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miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Por qué los sacerdotes católicos no se casan?

En la Iglesia Latina, los sacerdotes y ministros ordenados, a excepción de los diáconos permanentes, «son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12)» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1579). En efecto, todos los sacerdotes «están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos, y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato» (Código de Derecho Canónico c. 277).

Don de Dios

Este celibato sacerdotal es un «don peculiar de Dios» (Código de Derecho Canónico c. 277), que es parte del don de la vocación y que capacita a quien lo recibe para la misión particular que se le confía. Por ser don tiene la doble dimensión de elección y de capacidad para responder a ella. Conlleva también el compromiso de vivir en fidelidad al mismo don.

Que capacita para la misión

El celibato permite al ministro sagrado «unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres» (Código de Derecho Canónico c. 277). En efecto, como sugiere San Pablo(1Cor 7,32-34) y lo confirma el sentido común, un hombre no puede entregarse de manera tan plena e indivisa a las cosas de Dios y al servicio de los demás hombres si tiene al mismo tiempo una familia por la cual preocuparse y de la cual es responsable.

Opción por un amor más pleno

Queda claro por lo anterior que el celibato no es una renuncia al amor o al compromiso, cuanto una opción por un amor más universal y por un compromiso más pleno e integral en el servicio de Dios y de los hermanos.

Signo escatológico de la vida nueva

El celibato es un también un «signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1579) y que él ya vive de una manera particular en su consagración. El sacerdote, en la aceptación y vivencia alegre de su celibato, anuncia el Reino de Dios al que estamos llamados todos y del que ya participamos de alguna manera en la Iglesia.

El celibato sacerdotal se apoya en el celibato de Cristo

El celibato practicado por los sacerdotes encuentra un modelo y un apoyo en el celibato de Cristo, Sumo Pontífice y Sacerdote Eterno, de cuyo sacerdocio es participación el sacerdocio ministerial.

(fuente: http://www.aciprensa.com/)

No se puede amar a quien no se conoce

¿Nunca te ha pasado que te formas un preconcepto sobre alguien, y cuando lo llegas a conocer a fondo te sorprendes de lo absolutamente distinta que es en realidad esa persona?

A veces lo que sientes es mejor que lo que esperabas, y otras veces te decepcionas, porque habías generado mayores expectativas. Pero en cualquier caso lo que sientes ahora es a una persona distinta, totalmente distante de la imagen que te habías figurado.

Imagínate ahora que hablamos de Jesús, nuestro Dios. ¿Cuán a fondo lo conoces? ¿Te atreves a decir que tienes una cercanía con El que te permita sentirlo vivo, presente, familiar, como El realmente es?

¿Cómo podemos amar a Cristo, si no nos esforzamos en conocerlo? Cristo es la fuente del amor infinito, imagínate cuanto más podrás amarlo si lo conoces a fondo, como El realmente es.

Enamorarse de Jesús es la consecuencia lógica de conocerlo, de interesarse por El.

Para llegar a conocer a Cristo en profundidad puedes elegir varios caminos, pero la manera más perfecta y directa es a través de la lectura de los Evangelios. Su Vida entre nosotros es Su mayor testimonio de amor. Pero también estudiando la vida de muchos santos se llega a conocer a Cristo. ¿Por qué?. Simple: cuando uno entiende que Jesús se dio de forma abierta y amorosa a las almas que se abrieron humildemente a El, comprende también que ese amor está disponible para cualquiera que quiera ir a gozarlo. Y cuando el Señor da, da a mano abierta. Se manifiesta como un enamorado de Sus hermanos aquí, se brinda sin límites. Es entonces que uno toma conciencia que Jesús nos mira, y nos espera todo el tiempo. Siempre atento a un gesto nuestro, a un saludo, a un pensamiento. Un eterno enamorado de nuestra alma, que espera pacientemente ser reconocido, ¡Y es nuestro Dios!.

Es imposible conocer a fondo a Jesús y no amarlo, si se hace con un corazón bien intencionado. El amor crecerá entonces como consecuencia lógica de entender que El está allí, esperando que lo descubramos y le abramos nuestras puertas a Su amor.

¡Leemos y nos interesamos por tantas cosas intrascendentes en nuestra vida! Busquemos, por una vez, en el lugar correcto.

Jesús nos está esperando, quiere que nos hagamos primero Sus amigos, para luego enamorarnos perdidamente de El, nuestro Dios.

(fuente: http://reinadelcielo.org/)

martes, 3 de noviembre de 2009

Carta de Satanás

Te vi ayer cuando comenzabas tus tareas diarias. Te levantaste sin ni siquiera orar a tu ‘Dios’. En todo el día no hiciste nada de oración; de hecho, ni recordaste bendecir tus alimentos. Eres muy desagradecido con tu Dios, y eso me gusta de ti. También me agrada la enorme flojera que demuestras siempre en lo que se refiere a tu crecimiento cristiano.

Rara vez lees la Biblia y cuando lo recitas estás cansado. Oras muy poco y muchas veces recitas palabras que no meditas. Por cualquier pretexto llegas tarde o faltas a tus reuniones de formación. ¿Que decir de tus quejas?, Hemos disfrutado juntos muchas películas e imágenes que te llevan al pecado... y qué decir de las veces que hemos ido a los impúdicos ‘espectáculos artísticos en vivo’. Aquel día tu debilidad con aquella personita simpática, que bien nos la pasamos!!!

Pero más me agrada que no te arrepientes, sino que reconozcas que eres joven y tienes derecho a gozar la vida, piensas solo en cuerpo y crees que no tienes un alma que guardar para la eternidad. No hay duda: eres de los míos.

Disfruto mucho los chistes obsenos que dices, y que escuchas. Te ríes por lo gracioso de ellos, yo me río de ver a un hijo de Dios participando en ellos. El hecho es que ambos la pasamos bien. La música vulgar y de doble sentido que escuchas me fascina. ¿Cómo sabes cuales son las bandas y solistas que me gusta escuchar? También disfruto mucho cuando difamas y te revelas contra tu Dios. Me siento feliz cuando te veo bailando y haciendo ese de movimientos que tanto fascinan, cómo lo disfruto!!!

Ciertamente cuando vas y te diviertes sanamente, me desilusionas, pero no hay problema, siempre habrá otra oportunidad. Hay veces que me haces servicios increíbles cuando das malos ejemplos a los niños o cuando les permites que se desvíen de su inocencia por medio de la televisión o cosas por el estilo. Son tan perceptivos que fácilmente imitan lo que ven. Te lo agradezco mucho.

Lo que más me agrada es que rara vez tengo que tentarte, casi siempre caes por tu propia cuenta. Buscas los momentos propicios, te expones a situaciones peligrosas, buscas mis ambientes.

Si tuvieras algo de sesos cambiarías de ambiente y compañías; entregarías realmente tu vida al que dices llamar ‘tu Dios’ y aun vivir más el resto de tus años bajo la guía del Espíritu Santo.

No acostumbro enviar este tipo de mensajes, pero eres tan conformista espiritualmente que no creo que vayas a cambiar. No mal entiendas, aún te odio y no me interesas en lo más mínimo. Si te busco es porque me agrada como es tu manera de comportarte y hacer quedar en ridículo a Jesucristo.

Tu enemigo que te odia: Satanás o como me quieras llamar.

P.D. Si realmente me amas, no le cuentes a nadie acerca de esta carta y ni se te ocurra comentar nada…

María Cecilia Perrín, Sierva de Dios: El triunfo de la vida, el triunfo del amor, el triunfo de Dios

Cecilia Perrín nació en Punta Alta en 1957, fue la tercera de cinco hermanos en una familia con profundas raíces católicas, una de las primeras familias que adhirió al Movimiento de los Focolares en Punta Alta.

Era docente en el Instituto Estrada, daba clases de catequesis. Todos la recuerdan como una chica alegre, siempre a la moda, una persona normal, con el deseo de seguir a Jesús totalitariamente.

En 1983, luego de dos años de noviazgo, se casó con Luís Buide. Cuentan que fue tanta gente a su casamiento que hubo que cortar el tránsito porque los amigos ocupaban toda la calle hasta la vereda opuesta.

A los seis meses de casada quedó embarazada y al poco tiempo siente unas molestias por una llaguita en la lengua, por la que los médicos de Punta Alta le recomendaron viera a un especialista en Buenos Aires. Allí, estando embarazada de cuatro meses le diagnosticaron cáncer en la lengua.

Los médicos consideraron realizar un “aborto terapéutico” para poder salvar la vida de Cecilia. Ella se niega rotundamente. Decidida a proteger la vida de su bebé y sabiendo que esto hará imposible llevar adelante los tratamientos necesarios, le da su Sí, con serenidad y claridad, a Dios.

Ella misma escribe: “... Hoy le pude decir a Jesús que sí. Que creo en su amor más allá de todo y que todo es Amor de Él. Que me entrego a Él.”

Y cuenta en una carta que escribió en esos momentos a unos matrimonios amigos:

“Fueron días de muchas consultas. Todo se complicaba debido a mi embarazo. Pero, a pesar de esto, dábamos cada paso con la certidumbre de que era algo que Jesús nos proponía y que, si estábamos permanentemente en su voluntad, encontraríamos su camino. Teníamos claro que era nuestro deber agotar todos los medios para encontrar el tratamiento en el cual nuestro bebé sufriera menor riesgo.


Al principio los médicos nos habían hablado de aborto terapéutico. Nosotros siempre nos negamos. Entonces los médicos trataban de evitar el caso por miedo al alto riesgo.”

Más adelante le propusieron practicar una operación bastante importante en la mandíbula, pero luego de la misma debería alimentarse durante tres meses por sonda y nadie podía asegurar que el bebé recibiera la alimentación suficiente. Cecilia se negó y entonces decidieron realizarle una intervención menor, a pesar de la cual el tumor siguió desarrollándose.

En julio del 84 nació María Agustina, a la cual recibió con muchísima alegría y a quién se brindó totalmente a pesar de su dolor.

Luego del nacimiento de Agustina le hicieron una intervención, pero el mal estaba tan avanzado que los médicos no pudieron hacer lo que tenían pensado. Quienes vieron a Cecilia luego de ese momento se asombraron porque a pesar de que esta operación había resultado un fracaso y ella lo sabía, estaba feliz, con mucha paz. Y ella se lo cuenta de este modo en una carta a Monseñor Mayer (Arzobispo de Bahía Blanca en ese entonces):

“Hace días atrás sentía de darle todo a Jesús pero con la voluntad y el pensamiento, no con el sentimiento, no podía de esta forma decirle SI, porque me invadía un gran temor que me lo impedía. El otro día en el quirófano estando sola antes de que me durmieran pude decirle sintiéndolo: Sí Jesús, te doy todo. Cuando desperté sentía una gran tranquilidad pese a que lo que me dijeron era bastante desalentador”.

A partir de allí, Cecilia, que desde el primer momento había “apuntado alto”, se puede decir que fue ascendiendo vertiginosamente por el camino que Dios le proponía.

El hecho de estar lejos de su ciudad por el tratamiento y también porque en el último tiempo ya no podía hablar, hizo que escribiera muchísimo y en esos escritos se descubre su relación profunda con Dios.

Su belleza natural y fresca había desaparecido a causa de su enfermedad. Pero su Amor y su entrega a Dios hacían que irradiara una belleza superior comentada por todos los que la conocieron. Ella escribió: “Señor quiero ser como Vos quieras que sea; tener la personalidad que desees, ser ante el que está a mi lado como Vos quieras que sea. Tener la belleza que Vos quieras que tenga.”

En una carta que escribe a sus alumnos de 5º año resalta como descubre en la experiencia que vive, detrás del dolor, el Amor de Dios.

“Ahora que se van quiero darles algo de lo que estoy viviendo. Muchas veces hemos hablado de que Dios es Amor. Ahora les puedo decir que es la experiencia más profunda que vivo. La situación es difícil, pero no saben lo que es abandonarse a El y decirle

Vos actuá. Esta es tu voluntad, manifestate como Tu lo quieras. El cubre todo, todo. Su amor se hace sentir, pero sentir de veras. Es como que el corazón estalla.

Parece una locura porque no se puede entender: sufrir el dolor físico y experimentar que más allá de ese gran dolor te invade una felicidad que no se te va.


Yo siento que en el dolor uno se desprende de todo y se queda con lo íntimo de uno mismo y en esta intimidad está Dios y El es Amor.

Entonces, si lo descubres y lo aceptas, El te invade, te toma.

Saben que el cáncer es una enfermedad mortal, Yo les puedo asegurar que para mí es algo que me da la vida, que me hizo ver, cómo es espléndido vivirla como Dios la va mostrando. Vieron cómo es Jesús, se sirve de caminos tan raros para llegar a uno…”


A Lía Brunet, en ese momento responsable del Movimiento de los Focolares en Argentina le escribía:

“Llamaron dos amigas para venir a verme, y al prinicpio dije que no, porque me sentía mal. Pero luego pensé: ¿quién soy yo para decir esto?. Mi cuerpo no es mío y lo que Jesús está obrando en mí es fruto de todos y para todos. Es importante para mí descubrir esto. Es una transformación.

El otro día le escribía a Luis contándole como veía que Dios ha trabajado nuestro matrimonio: yo, por ejemplo, que personalmente siempre me he cuidado mucho de ser linda para Luis, en estos últimos meses humanamente era haberme visto en la nada, despojada de todo, hasta lo veía como una degradación corporal al punto que me dolía que me viera así. Sin embargo esto nos permitió descubrir el amor más allá de las máscaras. Se ha purificado. Ahora siento por él y no por mí. Quiero estar en la luz, para ser lo que él necesite y así con todos.

Días atrás sentía como si fuera lo mismo vivir que morir, o sea, que da igual. Es más, hubo momentos en donde veía que morir era más fácil, más descansado. Pero sabes, lo que ahora le pido a Jesús es que me gustaría ser expresión de su gloria, me gustaría mostrar esta vida que nos ha permitido probar.”


El 1º de marzo de 1985, Cecilia falleció a la edad de 28 años. Sus restos descansan en Mariápolis Lía, en O´Higgins, Pcia. de Bs. As. (Ciudadela del Movimiento de los Focolares), por pedido de ella, para que aquellos que la fueran a ver, encontraran un lugar de alegría y esperanza y no de muerte y desolación.

El 10 de noviembre de 2005, la Santa Sede da el consentimiento para que se inicie la causa de beatificación y canonización de Cecilia Perrín y la declara Sierva de Dios.

Por último algunos pensamientos que escribió y entregó a su hermano pidiéndole que componga una canción:

Estuviste en mí desde siempre.
No te busqué. Tu viniste a mi encuentro.
Estuviste pero eras desapercibido en mi vida.
Te creía importante
pero vivía como si no lo fueras
y Tú que eres Amor te quedabas.
No te importó mi indiferencia,
no te importó que te cubriera;
no te importó que te cambiara el rostro
y Vos que sos el Amor Eterno,
quisiste que te amara para compartirte.
Irrumpiste en mí para que despertara…
qué fuerte despertar, te fuiste abriendo paso.
Ahora solamente tengo existencia en Tu ser.
Quiero vivir para darte gloria.
Que mi presencia sea un canto a Ti.
He demorado mucho en desprenderme del mundo
pero Tu me has acogido, me has permitido amarte,
en el dolor has penetrado en lo más hondo de mi alma.
Y ahora que he experimentado tenerte dentro mío,
todo mi ser te reclama.
Cada momento, cada dolor, cada alegría son tuyos.
Hay momentos en donde el pensamiento pareciera se volviera absurdo,
pareciera que la alegría sobrepasa la realidad.
La luz se hace grande y mi corazón rebosa de cantarte Gloria.

(fuente: http:www.facebook.com)

lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Nuestros queridos muertos!

Autor: Pedro García, misionero claretiano

No los podemos olvidar delante de Dios, desde el momento que los queremos tanto….

Muchas veces nos hemos preguntado en nuestra América Latina: -¿A qué viene, y cómo se explica, la devoción de nuestros pueblos a los Fieles Difuntos?

No podemos ni queremos establecer comparación con otras culturas no cristianas, que no tienen nuestra esperanza, y que son también muy apegadas al culto de sus muertos. Hablamos de nosotros porque tenemos fe. Sabemos que los que nos precedieron están en el seno de Dios. Y sin embargo, pensamos mucho en ellos, rezamos mucho por ellos, y los muertos están presentes en nuestra familias como lo estuvieron en vida.

No pasa así en otras civilizaciones también cristianas --que se dicen superiores (!)-- y que ante sus muertos se muestran bastante frías…

Hablando, pues, de nosotros, ciertamente que hay dos explicaciones, muy legítimas las dos, y también bastante claras, en este proceder nuestro con los difuntos: el amor familiar y el buen corazón de nuestras gentes.

La primera, el amor familiar, es evidente. Nuestros pueblos conservan, gracias a Dios, un gran apego a la familia. Y es natural que, al llegar este día, sintamos la necesidad de hacer más presentes entre nosotros a los seres queridos que se nos fueron.

La segunda explicación que se da es el buen corazón, que nos hace sentir muy de cerca el dolor de los demás. Y eso de pensar que nuestros difuntos están a lo mejor todavía purificándose en aquel fuego devorador que, según la piedad y la fe cristiana, llamamos Purgatorio, eso nos llega muy al fondo del alma. Y eso es también lo que nos mueve a intensificar nuestros sufragios ante Dios por las almas benditas.

Hablando de esta segunda razón --el buen corazón de nuestros pueblos--, explicaba un prestigioso sacerdote latinoamericano:

- Pasa con los Difuntos como lo que ocurre en nuestros pueblos con el Santo Cristo. Se le tiene una devoción muy especial. Por ejemplo, llega la Semana Santa, y hay que ver las plegarias ante el Señor que sufre y cómo se le acompaña en procesiones penitenciales… Pasa el Sábado Santo con el recuerdo de la Virgen Dolorosa, y dice poco la celebración del Señor que resucita. ¿A qué obedece este fenómeno, a sólo cultura o a un sentimiento muy profundo del corazón?…

Nosotros aceptamos esta realidad: los difuntos nos dicen mucho al corazón, y los recordamos, rogamos por ellos, y los seguiremos encomendando siempre al Señor.

Pero, ¿qué debemos pensar de las penas del Purgatorio, de las cuales queremos aliviar a nuestros queridos difuntos? Aquí deberíamos tener las ideas muy claras. La Iglesia, guiada siempre en su fe por el Espíritu Santo, es quien tiene la palabra. Y lo que nos enseña nuestra fe se puede resumir en dos o tres afirmaciones breves y seguras.

Es cierto que en la Gloria de Dios no puede entrar nada manchado. Quien tenga pecado mortal -que quiere decir esto: de muerte eterna- no verá jamás a Dios.

¿Y quien no tenga pecado mortal, sino faltas ligeras, apego a las criaturas, amor muy imperfecto a Dios, mezclado con tanto polvo y tantas salpicaduras de fango que se nos apegan siempre?… A la condenación eterna no va el que muere en estas condiciones, pero tampoco puede entrar en un Cielo que no admite la más mínima mancha de culpa.

Para eso está el Purgatorio, que significa eso: lugar de limpieza, de purificación. Lo cual es una gran misericordia de Dios. Si no existiera esa purificación y limpieza, ¿quién entraría en el Cielo, fuera de niños inocentes y de grandes santos que apenas se han manchado con culpa alguna?

San Juan Bautista Vianney, el Párroco de Ars, lo explicaba así en sus catequesis famosas:
- Cuando el hombre muere, se halla de ordinario como un pedazo de hierro cubierto de orín, que necesita pasar por el fuego para limpiarse.

¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues, mucho. Al ser cierto que todos los miembros de la Iglesia formamos un solo Cuerpo, y que está establecida entre todos la Comunión de los Santos --es decir, la comunicación de todos nuestros bienes de gracia--, todos podemos rogar los unos por los otros.

Nosotros rogamos por las almas benditas para que Dios les alivie sus penas y las purifique pronto, pronto, y salgan rápido del Purgatorio.

Y esas almas tan queridas de Dios, que tienen del todo segura su salvación, ruegan también por nosotros, para que el Señor nos llene de sus gracias y bendiciones.

Ésta ha sido siempre la fe de la Iglesia Católica.

Esto hacemos cada día cuando en la Misa ofrecemos a Dios la Víctima del Calvario, Nuestro Señor Jesucristo, glorificado ahora en el Cielo, pero que se hace presente en el Altar y sigue ofreciéndose por la salvación de todos: de los vivos para que nos salvemos, y de los difuntos que aún necesitan purificación.

Eso hacemos también con todas nuestras plegarias por los difuntos.

Esto hace la Iglesia especialmente en este día, con una conmemoración que nos llena el alma de dulces recuerdos, de cariños nunca muertos, de esperanza siempre viva…

¡Los Difuntos! ¡Nuestros queridos Difuntos! No los podemos olvidar delante de Dios, desde el momento que los queremos tanto….

(fuente: catholic.net)

Festival a beneficio de Cáritas San Juan

Estimados Amigos:

Nos dirigimos a Uds. en esta oportunidad a los fines de llevar a su conocimiento que el Centro de Graduados de la Universidad Catolica de Cuyo, esta organizando un Festival Musical denominado Dia del Encuentro "PARA ESCUCHAR Y CANTAR" a realizarse el próximo 07 de noviembre en el Teatro Sarmiento ubicado en la Ciudad de San Juan.

Tal espectáculo contara con la actuación de: Héctor Clevers, Eduardo Baliña, Raúl Rizo, Ignacio Achem, Hugo y Raúl de la Torre, Carlos Ramirez, Oscar Otiñano y Luís Diaz, acompañan musicalmente destacados artistas locales; quienes en una gran actitud solidaria y convencidos de querer transformar la realidad de quienes mas lo necesitan, destinarán lo recaudado a Caritas.

La entrada consiste en un bono solidario de $12.-, que puede ser adquirido en la sede de Caritas San Juan (Mitre 240 -O-) y en boletería del Teatro Sarmiento la misma noche del festival.

Agradeciendo la gran difusión de las actividades a beneficio de nuestra institucion, los invitamos y a través de ustedes a la comunidad sanjuanina a continuar sumando su ayuda en busca de una sociedad que desea: Recuperar la Capacidad de Compartir.

Gracias por difundir esta buena noticia!!!

CÁRITAS SAN JUAN

domingo, 1 de noviembre de 2009

"Su premio será grande en los cielos"

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (Mt 5, 1-12)

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó.

Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: “Dichosos los pobres de espíritu, por que de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos lo que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos será ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos."

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Nuestra Madre Iglesia nos invita hoy a celebrar la Fiesta de Todos los Santos.

A lo largo del año, en el calendario litúrgico, en cada día recordamos a un santo en particular del cual se rescatan sus virtudes que lo llevaron a tener la dicha de ser elevado a los altares como modelos de santidad. Con el paso de los años, fueron agregándose santos a ese calendario.

En el día de hoy, los católicos nos regocijamos por la inmensa cantidad de bienaventurados que han pasado por este mundo siendo testigos de la Buena Nueva y que hoy gozan en Dios.

Constituye una buena ocasión para elevar nustra mirada al Cielo, examinar si los pasos que vamos dando en esta vida son los que nos llevarán a Dios cuando nos toque morir y pedir la gracia de la asistencia divina a la hora de la muerte.

Llamamos santos a aquellas personas, objetos o lugares que están consagrados a Dios. Santos son aquellas personas que sus vidas hablaron del Amor de Dios, personas que tuvieron en coraje de cumplir la voluntad de Dios en sus vidas auqnue el mundo les diga los contrario, fueron personas que no se dejaron condicionar por el "quedirán", fueron personas que no se avergozaron de Cristo. Santos fueron y son aquellas personas que tomaron estas bienaventuranzas y las hicieron carne en sus vidas, hasta en los detalles más mínimos de sus existencias.

Si verdaderamos decimos ser cristianos, entonces la santidad debe ser nuestra gran búsqueda y motivación en esta vida. Le pidamos piedad y misericordia a Dios para que nos guíe e ilumine por la vida siendo santos, a pesar de todas las viscicitudes que nos toque vivir.
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