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jueves, 14 de abril de 2016

Quiero ser sacerdote para amar como Cristo me ama

Fue ese momento el que me marcó de por vida, porque justo ahí, Dios me hizo partícipe de su amor y me llamó a amar.

“Me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 20b). Creo que san Pablo logra describir con esta frase la especial predilección que tiene por todos los que nos dejamos conducir por Jesús. Mi nombre es César Monroy, estudio el segundo año de Filosofía en el Seminario Conciliar de México, y considero que el llamado surge del amor, para el amor y en el amor. Dios comenzó a llamarme desde aquel 18 de agosto de 1990. Ese día, el P. Xavier Zavalveytia, derramó tres veces el agua bendita sobre mi cabeza invocando a la Santísima Trinidad. Fue ese momento el que me marcó de por vida, porque justo ahí, Dios me hizo partícipe de su amor y me llamó a amar.

Durante mi infancia tuve varios momentos en los que Él me llamaba, y siempre lo hacía llevándome ante la Cruz. Mientras jugaba, me detenía ante algún crucifijo, me quedaba frío, únicamente contemplando tan grande misterio. Sinceramente no lo entendía, me daba miedo, y digo: ¿A quién no? ¡Es la imagen de un cadáver! ¿Cómo no tenerle miedo? Años después comprendí que la Cruz es árbol de la vida, de donde nace el amor.

Tuve la oportunidad de acudir al Seminario en numerosas ocasiones y me llamaba la atención los seminaristas con sus sotanas. ¡Era imponente ver a aquellos jóvenes revestidos de Cristo! Con los años pude entender que la Cruz y la sotana, que te distinguen como seminarista, son signos que guardan un vínculo inentendible fuera del amor.

Por unos años me olvidé de esto, y durante la secundaria parecía que hasta me quería “volver malo”. Fue mi padrino, quien me ha apoyado en los momentos en que comienzo a desviar mi vida, quien me invitó a tornar a Dios. Me mostré renuente, hasta que casi, al acabar la secundaria, encontré una imagen del Papa Benedicto XVI con un escudo del seminario en el borde, y vinieron a mi memoria, en un instante, todos mis recuerdos de más pequeño. Fue así como decidí ingresar al Seminario Menor.

Confieso que al principio no sabía lo que hacía ni qué contestar en Misa, ni conocía la vida de la Iglesia. Tuve miedo al tomar esa decisión, pero salí al encuentro de su Majestad. Fue en el Seminario Menor que comencé a conocer a ese Dios que me ama y que dio su vida por mí. Viví un crecimiento en la fe, y al llegar al Curso Introductorio comencé a ser consciente de que Dios me llamaba a amar como Él me ama por el apoyo que tuve en Las Moradas de Santa Teresa de Jesús.

Al finalizar el Curso Introductorio salí del Seminario y estudié la licenciatura en Ciencias de la Familia en la Universidad Anáhuac. Con estos estudios pude comprender más y más que Dios me llamaba a amar. Finalmente, cuando decidí regresar al Seminario lo hice en conciencia de que si quiero ser sacerdote, es para amar como Cristo me ama.

(fuente: www.siame.mx)

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