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lunes, 15 de abril de 2013

El llamado de Dios transforma la persona

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones”. Yo respondí: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. El Señor me dijo: “No digas: “Soy demasiado joven”, porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte – oráculo del Señor – “. El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar”. (Jeremías 1, 4 – 10)

Es claro en esta Palabra, como en el resto de los relatos vocacionales, que la elección viene de Dios, Dios elige por caminos humanos para nosotros incomprensibles, su lógica es distinta. Va a decir el Señor: “Mis caminos no son los de ustedes, son otros caminos”.

El llamado se limita a plantear dudas o a ofrecerse cuando Dios pide un voluntario, como lo es en el libro del profeta Isaías 6, pero no toma la iniciativa. Hoy nos encontramos con uno que plantea dudas, porque frente a la conmoción que genera la presencia de Dios que invita, como vemos en este relato, la persona se descubre así misma limitada, se descubre como se muestra Pedro en el texto de la pesca milagrosa, pecadora, genera dudas en sí mismo, en otros, como en el caso de Pablo, Ananías dice: fíjate Señor que a este que has elegido es... y le muestra a Jesús lo que supuestamente Jesús no conoce de Pablo.

La inconsistencia que hay en la persona llamada es el lugar donde Dios se presenta para hacerse fuerte en el que llama, es inconsistente el convocado. Dios va trabajando en la persona llamada para en un proceso ir haciéndola fuerte, consistente, pensemos en el inestable Pedro que es irascible en su temperamento fuertemente inestable y sin embargo elegido por Dios para ser la piedra sobre la que va a apoyar a su propia Iglesia, los caminos de Dios son para nosotros, a simple vista, incomprensibles, solo después de un AMEN a la propuesta que Dios hace de ir tras la fe, uno puede mirar hacia atrás y leer como Dios ha ido llevando la vida en un mismo sentido, como su Pastor, y lo que para en una determinada circunstancia de la vida ante la irrupción de Dios que llama el corazón humano se siente como profundamente sacudido, conmovido, incierto, solo después de una respuesta en la fe a esta llamada que Dios nos hace comienza uno como a darse cuenta en un proceso de respuesta de fidelidad a Dios cómo Dios va guiando.

Dios tiene caminos incomprensibles, muchas veces aparece en la Palabra mujeres estériles, ancianas que dan a luz por la intervención de Dios, por ejemplo Zara, Ana la profetiza, la esposa de José María nuestra Madre que no es solamente virgen sino que es niña y sin embargo en su pequeñez Dios ha detenido su mirada para hacer presente el misterio de la salvación. Moisés es un prófugo de la justicia y sin embargo desde ese lugar Dios lo llama para ser liberador de un pueblo. Los caminos de Dios son incomprensibles, Pedro reacciona frente a esto diciendo “apártate de mí Señor, soy un pecador”, Moisés se descalza, Pablo queda ciego, María sintió el llamado de Dios y su corazón que se perturbaba por dentro, Zacarías el padre de Juan el Bautista en el templo, en lugar de los santos de los santos no entiende y queda mudo, la presencia de Dios sacude, conmueve, en cierto modo desestabiliza porque la llamada pone al que es convocado, al que es invitado a ir detrás del Señor a dar un paso donde su naturaleza en principio no esta en condiciones de dar, solo por una gracia que Dios da, esto se puede hacer. Jeremías lo expresa “Yo soy un niño, un adolescente; no digas yo soy un niño, Yo pondré palabras en tu boca” Dios capacita al convocado, junto con la llamada viene la gracia para dar la respuesta, pero la respuesta es de uno y tiene que ser para que sea una respuesta madura, hecha con responsabilidad, con la capacidad de hacerse cargo uno de sí mismo y de su propia historia para que esta sea la que se ofrezca, no es una palabra la que se da, es una vida que se entrega en la respuesta al Dios que llama.

El Señor te está llamando, no solamente al seguimiento de Él en exclusividad, el llamado al seguimiento discipular de Jesús es en los distintos estados de vida. El Señor necesita en este tiempo de profetas, de hombres y mujeres que sean la boca de Dios, la Palabra nos muestra a Jeremías donde Dios extiende la mano sobre su boca y le pone su palabra, el Señor extiende ahora su presencia y nos da su Palabra, se nos entrega Él mismo para que lo hagamos presente a nuestros hermanos.

El llamado que Dios te hace tiene una característica que el texto de Jeremías la ofrece claramente, es un encuentro con una experiencia de comunión íntima con Dios, “La Palabra de Dios llegó a mí”, este llegó a mí de la Palabra de Dios expresa este grado de intimidad en el encuentro, no fue una palabra lanzada al aire sino que la palabra tenía un objetivo concreto, el profeta al que se dirigía, la Palabra llega a vos también con esa capacidad de interpelación y con esa fuerza de seducción que la Palabra tiene como para ponernos en contacto con ella y sentir que su amor nos cobija, es una experiencia de alianza que esta sustentada en un diálogo, en el llamado que Dios nos hace al encuentro con Él se produce una profunda transformación de la persona elegida, otorgándole a quien es llamado esa clara conciencia de ser otro, Dios se dirige a la conciencia mas recóndita de cada uno de nosotros, a lo íntimo del corazón alterando la propia existencia y haciendo de uno un hombre, una mujer nueva, es la experiencia que se termina de producir aun en el cambio del nombre o en la identificación de Dios con el nombre que le puso desde el principio. “Ahora no te llamarás mas Simón sino Pedro”, “Ya no Saulo sino Pablo” Dios cambia el nombre porque el nombre expresa lo que la persona es. Un proceso de transformación genera el hecho vocacional que no lo da la misión , el rol o la función que la persona cumple, como si se pusiera un traje y con este ya esta todo dicho, lo da un proceso de interiorización de la gracia recibida, sos papá o mamá esta es tu vocación pero el ser padre o madre no se logra con el hecho de traer un hijo al mundo, se vive con plenitud y en gozo la paternidad y maternidad cuando vamos entendiendo el valor, el significado que tiene el hecho de que me este compartiendo el creador de todo el universo la vida de un ser que le pertenece y que lo ha puesto bajo mi cuidado, cuando yo internalizo este don no desde la posesión del hijo, sino desde el agradecimiento a Dios del hijo que he recibido y entonces al servicio de Dios mi paternidad, mi maternidad, mi ser madre o padre adquieren un carácter de interioridad que es mucho mas que sentir el peso de la responsabilidad de llevar adelante la educación de este ser indefenso, necesitado de educación, compañía, sostén, me ubico en otro lugar, la posibilidad de dejarnos transformar interiormente en la vocación que hemos recibido o que estamos recibiendo supone esta experiencia vincular con el Señor de todo lo creado, no con el aplicarnos a la tarea o a la misión que corresponde, la misión lo que trae es desgaste de nuestra fuerza, puesta de nuestra fuerza, también en ella recibimos fuerza mientras la vamos haciendo pero de suya es mas la energía que invertimos que la que recibimos, de dónde brota la energía para la misión: del encuentro, el encuentro transformador y la fuerza transformadora que en la misión también ocurre pero tiene como punto de partida la conciencia clara que lo que llevo dentro para el servicio de los demás es un mandato que Dios, el Padre bueno de la misericordia, me ha querido confiar para participar de su obra.

En el hecho de ser papá o mamá, Dios te esta participando en su paternidad, en su maternidad, Él es el Padre y la Madre de tu hijo y vos participas de esa gracia, de hecho tus hijos en un momento determinado se van de la casa y arman otra familia, sos padre de otro forma, si no nos ubicamos en esto que nos han participado la paternidad, la maternidad, el síndrome del nido vacío nos genera una desubicación frente a la vida y frente a nuestra vocación materna o paterna que es interior y que se hace expresiva en cada etapa de la vida de nuestros hijos de forma diversa.

La vocación siempre tiene de suyo una experiencia interior que le da sentido al quehacer, al rol, a la misión, si uno se hace solo al rol desaparece la misión y la vocación tambalea, por ejemplo en la vida consagrada un sacerdote o una religiosa puesto en tal función quien tiene el pastoreo de la comunidad lo cambia, lo envía a otro lugar, y si la misión era la que daba justificación a la vocación sacada de en medio de la misión la vocación tambalea, es la interiorización de la experiencia de encuentro con el Señor la que marca el rumbo y si esto no está nuestra vida se hace frágil, resulta inconsistente, poco firme y el Señor nos quiere realmente de pie, firmes y seguros en Él.

Pensá cuánto de lo que haces todos los días en lo que sería tu misión paterna, materna, consagrada, catequista, servidor de la comunidad, cuánto de esto está sostenido de quehacer y cuánto le falta al quehacer de la interioridad, hoy abrite a la interioridad de tu quehacer y empieces a descubrir el sentido hondo, profundo, transformador que tiene el hecho, no de lo que haces sino de lo que vales en lo que haces, el Señor viene hoy a extender su mano y tocar tu corazón como toco en su momento la boca de Jeremías.

El Señor nos llama a estar con Él, dice la Palabra, estar con Dios es participar de la presencia de su amor que cautiva, que seduce, que cobija, que descansa, que fortalece, que alivia, que alienta, este estar con Él junto a otros es intransferible, única e irrepetible la llamada que Dios hace incluye al llamado dentro del plan de Dios y uno no puede escapar, se hace irresistible su voz que llama por dentro, cuando Dios se decide por alguien no cambia en su determinación, uno puede decir sí o no pero hasta que uno no da la respuesta Él no deja de estar a la puerta llamando, con el tiempo se va entendiendo de qué se trata el llamado porque la vocación tiene eso, como te pasará a vos que sos papá o mamá, cuando vos descubrís tu vocación en la vida matrimonial sos esposo o esposa, sí entendes en el noviazgo de que se trata pero después en el tiempo vas como comprendiendo como en mayor profundidad de qué se trata en realidad o qué era aquél enamoramiento de atracción que te generaba la persona por la que dijiste me juego la vida y con ella construyo una historia, el tiempo te va mostrando de qué se trata porque el proceso vocacional es un camino que tiene etapas como lo tiene el crecimiento en la vida y entonces hay una niñez vocacional, una adolescencia vocacional, hay también una madurez vocacional y un final de la vida vocacional.

En los procesos de crecimiento humano que no son siempre lineales y ascendentes sino que son como espiralados y ascendentes, hay un riesgo de pegar la vuelta y retroceder, demorar, obstaculizar el proceso y entrar en un retroceso, estar en una etapa no de demora vocacional, estancarse y retroceder, vos podes tener años de vida sacerdotal y ser un niño vocacional o un adolescente que no ha terminado d entender la hondura del ser sacerdote. La vida de quien va respondiendo al llamado de Dios es una vida entregada y ofrecida no desde fuera de uno o en la tarea que uno hace sino desde uno mismo y desde su ser, por eso a la vocación le supone un proceso de madurez vocacional para que la ofrenda sea de la persona, no fuera de la persona sino ella misma la que se entrega y se ofrece, la gente que espera tu respuesta a Dios no esta esperando que le des tu capacidad intelectual, organizativa, emprendedora, nuestra capacidad afectiva de amar, esta esperando que nos entreguemos a Dios y solamente sabemos que esto es así cuando nosotros nos hemos entregado a Dios, cuando nos hemos puesto en las manos de él, Dios llama y renueva su llamado, su llamado no fue en un determinado tiempo de tu historia, es dinámica la llamada de Dios, permanece en el tiempo, esta esperando sencillamente que le respondas con lo que hoy tenes, sabiendo que Él te da la gracia para responder en el momento en el que se encuentra tu vida presente.

El Señor llama e invita a seguirlo, es Él quien toma la iniciativa, es un llamado que está mas allá de la lógica humana, son los caminos de Dios que elige sin que uno se de por aludido, al principio por la inconsistencia de la propia vida frente a la vocación que Dios da, es un llamado también que Dios nos hace que viene con la gracia a lo que Dios nos llama, Él nos invita a una determina tarea y nos da la gracia para llevarla adelante, pero mas importante que la tarea que hacemos es este encuentro que se produce entre Dios y nosotros en clave de alianza, a esto es a lo que Dios nos llama, a la plenitud de encuentro con Él en estados distintos de vida, cada uno de ellos tiene aspectos distintos en los que se manifiesta.

La vocación tiene un carácter que es absolutamente personal e intransferible aun cuando uno no quiera darse cuenta hasta que uno baja las defensas al Dios que toca la puerta y le dice lo que le tenga que decir, verdaderamente se es libre frente al llamado de Dios, no cuando se elige lo que a uno le viene la gana sino cuando se elige lo mejor para uno y para los demás, es decir, lo que Dios propone. La libertad no es libertad entre lo bueno y lo malo, la libertad se construye en la elección del bien, la esclavitud es la elección de lo que no nos hace bien.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

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