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lunes, 5 de enero de 2015

El Papa en el Ángelus: "¡No hay futuro sin propósitos y proyectos de paz!"

Texto completo. 'El corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas, porque la luz pone al descubierto sus obras malvadas.

Ciudad del Vaticano, 04 de enero de 2015 (Zenit.org) Este primer domingo del año el santo padre Francisco, rezó el ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde miles de peregrinos le aguardaban. Antes de la oración dirigió las siguientes palabras:

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. ¡Que lindo domingo nos regala el nuevo año!, ¡que lindo día!

Dice san Juan en el evangelio que hemos leído hoy: 'En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. 
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Venía al mundo la luz verdadera, la que ilumina a cada hombre'.

Los hombres hablan mucho de la luz, pero con frecuencia prefieren la tranquilidad engañosa de la oscuridad. Nosotros hablamos tanto de la paz pero con frecuencia recurrimos a la guerra, o elegimos el silencio cómplice o no hacemos nada de concreto para construir la paz. De hecho dice San Juan: 'Vino entre los suyos y los suyos no lo han acogido'. Porque el juicio es éste: la luz, Jesús, vino al mundo pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malvadas. Quien hace el mal odia la luz y no sale hacia la luz para que sus obras no sean descubiertas. Así lo dice en el evangelio san Juan: el corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas, porque la luz pone al descubierto sus obras malvadas. Quien hace el mal odia la luz, quien hace el mal odia la paz.

Hemos iniciado hace pocos días el nuevo año en el nombre de la Madre de Dios, celebrando la Jornada Mundial de la Paz sobre el tema “Nunca más esclavos, sino hermanos”.

Mi deseo es que se acabe la explotación del hombre por el hombre. Esta explotación es una herida social que mortifica las relaciones interpersonales e impide una vida de comunión que busca el respeto, la justicia y la caridad. Cada hombre y cada pueblo tienen hambre y sed de paz, cada hombre y cada pueblo tienen hambre y sed de paz. Por lo tanto es necesario y urgente construir la paz. Seguramente la paz no es solamente ausencia de guerra, pero una condición general en la cual la persona humana está en armonía con si misma, con la naturaleza y con los otros. Esta es la paz.

Entretanto para hacer callar las armas y apagar los focos de guerra es una condición inevitable dar inicio a un camino destinado a alcanzar la paz en sus diferentes aspectos.

Pienso en los conflictos que ensangrientan aún demasiadas regiones del planeta, en las tensiones en las familias y en las comunidades. En cuantas familias y en cuantas comunidades también parroquiales hay guerra. Como las divergencias existentes en nuestras ciudades y en nuestros países entre grupos de diverso origen cultural, étnico y religioso.

Tenemos que convencernos, a pesar de las apariencias contrarias, que la concordia siempre es posible, en todo nivel y en cada situación. ¡No hay futuro sin propósitos y proyectos de paz! ¡No hay futuro sin la paz!

Dios en el Antiguo Testamento hace una promesa, e Isaías dice: “Romperán sus espadas y harán arados, con sus lanzas harán hoces; una nación no levantará más la espada contra otra nación, no aprenderán el arte de la guerra”. ¡Bello!

La paz es anunciada, como un don especial de Dios, con el nacimiento del Redentor: “Paz en la tierra a los hombres que Dios ama”. Tal don hay que implorado incesantemente en la oración. Acordémonos, aquí en la plaza de ese cartel: 'En la raíz de la paz está la oración'.

Tiene que ser implorado este don y tiene que ser acogido cada día con empeño, en las situaciones en las que nos encontramos. En el alba de un nuevo año, todos nosotros estamos llamados a encender nuevamente en el corazón un impulso de esperanza, que tiene que traducirse en obras concretas de paz.

Tú no estás bien con aquel, haz la paz; en tu casa, haz la paz; en tu comunidad, haz la paz; en tu trabajo, haz la paz. Obras de paz, de reconciliación y de fraternidad.

Cada uno de nosotros tiene que cumplir gestos de fraternidad hacia el prójimo, especialmente de quienes están probados por las tensiones familiares o por dificultades de varios tipos.

Estos pequeños gestos tienen tanto valor y pueden ser semillas que dan esperanza y pueden abrir caminos y perspectivas y de paz. Invoquemos ahora a María, Reina de la Paz. Ella durante su vida terrena, ha conocido no pocas dificultades, relacionadas a la fatiga cotidiana de la existencia. Pero nunca perdió la paz de su corazón, fruto del abandono confiado en la misericordia de Dios. A María, nuestra tierna Madre, pedimos indique al mundo entero el camino seguro del amor y de la paz.

(Oración del ángelus)

Consistorio sobre la reforma de la curia y 20 nuevos cardenales

El papa anunció en el ángelus, que la elevación a la púrpura será el 15 de febrero. El 12 y el 13 de febrero será el consistorio con todos los cardenales para reflexionar sobre el orientamiento y las propuestas de reforma de la Curia romana

Ciudad del Vaticano, 04 de enero de 2015 (Zenit.org) Después de las palabras de introducción a la oración del ángelus, en las que el papa Francisco indicó que 'El corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas, porque la luz pone al descubierto sus obras malvadas'; y de presidir la plegaria mariana junto a los miles de peregrinos y fieles reunidos en la plaza, dijo las siguientes palabras:

"Dirijo a todos un cordial saludo, queridos peregrinos que han venido desde Italia y desde varios países para participar en este encuentro de oración. En particular saludo a los fieles de Casirate d’Adda, Alfianello, Val Brembilla y Verona.

A cada uno le deseo que pasen en paz y serenidad este segundo domingo después de Navidad, en el cual se prolonga la alegría del nacimiento de Jesús.

Y como ha sido ya anunciado, el próximo 14 de febrero tendré la alegría de realizar un consistorio, durante el cual nombraré a 15 nuevos cardenales, que provienen de 14 naciones de todos los continentes, lo que manifiesta la indisoluble relación entre la Iglesia de Roma y las Iglesias particulares presentes en el mundo.

El domingo 15 de febrero presidiré una solemne celebración con los nuevos cardenales, mientras que el 12 y el 13 de febrero tendré un consistorio con todos los cardenales para reflexionar sobre el orientamiento y las propuestas de la reforma de la Curia romana.

Los nuevos cardenales son:

1 – Mons. Dominique Mamberti, arzobispo titular de Sagona, prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.
2 – Mons. Manuel José Macário do Nascimento Clemente, patriarca de Lisboa (Portugal).
3 – Mons. Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M., arzobispo de Addis Abeba (Etiopía).
4 – Mons. John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelandia).
5 – Mons. Edoardo Menichelli, arzobispo de Ancona-Osimo (Italia).
6 – Mons. Pierre Nguyên Văn Nhon, arzobispo de Hà Nôi (Viêt Nam).
7 – Mons. Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia (México).
8 – Mons. Charles Maung Bo, S.D.B., arzobispo de Yangon (Myanmar).
9 – Mons. Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, arzobispo de Bangkok (Thailandia).
10 – Mons. Francesco Montenegro, arzobispo de Agrigento (Italia).
11 – Mons. Daniel Fernando Sturla Berhouet, S.D.B., arzobispo de Montevideo (Uruguay).
12 – Mons. Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid (España).
13 – Mons. José Luis Lacunza Maestrojuán, O.A.R., obispo de David (Panamá).
14 – Mons. Arlindo Gomes Furtado, obispo de Santiago de Cabo Verde (Archipelago de Cabo Verde).
15 – Mons. Soane Patita Paini Mafi, obispo de Tonga (Islas de Tonga).

Uniré además, a los miembros del Colegio Cardenalicio, a 5 arzobispos y obispos eméritos, de diversos países que se han distinguido por su caridad pastoral en el servicio de la Santa Sede y la Iglesia.

Ellos representan a tantos obispos que con la misma solicitud de pastores, han dado testimonio de amor en Cristo y al pueblo de Dios, sean en las Iglesias particulares, que en la Curia romana, o en el servicio diplomático de la Santa Sede.

Ellos son:

1 – Mons. José de Jesús Pimiento Rodríguez, arzobispo emérito de Manizales (Colombia).
2 – Mons. Luigi De Magistris, arzobispo titular de Nova, Pro-penitenciario mayor emérito.
3 – Mons. Karl-Joseph Rauber, arzobispo titular de Giubalziana, nuncio apostólico .
4 – Mons. Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán.
5 – Mons. Júlio Duarte Langa, obispo emérito de di Xai-Xai.

Recemos por los nuevos cardenales, para que renovando su amor por Cristo sean testimonios de su evangelio en la ciudad de Roma y en el mundo. Y con su experiencia pastoral me sostengan en mi servicio apostólico.

Les deso un buen domingo a todos. Es una linda jornada para ir de visita a los museos. Y por por favor no se olviden de rezar por mi”.

Y concluyó con su ya famoso “¡Buon pranzo e arrivederci!”

(Traducido y ampliado con el audio, por ZENIT) (04 de enero de 2015) © Innovative Media Inc.

De sabios, tesoros y estrellas. Consideraciones filosóficas sobre los Reyes Magos

Los magos de oriente, revestidos de reyes, son la mejor imagen de la libertad humana que se sobrepone a desiertos y mudanzas y es capaz de permanecer; pero ellos son también la imagen del estudio y del esfuerzo por hacerse con lo permanente y guardarlo.

Es muy posible que los Reyes Magos y su breve historia conocida no parezcan de entrada un asunto muy propicio para la filosofía. Sin embargo, podría ser que su historia encerrara un tesoro donde rastrear y aprender algo de la esencia de lo humano. En concreto les propongo que tomemos su historia como punto de partida para reflexionar sobre qué significa en realidad hacer un regalo y, después, sobre qué significa estudiar y aprender en compañía de otros.


Sobre los regalos

El desbordamiento general de lo ordinario que caracteriza a una fiesta tiene en los regalos una expresión particular. Sin embargo, regalar no es un asunto tan sencillo como podría parecer. En primer lugar, es necesario reparar en que ‘dar’ siempre es ‘dar de más’ o simplemente no es ‘dar’ propiamente hablando, sino intercambiar, devolver o prestar. En sentido estricto el dar es siempre un exceso, pura gratuidad y de ahí que expresiones como “dar regalos” sean casi un pleonasmo, pues dar y regalar son en realidad lo mismo. El que da, es decir, el que da de más y regala manifiesta al hacerlo que tiene de más; ahora bien, eso que se tiene de más y que se regala no es lo sobrante, sino algo que por su valor −y no por su abundancia− es un ‘más’ que se puede dar. Dicho de otro modo, para regalar hay que tener un tesoro. Obviamente no quiero decir que para regalar haya que tener riquezas inmensas. De hecho, todas las riquezas materiales juntas solo componen un tesoro en un sentido menor y secundario. Los tesoros son otra cosa.

En la tradición literaria los tesoros suelen estar escondidos en sitios que solo se abren si se dicen unas ciertas palabras o enterrados en lugares a los que solo se puede llegar mediante un mapa del que solo se tiene una parte. De ese modo se nos hace notar la dificultad de encontrarlos, que no surge solo de que sean raros o escasos, sino de que llegar hasta ellos requiere de una cierta peripecia. En realidad emprender una búsqueda para encontrar algo con solo medio mapa o sin conocer la clave secreta es algo parecido a lo que hacemos con la propia vida, cuyo secreto y destino nos resulta en buena medida incierto.

Pero en la tradición literaria hay otro aspecto incluso más relevante: los tesoros ‘abundan’ en islas perdidas en los océanos y en cuevas o tumbas escondidas en los desiertos. Unos y otros tienen en común que son lugares en los que la acción del hombre no deja rastro y que en ellos nada está fijo y todo está inminentemente amenazado. Por eso el mar y el desierto son lugares de prueba y purificación: allí desaparece todo lo caduco y lo que el tiempo se puede llevar o deshacer, por eso de ellos se vuelve como desde un principio nuevo, resurgidos de la informalidad primordial. Retirarse al desierto es como sumergirse en las aguas: volver renovado. Pero esa cualidad pone de manifiesto que nada permanece allí y que son algo así como la geografía del tiempo: el tiempo allí no tiene rival, porque todo lo disuelven y con tal rapidez que casi hacen visible su invencible transcurrir. De hecho, la informalidad líquida del mar o arenosa del desierto engullen cuanto alcanzan descomponiéndolo.

Pero precisamente porque son los lugares donde todo es movimiento y nada permanece, resulta que hay islas o cuevas de acceso difícil pero donde se ha conservado aquello cuyo valor es la inalterabilidad: el oro y las piedras preciosas. Esos cofres repletos hasta rebosar que nos describen los relatos literarios y que suponen la fortuna y el cambio del destino de la vida de quienes los encuentran, son una imagen colorida de un descubrimiento crucial: “tesoro”, en sentido propio, solo es lo inalterable y permanente, lo que supera el tiempo y mantiene sus cualidades propias, al menos las esenciales.

Por eso es difícil regalar, porque para regalar hay que tener un tesoro, es decir, algo que haya sobrevivido a la prueba del tiempo y que a través de todos los cambios conserve su cualidad primordial y se mantenga nuevo e inalterado. Si el oro o el diamante son las piezas simbólicas de cualquier tesoro que se precie es porque representan la inalterabilidad que no sucumbe a los cambios o el desgaste. Y si no se tiene un tesoro lo único que puede ser objeto digno de regalo, es su promesa; la promesa de algo que no cambiará con la vida y cuyo brillo durará.

Lo demás son obsequios que pueden llegar a ser costosísimos, pero obsequiar no es lo mismo que regalar. Tampoco lo principal de un regalo es dar a otro algo que sirva para recordar al que regala; eso no es tanto un regalo como uno de sus aspectos por los que sirve de “prenda” o recordatorio. En realidad lo único que puede merecer la forma de un regalo, y lo que esperamos recibir con ellos, es la ratificación gozosa del ser del otro, la ingastable afirmación de lo buena que es la existencia de aquel al que regalamos. Por eso el regalo tiene las mismas raíces antropológicas que la fiesta y, con frecuencia, forma parte central de ella. De hecho, antropológicamente, la fiesta misma es regalo.


Cofres y tesoros

Se ha dicho antes que para regalar es necesario tener un tesoro, y hemos visto después que tesoro es lo que ha prevalecido al tiempo. Y también que si el tiempo todavía no ha transcurrido y no se tiene en rigor todavía un tesoro, lo único que puede ser objeto de regalo es su promesa. Algo tiene que ver, por tanto, la promesa y el tesoro. De hecho, prometer algo es anticipar un tesoro: asegurar que algo no cambiará desde el día de la promesa hasta el de su cumplimiento.

Además, quien promete entra ya en posesión de lo que todavía no tiene, el futuro, para entregarlo a otro, al que se le da como fianza de ese futuro una palabra. En la cultura y la filosofías grecolatinas, la libertad es “tenerse” y así no poder ser tenido por otro (la esclavitud). Pero si ahora contrastamos esa idea de libertad y lo que parece ser una promesa nos encontraremos ante una paradoja: quien promete entra en posesión de sí mismo, y de lo que no tiene, su futuro, pero solo mediante su entrega a otro. Esto es: en la promesa cabe descubrir que hay un modo más intenso de tenerse que evitando ser de otro y, ese modo es, precisamente, dándose a otro con la forma de lo libre, de lo prometido. Solo el hombre puede prometer −y, como dijo Scheler recordando a Nietzsche−, el hombre mismo se podría definir como el ser que promete, porque solo el hombre puede entrar en posesión de lo que no tiene, el futuro, mediante su entrega a otro. Al contrario de lo que creían los hombres de la antigüedad grecolatina, no es el servicio lo que nos aleja de la libertad (ni el trabajo), sino que es mediante el servicio y la entrega a otro (también mediante el trabajo) como tiene lugar la plenitud de nuestro ser libre.

Quien promete se anuncia y ofrece al otro inalterable a través del tiempo al respecto de lo prometido. El objeto de la promesa puede ser un asunto menor, una devolución o el cumplimiento de un acuerdo, pero puede ser también la entrega de uno mismo y en tal caso uno queda “prometido”. Realizar una promesa de esa índole significa entrar en posesión de mí mismo mediante mi entrega a otro, pero en aquello de lo que todavía no dispongo efectivamente de mí, a saber, el tiempo que queda de mi vida. En cierto sentido, pues, la promesa es la forma más genuina del tiempo libre o, más exactamente, la forma cabal del tiempo con la forma de la libertad, y de la libertad misma como la forma de la vida. Quien se promete no deja de ser libre sino que se da a sí mismo y a su vida la forma de lo libre, de la promesa como toma de posesión de sí en y mediante la entrega a otro. Haberse prometido significa, por tanto, darse a sí mismo la forma de la libertad que dispone de sí mediante un acto cuya consumación requiere el paso del tiempo sin que éste lo mude.

Dicho de otro modo, prometerme es convertirme a mí mismo en tesoro mediante la entrega a otro, o, si se quiere, mediante mi hacerme regalo para otro, precisamente para festejar lo bueno que es que exista y celebrarlo. De hecho, la manera más plena de festejar lo bueno que es que exista otro es ofrecerse como regalo, lo que no puede significar sino prometerse inalterable en dicha celebración a través del tiempo. Lo que a su vez significa que uno queda convertido en promesa o prenda de lo que, una vez cumplido el tiempo, será ciertamente un tesoro.

Prometido en latín se dice sponsus cuya traducción castellana es esposo, es decir, estar hecho −ser− promesa. Toda promesa que deja prometido al que la hace es esponsal. La promesa que nos convierte en prometidos sin más fianza que la prenda de la libertad que supone la palabra dada, es esponsal y supone una alianza. Esa promesa que se entrega en forma vicaria y anticipatoria del tesoro que se alcanzará una vez vencido el tiempo y la mudanza general, también la propia, no tiene más fianza que la libertad que la sostiene. Es decir: el único cofre que puede guardar ese tesoro es la libertad que se mantiene fiel sobreponiéndose al tiempo. De donde se sigue que la fidelidad es la alhaja esencial, o, más claro: lo que hace tesoro al tesoro.

Este es el único y auténtico cofre del tesoro: la libertad del hombre que permanece en su darse a otro a través de la mudanza de todo, en medio del océano y el desierto del mundo que todo lo descomponen, y de la fugacidad del tiempo, de los afectos y las pasiones. El cofre es la libertad; el tesoro son sus promesas. Pero el cofre del tesoro tiene un nombre más antiguo y venerado: “arca de la alianza”, es decir, el cofre que guarda la promesa. Por cierto, el primer arca, la de Noé, prevaleció a los océanos desbordados del diluvio; la segunda, la de Moisés, a la travesía del desierto; y la tercera, la Nueva, se dice que prevalecerá al mundo mismo[1].

No se trata, pues, de que el hombre sea el ser que promete, sino que más propiamente el hombre es el ser prometedor, o la libertad como ser: un arca de alianza o el lugar donde las promesas se pueden guardar. El ser libre es el arca del tesoro, el lugar donde las palabras dadas prevalecen al tiempo. Pero, también, el lugar donde los tesoros son asaltados por bucaneros y piratas que dejan cofres y arcas descerrajadas y vacías. El ser que promete de Scheler es el animal que tiene palabra (zoon logistikón) de Aristóteles, pero para estar en posesión real de la palabra hay que hacerla prevalecer sobre el tiempo, hay que convertirla en tesoro mediante las palabras que se dan a otros, mediante las promesas que atraviesan el tiempo.

Por tanto, para prometer no basta con ser libre y hay que disponer de tiempo al que prevalecer y sobrevivir. El tiempo es el medio de las promesas como el mar y el desierto eran los lugares en los que cabía encontrar tesoros. Pero, al mismo tiempo, prometer es tanto como sobrevivir al tiempo. La promesa en su más genuino cumplimiento es, pues, como un viaje a través de las arenas del desierto para entregar un tesoro que es uno mismo, guardado en un cofre que no puede ser sino la libertad sellada y sin abrir a lo largo del tiempo.


Presencias reales

No hay, por tanto, tesoro si no ha sobrevivido a un desierto. Más todavía, en rigor solo tiene tesoros que entregar quien ha cruzados océanos y desiertos y ha sobrevivido al riesgo de perder el rumbo y perderse. Ahora se verá por qué el relato de los tres Reyes Magos es tan fascinante antropológicamente. Son que yo sepa, los únicos personajes de los que se cuenta que atravesaron un desierto con el objeto de hacer unos regalos, hasta el punto de que no sabemos propiamente si eran reyes, ni sus nombres, ni su raza, ni su edad pero conocemos sus regalos; oro, incienso y mirra.

Pero además, la historia de los tres Reyes Magos revela otra de las dimensiones centrales del regalo. Los regalos sacan a la luz la realidad. En el caso de los Reyes Magos sacaron a la luz la presencia de un Niño que era en realidad un Rey con un alto destino. Para que ese Niño se mostrara según su auténtica realidad lo adornaron con los atributos tradicionales de la realeza.

En realidad si llamamos a los tres Magos de Oriente ‘Reyes’ es porque aquel esplendor de la realidad que pusieron al descubierto les alcanza y refleja sobre ellos su luz. Eso es lo que la antigüedad pensaba que eran los Reyes que poseían por participación el poder venido de lo alto y reflejaban su esplendor. Y es que lo realmente real en su presencia difunde su condición y la transmite. Las manos del rey curan, dice Tolkien, porque quien se acerca a una concentración de la realidad tan intensa participa de su virtud, de su fuerza original, y se hace también más perfectamente real, como la hemorroisa que hizo salir la virtud de aquel Niño ya crecido tocando su túnica.

Todas las culturas revisten a sus reyes de metales, piedras, telas y aceites (o de colmillos, pieles, plumas y ungüentos de color) que les hacen brillar, a veces con la piel ungida, otras con el brillo de las piedras sobre la cabeza adornada de oro reluciente, impregnados en aromas y cubiertos de ropajes de colores, texturas y brillos resplandecientes. No se trata de vanidades humanas, al menos no esencialmente, porque todos esos adornos lo que hacen es volver luminosa la presencia del Rey que, sobre cualquier otra cosa, lo es por ser más ‘real’, más intensamente real. Y solo esa peculiar concentración de realidad en su persona, cuya única representación posible es la luz, representa y justifica su poder. Hay poder donde hay realidad, y más donde más intensa sea ésta.

De ahí que si los regalos sacan a la luz la realidad es porque, más bien, sacan la luz de la realidad y reflejan y hacen brillar su interno esplendor. Los regalos de los Reyes hicieron visible, en la medida de la capacidad humana, lo que más tarde vieron quienes subieron al Tabor y exclamaron que allí se estaba muy bien y que podrían quedarse una temporada. Ese sacar a la luz el esplendor interior de la realidad es lo que hacen los “tesoros” que ornamentan la liturgia cristiana que es toda ella una epifanía, un regalo divino, prenda, recordatorio y promesa de la visión completa y cabal. Por eso los “tesoros” materiales y estéticos de los ornamentos son a la liturgia, lo que los regalos de los Reyes a la transfiguración del Tabor: la pobre cooperación humana a la revelación de la presencia real de Dios en el mundo.

De ahí que el culto sea, en efecto, la forma suprema de la fiesta, y el lugar en donde se revela que el fundamento divino del mundo y de lo real es aquella afirmación gozosa de Yahvé de que era bueno cuanto había hecho, de la que nuestra agradecida alegría es solo un eco que le sirve de coro. “Celebrar una fiesta significa [dice Pieper] ponerse en presencia de la divinidad”[2]. Más todavía, celebrar una fiesta es reconocer y cooperar a la presencia de la divinidad en el mundo y en la vida, en la misma medida que uno se “hace presente”, y en el doble sentido de la expresión; es decir, que cobra presencia y se hace regalo: el regalo hace presente lo real.

Esa epifanía principal −la fiesta como culto− es la medida de todas las epifanías mundanas que el hombre y el mundo necesitan para mostrarse o, más propiamente, para ‘hacerse presentes’: entre ellas y en los primeros lugares están todas las artes -incluida la gastronomía que convierte el alimento en regalo-, pero también la filosofía que saca a la luz, el saber y las ciencias, y también, en otro orden, la gastronomía y, junto a ella, la cosmética y el adorno. Cuando alguien se reviste de modo singular se transfigura para dejar ver una cualidad interior; pienso en los uniformes profesionales o en los trajes académicos, pero eso mismo cabe decir de los ‘vestidos de fiesta’, es decir, de los vestidos para hacernos presentes –y eso incluye hacernos regalo- en la fiesta. Y entre ellos, claro, los vestidos de novios, los de quienes se transfiguran en promesa y quieren dejar ver una luz que no se apagará. Las telas preciosas, la confección esmerada, el uso de adornos o alhajas y el brillo de la cosmética no ocultan sino que revelan y sacan a la luz la realidad, o mejor, sacan la luz de la realidad, ensombreciendo su imperfección. Ese resplandor y esa transfiguración, al intensificar nuestra presencia nos dejan, aunque fugazmente, lograr una mutua presencia real y ver un reflejo titubeante pero esplendoroso de la gloria.

La fiesta es, pues, el colmo de la vida, un regalo divino, decían los griegos. Prenda, recordatorio y promesa del tesoro que se sobrepone a todo tiempo, podemos agregar nosotros. Los magos de oriente, revestidos de reyes, son la mejor imagen de la libertad humana que se sobrepone a desiertos y mudanzas y es capaz de permanecer; pero ellos son también la imagen del estudio y del esfuerzo por hacerse con lo permanente y guardarlo.


Estudiosos e investigadores

Y es que, a mi juicio al menos y estoy seguro de que con la aquiescencia de Santo Tomás, las universidades de inspiración cristiana deberían considerar a los Tres Magos como a sus venerables precursores, porque pocas historias como las suyas recogen tan bienaventuradamente lo prototípico de la “profesión” universitaria, y más en general del estudio y la investigación: unos estudiosos persiguen admirados una estrella que les reúne en un arriesgado viaje y que les lleva a hincarse de rodillas ante un Niño al que entregan los tesoros que han llevado con ellos.

Ya se ha dicho que los regalos sacan a la luz la realidad o, más propiamente, que sacan de la realidad su luz y, por tanto, la hacen visible. Hacer visible la realidad es una suerte de magia común pero, al mismo tiempo, extraordinaria, por la que se hace posible explicar y habitar la comprensión de lo real. Una universidad que merezca ese nombre es un lugar encantado al que solo se puede acceder cuando se cae bajo el hechizo de un maestro o, si se quiere, del magisterio de los que enseñan. Como sabemos, el término griego magos-magoi es la fuente del latín magi de donde deriva magister. Maestro (y mago) es el que transforma lo ordinario es fascinante porque lo convierte en territorio de la inteligencia y en objeto de una atención insospechada. Ahí, en la sociedad que forman mediante esa esforzada fascinación quienes nada tenían en común, se encuentra en lugar de otro modo inaccesible y repleto de tesoros al que merecería llamarse universidad.

Ya se ha dicho que tesoro es lo permanente y lo que supera el tiempo; pero tesoro es también lo que sobrevive a su inmersión o retiro en el desierto y nos permite volver a empezar de nuevo. La verdad y todo lo valioso que los hombres han llegado a saber son, en efecto, como tesoros porque si bien les afecta el tiempo también pueden prevalecer mediante el estudio de unos hombres que se transmiten unos a otros lo que saben, y que se lo entregan entre sí como un tesoro para que no se pierda en el tiempo.

La universidad es una de esas islas del tesoro cuyo acceso está vedado por encantamientos o mapas incompletos y donde lo valioso permanece. El saber tiene que sobrevivir al tiempo y para hacerlo necesita ser reiniciado de continuo por cada uno de los estudiosos que tienen que redescubrir a diario el mediterráneo, es decir, lo ya sabido, pero que se olvidaría si él y otros como él no lo reaprendieran. Además, el estudio también es un viaje que tiene que atravesar desiertos con frecuencia, porque su carácter esforzado pone a prueba y amenaza con desvanecer la voluntad de proseguir hasta el fin. Cruzar juntos el desierto es superar la prueba sirviéndose de la voluntad del otro cuando la propia flaquea y quedar así asociados en un mismo principio. En realidad sólo quien cruza desiertos tiene tesoros que entregar; lo demás son dádivas, es decir, dar de lo que sobra o de lo que se tiene sin esfuerzo en su posesión.

En la tradición bíblica “magos” eran los sabios orientales avezados conocedores de los astros. Pero fuera ese el caso u otro distinto, lo cierto es que es necesario escrutar con mucha atención y cuidado el firmamento y estar muy sinceramente comprometido con los hallazgos de las propias indagaciones, para salir en persecución de una estrella por grande y singular que fuera su aparición. A mi juicio es necesario mirar el cielo de una manera especial y no sólo con curiosidad, sino con cierta admiración por algo superior que se expresa mediante su inmensidad y que compromete nuestra pequeñez. Me refiero a mirar el mundo y el universo como el escenario donde resulta aprehensible una verdad tan inagotable como capaz de comprometer nuestra vida transformándola. Los tres Reyes Magos eran más que probablemente hombres atentos y piadosos que escrutaban el firmamento con la veneración que produce lo que forma parte del misterio de nuestra existencia. Por eso no es casual ni irrelevante que el latín magi proceda del griego magos: entre los magos y el magister hay una genealogía etimológica y esencial.

Los tres Magos son, además, los únicos hombres de ciencia que aparecen en los Evangelios, y los primeros entre los gentiles que llevados por el estudio y lo que aprendieron en la naturaleza, veneraron a Jesús llevándole sus tesoros preservados durante el largo viaje tras la estrella. No obstante, toda su perspicacia en la interpretación de los astros no les impidió alertar y turbar a Herodes y a toda Jerusalén sobre el nacimiento de un niño de alto destino. Es cierto que no necesitaron como los pastores un ángel para llegar hasta el Niño, pero fue necesario avisarles en sueños para que no regresaran a contarle a Herodes, cuyas previsibles intenciones se supieron bien pronto. Esa ingenua torpeza recuerda la de otro célebre estudioso del firmamento, Tales, que pasa por ser el primer filósofo y del que las jóvenes se reían viéndole caer en las trampas del suelo mientras miraba el cielo. Uno y otros fueron, como decía Platón que les ocurre a los filósofos, “amigos de mirar”.

Viene de antiguo, pues, el tópico del sabio torpe, y es que el estudio requiere de una forma de obsesión que selecciona las relevancias y la atención que se les presta. Todo indicio o intuición es como una estrella cuyo seguimiento requiere abandonar lo seguro y dejar el rumbo del futuro en manos de lo desconocido pero prometedor, cuyo resplandor oscurece a lo demás. La sociedad de los que así viven intensifica esa focalización al tiempo que la mitiga completándola con otras visiones y escenarios. La sociedad del saber surge en torno a esa torpeza consiguiente al estudio, y a la compensación vital e intelectual que significa encontrase a otros por el camino persiguiendo su estrella.

No hay prueba racional que pueda soslayar o ahorrar la necesidad de tener abierta la expectativa de que la realidad nos desborde. El conocimiento humano está penetrado de libertad y no se endereza en ninguna dirección por sí solo, como si fuera un mecanismo autónomo. Las pruebas racionales de la existencia de Dios, que las hay, solo lo son desde una dirección previa de la libertad que se hace expectación y acogida. Si no se me acusara de inmediato de infantil, me gustaría decir que no hay rastro en el mundo que sea más seguro acerca de la existencia de Dios que aquella estrella que condujo a los Magos a Belén. Era un simple astro, tal vez mayor o más resplandeciente, pero estrella al fin, un astro entre otros. Y, por tanto, para que señalara el camino hacia falta estar previamente abierto a lo que pudiera llegar, sin excluir todo lo que excediera nuestro campo de visión interior.

Que esa estrella lleve a los estudiosos a postrarse ante jóvenes −a imagen de los Reyes que se postraron ante el Niño− a los que entregan sus tesoros encontrados y puestos a salvo tras azarosas e inciertas jornadas, hace visible que la sociedad del saber incluye su comunicación, y que lo que se posee mediante el saber como un tesoro, no se pone a salvo evitando su participación sino precisa y venturosamente mediante su comunicación. No atesora solo quien guarda, porque la única y mejor forma de guardar es dar; esa es la peculiar −la excepcional− forma de sociedad del saber que suponen las universidades como expresión visible de la esencia del hombre.


Notas

[1] Judíos y cristianos decimos tener un arca en la que guardamos una promesa de Dios, que es también don, predilección, prenda y presencia real suya. Por eso cuando esa promesa ha tomado la forma de regalo o presente, pero con presencia real, Dios mismo resulta ser el tesoro que guarda nuestras arcas, y entonces a su relación con nosotros le llamamos alianza y a Él mismo lo llamamos “Esposo”. Una visión sobre la relación entre Dios y el hombre a través de la noción de ‘alianza’ puede encontrarse en Hanh, Scott, La cena del cordero, Rialp, Madrid, 2005.

[2] Pieper, J., Una teoría de la fiesta, Rialp. Madrid, 1974, p. 53.

escrito por Higinio Marín Pedreño.
Universidad CEU-Cardenal Herrera
Texto compuesto con fragmentos de la obra “El hombre y sus alrededores. Estudios de filosofía del hombre y de la cultura”, Higinio Marín, Cristiandad, Madrid, en prensa
Febrero 2013
(fuente: almudi.org)

domingo, 4 de enero de 2015

"En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios"

Lectura del Santo Evangelio según San Juan
(Jn. 1, 1-18)
Gloria a ti, Señor

En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él era, en el principio, junto a Dios: Por Él, todo fue hecho, y sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho.
En Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.
Apareció un hombre, enviado de Dios, que se llamaba Juan. Él vino como testigo, para dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por Él. Él no era la luz, sino para dar testimonio acerca de la luz. La verdadera luz, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. Él estaba en el mundo; por Él, el mundo había sido hecho, y el mundo no lo conoció. Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dió el poder de llegar a ser hijos de Dios: a los que creen en su nombre. Los cuales no han nacido de la sangre, ni del deseo de la carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros - y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre - lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, y clama: "De Éste dije yo: El que viene después de mí, se me ha adelantado porque Él existía antes que yo".
Y de su plenitud hemos recibido todos, a saber, una gracia correspondiente a su gracia. Porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad han venido por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios, Hijo único, que es en el seno del Padre, Ese le ha dado a conocer.


Palabra de Dios
Gloria a ti, Señor Jesús.

Esta página de san Juan está tan llena de plenitud que no se debería añadir nada. Estas sujeciones de abajo no quieren encuadrar ni reducir la meditación, que, más que nunca, no puede ser tan personal.

-Al principio...

La primera palabra del evangelio nos hace recordar el origen de todas las cosas. De un goIpe de ala vigoroso, el águila de san Juan sube, sube... tan alto que no existe el horizonte, y, con los ojos penetrantes, ve encima de todo límite, antes del comienzo de los tiempos.

-Era...

Este verbo sencillo, "ser", llena el poema... Es la palabra más sencilla y la más esencial: la existencia, la razón de todo lo demás. Y este verbo, al pretérito, invoca inmediatamente un "tiempo inmutable", indefinido. En mi rezo, podría emplear estas dos palabras: "al principio... era..." saboreando su densidad, dejándome ir a su infinita evocación.

-El verbo... El "logos"... La "palabra"... La "comunicación"... La "expresión"... La sabiduría... La acción. Juan, en seguida, llama a Cristo el "Logos", en griego. Es una palabra difícil de traducir. Por eso, hemos buscado otras palabras, cercanas, para comprender el sentido más allá de la palabra.

La palabra Logos era ya empleada en la reflexión filosófica griega (la Palabra es una de las maravillas del honre, la expresión propia de la persona, la posibilidad de relación, la manifestación de la inteligencia). Pero, san Juan probablemente ha usado esta expresión para incorporarse a la gran corriente de la literatura bíblica que veía en la Sapiencia o Sabiduría algo así como la expresión misma de Dios: Proverbios, 8, 23-36. "Yo, la Sabiduría, desde los orígenes fui establecida desde el principio, antes del origen de la Tierra. Cuando aún no existían los abismos, yo fui concebida... cuando trazó los fundamentos de la tierra, yo estaba a su lado como el arquitecto, él tenía en mí sus delicias, expansionándome en su presencia, sobre la superficie de la tierra y encontrando mis delicias entre los hijos de los hombres." (Cf. Eclesiástico, 24-1.22). En el principio era el Verbo. Hijo eterno venido del Padre, el Cristo es la "expresión" perfecta del Padre, "la imagen misma del Dios invisible" (Filipenses, 2, 6) el "resplandor" de la gloria del Padre" (Hebreos, 1, 3) Jesús es la "manifestación suprema de Dios a la humanidad" (I Epístola de san Juan, 1, 2). Verbo = expresión + acción... palabra activa...

-Y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.

Dos veces solamente en el evangelio de san Juan, Jesús es designado explícitamente como "Dios": aquí, en la primera frase... y en boca de Tomás, en el ultimo capítulo (Juan, 20, 28): "¡Señor mío y Dios mío!". Todo su evangelio está entre ambas frases.

-Por El, todo ha sido hecho. En Él estaba la "vida".

La creación universal es el primer "acto", el primer "gesto", la primera "expresión" de Dios. La maravillosa creación es lo que primero revela al Dios invisible. Todo. Todo. Soberanía universal... Y sin El, nada se hizo. Influencia universal... Nada. Nada. Nada existe fuera de Cristo.

-En el mundo estaba... Vino a su propia casa... El Verbo se hizo carne... Dios entre los hombres, Dios en nuestros caminos. Dios en la esquina de la calle. Dios por todas partes.

-Luz verdadera, alumbra a todo hombre que viene a este mundo... Pero el mundo no le conoció... Los suyos no le recibieron... A todos los que le recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.

reflexión escrita por Noel Quesson
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 70 s.
(fuente: www.mercaba.org)

sábado, 3 de enero de 2015

Los formadores de seminarios se reúnen en Mendoza

Lunes 29 Dic 2014 | 11:00 am Lunlunta (Mendoza) (AICA) La Organización de Seminarios de la Argentina (OSAR) realizará del 2 al 6 de febrero de 2015 un encuentro para sacerdotes formadores en seminarios. En esta ocasión, el encuentro tendrá como anfitriona a la arquidiócesis de Mendoza, que recibirá a los participantes en la casa de retiros de Lunlunta, donde se reflexionará desde el lema "Mi misa es mi vida y mi vida es mi misa prolongada" para abordar la educación en el arte de la celebración de la fe.

Durante el encuentro, disertará a los participantes el obispo de Río Gallegos, monseñor Miguel Ángel D'Annibale. Coordinará el encuentro, en calidad de anfitrión, el presbítero Diego Resentera, rector del seminario local.

Las inscripciones al encuentro deberán realizarse a través de internet, accediendo a la página web del seminario "Nuestra Señora del Rosario", de Mendoza. El cupo es limitado y el cierre de las inscripciones será el 28 de diciembre.

Para más información, puede llamarse al (0261) 451-1104/05 o en www.osar.org.ar.+

¿Es Jesús Dios?

¿Alguna vez has conocido a alguien que es el centro de atención adondequiera que vaya? Alguna característica misteriosa e indefinible lo distingue de todos los demás. Bueno, así fue hace dos mil años con Jesucristo. Pero no fue sólo la personalidad de Jesús que cautivó a las personas que lo oyeron. Los testigos de sus palabras y su vida nos cuentan que Jesús de Nazaret era distinto a todos los hombres.

Las únicas credenciales de Jesús fueron él mismo. Nunca escribió un libro, lideró un ejército, ocupó un cargo político ni fue dueño de ninguna propiedad. Solía viajar dentro de las cien millas alrededor de su pueblo, atrayendo a multitudes que se asombraban con sus palabras provocadoras y actos asombrosos.

Sin embargo, la grandeza de Jesús fue obvia para todos los que lo conocieron y oyeron. Y mientras que la mayoría de los grandes personajes finalmente se desvanecen en los libros de historia, Jesús sigue siendo el tema de miles de libros y de controversias mediáticas sin paralelo. Gran parte de esas controversias giran en torno a las afirmaciones radicales que hizo Jesús sobre sí mismo – afirmaciones que asombraron tanto a sus seguidores como a sus adversarios.

Fueron principalmente las afirmaciones únicas de Jesús que causaron que fuera visto como una amenaza tanto por las autoridades romanas como por la jerarquía judía. Si bien era un forastero sin credenciales ni base de poder político, en sólo tres años, Jesús cambió el mundo para los siguientes veinte siglos. Otros líderes morales y religiosos han causado un impacto – pero ninguno como ese desconocido hijo de carpintero de Nazaret.

¿Qué tenía Jesucristo que marcó la diferencia? ¿Fue meramente un gran hombre, o fue algo más?

Estas preguntas llegan al fondo de quién fue Jesús realmente. Algunos creen que él fue meramente un gran maestro moral; otros creen que simplemente fue el líder de la mayor religión del mundo. Pero muchos creen algo más grande. Los cristianos creen que Dios realmente nos ha visitado en forma humana. Y ellos creen en las pruebas que lo respalda.

Después de estudiar cuidadosamente la vida y las palabras de Jesús, un antiguo catedrático de Cambridge y escéptico, C.S. Lewis, llegó a una conclusión inesperada sobre Jesús que cambió el rumbo de su vida. Entonces, ¿quién es el verdadero Jesús? Muchos contestarán que Jesús fue un gran maestro moral. Al estudiar más profundamente a la persona más controvertida del mundo, empezamos por preguntarnos: ¿Jesús podría haber sido meramente un gran maestro moral?


¿Un gran maestro de la moral?

Incluso las personas de otras religiones reconocen que Jesús fue un gran maestro de la moral. El líder hindú Mahatma Gandhi elogiaba su vida honrada y sus palabras profundas.[1] Asimismo, el erudito judío Joseph Klausner escribió, “Es universalmente aceptado… que Cristo enseñó las más puras y sublimes éticas…lo cual arroja a la sombra a los preceptos morales y las máximas de los hombres más sabios de la antigüedad”.[2]

El sermón del monte de Jesús ha sido llamado la enseñanza más excelente de ética humana jamás pronunciada por una persona. De hecho, gran parte de lo que conocemos hoy como “igualdad de derechos” en realidad es el resultado de las enseñanzas de Jesús. El historiador no cristiano Will Durant dijo de Jesús que “él vivió y luchó incansablemente por la ‘igualdad de derechos’; en tiempos modernos él habría sido enviado a Siberia. ‘El más importante entre ustedes será siervo de los demás’ – ésta es la inversión de toda sabiduría política, de toda cordura”.[3]

Muchos, como Gandhi, han tratado de separar las enseñanzas éticas de Jesús de sus afirmaciones sobre sí mismo, creyendo que simplemente fue un gran hombre quien enseñó elevados principios morales. Ésta fue la propuesta de uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América, el Presidente Thomas Jefferson, que cortó y pegó un ejemplar del Nuevo Testamento, eliminando las secciones que él consideraba que se referían a la divinidad de Jesús, y conservando otros pasajes sobre las enseñanzas éticas y morales de Jesús.[4] Jefferson llevaba con él en todo momento su Nuevo Testamento cortado y pegado, venerando a Jesús como el que fuera quizás el mayor maestro moral de todos los tiempos.

De hecho, las palabras memorables de Jefferson en la Declaración de la Independencia tienen sus raíces en las enseñanzas de Jesús de que cada persona es de inmensa e igual importancia para Dios, sin tener en cuenta el sexo, la raza o el estatus social. El famoso documento establece, “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables…”

Pero una pregunta que Jefferson nunca contestó fue: ¿cómo podría Jesús ser un gran líder moral si afirmó ser Dios en falso? ¿Pero Jesús en realidad afirmó su divinidad? Antes de analizar qué sostuvo Jesús, debemos estudiar la posibilidad de que simplemente fue un gran líder religioso.


¿Un gran líder religioso?

Sorprendentemente, Jesús nunca afirmó ser un líder religioso. Él nunca se metió en la política religiosa ni impulsó una agenda ambiciosa, y él se desempeñó casi totalmente fuera del marco religioso establecido.

Cuando uno compara a Jesús con los otros grandes líderes religiosos, surge una notable distinción. Ravi Zacarias ha estudiado las religiones del mundo y ha observado una distinción fundamental entre Jesucristo y los fundadores de otras grandes religiones. Todas las religiones proporcionan instrucciones sobre una manera de vivir. Pero solo Jesús ofrece la liberación, el perdón de los pecados y la transformación. “Jesús no solo enseñaba o exponía su mensaje. Él era idéntico a su mensaje”.[5]

La certeza de la observación de Zacarias es subrayada por la cantidad de veces en los evangelios que el mensaje de las enseñanzas de Jesús fue sencillamente “Ven a mí” o “Sígueme” o “Obedéceme”. Además, Jesús dejó claro que su misión principal era perdonar los pecados, que era algo que sólo Dios podía hacer.

En The World´s Great Religions (Las grandes religiones del mundo), Huston Smith observó que entre todos los líderes religiosos, solo Jesús afirmó ser divino.[6]

Y eso nos lleva a la pregunta de qué afirmó realmente Jesús acerca de sí mismo; específicamente, ¿Jesús afirmó ser Dios?


¿Jesús afirmaba ser Dios?

Entonces, ¿qué ha convencido a tantos estudiosos de que Jesús afirmó que era Dios? El autor John Piper explica que Jesús afirmó tener poderes que pertenecían exclusivamente a Dios.

“…los amigos y enemigos de Jesús se desconcertaban una y otra vez por lo que él hacía y decía. Él podía estar andando por un camino, al parecer como cualquier otra persona, y entonces daba la vuelta de pronto y decía cosas como, ‘Antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!’. O, ‘Quien me ve a mí está viendo al Padre’. O, muy tranquilamente, después de ser acusado de blasfemia, él decía, ‘Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados’. A los muertos él podía simplemente decirles, ‘Sal fuera’ o ‘Levántate’. Y ellos obedecían. A las tormentas en el mar les decía, ‘Quieto’. Y a la hogaza de pan le decía, ‘Conviértete en mil porciones’. Y se realizaba inmediatamente”.[7]

¿Pero cuál era realmente el significado de dichas afirmaciones? Es posible que Jesús fuera sólo un profeta como Moisés, Elías o Daniel? Incluso una lectura superficial de los evangelios revela que Jesús afirmaba ser más que un profeta. Ningún otro profeta había afirmado algo similar sobre sí mismo; de hecho, ningún otro profeta se ha colocado en el lugar de Dios.

Algunas personas sostienen que Jesús nunca dijo expresamente, “Yo soy Dios”. Es verdad que nunca dijo las palabras exactas, “Yo soy Dios”. Sin embargo, Jesús tampoco dijo de manera explícita, “Yo soy un hombre” ni “Yo soy un profeta”. Pero Jesús sin duda fue humano, y sus seguidores lo consideraron un profeta como Moisés y Elías. Por ello, no podemos descartar que Jesús es divino sólo porque él no dijo esas palabras exactas, así como tampoco podemos decir que no fue un profeta.

De hecho, las afirmaciones de Jesús sobre sí mismo se contradicen con la idea de que él simplemente fue un gran hombre o un profeta. En más de una ocasión, Jesús se refirió a sí mismo como el Hijo de Dios. Cuando se le preguntó a Bono, el cantante de U2, si él pensaba que era inverosímil que Jesús fuera el Hijo de Dios, él contestó:

“No, para mí no es algo increíble. La respuesta secular al relato de Jesucristo siempre es así: Él fue un gran profeta, obviamente era un tipo muy interesante, tenía muchas cosas que decir, como los demás grandes profetas,… Pero en realidad, Jesús no te permite eso. Él no te deja librarte tan fácilmente del tema. Jesús dice, “No. No estoy diciendo que soy un maestro, no me digan maestro. No estoy diciendo que soy un profeta….estoy diciendo que soy Dios encarnado”. Y la gente dice: No, no, por favor, se un profeta nomás. Podemos lidiar con un profeta”.[8]

Antes de analizar las afirmaciones de Jesús, es importante entender que él las hizo dentro del contexto de la creencia judía en un solo Dios (monoteísmo). Ningún judío creyente creería alguna vez en más de un Dios. Y Jesús creía en el único Dios, rezándole a su Padre como, “el único Dios verdadero”.[9]

Pero en esa misma oración, Jesús habló de haber existido siempre con su Padre. Y cuando Felipe le pidió a Jesús que les muestre al Padre, Jesús dijo, “Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre”.[10] Entonces, la pregunta es: ¿Jesús estaba afirmando ser el Dios hebreo que creó el universo?


¿Jesús afirmó ser el Dios de Abraham y Moisés?

Jesús se refería a sí mismo de maneras que desconcertaban a sus seguidores. Tal como señala Piper, Jesús hizo la afirmación audaz de que, “antes de que Abraham naciera, ¡yo SOY!”[11] Le dijo a Marta y las personas a su alrededor, “Yo SOY la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera”.[12] Asimismo, Jesús decía cosas como, “Yo SOY la luz del mundo”[13], “Nadie llega al Padre sino por mí”[14] o, “Yo SOY la verdad” [15]. Éstas y otras afirmaciones suyas fueron precedidas por las palabras sagradas para nombrar a Dios: “Yo SOY” (ego eimi).[16] ¿Qué quiso decir Jesús con estas afirmaciones? ¿Y qué significado tiene el término “Yo SOY”?

Una vez más, debemos analizar el contexto. En las Sagradas Escrituras Hebreas, cuando Moisés preguntó a Dios su nombre en la zarza ardiente, Dios respondió, “Yo SOY”. Él le estaba revelando a Moisés que Él es el único Dios, que trasciende al tiempo y siempre ha existido. Increíblemente, Jesús usaba estas palabras sagradas para describirse a sí mismo. La pregunta es ¿por qué?

Desde el tiempo de Moisés, ningún judío practicante se referiría nunca a sí mismo ni a ningún otro hombre como “Yo Soy”. Por ello, las afirmaciones de “Yo SOY” de Jesús enfurecieron a los líderes judíos. Una vez, por ejemplo, algunos líderes le explicaron a Jesús por qué trataban de matarlo: “Porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios” .[17]

El uso por Jesús del nombre de Dios enfureció a los líderes religiosos. Pero lo importante es que éstos estudiosos del Antiguo Testamento sabían exactamente lo que él estaba diciendo – él estaba afirmando ser Dios, el Creador del universo. Sólo esta afirmación habría conllevado la acusación de blasfemia. Entender a partir de estos textos que Jesús afirmó ser Dios claramente se justifica, no simplemente por sus palabras, pero también por la reacción a estas palabras.

C. S. Lewis inicialmente consideró que Jesús era un mito. Pero este genio literario que conocía los mitos muy bien concluyó que Jesús tiene que haber sido una persona real. Más aún, a medida que Lewis estudió las pruebas de la existencia de Jesús, se convenció de que Jesús no sólo fue real, sino de que fue diferente a cualquier otro hombre que haya vivido.

Lewis escribió, “Y allí está la verdadera sorpresa’ dice Lewis: ‘Entre estos judíos de pronto aparece un hombre que habla como si fuera Dios. Dice que puede perdonar los pecados. Dice que siempre ha existido. Dice que vendrá para juzgar al mundo al fin del tiempo”.[18]

Lewis pensaba que las afirmaciones de Jesús eran simplemente demasiado radicales y profundas para haber sido hechas por un maestro o líder religioso común. (Para ver un análisis más exhaustivo de la afirmación de Jesús de su divinidad, ver “¿Jesús afirmaba ser Dios?” http://y-jesus.org/spanish/more/jcg-jesus-afirmo-ser-dios/).


¿Qué clase de Dios?

Algunos sostienen que Jesús solamente estaba afirmando ser parte de Dios. Sin embargo, la idea de que todos somos parte de Dios, y que dentro de nosotros esta la semilla de la divinidad, simplemente no es un posible significado de las palabras y acciones de Jesús. Tales pensamientos son revisionistas, son ajenos a sus enseñanzas, ajenos a las creencias que expresó, y ajenos a cómo entendieron sus enseñanzas los discípulos.

Jesús enseñó que él es Dios de la manera que los judíos entendían a Dios y la manera que las Escrituras Hebreas describían a Dios, no de la manera en que el movimiento de la Nueva Era entiende a Dios. Ni Jesús ni su público habían sido criados viendo la Guerra de las Galaxias, por lo cual, cuando ellos hablaban de Dios, no estaban hablando de fuerzas cósmicas. Redefinir lo que Jesús quiso decir con el concepto de Dios es simplemente un mal enfoque histórico.

Lewis explica que: “Dejemos esto en claro. Entre los panteístas, como los hindúes, cualquiera podría decir que él es parte de Dios, o que es uno con Dios…Pero este hombre, dado que era un judío, no podría referirse a esa clase de Dios. Dios, en su idioma, significaba el Ser que está fuera del mundo, que lo había creado y era infinitamente distinto a cualquier otra cosa. Y cuando uno haya entendido eso, podrá ver que lo que dijo este hombre fue simplemente lo más escandaloso que alguna vez ha pronunciado un humano”.[19]

Por cierto, hay personas que aceptan a Jesús como un gran maestro, pero no están dispuestos a llamarlo Dios. Como deísta, hemos visto que Thomas Jefferson no tenía ningún problema con aceptar las enseñanzas de Jesús sobre la moral y la ética, a la vez que negaba su divinidad.[20] Pero como hemos señalado, y examinaremos en mayor profundidad, si Jesús no era quien afirmaba ser, entonces debemos analizar algunas otras alternativas, ninguna de las cuales harían de él un gran maestro moral. Lewis argumentó, “Lo que estoy tratando de impedir es que alguien diga esa cosa realmente absurda que la gente a menudo dice de Él: ‘Estoy listo para aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de ser Dios’. Esa es la única cosa que no debemos decir”.[21]

En su búsqueda de la verdad, Lewis sabía que respecto de la identidad de Jesús sólo podía ser la una o la otra. O Jesús era quien afirmaba ser – Dios encarnado – o sus afirmaciones eran falsas. Y si éstas eran falsas, Jesús no podría ser un gran maestro moral. Él estaría mintiendo intencionalmente o sería un demente con un complejo de Dios.


¿Es posible que Jesús estaba mintiendo?

Aún los críticos más severos de Jesús rara vez han dicho que era un mentiroso. Sin duda, esa etiqueta no concuerda con las elevadas enseñanzas morales y éticas de Jesús. Pero si Jesús no es quien afirmaba ser, debemos considerar la opción de que él engañaba a todos intencionalmente.

Uno de los trabajos políticos más conocidos y más influyentes de todos los tiempos fue escrito por Nicolás Maquiavelo en 1532. En su obra clásica, El Príncipe, Maquiavelo exalta el poder, el éxito, la imagen y la eficiencia por encima de la lealtad, la fe y la honestidad. Según Maquiavelo, mentir está bien si logra un fin político.

¿Podría Jesucristo haber construido toda su vida pastoral a partir de una mentira sólo para obtener el poder, la fama o el éxito? De hecho, los opositores judíos de Jesús trataron constantemente de exponerlo como un fraude y un mentiroso. Ellos lo inundaban con preguntas a fin de tenderle una trampa para que se contradijera. Sin embargo, Jesús respondía con una notable coherencia.

La pregunta que debemos analizar es, ¿qué podría motivar a Jesús a vivir su vida entera como una mentira? El enseñó que Dios se oponía a la mentira y a la hipocresía, por lo cual, él no lo estaría haciendo para complacer a su Padre. Él claramente no mintió para beneficio de sus seguidores, dado que todos menos uno fueron martirizados por no renegar de su Divinidad (ver “¿Los apóstoles creían que Jesús es Dios?” http://www.y-jesus.com/apostles_jesus_god_1.php). Y entonces, nos quedamos con sólo dos explicaciones razonables, cada una de las cuales es problemática.


Beneficio

Mucha gente ha mentido por ganancia personal. De hecho, la motivación de la mayoría de las mentiras es algún beneficio percibido para uno mismo. ¿Qué podría haber esperado ganar Jesús al mentir sobre su identidad? El poder sería la respuesta más obvia. Si la gente creía que él era Dios, él tendría un enorme poder. (Es por eso que muchos líderes antiguos, tales como los Césares, afirmaban su origen divino.)

El problema con esta explicación es que Jesús rechazó todos los intentos de posicionarlo para el poder establecido, y más bien criticó duramente a aquellos que abusaron de dicho poder y vivieron sus vidas persiguiéndolo. Además, él optó por acercarse a los marginados (las prostitutas y los leprosos), aquellos que no tenían poder, creando una red de gente cuya influencia era menos que cero. De una manera que sólo puede ser descrita como extraña, todo lo que Jesús hizo y dijo iba en dirección diametralmente opuesta al poder.

Parecería que, si el poder fue la motivación de Jesús, él habría evitado la cruz a toda costa. Sin embargo, en varias ocasiones, él les dijo a sus discípulos que la cruz era su destino y misión. ¿Cómo podría morir en una cruz romana traerle a uno poder?

La muerte, por supuesto, pone todo en perspectiva. Y mientras que muchos mártires han muerto por una causa en la que ellos creían, pocos han estado dispuestos a morir por una mentira conocida. Sin duda, toda esperanza para la propia ganancia personal de Jesús habría terminado en la cruz. Sin embargo, hasta su último suspiro, él se negó a renunciar a su afirmación de ser el único Hijo de Dios. El estudioso del Nuevo Testamento J.I. Packer señala que este título es una afirmación de la divinidad personal de Jesús.[22]


Un Legado

Por lo tanto, si Jesús estaba por encima de mentir para su propio beneficio, quizás sus afirmaciones radicales fueron falseadas con el propósito de dejar un legado. Pero la posibilidad de recibir una tremenda paliza y ser clavado a una cruz enfriaría rápidamente el entusiasmo de la mayoría de las superestrellas en potencia.

Y hay otro hecho fascinante. Si Jesús simplemente hubiera renunciado a su afirmación de ser el Hijo de Dios, él nunca habría sido condenado. Fue su afirmación de ser Dios y no estar dispuesto a retractarse de ello que lo llevó a la crucifixión.

Si aumentar su credibilidad y reputación histórica fue lo que motivó a Jesús a mentir, hay que explicar cómo un hijo de carpintero de un pueblo pobre de Judea pudo prever los eventos que catapultarían su nombre a la prominencia mundial. ¿Cómo sabría que su mensaje sobreviviría? Los discípulos de Jesús habían huido y Pedro lo había negado. No es precisamente la fórmula para dar inicio a un legado religioso.

¿Los historiadores creen que Jesús mintió? Los estudiosos han analizado en detalle las palabras y vida de Jesús para ver si hay alguna evidencia de un defecto en su carácter moral. De hecho, incluso los más ardientes escépticos están sorprendidos por la pureza moral y ética de Jesús. Según el historiador Philip Schaff, no hay evidencia, ni en la historia de la iglesia ni la historia secular, de que Jesús haya mentido acerca de algo. Schaff argumentó,“¿Cómo, en nombre de la lógica, el sentido común y la experiencia, podría un hombre mentiroso, egoísta y depravado haber inventado, y continuamente mantenido desde el principio hasta el fin, el más puro y noble carácter conocido en la historia con el más perfecto aire de verdad y realidad?”[23]

La opción de mentiroso parece nadar contra corriente ante todo lo que Jesús enseñó, vivió, y por lo que murió. Para la mayoría de los estudiosos, simplemente no tiene sentido. Sin embargo, para negar las afirmaciones de Jesús, uno debe ofrecer alguna explicación. Y si las afirmaciones de Jesús no son verdaderas, y él no estaba mintiendo, la única opción que queda es que él debió haberse engañado a sí mismo.


¿Jesús podría haber sido enfermo mental?

Albert Schweitzer, quién fue galardonado con el Premio Nobel en 1952 por su trabajo humanitario, tenía sus propias opiniones sobre Jesús. Schweitzer concluyó que la locura era la causa de las afirmaciones de Jesús de ser Dios. Es decir, que Jesús estaba equivocado sobre sus afirmaciones, pero no mentía intencionalmente. Según esta teoría, Jesús en realidad se engañaba a sí mismo, creyendo realmente que él era el Mesías.

Lewis consideró esta opinión cuidadosamente. Lewis dedujo que si las afirmaciones de Jesús no eran ciertas, entonces él tendría que haber estado loco. Lewis argumenta que alguien que afirmaba ser Dios no sería un gran maestro moral. “Él podría ser un enfermo mental – al nivel de un hombre que dice ser un huevo hervido – o de lo contrario él sería el Diablo del Infierno”.[24]

La mayoría de las personas que han estudiado la vida y las palabras de Jesús reconoce que él era extremadamente racional. Si bien su propia vida estuvo llena de inmoralidad y escepticismo personal, el renombrado filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (1712-78) reconoció el carácter superior y el aplomo de Jesús: “Cuando Platón describe su hombre recto imaginario…él describe exactamente el personaje de Jesús…Si la vida y muerte de Sócrates son las de un filósofo, la vida y muerte de Jesús son las de un Dios”.[25]

Bono concluye que “loco” es la última etiqueta que uno le podría poner a Jesús.

“Lo que nos queda entonces es que Jesús era quien decía ser o si no, estaba totalmente chiflado. Es decir, estamos hablando de un loco al nivel de Charles Manson…No es broma. La idea de que todo el curso de la civilización para la mitad del mundo se hubiera visto cambiado y puesto de cabeza por un loco, para mí, es difícil de creer…” [26]

Entonces, ¿ Jesús fue un mentiroso o un demente, o fue el Hijo de Dios? ¿Podría haber estado en lo correcto Jefferson al etiquetar a Jesús de “sólo un buen maestro moral” a la vez que negaba su deidad? Es interesante que el público que escuchó a Jesús – tanto los creyentes como los enemigos – nunca lo considerara como un simple maestro moral. Jesús generó tres efectos principales en la gente que lo conoció: odio, terror o adoración.

Las afirmaciones de Jesucristo nos obligan a escoger. Como dijo Lewis, no podemos ubicar a Jesús en la categoría de ser solamente un gran líder religioso o un buen maestro moral. Este antiguo escéptico nos desafía a tomar nuestras propias decisiones sobre Jesús:

“Uno debe elegir. O este hombre fue y es el Hijo de Dios, o si no, era un loco o algo peor. Uno puede callarlo por ser un tonto, escupirle y matarlo por ser un demonio o puede caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no nos permitamos disparates condescendientes de que fue un gran maestro humano. Él no nos dejó esa posibilidad. No era su intención hacerlo”.[27]

En su libro Mere Christianity (Mera cristiandad), Lewis explora las opciones respecto de la identidad de Jesús y concluye que él es exactamente lo que afirmaba ser. Su cuidadoso estudio de la vida y las palabras de Jesús llevó a este gran genio literario a renunciar a su anterior ateísmo y volverse un cristiano comprometido.

La gran pregunta de la historia de la humanidad es, “¿Quién es el verdadero Jesucristo?” Bono, Lewis e innumerables más han concluido que Dios visitó nuestro planeta en forma humana. Pero si eso es cierto, esperaríamos que él estuviera vivo hoy en día. Y eso es exactamente lo que creen sus seguidores. ¿Jesús realmente resucitó?

Los testigos presenciales de Jesucristo realmente hablaban y actuaban como si ellos creyeran que él hubiera resucitado físicamente de la muerte después de su crucifixión. Si ellos estaban equivocados, la cristiandad se fundó sobre la base de una mentira. Pero si tenía razón, dicho milagro sería una prueba de todo lo que dijo Jesús sobre Dios, sobre sí mismo y sobre nosotros. Pero, ¿debemos creer en la resurrección de Jesús únicamente basados en la fe o hay pruebas históricas sólidas? Varios escépticos han estudiado los registros históricos a fin de probar la falsedad del relato de la resurrección. ¿Qué descubrieron?


¿Jesús dijo qué pasa después de la muerte?

Si Jesús realmente resucitó, entonces debe saber qué hay al otro lado. ¿Qué dijo Jesús sobre el sentido de la vida y sobre nuestro futuro? ¿Hay muchos caminos a Dios, o Jesús dijo que él era el único camino? Lea las respuestas sorprendentes en “¿Por qué Jesús?”


¿Jesús le puede dar sentido a la vida?

¿Puede Jesús contestar las grandes preguntas de la vida? ¿Quién soy?, ¿Por qué estoy aquí? y ¿A dónde me dirijo? Jesús hizo afirmaciones sobre la vida y nuestro propósito aquí en la Tierra, que se deben analizar antes de considerarlo poco compasivo o impotente. Este artículo, “¿Por qué Jesús?”, estudia el misterio de por qué vino Jesús a la Tierra, y qué significa eso para nosotros.

Notas:

1. Quoted in Robert Elsberg, ed., A Critique of Gandhi on Christianity (New York: Orbis Books, 1991), 26 & 27.
2. Joseph Klausner, Jesus of Nazareth (New York: The Macmillan Co., 1946), 43, 44.
3. Will Durant, The Story of Philosophy (New York: Washington Square, 1961), 428.
4. Linda Kulman and Jay Tolson, “The Jesus Code,” U. S. News & World Report, December 22, 2003, 1.
5. Ravi Zacharias, Jesus among Other Gods (Nashville, TN: Word, 2000), 89.
6. Peter Kreeft and Ronald K. Tacelli, Handbook of Christian Apologetics (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1994), 150.
7. John Piper, The Pleasures of God (Sisters, OR: Multnomah, 2000), 35.
8. Bono, quoted in, Timothy Keller, The Reason for God (New York: Penguin Group Publishers, 2008), 229.
9. Juan 17:3.
10. Juan 14:9
11. Juan 8:58.
12. Juan 11:25
13. Juan 8:12
14. Juan 14:6
15. Ibid.
16. For the meaning of “ego eimi.” See, http://www.y-jesus.com/jesus_believe_god_2.php
17. John 10:33
18. C. S. Lewis, Mere Christianity (San Francisco: Harper, 2001), 51.
19. Lewis, Ibid.
20. A Deist is someone who believes in a standoffish God—a deity who created the world and then lets it run according to pre-established laws. Deism was a fad among intellectuals around the time of America’s independence, and Jefferson bought into it.
21. Lewis, 52.
22. J. I. Packer, Knowing God (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1993), 57.
23. Philip Schaff, The Person of Christ: The Miracle of History (1913), 94, 95.
24. Lewis, 52.
25. Schaff, 98, 99.
26. Bono, Ibid.
27. Lewis, 52.

Permiso para reproducir y distribuir este artículo: La editorial autoriza la reproducción y distribución de este material sin necesidad de permiso por escrito en caso de uso sin fines de lucro. Ninguna parte de éste podrá modificarse ni utilizarse fuera de contexto sin permiso por escrito. Para pedir copias impresas de la revista Y-Jesus y Y-Origins, visite: www.JesusOnline.com/product_page

© 2010 JesusOnline Ministries. Este artículo es un suplemento de la revista Y-Jesus de Bright Media Foundation y B&L Publications: Larry Chapman, Jefe de redacción. Para ver otros artículos relacionados a las pruebas de Jesucristo, visite: www.y-jesus.com.

(fuente: y-jesus.com)

viernes, 2 de enero de 2015

¿Era Jesús una persona real?

¿Existió realmente Cristo Jesús, o el Cristianismo se ha construido sobre una leyenda? Pocos estudiantes se cuestionan la existencia de Cristo, pero algunos enemigos del Cristianismo están intentando probar lo contrario.

En un pleito contra el Vaticano, la Iglesia fue acusada de inventar la historia de la existencia de Jesús. Aunque el caso fue visto fuera de la corte en Febrero del 2006, el demandante, Luigi Cascioli, apeló.

El argumento contra la existencia de Jesús fue hecho público en la televisión nacional en una transmisión de CNN con la siguiente sorprendente declaración:

“Bueno, yo estoy aquí para dar el punto de vista real, supongo” declaró Ellen Johnson, presidente de Ateos Estadounidenses. “Porque la realidad es que, no hay una sola prueba de evidencia secular de que hubo un Jesucristo. Jesucristo y el Cristianismo es una religión moderna. Y Cristo Jesús es una recopilación de otros dioses: Horas, Mithras, quienes tienen el mismo origen, y la misma muerte como el Jesucristo mitológico.”

Johnson y un panel de primera de líderes religiosos estuvieron discutiendo la pregunta, “¿Qué pasa después de que morimos? en una transmisión de Larry King Live en CNN. El usualmente impasible King se detuvo reflexivamente y después contesto: “¿Entonces usted no cree que hubo un Cristo Jesús?” Con un aire de certeza, Johnson respondió: “No lo hay. No es lo que yo creo; no hay evidencia secular de que Cristo Jesús existió.” King no lo comprendía y fue a un corte comercial. Ninguna discusión acerca de la evidencia a favor o en contra de la existencia de Jesús vino después. La audiencia de televisión internacional se quedó con la pregunta.[1]

Cincuenta años antes, en su libro Why I Am Not a Christian (Por qué yo no soy un Cristiano), el ateo Bertrand Russell dejó en shock a su generación al cuestionarse la existencia de Jesús. Él escribió: “Históricamente es bastante dudoso si Cristo alguna vez existió del todo, y si El existió nosotros no sabemos nada acerca El, entonces yo no estoy preocupado con la pregunta histórica, la cual es una bastante difícil.”[2]

Es posible que el Jesús que muchos creen que es real nunca existió? En The Story of Civilization (La Historia de la Civilización), el historiador secular Will Durant planteó esta pregunta: “¿Existió Cristo? ¿Es la historia de vida del fundador del cristianismo el producto de la tristeza, la imaginación, y la esperanza – un mito comparable a las leyendas de Krishna, Osiris, Attis, Adonis, Dioniso, y Mitras?”[3] Durant señaló cómo la historia del cristianismo tiene “muchas semejanzas sospechosas a las leyendas de dioses paganos.”[4] ¿Entonces, cómo podemos nosotros saber por seguro que este hombre, a quienes muchos adoran y otros maldicen, fue real?

¿Esta Johnson en lo correcto cuando afirma que Cristo Jesús es una “recopilación de otros dioses”? ¿Y esta Russell en lo correcto cuando dice que la existencia de Jesús es “bastante dudosa”?


Mito Vs. Realidad

Vamos a comenzar con una pregunta más fundamental: ¿Qué distingue el mito de la realidad? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que Alejandro Magno existió realmente? Supuestamente, en el año 336 aC, Alejandro Magno se convirtió en rey de Macedonia a los 20 años de edad. Un genio militar, éste apuesto y arrogante líder masacró a través de su camino aldeas, ciudades, y reinos del mundo Greco-Persa hasta que él los gobernó todos. En breves ocho años el ejército de Alejandro había atravesado un total de 22,000 millas en sus conquistas.

Se ha dicho de Alejandro que el lloró cuando se quedó sin mundos por conquistar. (Estoy pensando, esta no es la persona con quien quiero jugar monopolio.)

Antes de que el muriera a la edad de 32 años, Alejandro según se informa, logró el más grande acto militar que ninguno otro la historia, no sólo de los reyes que habían vivido antes de él, pero también de esos que estaban por venir más tarde, hasta nuestro propio tiempo. Pero hoy, con excepción de un puñado de ciudades llamadas Alejandría, una película aburrida de Oliver Stone, y unos cuantos libros, su legado quedó en el olvido. De hecho, el nombre de Colin Farrell tiene más poder de atracción en la taquilla que el de Alejandro.

A pesar del fracaso de taquilla, los historiadores creen que Alejandro existió debido a tres razones principales:

- Documentación escrita desde principios de los historiadores
- Impacto histórico
- Otras evidencias históricas y arqueológicas


Documentos Históricos Sobre Jesús

Lo histórico de Alejandro Magno y sus conquistas militares se extrae de cinco fuentes antiguas, ninguna de las cuales fueron escritas por testigos presenciales. Aunque escrito 400 años después de Alejandro, La Vida de Alejandro de Plutarco es el primer relato de su vida.

Desde Plutarco y los otros escritores hubo varios cientos de años alejados de los acontecimientos de la vida de Alejandro, ellos basan su información en relatos anteriores. De los veinte relatos históricos contemporáneos de Alejandro, ninguno sobrevive. Más tarde existieron relatos, pero cada uno presenta un “Alejandro” diferente, lo que deja mucho a nuestra imaginación. Pero a pesar de la diferencia de tiempo de varios cientos de años, los historiadores están convencidos de que Alejandro fue un hombre real y que los detalles esenciales de lo que nosotros leemos acerca de su vida son verdades.

Dejando a Alejandro como un punto de referencia, nosotros notaremos que para Jesús hay ambos relatos históricos religiosos y seculares. Pero debemos hacer la pregunta, ¿fueron escritos por historiadores fiables y objetivos? Echemos una breve mirada.


El Nuevo Testamento

Los 27 libros del Nuevo Testamento afirman ser escritos por autores quienes conocían a Jesús o recibieron el conocimiento de El de primera mano por parte de otros. Los cuatro evangelios relatan información de la vida de Jesús y sus palabras desde diferentes perspectivas. Estos relatos han sido fuertemente estudiados por eruditos tanto dentro como fuera del Cristianismo.

El académico John Dominic Crossan cree que menos del 20 porciento de lo que leemos en los evangelios son frases originales de Jesús. Sin embargo, aún este escéptico no discute que Cristo Jesús realmente vivió.

A pesar de las opiniones de Crossan, y las de algunos otros estudiosos marginales como él, el consenso de la mayoría de historiadores es que los relatos del Evangelio nos dan una imagen clara de Cristo Jesús. Si los relatos del Nuevo Testamento son dignos de confianza es el tema de otro articulo (ver “Jesus.doc”), entonces nosotros veremos fuentes no-Cristianas para nuestra respuesta de si Jesús existió.


Los Primeros Relatos No-Cristianos

Así que, ¿cuáles historiadores del primer siglo no tenían una agenda Cristiana? Primero que todo, vamos a ver a los enemigos de Jesús.

Sus oponentes judíos tenían más que ganar negando la existencia de Jesús. Pero la evidencia apuntaba en la dirección opuesta. Varios escritos judíos también dicen de la existencia de su carne y sangre. Ambas Guemarás del Talmud judío se refieren a Jesús. A pesar de que estos consisten en sólo unos pocos y breves, amargos pasajes con la intención de descontar la deidad de Jesús, estos primeros escritos judíos no comienzan a insinuar que El no fuera una persona histórica.”[5]

Flavio Josefo fue un destacado historiador judío quien empezó a escribir bajo la autoridad romana en 67 A.D. Josefo, quien nació solo unos pocos años después de que Jesús murió, habría sido muy consciente de la reputación de Jesús entre ambos romanos y judíos. En su famoso Antiquities of the Jews (Antigüedades de los Judíos) en el 93 A.D., Josefo escribió sobre Jesús como una persona real. “En ese momento vivió Jesús, un hombre santo, si él puede ser llamado hombre, porque él realizo obras maravillosas, y enseño a hombres, y recibió con alegría la verdad. Y él fue seguido por muchos judíos y muchos griegos. Él era el Mesías.”[6]Aunque hay disputa sobre algunas de las redacciones de los relatos, especialmente la referencia de Jesús siendo el Mesías (los estudiosos son escépticos, pensando que los Cristianos insertaron esta frase), claramente Josefo confirmó esta existencia.

¿Qué hay de los historiadores seculares, aquellos que vivieron en tiempos antiguos pero que no eran religiosamente motivados? Hay confirmación actual de al menos 19 escritores seculares tempranos quienes hicieron referencias de Jesús como una persona real.[7]

Uno de los más grandes historiadores antiguos, Cornelio Tácito, afirmó que Jesús había sufrido bajo Pilatos. Tácito nació alrededor de 25 años después de la muerte de Jesús, y el había visto como la propagación del Cristianismo empezó a impactar a Roma. El historiador romano escribió negativamente de Cristo y los cristianos, identificándolos en año 115 A.D. como “una raza de hombres detestados por sus malas prácticas, y comúnmente llamadas Chrestiani. El nombre fue derivado de Chrestus, quien, en la región de Tiberio, sufrió bajo Poncio Pilatos, procurador de Judea.”[8]

Los siguientes hechos sobre Jesús fueron escritos por fuentes tempranas no cristianas:

- Jesús era de Nazaret
- Jesús vivió una sabia y virtuosa vida
- Jesús fue crucificado en Palestina bajo Poncio Pilatos durante el reinado de Tiberio César en tiempo de Pascua, al ser considerado el rey judío.
- Los discípulos creyeron que Jesús que había muerto y resucitado de la muerte tres días después.
- Los enemigos de Jesús reconocieron que él realizo hazañas inusuales que llamaron “brujería”
- La pequeña banda de discípulos de Jesús se multiplicó rápidamente, expandiéndose tanto como Roma.
- Los discípulos de Jesús negaron el politeísmo, vivieron vidas morales, y adoraron a Cristo como Dios

El teólogo Norman Geisler comentó: “Este esquema general es perfectamente congruente con el del Nuevo Testamento.” [9]

Todos estos relatos independientes, religiosos y seculares, hablan sobre un hombre real que coincide bien con el Jesús de los evangelios. La enciclopedia Británica cita estos diversos relatos seculares de la vida de Jesús como prueba convincente de su existencia.

“Estos relatos independientes prueban que en tiempos antiguos incluso los oponentes del Cristianismo no dudaron de la historicidad de Jesús.”[10]


Impacto Histórico

Una importante distinción entre un mito y una persona real es como la figura impacta la historia. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos se originaron en el Monte Olímpico en Grecia, casa del templo Griego al dios Zeus. Pero Zeus no ha cambiado los gobiernos, las leyes o la ética.

El historiador Thomas Carlyle dijo: “Ningún gran hombre vive en vano. La historia del mundo no es sino la biografía de grandes hombres.”[11] Como Carlyle observa, es la gente real, no los mitos, quienes impactan la historia.

Como una persona real, Alejandro impacto la historia por sus conquistas militares, alterando las naciones, los gobiernos y las leyes. ¿Pero que de Cristo Jesús y su impacto en nuestro mundo?

Los gobiernos del primer siglo de Israel y Roma fueron en gran parte poco afectados por la vida de Jesús. El promedio de ciudadanos romanos no supieron que él existió hasta muchos años después de su muerte, la cultura romana permaneció en gran parte distante de sus enseñanzas por décadas, y pasarían varios años antes de que matar cristianos en el coliseo se convirtiera en un pasatiempo nacional. El resto del mundo tenía poco si acaso ningún conocimiento de él. Jesús no fue oficial de un ejército. El no escribió un libro o cambió alguna ley. Los líderes judíos esperaban borrarlo de sus memorias, y parecía que tendrían éxito.

Hoy, sin embargo, la antigua Roma se encuentra en ruinas. Las poderosas legiones del Cesar y la pompa del poder del imperio romano se han desvanecido en el olvido. Sin embargo, ¿cómo es Jesús recordado hoy? ¿Cuál es su influencia duradera?

Más libros han sido escritos sobre Jesús que sobre alguna otra persona en la historia.

Naciones han usado sus palabras como la piedra angular de sus gobiernos. De acuerdo con Durant: “El triunfo de Cristo fue el comienzo de la democracia.”[12]

Su sermón del Monte estableció un nuevo paradigma en la ética y la moral.

Las escuelas, hospitales y obras humanitarias se han fundado en su nombre. Harvard, Yale, Princeton y Oxford son sino unas pocas universidades que tienen cristianos para dar gracias por sus comienzos.

El elevado papel de la mujer en la cultura occidental traza sus raíces de vuelta a Jesús.(Las mujeres en los días de Jesús eran consideradas inferiores y virtualmente “no personas” hasta que su enseñanza fue seguida)

La esclavitud fue abolida en Gran Bretaña y los Estados Unidos debido a las enseñanzas de Jesús que cada vida humana es valiosa.

Exdrogadictos y dependientes al alcohol, prostitutas y otros en busca de propósito en la vida alegan que él es la explicación de sus vidas cambiadas.

Dos billones de personas se llaman a si mismos cristianos. Mientras algunos son cristianos de nombre solamente, otros siguen impactando nuestra cultura enseñando los principios de Jesús, que toda vida es valiosa y que estamos para amarnos unos a otros.

Extraordinariamente, Jesús hizo todos estos impactos como resultado de solo un período de tres años de ministerio público. Si Jesús no existió, uno debe preguntarse como un mito podría alterar la historia. Cuando al historiador mundial H.G. Wells se le pregunto quién ha dejado el mayor legado en la historia, él respondió: “En esta prueba Jesús se mantiene primero.”[13]

La evidencia documental y el impacto histórico señalan el hecho de que Jesús si existió. Si Jesús realmente existió, nosotros también esperaríamos descubrir sus huellas impresas dentro de los detalles de la historia. Los mitos no dejan tal confirmación de detalles.

Una de las claves aquí para Durant y otros estudiosos es el factor tiempo. Los mitos y leyendas usualmente toman cientos de años para evolucionar- la historia de que George Washington nunca dijo una mentira es probablemente una mentira, hasta dos siglos después se convirtió en una leyenda. Las Buenas Nuevas del cristianismo, por otro lado, despegaron tan rápido como para ser un mito o una leyenda. Jesús no había existido, aquellos que se opusieron el cristianismo sin duda le han marcado un mito desde el principio. Pero ellos no lo hicieron.

Tales evidencias, junto con los relatos escritos desde principios y el impacto histórico de Cristo Jesús, convence incluso a los historiadores escépticos de que el fundador del cristianismo no fue ni un mito ni una leyenda. Pero un experto en mitos no estaba tan seguro.

Como Muggeridge, estudioso de Oxford, C.S. Lewis estaba inicialmente convencido de que Jesús no era nada sino un mito. Lewis dijo una vez: “Todas las religiones, eso es, toda mitología… son meramente invención propia del hombre- Cristo tanto como Loki.:[14] (Loki es un antiguo dios nórdico. Al igual que Thor pero sin una cola en el pelo.)

Diez años después de denunciar a Jesús como mito, Lewis descubrió los detalles históricos, incluyendo varios documentos de testigos, verificando su existencia.

Jesucristo ha impactado el paisaje histórico como un terremoto masivo. Y este terremoto ha dejado un sendero más ancho que el Gran Cañón. Es este sendero de evidencia que convence a estudiosos que Jesús realmente existió y realmente impactó nuestro mundo hace 2000 años.

Un escéptico quien pensó que Jesús era un mito fue el periodista británico Malcolm Muggeridge. Pero en un trabajo en televisión a Israel, Muggeridge fue enfrentado con evidencia sobre Jesucristo que él no sabía que existía. Así como él revisó lugares históricos – el lugar de nacimiento de Jesús, Nazaret, el lugar de la crucifixión y la tumba vacía- un sentido de la realidad de Jesús empezó a emerger.

Más tarde el declaró: “Fue mientras yo estaba en Tierra Santa con el propósito de hacer tres BBC programas de televisión en el Nuevo Testamento que… ciertamente el nacimiento de Jesús me tomó, ministerio y crucifixión… me volví consciente de que realmente había habido un hombre, Jesús, quien fue también Dios.”[15]

Un gran crítico académico alemán, en los siglos 18 y 19, había cuestionado la existencia de Jesús, señalando que tales figuras claves como Poncio Pilatos y el principal sacerdote Caifás en los relatos de los evangelios nunca han sido confirmados como reales. No fue posible refutarle hasta mediados del siglo 20.

Los arqueólogos en 1962 confirmaron la existencia de Pilatos cuando ellos descubrieron su nombre incluido en una inscripción en una piedra excavada. Igualmente, la existencia de Caifás fue un incierto hasta 1990, cuando un osario (hueso cuadrado) fue descubierto llevando su inscripción. Los arqueólogos han descubierto también lo que ellos creen es la casa de Simón Pedro y la cueva donde Juan el Bautista hizo su bautismo.

Por último, tal vez la evidencia más convincente de que Jesús existió fue el rápido levantamiento de los cristianos. ¿Cómo puede explicarse sin Jesús? ¿Cómo puede este grupo de pescadores y otros hombres trabajadores inventar a Jesús en unos escasos años? Durant respondió su pregunta introductoria -¿Existe Cristo?- con la siguiente conclusión:

“Que unos pocos y simples hombres debieran en una generación haber inventado tan poderosa y atractiva personalidad, tan elevada ética y tan inspirada visión de la fraternidad humana, sería un milagro mucho más increíble que ningún otro relatado en los evangelios. Después de dos siglos de mayor critica las líneas generales de la vida, el carácter y la enseñanza de Cristo, permanece razonablemente limpio, y constituye el más fascinante rasgo en la historia del hombre occidental.”


Veredicto De Eruditos

Clifford Herschel Moore, professor de la Universidad de Harvard, afirmó en cuanto a la historicidad de Jesús: “El cristianismo conoció a su Salvador y Redentor no como cualquier dios en cuya historia estaba contenida alguna fé mítica… Jesús fue histórico y no un ser mítico. Ningún mito remoto o falso ingresó en el creyente Christiano; su fe fue fundada en hechos positivos, históricos y aceptables.”[16]

Pocos, si acaso algunos historiadores están de acuerdo con las afirmaciones de Ellen Johnson y Bertrand Russel que Jesús no existió. La documentación extensa de la vida de Jesús por autores contemporáneos, su profundo impacto histórico, y la evidencia a su favor tangible en la historia han persuadido a los eruditos acerca de que Jesús verdaderamente existió. ¿Podría un mito haber hecho todo eso? Todos excepto unos pocos dicen que no.

El Dr. Michael Grant de Cambridge ha escrito, “Para resumir, los métodos críticos modernos no soportan la teoría del Cristo-mito. Una y otra vez ha sido contestado y descartado por eruditos de primera. En años recientes no hay ningun erudito serio que se atrevería a postular la no historicidad de Jesús.”[17]

El historiador Jaroslav Pelikan declaró, “Sin importar lo que uno puede pensar o creer personalmente acerca de él, Jesús de Nazaret ha sido la figura más dominante de la cultura occidental por veinte siglos… Es de su nacimiento que la mayoría de la raza humana fecha sus calendarios, es por su nombre que muchos maldicen y en su nombre que millones oran.”[18]

(fuente: y-jesus.com)

jueves, 1 de enero de 2015

María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc. 2,16-21)
Gloria a Ti, Señor 

Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

Palabra del Señor. 
Gloria a ti Señor Jesús.

1. INVOCA

Vas a entrar en la oración con la Palabra de Dios. El Señor te va a manifestar su deseo y su proyecto. Es el momento más indicado para que tú escuches el mensaje que la Palabra te va a comunicar. Prepárate para este encuentro de amor. Con la Palabra, hecha carne, vas a recibir todo el amor de la Trinidad.

Invoca al Espíritu, el Amor de Dios, que va a iluminar para ti todo el sentido de la Palabra. Y que, además, será tu ayuda constante para vivirla. Invoca al Espíritu, con el canto repetido: Veni, Sancte Spiritus.

Ven, Espíritu Santo,
te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.

Ven. Jesús prometió
que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran tea luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.

Tú que eres viento,
sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante
de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.

Oxigena mi sangre
al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.

Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza)

Contexto litúrgico

En la Octava de Navidad, celebramos la solemnidad de la Maternidad divina de María. Un día muy especial para contemplar a la Madre que lo dio todo para que Dios, en su proyecto salvador, lo realizara contando, una vez más, con el ser humano. En este caso, con María, la sencilla mujer de Nazaret, que estuvo siempre atenta a la Palabra.

Texto

1. Encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre (v. 16)

Los pastores, al escuchar el anuncio del nacimiento de Jesús, se pusieron en camino de inmediato. Fueron de prisa (v. 16). Su respuesta rápida se vio correspondida con la presencia de María, José y el Niño. Comprobaron con sus propios ojos los que el ángel les había revelado.

Todo lo hicieron con alegría y prontitud. Y la manifestación del Niño, sobre todo, quedó plasmada en su vida. Admirados, contemplaron el misterio del pesebre. De algún modo creyeron en Él. Y esa fe inicial los conduce a pregonar lo que habían visto y oído acerca de aquel Niño.

Dios que nace Niño, en la sencillez, pobreza y silencio, llama a los sencillos, pobres y marginados de los poderes políticos y religiosos de la ciudad de Jerusalén, en el desamparo del campo y en el silencio de la noche.

Los pastores fueron los primeros, después de José y María, en conocer y adorar al Dios manifestado en un bebé indefenso. Regresaron glorificando y alabando a Dios. Quedaron admirados y fascinados. Y ellos fueron también los primeros evangelizadores de la experiencia gozosa del encuentro con el Mesías.

2. María conservaba todos estos recuerdos (v. 19)

Lucas es el evangelista que más destaca los gestos y actitudes de la Virgen María. Y la presenta en estos breves versículos como la “memoria viva” de la historia de la infancia de Jesús.

La Madre María, ya lo dijeron los padres de la Iglesia, “concibió a Dios en su persona antes que lo concibiera en su seno”. María es la oyente de la Palabra porque permaneció siempre a la escucha de la Palabra, para sintonizar con el plan de Dios en su vida.

Del encuentro de los pastores con el Salvador, María guardó y meditó aquella experiencia sencilla y profunda. María es la que escucha a Dios en los acontecimientos de la vida. Así aparece la Virgen en el cántico del Magnificat.

María es también la orante de la Palabra. Lo que veía en la vida diaria y la Palabra que escuchaba en la sinagoga de Nazaret, todo lo meditaba y lo oraba, lo convertía en un diálogo ininterrumpido con el Señor de la historia, su Hijo, totalmente presente en su vida.

María es la oferente de la Palabra. En la circuncisión del Niño y al ponerle el nombre Jesús (Dios salva), María ofrece el fruto de sus entrañas al Padre para la salvación de los humanos. La oblación constante de su vida, de su Hijo, de todos sus gozos y sufrimientos, le lleva a la entrega total de su persona y a la ofrenda de su mismo Hijo, desde este momento doloroso de la circuncisión hasta el último suspiro en la cruz.

3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

Los pastores encontraron al Señor desde la sencillez de su vida. ¿Qué te sugiere esto? La Virgen María es más dichosa porque escuchó y vivió la Palabra de Dios que por ser Madre de Dios (Lc 11, 27-28). ¿Cómo escucho la Palabra? ¿Trato de estudiarla y llevarla a la práctica? ¿Qué hago para ayudar a otras personas para que amen y mediten la Palabra?

4. ORA (Qué le respondo al Señor)

Deseo, Padre, encontrarme con tu bondad en el diálogo de la oración. Que experimente, como los pastores, María y José, el gozo de estar contigo y escucharte en el fondo de mi corazón.
Que me alimente de la Palabra, que es tu Hijo. Porque Él es el que tiene las palabras que dan vida eterna (Jn 6, 68). Que mi vida se parezca a nuestra Madre María: oyente, orante y oferente de la Palabra.

5. CONTEMPLA

A los pastores que van presurosos al encuentro de Jesús.
A María y a José, admirados y gozosos por lo que veían y oían decir del Niño.
A ti mismo, que deseas encontrarte vivamente con el Señor en la oración.

6. ACTÚA

Imitaré a la Virgen María, que contemplaba al Señor actuando en la historia humana.
Recitaré el Magnificat, glorificando al Señor que enaltece a los humildes.
También podemos invocar a la Madre de Dios, con el Ave Maria… Santa María, Madre de Dios…

(fuente: catholic.net)
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