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domingo, 26 de octubre de 2014

Cómo consagrar tu corazón a Jesús por María

Una de las oraciones más hermosas es la consagración a Dios a través de María. Es un acto de entrega a Dios por las manos de María. Ella nos dice siempre: "haced lo que Él os diga".

Ella siempre nos lleva al corazón de su Hijo. Ella se consagró a Él y donó todo su cuerpo y alma. Hacerlo a Ella es imitarla en su deseo de ser toda de Cristo. Este tipo de oración de consagración es un gran medio para crecer en intimidad con Dios, moldear la voluntad, suavizar el carácter y crecer en fe, esperanza y caridad.

Las palabras pueden ayudar pero lo importante es la preparación y el firme deseo de entregarse a Dios por medio de María. Este fue el lema de Juan Pablo II: "Totus tuus" (Soy todo tuyo).

Les comparto mi consagración...

Hace ya 21 años, antes de entrar en el seminario, viajé al Santuario de la Virgen de Fátima para consagrar mi vocación. Ella me vio nacer un 13 de mayo y por eso quise agradecerle el don de la vida, su protección y poner en sus manos mi vocación sacerdotal en la Legión de Cristo.

Este es el texto de mi consagración. Te invito a hacer tú también tu propia consagración, recorriendo tu vida y poniendo toda tu historia y tu corazón en manos de María.

¡Oh Dulce Virgen María!, Madre mía, en la advocación de Nuestra Señora de Fátima, hoy vengo peregrino para consagrarme a ti.

Un 13 de mayo, hace ya más de 20 años, vine al mundo de tu mano y hoy quiero consagrarme a ti y ofrecerte mi vida para que juntos andemos este camino que el Señor me ha preparado.

Santa María Virgen, Madre mía, me consagro a ti abandonando en tus manos de Madre mi vocación de sacerdote Legionario de Cristo. Con total confianza como hijo tuyo que soy, te entrego toda mi alma: dígnate aceptarla para modelarla según las perspectivas divinas. Imprime en mí la semejanza de tu santidad, hazme cada vez más conforme al ideal de Cristo, para que sea un sacerdote santo y lleve muchas almas a Dios.

Con un corazón filial, con el deseo de pertenecer más enteramente a Dios, te hago esta consagración, me uno a ti y te ofrezco la posesión de mí mismo para que tú adhieras todo mi ser al Señor.

Sé que con esta consagración me comprometo a tu camino, que es camino del amor que se entrega sin límites, acepto por anticipado todas las renuncias que lleva consigo, y te prometo con la gracia de Dios no quejarme de las exigencias de esta entrega total, no rehusar los sacrificios que me pide el Señor.

Cuento con el gozo con que fomentarás mi generosidad, para que mi consagración sea una plena dilatación del alma en la tuya tan llena de amor.

Madre Santísima, al ofrecerme a ti con una consagración definitiva, te confío todo lo que poseo y todo lo que soy, todo lo que el Señor me ha dado.

Te entrego mi inteligencia para que se llene como la tuya, del Misterio de Cristo, y para que comprenda, gracias a Él, todas las cosas.

Te entrego mi voluntad, para que se dirija únicamente hacia el bien, y se robustezca contra todas las desviaciones y tentaciones.

Te entrego mi corazón, para que lo animes de un inmenso amor, sincero y generoso, que no se busque a sí mismo.

Te entrego mi cuerpo y mis sentidos, para que vivan en la pureza y ayuden a mi alma a remontarse al Señor.

Te entrego mi libertad para que se libere de la servidumbre de las pasiones y escoja siempre lo que agrada a Dios.

Te entrego mis preocupaciones y mis temores, para que se pierdan en la seguridad de un Padre Bueno y Vigilante.

Te entrego mis deseos y mis esperanzas, para que fijos más exclusivamente en el Señor, sean colmados plenamente.

Te entrego mis penas y mis alegrías, para que sean transfiguradas en la pena y en la alegría del Redentor.

Virgen de Fátima, que bajaste de los cielos con el rosario en las manos como una red salvadora y con el corazón al descubierto para que no pudiésemos resistir, no permitas que me separe de ti, y que como un niño que comienza a andar me deje llevar de tu mano cariñosa hacia Aquel que tiene Palabras de Vida Eterna.

¡Sé tú la Reina de mi vida y de mi conducta; gobierna todo lo mío, para que todo sea del Señor!

Gracias Madre. Amén.

escrito por P. Guillermo Serra, LC
(fuente: Blog de la Oración)

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