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domingo, 20 de febrero de 2011

"Amen a sus enemigos"... ¿¿amar a los enemigos??

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (Mt 5, 38-48)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda. Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos , y manda su lluvia sobre los justos y los injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

1.- Echemos un vistazo a nuestro alredor. Incluso, aquí dentro de la iglesia. Hay personas que por timidez, o soberbia, o miedo a no se sabe que contagio, ni siquiera aceptan dar la paz a sus vecinos. Y si dicho vistazo es fuera del templo, pues, incluso, la cosa de agrava. Caras hoscas en el metro o por la calle. Silencio sepulcral en un ascensor con las miradas puestas en el techo. ¿Esto es amor? ¿Y si somos así con los más cercanos, con los que tienen que ser nuestros amigos, nuestros próximos, que no haremos con quienes nos ofenden, nos zahieren o, incluso, nos persiguen? Es decir, si ni siquiera somos capaces de amar a los más próximos, a los prójimos, ¿cómo es posible que Jesús de Nazaret nos pida amar a los enemigos? ¿Qué nos pide? ¿Un amor imposible? No, no. Es un amor posible si nos dejamos de inundar del Espíritu de Cristo y de su amor surgido desde lo más profundo de la divinidad.

2. - El Sermón de la Montaña ha sembrado nuestra inquietud. Lo hace siempre, cada año, cuando se inicia por el sacerdote que proclama el Evangelio, la enumeración de las bienaventuranzas. Hemos oído muchos comentarios, numerosas homilías, hasta leído libros enteros dedicados a la gran proclama de Jesús de Nazaret. Pero seguimos sin entender. No son dichosos los que lloran, ni los que son perseguidos por causa de su creencia justa. No están contentos los pobres, más bien reniegan de su falta de buena suerte. ¿Y, entonces, que es lo que pasa? ¿Qué es lo que Jesús nos quiere decir?

3.- Una preocupación que siempre me asalta es si, verdaderamente, nos tomamos en serio a Jesús de Nazaret y a su Evangelio. Hay muchas formas de obviar lo que es obvio. Jesús nos dice: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. Pero nosotros interpretamos esto como un algo figurado. O como máximo: aguantar a los que nos fastidian, a los que nos caen mal, aunque sean buenísimos. Pero no es eso. Tenemos que amar a nuestros enemigos y hemos de rezar por los que nos persiguen y nos calumnian. ¿Habéis visto algo más terrible que el efecto de una calumnia, las implicaciones de una mentira que una vez propalada por alguien nos hace mucho daño, provoca la desconfianza de los más cercanos, de la gente que más nos quiere? Sabemos que se nos ha calumniado para hacernos daño, mucho daño, para hundirnos, para perder nuestro trabajo y hasta nuestra familia. Y, sin embargo, Jesús me dice que tengo que rezar por quien me calumnia y desearle bien y paz. ¿Es soportable? Parece que no, pero… Lo peor, desde luego, es no aceptar el consejo de Jesús por su imposibilidad y dejarlo todo pasar como si no fuera con nosotros. ¿No será mejor, en el caso de la duda, que le preguntemos al mismísimo Maestro lo que podemos hacer? Y que nos ayude con su fuerza y amor a seguir el camino que nos marca. La terrible, insisto, en dejarlo pasar y así no hacer sitio en nuestro corazón al mensaje de Jesús y dejarnos vencer por lo que nos rodea. Por un mundo de egoísmo y de desamor.

4.- Y si la exigencia de Jesús para nosotros hoy es casi inabordable decir que lo era mucho más para sus hermanos de religión de aquel entonces. Lo que entendemos como la Ley del Talión, y que aparece, por ejemplo, en el Antiguo en Éxodo 21:23-25, en Levítico 24:18-20 y en Deuteronomio 19:21, era una limitación en el exceso de venganza. Es decir, proporcionar la respuesta al mal recibido y no propasarse. Al final el “ojo por ojo” y el “diente por diente” obligaban a que el ofendido tuviera que respetar la vida de quien le había agredido, cosa que no era muy frecuente, la vida no valía mucho. Por eso los judíos se creían virtuosos en esa forma de contención. Pero Jesús no admite la devolución de la ofensa, ni siquiera limitando su efecto al, como decía, mal recibido. Todo el evangelio de Mateo de hoy y el correspondiente al domingo anterior es ir corrigiendo la ley mosaica para llevarla al principio del amor. Lo que queda por saber es si, incluso, los más cercanos, sus discípulos, entendían o aceptaban lo que Jesús decía. La lectura de todos los textos de los cuatro evangelistas nos demuestran que mucho, mucho, no le entendían; y que tuvo que llegar, primero, la Resurrección y, luego, la fuerza del Espíritu Santo para que comenzaran a hacer suya la doctrina de Jesús.

5.- Nuestro caso no es igual. La Iglesia lleva más de 20 siglos leyendo y analizando las Escrituras. Y algo, aunque sea conceptualmente, está en nosotros. Pero fuera del conocimiento de los textos, tenemos poco de lo que Jesús desea que debiéramos tener. Los enemigos son los enemigos y, ya se sabe, “al enemigo ni agua”. Pero no puede ser así. No podremos dormir tranquilos sabiendo que no aceptamos lo que Jesús nos enseña por su dificultad. Tampoco es válido decir que todo está dicho de manera figurada y que merece un análisis actualizado. La frase de “amar a nuestros enemigos es clara y sólo puede entenderse en el sentido claro que expresa. Lo demás sería mentir u ocultar el mensaje de Cristo.

Puede, finalmente, que tenga algo de amor imposible lo que Jesús nos pide, que sintamos amor por nuestros enemigos. Pero ello viene a desactivar la violencia surgida de la venganza. Además el sentimiento vengativo enloquece. Eso está claro. Lo que hemos de hacer es tan sencillo como lo que sigue: leer con atención todo el capítulo quinto de Mateo y pedirle a Dios ayuda para poder desarrollarle. Pedirle que su amor nos llegue y sane nuestras heridas. Dios es amor. Y nosotros hemos de implorar que ese amor no sea un imposible para nosotros. Pedir a Dios fe en el Amor.

escrito por Ángel Gómez Escorial

sábado, 19 de febrero de 2011

Don Bosco joven y animador de jóvenes

La vida de Don Bosco se puede definir en pocas palabras: “El hombre que consagró su vida a los jóvenes”. Éste fue el motivo que llenó completamente su existencia.

Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815, en un caserío llamado I Becchi, perteneciente a Castelnuovo de Asti, en el Piamonte italiano. Cuando tenía dos años quedó huérfano de padre. Vivían con él sus dos hermanos, Antonio y José, y su madre mamá Margarita, que permanecerá en su compañía hasta el fin de su vida. En un ambiente familiar muy humilde, ella lo fue educando y acompañando con cariño, con realismo y con un profundo sentido religioso de la vida.

Juan se mostraba despierto, inteligente, trabajador, con una imaginación viva, capaz de encandilar a sus amigos con diversas narraciones y lecturas de aventuras. Les repetía los sermones que había escuchado en la iglesia y después les entretenía con diversos juegos: caminar por una cuerda tensa, juegos de magia, pruebas de habilidad, instrumentos musicales, canciones, poemas... amaba la naturaleza y sabía leer su lenguaje.

A los nueve años tuvo un sueño que marcó su vida. Se hallaba en medio de una muchedumbre de chiquillos que reían, jugaban y también blasfemaban. Juan intentó hacerles callar con puñetazos. Entonces apareció un personaje que lo llamó por su nombre y le dijo: “No con golpes, sino con dulzura y con amor”.

También apareció una Señora que lo tomó de la mano y le hizo ver un extraño ganado de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales feroces. “He aquí tu campo en el que debes trabajar, le dijo, hazte humilde, fuerte y robusto”.

Enseguida aquellas fieras se fueron transformando en mansos corderos que correteaban en torno al Señor y a la Señora. Juanito se echó a llorar. No entendía nada. La Señora le puso la mano sobre su cabeza y le dijo con cariño: “A su tiempo lo entenderás todo”. Juan se despertó. (MO 16).

Cuando contó este sueño en el ambiente familiar, su madre le dijo convencida: “Quizás un día seas sacerdote”. Y esa iba a ser la ilusión y vocación de su vida, aparecida en la edad de los sueños, que un día se convertiría en realidad.

Para ser sacerdote tiene que estudiar. Juan carece de medios. A los doce años tiene que salir de casa para poder trabajar en el campo y asistir a la escuela.

A los 16 años comienza a vivir en una pequeña ciudad cercana a Castelnuovo: Chieri. Llega a la ciudad como un muchacho de campo, lleno de buena voluntad, con necesidad de buscarse algún trabajo para pagarse la pensión. En Chieri estará 10 años, que corresponden a los años de su juventud. Los cuatro primeros años participa como estudiante en las clases del Instituto, y los seis siguientes como seminarista en el Seminario de Chieri.

El proceso interior que va viviendo en estos años el joven Juan es “una auténtica obra maestra de lo que es un itinerario vocacional” (D. Viganò).

Juan Bosco se muestra muy alegre. Es un auténtico lider para los jóvenes de la ciudad. Funda con ellos “la Sociedad de la Alegría”, lugar de encuentro, formación y diversión juvenil. Continúa llevando, a pesar de cambiar de lugar, una vida espiritual que privilegiaba la amistad con el Señor Jesús, la oración y la lectura de libros formativos, el sacramento de la confesión, la participación en la vida de la iglesia dando catequesis, la dirección espiritual como medio de crecimiento y discernimiento de la voluntad de Dios y la confianza en la Virgen María, que sigue alentando su vida y preparando el futuro de este joven apóstol.

De esta manera, y con verdadero deseo de superación, se va preparando el futuro sacerdote de los jóvenes. Ellos, y sus oraciones, serán los que le “devuelvan la vida” cuando cae gravemente enfermo a los 31 años. Sus palabras reflejan el compromiso definitivo que hace este sacerdote con los jóvenes de todo el mundo: “Os debo la vida. Estad seguros de que a partir de ahora será toda para vosotros” (MO 171).

(fuente: www.salesianosbilbao.com)

viernes, 18 de febrero de 2011

El que vive en Dios comunica alegría

Pasa que nos hemos acostumbrados a una racionalización de la fe, cuando no la conceptualización o adoctrinamiento de fe. Pero no hemos permitido el recorrido de la razón al corazón, y del corazón a la cabeza, con la fluidez que se necesita. Y entonces estamos como esquizofrénicamente viviendo la fe, como divididos por dentro. Necesitamos esa más auténtica integración de todo nuestro ser en nuestra adhesión creyente. Para que sea un corazón inteligente y una razón amante la que adhieran al misterio de Jesús.

Para no dejarnos ganar por la herejía afectiva debemos buscar maneras distintas, creativas y sencillas de celebrar la fe. La hemos cosificado, detrás de la sacramentalización. Y hemos hecho del templo y del lugar de encuentro nuestro celebrativo, casi una estación de servicio, donde cargamos un poquito la nafta para seguir adelante. Pero nos hemos olvidado de que la fe está para ser celebrada todo el tiempo.


Nuestro estado habitual es el gozo y la alegría.

Pum, para arriba! Decimos cuando nos hace falta un poquito más de esa energía positiva. En realidad, debería ser siempre para arriba. No cuando, estamos bajoneados. El estado habitual de un cristiano es el gozo. Si de verdad, el ser de Cristo supone el vivir en Cristo, alégrense siempre en el Señor, se lo dice Pablo a los filipenses. Se los vuelvo a repetir “alégrense”, y él está pasando por la cruz. Y desde el momento, de los más difíciles entre persecuciones, cárceles y naufragios, y demás, él invita a la alegría. Porque él vive la Alegría de la presencia del Señor que lo habita.

Un camino para recuperar la celebración, en un sentido de la fe, en un sentido genuino: es volver a los sacramentos. No haber recibido algún sacramento y haberme olvidado de que fui bautizado, que hice la comunión, que fui confirmado. Es volver y particularmente volver a los sacramentos de la sanidad, como es el de la Reconciliación. Y al alimento de un cristiano, que es el Cuerpo de Cristo, en la Eucaristía.

Es volver a la Palabra de Dios. Es hacerla nuestra. Bendecir la mesa con la Palabra de Dios. Acostarnos pidiéndole a Dios, que nos hable en Su Palabra. Es tener un momento de oración personal bien definido. Así como en nuestra agenda de todos los días de la semana incluimos nuestras maneras de tener buena salud en el gimnasio, en el encuentro con los amigos, en el trabajo intelectual, en la reflexión, ubicar en la agenda lo primero: abrirnos al encuentro con el Señor.

Solamente desde una fe celebrada con autenticidad vamos a encontrar la manera de vivir en Dios, y a partir de ahí, comunicar con alegría la presencia del Señor a los que lo buscan, y lo necesitan.



Causa de nuestra Alegría, ruega por nosotros:

En las letanías lauretanas, la reconocemos a María como la que es Causa de la Alegría, como la que nos trae la Alegría. Y oramos diciendo “Causa de nuestra Alegría, rogá por nosotros”. Esta letanía es como un eco que se prolonga en el tiempo, de aquella expresión de Isabel “apenas oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno”.

Cuando estamos desolados, esto es cuando estamos bajoneados, decaídos, como tirados, sin ganas de nada, tristes, con Dios lejos de nosotros, así nos sentimos, como que nos traga la tierra. Es remedio saludable, para salir de estos lugares el volver a María, como la que nos contagia de gozo, paz y alegría. Con Ella podemos salir de esos momentos, purificando la memoria y trayendo al presente lindos recuerdos de momentos, en que fuimos muy felices.

También podemos hacerlo cantando, junto a María y su presencia llena de alegría, cerca de nosotros, un canto que nos llena el corazón. Ayer, mientras hacíamos la comida pusimos un canto muy sereno en nuestra casa, tan sereno que nos entró a deprimir. Jajaja, Entonces, alguien dijo pongamos otra cosa. Porque la música con su melodía tiene la posibilidad de aplacar a las fieras. Pero también las puede hundir a las fieras. Ciertamente, no? Pero cuando uno está en un estado de desolación, más bien poner un ritmo un poco más alegre, que levante el ánimo.

La música, el recuerdo de buenos momentos, nos purifica la memoria de lo que verdaderamente debe ser liberada de toda tristeza, de toda angustia, de toda depresión, de desolación interior.

Nos damos ahora un tiempo juntos, para revisar en el álbum de fotos de la vida los recuerdos más hermosos para que, con María podamos cantar llenos de alegría las grandezas de Dios en nuestra vida.

Entonces ésta va a ser la consigna. Vamos a armar un collage, a través de la comunicación. Y cada vez que lo recuerdo, es como que me contagio de la alegría que viví en aquel momento. ¿Sabés por qué? Porque sin dudas, ha sido un paso de Dios. Porque la alegría de Él permanece, permanece en lo hondo del corazón grabada. Y cuando registramos esos momentos vuelve como a aparecer.

Tener memoria de los momentos buenos vividos, es una manera de salirle al paso a cualquier tristeza que quiera apagar ese gozo, con el que Dios quiere que vivamos en Él, y nos comuniquemos con los hermanos.

escrito por el Padre Javier Soteras

El Padre es conocido por la manifestación del Hijo

Nadie puede conocer al Padre sin el Verbo de Dios, esto es, si no se lo revela el Hijo, ni conocer al Hijo sin el beneplácito del Padre. El Hijo es quien cumple este beneplácito del Padre; el Padre, en efecto, envía, mientras que el Hijo es enviado y viene. Y el Padre, aunque invisible e inconmensurable por lo que a nosotros respecta, es conocido por su Verbo, y, aunque inexplicable, el mismo Verbo nos lo ha expresado. Recíprocamente, sólo el Padre conoce a su Verbo; así nos lo ha enseñado el Señor. Y, por esto, el Hijo nos revela el conocimiento del Padre por la manifestación de sí mismo, ya que el Padre es conocido por la manifestación del Hijo: todo es manifestado por obra del Verbo.

Para esto el Padre reveló al Hijo, para darse a conocer a todos a través de él, y para que todos los que creyesen en él mereciesen ser recibidos en la incorrupción y en el lugar del eterno consuelo (porque creer en él es hacer su voluntad).

Ya por el mismo hecho de la creación, el Verbo revela a Dios creador; por el hecho de la existencia del mundo, al Señor que lo ha fabricado; por la materia modelada, al Artífice que la ha modelado y, a través del Hijo, al Padre que lo ha engendrado. Sobre esto hablan todos de manera semejante, pero no todos creen de manera semejante. También el Verbo se anunciaba a sí mismo y al Padre a través de la ley y de los profetas; y todo el pueblo lo oyó de manera semejante, pero no todos creyeron de manera semejante. Y el Padre se mostró a sí mismo, hecho visible y palpable en la persona del Verbo, aunque no todos creyeron por igual en él; sin embargo, todos vieron al Padre en la persona del Hijo, pues la realidad invisible que veían en el Hijo era el Padre, y la realidad visible en la que veían al Padre era el Hijo.

El Hijo, pues, cumpliendo la voluntad del Padre, lleva a perfección todas las cosas desde el principio hasta el fin, y sin él nadie puede conocer a Dios. El conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo está en poder del Padre y nos lo comunica por el Hijo. En este sentido decía el Señor: Nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Las palabras se lo quiera revelar no tienen sólo un sentido futuro, como si el Verbo hubiese empezado a manifestar al Padre al nacer de María, sino que tienen un sentido general que se aplica a todo tiempo. En efecto, el Padre es revelado por el Hijo, presente ya desde el comienzo en la creación, a quienes quiere el Padre, cuando quiere y como quiere el Padre. Y, por esto, en todas las cosas y a través de todas las cosas, hay un solo Dios Padre, un solo Verbo, el Hijo, y un solo Espíritu, como hay también una sola salvación para todos los que creen en él.

Extraído del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías
Libro 4,6,3.5.6.7
(fuente: www.corazones.org)

¿Iglesia 2.0?

Internet ha cambiado radicalmente en los últimos seis años y quizá en la prensa católica no nos hemos enterado. La interactividad, o más bien, la producción de contenidos realizados directamente por los usuarios, ha generado los servicios de mayor éxito en los últimos años: Wikipedia, Youtube, Facebook, Twitter. Flicker, Google News... Incluso el Open Source es una forma de interactividad y de producción comunitaria. Y sin embargo, si vamos a ver las páginas web de la Iglesia católica, en general, podremos ver cómo la inmensa mayoría siguen igual que en 2004: ¡planas! Sin interactividad o con una interactividad marginal. Todo parece indicar que los comunicadores en la Iglesia hemos perdido el tren del web 2.0.



1. Web 2.0 y relativismo

¿Qué ha pasado? Hay ante todo una explicación que permite comprender el motivo por el que la interactividad no ha penetrado en la comunicación de la Iglesia. El modelo de producción de contenidos, sean vídeos, fotos, o artículos, se basa en un concepto implícito: el relativismo. Dado que no hay una verdad, entonces lo que diga uno u otro es indiferente, y todo es válido, todo está al mismo nivel.

La aplicación de este modelo interactivo, pero relativista, se realiza según objetivos editoriales propios de cada realidad editorial. La mayoría de las empresas web 2.0 tienen un objetivo: un plan de negocios que realizar para devolver la confianza puesta por los inversionistas. Es un nuevo modelo de negocio en Internet: de un lado, los usuarios, y su trabajo con frecuencia voluntario, con contenidos que en ocasiones están en contradicción, y del otro lado, los editores, que han encontrado la máquina de ganar dinero.

Es fácil comprender que un modelo de comunicación así tiene muy poco que ver con la Iglesia católica y explica, en parte, su rechazo.


2. El pecado original

Ahora bien, no es ésta la única razón que explica la falta de interactividad en tantos servicios informativos católicos. Se han hecho varios estudios, tanto en los Estados Unidos como en Francia, sobre los motivos por los que con frecuencia las páginas web de denominaciones protestantes logran un mayor impacto. Los que he leído llegan a la misma conclusión: los católicos "hablan"; los protestantes "escuchan". El pecado original de muchos comunicadores católicos suele estar muy extendido: el obispo, el párroco, el periodista católico tiene una "idea", encuentra financiación (ya sea una subvención con el presupuesto de la estructura eclesial, ya sea un donativo) y lanza una publicación, canal de televisión, página web... ¿Es esto comunicar? Los católicos, ¿estamos atentos a lo que la gente realmente está buscando en Internet? Antes, durante, y después del lanzamiento de un proyecto en Internet no es sólo necesario "escuchar" a la audiencia, hay que hacer que la audiencia participe. De hecho, cuando se piensa a la interactividad, en las web católicas, suele venir siempre a la mente el espacio en el que la gente puede enviar consultas a un sacerdote. Que está muy bien. Pero hay que preguntarse, los católicos y los mismos navegantes, ¿sólo saben hacer preguntas a un sacerdote? ¿Es esa su vocación como cristianos en la era digital?


3. Una Iglesia-comunión

Si hemos visto que el modelo de Web 2.0 tiene un margen de riesgo por así decir "relativista", ¿cómo deberían entonces los comunicadores católicos adoptar el modelo de interactividad? Está en juego sencillamente la misma presencia de la Iglesia en Internet. Si no superamos el "pecado original", hablar mucho y escuchar poco, la evangelización misma quedará gravemente condicionada.

Creo que el modelo de interactividad que pueden seguir las páginas web debe estar marcado por el modelo de Iglesia-comunión, al que está dedicando su pontificado Benedicto XVI. Una diócesis en la que sólo su obispo tiene una presencia en Internet, no es una Iglesia-comunión plena, pues el resto de sus ministerios y carismas quedarán ausentes. En la vida diaria de una diócesis hay, también, catequistas, hay párrocos, hay grupos juveniles, hay diáconos, ¿dónde están en Internet? Sería caer en el relativismo o en una Iglesia "plana", sin ministerios ni carismas, poner a todos en el mismo nivel, y hacer que todos hagan lo mismo y con el mismo lenguaje. Eso no es la Iglesia. Internet debería ser un reflejo de la vida de la diócesis, y no simplemente un instrumento de comunicación institucional de la oficina de comunicación y relaciones públicas de la diócesis. La interactividad auténtica tiene lugar cuando la vida real queda fielmente reflejada en la realidad virtual.

Es curioso, pero la industria del Web 2.0 ha "robado" al lenguaje cristiano el modelo de comunicación que persigue: la comunidad. Y comunidad es comunión. La Iglesia ha creado comunidades desde hace dos mil años. Ahora, el gran éxito de marketing en la Web 2.0 depende de la capacidad de crear "comunidades", que son luego reducidas a grupos de interés común a las que es posible venderles productos de anunciantes especializados, que son hoy quienes mejor pagan.

Si la Iglesia, al comunicar en Internet, lo hace como Iglesia-comunión, si su vida de "comunidad" se refleja en la web, entonces también será capaz de hacer "comunidad" en Internet. Para el navegante que visite sus servicios, se convertirá en algo casi evidente entrar en contacto con la realidad más cercana de la diócesis, que puede ser su misma parroquia, el servicio de Cáritas, o el coro diocesano...

Cuando una Iglesia comunica en Internet como comunión, en comunidad, la realidad deja de convertirse en virtual para hacerse algo muy real, pues pone en contacto al navegante con la vida real de la diócesis, parroquia o comunidad. Y entonces es cuando se logra la mayor interactividad, cuando de la realidad virtual se pasa al "encuentro", que es lo que al fin y al cabo cambia la vida de las personas.

(fuente: www.zenit.org)

miércoles, 16 de febrero de 2011

El noviazgo "free" ¿es la opción?

Es una actitud típica de personas superficiales, light, que no han aprendido a amar. Andar de free significa andar en amoríos con una pareja sin adquirir compromisos.

Un noviazgo free no es tan libre como parece porque también tiene sus reglas:

→ No hay obligación de llamarse.

→ Nada de andar con celos.

→ No hay compromiso.

→ No hay que pedir ni rendir cuentas, ni cuestionar al otro.

→ No esperar nada del otro, excepto el gusto de vivir el momento.

→ No tener un proyecto en común ni un plan a futuro.


→ Hay plena libertad para salir con otras parejas.

→ Cada una podrá tener aparte una pareja estable sin que ello sea un obstáculo para andar de free.


Lo que no se dice, porque es tabú, es: Nos gustamos pero no nos amamos, sólo “nos usamos”. En esa relación se impone el instinto, la atracción, no la generosidad, ni el sacrificio.

Karla decía: “¿para qué tener a uno si puedo tener a casi todos?”. Lo que Karla propone es que la mujer accesible a todos, y no se da cuenta de que ello lo puede llevar a una esclavitud: A ser adicta al sexo. Olvida que forma parte de la dinámica del amor aspirar a lo definitivo.


En el noviazgo sin compromiso la persona huye del riesgo, que es lo mismo que decir que “tiene miedo a la libertad”. El hombre prefiere ser masa receptiva de propaganda que factor individual de pensamiento crítico.

Muchos jóvenes aman la libertad y no saben ni qué es la libertad. ¿Qué es la libertad? "La libertad es la propiedad espiritual que tiene todo ser espiritual de elegir, de realizar la elección de su vida, que es la elección de su fin" (Cornelio Fabro). El uso de la propia libertad nos perfecciona o nos hace esclavos: depende de qué elegimos. El hombre no vale por lo que tiene o lo que es, sino por lo que decide.

El libertinaje contribuye al eclipse del valor de la vida humana. La libertad se entiende como la capacidad de hacer lo que a cada cual se le antoje, movido por su propio interés, iniciando de esa manera, la nueva cultura de un individualismo egoísta, que no debe rendir cuenta de sus actos a nadie.

La causa de que haya libertad no reside en mi conciencia de ella. Al revés, tengo conciencia de mi libertad debido a que soy libre. El hombre no es libre porque pueda prescindir de sus ataduras sino porque puede decidir a qué vinculaciones quiere quedar atado. Y no es más libre si las ataduras son menores. Al contrario, la libertad estará en proporción de la profundidad de los proyectos con que se vincule; la libertad llega a su fondo cuando llega a nuestro propio ser.

Para entender bien la esencia de la libertad debemos evitar los extremos del movimiento pendular: en un extremo, se confiere la primacía a la liberación sobre el proyecto, y en otro, se la otorga al proyecto por encima de nuestra propia naturaleza.

Me decía una chica de 17 años: “por el momento tengo miedo de casarme y de que mi marido no me deje trabajar ni desarrollarme en mi profesión. Y, ¿cómo conocer bien a las personas?”.

A las personas se les conoce observándolas. Y en un noviazgo, antes de enamorarse hay que preguntarle al otro qué piensa del trabajo de la mujer fuera de casa, de su desarrollo personal y profesional, para luego no tener sorpresas.

Si alguien sólo es de carácter respetuoso, considerado y servicial con determinadas personas y con otras no, definitivamente no es respetuoso, considerado y servicial: solamente “está actuando”. Hay que observar cómo se comporta esa persona con aquellos de quienes no espera nada, cómo soporta y reacciona ante los roces y tensiones que conlleva toda convivencia. A los seres humanos se les conoce en los momentos de tensión, de crisis, de fracaso, de frustración. Dice Saint-Exupery: que el hombre se mide a sí mismo con el obstáculo.

San Agustín dice: "si quieres conocer a una persona, no te fijes en lo que hace y dice; fíjate en ¿qué ama, qué desea? Lo que uno desea es lo que uno es". ¿A dónde se le va el corazón a mi novio (a)?... ¡allí están sus amores! Para conocerse hay que saber: “A mí lo que me mueve en la vida es esto” Eso simplifica mucho el propio conocimiento.

El matrimonio es la situación existencial que más felicidad puede proporcionar a la mayoría de los seres humanos. Por eso todo el mundo se quiere casar, pues el matrimonio es una estructura creada por el amor total para expresarse y perpetuarse.

Si hay una decisión importante en la vida del ser humano es la de casarse. Sin embargo, si hay algo que no se piensa es precisamente esto. Entregarse al otro no es someterse –a menos de que él sea un tirano-, es amar y compartir penas y alegrías.

Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor. El novio que ama a su novia, sabe esperarla. Cuando un varón elige a una mujer, la elige de acuerdo con el perfil psicológico y moral que trae dentro: De algún modo refleja su alma. La mujer también tiene su decisión: puede elegir entre resultar encantadora o provocadora, es decir, puede optar por ser una dama o una hembra.

El problema de la sexualidad, cuando es determinado por la mera genitalidad —absolutamente desvinculada de las dimensiones psicológica, social, ética y trascendente que le son propias—, considera al sexo como un objeto de consumo más, en vez de fomentar un comportamiento sexual constructivo de la personalidad.


Los jóvenes han de saber que la calidad de los sentimientos se mide por la conducta, no por la pasión. Hay que actuar “con” pasión, pero no “por” pasión.

Los medios masivos de comunicación social difunden la ideología del hombre "light" cuya única referencia es su propio bienestar entendido como un consumismo desenfrenado o como un disfrute irresponsable de un pasatiempo fácil.

La sexualidad pertenece al designio originario del Creador; pero pide a todos que la respeten en su naturaleza profunda, por amor a la verdad de la persona humana. Por eso es moralmente inaceptable el “amor libre” y la homosexualidad. La pureza de vida es necesaria, la castidad no significa rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena (cfr. Familiaris consortio).

Un poeta contemporáneo dice que el hombre maduro buscaría un “triste amor”, un “amor apaciguado”, sin peligro, sin venda ni aventura, esperando “en el amor prenda segura”, cuando “en amor locura es lo sensato”.

escrito por Rebeca Reynaud
(fuente: www.encuentra.com)

martes, 15 de febrero de 2011

Las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas

Juan Pablo II dijo bellamente: «La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra... Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino». (Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía, sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia, 19)

Debemos hacer una reflexión sobre lo que es el mundo fascinante y sobrenatural propio de los sacramentos. Y lo quiero hacer por medio de una comparación.



a. El mundo visible, sensible

En primer lugar nos encontramos en el mundo visible, sensible. Es este mundo que vemos, creado por Dios, y en él vivimos sumergidos en miles de formas distintas, agradables a los ojos con colores distintos sin número, cientos de perfumes deleitables al olfato, sonidos variadísimos que recrean el oído, tersuras de las más variadas que percibe el tacto deleitándose, multiformes comidas y bebidas que sacian el gusto.

Es el mundo de la creación visible: Multitud de seres bellos pueblan la tierra, el mar y el aire.

Debemos hacer rápida y brevemente una suerte de descripción, como para captar más la belleza de ese mundo visible.

Tenemos árboles con su variedad de formas de colores, unos se yerguen altos hacia el cielo, otros son bajos y achaparrados, y también observar la variedad de colores que tienen ¡La variedad de hojas verdes (que se puede apreciar aquí)!, con maderas de distinta fuerza, vetas, dureza, tersuras, formas y perfumes: el roble, el cedro, el pino, el álamo, los plátanos, los eucaliptos, las araucarias, el algarrobo, el jingo biloba (árbol de China), el quebracho, los abedules, las sequoias, las magnolias, el laurel... Y los árboles frutales en su inmensa variedad, de formas, colores, gustos (que pareciera sirven a los enólogos para clasificar todos los gustos conocidos)... Los arbustos ornamentales: las glicinas, la flor china, el farolito japonés, la Santa Rita...; las madreselvas, los jazmines del país, las hiedras, las retamas, helechos... Las demás flores orgullosas de sus olores y de sus colores: la rosa, reina de las flores, el jazmín, los claveles, siemprevivas, gladiolos, narcisos, orquídeas, azucenas, hortensias, calas, etc. Los granos: trigo, maíz, cebada, centeno... Las verduras... ¡Cuántos vegetales son curativos o se les da usos gastronómicos! Los distintos tipos de animales: vacuno, porcino, caprino, ovino, equino... El ganado selvático... Las aves de corral... El mundo viscoso de las sierpes... (si van alguna vez a un serpentario verán que no hay dos víboras iguales: más grandes, más chicas, unas de un color, otras de otro...).

Si miramos al aire veremos multitud de pájaros de variadas formas, colores, así la tijereta, el jilguero, los canarios, los zorzales, los horneros, benteveos... y vemos que unos tienen copete, otros no; unos tienen pico grande, otros pequeño...; o la diferente forma de cantar, como el zorzal, la calandria, o de volar, los gorriones; o de hacer sus nidos, como los de urraca u hornero, o como los que hacen las catas; o ponen huevos de distinto tamaño y color, así el de la urraca es redondo y con pintas, pero otros son ovalados o más pequeños, diferentes formas de empollar, de criar sus pichones...

Así en los insectos encontramos las variopintas mariposas, las abejas laboriosas, las molestas moscas y los mosquitos, los San Antonio apacibles...

Vemos en el cielo las nubes -agua en estado gaseoso- cambiantes de color y forma, eternas peregrinas que llevan en sus odres la lluvia para fecundar los campos y que son las que dinámicamente convierten en distinto un mismo paisaje salido de la paleta del Divino Pintor, y cambiante no sólo de día en día, sino de minuto en minuto. A veces esas mansas nubes nos ensordecen con sus truenos y deslumbran con sus rayos y relámpagos. Las montañas con «su blanco poncho de nieves» -agua en estado sólido-, grandes y bellos tanques de agua destilada que, según las variables meteorológicas, se van derritiendo de a poco, formando ríos y lagos, que luego de regar la tierra van a dar en el mar. Allí vemos el sol, la luna, las estrellas de distintas magnitudes, los planetas, las galaxias, las nebulosas, los quasar, los agujeros negros...

Y los ríos, lagos y mares -agua en estado líquido-, ¡cuán poblados de seres vivos, variadísimos! Peces de todo tipo, forma, color, gusto, costumbre... los moluscos (entre ellos los mariscos), grandes animales: ballenas, focas, lobos marinos, tiburones (con más de 340 especies conocidas y demás de la familia como los pez espada y las carpas...), delfines, cocodrilos, hipopótamos...

Debemos incluir aquí las obras de las manos del hombre... arte... Todo lo que el hombre hace... Las manifestaciones culturales en el baile, ballet... ciencia... la técnica... así los autos, aviones, barcos, submarinos, naves espaciales... los medios de comunicación... las industrias de todo tipo...

Y el hombre puede hacerlo porque Dios le dio el poder, la capacidad....

¡Es la belleza del mundo visible! ¡El cielo canta la gloria de Dios! (Sl 18,2).



b. El mundo invisible, no-sensible

Pero hay otro mundo, que ya no es visible. Es el mundo invisible. No sé si recordarán aquello del Principito: «Lo esencial es invisible a los ojos» (1), que de alguna manera ya lo había dicho san Pablo cuando dice: no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas (2Cor 4,18). El mundo invisible es bello, y podemos decir ¡infinitamente bello!, porque a él pertenece Dios que es infinito y es espíritu infinito. Es el mundo de Dios increado, el mundo de las tres divinas personas. Pero también hay criaturas creadas espirituales: los ángeles y las almas humanas con su inteligencia y voluntad racionales. Y lo que nuestra alma produce, y que no siempre sale al exterior: sus pensamientos, su querer, cosas realmente extraordinarias.



c. El mundo visible-invisible

Y ese mundo sacramental del todo especial, que es creado por Dios, y que toma algo del mundo visible, pero que también tiene mucho del mundo invisible. Toma algo del mundo visible, como nuestro Señor, que quiso ser bautizado con las aguas del río Jordán. ¿Qué es lo visible? El agua, que es un signo sensible. El mundo sacramental tiene leyes propias, consistencia propia, un obrar propio y sentido propio. Ese signo sensible cuando se une a la palabra que determina el porqué de esa agua, hace el sacramento. Como dicen hermosamente San Agustín y Santo Tomás: «La palabra se une al elemento (la materia) y se hace el sacramento» (2) . La materia indeterminada, por ejemplo, agua. ¡Cuánta agua hay!, pero por ella sola no hay bautismo, porque si no hay palabra, no hay determinación, y por eso no hay bautismo. Pero si hay agua y hay determinación, o sea, la palabra «yo te bautizo», ahí si hay sacramento. «Se une la palabra al elemento y se hace el sacramento». Ese signo sensible produce lo que significa, que es la característica propia del sacramento cristiano. No es un mero signo, como cuando uno va por la ruta y una flecha hacia la izquierda indica que hay una curva hacia la izquierda. No es eficaz, porque si uno no mueve el volante sigue de largo. El mundo sobrenatural es un mundo del todo particular, porque lo que significa, eso produce. Y por eso el agua significa limpieza, en el bautismo lava el alma de los pecados. Y significa fecundidad. Fíjense, donde hay algo verde, es porque hay agua o porque hay una acequia. Si no hay acequia, el árbol muere, como sucedió con este árbol seco del patio: No le llegaba el agua, y se secó.

Produce lo que significa. Tenemos la Eucaristía. Pan y vino: materia del sacrificio. La palabra se une al elemento: «Esto es mi cuerpo ... Ésta es mi sangre». Ese pan y ese vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Porque pertenecen al mundo sacramental, que produce eficazmente lo que significa. Por un lado tenemos la Sangre, por otro el Cuerpo. Sangre por un lado, Cuerpo por otro: Sacrificio. Produce lo que significa: perpetúa el sacrificio de Cristo en la Cruz. En el cual la Sangre se separó del Cuerpo. Y así con todos los demás sacramentos. Por eso es que debemos nosotros valorar lo que es el mundo sacramental, superior a este mundo físico. Parecido, porque tiene elementos en común, elementos sensibles, pero que lo supera infinitamente porque produce lo que significa y obra efectos invisibles.

Y no caigamos nosotros en esa falsa dialéctica que ya viene de la época del pontificado de Pablo VI, y que él refuta en la «Evangelii nuntiandi», porque hay algunos ahora que, siguiendo la tendencia protestante dicen: «lo que importa es la palabra, no los sacramentos». Sí, importa la Palabra, que también es un sacramento en sentido amplio, porque uno escucha una cosa y en la mente se forma un concepto que es invisible. Pero es que la palabra tiene que llevar de suyo al sacramento, como dice el Papa en la «Evangelii nuntiandi»: «Sin embargo, nunca se insistirá bastante en el hecho de que la evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. Porque aquella debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural, que no es una negación sino purificación y elevación de la vida natural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.

La evangelización despliega de este modo toda su riqueza cuando realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación jamás interrumpida, entre la Palabra y los sacramentos. En un cierto sentido es un equívoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización.

Porque es seguro que si los sacramentos se administraran sin darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la evangelización es precisamente la de educar en la fe de tal manera que conduzca a cada cristiano a vivir -y no a recibir de modo pasivo o apático- los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe» (3).

Toda la actividad de la Iglesia tiende como hacia una cumbre hacia la Eucaristía, y brota de la Eucaristía como de una fuente, como dice el Concilio Vaticano II, en varios lugares.

Notas:

1- Antoine de Saint-Exupery, El Principito (Fernández Editores, México 21960) 66.
2- San Agustín, Super Io 15,2: ML 35,1840; cit. en S. Th., III, 60, 4: «accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum».
3- Pablo VI, Exhortación apostólica «Evangelii Nuntiandi», n. 47 (Ediciones Paulinas, Buenos Aires) 43ss.

Autor: P. Carlos Miguel Buela, I.V.E. 
(fuente: iveargentina.org)
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