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viernes, 18 de febrero de 2011

El que vive en Dios comunica alegría

Pasa que nos hemos acostumbrados a una racionalización de la fe, cuando no la conceptualización o adoctrinamiento de fe. Pero no hemos permitido el recorrido de la razón al corazón, y del corazón a la cabeza, con la fluidez que se necesita. Y entonces estamos como esquizofrénicamente viviendo la fe, como divididos por dentro. Necesitamos esa más auténtica integración de todo nuestro ser en nuestra adhesión creyente. Para que sea un corazón inteligente y una razón amante la que adhieran al misterio de Jesús.

Para no dejarnos ganar por la herejía afectiva debemos buscar maneras distintas, creativas y sencillas de celebrar la fe. La hemos cosificado, detrás de la sacramentalización. Y hemos hecho del templo y del lugar de encuentro nuestro celebrativo, casi una estación de servicio, donde cargamos un poquito la nafta para seguir adelante. Pero nos hemos olvidado de que la fe está para ser celebrada todo el tiempo.


Nuestro estado habitual es el gozo y la alegría.

Pum, para arriba! Decimos cuando nos hace falta un poquito más de esa energía positiva. En realidad, debería ser siempre para arriba. No cuando, estamos bajoneados. El estado habitual de un cristiano es el gozo. Si de verdad, el ser de Cristo supone el vivir en Cristo, alégrense siempre en el Señor, se lo dice Pablo a los filipenses. Se los vuelvo a repetir “alégrense”, y él está pasando por la cruz. Y desde el momento, de los más difíciles entre persecuciones, cárceles y naufragios, y demás, él invita a la alegría. Porque él vive la Alegría de la presencia del Señor que lo habita.

Un camino para recuperar la celebración, en un sentido de la fe, en un sentido genuino: es volver a los sacramentos. No haber recibido algún sacramento y haberme olvidado de que fui bautizado, que hice la comunión, que fui confirmado. Es volver y particularmente volver a los sacramentos de la sanidad, como es el de la Reconciliación. Y al alimento de un cristiano, que es el Cuerpo de Cristo, en la Eucaristía.

Es volver a la Palabra de Dios. Es hacerla nuestra. Bendecir la mesa con la Palabra de Dios. Acostarnos pidiéndole a Dios, que nos hable en Su Palabra. Es tener un momento de oración personal bien definido. Así como en nuestra agenda de todos los días de la semana incluimos nuestras maneras de tener buena salud en el gimnasio, en el encuentro con los amigos, en el trabajo intelectual, en la reflexión, ubicar en la agenda lo primero: abrirnos al encuentro con el Señor.

Solamente desde una fe celebrada con autenticidad vamos a encontrar la manera de vivir en Dios, y a partir de ahí, comunicar con alegría la presencia del Señor a los que lo buscan, y lo necesitan.



Causa de nuestra Alegría, ruega por nosotros:

En las letanías lauretanas, la reconocemos a María como la que es Causa de la Alegría, como la que nos trae la Alegría. Y oramos diciendo “Causa de nuestra Alegría, rogá por nosotros”. Esta letanía es como un eco que se prolonga en el tiempo, de aquella expresión de Isabel “apenas oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno”.

Cuando estamos desolados, esto es cuando estamos bajoneados, decaídos, como tirados, sin ganas de nada, tristes, con Dios lejos de nosotros, así nos sentimos, como que nos traga la tierra. Es remedio saludable, para salir de estos lugares el volver a María, como la que nos contagia de gozo, paz y alegría. Con Ella podemos salir de esos momentos, purificando la memoria y trayendo al presente lindos recuerdos de momentos, en que fuimos muy felices.

También podemos hacerlo cantando, junto a María y su presencia llena de alegría, cerca de nosotros, un canto que nos llena el corazón. Ayer, mientras hacíamos la comida pusimos un canto muy sereno en nuestra casa, tan sereno que nos entró a deprimir. Jajaja, Entonces, alguien dijo pongamos otra cosa. Porque la música con su melodía tiene la posibilidad de aplacar a las fieras. Pero también las puede hundir a las fieras. Ciertamente, no? Pero cuando uno está en un estado de desolación, más bien poner un ritmo un poco más alegre, que levante el ánimo.

La música, el recuerdo de buenos momentos, nos purifica la memoria de lo que verdaderamente debe ser liberada de toda tristeza, de toda angustia, de toda depresión, de desolación interior.

Nos damos ahora un tiempo juntos, para revisar en el álbum de fotos de la vida los recuerdos más hermosos para que, con María podamos cantar llenos de alegría las grandezas de Dios en nuestra vida.

Entonces ésta va a ser la consigna. Vamos a armar un collage, a través de la comunicación. Y cada vez que lo recuerdo, es como que me contagio de la alegría que viví en aquel momento. ¿Sabés por qué? Porque sin dudas, ha sido un paso de Dios. Porque la alegría de Él permanece, permanece en lo hondo del corazón grabada. Y cuando registramos esos momentos vuelve como a aparecer.

Tener memoria de los momentos buenos vividos, es una manera de salirle al paso a cualquier tristeza que quiera apagar ese gozo, con el que Dios quiere que vivamos en Él, y nos comuniquemos con los hermanos.

escrito por el Padre Javier Soteras

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