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domingo, 8 de julio de 2012

"Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa"

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 6,1-6)
Gloria a ti, Señor. 


Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.


Palabra de Dios.
Gloria a ti, Señor Jesús.

El Hijo de Dios, carpintero en el taller de José

¡Oh San José, Custodio de Jesús, Esposo castísimo de María, que consumiste tu vida en el cumplimiento perfecto del deber, sustentando con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret; protege los propósitos de quienes confiadamente se dirigen a ti. Tú conoces sus aspiraciones, sus angustias, sus esperanzas; y a ti recurren porque saben que encontrarán en ti quien los comprenda y proteja. También tú experimentaste la prueba, la fatiga, el agotamiento pero también en medio de las preocupaciones de la vida material, tu ánimo, lleno de la más profunda paz exultó de alegría inenarrable por la intimidad con el Hijo de Dios a ti confiado y con María, su dulcísima Madre.

Haz también que tus protegidos comprendan que no están solos en su trabajo sino que vean a Jesús junto a ellos; acógelos con tu gracia, protégelos fielmente como tú hiciste. Y obtén que en cada familia, en cada oficina, en cada laboratorio, donde quiera que trabaje un cristiano, sea todo santificado en la caridad, en la paciencia, en la justicia, en la prosecución del bien obrar para que desciendan abundantes los dones de la celestial predilección.

escrito por Beato Juan XXIII (1881-1963), papa
Radiomensage del 01/05/1960

(fuente: evangeliodeldia.org)

sábado, 7 de julio de 2012

Trinidad y Feminismo

El misterio trinitario, tres Personas en un solo Dios verdadero, es alfa y omega de toda la vida -intelectual, afectiva, familiar, social, etcétera- del cristiano.

«Alfa», porque es el principio en el más absoluto sentido. Todo cuanto existe, de un modo u otro, tiene su origen en la vida íntima de Dios.

Y «Omega», porque todo encuentra su sentido último en su ordenación a la gloria de la Trinidad, la cual, por cierto, es plena cuando es plena la perfección y plenitud de gozo en la criatura capaz de ello: la persona humana ha sido creada para disfrutar eternamente de las inefables maravillas de la intimidad de las tres divinas Personas

En consecuencia, una vez recibido y asumido por la fe el conocimiento de tan grande misterio, ya no tiene sentido andar buscando en otra dirección el sentido de la vida, al margen de la que conduzca a una progresiva intimidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El misterio trinitario es el principio absoluto de la existencia de todas y cada una de las criaturas; y también es el supremo principio de inteligibilidad, es decir, sin perjuicio de contemplar las cosas desde otras perspectivas, el punto de vista privilegiado desde donde pueden conocerse más precisa y profundamente. Que haya tres Personas en el único Dios, deja entrever no sólo una riqueza insospechada en la vida divina, sino que también permite contemplar la Creación con una potentísima luz nueva, que descubre aspectos de la realidad que, de otra manera, jamás hubiéramos podido alcanzar.

Es claro que, por ser absolutamente sobrenatural el misterio de que hablamos, sólo podemos acceder a él mediante la revelación y gracia divinas. Pero por poco que consigamos entender desde ahí, será mucho más y mejor de lo que podamos ver desde otras perspectivas meramente humanas.

La Fe no se opone a la razón, la sana y la eleva. Es luz divina en la luz racional. Cultivarla intelectual y afectivamente, no sólo ha de proporcionarnos un conocimiento más profundo de Dios, sino también de nosotros mismos. Cuanto más se conoce a Dios, más se puede conocer al hombre, creado a su imagen y semejanza. Y cuanto más y mejor se conoce al hombre, tanto más se enriquece el conocimiento de Dios. Todo el esfuerzo que hagamos en este sentido, será recuperar el valioso tiempo que perdimos con el pecado original.

RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO

El pecado original (sin el cual casi nada se entiende del dolor y de la muerte) introdujo en la mente y el corazón de los hombres densas nieblas que impiden ver con claridad verdades elementales y acertar en cuestiones muy sencillas; ha causado a la humanidad una inconmensurable pérdida de tiempo. Ahora tenemos que emplear días, meses, años, siglos y hasta milenios, en deshacer los entuertos que el pecado ha causado en el mundo. Hemos perdido, entre otras cosas, siglos y milenios discutiendo, en la teoría y en la práctica, sobre las relaciones entre varón y mujer. El «machismo» relega a la mujer a un nivel inferior de inteligencia. Como reacción compulsiva surge un feminismo errático que con el ánimo de exaltar a la mujer, la convierte en un fantasma emancipado; liberada sólo en apariencia porque la presunta emancipación le somete a nueva esclavitud en el trabajo, en el amor y en la guerra. Si tal feminismo triunfara se haría eterna la batalla. En la ciudad donde resido hemos visto como la «emancipación» de la mujer ha llevado a ver por las calles, de madrugada, mujeres haciendo un trabajo que antes hacían sólo los hombres: recoger la basura de los guarros de la noche. Podría pensarse que esas mujeres se liberan de recoger la basura de su casa a cambio de recoger la basura del ganado de toda la ciudad.

No han faltado, por otro lado, quienes han justificado la marginación de la mujer con la Biblia en la mano (cada día son menos). El diablo también tentó al Hijo de Dios con frases de la Escritura.

LA VIDA EN DIOS

¿Qué sucede en Dios y que nos parecemos a él las personas? Sucede en Dios que en su vida íntima y de un modo enteramente espiritual —porque en Él no hay materia (no mala en sí, pero menos perfecta que el ser espiritual)— el Padre engendra al Hijo. La primera persona es Paternidad. La inmensa riqueza vital que hay en Dios engendra un ser tan perfecto que es idéntico al Padre: El Hijo es una Persona en la que se encuentra toda la vida del Padre, con la única —pero extraordinariamente profunda— diferencia de que ha sido engendrada, y el Padre no. Lo único que distingue al Padre del Hijo es que el Padre engendra y el Hijo es engendrado: el Padre es Padre, no Hijo; y el Hijo es Hijo, no Padre. Perfecta diferencia y perfecta igualdad, ambas cosas son igualmente primeras en Dios. La diferencia no viene después de la unidad ni viceversa. Dios no es primero Uno y después Trino. Dios es eternamente uno en esencia y trino en personas.

Del encuentro -por decirlo de algún modo- entre el Padre y el Hijo procede un amor tan puro, perfecto y fecundo que es una Persona (otra, la tercera), puro Amor, puro abrazo amoroso entre el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo, fruto sabrosísimo de la misma Vida íntima de Dios, es Dios mismo y se distingue de la otras dos en que procede del amor entre ellas (y no viceversa). Su Ser es el mismo, idéntico al del Padre y del Hijo. Sólo una diferencia (eso sí, muy profunda): el Espíritu Santo es originado por el amor infinito del Padre y del Hijo, y no viceversa.

La revelación cristiana nos enseña esto: que el Ser divino es a la vez uno y trino; y que hay un orden determinado entre las Personas. No es un caos, sino un orden.

Como esto es así, no puede haber contradicción entre la unidad esencial y la trinidad personal. Si en nuestro modo de pensar vemos contradicción, lo que debemos hacer no es negar el misterio de la Trinidad, sino revisar nuestros razonamientos y tratar de descubrir donde está nuestro error o deficiencia. Algo parecido hacemos cuando vemos torcido un palo recto metido a medias en el agua: permitimos que la realidad, rectifique el error de nuestra visión.

IGUALDAD Y DIFERENCIA

Estamos acostumbrados a pensar que como lo segundo viene después de lo primero, es inferior. Por ejemplo, hay culturas donde el primer hijo es el heredero del patrimonio y los demás se quedan prácticamente sin nada. ¿Por qué se considera más digno o con más derechos un hijo (el que llega primero) que otro (los demás)? Porque nuestra mente piensa con ingenuidad que es mejor ser primero que segundo, y que es mejor ser origen que originado, o que es mejor mandar que obedecer. A la luz del misterio de la Trinidad nos damos cuenta del inmenso error que contiene esa mentalidad prácticamente universal, arraigadísima en el hombre (caído): lo primero mejor que lo segundo y no digamos ya que lo tercero.

Sin embargo, la fe nos enseña: El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. El Padre es eterno, el Hijo es eterno, el Espíritu Santo es eterno. Las tres personas son inconfundibles e igualmente eternas y omnipotentes, iguales en dignidad. Sería una herejía pensar que el Hijo es inferior al Padre o que el Espíritu Santo es inferior al Padre o al Hijo. Sin embargo el Hijo obedece: no hace más que lo que ha visto hacer al Padre. Y el Espíritu Santo «os dará de lo mío», dice Jesús.

Pues bien, si el hombre fue creado a imagen de Dios, ¿cómo no ver que entre las personas humanas debe haber reales diferencias con idéntica dignidad? Jesucristo —hombre más hombres que todos los hombres—, con plena consciencia de su dignidad divina, lavó los pies de los discípulos, tomó «forma de siervo», lloró y sudó gruesas gotas de sangre que chorreaban hasta el suelo. Luego, todas esas cosas son dignas de Dios. Sabemos que es así, sencillamente porque las ha hecho. Luego, todas esas cosas dignifican a la persona humana.

Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. La Sagrada Escritura habla de varón y mujer en un mismo plano, en el mismo nivel «hombre». Por eso el castellano, cuando no dice expresamente otra cosa y habla de «hombre», se refiere tanto al varón como a la mujer. Decir que Dios formó a la mujer de una costilla (más literalmente, lado, o flanco) de Adán no es ninguna tontería. Es enseñar a un pueblo que tenía a la mujer por persona de segunda, que está en un error: la mujer está hecha no de otra masa, sino de la misma masa de Adán.

La Biblia presenta a la mujer como persona «segunda», pero segunda en el contexto de la imagen de Dios que es el hombre, de modo análogo a como segunda es la Segunda Persona de la Trinidad, no cronológicamente, porque Adán sin Eva no es nadie, y viceversa. Tanto monta, monta tanto.

Que la Trinidad «es familia» es una expresión de Juan Pablo II que merece mucha y larga meditación. Que la Trinidad sea familia es una verdad que enlaza con el relato de la creación del hombre -varón y mujer- a imagen y semejanza de Dios. Pluralidad en la perfecta unidad. Unidad en la perfecta diversidad. Esto es la Divinidad y, por analogía, también la humanidad. Esto lo podemos entender muy bien hoy, en el mundo civilizado, mejor que nuestros antepasados, porque estamos más inclinados a aceptar la igualdad radical en dignidad, en categoría, de todo ser humano, varón o mujer.

¿Cómo se traduce esto en la práctica de todos los días? De mil maneras. Practicando el respeto, la reverencia, la admiración, el perdón, la disculpa entre varón y mujer. Mirándose uno al otro como admirable complemento de una auténtica imagen de Dios. Necesitándose en todas las actividades nobles. Tratando desigualmente a las personas que son -circunstancial o accidentalmente- desiguales, pero a todas con la misma dosis de respeto, de veneración, de amor, porque participan de la misma naturaleza y poseen, por tanto, la misma dignidad.

Si acaso, en la praxis, la balanza debe inclinarse al lado de la mujer, porque, en principio o en general, ella es físicamente más frágil que el varón, aunque suele mostrar más vigor en la dificultad, más generosidad y espíritu de sacrificio en tantas cosas. Además, ella lleva la parte ardua de la gestación de los nuevos seres humanos. Por estas y otras razones que ahora no hacen al caso, la mujer merece un suplemento de respeto y veneración por parte del varón, que se ha traducido tradicionalmente en miles de detalles como dejarles pasar en primer lugar, cederles el asiento en el autobús, etcétera, etcétera. La galantería es una virtud que los varones no debiéramos perder, al contrario.

GRATITUD DE JUAN PABLO II A LA MUJER

Se entiende que esos gestos han ser expresión de algo más general y profundo: el agradecimiento del varón a la mujer por el hecho de serlo. Véase el ejemplo de Juan Pablo II, hacia el final de su Encíclica «Mulieris dignitatem»: La Iglesia da gracias por todas la mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad, por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social; por las mujeres "perfectas" y por las mujeres "débiles".

Por todas ellas, tal como salieron del corazón de Dios en toda la belleza y riqueza de su femineidad, tal como han sido abrazadas por su amor eterno; tal como, junto con los hombres, peregrinan en esta tierra que es la patria de la familia humana, que a veces se transforma en «un valle de lágrimas». Tal como asumen, juntamente con el hombre, la responsabilidad común por el destino de la humanidad, en las necesidades de cada día y según aquel destino definitivo que los seres humanos tienen en Dios mismo, en el seno de la Trinidad inefable.

La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina.

Podríamos ganar un tiempo precioso para nuestros descendientes, si ahondáramos más en la revelación cristiana, porque en ella habla el Verbo de Dios humanado, y sólo en Él encuentra el hombre su verdadera vocación, su auténtica dignidad, la clave para descifrar su propio misterio.

Por todas ellas, tal como salieron del corazón de Dios en toda la belleza y riqueza de su femineidad, tal como han sido abrazadas por su amor eterno; tal como, junto con los hombres, peregrinan en esta tierra que es la patria de la familia humana, que a veces se transforma en «un valle de lágrimas». Tal como asumen, juntamente con el hombre, la responsabilidad común por el destino de la humanidad, en las necesidades de cada día y según aquel destino definitivo que los seres humanos tienen en Dios mismo, en el seno de la Trinidad inefable.

(fuente: www.arvo.net)

viernes, 6 de julio de 2012

Las cuatro maravillas del Matrimonio

A ningún hombre sensato se le ocurriría pensar que la naturaleza de las cosas o animales pudiera resolverse por mayoría de votos. Sería posible, acaso, imaginar a un grupo de científicos definiendo mediante votaciones ¿qué es el ADN?, o determinando en las urnas si las ballenas son o no mamíferos, o ¿ver a un parlamento dividido entre quienes apoyan y quienes se oponen a la ley de la gravedad?. ¿Esto, es acaso posible?

¿Por qué razón no somos capaces de hacer esto con las leyes que rigen las cosas que nos rodean, y en cambio sí con las que rigen las realidades humanas que nos acompañan?. ¿Acaso nosotros los hombres no somos una realidad natural? ¿O es que únicamente las mariposas, los bosques y las ballenas son naturales?, ¿son la naturaleza? ¿Y nosotros, qué somos?

Hablar del matrimonio es hablar de una realidad natural, ciertamente de una maravilla natural, de la piedra angular de nuestro ecosistema. El hombre es una realidad natural, no cabe la menor duda. Es difícil pensar que no lo somos. Como toda realidad natural el hombre tiene un ecosistema y en él, condiciones básicas de equilibrio ecológico que determinan su desarrollo sustentable.

Para efectos de este ensayo, me atrevería a definir el matrimonio como una maravilla ecológica, que el amor humano ha hecho posible, y que constituye la piedra angular del ecosistema del hombre, a quien sirve estratégicamente. Adicionalmente, y sin afectar sus características naturales, su ideal es ser el elemento material de comunicación-participación con el Principio. Desarrollemos esta definición. He aquí las cinco maravillas del matrimonio:

1.- Matrimonio: Una maravilla ecológica.

Decir que el matrimonio es una maravilla ecológica es reconocer que no es producto de la inventiva humana, sino una realidad natural que acompaña al hombre desde el principio.

Que el matrimonio sea de origen natural es de la más evidente experiencia, sin embargo este aspecto, por razones inexplicables ha sido objeto de un oscurecimiento cada día mayor. Suponer que el matrimonio no sea de origen natural es considerarlo un invento del hombre históricamente datable, es decir, que durante mucho tiempo no existió y que un día alguna mente iluminada descubrió que la diferencia y complementación entre la virilidad y la feminidad podrían, al unirse, dar lugar a un invento, además fundador de un grupo nuclear de personas vinculadas. A este invento se le habría llamado matrimonio y al grupo fundado por éste, familia.

Por otra parte, considerar al matrimonio y a la familia de origen matrimonial como un invento del hombre (producto sólo cultural) sería suponer también que por no haber existido siempre podría no existir en el futuro sin mayores repercusiones, situación que es propia de las realidades no naturales o culturales. Así como el hombre pudo vivir años sin el cine, podría vivir sin él en el futuro. Pensar así respecto del matrimonio es colocarse fuera del más básico realismo.

Esto no significa que la cultura no influya en la naturaleza. ¿Quién podría dudar de la influencia cultural sobre la naturaleza de nuestros ríos, bosques y mares? Es evidente que la naturaleza, por estar en la historia sufre las influencias de los altibajos culturales, pero una cosa es aceptar esta lógica influencia y otra definir a las realidades naturales como culturales. Que la cultura ha influido y seguirá influyendo en el matrimonio es indudable, pero esto sólo autoriza a buscar mejores y más humanos modelos culturales que hagan posible la realización de lo que debe y puede ser el verdadero matrimonio. Así, por ejemplo, que en una época la cultura del llamado “machismo” haya informado al matrimonio no autoriza a considerar a este elemento como connatural al matrimonio, como si fuera una propiedad suya. Por el contrario, son estos elementos culturales los que deben evolucionar para dejar ser al matrimonio su “ideal”, es decir, lo que puede y debe ser verdaderamente.

Creo que no es difícil entender que el matrimonio es de origen natural. ¿Pero qué significa esto?

Decir que el matrimonio es una realidad natural es verlo como lo que es. Una unión típica entre varón y mujer con determinadas características, unión a la que le pusimos el nombre de “matrimonio”, algo que nosotros no inventamos, algo que recibimos ya hecho, que existe antes que cualquier legislador, que cualquier religión, antes que el cristianismo y que el judaísmo, antes, en fin que su nombre mismo. Igual que otras miles de realidades naturales que el hombre puede conocer, estudiar y aprender. Al igual que las ballenas, el matrimonio ahí está, y el hombre puede estudiarlo y conocerlo, o incluso ignorarlo, pero no por eso deja de estar y de ser el que él es. Si el matrimonio es una realidad natural ha de tener, como todas las realidades naturales, elementos y características que lo definen, es decir, aquellas en virtud de las cuales es el que es y no otra cosa. Del mismo modo como una ballena (o el ADN) se define por sus características propias que permiten distinguir a ese animal de todos los demás, el matrimonio posee características propias que lo distinguen de toda otra forma posible de relación interpersonal. Siendo estas características algo suyo y que sólo a él pertenecen, pues al igual que a la ballena, lo definen del resto de seres de la naturaleza, aún de aquellos que nos puedan parecer muy semejantes. Al igual que las ballenas, el matrimonio es una realidad que hay que pensarla como es, y no caer en el infantilismo de creer que ha de ser como lo pensamos.

De esta manera la primera gran maravilla del matrimonio es la de ser, él mismo, una realidad natural, una verdadera perla ecológica.

2.- El matrimonio: Una maravilla que el amor humano ha hecho posible.

No se puede entender la realidad del matrimonio sin entender la realidad del amor humano. Amor y matrimonio no son lo mismo, pero en su existencia mantienen una relación de necesidad-recíproca (amor-matrimonio), toda vez que, como veremos, el matrimonio es un momento cumbre del proceso ecológico-amoroso. El amor, es pues, causa ecológica del matrimonio.

¿Qué es el amor? Mil veces nos han dicho que el amor perfecciona al hombre, que es la felicidad misma, que el hombre fue hecho para el amor y que sólo en el amor puede realizarse verdaderamente. ¿Pero hemos entendido realmente el amor?

El amor, en pocas palabras, lo podemos definir como la “Entrega de la persona”. El hombre se entrega siempre, y esa entrega se llama “amor”, por eso se dice que amar es entregarse y que el hombre fue hecho para el amor.

Decir que hemos sido hechos para el amor es decir que hemos sido hechos para la entrega y es decir también que el amor es connatural al hombre, que no podemos vivir sin amar.

Si nos detenemos a observar un poco la realidad, comprobaremos como el hombre vive amando (entregándose) siempre y todo el tiempo. Vemos con claridad cómo todos los hombres aman, se entregan; unos a la virtud y otros al vicio, unos a lo que enaltece y perfecciona, y otros por desgracia a lo que envilece y degrada, pero todos aman, se entregan, porque el hombre fue hecho para el amor.

De este modo se deduce que hay dos claves para entender el amor humano: la primera consiste en descubrir que hay amores verdaderos, virtuosos y buenos, pero también existen amores falsos y viciosos, que lejos de ser un bien son la esclavitud y la degradación del hombre. La segunda, en saber que el hombre no tiene un solo amor, sino que su vida se realiza mediante diversas secuencias amorosas y mediante diversos objetos amados. Cada tipo de amor se distingue por poseer características propias. Así, no es lo mismo el amor de amistad que el amor conyugal, tampoco son lo mismo el amor a la patria que el amor al trabajo o laboriosidad. Cada amor del hombre se distingue por su finalidad, la cual constituyendo su esencia o naturaleza, es su máxima ordenación de sentido y proporción.

Cuando hablamos de matrimonio, hablamos de un tipo de amor humano, cuya principal característica es el carácter “conyugal” de su objeto, es decir, las dimensiones sexuales dinámicas, complementarias y conyugables del hombre y la mujer. El matrimonio involucra todo y únicamente lo conyugable de la persona.

Algunos autores hablan de un sentido esponsal del cuerpo, pero más bien la dimensión esponsal es de todo verdadero amor humano.

¿Por qué el amor verdadero tiene una dimensión esponsal? Porque al igual que en el matrimonio todo amor verdadero implica, según su modo propio, la entrega de toda la persona.

Pero ¿Qué es entregar toda la persona?, o más bien ¿es posible entregarse a medias, es decir, no toda la persona?

Hablar de la persona es referirnos al protagonista del amor. Quien no entiende a la persona se incapacita para entender el amor, pues siendo éste la “entrega de la persona” se impone saber quién es ese ser que llamamos persona.

Nos han dicho muchas veces que el hombre es un ser racional, un espíritu encarnado, que además del cuerpo tiene elementos superiores como la inteligencia y la voluntad. ¿Pero hemos entendido la profundidad de todo esto?

Una clave para entender a la persona se resume en saber: Si ¿Este cuerpo es mío? O ¿Este cuerpo soy yo? De la forma como respondamos esta pregunta habremos tomado una opción antropológica que determinará consecuencialmente la manera de entender el amor y consecuentemente el matrimonio.

Decir que el cuerpo es mío, es considerar que mi cuerpo no soy yo, que yo soy algo distinto y superior. Es una forma de dualismo antropológico. Como yo no soy mi cuerpo, y él es algo mío, lo que hago con él no lo hago conmigo, pues yo no soy él, más bien él es mío, como lo son tantas cosas que tengo como mías y las uso según mi utilidad.

Esta visión dualista es desde luego falsa, por ser contraria a la realidad. El hombre no existe dividido y sólo académicamente puede distinguirse en el hombre elementos materiales de elementos espirituales. En el terreno de la realidad solo existen personas, naturalezas humanas existentes en absoluta unidad. El hombre es un ser complejo pero existe en unidad (cuerpo-espíritu), no puede existir en este mundo de otro modo.

La antropología monista entiende que en la realidad sólo existen personas (naturalezas corpóreo-espirituales particularmente existentes). Que por esta razón el cuerpo no es algo mío, sino que el cuerpo soy yo mismo. Por lo tanto el dominio sobre todo yo y la entrega de todo yo condicionan el amor verdadero, pues es intrínsecamente falsa una entrega parcial de mí, pues existo en unidad indisoluble. Del mismo modo, resulta imposible una entrega, que supone un acto de dominio personal, si no soy dueño libre de mí mismo, si no me conduzco con “animus domini”. Por esta razón he dicho en líneas anteriores que el amor verdadero tiene una dimensión esponsal, es decir, implica, según su modo propio, la entrega de toda la persona (cuerpo-espíritu).

Una antropología dualista es equivocada por falsa, por irreal, y por implicar una fractura antropológica implica una necesaria no realización personal. Cómo diría el maestro Pedro-Juan Viladrich: ¿Es posible a caso vivir sin unidad de vida?

Ahora bien, considerando que el ser hombre es esta realidad natural compleja (cuerpo-espíritu), es preciso observar en su naturaleza dos dimensiones, una estática y otra dinámica: La estática es la existencia del yo, es decir, la realidad que responde a estas dos preguntas: ¿Quién soy yo? Y ¿desde cuándo y hasta cuándo yo soy?, y la dinámica que está constituida por la realidad natural de estar el hombre inmerso en el espacio y el tiempo. Es decir, ese yo que soy está en la historia. Esta doble consideración nos lleva a la conclusión de que no es confundible el ser y la historia del ser, pues es el ser mismo el que está en la historia, tiene su historia. Decir persona es decir naturaleza humana particularmente existente en el devenir de su historia y de la historia.

El motivo de esta distinción es que en el amor intervienen sin confundirse estas dos dimensiones de la persona; la entrega que el amor supone impacta al ser y a la historia del ser, aunque de modo distinto. Si el hombre no fuera un ser espacio-temporal bastaría la entrega para que ésta pudiera considerarse absolutamente realizada (me refiero a todo aquello que puede y debe ser), pero por ser el hombre un ser sometido al espacio y al tiempo sólo en la historia puede desplegar lo que la entrega es, sólo en el espacio y tiempo podrá la entrega ser lo que debe y puede ser. Por eso, la dimensión histórica de los seres constituye su espacio para ser. Así, un niño no se confunde con su historia, una cosa es el ser del niño y otra su historia, su proyección existencial.

Ahora bien; ¿Por qué decimos que el amor hace posible al matrimonio? Nos colocamos ya en un tipo particular de amor que es aquel al que el matrimonio refiere.

Hablar de amor, refiriéndonos al matrimonio, es hablar de un tipo particular de amor humano de dimensión sexual que conforme con la naturaleza se da entre un varón y una mujer.

Hablar de varón y de mujer es hablar de dos modos de existir de la misma naturaleza humana, que se nos presenta en la propia naturaleza bajo dos modos distintos y complementarios de ser de esa misma e igual naturaleza humana.

El conjunto de aspectos masculinos constituyen la virilidad (presente en toda la naturaleza masculina) y los aspectos femeninos constituyen la feminidad (presente en toda naturaleza femenina). Decir que ambos modos de ser son complementarios es reconocer que por su propia naturaleza al unirse dan lugar a un ser distinto que como veremos es el matrimonio. Es importante destacar que complementarse no significa completarse, es decir, varón y mujer son personas completas, nada les falta, sin embargo por razón de sus fines naturales son complementarios. Así como un coche es resultado de un conjunto de elementos que se complementan, sin que podamos decir que a la llanta le falte algo para ser llanta y al carburador algo para ser lo que es. Del mismo modo la masculinidad y la feminidad, que nada les falta para ser completas, se complementan para dar lugar al ser mismo del matrimonio. Es decir, el matrimonio es el ser resultante de esa complementación una vez hecha.

El amor, éste que se da entre un varón y una mujer, hace posible el matrimonio porque el matrimonio mismo constituye un particular momento cumbre del proceso amoroso. El matrimonio implica y supone el amor, no se confunde con él pero lo supone y contiene necesariamente. El matrimonio es pues, hijo legítimo del amor. Por otro lado, y en sentido inverso, podemos decir que el matrimonio hace posible el amor verdadero entre un hombre y una mujer. Es decir, la relación entre amor y matrimonio es en dos vías: una partiendo del amor se dirige al matrimonio y lo hace posible, y la otra partiendo del matrimonio hace posible la plenitud y verdad del amor entre un hombre y una mujer. Sin el amor el matrimonio sería imposible, pues es causa suya, y a la inversa, sin matrimonio el amor verdadero entre hombre y mujer jamás se realizaría. Lo que quiero decir es que no podemos desvincular el matrimonio del amor, sin causar una fuerte ruptura entre el matrimonio y la realidad antropológica que lo fundamenta. Quiero decir que no es posible ver las cosas al modo siguiente: Una cosa es amarte y otra casarte, o bien; es posible casarte sin amarte o amarte sin casarte. Todas estas afirmaciones reflejan una irreal y falsa ruptura entre matrimonio y su fundamento de realidad antropológica. El matrimonio no es algo distinto de su realidad humana, por el contrario, el matrimonio es una realidad surgida dentro de un proceso natural, llamado: ecosistema amoroso. Matrimonio es, el nombre de una realidad antropológica.

Si observamos el proceso natural amoroso descubriremos como ese amor entre un hombre y una mujer se inclina él sólo a convertirse en amor entre un esposo y una esposa, es decir, se deja de ser amante y se pasa a ser esposo-esposa. El amor está en el proceso, en la génesis y origen del matrimonio, y el matrimonio está implicado en el amor verdadero como dirección o sentido. El matrimonio es pues un ser surgido del amor en virtud de un acto conjunto de voluntad llamado consentimiento. Amarse conyugalmente es querer el matrimonio como cúspide de ese amor, no como una forma más de unión, sino como aquella que es connatural al amor, aquella a la que el propio amor se dirige por su propio impulso, por su propia dinamicidad operativa.

El amor entre un hombre y una mujer, por ser una realidad natural y humana que configura a la persona, participa de las dimensiones estática y dinámica de que hablamos anteriormente. Es decir, el proceso amoroso, por su propia inclinación quiere y pide la unión estable que el matrimonio es, así el matrimonio es una unidad en las naturalezas (masculina y femenina), éste es su ser, pero por participar de la dimensión dinámica (espacio y tiempo) tiene a su vez una proyección histórica, que condiciona su realización existencial al espacio y al tiempo, como su espacio propio para ser, para realizar lo que debe y puede ser.

Así, es posible distinguir y no confundir el ser del matrimonio con su dimensión histórica, la vida matrimonial. El matrimonio es el ser que viene a la existencia por la entrega libre de los amantes y que constituye aquello que podemos llamar “lo nuestro” y la vida matrimonial es la historia de ese ser en el tiempo.

De esta manera, la segunda gran maravilla del matrimonio es la de hacer posible el verdadero amor entre un varón y una mujer, al tiempo que ese amor hace posible al matrimonio mismo.

3.- El Matrimonio. Una maravilla que constituye la piedra angular del ecosistema del hombre.

Hablar de un ecosistema es hablar de equilibrio ecológico, es decir, de ciertas condiciones que determinan la permanencia y desarrollo sustentable de una realidad natural, en este caso, del hombre mismo.

Hablar de permanencia y desarrollo sustentable, refiriéndonos al ser mismo del hombre, es considerarlo bajo los aspectos de perfección natural con que se le encuentra en términos de naturaleza.

Por ser el hombre el ser natural más complejo, su ecosistema posee las mismas características de complejidad ontológica. No obstante el grado de complejidad, el ecosistema humano es asequible a cualquier inteligencia mínimamente observadora de la realidad.

Si estudiamos el proceso amoroso que muchos hemos experimentado sin que nadie nos haya enseñado (lo que demuestra su origen natural) descubriremos en el mismo proceso una serie de elementos que paso a paso van configurando esa realidad a la que después los hombres llamamos matrimonio.

El sistema (ecosistema) arranca en la persona misma, producto de este ecosistema, como un ser con unidad de vida (cuerpo-espíritu) que sabe y experimenta esta unidad bajo la afirmación de ser él mismo su cuerpo, pues sólo en él vive y se manifiesta, sin otro posible modo de ser. Este hombre posee madurez y suficiente discreción de juicio respecto a su propio ser y a su ecosistema. Esta capacidad es natural a toda persona salvo casos excepcionales.

El proceso amoroso arranca en un encuentro datable, en el que por la propia inclinación natural existe una atracción recíproca física, psíquica y afectiva. Se quiere penetrar en el otro, conocerlo a profundidad, compartir el tiempo, las experiencias y la vida misma. Se va gestando “lo nuestro”, aquello que nos pasa, que sentimos y experimentamos juntos, nos angustia estar lejos del otro.

Con el tiempo y el acoplamiento (que puede también no darse) la relación incrementa su intensidad, sus características adquieren notas más exigentes; queremos que lo nuestro no pase, no se acabe (inclinación natural a una unión estable y duradera), nos queremos exclusivamente, es decir, sin intervenciones ajenas de terceros. Te quiero sólo para mí, siento celos y me molesta que te fijes en otro (inclinación natural a la exclusividad, uno con una, así como a la fidelidad), no resisto la idea de perderte, no me imagino sin ti (inclinación a una unión que no se acabe). Junto a tí el mundo es poca cosa, todo lo puedo, todo lo logro, todo esfuerzo vale la pena (inclinación natural a una entrega total por un objeto valioso que eres tú), juntos nadie nos vence, nos comemos y reinventamos el mundo, queremos dar fruto, pero un fruto de los dos (inclinación a una gran creatividad de nuestra unión, a que lo nuestro trascienda. Esto se manifestará en seres personales, los hijos).

Este proceso en su propia dinámica natural alcanza un punto definitivo y decisorio, el paso definitivo. Que eso que queremos ser “sea”, es una entrega que implica deuda, es convertir eso que queremos ser, en un ser ya realizado y verdadero, es pasar de un querer ser a “ser” realmente. Es como la diferencia entre querer un hijo y concebirlo, el querer al hijo no hace al hijo. El hijo es producto de la generación y desde entonces él es.

De la misma manera el proceso amoroso producto de la naturaleza implica la gestación (como querencias) de lo que posteriormente es el matrimonio, que en definitiva es un ser producto de este amor.

Pero decidir pasar de ser amantes a ser esposos es un acto cualificado de la voluntad, es decir, no es una decisión cualquiera, sin importancia, pues constituye una conformación y no una función del ser. No es una función que siendo realizada por una persona se pueda dejar de realizar después como si fuese un empleo. Se trata de una conformación del ser, se es esposo o esposa, y por lo tanto se vive, se piensa y se actúa como lo que se es. Es como ser hijo de ese padre, o madre de ese hijo, no es función sino conformación del ser.

El momento decisivo comporta un acto de dilección, de elección sobre lo que yo seré, un acto de entrega y aceptación de tu naturaleza para unirla con la mía en todo aquello que siendo complementario es susceptible de ser unido. Seguiremos siendo dos, pero lo nuestro es aquello en lo que somos uno, nos compartimos el dominio sobre nosotros mismos formando un “uno” que tendrá su propia historia; “la historia de lo nuestro”. Todo aquello que sentíamos como inclinación natural se consolida, se asume, se convierte en algo tuyo y mío, en algo que yo te debo a ti y tu a mí, por habérnoslo entregado y aceptado. Así, amarnos, respetarnos, ser fieles, mantenernos unidos, asumir la creatividad de nuestro amor en la disposición a la trascendencia de lo nuestro mediante los hijos, a recibir a éstos en el hogar de lo nuestro y a educarlos, hacer comunidad de vida, de ayuda etc. Es lo nuestro, lo entregado y lo asumido, lo justo y debido entre nosotros.

Visto así el matrimonio, mi cónyuge no es la persona con la que vivo, sino la persona con la que soy. Yo resulto vivido en ella y ella vivida en mí. Por eso, hablando en sentido estricto, en el matrimonio los cónyuges no se entregan todos los días, sino que más bien, todos los días cumplen una entrega ya hecha.

Como podemos ver el matrimonio es el producto necesario y normal del ecosistema amoroso, lo anormal sería que el proceso no fuese así.

La consolidación que las inclinaciones naturales sufren al nacer el matrimonio obedece, entre otras razones, a exigencias naturales propias de la vida del matrimonio, fundamentalmente la necesaria estabilidad y permanencia que exigen el advenimiento de los hijos y su educación en el seno de esta comunidad de amor, proceso que no es corto ni fácil. Podemos descubrir aquí la gran trascendencia que para el futuro emocional de los hijos tiene esta consolidación que en el matrimonio tienen las inclinaciones naturales amorosas, y fundamentalmente la importancia estratégica de que el vínculo de los padres sea precisamente conyugal: Saberse hijo de matrimonio, de una unión comprometida surgida del amor y no de una unión transeúnte o golondrina, saber que la causa eficiente de mi existencia es un acto plenamente humano (corpóreo-espiritual), que es la expresión material de la unión que es el matrimonio, saberse deseado y amado, recibido en el hogar con alegría, esto marca indeleblemente el futuro emocional de los hijos.

Con justa razón, señala el maestro Viladrich que el proceso que arranca con el amor varón-mujer, dirigido al Matrimonio, ordenado a la fecundidad, Concepción, Recepción del concebido y educación monista, y que termina en la entrega a la comunidad de un hijo bien formado, es seguramente, el plan Divino que se quiere expresar en el Génesis al señalar: “Que lo que Dios unió no lo separe el hombre”. Este es, pues, el hermoso ecosistema que la naturaleza ha confiado a la libertad de los hombres.

De esta manera podemos afirmar que el matrimonio es la maravillosa piedra angular del ecosistema humano. Es la realidad natural básica de su equilibrio ecológico, determinante para el desarrollo sustentable del hombre.

4.- Matrimonio. Una maravilla del ecosistema humano, a quien sirve estratégicamente.

El matrimonio, y la familia fundada en el matrimonio, prestan al ecosistema humano una serie de servicios estratégicos de inigualable valor, además, dichos servicios estratégicos son prestados por la familia matrimonial de tal manera que no existe en la sociedad quien pueda reemplazarla con la misma efectividad y a mejor costo.

La clave para la comprensión del fundamento de estos servicios estratégicos prestados al hombre y a la sociedad por la familia matrimonial radica en la ‘incondicionalidad ecológica establecida entre los miembros de la comunidad familiar entre sí, como consecuencia de los vínculos causados por el matrimonio y la consanguinidad’. Incondicionalidad que incluye aspectos no sólo físicos sino afectivos y psicosomáticos.

Esta vinculación (de incondicionalidad ecológica), no puede ser real y verdadera en otro tipo de comunidades no soportadas en el matrimonio y la consanguinidad, y en el caso de comunidades soportadas únicamente en la consanguinidad, la incondicionalidad que poseen la tienen por realizar en parte el modelo natural matrimonial. Adicionalmente, este fenómeno de incondicionalidad natural no puede ser improvisado, ni suplantado mediante inventos carentes de fundamento antropológico real, ya sea por el Estado o por otros agentes, pues bajo dicho escenario la ‘incondicionalidad’ sencillamente no surge. Es pues sólo la familia la que puede ofrecer en condiciones óptimas y a muy bajo costo una serie de servicios estratégicos en virtud de su propia energía interna y en forma masiva. Esta es la razón por lo que la familia es realmente el sujeto social primario.

La expresión concreta de la incondicionalidad ecológica, de la que venimos hablando, consiste en que el criterio que rige las relaciones intrafamiliares es el de la igual y absoluta dignidad de cada uno de sus miembros.

De esta manera, la cuarta gran maravilla del matrimonio y, de la familia de fundación matrimonial es el importante conjunto de servicios estratégicos que presta al ecosistema del hombre con una eficacia y costo inmejorables por cualquier otra opción.

(fuente: www.encuentra.com)

jueves, 5 de julio de 2012

¿Gestación por sustitución, alquiler de vientres o explotación del cuerpo femenino?

Con ocasión del debate periodístico de los alcances del anteproyecto de reforma del Código Civil en la Argentina, diversos medios han afirmado que lo que se ha propuesto no es el “alquiler de vientre” sino la “gestación por sustitución”.

Para fundamentar esa afirmación se sostiene que, en el proyectado artículo 562, al momento de homologar judicialmente el acuerdo de esta “gestación por sustitución”, se deberá acreditar que “la gestante no ha recibido retribución”(inciso f).

En este breve comentario, procuraremos analizar el tema y demostrar que en realidad el anteproyecto ha realizado un maquillaje lingüístico y que sí regula el denominado “alquiler de vientres” aunque con características muy peculiares:

1. En ningún momento se prohíbe que el “centro de salud” cobre por realizar estas supuestas acciones.

2. Un procedimiento de estas características no sería gratuito, pues no sólo hay honorarios profesionales, sino también gestiones para constatar la salud de la mujer gestante, gastos varios, costos derivados de los procesos de selección de la gestante, y otros costos por una técnica que se supone excepcionalísima y por tanto muy cara.

3. En medios periodísticos nacionales, se había informado un precio en el exterior que oscilaba entre u$s 90.000 en Miami y u$s 130.000 en California (La Nación , “Crece el interés por el alquiler de vientres”, 20 de agosto de 2011)

4. En este contexto, la mujer gestante sería la única que no cobra y con ello se consumaría una nueva forma de explotación de su cuerpo, en este caso apropiándose los profesionales de manera inescrupulosa de su vientre.

5. También habrá costosos seguros que contemplar y que se vincularán tanto con las conductas de salud de la mujer como con el normal desarrollo de los bebés.

6. Ello constituirá otra forma de explotación de la mujer, que verá todo su embarazo monitoreado por un centro médico y por uno o dos “comitentes” (así se llama a los que encargan la “sustitución”). Cabe preguntarse si ella podrá viajar, o emprender actividades riesgosas, o bien qué sucede si la mujer fuma o toma alcohol.

7. Llamativamente el proyecto elimina los actuales artículo 67, 68 y 78 del Código Civil de Vélez Sarsfield, los que regulan lo que se conoce como “postergación de controversias” y establecen que no se puedan generar litigios sobre el hecho del embarazo ni se puedan tomar medidas civiles sobre la mujer embarazada y su hijo. Bajo el anteproyecto, la mujer embarazada sometida a “gestación por sustitución” podría sufrir todo tipo de hostigamientos para comprobar la buena marcha de ese proceso.

8. Finalmente, la redacción del inciso f afirma que, al momento de la homologación judicial, se debe acreditar que la “mujer” “no ha recibido retribución”. No es casual el uso del pasado y bien podría alguien alegar que la mujer no recibió retribución antes de la homologación judicial, pero que nada prohíbe que la reciba luego.

9. La redacción no contempla diversas eventualidades que pueden ocurrir en el marco de las técnicas de fecundación artificial, caracterizadas por numerosos fracasos y pérdidas embrionarias. ¿A cuántos intentos o “ciclos” de fecundación in vitro y transferencia embrionaria se compromete la mujer? ¿Qué sucede si los embriones no se “implantan” en el primer intento o si pierde el embarazo?

10. En lo laboral, la pregunta que tampoco se responde es si la mujer gestadora gozará de la licencia por maternidad, siendo que tiene obligación de entregar el bebé recién nacido.

11. Llama la atención que en las normas sobre adopción se prohíbe dar en adopción a un bebé recién nacido, estableciendo un plazo mínimo de 45 días desde el nacimiento (cfr. artículo 607), mientras que en la gestación por sustitución la entrega debe ser inmediata.

12. ¿Qué pasaría con las demás cuestiones del derecho laboral de la mujer embarazada, como la indemnización por despido?

13. Si la mujer gestante es casada, ¿necesita autorización de su cónyuge?

14. ¿Quién ejerce la representación del niño por nacer durante el tiempo del embarazo (cfr. artículo 101 inciso a)? En caso de muerte del niño por nacer o lesiones, ¿quién está legitimado a demandar” ¿La gestante, los comitentes, el centro de salud?

15. ¿El pacto de “sustitución” supone ciertos resultados en términos de condiciones de salud del hijo” ¿Qué sucede si el parto es múltiple?

Desde ya que entendemos que considerar la posibilidad de retribuir a la mujer no es ninguna solución a este problema. La figura del “alquiler de vientre”, que eufemísticamente el anteproyecto pretende encubrir bajo la denominación de “gestación por sustitución”, es una grave ofensa contra la dignidad del hijo, sometido a un inadmisible contrato cosificador que se asemeja a la trata de personas, y también de la mujer, también cosificada y expropiada de su cuerpo para las rentas de los profesionales de salud y los deseos de personas adultas.

(fuente: centrodebioetica.org)

miércoles, 4 de julio de 2012

04 de julio: Santa Isabel de Portugal

Santa Isabel Reina de Portugal,
Terciaria O.F.M. 1271-1336
Fiesta: 4 de julio.
Abogada de los territorios en guerra.
Isabel significa "Promesa de Dios"

Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.

Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas.

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.

Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.

Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz

El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.

Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.

Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".

A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".

Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.

Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar

Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.

Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.

Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.

Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.

Fue canonizada en 1625

Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países.

(fuente: www.corazones.org)

Argentina: Un decreto presidencial viola el derecho a la identidad de los niños

La presidenta Cristina Fernández entre los DNI de dos mellizos hijos 
de una pareja casada por la Ley de Matrimonio Igualitario, 
durante un acto en el Salón Mujeres Argentinas de Casa de Gobierno.
Buenos Aires (AICA) El doctor Nicolás Lafferriere, presidente del Centro de Bioética, advirtió que el Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 1006/2012, del Poder Ejecutivo, violenta el derecho a la identidad de los niños, al disponer “un trámite administrativo para anotar con dos madres y sin padre al hijo de una mujer que actualmente esté unida por supuesto matrimonio con otra mujer y cuyo nacimiento hubiera ocurrido con anterioridad a la sanción de la ley 26618/2010 de matrimonio civil”.

El especialista sostuvo que “el decreto, que se aplica a los niños que no tengan filiación paterna establecida y que en los hechos modifica el Código Civil de manera retroactiva, es una manifiesta violación al derecho a la identidad de tales niños”.

Asimismo, calificó de “lamentable” que “desde el ordenamiento jurídico se sigan impulsando normas que manipulan los vínculos más constitutivos de la identidad de los niños en función de los deseos de los adultos y también los privan de la riqueza de la complementariedad de varón y mujer”.

Análisis preliminar

1) Inconstitucionalidad por violentar el derecho a la identidad: el decreto priva a los niños así inscriptos de una dimensión del derecho a la identidad (Convención sobre los Derechos del Niño), como es el derecho a conocer a su padre biológico y ser criado por él. Adviértase que ni siquiera se trata de casos de fecundación artificial, sino que se trata de supuestos donde una mujer ha dado a luz un hijo, el niño no ha tenido filiación paterna y luego se lo anota como hijo de la señora que supuestamente se convirtió por disposición de la ley en cónyuge de su madre.

2) Inconstitucionalidad por violentar la igualdad: la norma genera una discriminación injusta entre los niños, pues los hijos concebidos por una mujer soltera que luego se casa legalmente con otra mujer quedan privados de un aspecto de su identidad biológica (la paternidad), mientras que todos los demás niños podrán establecer sus vínculos filiatorios según el principio de la verdad biológica fijado por el Código Civil, con fundamento constitucional.

3) Inconstitucionalidad por incompetencia: el Poder Ejecutivo no tiene atribuciones para dictar normas en temas regidos por el Código Civil como es la filiación, cuyo dictado compete al Congreso Nacional (art. 75 inc. 12 Constitución Nacional). Tampoco se verifican los supuestos de necesidad y urgencia fijados por la Constitución, cuando justamente se ha elevado un proyecto de ley sobre nuevo Código Civil que, más allá de las objeciones de fondo que merezca, trata estas cuestiones.

4) Inconstitucionalidad por invadir competencias provinciales: En tal sentido, el Decreto establece este procedimiento por el plazo de un año, prorrogable por un año más y dispone la aplicación retroactiva de las reglas fijadas por la ley 26618 cuando dispuso cómo deben hacerse las partidas de nacimiento en caso de uniones de dos mujeres. Como es dicho en otras ocasiones, las normas sobre filiación no pueden ser dispuestas por leyes registrales. Sin perjuicio de ello, aún si se admitiera que es posible disponer vínculos filiatorios por normas de tipo registral, la regulación de los Registros Civiles es una competencia provincial, no delegada en el gobierno nacional. En este sentido, el decreto vulnera las autonomías provinciales al establecer cómo se deben registrar los nacimientos.

5) Cuestiones no resueltas: el decreto no resuelve casi ninguno de los problemas jurídicos que pueden suscitarse a la luz de las normas del Código Civil sobre filiación, que están vigentes. En este sentido, cabe señalar que en el futuro el niño así anotado con dos madres podría impugnar la maternidad de aquélla a quien le asignan como madre legal, podría reclamar la paternidad al varón que fue su padre biológico, quien a su vez podría también reclamar la paternidad. Ello sin considerar las acciones que eventualmente podrían plantear otros herederos.

El decreto priva a los niños de su vínculo paterno, el que queda suprimido por decreto y sin que quede clara la posibilidad o no de accionar para reclamar tal filiación extramatrimonal y sin que se exija ningún otro requisito a las dos mujeres más que su consentimiento. Tal situación, que aquí se impone como privilegio para dos mujeres presuntamente casadas, sería inadmisible en cualquier otro caso, por la vigencia del derecho a la identidad del niño y porque los principios en materia filiatoria son de orden público.

Es lamentable que desde el ordenamiento jurídico se sigan impulsando normas que manipulan los vínculos más constitutivos de la identidad de los niños en función de los deseos de los adultos y también los privan de la riqueza de la complementariedad de varón y mujer.

Informes: info@centrodebioetica.org y www.centrodebioetica.org .+

04 de julio: Beata María Crocifissa Curcio

La Sierva de Dios Madre M. Crocifissa Curcio nació el 30 de enero de 1887 en Ispica (Rg), Italia. Desde la adolescencia advirtió en sí la llamada a seguir radicalmente a Cristo que, a través de la tierna Madre del Carmelo, le confiaba el proyecto divino de hacer reflorecer el Carmelo en su país y en muchos otros. Como todos los santos, también M. Crocifissa para llevar a cabo este proyecto, sufrió grandes pruebas y sufrimientos prolongados por muchísimos años, hasta el encuentro providencial con el carmelita P. Lorenzo van den Eerenbeemt, que permitió dar vida a un pequeño Carmelo misionero en Santa Marinella, diócesis de Porto S.Rufina (Roma).

A su muerte, acaecida el 4 de julio de 1957, la congregación por ella fundada a favor de la juventud pobre o menesterosa, estaba presente, además de en varias comunidades de Italia, en Brasil y en Malta. Rápidamente las Carmelitas Misioneras siguieron expandiéndose en otros continentes abriendo comunidades en Canadá, Tanzania, Filipinas y Rumanía.

Fue beatificada el 13 de noviembre de 2005.

(fuente: ocarm.org)
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