1. Identificar las reglas compartidas de navegación en internet, de modo que los hijos se sientan partícipes en la elaboración de ellas y, en ese mismo sentido, responsables al cumplir lo que ellos mismos pudieron proponer razonablemente.

2. Colocar la computadora en un lugar visible. De preferencia fuera de la propia habitación.

3. Aprender el uso de internet.

4. Utilizar sistemas de protección (filtros).

5. Hablar habitualmente con los hijos sobre el uso que hacen de internet.

6. Recomendarles y recordarles que en la web no es conveniente dar o dejar datos personales como domicilio o teléfono.

7. Recomendar jamás pedir on line fotos o videos personales y menos repartirlos a quienes no se conoce personalmente.

8. Ser claros en los riesgos que se derivan del contacto con desconocidos en internet (pedofilia, secuestros, violencia, etc.).

9. Evitar el uso de internet por la noche. Habituarlos siempre a avisar a los papás que se usará internet y, en el caso de estar en un chat, con quién se estará “chateando”.

10. Navegar y “chatear” juntos, al menos inicialmente, para orientarlos en la práctica sobre qué es la privacidad en internet y cómo relacionarse ahí.

Aunque redes sociales como Facebook especifican que son para mayores de 13 años, la realidad es que cada vez más niños obtienen perfiles en esa u otras social network. Un padre de familia convertido en “amigo” es un recurso de cercanía y un apoyo moral para todos esos adolescentes que están formando su personalidad.

Autor: Jorge Enrique Mújica L.C.
(fuente: www.churchforum.org)

martes, 14 de diciembre de 2010

14 de diciembre: San Juan de la Cruz

Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.

Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos; Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las manualidades y muestra afición al estudio.

Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo.

Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.

En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo "palomarcico", como le gustaba de llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba con "fraile y medio" haciendo con gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.

Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.

La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita" para referirse a su ciencia, "santico de fray Juan" al hablar de su santidad, previendo que "sus huesecicos harán milagros".

No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo por el tragaluz.

En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.

Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.

Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos".

En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.

Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.

Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.

Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el "estercolero del desprecio". Llovía.

Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.

Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas

Un fraile de cuerpo entero.

(fuente: www.mercaba.org)

lunes, 13 de diciembre de 2010

De la "familia junta" a la "familia unida"

Hace unos años, en un estudio realizado en México, todas las personas que participaron en grupos de trabajo por todo el país, coincidieron en señalar que para ellos el valor principal que justifica cualquier sacrificio es tener una "familia unida" donde reine el amor.

Sin embargo, en el mismo estudio también se constató que la mayoría de las personas vive en un modelo de "familia junta" donde las relaciones se entablan en función de la utilidad y los intereses personales, y no sobre la base del amor. Incluso algunos, no pocos, reconocían que vivían una situación de "familia rota", donde de hecho ya no había prácticamente ninguna relación. Muchos afirmaban que del amor al rencor, la mayoría de las veces hay un pequeño paso y basta un suceso insignificante para destruir todo lo que parecía haberse construido en mucho tiempo.

Quizás estas observaciones de campo sirven para apoyar una idea que actualmente circula por todas partes: la familia está en crisis. Todo el mundo lo dice, pero ¿en qué consiste la crisis de la familia?

En primer lugar, hay que decir que la crisis de la familia es consecuencia de la crisis que sufre el matrimonio porque, como dice sabiamente la constitución italiana: "La república reconoce los derechos de la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio". La familia se funda en el matrimonio, pero la nueva concepción de la sexualidad que reina en nuestra sociedad parece haber roto el ideal de matrimonio que vivieron nuestros padres y abuelos. Sin embargo, hay algo más.

Se puede decir que la crisis de la familia es, sobre todo, una crisis de las funciones de la familia. La sociología tradicional distingue dos tipos de funciones de la familia. Por una parte, sus funciones institucionales: la función biológica (transmitir y acoger la vida humana), la económica (proveer los bienes materiales necesarios para la subsistencia), la protectora (ofrecer seguridad contra los riesgos de la existencia), la cultural (transmitir los valores y tradiciones ético-sociales), y la función de integración (introducir al individuo en la sociedad y ejercer un control sobre él).

Por otra parte, están las funciones personales de la familia, que consisten en dotar de afectividad e integración a la relación entre marido y mujer (función conyugal), entre padres e hijos (función parental), y entre los hermanos (función fraternal). El buen cumplimiento de estas funciones personales estaría detrás de lo que los mexicanos del estudio llamaban una familia unida, y todos veían en ella el mayor ideal de felicidad que se puede tener en esta vida.

Desgraciadamente, solemos conferir demasiada importancia a las funciones institucionales en perjuicio de las personales, y encontramos fenómenos como el del padre ausente -cuya única función es proporcionar sustento económico a la familia-, o el de la madre excesivamente rígida pero poco afectiva, que producen desequilibrios en las relaciones personales. Otro grave problema es la ruptura de la relación matrimonial, que causa alteraciones de las relaciones paterna y materna con un "efecto dominó".

En un reciente estudio publicado en Estados Unidos sobre los efecto de las rupturas matrimoniales en los hijos, después de muchos años de investigación, se desprendía una conclusión final: el peor matrimonio es siempre mejor que el mejor divorcio. Detrás de esta afirmación aparecía una amplia muestra de problemas afectivos y psicológicos en los hijos de familias rotas. La conclusión equivocada de este estudio podría ser: entonces, no es tan malo tener una familia junta, al fin y al cabo siempre resulta mejor para los hijos que una familia rota. Pero este conformismo significa dar el primer paso hacia la "familia rota", porque se deja de poner el esfuerzo real de atención constante que requiere la familia unida.

Sí, la familia unida requiere un esfuerzo constante o, mejor dicho, una atención constante por cultivar continuamente las funciones personales de la relación familiar. Esta atención comienza desde antes de elegir a la pareja; de hecho, ahí se juega la mayor baza que después será muy difícil corregir. Siempre es útil un consejo fundamental: a la hora de casarse conviene fijarse más en las funciones personales que en las institucionales.

Quizás el problema está en que, lo que en teoría consideramos el principal valor -la familia unida-, en la práctica queda relegado a una de las responsabilidades menos prioritarias de nuestra vida. Ponemos primero la utilidad y luego, el amor. Pero el amor es como los idiomas, que si no lo cultivas cada día, se olvida. El amor requiere una entrega sacrificada cada día, cada minuto, cada segundo; si no, se debilita y muere.

Autor: P. Enrique Cases
Tomado de catholic.net

domingo, 12 de diciembre de 2010

“¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (Mt 11, 2-11)

En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús le respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por Mí”. Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: ¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten de lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, Yo se los aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que Yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Jesucristo define a su primo, San Juan Bautista como un Profeta, agregando que es “más que un profeta” (Mt. 11, 2-11). Esto fue cuando ya eran adultos -treinta años de edad tenían ambos. Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya Juan había caído preso por su denuncia del adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y, aparte de su predicación, ya había realizado unos cuantos milagros, por lo que su fama se iba extendiendo por toda la región.

Es así como, estando Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces confirmar si era el Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era El o si debían esperar a otro. Jesús no respondió directamente, sino que ordenó que se informara a Juan acerca de los milagros que estaba realizando: los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan, los cojos andan ... San Juan Bautista ya no necesitaba más información: enseguida debe haber identificado a Jesús con las profecías del Profeta Isaías sobre la actividad milagrosa del Mesías (cf. Is. 35, 4-6).

Sin embargo, por más que los milagros eran algo muy impresionante y por más que ya estaban anunciados que serían hechos por el Mesías esperado, la austeridad con la cual Jesús se estaba manifestando al pueblo de Israel, contrastaba con lo que la mayoría estaba esperando del Mesías. Y esto podría defraudar a unos cuantos, pues la mayoría esperaban un Mesías poderoso e imponente.

De allí que el Señor rematara el mensaje para su primo el Precursor, con esta frase: “Dichoso aquél que no se sienta defraudado por mí”. En efecto, a muchos de su tiempo les pareció que Jesús no hacía suficiente honor a su título de Salvador, pues como bien dijo San Pablo posteriormente: “no hizo alarde de su categoría de Dios” (Flp. 2, 6). En efecto, a pesar de ser ¡nada menos que Dios! Jesús nos da ejemplo de una labor humilde y sencilla. Y, a la vez, nos exige esa misma humildad y sencillez a nosotros.

Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo pre-navideño de Adviento.

¿Qué tiene que ver este mensaje del Evangelio con este tiempo de preparación a la Navidad? Que debemos prepararnos, como San Juan Bautista llamaba a la preparación para la llegada del Mesías. Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros con su Gracia. Aprovechemos todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías. Pidámosle que cure la ceguera de nuestra oscuridad, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como El las ve. Pidámosle que cure la sordera de nuestro ruido, para que podamos oír su Voz y seguirle sólo a El. Pidámosle que cure nuestra mudez, para que podamos proclamar su Palabra a todo el que quiera oírla. Pidámosle que cure nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos andar por el camino que nos lleva al Cielo.

Así nos habremos preparado bien para recibirlo. Así habremos aprovechado este Adviento. Que así sea.

(fuente: www.homilia.org)

sábado, 11 de diciembre de 2010

Estemos alertas ante “el espíritu de la navidad”

Conocemos la disposición de ánimo y el ambiente festivo que es común en los días navideños y pre-navideños. Y a esta tendencia característica propia de la época solemos llamar espíritu navideño o espíritu de la navidad.

Sin embargo, la palabra espíritu tiene también otras varias acepciones. Entre las 12 que da el Diccionario Larousse están dos muy interesantes en relación al tema que estamos tratando: “sustancia incorpórea”, “ente imaginario”.

Y es así como una nueva moda de un tal “espíritu de la navidad” se nos ha estado colando aún entre los católicos. Algunos de entrada toman el término como esa actitud festiva individual y social propia de los días navideños, para luego darse cuenta de que realmente se trata de una figura que puede catalogarse más bien dentro de los otros dos significados que nos da el Diccionario.

Y ¿qué se pretende con la introducción de ese tal “espíritu de navidad”? Sencillamente desviar el significado de la Navidad, que es el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hacia esta nueva figura llamada “el espíritu de la navidad”.

Porque estamos ante una delicada situación, el Señor Arzobispo de Caracas dijo lo siguiente en su Exhortación Pastoral para la Navidad de1996:

Hay que alertar a todos los fieles en general y hombres de buena voluntad para que no se dejen desviar hacia concepciones y prácticas que tratan de cambiar el rostro de la Navidad y eliminar el espíritu cristiano de la misma.

Lo que se ha dado en llamar últimamente “espíritu de la navidad” es un conjunto de enseñanzas sutiles y de prácticas ingeniosas que tratan de apartar a las familias y a los grupos en general de una celebración centrada en el nacimiento del Hijo de Dios y de desviar el significado de la fiesta navideña hacia la contemplación de figuras fantasmagóricas ...

La Navidad es la celebración del Nacimiento de Dios-hecho-Hombre, de ese bebé concebido milagrosamente por el Espíritu Santo -el Espíritu de Dios- en el vientre virgen de María, que nace también milagrosamente en una cueva en Belén de Judá, como había sido predicho por los profetas del Antiguo Testamento (Isaías 7, 14 y 9, 5).

El supuesto “espíritu de la navidad” nada tiene que ver con la Navidad Cristiana. Es otra forma de corromper el mensaje cristiano en aquello que tiene de básico y fundante como es la Encarnación del Hijo de Dios y su obra redentora. (De la Exhortación Pastoral del Monseñor Ignacio Velasco, Arzobispo de Caracas para la Navidad 1996)

Por esto debemos estar alerta ante una navidad a lo new age, que se nos trata de introducir a través de esta nueva moda: “el espíritu de la navidad”. Proveniente del ocultismo y apoyándose en costumbres paganas, se ha creado una figura que pretendidamente trae a lo largo del año lo que se le pida en un día específico antes de la fecha de Navidad.

Lo que se busca con esto es sustituir el sentido cristiano de la Navidad por ceremonias y prácticas provenientes del ocultismo y del espiritismo, pero bien disfrazadas de provechosas, espirituales y aparentemente cristianas.

Es el mismo engaño de todas las ideas y prácticas del New Age: presentar un error teñido de verdad, presentar un peligro vestido de provecho, presentar una idea anti-cristiana coloreada de cristianismo.

En el caso del tal “espíritu de navidad”, se ofrece como principal atractivo la posibilidad de que se realicen sueños y deseos y de que se nos dé cuanto pidamos. Pero ... ¿se dan cuenta quienes se sienten atraídos por esta costumbre engañosa de que pueden estar cayendo en prácticas que vienen del espiritismo?

Porque ... ¿qué es, si no, invocar y escribir a un “espíritu”? Y ...¿quiénes son los “espíritus” que están prestos a complacer a los hombres en sus deseos y sueños temporales? Los espíritus de Dios (Angeles y almas de los Santos que están en el Cielo) no son más que servidores de Dios para la salvación de los hombres (cfr. Hb. 1,14), encargados de las órdenes de Dios y atentos a la voz de Su palabra (cfr. Sal. 103, 20-21).

Los espíritus de Dios sirven sólo a Dios y -si Dios así lo dispone- pueden servir a los hombres en los designios salvíficos que El tenga para nosotros (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #350).

Los espíritus de Dios no están para complacernos a los hombres en nuestros deseos, sueños, caprichos o necesidades creadas. Están al servicio de Dios y -sólo si Dios lo desea- pueden estar al servicio de los hombres para fines tendientes a nuestra salvación.

Lo que sucede es que el jefe de los espíritus que no son de Dios es el llamado en el Evangelio el amo o príncipe de este mundo (Jn. 12, 31-14, 30 y 16, 11) y, como tal, tiene cierto poder sobre las cosas del mundo. Pero también es, según el Evangelio, el inventor o padre de la mentira (Jn. 8, 44), que aparenta ser ángel de luz (2a. Cor. 11, 14) para engañar y que, además, desea ser adorado por nosotros y adueñarse de nosotros a cambio de lo poco que a veces pueda otorgar.

Si tuvo la osadía de tentar al mismo Dios -a Jesucristo- para tratar de desviarlo de la misión que Dios-Padre le había encomendado (cfr. CIC #394), proponiéndole: “Te daré poder y te entregaré riquezas, si te arrodillas delante de mí” (Mt. 4, 8-9 y Lc. 4, 6-7) ... ¿qué no intentará con nosotros los hombres para desviarnos del camino que nos lleva a Dios?

“En esta época de tantas confusiones es necesario que nosotros los cristianos tengamos un sentido claro de nuestra fe ... El supuesto espíritu de la navidad nada tiene que ver con la Navidad Cristiana. Es otra forma de corromper el mensaje cristiano” (De la Exhortación Pastoral para la Navidad 1996 de Mons. Ignacio Velasco, Arzobispo de Caracas).

(fuente: www.mercaba.org)
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