Nos preguntan:
En el Rosario me pregunto qué sentido tiene “contemplar” (un verbo para mí impropio) un episodio tan normal como la visita de la Virgen a su prima o uno formal como la presentación en el templo, o casi increíble como la respuesta grosera dada por Jesús a su madre con ocasión del primer milagro en Caná, como también su hallazgo en el templo. (Ernesto G.)
Querido amigo, tus “provocaciones” son útiles para comprender el gran valor del Rosario y para ir más allá de la recitación cansina y de costumbre, aunque la repetición del Padrenuestro y del Avemaría tiene un valor en sí. Partiría de los episodios de la vida de Jesús y de María que se nos invitan a “contemplar”. Algunos pueden parecer banales, o bien formales, o incluso “molestos”, como algunas respuestas en apariencia groseras de Jesús.
Precisamente en ellos, sin embargo, se encierran significados profundos e importantes para nuestra vida. Debemos ir más allá del simple sonido de las palabras, para comprender lo que el Señor nos quiere comunicar. La Sagrada Escritura, de hecho, no es un texto cualquiera. En ella es Dios mismo quien nos habla, aunque de forma humana. Para comprenderla debemos ponernos en una actitud de escucha y oración, dejándonos ayudar y guiar por el mismo Espíritu que la inspiró.
No hay que olvidar que la Escritura debe leerse en su unidad y en el contexto de la tradición viva de la Iglesia. Por esto es útil recurrir a algún comentario y pedir explicación al párroco o a una persona experta.
Los episodios difíciles que citas, Ernesto, en realidad están llenos de significado. María no va simplemente a visitar a su prima, sino que se da prisa en ayudar después de saber que esperaba un hijo. No solo no se ensoberbece cuando el ángel le revela que sería la madre de Cristo, sino que se pone al servicio de quien lo necesita. Al contrario, lleva consigo la presencia misma del Hijo de Dios que llevaba en el seno. María es modelo de servicio para todos nosotros y nos recuerda que el don más grande que podemos ofrecer es la presencia del Señor, portadora de alegría.
En el episodio de la presentación en el Templo, en cambo, es precisamente la sumisión de la Sagrada Familia a la Ley de Moisés lo que tiene un gran valor, según lo que diría el mismo Jesús: “No he venido a abolir (la Ley), sino a dar cumplimiento” (Mateo 5,17).
La respuesta “grosera” de Jesús a María no es tal si se comprende en el contexto de todo el Evangelio. Inmediatamente después del hallazgo en el Templo, el evangelista escribe que Jesús volvió con sus padres a Jerusalén y “estaba bajo su autoridad” (Lucas 2,51). Por tanto, el episodio quiere poner de relieve la unicidad y divinidad de Jesús, Hijo de Dios, y también la fe en camino de María y José, como la de todos nosotros. De hecho, está escrito que ellos “no comprendían lo que les había dicho”.
El pasaje de las bodas de Caná es más complejo de explicar, pero lo que es cierto es que María no se ofendió, sino que invitó a los siervos a hacer todo lo que Jesús diga. No hay ninguna respuesta grosera por parte de Jesús, sino más bien un acento sobre la “hora” que está llegando: la del don de su vida hasta el derramamiento de la sangre en la cruz, representado por el vino nuevo ofrecido en abundancia a los comensales.
Una última palabra sobre el término “contemplación”. No es impropio, sino que expresa el modo verdadero de reflexionar sobre los Misterios del Rosario. Se trata de una oración contemplativa, que el Compendio del Catecismo define “una simple mirada a Dios en el silencio y en el amor: un don de Dios, un momento de fe pura, durante el cual el orante busca a Cristo, se remite a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu” (n. 571).
En otras palabras, contemplando la vida de Cristo, la revelación de los misterios de nuestra salvación, fijamos “la mirada en el amor de Dios hasta ver, por gracia, toda la realidad con sus ojos. Entonces Dios brilla en nuestros corazones y nosotros participamos de su mirada a toda la historia y a todas sus criaturas: nuestro ojo se convierte en un ojo contemplativo, lleno de amor y de misericordia” (Enzo Bianchi).
(fuentes: credere.it; aleteia.org)
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