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domingo, 20 de marzo de 2016

La muerte de Jesús: cuando el amor llega hasta el extremo

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
(Lc 22, 14-23,56)

14. Y cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con El.
15. Díjoles entonces: "De todo corazón he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir.
16. Porque os digo que Yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena realización en el reino de Dios".
17. Y, habiendo recibido un cáliz dió gracias y dijo: "Tomadlo y repartíoslo.
18. Porque, os digo, desde ahora no bebo del fruto de la vida hasta que venga el reino de Dios".
19. Y habiendo tomado pan y dado gracias, (lo) rompió, y les dió diciendo: "Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto en memoria mía".
20. Y asimismo el cáliz, después que hubieron cenado, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derrama para vosotros.
21. Sin embargo, ved: la mano del que me entrega está conmigo a la mesa.
22. Porque el Hijo del hombre se va, según lo decretado, pero ¡ay del hombre por quien es entregado!".
23. Y se pusieron a preguntarse entre sí quién de entre ellos sería el que iba a hacer esto.

DISPUTA ENTRE LOS APOSTOLES.

24. Hubo también entre ellos una discusión sobre quién de ellos parecía ser mayor.
25. Pero El les dijo: "Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los que ejercen sobre ellas el poder son llamados bienhechores.
26. No así vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el menor; y el que manda, como quien sirve.
27. Pues ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es acaso el que está sentado a la mesa? Sin embargo, Yo estoy entre vosotros como el sirviente.
28. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas.
29. Y Yo os confiero dignidad real como mi Padre me la ha conferido a Mí, 30. para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

JESUS PREDICE LA NEGACION DE PEDRO.

31. Simón Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo.
32. Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.
33. Pedro le respondió: "Señor, yo estoy pronto para ir contigo a la cárcel y a la muerte". 34 El le dijo: "Yo te digo, Pedro, el gallo no cantará hoy, hasta que tres veces hayas negado conocerme".
35. Y les dijo: "Cuando Yo os envié sin bolsa, ni alforja, ni calzado, ¿os faltó alguna cosa?" Respondieron: "Nada". 36. Y agregó: "Pues bien, ahora, el que tiene una bolsa, tómela consigo, e igualmente la alforja; y quien no tenga, venda su manto y compre una espada.
37. Porque Yo os digo, que esta palabra de la Escritura debe todavía cumplirse en Mí: "Y ha sido contado entre los malhechores". Y así, lo que a Mí se refiere, toca a su fin".
38. Le dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Les contestó: "Basta".

GETSEMANI.

39. Salió y marchó, como de costumbre, al Monte de los Olivos, y sus discípulos lo acompañaron.
40. Cuando estuvo en ese lugar, les dijo: "Rogad que no entréis en tentación".
41. Y se alejó de ellos a distancia como de un tiro de piedra, 42. y, habiéndose arrodillado, oró así: "Padre, si quieres, aparta de Mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
43. Y se le apareció del cielo un ángel y lo confortaba. 44öY entrando en agonía, oraba sin cesar. Y su sudor fue como gotas de sangre, que caían sobre la tierra.
45. Cuando se levantó de la oración, fue a sus discípulos, y los halló durmiendo, a causa de la tristeza.
46. Y les dijo: "¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación".

EL BESO DE JUDAS.

47. Estaba todavía hablando, cuando llegó una tropa, y el que se llamaba Judas, uno de los Doce, iba a la cabeza de ellos, y se acercó a Jesús para besarlo.
48. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?"
49. Los que estaban con El, viendo lo que iba a suceder, le dijeron: "Señor, ¿golpearemos con la espada?"
50. Y uno de ellos dió un golpe al siervo del sumo sacerdote, y le separó la oreja derecha.
51. Jesús, empero, respondió y dijo: "Sufrid aún esto"; y tocando la oreja la sanó.
52. Después Jesús dijo a los que habían venido contra El, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: "¿Cómo contra un ladrón salisteis con espadas y palos?
53. Cada día estaba Yo con vosotros en el Templo, y no habéis extendido las manos contra Mí. Pero ésta es la hora vuestra, y la potestad de la tiniebla".

LA NEGACION DE PEDRO.

54. Entonces lo prendieron, lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote. Y Pedro seguía de lejos.
55. Cuando encendieron fuego en medio del patio, y se sentaron alrededor, vino Pedro a sentarse entre ellos.
56. Mas una sirvienta lo vio sentado junto al fuego y, fijando en él su mirada, dijo: "Este también estaba con El".
57. El lo negó, diciendo: "Mujer, yo no lo conozco".
58. Un poco después, otro lo vio y le dijo: "Tú también eres de ellos". Pero Pedro dijo: "Hombre, no lo soy".
59. Después de un intervalo como de una hora, otro afirmó con fuerza: "Ciertamente, éste estaba con El; porque es también un galileo".
60. Mas Pedro dijo: "Hombre, no sé lo que dices". Al punto, y cuando él hablaba todavía, un gallo cantó.
61. Y el Señor se volvió para mirar a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, según lo había dicho: "Antes que el gallo cante hoy, tú me negarás tres veces".
62. Y salió fuera y lloró amargamente.
63. Y los hombres que lo tenían (a Jesús), se burlaban de El y lo golpeaban.
64. Y habiéndole velado la faz, le preguntaban diciendo: "¡Adivina! ¿Quién es el que te golpeó?"
65. Y proferían contra El muchas otras palabras injuriosas.

ANTE EL SANHEDRIN.

66. Cuando se hizo de día, se reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y escribas, y lo hicieron comparecer ante el Sanhedrín,
67. diciendo: "Si Tú eres el Cristo, dínoslo". Mas les respondió: "Si os hablo, no me creeréis, 68. y si os pregunto, no me responderéis.
69. Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios".
70. Y todos le preguntaron: "¿Luego eres Tú el Hijo de Dios?" Les respondió: "Vosotros lo estáis diciendo: Yo soy". 71. Entonces dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos acabamos de oírlo de su boca".

JESUS ANTE PILATO Y HERODES.

1. Entonces, levantándose toda la asamblea, lo llevaron a Pilato;
2. y comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos hallado a este hombre soliviantando a nuestra nación, impidiendo que se dé tributo al César y diciendo ser el Cristo Rey".
3. Pilato lo interrogó y dijo: "¿Eres Tú el rey de los judíos?" Respondióle y dijo: "Tú lo dices".
4. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a las turbas: "No hallo culpa en este hombre".
5. Pero aquéllos insistían con fuerza, diciendo: "El subleva al pueblo enseñando por toda la Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí".
6. A estas palabras, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.
7. Y cuando supo que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba también en Jerusalén, en aquellos días.
8. Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía largo tiempo que deseaba verlo por lo que oía decir de El, y esperaba verle hacer algún milagro.
9. Lo interrogó con derroche de palabras, pero El no le respondió nada.
10. Entretanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí, acusándolo sin tregua.
11. Herodes lo despreció, lo mismo que sus soldados; burlándose de El, púsole un vestido resplandeciente y lo envió de nuevo a Pilato.
12. Y he aquí que en aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que antes eran enemigos.

BARRABAS Y JESUS.

13. Convocó, entonces, Pilato a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,
14. y les dijo: "Habéis entregado a mi jurisdicción este hombre como que andaba sublevando al pueblo. He efectuado el interrogatorio delante vosotros y no he encontrado en El nada de culpable, en las cosas de que lo acusáis.
15. Ni Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto; ya lo veis, no ha hecho nada que merezca muerte.
16. Por tanto, lo mandaré castigar y lo dejaré en libertad.
17. Ahora bien, debía él en cada fiesta ponerles a uno en libertad.
18. Y gritaron todos a una: "Quítanos a éste y suéltanos a Barrabás".
19. Barrabás había sido encarcelado a causa de una sedición en la ciudad y por homicidio.
20. De nuevo Pilato les dirigió la palabra, en su deseo de soltar a Jesús.
21. Pero ellos gritaron más fuerte, diciendo: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
22. Y por tercera vez les dijo: "¿Pero qué mal ha hecho éste? Yo nada he encontrado en él que merezca muerte. Lo pondré, pues, en libertad, después de castigarlo".
23. Pero ellos insistían a grandes voces, exigiendo que El fuera crucificado, y sus voces se hacían cada vez más fuertes.
24. Entonces Pilato decidió que se hiciese según su petición.
25. Y dejó libre al que ellos pedían, que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

VIA CRUCIS.

26öCuando lo llevaban, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la cruz detrás de Jesús.
27. Lo acompañaba una gran muchedumbre del pueblo, y de mujeres que se lamentaban y lloraban sobre El.
28. Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos,
29. porque vienen días, en que se dirá: ¡Felices las estériles y las entrañas que no engendraron, y los pechos que no amamantaron!
30. Entonces se pondrán a decir a las montañas: "Caed sobre nosotros, y a las colinas: ocultadnos".
31. Porque si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco?".

LA CRUCIFIXION.

32. Conducían también a otros dos malhechores con El para ser suspendidos.
33. Cuando hubieron llegado al lugar llamado del Cráneo, allí crucificaron a El, y a los malhechores, uno a su derecha, y el otro a su izquierda.
34. Y Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Entretanto, hacían porciones de sus ropas y echaron suertes.
35. Y el pueblo estaba en pie mirándolo, mas los magistrados lo zaherían, diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el predilecto".
36. También se burlaron de El los soldados, acercándose, ofreciéndole vinagre y diciendo:
37. "Si Tú eres el rey de los judíos, sálvate a Ti mismo".
38. Había, empero, una inscripción sobre El, en caracteres griegos, romanos y hebreos. "El rey de los judíos es Este".

EL BUEN LADRON.

39. Uno de los malhechores suspendidos, blasfemaba de El, diciendo: "¿No eres acaso Tú el Cristo? Sálvate a Ti mismo, y a nosotros".
40. Contestando el otro lo reprendía y decía: "¿Ni aun temes tú a Dios, estando en pleno suplicio?
41. Y nosotros, con justicia; porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero Este no hizo nada malo".
42. Y dijo: "Jesús, acuérdate de mí, cuando vengas en tu reino".
43. Le respondió: "En verdad, te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso".

MUERTE DE JESUS.

44. Era ya alrededor de la hora sexta, cuando una tiniebla se hizo sobre toda la tierra hasta la hora nona,
45. eclipsándose el sol; y el velo del templo se rasgó por el medio.
46. Y Jesús clamó con gran voz: "Padre, en tus manos entrego mi espíritu". Y, dicho esto, expiró.
47. El centurión, al ver lo ocurrido, dió gloria a Dios, diciendo: "¡Verdaderamente, este hombre era un justo!".
48. Y todas las turbas reunidas para este espectáculo, habiendo contemplado las cosas que pasaban, se volvían golpeándose los pechos.
49. Mas todos sus conocidos estaban a lo lejos - y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea - mirando estas cosas.

LA SEPULTURA.

50. Y había un varón llamado José, que era miembro del Sanhedrín, hombre bueno y justo
51. - que no había dado su asentimiento, ni a la resolución de ellos ni al procedimiento que usaron -, oriundo de Arimatea, ciudad de los judíos, el cual estaba a la espera del reino de Dios.
52. Este fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
53. Y habiéndolo bajado, lo envolvió en una mortaja y lo depositó en un sepulcro tallado en la roca, donde ninguno había sido puesto.
54. Era el día de la Preparación, y comenzaba ya el sábado.
55. Las mujeres venidas con El de Galilea, acompañaron (a José) y observaron el sepulcro y la manera cómo fue sepultado Su cuerpo.
56. Y de vuelta, prepararon aromas y ungüento. Durante el sábado se estuvieron en reposo, conforme al precepto.


Palabra de Dios. 
Gloria a ti, Señor Jesús.












LECTIO DIVINA

Oración inicial

Espíritu Santo,
derramado sobre el mundo por el ser divino que va a morir,
condúcenos a contemplar
y a comprender la vía dolorosa
de nuestro Salvador
y el amor con que la ha recorrido.
Concédenos ojos y corazones de verdaderos creyentes,
para que se nos revele
el misterio glorioso de su cruz.
«Gracias a la cruz no andaremos ya errantes por el desierto,
porque conocemos el camino verdadero;
no nos quedaremos ya fuera de la casa de nuestro Dios, de nuestro rey,
porque hemos encontrado la puerta;
no temeremos ya las flechas encendidas del demonio,
porque habremos descubierto una fuente de agua.
Por medio de Él, no estaremos ya solos,
porque habremos encontrado al esposo;
no tendremos ya miedo del lobo,
porque habremos encontrado al buen pastor.
Gracias a la cruz no nos asustará ya la iniquidad de los poderosos,
porque estaremos sentados a la mesa del rey» (Cf. S. Juan Crisóstomo).

Lectura

a) Clave para la lectura:

Contexto litúrgico: la antigua tradición de proclamar el Evangelio de la Pasión y Muerte de Jesucristo el domingo anterior a la Pascua se remonta a la época en la cual las celebraciones de la Semana Santa estaban reducidas al mínimo. La finalidad de tal lectura es la de llevar a los oyentes a la contemplación del misterio de muerte que prepara la Resurrección del Señor y que es, por lo tanto, la condición por la cual el creyente ha entrado en la “vida nueva” en Cristo. El uso de hacer esta larga lectura entre varios lectores sirve, no solamente para hacer menos monótona la proclamación o para facilitar una escucha atenta, sino para hacer que la participación de los oyentes sea más emotiva, como si se quisiera transmitir la sensación que ellos están presentes y son agentes de lo que se narra.
Las dos lecturas que preceden al Evangelio de este domingo, contribuyen para dar una perspectiva interpretativa del texto: el Siervo de Yahvé es Jesús, el Cristo, Persona divina que, a través de la muerte ignominiosa que padece, llega a la gloria de Dios Padre y comunica su propia vida a los hombres que le escuchan y lo acogen.

Contexto evangélico: sabemos ya que el núcleo literario, en torno al cual se formaron los Evangelios, es el de la narración de la Pascua del Señor: Pasión, Muerte y Resurrección. Estamos, pues, frente a un texto bastante antiguo y unitario en su composición literaria, aunque se haya formado gradualmente. Su importancia es, de todos modos, capital: se narra el acontecimiento fundamental de la fe cristiana, aquél con el que cada creyente debe confrontarse y conformarse constantemente (aún cuando el texto que se ofrece en este domingo acaba en la sepultura de Jesús).
Lucas, como siempre, se nos revela narrador eficaz y detallado, atento a las detalles particulares y capaz de hacer ver al lector los sentimientos y movimientos interiores de sus personajes principales, sobre todo, de Jesús. El dolor terrible e injusto que padece se nos muestra a través del filtro de su actitud inalterable de misericordia hacia todos los hombres, aunque estos sean sus perseguidores y asesinos; algunos de ellos quedan tocados e impresionados por este modo suyo de afrontar el sufrimiento y la muerte, de tal manera que dan signos de creer en Él: el tormento de la Pasión viene suavizado con la potencia del amor divino de Jesús.
En el contexto del tercer Evangelio, Jesús va solamente una vez a la Ciudad Santa: la vez decisiva para la historia humana del Cristo y para la historia de la salvación. Toda la narración evangélica lucana es como una larga preparación para los acontecimientos de aquellos últimos días, Jesús los pasa en Jerusalén predicando y haciendo gestos, a veces de tono grandioso (por ej.: la expulsión de los mercaderes del Templo, 19,45-48), otras veces, misteriosos o un poco provocadores (por ej.: la respuesta acerca del tributo debido al César, 20,19-26). No por casualidad, el evangelista concentra en estos últimos días acontecimientos y palabras que los otros sinópticos ponen en otras fases de la vida pública del Señor. Todo esto se desarrolla mientras el complot de los jefes del Pueblo se intensifica y se hace cada vez más concreto, hasta que a Judas se le ofrece una ocasión propicia e inesperada (22,2-6).
El tercer evangelista, para indicar esta última y definitiva etapa de la vida del Señor, utiliza varios términos en el curso de su obra: es una “partida” o un “éxodo” (9,31), es una “asunción” (9,51) y es un “cumplimiento” (13,32). Así pues, Lucas da a entender a sus lectores, anticipadamente, cómo interpretar la terrible y escandalosa muerte del Cristo al cual han confiado su propia vida: Él realiza un paso doloroso y difícil de entender, pero “necesario” en la economía de la salvación (9,22; 13,33; 17,35; 22,37) para llevar a buen éxito (“cumplimiento”) su itinerario hacia la gloria (Cf. 24,26; 17,25). Tal itinerario de Jesús es paradigma de áquel que cada discípulo suyo debe llevar a cabo (Hch 14,22).

b) Una división del texto para ayudar a la lectura:

◙ La narración de la última cena: desde 22,7 a 22,38;
◙ La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní: desde 22,39 a 22,46;
◙ El arresto y el proceso hebraico: desde 22,47 a 22,71
◙ El proceso civil delante de Pilato y Herodes: desde 23,1 a 23,25
◙ La condena, la crucifixión y la muerte: desde 23,26 a 23,49
◙ Los acontecimientos sucesivos a la muerte: desde 23,50 hasta 23,56.

Momento de silencio orante para que la Palabra de Dios entre en nosotros e ilumine nuestra vida.

Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) Al final de esta larga lectura, ¿qué sensación prevalece en mí: descanso como fin de la fatiga, admiración por Jesús, dolor por su dolor, alegría por la salvación obtenida, o qué otra cosa?
b) Vuelvo a leer el texto, poniendo atención en cómo han actuado los distintos “poderosos”: sacerdotes, escribas y fariseos, Pilato, Herodes. ¿Qué pienso de ellos? ¿Cómo creo que hubiera podido pensar, actuar, hablar y decidir yo en su lugar?
c) Leo otra vez la Pasión: pongo atención, esta vez, en cómo han actuado los “pequeños”: discípulos, gente, los particulares, mujeres, soldados y otros. ¿Qué pienso de ellos? ¿Cómo creo que hubiera actuado, pensado y hablado yo en su lugar?
d) Finalmente, repaso mi modo de actuar en la vida diaria. ¿A cuál de los personajes, principales o secundarios, logro asemejarme? ¿A cuál, sin embargo, desearía asemejarme más?

Una clave para la lectura para los que deseen profundizar en el tema.
Deteniéndome en algunos puntos-claves:

► 22,14: Cuando llegó la hora se sentó a la mesa y sus discípulos con Él: no obstante que escriba para una comunidad de cristianos provenientes, en su mayoría, del paganismo, Lucas subraya que la última cena de Jesús está encuadrada dentro de los ritos del Pesah hebraico. Poco antes ha descrito los preparativos (vv. 7-13).
22,15: Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer : es una llamada a 12,50: “Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!” (cfr. también Jn 12,32). Lucas nos ofrece un rayo de luz sobre la dimensión interior de Jesús, mientras se dispone a padecer y morir: lo que le empuja es, como siempre para Él, la opción radical de aceptar la voluntad del Padre (Cf. 2,49), pero se vislumbra, incluso, en estas palabras un deseo humanísimo de fraternidad, de compartir y de amistad.
► 22,17: Tomó luego una copa, dio gracias: no estamos todavía en el cáliz eucarístico propiamente dicho, sino en la primera de las cuatro copas de vino que se tomaban en el transcurso de la cena pascual.
► 22,18: A partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios: segunda indicación expresa a la muerte que ya está próxima. Se vuelven a tomar los anuncios de la Pasión (9,22.44; 12,50; 18,31-32) y, como aquellos, hacen una llamada implícitamente a la resurrección. El tono, de todos modos, dada la seriedad del momento, contiene los acentos de esperanza y de espera escatológica, con la certeza de que el Padre no lo abandonará a la muerte. Jesús es consciente de lo que tiene que afrontar, pero se nos muestra profundamente sereno, interiormente libre, seguro del propio destino y de los últimos resultados de cuanto está para sucederle.
► 22,19-20: la narración de la institución de la Eucaristía contiene muchas afinidades con la narración de Pablo (1Cor 11,23-25) y tiene un carácter muy marcado sacrificial: Jesús está en un estado de oblación y no ofrece cosas, sino a sí mismo, en beneficio del que crea en Él.
► 22,21: La mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa : Jesús admite a comer y, a la comunión con Él, a Judas, aún cuando es consciente de que este discípulo está para traicionarlo definitivamente. El contraste es estridente y querido por el evangelista, como otras veces en el curso de esta narración.
► 22,28: Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas : al contrario que Judas, los otros discípulos “han perseverado con Jesús en las pruebas”, porque han permanecido junto a Él, al menos hasta este momento. El Señor, pues, reconoce que han alcanzado un alto grado de comunión con Él, de tal modo, que merecen un honor especial en la gloria del Padre (v. 29).
Es, pues, Jesús el que establece un paralelo estrecho entre la comunión constante de sus discípulos (los de entonces como los de hoy) con su sufrimiento y la comunión final eterna de su gloria (“comer y beber”, v. 30).
► 22,31-37: ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca: este pequeño trozo parece tomado de otro contexto. La indicación de Jesús a Satanás y a su acción en sus discípulos, evoca todo lo que el evangelista había ya señalado sobre las causas de la traición de Judas (22,3) y hace un paralelo con la perspectiva lucana de la Pasión como de un último asalto de Satanás en relación a Jesús (Cf. 4,13; 22,53).
Pedro es defendido de las insidias del tentador por la oración del mismo Jesús y por el hecho de haber elegido ser discípulo del Señor, porque tiene una misión especial en relación con sus hermanos en la fe (v. 32b). Jesús se adelanta a ponerlo en guardia: a él, como a los otros discípulos, la Pasión de Jesús será una dura lucha contra Satanás y a tantas emboscadas que, bajo distintas formas, tiende a los discípulos que estarán con Jesús en las distintas etapas de su Pasión (vv. 35-36) a causa de la terrible prueba a la que Él se verá sometido (v. 37); en estas última palabras se cita expresamente el texto de Isaías sobre el “Siervo doliente” (Is 53,12), con el cual es identificado abiertamente Jesús.
► 22,33-34: Él dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte. Pero él contestó: «Te digo, Pedro, que antes de que hoy cante el gallo habrás negado tres veces que me conoces»: Pedro es un hombre de carácter generoso, un poco impetuoso, como demuestra su declaración, que hace que Jesús le declare la previsión de su negación.
Como en los versículos 24-27 los jefes de la comunidad eran colocados frente a la propia responsabilidad de “siervos” de la fe de los hermanos que les eran confiados, ahora se les pide el deber de la prudencia y de la vigilancia sobre ellos mismos, sobre su propia debilidad.
► 22,39-46: la narración de la agonía-espiritual en Getsemaní sigue muy de cerca la de Marcos (14,32-42), menos en algunas particularidades, especialmente en lo referente a la teofanía consoladora mediante la presencia del ángel del cielo (v. 43).
Jesús intensifica su propia oración, mientras se acerca el momento más difícil e insidioso de la propia vida. Getsemaní, como señala Lucas, era el lugar “acostumbrado” (v. 37) en el que pernoctaba Jesús en Jerusalén (21,37).
► 22,47-53: con el arresto, comienza la verdadera y propia Pasión de Jesús. Esta narración del pasaje presenta los acontecimientos siguientes como “la hora de las tinieblas” (v. 53) y muestra a Jesús como áquel que vence y vencerá sobre la violencia mediante la paciencia y la capacidad de amar, incluso, a sus perseguidores (v. 51); resaltan, sin embargo, las palabras tristes, pero amorosas, que Jesús dirige a Judas: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!» (v. 48).
► 22,54-71: El proceso judío no tiene ninguna evolución durante el curso de la noche. Del Jesús prisionero no se refiere nada hasta la mañana. Esta ausencia de noticias acerca de lo que sucede a Jesús después del arresto hasta el comienzo del proceso es típico de Lucas.
► 22,60-62: Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel mismo momento, cuando aún estaba hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que le había dicho el Señor: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces» y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente: el cruce de miradas, ocurrido en la agitación de aquella noche interminable, señala la toma de conciencia de Pedro: a pesar de las jactanciosas declaraciones de fidelidad, se realizó lo que Jesús le dijo poco antes. En aquella mirada Pedro experimenta en primera persona la misericordia del Señor de la cuál había oído hablar a Jesús: no esconde la realidad del propio pecado, sino la cura trayendo al hombre a la conciencia plena de la propia realidad y del amor personal de Dios por él.
► 22,70-71: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.» Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»: el proceso judío comienza propiamente con las primeras luces del día (v. 66) y se centra en la búsqueda de pruebas (las verdaderas, en Lucas, pero cfr. Mc 14,55-59) en base a las cuales condenar a muerte a Jesús. Según Lucas, pues, los jefes judíos no recurren a falsos testimonios, sino – aún en su aversión feroz contra Jesús – se portaron con una cierta corrección jurídica hacia Él.
Jesús, respondiendo afirmativamente a la pregunta “¿eres tú el Hijo de Dios?”, se muestra plenamente consciente de su propia dignidad divina. En virtud de la misma, su sufrimiento, su muerte y su resurrección, son testimonios elocuentes del Padre y de su voluntad benéfica hacia la humanidad. De este modo, sin embargo, él “firma” la propia condena de muerte: es un blasfemo que profana el Nombre y la realidad de Yahvé, porque se declara explícitamente “hijo” de Él.
► 23,3-5: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.»… Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo con sus enseñanzas”: estamos en el paso del proceso judío al romano: los jefes judíos entregan el condenado al gobernador para que lleve a cabo su propia condena y para ofrecerle una motivación aceptable para él, “domestican” los motivos de su condena, mostrándola bajo el punto de vista político. Jesús, por eso, es presentado como soliviantador del pueblo y usurpador del título real de Israel (que entonces solamente era ya un recuerdo y un honor).
El instrumento mediante el cuál Jesús habría cometido su delito, en este caso, es su predicación: ¡aquella palabra de paz y misericordia que había esparcido a manos llenas, ahora la utilizan contra Él!
Jesús confirma la acusación, pero la realeza que buscaba no era aquella de la que le acusaban, sino que era uno de los destellos de su naturaleza divina. Pero esto, ni Pilato, ni los demás, son capaces de entenderlo.
► 23,6-12: Lo envió a Herodes: Pilato, habiendo intuido, tal vez, que se trataba de involucrarlo en un “juego sucio”, trata de deshacerse del prisionero, aduciendo el respeto a la jurisdicción: Jesús pertenece a un distrito que no está, en aquel momento histórico, bajo la responsabilidad de los romanos, sino que depende de Herodes Antipas. Éste es presentado en los Evangelios como un personaje ambiguo: admira y al mismo tiempo detesta a Juan Bautista a causa de los reproches del profeta contra su situación matrimonial irregular y casi incestuosa, después lo hace prisionero y lo mata para no quedar mal delante de sus huéspedes (3,19-20; Mc 6,17-29). Después, trata de conocer a Jesús por pura curiosidad, puesto que había oído su fama como obrador de milagros, incoa un proceso contra Él (v. 10), lo interroga en persona, pero después – ante su obstinado silencio (v. 9) - lo abandona a las befas de los soldados, como había ocurrido al final del proceso religioso (22,63-65) y como sucederá cuando Jesús sea crucificado (vv. 35-38). Acaba por volver a mandarlo a Pilato.
Lucas concluye este episodio con una anotación interesante: el gesto de Pilato inaugura una nueva amistad entre él y Herodes. Sobre la limpieza de los motivos de tal amistad, las circunstancias hablan claramente.
► 23,13-25: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero…no he hallado en él ninguno de los delitos de que le acusáis: como había anticipado en el primer encuentro con Jesús (v.4) y como repetirá de inmediato (v. 22), Pilato declara que es inocente. Trata de convencer a los jefes del pueblo y dejar irse a Jesús, pero aquellos han decidido ya su muerte (vv. 18.21.23) e insisten en que sea condenado a muerte.
¿En qué ha consistido el interrogatorio efectuado por el gobernador? Bien poco, a juzgar por las pocas frases de Lucas (v. 3). Y, sin embargo, Jesús ha respondido positivamente a Pilato declarándose “¡rey de los judíos!" A este punto, es evidente que Pilato no lo considera un hombre peligroso a nivel político, ni para el orden público, quizás porque el tono de la declaración de Jesús no dejaba dudas al respecto.
Es bastante evidente el intento del evangelista, que trata de atenuar la responsabilidad del gobernador romano. Éste, sin embargo, es conocido por las fuentes históricas como un “hombre inflexible por naturaleza y, además de su arrogancia, duro, capaz sólo de conclusiones, de violencias, rapiñas, brutalidades, torturas, ejecuciones sin proceso y crueldades espantosas e ilimitadas» (Filón di Alejandría) y «que le gustaba provocar a la nación que le estaba encomendada, recurriendo ya sea a desaires como a duras represiones” (Flavio Josefo).
► 23,16.22: Así que le daré un escarmiento y le soltaré…: el hecho de haber sido declarado inocente, no lo libraba de un duro “castigo”, infligido solamente para no dejar frustrada las expectativas de los jefes judíos.
► 23,16.18.25: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!…Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo: al final, Pilato cede totalmente a las insistencias de los jefes y del pueblo, aún cuando no pronuncia una condena formal respecto a Jesús.
Barrabás, verdadero delincuente y agitador político, se convierte así en el primer hombre salvado (al menos en aquel momento) por el sacrificio de Jesús.
► 23,26-27: Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él: Simón y la mujeres, más que testigos privilegiados de la Pasión, son, en Lucas, modelos del discipulado, personas que muestran al lector cómo seguir, de hecho, al Señor. Gracias a ellos y a la muchedumbre, Él no estará solo mientras que se acerca a la muerte, sino que está rodeando de hombres y mujeres que le están emotivamente cercanos, aún cuando tengan necesidad de convertirse, cosa a la que Él no cesa de llamarlos, no obstante, su situación terrible (vv. 28-31).
Simón de Cirene fue “obligado”, pero Lucas no lo muestra como rechazando ayudar al Señor (cfr. Mc 15,20-21). La “gran muchedumbre” es, incluso, partícipe viva de todo lo que le sucede a Jesús. Esto crea un contraste estridente, pues poco antes ha pretendido la condena de Jesús.
► 23,34: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen: Lucas pone de evidencia la preocupación principal del Señor crucificado que, aún cuando está en un sufrimiento físico atroz causado por la obra de la crucifixión, ora por ellos al Padre: no le interesa su propia condición o las causas históricas que la han producido, sino solamente la salvación de todos los hombres. Como Él, lo hará el mártir Esteban (Hch 7,60), para demostrar el carácter paradigmático de la vida y muerte de Jesús para la existencia de todo cristiano.
Para subrayar esta orientación clara de Jesús, Lucas omite el grito angustioso que narran los otros sinópticos: "¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!”
► 23,33.39-43: Crucificaron allí a él y a los malhechores… Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino…Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso : el episodio del diálogo con uno de sus compañeros de condena es emblemático en el modo en el que Lucas comprende la muerte de Jesús: un acto de auto donación realizado por amor y en el amor de llevar la salvación al mayor número de hombres, de cualquier condición y en cualquier situación que se encuentren.
”Hoy” (v. 43): el ladrón había hablado de futuro, pero Jesús le responde usando el verbo en presente: la salvación que Él da actúa inmediatamente, los “últimos tiempos” comienzan con este acontecimiento salvífico.
”Estarás conmigo” (v. 43): expresión que indica la plena comunión que hay entre Dios y aquellos que acoge junto a Él en la eternidad (Cf. 1Tess 4,17). Según algunos escritos tardo-judaicos, el Mesías debía, de hecho, “abrir las puertas del Paraíso”.
► 23,44-46: Era ya cerca de la hora sexta…y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró: las últimas palabras de Jesús, por su índole, parecen que están en contraste con el fuerte grito que le precede.
Llegado al extremo de su vida humana, Jesús realiza un acto supremo de confianza en el Padre, por cuya voluntad Él había llegado a tanto. En estas palabras se pueden vislumbrar una referencia a la resurrección: el Padre le volverá a dar esta vida que Él ahora le entrega (cfr. Sal 16,10; Hch 2,27; 13,35).
Lucas narra muy detalladamente los últimos momentos de Jesús: no le interesa detenerse en particulares que ofrecerían satisfacción a una curiosidad macabra, la misma que atraía y atrae a tantos espectadores de ejecuciones capitales en todas las plazas del mundo.
► 23,47-48: Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.» Y toda la muchedumbre…al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho: la eficacia salvífica del sacrificio de Jesús actúa casi inmediatamente, con la sola evidencia de los hechos ocurridos: los paganos (como el centurión que estaba al mando del pelotón encargado de la ejecución) y los Judíos (la gente) comienzan a cambiar. El centurión “glorifica a Dios” y parece estar a un paso de hacerse cristiano. Las muchedumbres judías, sin darse cruenta de ello, se alejan cumpliendo gestos de arrepentimiento, como Jesús pidió a las mujeres de Jerusalén (v. 38).
► 23,49: Todos sus conocidos…se mantenían a distancia: a una distancia prudente ya que conocían las disposiciones romanas que prohibían excesivos gestos de luto por los condenados a la cruz (la pena: padecer la misma condena), el grupo de los discípulos asistían atónitos a toda la escena. Lucas no hace referencia de sus emociones o actitudes: tal vez, el dolor y la violencia los tenían aturdidos hasta el punto de hacerlos incapaces de cualquier reacción visible.
De modo semejante, las mujeres del grupo no participan de algún modo en la operación con la cual José de Arimatea entierra a Jesús: se limitan a observarlo (v. 55).
► 23,53: Después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca: Jesús padeció verdaderamente el suplicio. Es verdaderamente un muerto, como tantos otros hombres, antes y después de él, en la cruz, en un cuerpo de carne común. Este acontecimiento, sin el cuál no habría salvación, ni vida eterna para ningún hombre, se verificó por el mismo hecho que hubo que sepultarlo; tan es verdad, que Lucas se extiende en algunos particulares en relación al rápido rito de sepultura realizado por José (vv. 52-54).
► 23,56: Y el sábado descansaron según el precepto: así como el Creador descansó en el día séptimo de la creación, consagrando de esta manera el sábado (Gn 2,2-3), ahora el Señor realiza su sábado en la tumba.
Ninguno de los suyos parece que fuera capaz ya de esperar algo: las palabras de Jesús sobre la resurrección se han olvidado aparentemente. Las mujeres se limitan a preparar los óleos para hacer más digna la sepultura de su Maestro.

El evangelio de este “domingo de Pasión” acaba aquí, omitiendo la narración del descubrimiento del sepulcro vacío (24,1-12) y haciéndonos gustar el sabor agridulce del sacrificio del Cordero de Dios. Se nos deja en una atmósfera doliente y en suspenso y quedamos sumergidos en ella, aún cuando conocemos el resultado final de la narración evangélica. Esta muerte terrible del Rabí de Nazaret no pierde su significado con la resurrección, sino que adquiere un valor del todo nuevo e inesperado, que no prescinde de su dimensión de muerte sacrificial, libremente aceptada, con una finalidad “excesivamente” alta en relación a nuestra capacidades humanas de comprender: es un misterio en estado puro.

Rezamos
Isaías 50,4-10

El Señor Yahvé me ha dado lengua dócil,
que sabe decir al cansado palabras de aliento.
Temprano, temprano despierta mi oído
para escuchar, igual que los discípulos.
El Señor Yahvé me ha abierto el oído.
Y yo no me resistí,
ni me hice atrás.
Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que mesaban mi barba.
Mi rostro no hurté
a los insultos y salivazos.
Pues que Yahvé habría de ayudarme
para que no fuese insultado,
por eso puse mi cara como el pedernal,
a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
Cerca está el que me justifica:
¿quién disputará conmigo?
Presentémonos juntos:
¿quién es mi demandante?
¡que se llegue a mí!
He aquí que el Señor Yahvé me ayuda:
¿quién me condenará?
Pues todos ellos como un vestido se gastarán,
la polilla se los comerá.
El que de entre vosotros tema a Yahvé
oiga la voz de su Siervo.
El que anda a oscuras
y carece de claridad
confíe en el nombre de Yahvé
y apóyese en su Dios.

Oración final de la liturgia eucarística de este domingo:

Dios omnipotente y eterno, que has dado como modelo a los hombres a Cristo tu Hijo, nuestro Salvador, hecho hombre y humillado hasta la muerte de cruz, haz que tengamos siempre presente la gran enseñanza de su Pasión para poder participar en la gloria de su Resurrección. Por Cristo, nuestro Señor.

(fuente: ocarm.org)

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